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JAPON Y LOS NICS

Modelos de Desarrollo y una Oportunidad Comercial para Chile

SERGIO ARELLANO ITURRIAGA


Magíster CC.PP. en Relaciones Internacionales (U.C.)
Diplomado en Relaciones Económicas Internacionales (Univ. Mayor)

Diciembre, 1995.
En 1994 Chile se incorporó como miembro activo del Asia-Pacific
Economic Cooperation, APEC, una instancia creada en 1989 a proposición de
Australia, concebida originalmente para liberalizar el comercio entre las naciones de
Asia Oriental y Oceanía, pero que, en definitiva, incluyó desde su constitución a
Canadá, Estados Unidos y México. Se trata de un foro gubernamental que, no
obstante, se autodefine como un concierto de economías, en el que, a través de
organismos propios -como el Eminent Persons Group y Asia Pacific Business
Network- y de apoyo -como el Pacific Business Forum-, se da cabida a académicos y
empresarios, cuyas opiniones han resultado determinantes en los acuerdos adoptados
hasta ahora, particularmente en la elaboración de la Declaración de Bogor, suscrita a
fines de 1994 en Indonesia por los jefes de estado (denominados “líderes
económicos”) de los dieciocho países miembros, y que contiene los objetivos
generales del Foro tricontinental.
La enorme importancia que reviste un mercado que comprende a la
quinta parte de la población mundial, con un 45% del Producto Interno Bruto
mundial, se ve realzada por involucrar a las naciones con mayores tasas de
crecimiento en las ultimas décadas, como son Japón y los llamados NICs (New
Industrialized Countries): Corea, Singapur, Hong Kong y Taiwán, países que en
menos de treinta años han experimentado un desarrollo superior a cualquier
precedente que registre la historia, éxito que se ha extendido a casi todo el este
asiático.
La apertura de su economía y el buen manejo de los parámetros
macroeconómicos, unidos a la solidez de sus restauradas instituciones democráticas,
han brindado a nuestro país la oportunidad de acceder a diversos órganos
multinacionales orientados a liberalizar sus respectivos comercios, siendo sin duda
conveniente -y compatible- participar en todos ellos. Precisamente por ello una
nación en desarrollo, ubicada en un rincón del mundo, con un mercado consumidor
que no alcanza a 14 millones de personas, resulta atractiva para naciones que hasta
hace unos años considerábamos exóticas y con las cuales parecía no haber otro
elemento en común que el acceso al Océano Pacifico. Hoy ellas perciben a Chile
como una puerta de ingreso de sus productos al mercado sudamericano y como un
posible receptor de sus inversiones, las que, cada vez en mayor medida, deberán
buscar un destino fuera de sus propias fronteras ante el incremento de la mano de
obra originado por los impresionantes crecimientos de los ingresos individuales. Por
otra parte, los proyectados corredores bioceánicos permitirán a nuestros vecinos del
Atlántico exportar sus productos hacia el Oriente desde puertos nacionales. Lo
anterior queda fielmente reflejado en las palabras del Primer Ministro japonés,
Tomiichi Murayama: “En cualquiera de estas corrientes (mantenimiento y
consolidación de la democracia, recuperación económica e integración económica
regional) Chile ha conseguido el resultado más notable y, en consecuencia, se ha
convertido en un país que puede desempeñar el rol de puente que una a América
Latina con Asia Pacifico”.(1)
El desafío de APEC es consolidar una región de plena libertad para el
comercio y las inversiones dentro de los próximos quince años, provocando un
aumento del ingreso agregado tres veces superior al previsto como resultado de la
implementación de los acuerdos de la Ronda Uruguay del GATT. Esta meta implica
para Chile un esfuerzo colectivo sostenido que, en líneas generales, debe ser
conducido por el gobierno, pero que, en lo sustancial, tendrá que ser asumido por el
sector privado, para el que resultará indispensable impregnarse del espíritu y de los
objetivos de este importante Foro, lo cual forzosamente involucra un conocimiento
adecuado de las economías asociadas a él y de los factores que han permitido su
crecimiento, así como una honesta evaluación critica de nuestras propias debilidades,
cuya superación deberá constituirse en condición necesaria para viabilizar las metas
pactadas en Bogor.
DE LA POBREZA A UN LABORIOSO DESARROLLO

