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ENERO

DIALOGO

Jaguar negro, venado blanco


Un fabuloso jaguar negro que habitaba la selva del Amazonas estaba cansado de
dormir a la intemperie. Pensaba casarse muy pronto y, para casarse, hay que
tener una casa. Por eso decidió construir una choza con todas las comodidades, a
la orilla de un río. Pero no era el único que planeaba construir en ese lugar… Un
delicado venado blanco tenía idénticos propósitos, ignorante de que por allí
andaba una de sus mayores amenazas.

Una mañana, antes de que saliera el sol, el venado comenzó a preparar el terreno
para construir y salió de paseo. En ese momento llegó el jaguar, quien se
sorprendió al ver que la superficie estaba lista y despejada para fincar. “Con
seguridad Tulpa, el misterioso dios de la selva, ha venido a ayudarme”, pensó, y
comenzó a trabajar con unos troncos que ya estaban cortados. Horas después, ya
exhausto, se alejó de allí para descansar.

Al amanecer siguiente llegó de nuevo el venado y al hallar tan avanzada la obra


también creyó que el enigmático Tulpa le había prestado ayuda. Le puso techo a
la choza, la separó en dos habitaciones, y se puso a vivir en una de ellas. Por su
parte, el jaguar negro llegó más tarde y al ver la choza terminada, se instaló en la
habitación situada junto al dormitorio del venado. Así transcurrió la noche. Ambos
despertaron con sed y, al dirigirse al río para beber, se encontraron frente a frente
y comprendieron lo que había ocurrido.

“Bueno”, dijo el venado, “esto ocurrió porque Tulpa quiere que vivamos juntos,
¡qué raro!, ¿verdad? Y como todavía somos solteros podemos compartir esta
choza ¿qué te parece?”. El jaguar respondió: “Está bueno. Podemos dividirnos las
tareas. Hoy a mí me toca ir por la comida.” El jaguar salió de cacería y regresó
cargando ¡el cuerpo de un venado rojo! Al entregárselo al venado blanco éste lo
preparó, pero no probó bocado y aquella noche no durmió pensando en que el
jaguar podría devorarlo.

Al día siguiente tocó al venado salir a buscar la comida. Halló un jaguar más
grande que su compañero y, con la ayuda del oso hormiguero, lo capturó y lo llevó
a casa. “Mira”, le dijo al jaguar negro, “aquí está la comida”. El jaguar negro cocinó
la carne, pero no la probó. Cuando oscureció tanto el jaguar como el venado
temblaban pensando en el ataque del vecino. Accidentalmente el venado golpeó la
pared de su cuarto. El jaguar reaccionó con un rugido. Ambos creyeron que la
guerra había comenzado y salieron huyendo. La choza quedó abandonada y fue
ocupada por un grupo de monos.

En la noche, otra vez a la intemperie, el jaguar negro pensaba “¡Tan sencillo que
hubiera sido conversar y ponernos de acuerdo, ahora que yo estaba pensando
volverme vegetariano!” El venado blanco, vagando bajo la lluvia también
reflexionaba: “extraño al jaguar. Hubiera sido increíble vivir juntos y reunir a
nuestras familias… Ahora tendremos que empezar de cero”.

FEBRERO

AMISTAD

Bicho raro busca amigo


Había una vez un lugar donde vivían todo tipo de criaturas fantásticas. Había
hadas, brujas, brujos, trolls, magos, magas, dragones, gnomos, enanitos, elfos y
cualquier otro ser imaginable.

Un día apareció por allí un ser verde y peludo, con grandes orejas y diminutos
pies, con dos antenas en las que, al parecer, tenía el sentido del olfato.

Nadie le hacía caso, y eso que él se metía entre los demás seres, a ver si
alguien le decía algo. Pero nada, todo el mundo se volvía hacia otro lado, sin
prestarle atención.

Un día, este ser ver y peludo se puso un poco pesado y terminó cansando a un
hada, que le gritó:

-¡Vete, bicho raro!


Todos los demás seres empezaron a corear lo mismo:
-¡Vete, bicho raro! ¡Vete, bicho raro!
El ser peludo y verde se fue muy triste, porque vio a la gente muy enfadada con
él. Al menos, pensó, ya tenía nombre: Bicho Raro.

Bicho Raro siguió su paseo entre los seres de aquel curioso lugar, pero en todas
las partes le recibían igual:

-¡Vete, bicho raro! ¡Vete, bicho raro!

