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MI AMIGO

JUAN
ALMONTE
HIstOrIAs dE EntrE lOs mOntEs
MoNTeS eNTRe HiSToRiaS
Entre el verde, olor a humo de leña seca, mirada casi centenaria así, encontré a Juan
Almonte, perdido entre los montones de cerros que rompen con la monotonía del valle que
al principio de los tiempos tendría que ser Michoacán, me saluda con el clásico, ¡ora guache!
¿Pa´ donde caminas?
Y es que, desde que éramos pequeños Juan Almonte parecía que siempre nos veía, y
siempre nos preguntaba sobre cosas que para nosotros en aquellos tiempos eran muy
importantes, vitales podríamos decir, por ejemplo nos decía:
-Guachitos y ¿ahora a que van a jugar?, o,
-¿Qué andarán ideando ahora guaches?
Siempre nos llamaba así, y ni siquiera sabíamos que significa, pero para nosotros guache
sonaba como a música, esa misma que vibraban de las cuerdas de los instrumentos de
nuestros padres y abuelos, música de un buen son, de esos que de pronto tocan en los
fandangos de mi tierra.
Juan Almonte nunca permitió que le hablara de usted, siempre pidió que lo tuteara, pues
decía que, si antes de los ojos del Dios, todos éramos iguales, cuantimás frente a otros
humanos, así era Juan, siempre con ideas nuevas que reventaban mi cabeza, y esas ideas
siempre eran contrarias a las de mi casa, a mí que siempre me dijeron mis padres… “el
respeto a los mayores se demuestra desde el hablar, siempre dígale de usted a sus
mayores”…, y llegaba Juan y me decía que el respeto a los mayores se lo tenían que ganar
los mayores y que el hablar de usted o de tu, no importaba, el respeto era algo que todos,
sin importar nada, teníamos desde nacer.
Cuando veíamos a Juan Almonte sentado en la cerca de piedra de su parcela sabíamos que
estaba preparando una historia para contarnos, según él todas las historias las arrastraba
el viento, y le llegaban a las orejas, y que el mejor lugar de todo el mundo para escuchar lo
que el viento le tenía que contar todos los días era sentarse en esa cerca de piedra en lo
alto de su pequeño monte, ahí sembraba su maíz, algunas frutas de la región, ahí mismo
tenia una pequeña choza, y así todos niños y niñas del rancho nos sentábamos alrededor
de él y esperábamos a que nos contara lo que el viento le decía.
¡Ah! como le gustaba cantar y bailar a Juan Almonte, tocaba su viejo violín y a veces una
guitarra con solo tres cuerdas; Juan decía que la música y sus canciones eran las voces de
los que estuvieron antes de nosotros y que con ellas nos mostraban su mundo y lo que
esperaban de nosotros, y que para bailar había que estar muy atentos, muy orejas para
escuchar al cuerpo, pues que solo así lo dejábamos en libertad de expresarse como él
quisiera, asi solía decir…
- ¡Suéltense Guaches¡ y comenzaba a zapatear en una caja de madera tan vieja que siempre
pensamos que ahí había bailado un dinosaurio.
A veces, Juan Almonte gustaba de hundirse en sus recuerdos, vivir en su propia melancolía,
en sus travesuras juveniles, recordar a el amor de toda la vida, de sus juego, de sus “viejos”
(como él les llamaba a sus padres), de sus propios hijos y nietos; y ahí es cuando Juan se
volvía filósofo y nos explicaba el sentido de la vida, decía, Cada padre debe recordar que un
día su hijo va a seguir su ejemplo en vez de su consejo, ¡changos!, de niño solo me hacia reír
esas ideas, pero los adultos se quedaban pensando, y aunque sea por el resto de ese día,
nuestros padres, nos veían diferente, o ya de menos no nos regañaban cuando algo nos
salía mal.
Algunas veces Juan Almonte, nos contaba de sus viajes, decía que de “más joven” era un
vaga mundo, y que conocía casi todo el estado, y entonces emocionados le pedíamos que
nos contara de las ciudades grandotas, de coches, de los edificios enormes, de los cines, de
eso que se veía en la televisión que está muy bonito, entonces Juan Almonte se reía y nos
decía:
- eso no es lo más bonito del estado, los más bonito, son sus caminos, ríos, sus ranchitos,
sus gentes…
Ver caminar a Juan Almonte era también un cuento aparte, parecía que iba pisando nubes,
primero ponía la punta del pie en el suelo y luego en una suerte de pequeño salto daba el
otro paso; sin olvidar que siempre iba acompañado de el “Jarry” y la “Venus” sus dos perros,
que nunca lo dejaban y cuando Juan bailaba o cantaba, sus perros bailaban y cantaban
alrededor de él.
Por eso caminos andaban mis nostalgias cuando escuche una voz conocida…
-¿Pa donde caminas?
Juan Almonte me saco de mis pensamientos…
Alguna vez alguien le pregunto a Juan Almonte
-¿Por qué tanto interés en lo niños?, no vayas a salir que porque son el futuro de la
humanidad, o porque son pequeños e indefensos, en serio, ¿porque siempre hablas de los
niños y de lo que según tú, deberíamos hacer los papás y mamás?-
Juan dejo de hacer lo que estaba haciendo y respondió
-Es muy simple, tratar bien a los niños es la mejor forma de ser un ser humanos-; todos se
voltearon a ver entre sí, no entendían muy bien a que se refería Juan.
-Déjenme ver si puedo poner un ejemplo de lo que hablo-, se sentó en su barda de piedra y
se preparó para contar una historia…

Hace algún tiempo todos los niños que vivían en los cuentos se juntaron porque estaban
cansados de estar en peligro cada vez que iban al bosque; Caperucita se quejaba de que el
lobo siempre quería comérsela, Hansen y Gretel de la bruja que quería cocinarlos,
pulgarcito del ogro,

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