Hace solo veinte años los llamados NICs no ofrecían mayor interés
para las pocas naciones que entonces mantenían una economía abierta al mundo.
Japón, en cambio, ya tenía algunos logros que exhibir, aún cuando no se vislumbraba
como la gran potencia industrial que hoy conocemos.
¿Cómo se explica el excepcional crecimiento de los países del este
asiático en tan breve periodo de tiempo? El informe del Banco Mundial sobre
investigaciones relativas a políticas de desarrollo, publicado bajo el nombre “El
Milagro de Asia Oriental”, afirma que, en lo sustancial, las razones se encuentran en
la excepcional acumulación de recursos humanos y materiales. Lewis T. Preston,
presidente de esa entidad a la fecha del Informe (agosto 1993), acota que “no hay
nada de milagroso acerca del éxito de los países de Asia Oriental: cada uno ha
cumplido las tareas fundamentales del crecimiento mejor que muchos otros países”,
lo cual explica que ellos estuvieran “en mejores condiciones que la mayoría para
asignar recursos materiales y humanos a inversiones sumamente productivas y para
adquirir y dominar tecnologías”(2). Por cierto no hubo un modelo único de
desarrollo, ya que las respectivas políticas económicas oscilaron desde la
prescindencia hasta distintos grados de intervencionismo, lo que para Preston
confirma que las políticas deben ser especificas para cada país a fin de que sean
eficaces.
Sin embargo, el mismo Preston agrega que hay también algunas
características comunes al conjunto de países asiáticos de gran crecimiento
económico, entre las cuales se distingue “la aplicación de un conjunto de políticas
económicas comunes, favorables al mercado, que llevaron a la mayor acumulación y
a la mejor asignación de recursos”. La investigación del Banco Mundial concluye en
la conveniencia de un doble enfoque para una política de desarrollo, haciendo
hincapié en la estabilidad macroeconómica por una parte y las inversiones en recursos
humanos por otra. En todo caso, se destaca que las intervenciones, cuando se
produjeron, fueron siempre selectivas y abordaron problemas de funcionamiento de
los mercados y se adoptaron en un contexto de políticas fundamentales apropiadas,
siempre con el objetivo de crear “concursos económicos”.
Japón fue el pionero y, en cierto modo, el líder que marcó la pauta para
el desarrollo regional. Luego siguieron Corea (del Sur), Hong Kong, Singapur y
Taiwán. Lo más sorprendente es que estas naciones, así como algunas vecinas
(Indonesia y Tailandia y, en menor medida, Malasia) no solo exhiben n crecimiento
acelerado sino que han disminuido significativamente los niveles de desigualdad. Los
indicadores de su éxito son impresionantes: la región del Asia Pacifico detenta el
41% del total de las reservas bancarias del mundo, con un promedio de ahorro de
30%; en tanto que su intercambio comercial crece a tal ritmo que para el año 2000
podría corresponder a la mitad del comercio mundial.