Bicho Raro encontró una cueva solitaria y allí se escondió. Después de estar
tres días y tres noches llorando sin parar alguien le dijo desde el fondo de la
cueva, con voz grave y profunda.

-¿Quién anda ahí, que no para de llorar? Llevo días escuchando pacientemente
y ya no puedo más. Si quieres vivir aquí, puedo compartir la cueva contigo, pero
no llores.

Bicho Raro se había quedado helado. Si hubiera podido mover un músculo


habría salido de allí en un santiamén.
-No tengas miedo, amiguito -se oyó decir-. Voy a salir despacio. No quiero que
te asustes. No voy a hacerte daño.

Poco a poco fue apareciendo un dragón verrugoso de color verde. Y si esto no


fuera poco, el dragón estaba tuerto y cojo. Sin embargo, despedía un agradable
olor a flores silvestres.
-¿Cómo te llamas? -preguntó el dragón.
-No tenía nombre hasta hace unos días, cuando la gente empezó a llamarme
Bicho Raro -dijo asustado.

-Y, ¿qué haces por aquí? -preguntó el dragón.


-Busco un amigo, pero nadie me quiere -dijo Bicho Raro.
-Yo puedo ser tu amigo, si tú quieres -dijo el dragón.

-¿De verdad? -preguntó Bicho Raro-. ¿No te doy asco, ni te parezco demasiado
raro?
-Yo podría preguntarte a ti lo mismo -dijo el dragón-. Pero, ¿tanto importa el
aspecto? No puedo juzgarte solo por eso.

-Gracias, dragón -dijo Bicho Raro-. Seremos amigos. ¿Cómo te llamas?


-No tengo nombre -dijo el dragón-. Puedes ponérmelo tú, si quieres.
-Entonces te llamaré Amigo -dijo el dragón.
-Gracias Bicho Raro -dijo el dragón-. Es el mejor nombre del mundo.
Bicho Raro ya tiene un amigo. Juntos pasean de vez en cuando fuera de la
cueva, orgullosos de tenerse el uno al otro. Y si los demás se metían con él, o
con ellos, ¡ni caso! ¡Ya les gustaría a ellos ser tan felices como eran Bicho Raro
y el dragón Amigo!

MARZO
RESPONSABILIDAD

Los chicos también saben usar la escoba


Autor:

Eva María Rodríguez


Esteban miraba con recelo el suelo de su dormitorio. Estaba lleno de papeles y
bolitas de plástico. El envoltorio del juguete que le había regalado su tía Ana tenía
la culpa. El juguete era genial, pero con el envoltorio se lo había pasado genial. El
problema es que lo había dejado todo hecho un asco.

Esteban recogió todo lo que pudo y lo tiró a la papelera. Pero no era suficiente. Así
que fue a buscar a su madre, a ver si le ayudaba.

-Coge la escoba y barre el suelo, Esteban -dijo mamá-. Ya verás qué bien queda
todo.

-Pero no sé barrer, mamá -dijo el niño-. No lo he hecho nunca.

-Dicen por ahí que siempre tiene que haber una primera vez para todo -dijo mamá-
. Inténtalo. En cuanto acabe con esto voy a verte.

Esteban cogió la escoba y fue a su cuarto. Se sentó en la cama y empezó a mirar


la escoba.

-Esto es cosa de chicas -pensó Esteban. Y se quedó sentado, observando la


escoba.
Un rato después Esteban escuchó a su madre

-¿Qué tal Esteban? ¿Has terminado? ¡Voy en un minuto!

Esteban se levantó dando un respingo y empezó a mover la escoba. Enseguida


llegó su madre, y le preguntó:

-¿Ya has descubierto cómo funciona la escoba?

-No, mamá -dijo Esteban-. Es que esto es cosa de chicas.

-¿Ah, sí? -dijo mamá-. Ponte los zapatos, que vamos a hacer unas cuantas visitas
ahora mismo.

No habían pasado ni cinco minutos y ya estaban en la calle.

-Vamos a ir a visitar a unos cuantos amigos míos -dijo mamá-. En su trabajo


tienen que usar unos artefactos muy interesantes sin los cuales no podrían cumplir
con su misión.

