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Alberto Bovino nos enseña que los límites impuestos por la aplicación de las garantías representan el
reconocimiento de otros valores que deben ser considerados (el respeto a la dignidad humana) y
también, son un presupuesto básico del sistema de construcción de la verdad”
existen ciertos campos, temas y métodos que son absolutamente prohibidos, por ejemplo la
tortura, las amenazas, y la coacción para que la persona confiese.
aquellos casos en que tal información puede ser obtenida solamente si existe una
autorización judicial expresa y específica. Por ejemplo, registros particulares, allanamientos,
intercepción de comunicaciones, etc.
la "legalidad de prueba" e implica que no puede ingresar al proceso información proveniente
de rumores, testimonios, anónimos, etc.
La llamada doctrina del “fruto del árbol venenoso” tuvo su origen en los Estados Unidos de
Norteamérica. En la década del 60 los tribunales comenzaron a echar mano de esta doctrina en forma
mas decidida, con el 0bjeto de reafirmar los fundamentos éticos y disuasorios de la ilegalidad estatal
en que aquella regla se funda.
La doctrina funciona dentro del siguiente contexto. Si agentes de policías ingresan ilegalmente en el
domicilio de una persona, o si interrogan a un sospechoso por medios de apremios, los elementos
encontrados en el domicilio allanado o los dichos vertidos por quien ha sido coercionado, no
serán admisibles como prueba en contra de quienes han padecido tales violaciones de sus
garantías constitucionales. Ello, por aplicación de la regla de exclusión a que se ha hecho
referencia anteriormente, y que la Corte Suprema de nuestro país receptara en los casos
“Montenegro” y “florentino”.
Así, han entendido que siendo el procedimiento inicial violatorio de garantías constitucionales- en los
ejemplos, el allanamiento o la confesión coactiva- tal ilegalidad se proyecta a todos aquellos actos que
son su consecuencia y que se ven así alcanzados o teñidos por la misma ilegalidad. De tal manera, no
solo resultan inadmisibles en contra de los titulares de aquellas garantías las pruebas directamente
obtenidas del procedimiento inicial sino además todas aquellas otras evidencias que son “frutos” de la
ilegalidad originaria.
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Concluida la etapa sumarial, la defensa opuso una excepción previa de falta de acción, demandando el
desglose de los papeles y efectos secuestrados por entender que los mismos habían sido incautados
ilegalmente.
Llegado el caso a la Corte, se hizo lugar al desglose solicitado. El Alto Tribunal comenzó por señalar
que los funcionarios de la Aduana habían actuado en forma ilegal, puesto que la Ordenanza en vigor
prohibía expresamente todo acto de pesquisa o secuestro de mercadería sin orden judicial.
Refiriéndose entonces al pedido de desglose de los documentos agregó: que auténticos o falsos
(los documentos) ellos no pueden servir de base al procedimiento ni de fundamento al
juicio. Si lo primero (auténticos) porque siendo el resultado de una sustracción y de un
procedimiento injustificable y condenado por la ley, aunque se haya llevado a cabo con el
propósito de descubrir un delito… la ley, en el interés de la moral, de la seguridad y secreto
de las relaciones sociales los declara inadmisibles; y si lo segundo (si son falsos), porque su
naturaleza misma se opone a darles valor y mérito alguno. Por esos fundamentos, se
revoca… el auto apelado y se declara que deben desglosarse del proceso los documentos
aludidos.
“Fiorentino” CSJN (1984). Allanamiento sin orden judicial. Valor del consentimiento. Necesidad de
evaluar el valor del consentimiento en cada caso particular (inexistencia de una regla abstracta).
Regla de exclusión.
Hechos: Fiorentino, un menor de 19 años de edad, había sido detenido por una comisión policial
integrada por cuatro agentes en oportunidad en que ingresaba en compañía de su novia, en el hall de
entrada de edificio de departamentos en el que vivía junto con sus padres. Al ser interrogado por los
oficiales había reconocido, al parecer espontáneamente, ser poseedor de estupefacientes que
guardaba para su consumo propio en el dormitorio de su departamento. Haciendo uso de las llaves
que Fiorentino tenía en su poder, los agentes ingresaron junto con el detenido y su novia a la vivienda
en cuestión. Al encontrarse con los padres del menor, aquéllos les manifestaron – aunque sin exhibir
identificación alguna – que eran miembros de la división toxicomanía, que se quedaran tranquilos,
pero que no podían presenciar el operativo que cumplirían en el dormitorio del menor. Allí, en
presencia de éste y de su novia, los oficiales de policía procedieron a secuestrar 5 cigarrillos de
marihuana por cuya tenencia fue Fiorentino sometido a proceso. En ningún caso fue requerida orden
judicial.
Fiorentino fue condenado en las instancias ordinarias.
Su defensa acerca de que el allanamiento practicado había sido ilegítimo por carecer de orden judicial
previa, y que por tanto la prueba obtenida no podía ser utilizada en su contra, fue desechada.
La Cámara consideró que había mediado un consentimiento válido, prestado tanto por el procesado
como por sus padres.
Según la Alzada, el consentimiento del menor Fiorentino debía inferirse del hecho de que en ninguna
oportunidad hubiese objetado los procedimientos cumplidos en su contra. Respecto del consentimiento
dado por los padres, dijo que: “si bien no había sido expreso, debían reconocerse que aquéllos
tampoco se opusieron pudiendo hacerlo… consintiendo así que la inspección se llevara a
cabo en la habitación de su hijo”.
La defensa de Fiorentino interpuso recurso extraordinario, basado en la violación de la garantía que
consagra la inviolabilidad del domicilio.
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La Corte hizo lugar al recurso; comenzó señalando que el planteo de la defensa conducía en definitiva
a determinar el alcance de la referida garantía constitucional. Por tal razón, concluyó que el
agravio suscitaba cuestión federal. Dijo que aunque en rigor no resulta exigencia del art. 18 CN
que la orden de allanamiento emane de los jueces, el principio es que sólo ellos pueden
autorizar esa medida, sin perjuicio de algunos supuestos en que se reconoce a los
funcionarios la posibilidad de obviar tal recaudo.
A continuación indicó que era claro que en este caso no se había configurado ninguna de las
excepciones previstas en el ordenamiento procesal para permitir un ingreso sin orden
previa, ni tampoco ha mediado consentimiento válido que permitiera la intromisión del
personal policial en el domicilio del procesado. Ello, puesto que el permiso que podría haber
otorgado el menor Fiorentino carecería de efectos por las circunstancias en que fue prestado,
esto es, habiendo sido ya detenido e interrogado sorpresivamente. Con respecto al consentimiento
de los padres, la Corte descartó que el mismo pudiese ser prestado tácitamente, máxime cuando
el ingreso al domicilio se había ya consumado al momento en que aquéllos tomaron contacto con la
comisión policial. En base a estos antecedentes, y a la falta de extremos de necesidad que
impidieran proceder de acuerdo a la ley recabando la pertinente orden judicial, la Corte
decretó la invalidez del registro domiciliario y del secuestro practicado en tales condiciones.
Declaró así procedente el recurso extraordinario, dejando sin efecto la sentencia condenatoria.