Hacia 1960 Corea era una paupérrima sociedad agraria, con una
economía pequeña y estancada. En 1961 lanzó su primera fase de desarrollo,
priorizando la producción de bienes exportables con uso intensivo en mano de obra,
considerando que ésta era la única ventaja comparativa de un país que carecía de
recursos naturales. En la década de los 70 se centró en el desarrollo de la industria
pesada y la industria química, así como en la modernización de las áreas rurales,
contribuyendo a consolidar monopolios para conseguir economías a escala. A partir
de 1979 puso énfasis en la estabilidad de los precios, la liberalización del mercado y
el crecimiento económico equilibrado. Circunstancias externas favorables – como el
bajo precio del petróleo, las bajas tasas de interés y la sobrevaloración del yen –
permitieron que a partir de 1986 se produjera un boom, con tasas de crecimiento que
alcanzaron el 12,8% provocando un aumento del producto superior en 35 veces al de
hace veinticinco años.(3)
Singapur se convirtió, de una sociedad postrada y sometida al poder
colonial, en una de las naciones más pujantes de nuestros tiempos, que lidera siete de
los ocho parámetros básicos utilizados para determinar la competitividad de las
economías. Mas de 3,000 empresas extranjeras operan en ese país – entre las cuales
están Codelco, Soquimich y Compañía Chilena de Navegación Interoceánica -,
motivadas por su estratégica calidad de centro de distribución de servicios y
productos en el Este Asiático. Se trata de una economía de mercado altamente
desarrollada, con fuertes controles estatales e importantes incentivos al ahorro social,
orientada de lleno al comercio exterior, que opera como zona franca, y mantiene
aranceles solo para siete líneas de productos, tales como vehículos, licores, tabacos y
combustibles.(4)
En Taiwán se puso fin a la modalidad de sustitución de importaciones
en la década de los 60, tras lo cual se impulsaron las exportaciones, junto al desarrollo
de la industria ligera y bienes de consumo. Entre 1953 y 1985 registró una tasa
promedio record de crecimiento, de 8,7%, lo que convirtió su rudimentaria economía
agrícola en una basada en manufacturas y servicios. El significativo aumento en los
ingresos individuales ha impulsado una creciente conversión de la industria hacia la
producción de bienes intensivos en capital.(5)
El territorio de Hong Kong no supera los 1.057 kilómetros cuadrados, en los que
viven 5 millones y medio de habitantes, mas una impresionante población flotante.
En pleno proceso de regreso a la soberanía China (1 de julio de 1997),
el característico dinamismo de esta colonia británica no muestra señales de detenerse.
Aunque cuenta con escasos recursos naturales y debe importar prácticamente toda el
agua que consume, su estratégica posición, sus excelentes instalaciones portuarias y
la calidad de sus recursos humanos han consolidado a Hong Kong como un
importante centro manufacturero, comercial y financiero. En lo sustancial, su
estrategia productiva consiste en dirigir la producción domestica hacia bienes de alto
valor agregado, transfiriendo a China la elaboración de bienes que involucran un alto
contenido de mano de obra, materia prima y consumo de energía, los que son
exportados a Hong Kong a precio de transferencia y luego reexportados al resto del
mundo a precios de mercado. (6)

Pero ciertamente hay factores ajenos al manejo macroeconómico que


han incidido en este explosivo desarrollo. Por una parte, para los NICs ha sido
determinante su vecindad con Japón, según veremos más adelante. Y lo que
probablemente tenga una mayor importancia relativa a la hora de comparar los
comportamientos sociales, la población de estas naciones mantiene valores atávicos
fuertemente arraigados que han facilitado su adaptación a las nuevas políticas, y que
en buena medida derivan de las enseñanzas de Confucio: fuerte compromiso con la
educación; férrea lealtad a la familia y a la comunidad, la que se ha extendido a la
empresa; profundo respeto por sus gobiernos, unido al acatamiento pocas veces
cuestionado de sus decisiones; se privilegia el interés social por sobre los derechos
individuales. Obviamente estas conductas admiten excepciones (como lo demuestra
un sector de la juventud coreana), pero conservan tal arraigo en la inmensa mayoría
de los pueblos de Oriente, que han sido generalmente aceptadas como “la base ética
social”, que el gran líder de Singapur, Lee Kuan Yew, proclama como el elemento
clave de la mantención de un orden al que Occidente no podría aspirar en razón de “la
excesiva expansión de los derechos individuales”.
Por ello es que la especialista norteamericana Sharon Siddique, en una
reciente visita a la Fundación Chilena del Pacifico, sostenía que el factor cultural ha
generado “una tendencia a orientarse hacia el éxito, la que ha jugado un rol muy
importante en el desarrollo de la fuerza de trabajo y de la comunidad”. En el caso de
Singapur, Siddique destacaba que “utilizó su único recurso, que es el capital humano,
invirtiendo mucho en capacitación”, y que “en la región se considera que Occidente
ha ido demasiado lejos al darle muchos derechos a los individuos sin otorgarles
suficientes responsabilidades, mientras que en Asia se está haciendo el intento de
balancear ambos aspectos”.(7)
Indiscutiblemente aquí estamos ante un abismo cultural que no parece
posible – y acaso ni siquiera deseable – superar. Pero muchas naciones de Occidente
han podido demostrar que el respeto de los derechos individuales no constituye un
obstáculo para obtener un adecuado equilibrio entre éstos y el interés común, a la vez
que aquellos van aparejados a expectativas de superación y bienestar que han sido
reconocidas como un componente motor del progreso de los pueblos libres.
LA RENOVACION DE JAPÓN