Esteban conoció a mucha gente esa tarde. Primero conoció a Felipe, un chico que
trabajaba en una empresa de limpieza limpiando oficinas. Felipe barría, fregaba y
limpiaba el polvo. Lo hacía con tanta gracia que parecía que bailaba.

Luego conoció a Juan, un barrendero que, cuando creçía que no le veía nadie,
cantaba coplas mientras barría las calles.

Esteban también conoció Lucio, el dueño de un pequeño bar en el que hacía de


todo, incluido barrer y fregar el suelo, para tenerlo todo limpio.

De vuelta a casa Esteban y su madre pasaron por el taller de coches de Andrés. Y


allí lo pillaron limpiando el garaje, escoba en mano.

-¿Sigues pensando que barrer es cosa de chicas? -preguntó mamá.

-Ya he visto que no. Ahora mismo cojo la escoba a ver qué tal se me da -dijo
Esteban.

-Luego paso por tu habitación a ver qué te apañas -dijo mamá.


-Gracias, mamá.

Esteban probó a barrer su habitación con la escoba. Su madre fue por allí al cabo
de un rato.

-No me ha quedado muy bien barrido el suelo, mamá -dijo Esteban.

-No te preocupes -dijo mamá-. Al menos está mejor que antes. Y eso es lo
importante. Ven, que te voy a contar un par de trucos.

Esteban practicó con la escoba barriendo el pasillo y el comedor. Y se sintió muy


orgulloso de poder colaborar en casa.

ABRIL
HUMILDAD
Un verano sin juguetes
Autor:

Silvia García
Edades:

A partir de 4 años
Valores:

humildad, sencillez, valorar lo que tenemos


Alberto tenía la habitación empapelada de todo tipo de catálogos de juguetes,
videojuegos, móviles y ordenadores. Una vez a la semana le pedía una
recompensa a su madre por cualquier cosa que él considerara buena conducta:
aprobar un examen, poner la mesa, limpiar su habitación, hacer su cama o volver
a la hora del parque. Era algo que llevaba haciendo desde los 8 años y que ahora
tenía diez se había convertido un poco en una rutina. En el fondo tenía tantas
cosas que ya no sabía qué regalos pedir y por eso siempre acumulaba catálogos.
Para saber qué elegir.

Sus padres que pensaban que era bueno para Alberto el motivarlo con muchas
cosas pero ya no sabían cómo sorprenderlo. Le envolvían los videojuegos con
papel brillante, le hacían bizcochos de fresa para merendar los viernes mientras
abría su recompensa, pero veían que nada hacía que Alberto estuviera feliz.

Cuando llegó el verano su tía Ana decidió que podía ser buena idea que Alberto la
acompañara unos días a su casa de la playa. Los padres de Alberto accedieron y
al niño le pareció bien pero tenía dudas de cómo se sentiría en un lugar donde no
tuviera todas sus cosas.
- ¿Y cÓmo voy a pasármelo bien tía Ana si apenas llevo una cuarta parte de mis
cosas?
- Descubrirás cosas nuevas que te gusten. Ya verás que bien te lo vas a pasar
conmigo.
- ¿Y cómo voy a escoger lo que me gusta si no lo puedo ver antes en ningún
catálogo?
- Créeme, no necesitas ningún catálogo.
Alberto miró a su tía extrañado. Si no hay nada mejor en el mundo que escoger y
poder tenerlo inmediatamente. ¿Qué sorpresa sería nueva para él?

Al pasar los cinco días Alberto que volvió a la ciudad en el coche con su tía le dijo:
- Tía, muchas gracias por todo. He disfrutado mucho con los helados que nos
tomamos en la playa, me lo he pasado genial jugando con nuevos amigos que he
conocido sin apuntarme a ningún deporte y cada día hemos hecho cosas
diferentes en la playa: un día la cometa, otro día un cuento, otro día escribir
nuestros nombres con conchas…. Gracias por haberme hecho tan feliz este
verano.
Su tía Ana le contestó:
- Me alegro Alberto de que hayas conocido las cosas de la vida que no se pueden
comprar.
MAYO
PAZ
Cuentos para niños sobre la paz. Buscando la paz

Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera
captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron. El rey observó
y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le
gustaron y tuvo que escoger entre ellas.

La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se
reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas se encontraba
un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura
pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.

La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y


descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso
aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso
torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico.

Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, vio tras la cascada un delicado


arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido.
Allí, en medio del rugir del la violenta caída de agua, estaba sentado placidamente
un pajarito en su nido...

