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El arte por el arte

Cuando nos planteamos la pregunta de por qué desarrollar las artes en la escuela
generalmente nos posicionamos desde una de las siguientes perspectivas: (a) El arte es importante
porque ayuda a acercar contenidos a las personas, (b) El arte es importante porque a través de
éste se desarrollan habilidades que son aplicables a otros ámbitos, y (c) el arte es importante en sí
mismo, o el arte por el arte. Si bien estas tres perspectivas no son excluyentes entre sí—y todas
plantean elementos reales en los que las artes tienen un impacto—las dos primeras perspectivas
se pueden entender como constituyentes de un paradigma utilitario del arte. Vale decir, que el
arte es válido e importante en la medida en que ayuda a desarrollar habilidades y abordar
contenidos externos al arte mismo. Sin minimizar el rol del arte entendido de esta manera, me
parece que hay considerablemente menor entendimiento sobre la tercera perspectiva: El arte es
importante en sí mismo.

Un hecho que no se debe ignorar, para efectos de esta discusión, es que todas las culturas
y sociedades humanas han tenido y tienen artes. El arte en sí es una actividad humana y no
necesariamente responde a las necesidades de otras disciplinas. No todas las culturas han tenido
lengua escrita o un sistema matemático, pero hasta donde sabemos, todas las culturas tienen
algún tipo de arte. Si la necesidad del arte surgiese como respuesta a falencias en las ciencias
naturales, por ejemplo, sólo en aquellas culturas en las que existe un desarrollo de dichas ciencias
habría desarrollo artístico. Es más, si la necesidad del arte surgiese de falencias en otras áreas, su
rol podría ser asumido por cualquier otra actividad que reforzase aquello que estuviese carente.
Sin embargo, todas las culturas y sociedades tienen arte, por lo que se puede asumir que el arte
constituye una dimensión fundamental del ser humano.

El arte tiene una dimensión epistemológica: a través del arte construimos y expresamos un
entendimiento del mundo y nos posicionamos con respecto a dicho entendimiento. La manera en
que distintas culturas estructuran sus artes, por ejemplo, refleja formas de entender el tiempo, el
entorno y el rol del ser humano en un universo que creemos es de cierta manera. En su artículo
sobre la codificación de ideologías en la música, John Shepherd (1973) nos explica cómo las
culturas en las que la sobrevivencia es incierta y el modo de transmisión del conocimiento es
prevalentemente oral (e.g. culturas nómadas) tienden a desarrollar estructuras musicales más
bien circulares, en que la homogeneidad es un valor y la variación se da en pequeñas
improvisaciones que no afectan los elementos estructurales de la música. En estas culturas lo
incierto representa un riesgo y la estabilidad es confortante. Shepherd contrasta esta visión con la
de las sociedades industriales del siglo 18, en las que la imprenta permitió una masificación de la
escritura, cambiando la percepción del control que el ser humano tiene sobre el conocimiento y la
historia. En dichas culturas, el conocimiento se cristaliza en objetos (i.e. libros) en los que el
conocimiento se puede preservar e incluso manipular. Por ende, es comprensible que en las
sociedades europeas de la ilustración surgieran estructuras musicales complejas, y en las que el
contraste y la innovación tomaron un mayor protagonismo.

En este sentido las artes reflejan el pensamiento filosófico de una cultura. Sin embargo, las
artes no son sólo eso: las niñas y niños cantan, bailan, dibujan, pretenden ser otras personas u
objetos, etc. sin que ello necesariamente refleje una filosofía desarrollada sobre el universo. Las
niñas y niños se expresan a través del arte porque es así como hacen sentido del mundo y se
sitúan en éste. ¿Por qué entonces la discusión en educación se queda en cómo las artes
contribuyen al desarrollo de objetivos externos a la práctica misma? Sin desmerecer la discusión
que siempre se debe dar en torno a cómo aprovechar el impacto de las artes para el desarrollo de
otros elementos curriculares y/o transversales, debemos asumir que las artes en sí son parte
integral de la condición social del ser humano. Es el rol del sistema educacional, sin perjuicio de
atender las necesidades de las distintas disciplinas curriculares y para las cuales las interacciones
con las artes son válidas y deseables, el facilitar los procesos mediante los cuales los participantes
desarrollan objetivos pertinentes a las especialidades artísticas mismas. En ese sentido, el discurso
del arte por el arte no solo tiene cabida, sino que es fundamental para el desarrollo integral de
nuestras niñas y niños.

Camilo Leal

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