A Comienzos del siglo XX el antes hermético Japón, se consolidó


como la potencia dominante del continente asiático, luego de haber derrotado a China
en 1895 – lo que le permitió mantener el control de la isla Formosa – y de humillar a
Rusia en 1905, expulsándola de Manchuria, después de lo cual estableció un
protectorado sobre Corea. En ese mismo período se organizó el sistema bancario
japonés, cuya primera manifestación había sido la creación, en 1880, del Banco de las
Especias de Yokohama. En 1896 surge el Banco Hipotecario y en 1900 el Banco
Industrial de Japón, a los que se unieron los bancos japoneses de ultramar, como el
Banco de Formosa, la Compañía de Fomento Oriental y el Banco de Corea, a través
de los cuales el gobierno nipón canalizó el crédito a aquellas áreas de la economía
que deseaba desarrollar.
En 1941 la presión occidental para que Japón retirara sus tropas de
China produjo el rompimiento entre en politizado Ejército – encabezado por el
Ministro de Guerra general Tojo Hideki – y los sectores pacifistas, que se reconocían
en el Primer Ministro, príncipe Fuminaro Konoe, quien debió finalmente abandonar
su cargo, no sin antes prever la derrota de su país, clamando por “finalizar la guerra lo
antes posible, eliminando previamente a los elementos extremistas de la milicia”.(8)
El 1 de enero de 1946, con el Japón férreamente dominado por la
ocupación norteamericana, el Emperador Hirohito publicó un edicto renunciando a su
condición divina y al destino hegemónico de su nación, dando con ello la pauta de lo
que sería la primera Constitución democrática japonesa en 1947. No obstante, sólo
recupero su plena soberanía en abril de 1952, después de haber suscrito (y ratificado
por la Dieta) un tratado de paz y seguridad con cuarenta y ocho naciones del mundo.
En el periodo post-guerra, el problema económico mas urgente del
Japón era proporcionar al pueblo los alimentos, la ropa y la vivienda indispensables.
A causa de su pobreza natural, ello solo podía lograrlo mediante la importación de
alimentos y materias primas, sin que las escasas exportaciones alcanzaran a cubrir la
mitad de las necesidades de importación. Esta situación se vio agravada por el
aumento de la población (la que se incrementó de los 75 millones de 1945 a 95
millones en 1962). El déficit debió ser cubierto con ayuda norteamericana, la que
alcanzó entre septiembre de 1945 y abril de 1952 un total de US$ 2.000 millones.(9)
Los altos costos de producción parecían ser un problema insoluble para modificar
este estado de cosas.
Paradojalmente fue la guerra de Corea la que permitió modificar este
aflictivo cuadro, al obligar a Estados Unidos a provisionar sus fuerzas en el frente de
batalla con suministros adquiridos en Japón, lo que le representó un ingreso adicional
superior a US$ 4.000 millones. Terminado dicho conflicto, los ingresos por
exportaciones disminuyeron nuevamente, pero el consumo interno había aumentado.
Ante ello, el gobierno inicio un programa de austeridad orientado a mantener bajos
los precios, intentando equilibrarlos con los internacionales. Los resultados fueron tan
admirables que en 1955 Japón pudo, por primera vez durante la post-guerra, obtener
una balanza comercial favorable, dando por terminada la época de la dependencia. En
los años siguientes, el Estado pudo conceder créditos subsidiados destinados a
modernizar y ampliar la capacidad de producción de la industria, sentando así las
bases del espectacular crecimiento económico.
El componente cultural fue sin duda un factor determinante en el éxito
del plan de austeridad, considerando que en los años anteriores la población había
experimentado un mejoramiento de su nivel de vida; como también lo fue la
recomposición de los monopolios empresariales conocidos como zaibatsu, ahora con
el nombre de keiretsu para sortear la normativa antimonopólica establecida por la