- ¿Paz perfecta...?

- ¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?

El Rey escogió la segunda.

- ¿Sabes por qué?

Explicó el rey: "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin
trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas
estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el
verdadero significado de la paz."

FIN
JUNIO

PERSEVERANCIA

Lula quiere ser pintora

Autor:
Silvia García
Edades:

A partir de 3 años
Valores:

perseverancia, ilusión
Había una vez una jirafa llamada Lula que soñaba con ser pintora. Todos sus
amigos se reían cuando ella les hablaba de sus aspiraciones artísticas.

-Qué tontería -le decían unos-. ¡No hay pinceles ni atriles para jirafas!

- Qué pérdida de tiempo -decían otros-, si nadie va a querer los cuadros pintados
por una jirafa habiendo verdaderos pintores profesionales por todo el mundo….

Pero la jirafa Lula seguía persistente con su ilusión. Poco a poco fue juntando
ahorros y se compró material de pintura. Unos pinceles y brochas, aguarrás para
limpiarlos, lienzos de varios tamaños y grosores, acuarelas, pinturas al óleo y al
pastel, etc. La verdad es que Lula se gastó casi todos sus ahorros en su nueva
afición. Primero quería probar todas las técnicas para ver cuál se le daba mejor y
después centrarse en una.

-El que mucho abarca poco aprieta, Lula- le decía una vecina.

Pero Lula solo quería probar para ver dónde se encontraba más cómoda. Si
pintando paisajes con acuarela o retratos con óleo. Solo quería probar.

Una vez recopilado todo el material, empezó a pintar sus primeros cuadros.
Muchos se reían al verla aparecer con la brocha en la boca y teniendo que colgar
el lienzo en lo alto de una palmera para trabajar cómodamente. A pesar de las
burlas y de que nadie parecía creer en el talento de Lula, ella no se rindió.

Se levantaba temprano y se iba a zonas solitarias a pintar. Primero hacía los


bocetos con lápiz y después empezaba a darle color al lienzo. Le gustaba pintar
paisajes porque le encantaba dejarse llevar por los tonos de la naturaleza. El
verde de los árboles, el ocre de las dunas, el azul de los ríos, el rojo intenso de
algunas flores….

Un día por la mañana llegó hasta Lula un loro de casi tantos colores como el
arcoíris. Le pidió que le retratase. Al principio la jirafa dijo que no porque no se
atrevía. El loro, que se llamaba Jack, le dijo que, si hubiera querido un pintor
profesional, habría ido a otro sitio. Que lo que buscaba era a alguien con una
técnica novedosa.

Lula se puso manos a la obra y en un par de semanas de trabajo intenso, acabó el


cuadro del loro. Quedó tan contento con el resultado que pronto la noticia corrió
como la pólvora. A los pocos días, decenas de animales hacían cola para ser
retratados por Lula. Ella, que no era rencorosa, lo hizo con gusto a pesar de que
muchos se hubiesen reído de ella al principio. Porque, además de perseverante,
era una jirafa fiel a sí misma y en su cabeza no cabía la posibilidad de ser
vengativa.

JULIO

GRATITUD

Ataque a Tierra Mágica


Autor:
Eva María Rodríguez
En lo más profundo de Tierra Mágica, las hadas ancianas elaboraban un producto
muy especial: los polvos de hada. Gracias a estos polvos, las hadas devolvían la
sonrisa a los tristes, llevaban la paz donde había conflictos y dotaban de luz a los
lugares donde reinaba la oscuridad.

Toda Tierra Mágica era un lugar hermoso en el que convivían especies mágicas
de todo tipo en paz gracias a los polvos de hada.

Pero un día, sin que nadie lo esperase, las cosas cambiaron. Llantos y gritos
empezaron a oírse por todas partes. Surgieron las peleas y las riñas. La gente
estaban enfadada, triste y rabiosa.

Muy asustadas, las hadas empezaron a repartir sus polvos, esforzándose mucho
más. Las que estaban descansando enseguida se levantaron para ir a por más
polvo de hada y ayudar a sus compañeras. Pero el polvo de hada no hacía nada.

Ante una situación tan desesperante, la más anciana de las hadas reunió a todas
las demás y les dijo:

- Algo va mal. La gente no para de discutir, de gritar, de llorar, de pelearse… Y eso


empeora a cada minuto. Debemos investigar a ver qué pasa.

