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Ensayo sobre la Visión de la Geopolítica sobre los Derechos Humanos y los

Derechos Acuáticos
Realizado por: Carmen Campos C.I. Nº 16.174.021 Sección P1 Valle de la Pascua

Venezuela mantiene desde los últimos cuarenta y siete años, un sistema de


gobierno estable, reconocido plenamente por la comunidad internacional,
permitiéndole en el marco Caribeño, ubicar sus objetivos y prioridades de la
política exterior y encuadrar sus relaciones de la manera más conveniente y con
relativa ventaja, en comparación con los países más inestables políticamente.
Esas relaciones son de orden asimétrico, entre miembros de distintas culturas y
lenguas y de potenciales económicos relativos, completamente inclinados hacia
Venezuela, todos sometidos a la influencia de potencias extranjeras y en la
mayoría de los casos signados por una degenerante monoproducción agrícola,
limitada capacidad industrial, alto índice de desempleo e inflación, poca densidad
de población y alta o total dependencia de las importaciones.

Por ende, se debe aceptar que Venezuela es un País, que a pesar de que siempre
se ha hablado de su aparente situación de espaldas al mar, posee una alta
tendencia talasocrática, es decir, está identificada con el mar, por supuesto que ni
en detrimento ni descuido de sus otras fachadas, la Andina, la Amazónica ni la
fluvial, esta última en estrecha relación con la fachada Atlántica, dado el hecho de
que todos nuestros ríos navegables son afluentes del Orinoco y por ende tienen
salida al Océano; el Estado Venezolano ante la presencia inobjetable de estos
aspectos vinculados al mar, lagos y ríos, relativo a su Seguridad, Defensa y
Desarrollo, es decir, Intereses Acuáticos, tiene la perentoria necesidad de ejercer
parte de su poder en el ámbito acuático, conocido mejor como el Poder Acuático.

La inclusión del desarrollo del sector acuático dentro del Plan de la Nación, La
Concepción Estratégica Nacional, y la Concepción Estratégica Naval, una abierta
y clara definición del espacio acuático en las Leyes y Planes de Ordenamiento
Territorial, la posibilidad de creación en la Asamblea Nacional de la República, de
una Comisión de Asuntos acuáticos, y la puesta en vigencia del Consejo Nacional
de los Espacios Acuáticos como ente asesor del Ejecutivo Nacional sobre la
materia, son, entre otras cosas, factores fundamentales para el logro del Poder
acuático que aspiramos todos los venezolanos.

En cuanto a los Derechos Humanos de la Tercera Generación, son los


derechos ecológicos, que se preocupan de los problemas derivados de la relación
de los organismos vivos con el medio ambiente, donde inciden varios fenómenos,
interrelacionados entre sí: sobrepoblación, sobreexplotación de los recursos de la
naturaleza, contaminación del medio ambiente, sobreconsumo, derroche, entre
otros; entre los derechos de la Tercera Generación deben incluirse el derecho a la
paz, el derecho al desarrollo, el derecho a un medio ambiente adecuado, el
derecho a la asistencia humanitaria, el derecho a la conservación del patrimonio
común de la humanidad, el derecho de toda persona a comunicarse, el derecho a
la preservación del propio patrimonio genético, el derecho a la intimidad genética,
etc.; en suma una lista abierta a la inclusión de nuevos derechos. Debemos
resaltar, en primer lugar, que no todos los derechos humanos anteriores a los de
Tercera Generación tenían como sujeto al individuo humano; en segundo lugar, la
idea de que todo derecho humano debe poder adscribirse al sujeto individual ha
de ser considerada más como un residuo inevitable de la forma de pensamiento
occidental que como un aserto de validez universal.