administración norteamericana. Sus gigantescas redes pronto involucraron a los
principales grupos económicos, a los clanes del Partido Liberal Democrático, de
gobierno, y a la elite burocrática, con lo que se consolidó el llamado Triángulo de
Hierro. El pilar central de este triunvirato institucional es la burocracia, basada en el
Ministerio de Industria y Comercio Internacional, cuyo poder radica en su capacidad
de construir una inmensa variedad de normas regulatorias, con el objetivo manifiesto
de servir a los intereses de los negocios y los grandes consorcios, de manera abierta o
encubierta(10). Los principales sectores de la economía incorporaron a políticos
como miembros de sus zokus (tribus), cuya existencia dificulta enormemente la
desregulación. Así, la corrupción ha ayudado a mantener el mercado japonés cerrado
para los competidores extranjeros, aun cuando los consumidores nipones deban pagar
elevados precios por los bienes y servicios que requieren, Por otra parte, la
sobrecapacidad productiva impulsó una agresiva competencia para ganarse los
mercados externos.(11)
El empleo de por vida se constituyó inicialmente en otra fortaleza de
las grandes empresas, las que estimularon a sus empleados a volcar su experiencia en
ellas, en una suerte de estructura sustitutiva del antiguo orden feudal. El sentido de
lealtad y obediencia del pueblo japonés contribuyó a una rápida adaptación a esta
“innovadora continuidad”.
Pero en los últimos años se han registrado perceptibles cambios en las
actitudes de las generaciones más jóvenes, las que hoy muestran un creciente
individualismo, que está conduciendo a un emergente consenso nacional respecto de
la necesidad de orientar la sociedad y la economía hacia el consumidor interno (12).
Por otra parte, la clase política, minada por los escándalos de corrupción, parece
haber entendido que su supervivencia pasa por el cambio. La prosperidad y el
internacionalismo han ampliado la experiencia y las ideas; la velocidad del avance
tecnológico ha debilitado el sistema de empleo de por vida; el sentido de aislamiento
está casi superado y hoy son numerosos los japoneses que conocen la realidad externa
a través de sus viajes de turismo y trabajo o de la televisión por cable. Ya no existe
justificación para la austeridad ni para la férrea mística productiva. La era del
crecimiento sostenido y el éxito infinito ha quedado atrás. Actualmente el consumidor
japonés quiere ser el centro de la economía nacional, como sucede en las restantes
naciones capitalistas (13). Y no se trata de conjeturas: una encuesta efectuada por el
propio gobierno en 1993 demostró que el 44,3% de los japoneses considera que el
país marcha en la dirección equivocada y solo el 31,4% estimo que seguía el curso
correcto.(14)
Las estadísticas de rentabilidad también juegan en contra de las
rigideces del modelo: en el período marzo 1993 a marzo 1994 el retorno de las
inversiones para las empresas consideradas en el Tokio Stock Exchange había caído
bajo el 2,5%. En estas circunstancias difícilmente habrá inversionistas que provean
capital fresco a las compañías japonesas. Por ultimo, ya no es posible para el
gobierno proporcionar capital barato a los consorcios a costa de los ahorrantes. Hoy
éstos cuentan con suficiente información y posibilidades para invertir su dinero fuera
del país, y la internacionalización de la economía, así como la fuerte presión externa
(incorporada al léxico como gaiatsu) hacen imposible la rigidización de las normas
cambiarias (15). La propia solidez de la moneda nacional conspira ahora en contra de
la bonanza exportadora: los 360 dólares por yen de 1970 se transformaron en algo
mas de 100 en 1994. Por todo lo anterior, Japón no parece tener otro camino que la
desregulación, seguida de una franca apertura a los productos externos, a pesar de las
difíciles barreras internas que tendrá que superar.(16)
LA INFLUENCIA DE UN MODELO EXITOSO