Todas las hadas salieron a investigar. Nada más salir, el hada anciana notó algo
raro.

-Este olor… no es como lo recordaba -dijo la anciana.

Todas las demás afinaron su olfato. La mayoría no pudo apreciar nada, pero las
más mayores pudieron identificar algo extraño en el aire.

-No consigo saber qué olor es este -dijo una de las hadas más mayores.

-Hermanas, ya sé lo que pasa -dijo la anciana-. Hemos sufrido un ataque. Años


ha, cuando yo era aún muy joven, pasó algo parecido. Las consecuencias fueron
terribles. La guerra se asentó en Tierra Mágica durante años. Solo la sabiduría de
un viejo mago solitario logró acabar con el problema. Vayamos a verlo.

-Pero, ¿qué pasó? ¿Quién nos ataca? ¿Qué es eso que hay en el aire?

-Los trolls de Tierra Podrida nos atacaron usando su arma más peligrosa: bombas
de pedo de troll.

-¿Qué?
-El viejo mago solitario consiguió neutralizar el pedo de troll cambiando la fórmula
del polvo de hada -dijo el hada anciana-. Parece que el efecto se ha pasado. Hay
que ir a buscar al mago.

-No es por ofender -dijo el hada más joven-, pero si el mago era viejo cuando tú
eras una niña, ahora que la anciana eres tú, no sé yo si todavía estará vivo.

-No te preocupes, jovencita -dijo el hada anciana-. Un mago, cuando llegan a los
cien años, si ha sido bueno, se convierte en dragón. Estoy segura de que lo
encontraremos.

Todas las hadas partieron con la esperanza de encontrar un dragón. Tras varios
días buscándole, al fin lo encontraron en lo alto de una montaña.

-Sé a lo que venís -les dijo el dragón-. En ese charco tenéis lo que necesitáis:
lágrimas de dragón.

-Los dragones no lloran -dijo el hada anciana.

-Sabrás entonces el gran esfuerzo que he tenido que hacer -dijo el mago.

-Podrías haber muerte de pena -dijo el hada anciana.

-Corred, que mi sacrificio no sea en balde -dijo el dragón.

Las hadas añadieron las lágrimas de dragón a los polvos de hada y todo volvió a
la normalidad en Tierra Mágica. Para todos menos para el dragón, que quedó muy
afectado por el esfuerzo. Pero desde entonces siempre hay dos o tres hadas
cuidando de él. Porque es de bien nacido ser agradecido.
AGOSTO

LIBERTAD

a abejita soñadora
Autor:
Eva María Rodríguez
Había una vez una abejita muy trabajadora que se pasaba el día entero entre las
flores recogiendo polen para llevarlo a la colmena y así hacer miel.

A la abejita le encantaba su trabajo, y lo hacía con mucha alegría. Nunca le faltaba


de nada y tenía una gran familia. Pero, aún así, la abejita no era feliz.

La abejita soñaba con conocer mundo, con descubrir otro tipo de flores, probar
otro tipo de néctar y saborear otro tipo de miel.

Al principio, la abejita se guardaba para ella sus sueños. Pero, con el tiempo, se
los fue contando a las demás. Pero ninguna la tomaba en serio. Incluso algunas
se reían de ella.

La historia de que una abejita soñaba con viajar y conocer otros lugar y otras
flores llegó a oídos de la Abeja Reina. Y no le gustó nada. Así que la mandó
llamar.

-Pequeña abejita, no quiero oír nunca más que vas diciendo esas tonterías por
ahí. ¿Queda claro? Tu sitio es este y no podrás irte de aquí jamás. Si vuelvo a oír
que andas diciendo esas cosas te encerraré para siempre.

La abejita se quedó muy triste, pero también confundida. La Abeja Reina no le


había reñido por desear conocer otros lugares. Lo que le había parecido mal a la
Abeja Reina es que lo estuviera contando. ¿Qué mal podría estar haciendo ella
hablando de sus sueños de libertad?

-¡Ah, claro! ¡Es eso! -pensó la abejita-. La Abeja Reina tiene miedo. Si todas las
abejas nos fuéramos, nadie trabajaría para ella. ¿Es que no soy la única que
sueña con ser libre? ¿Es que tal vez haya otras que sueñen con lo mismo que
yo?

En ese momento, una abeja interrumpió sus pensamientos.