La aparición de esta nueva generación de derechos no ha sido, ni mucho menos,


pacífica, su nacimiento ha provocado sentimientos encontrados dentro de la
doctrina jurídica; los derechos de solidaridad, poseen la entidad suficiente para
entrar a formar parte del elenco de los derechos humanos, cualquier obstáculo a
su reconocimiento como tales deben ser visto como una fuente enriquecedora de
cara a su progresiva puesta en práctica; la defensa del derecho al desarrollo
puede amparar la instauración de férreas dictaduras, o la apelación a la asistencia
humanitaria puede ser el marco de un intervencionismo de las potencias
occidentales; conceptos como paz, medio ambiente etc., han de ser vistos como
los puntos de partida imprescindibles desde los que construir un marco adecuado
para el desarrollo de los derechos humanos.
Al contrario, la relación entre los nuevos y los viejos derechos es claramente
enriquecedora, los tres derechos se hallan directamente entrelazados, ya que, sin
paz, el desarrollo es imposible; sin desarrollo, los derechos humanos son ilusorios;
sin derechos humanos, la paz no es más que violencia; el Derecho a la Paz ha de
hallarse presente en todas las declaraciones de derechos que esperan
verdaderamente ser humanas y universales; debe ir más allá de la ausencia de
guerra y cumplir unos requisitos mínimos de respeto a la libertad y a la justicia, se
puede afirmar que el derecho a la paz es un derecho síntesis, es decir, implica
necesariamente la previa implantación de los derechos fundamentales, la justicia y
la libertad. La Declaración sobre la Cultura de la Paz adopta por la Asamblea
General de la ONU el 15 de enero de 1998 y se desarrolla por la Declaración y el
Programa de Acción sobre una Cultura de la Paz en 1999; los principios
esenciales de un verdadero derecho a la paz son los siguientes: el fomento de la
educación, la promoción de un desarrollo sostenible en el ámbito económico y
social, la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, el respeto a los
derechos humanos, el incremento de la participación democrática en la vida social,
la promoción de la solidaridad y la tolerancia, el incremento del flujo de
información gratuita y el desarrollo de un sistema internacional de paz.

Por otra parte, el Derecho Ambiental es un sistema de normas jurídicas que


regulan las relaciones de las personas con la naturaleza, con el propósito de
preservar y proteger el medio ambiente en su afán de dejarlo libre de
contaminación, o mejorarlo en caso de estar afectado, sus objetivos son la lucha
contra la contaminación, la preservación de la biodiversidad, y la protección de los
recursos naturales, para que exista un entorno humano saludable; se desarrolló
como respuesta a la necesidad de explotar los recursos naturales en un marco de
racionalidad, aprovechamiento sostenible y protección del ambiente, su evolución
ha sido rápida y progresiva, incorporándose paulatinamente en todas las ramas
jurídicas y adquiriendo, a su vez, autonomía propia como disciplina vinculada con
casi todas las ciencias como respuesta a la necesidad de explotar los recursos
naturales en un marco de racionalidad, aprovechamiento sostenible y protección
del ambiente; su evolución ha sido rápida y progresiva, incorporándose
paulatinamente en todas las ramas jurídicas y adquiriendo, a su vez, autonomía
propia como disciplina vinculada con casi todas las ciencias.

El proceso de industrialización que el hombre ha concebido para la realización de


las actividades económicas desarrolladas, necesarias para la generación de
bienes y servicios que le garanticen su bienestar social, son una fuente de
contaminación, que constituye un problema que compromete la vida sobre el
planeta; en este sentido, es de gran importancia la toma de conciencia de la
sociedad en general, sobre este grave problema, con el fin de contribuir al control
de la contaminación de su medio ambiente, tomando las medidas necesarias para
su protección; el Estado es precisamente el responsable de esta protección
ambiental, ya que, es una garantía constitucional, estableciendo un conjunto de
leyes con la finalidad de detener un poco el daño ambiental que se ha ocasionado
al planeta.

Por consiguiente, la protección al medio ambiente, se ha convertido en una


preocupación que primero se presentó a nivel de los Organismos Internacionales,
y poco a poco se ha ido incorporando en tratados y convenciones internacionales,
donde tenemos el Principio de Soberanía y Responsabilidad, el cual se desarrolló
acentuadamente en 1961 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas
declaró que “los principios fundamentales del derecho internacional imponen a
todos los Estados una responsabilidad respecto de las medidas que, al aumentar
los niveles de precipitación radioactiva, puedan tener consecuencias biológicas
nocivas para la generación actual y las generaciones futuras de la población de los
otros Estados”; la obligación de evitar daños ambientales también ha sido
aceptada en los tratados internacionales, así como en otras prácticas
internacionales, reflejando el derecho a la soberanía permanente sobre los
recursos naturales como un derecho internacional, aceptado por los tribunales,
como un reflejo de las costumbres internacionales; el concepto de soberanía no
es absoluto y está sujeto a una obligación general de no causar daño al medio
ambiente de otros países o a zonas más allá de la jurisdicción nacional; tal como
se señaló en la Declaración de Río de 1992.

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