Pudiera pensarse que los rencores acumulados en la región durante los


años de ocupación japonesa dificultarían no sólo la existencia de relaciones fluidas
con los antiguos opresores, sino incluso la percepción de su economía como un
modelo de desarrollo. Ello pudo ser válido para Singapur y Corea, pero en definitiva
prevalecieron factores de orden práctico que terminaron por dar legitimidad al
modelo nipón.
Al disolverse la Federación Malaya, en 1955, Singapur nació a la vida
independiente bajo la conducción del Partido de Acción Popular, dominado por la
mayoría étnica china. En 1961 asumió el poder Lee Kuan Yew (quien detentó el
cargo de Primer Ministro por 29 años), un gobernante pragmático, autoritario y con
un fuerte sentido regionalista, que prescindió de toda consideración política, y aún
histórica, en la definición de sus lineamientos económicos, lo que le permitió sacar
provecho de la privilegiada ubicación de su pequeña nación (600 Kms. cuadrados),
carente de recursos naturales.
Los coreanos, cruelmente subyugados durante la guerra y prontamente
azotados por otra conflagración entre el norte y el sur, han optado por mantener una
relativa distancia, pero sin abandonar por completo la relación amor-odio que se
forjara desde los albores del siglo. La dictadura de Park Cheng Hee zanjó la
disyuntiva al reestructurar la economía de Corea del Sur basándose sustancialmente
en la experiencia japonesa. Por cierto la colonia británica de Hong Kong no tuvo
dificultades en normalizar sus relaciones comerciales con un renovado Japón. En
Formosa, ahora llamada Taiwán, el exiliado Chang Kai Chek optaría por revitalizar
gradualmente los vínculos que esa isla había mantenido durante un siglo con la
antigua potencia imperial.
En definitiva, el modelo nipón se impuso incuestionablemente en la
región. De otra manera no se explica que ocho de los once países con mayor
crecimiento en el período 1970-1985 pertenezcan al Asia Oriental (Japón, Corea,
Hong Kong, Singapur, Taiwán, Indonesia, Malasia y Tailandia), lo que en un calculo
de probabilidades, en una estimación del Banco Mundial, daría una posibilidad en
10.000 si ello estuviese entregado al azar. Algunas tasas de crecimiento registradas en
las ultimas dos décadas ilustran mejor este contraste: mientras Corea aumentó su
ingreso per cápita en veinte veces, Singapur y Hong Kong lo hacían en doce veces, en
tanto que el promedio de aumento en América Latina para el mismo período fue sólo
de un 20%. Y lo que es más significativo: todos los países de alto crecimiento (en el
mismo período) y baja desigualdad están en esa región del mundo.
Entre las principales causas del éxito de los países del este asiático se
encuentra la extraordinaria acumulación de recursos humanos y materiales, gracias a
los elevados niveles de ahorro financiero interno y a la mantención de adecuados
niveles de empleo y rentas en la agricultura, lo que evitó la sobreoferta de mano de
obra industrial y la consiguiente marginalidad urbana. Japón marcó la pauta para este
desarrollo equilibrado desde fines de la década de 1950, siendo imitado por los países
vecinos desde mediados de los 60. Pero no fue sólo imitación. La mayoría de estos
países contaban con una base educacional más o menos generalizada y sólida en los
niveles básicos (la que después fue prolijamente desarrollada) y poseían burocracias
de un nivel aceptable, a lo que unieron gestiones macroeconómicas coherentes e
incluso autoritarias. Y, en general, al igual que en Japón, los gobiernos asiáticos
intervinieron activamente para fomentar el ahorro, canalizar la inversión y priorizar
áreas de desarrollo.
La geografía influyó decisivamente en la psicología del pueblo japonés
y de los pueblos vecinos. Ella ha marcado su cultura y, casi naturalmente, les ha
indicado el camino del comercio a través de las vías marítimas comunes,
convirtiéndolos en mercados (y parámetros) recíprocos por su cercanía y
vinculaciones históricas. Así, Corea desarrolló las mismas técnicas japonesas para
establecer grandes empresas comerciales y controlar su expansión industrial, lo que
no debe llamar la atención si se tiene en cuenta que la apertura de este país al mundo
comenzó precisamente con la incorporación que Japón hizo de él hacia su “esfera de
influencia”. Malasia (aunque no se trata propiamente de un NIC) también siguió esa
pauta para desarrollar su industria pesada y luego para formalizar las relaciones entre
el gobierno y las empresas, hasta el punto en que se habla de “Malasia Inc.”,
parafraseando el modelo japonés. Singapur imitó a Japón en sus técnicas de
penetración en los mercados extranjeros, así como para orientar la industria hacia los
sectores con mayores requerimientos tecnológicos. Taiwán, como se ha dicho, había
sido colonizada por Japón, del cual recibió una fuerte influencia a partir de los Meiji,
por lo que éste era un obligado punto de referencia, lo que queda en evidencia al
observar la abierta participación del partido gobernante (Kuomitang) en la actividad
empresarial, hasta el punto de dificultar la recepción de inversión extranjera. En
mayor o menor medida, resulta indudable que el espectacular crecimiento del Japón
ha sido una fuente de inspiración para los gobiernos de toda Asia Oriental, lo que se
refleja incluso en sus distorsiones con respecto a los conceptos clásicos de la
economía liberal, en especial en una suerte de “direccionismo” de la economía por
parte de las respectivas burocracias. En fin, todos ellos han luchado activamente
contra la inflación, manteniendo tasas de un digito por largo tiempo y un gasto fiscal
fuertemente controlado.
Si bien todas estas naciones practicaron en algún período una política
económica de sustitución de importaciones, en los años cincuenta Japón la desterró
para alentar las exportaciones de manufacturas. A comienzos de los sesenta fue
seguido por los “cuatro tigres”, y una década después por Indonesia, Malasia y
Tailandia. También en el proceso de tecnificación de la burocracia Japón fue pionero
y modelo. El procedimiento de utilizar a la banca como evaluadora de la rentabilidad
de proyectos de inversión fue seguida solo por Corea (que se orientó a grandes
consorcios o chaebols) y Taiwán, pero todos han seguido el ejemplo japonés de
procurar la más avanzada tecnología occidental para su propio desarrollo. En este
ultimo aspecto, quien parece llevar la delantera es Corea, el que para algunos “podría
ser el primer país en establecerse como un poder industrial avanzado desde la
emergencia de Japón”. (17)