-¿Qué tal, abejita? ¿Qué quería la Abeja Reina de ti? Te ha regañado bien, ¿eh?
Es que no se puede soñar con tonterías, abejita.

-Te equivocas, compañera -respondió la abejita-. No me ha reñido por soñar, sino


por hablar de ello. Me ha pedido que cierre la boca. Se conoce que no soy la
primera que sueña despierta. Pero ya me callo, que luego me castiga.

-Vaya, vaya -pensó la otra-. ¡Qué curioso! ¿Qué ocultará la Abeja Reina?

Y así, sin hacer ruido, entre susurros, entre las abejas empezó a crecer el mismo
sueño que tenía la abejita soñadora. Primero fue por curiosidad, la curiosidad que
despierta lo prohibido. Después el interés por conocer algo nuevo se convirtió en
un deseo de libertad para decidir.

Quién sabe si algún día la abejita soñadora se atreverá a cumplir su sueño. Quién
sabe si alguna lo hará. Porque soñar es fácil. Lo difícil es tener valor para hacer
realidad tus sueños.

SEPTIEMBRE

GENEROSIDAD

El ogro rojo
Autor:
Silvia García
Había una vez un ogro rojo que vivía separado del mundo, en una enorme cabaña
también de color rojo en la falda de una montaña, muy cerca de una aldea. El ogro
era tan grande que todo el mundo le temía y nunca se acercaba nadie a él. Lo que
no sabía la gente del pueblo es que en realidad aquel ogro era pura bondad. De
hecho, estaba deseando tener amigos, pero no sabía cómo demostrarlo. En
cuanto ponía un pie en la calle, todos los habitantes del pueblo empezaban a gritar
y a correr en dirección contraria. Al final, al pobre ogro no le quedaba otra opción
que quedarse encerrado en su cabaña triste y aburrido.
Pasaron los años y llegó un momento en el que el ogro ya no pudo aguantar más
la soledad tan grande que le invadía. Se le ocurrió repartir folletos entre los
buzones de las casas de la aldea. En ellos podía que no era peligroso y que solo
quería vivir como el resto de las personas. Pero unos niños lo vieron entre los
buzones y corrieron la voz de que estaba en la aldea, así que volvió a cundir el
pánico entre los aldeanos. Desesperado, el ogro volvió a encerrarse en su casa,
esta vez más triste que nunca. Le dolía mucho que le juzgasen por su aspecto sin
querer llegar a conocerle.
Un día vino a visitarle su primo lejano. También era un ogro, pero este de color
azul. Escuchó sus llantos y le preguntó qué le pasaba. El ogro rojo le explicó a su
primo que era incapaz de que la gente dejase de tenerle miedo. El ogro azul
decidió ayudarle. Le dijo que iría hasta la plaza del pueblo y allí se pondría a
asustar a la gente para que después el ogro rojo apareciese para calmarlos y
quedar así como el salvador. La verdad es que el ogro rojo no estaba muy
convencido del plan, pero al final aceptó.

Todo salió como estaba previsto. En cuanto el ogro azul apareció en la plaza, la
gente echó a correr despavorida por las calles buscando un escondite. El ogro
rojo, siguiendo el plan, llegó a toda velocidad y se enfrentó al azul. Lo hizo tan
creíble que nadie en el pueblo sospechó que se trataba de una farsa. Al final el
ogro azul escapó y todo el pueblo empezó a aplaudir. El ogro rojo empezó a vivir
como un ciudadano más del pueblo y estuvo eternamente agradecido a su primo y
a su generosidad.
OCTUBRE

FORTALEZA

Un papá muy duro


Ramón era el tipo duro del colegio porque su papá era un tipo duro. Si alguien se
atrevía a desobedecerle, se llevaba una buena.
Hasta que llegó Víctor. Nadie diría que Víctor o su padre tuvieran pinta de duros:
eran delgaduchos y sin músculo. Pero eso dijo Víctor cuando Ramón fue a
asustarle.
- Hola niño nuevo. Que sepas que aquí quien manda soy yo, que soy el tipo
más duro.
- Puede que seas tú quien manda, pero aquí el tipo más duro soy yo.
Así fue como Víctor se ganó su primera paliza. La segunda llegó el día que
Ramón quería robarle el bocadillo a una niña.
- Esta niña es amiga del tipo más duro del colegio, que soy yo, y no te dará su
bocadillo - fue lo último que dijo Víctor antes de empezar a recibir golpes.
Y la tercera paliza llegó cuando fue él mismo quien no quiso darle el bocadillo.
- Los tipos duros como mi padre y yo no robamos ¿y tú quieres ser un tipo duro? -
había sido su respuesta.
Víctor seguía llevándose golpes con frecuencia, pero nunca volvía la cara. Su
valentía para defender a aquellos más débiles comenzó a impresionar al resto de
compañeros, y pronto se convirtió en un niño admirado. Comenzó a ir siempre
acompañado por muchos amigos, de forma que Ramón cada vez tenía menos
oportunidades de pegar a Víctor o a otros niños, y cada vez menos niños
tenían miedo de Ramón. Aparecieron nuevos niños y niñas valientes que copiaban
la actitud de Víctor, y el patio del recreo se convirtió en un lugar mejor.
Un día, a la salida, el gigantesco papá de Ramón le preguntó quién era Víctor.
- ¿Y este delgaducho es el tipo duro que hace que ya no seas quien manda en el
patio? ¡Eres un inútil! ¡Te voy a dar yo para que te enteres de lo que es un tipo
duro!
No era la primera vez que Ramón iba a recibir una paliza, pero sí la primera que
estaba por allí el papá de Víctor para impedirla.
- Los tipos duros como nosotros no pegamos a los niños, ¿verdad? - dijo el papá
de Víctor, poniéndose en medio. El papá de Ramón pensó en atizarle, pero
observó que aquel hombrecillo delgado estaba muy seguro de lo que decía, y que
varias familias estaban allí para ponerse de su lado. Además, después de todo,
tenía razón, no parecía que pegar a los niños fuera propio de tipos duros.
Fue entonces cuando el papá de Ramón comprendió por qué Víctor decía que su
padre era un tipo duro: estaba dispuesto a aguantar con valentía todo lo malo que
le pudiera ocurrir por defender lo que era correcto. Él también quería ser así de
duro, de modo que aquel día estuvieron charlando toda la tarde y se despidieron
como amigos,habiendo aprendido que los tipos duros lo son sobre todo por
dentro, porque de ahí surge su fuerza para aguantar y luchar contra las injusticias.
Y así, gracias a un chico que no parecía muy duro, Ramón y su papá, y
muchos otros, terminaron por llenar el colegio de tipos duros, pero de los de
verdad: esos capaces de aguantar lo que sea para defender lo que está bien.

NOVIEMBRE

PERDON

El dibujo de la sinceridad

Autor:
Silvia García
Edades:

Clara tenía 10 años y ahora que se acababa el cole estaba muy contenta porque
el colegio se volvía un sitio más divertido. Hacían más juegos, más deporte y los
profes no les mandaban tantas fichas para hacer en casa. Un día la profesora de
lengua les mandó que hicieran una redacción sobre lo que iban a hacer en verano
y que después hicieran un dibujo como portada de esa pequeña historia.

Clara hizo un dibujo de un sol y una playa, pues siempre se iba de vacaciones a
Alicante con mamá y los abuelos. Era un sitio súper chulo, porque siempre hacía
sol y en la playa conocía a un montón de niños. Ya solo quedaba un mes para
poder ir. Pintó su fantástico sol, pero sin querer se salió con el amarillo. Luego
quiso pintar la arena y no encontró un color que no fuera el marrón oscuro así que
fue el lápiz que utilizó. Cuando acabó estaba contenta porque se había esforzado
mucho en dejarlo bonito. Era su pequeña ventana al verano.

Cuando el resto de niños acabaron la profesora les mandó ponerse de dos en dos
y les dijo que tenían que explicarse entre ellos su redacción y enseñar el dibujo. A
Clara le tocó con Jennifer, una niña muy simpática que no jugaba mucho con ellos
en el patio porque solía estar cuidando de sus hermanos.

-¡Hola Jennifer! Mira te enseño mi dibu. Es una playa de Alicante. Me gusta


mucho. Voy con mi madre y mis abuelos. El sol es amarillo muy fuerte y me
encanta. ¿A ti?

-Uhmmm. Hola Clara. Pues espero que no te enfades, pero me parece que el
dibujo está mal hecho, te has salido un montón y has pintado el cielo de amarillo.
La playa parece montaña porque el marrón es muy oscuro. Me gusta lo que
cuentas. Lo tenéis que pasar muy bien todos juntos allí.

Clara se sintió paralizada y no supo que decir. Le entraron unas ganas enormes
de llorar que no pudo controlar y de repente por sus mejillas rodaron pequeñas
gotas que fueron asomando unas detrás de otras. A Jennifer no le dio tiempo a
decir nada. La profesora vino enseguida y ella asustada porque no sabía lo que
había hecho tan malo se echó a llorar también.

Las dos niñas contaron lo sucedido y se calmaron, pero cuando Clara llegó a casa
le contó a su madre lo sucedido y le enseñó el dibujo. Su mamá le ayudó, le dijo
que no tenía que enfadarse ni sentirse triste con Jennifer. Su compañera le había
dicho lo que pensaba y además era cierto. Cuando el otro se toma un tiempo en
decirnos lo que piensa y en enseñarnos en que podemos mejorar no tenemos que
reaccionar mal hacía él o ella.
Ana se tranquilizó y cuando llegó a clase habló con Jennifer, le pidió disculpas y

las dos a partir de ahora fueron amigas.


DICIEMBRE

JUSTICIA

El rescate del tesoro pirata


Autor:
Eva María Rodríguez
El joven Tim acababa de enrolarse en la tripulación de la Isabela, una nave que se
dedicaba a llevar mercancías de acá para allá. Lo que no sabía Tim es que, en
realidad, estaba embarcando en un auténtico barco pirata. Pero para cuando lo
descubrió ya era demasiado tarde.

Tim no quería ser pirata. Él quería ser comerciante. Y estar a bordo de ese barco
lo complicaba todo. Pensando en esto estaba cuando escuchó al capitán hablar
con otros piratas:

-Tenemos que recuperar el tesoro que escondimos en Isla Madreselva. El que


robamos al barco español -dijo el capitán.

-¿El cofre que iba destinado a construir el orfanato? -preguntó uno de los piratas.

-Ese mismo -respondió el capitán.

Tim sintió que los carrillos se le enrojecían de rabia. Los muy rufianes habían
robado el dinero destinado a construir un orfanato. Eso sí que no lo podía
consentir. Así que decidió seguir escuchando, a ver qué podía hacer.

Los piratas hablaron largo y tendido sobre este tema, lo suficiente como para que
Tim hurdiera un plan.

Dos días después avistaron Isla Madreselva. Tim se ofreció a acercarse en el bote
hasta la isla para comprobar que no había nadie. Como ni el capitán ni los demás
piratas sospechaban que Tim supiera lo del tesoro lo dejaron ir remando en el
bote.

Cuando llegó a la playa, Tim fue directamente a la cueva donde estaba escondido
el tesoro. Tras comprobar el contenido el cofre, Tim salió de la cueva. Con un tinte
rojo que había cogido de la enfermería Tim se pintó la cara y los brazos. Luego se
descolocó la ropa y se despeinó. Después fue corriendo a la playa, gritando:

-¡Huid! ¡Huid! La autoridad está aquí escondida. Os van a apresar. ¡Huid!


El vigía gritó:

-¡Es Tim! Está cubierto de sangre. Parece que lo han apresado y ha logrado
escapar para avisarnos. ¡Huyamos!

-¿Nos delatará? -preguntó uno de los piratas.

-No sabe nada -dijo el capitán-. ¡Vámonos de aquí!

Los piratas, muy asustados, izaron velas y se pusieron en marcha, sin sospechar
nada.

Cuando Tim perdió de vista el barco se lavó y se peinó. Comió lo que pudo
recolectar y cazar, reservando todo lo que pudo para los días siguientes. Por la
noche fue a por el cofre, lo cargó en el bote y empezó a remar. Remó durante
horas hasta que apareció un barco de la Armada Real.

Cuando Tim les contó lo ocurrido el capitán se sintió muy agradecido y le ofreció
un puesto de grumete en su barco. Tin aceptó sin pensarlo dos veces.

-Devolveremos este cofre a sus legítimos dueños para la construcción del


orfanato. Esa será tu primera misión -dijo el capitán.

-Sí, mi capitán -dijo Tim.

-Puede que algún día tú también seas capitán de la Armada Real -dijo el capitán.

-Nada me gustaría más, mi capitán -dijo Tim.


Y así es como empezó la historia del que un día sería el gran Capitán Tim, temido
por todos los piratas y respetado por toda la gente de bien.

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