Pero la influencia japonesa no ha quedado sólo en el ejemplo que


inspiran sus políticas públicas. Una economía cuyo comercio saltó de 4.000 a
130,000 millones de dólares en algo más de tres décadas necesariamente extiende su
bonanza a sus vecinos, en cuanto constituyen en gran medida su mercado natural. El
efecto demostración que impuso la sociedad japonesa a las restantes del éste asiático
es también un aspecto de la mayor importancia, tratándose de países con libre acceso
a la información. Y por cierto, la cercanía geográfica facilitó las corrientes de capital,
lo que en el ultimo decenio se ha manifestado en verdaderas oleadas de inversión en
el sur de Asia por parte de los fabricantes de manufacturas de exportación con uso
intensivo de mano de obra del nordeste, quienes aspiran a beneficiarse de los salarios
más bajos.
En lo que Japón ha sido claramente superado por las naciones vecinas
es en la fluidez de sus mercados. Aunque, como hemos visto, se vislumbran señales
de cambio, resulta contradictorio que un país que se ha transformado en gigante
tecnológico y uno de los mayores productores y exportadores de manufacturas
todavía mantenga tantas trabas a las importaciones, lo que no sucede en el resto de la
región. Ciertamente esta situación no afecta a Chile – que tiene a esa nación como el
principal destinatario de sus exportaciones, con un superávit ampliamente favorable
para nuestro país -, pero en general se trata de bienes primarios que Japón debe
necesariamente adquirir y no de productos competitivos para su industria.

En resumen, los analistas coinciden en que, si bien cada una de las


naciones consideradas ha seguido políticas relativamente diferenciadas en
determinados aspectos, particularmente en las formas de intervención estatal, en ellas
se han dado factores comunes – algunos de ellos muy peculiares – que de algún modo
explican su exitoso resultado. Entre ellos se mencionan:

a) La intensidad del control político y económico, ejercido por el estado y la


burocracia;
b) El reducido espacio de autonomía de la sociedad civil, con etapas de fuerte
restricción del ámbito de acción de las organizaciones civiles por parte del
estado;
c) La intervención del Estado en la economía, enfocada de manera selectiva y
normalmente con carácter de transitorio;
d) Existencia de una burocracia estatal moderna, tecnocrática y basada en el
mérito;
e) Eje dinámico centrado en los mercados externos y en el fomento de las
exportaciones. (18)
Las economías de Japón y de los NICs surgieron con el respaldo de
elevados niveles de ahorro financiero interno, lo que permitió tener altos niveles de
inversión. La agricultura, si bien disminuyó en importancia relativa, experimentó un
rápido crecimiento que evitó el desplazamiento característico de las sociedades en
proceso de industrialización. Las exportaciones de manufacturas aumentaron con
extrema rapidez, facilitando así la absorción de tecnología extranjera. Las tasas de
crecimiento de la población disminuyeron más rápidamente que en otras partes del
mundo en desarrollo, lo que condujo a un aumento más acelerado del consumo per
cápita y a mayores superávits destinados a reinversiones. Además, y en parte debido a
estos factores, estos países registraron un mejor funcionamiento en actividades con
elevado rendimiento. A lo anterior se unió un crecimiento extraordinariamente alto de
la productividad. (19)

A partir de una perspectiva neoclásica, el Banco Mundial alienta a los


países en desarrollo a seguir los pasos de las economías del este asiático poniendo
énfasis en cuatro funciones en relación con el crecimiento: asegurar inversiones
adecuadas en recursos humanos, proporcionar un clima competitivo para la empresa
privada, mantener la economía abierta al comercio internacional y apoyar una
macroeconomía estable. En cuanto a las intervenciones estatales que se observan en
las políticas de Japón y los “tigres”, ese organismo se muestra totalmente contrario a
ellas, reconociendo excepcionalmente sus posibilidades de éxito cuando abordan una
o más fallas del mercado, “puesto que si éstas no existen, los mercados por definición
desempeñarán la función de asignación en forma más eficiente que cualquier
intervención”. (20)
A lo anterior el Banco Mundial añade otra prevención: la prudencia
fiscal es la clave de la estabilidad macroeconómica. Señala que, si bien algunos países
del este asiático registraron considerables déficit fiscales, sus elevadas tasas de ahorro
y rápido crecimiento les permitieron evitar el financiamiento inflacionario del déficit.
Por lo demás, los altos niveles de exportación significaban que se disponía fácilmente
de divisas para atender el servicio de la deuda externa. (21)
Pero este manejo monetario no es excluyente del interés general. Un
factor esencial del rápido desarrollo fue y sigue siendo el principio del crecimiento
compartido. A fin de establecer su legitimidad y ganarse el apoyo de la sociedad, los
gobernantes de Asia Oriental establecieron la sacralidad de este principio y se
comprometieron a hacer extensivo el crecimiento a todos los sectores sociales. En
este sentido son destacables los programas de construcción de viviendas en gran
escala desarrollados por Hong Kong y Singapur, y por cierto los esfuerzos
desplegados en la generación de empleos y en la tecnificación del trabajo, lo que ha
derivado en una actividad sindical de bajo perfil. Igualmente importante ha sido para
los respectivos gobiernos mantener una cierta equiparidad entre los ingresos urbanos
y rurales, a fin de evitar la presión sobre las ciudades con el consiguiente subempleo.
Ello ha sido facilitado por la disminución de las tasas de fecundidad, lo que ha
permitido que la demanda de mano de obra aumente con más rapidez que su oferta.
LA MAGNITUD DEL DESAFÍO

Al definir como prioritario el afianzamiento de sus relaciones


comerciales con los países de la Cuenca del Pacífico, Chile está marcando una opción
por un gigantesco espacio de 180 millones de Km. Cuadrados cuyas aguas
corresponden al 71% del total de los océanos, a las cuales accede el 60% de la
población mundial. El desafío que nuestro país ha asumido se sitúa al otro extremo de
la Cuenca, en el este del Asia, un mercado que en 1994 fue punto de destino del
32,6% de nuestras exportaciones, pero respecto del cual aun queda mucho por
explorar y mucho por avanzar.
No se trata tan sólo de colocar más exportaciones en los países que ya
constituyen importantes puntos de destino, como es el caso de Japón, que recibe
productos chilenos por un valor superior a los US$1.500 millones (en cifras de 1993);
Taiwán con US$500 millones; o Corea, con US$540 millones. Más allá de los NICs,
el comercio con el resto de esa pujante región es todavía poco relevante aunque
registra un sostenido crecimiento. Los 19 millones de habitantes de Malasia y los 60
de Tailandia son en sí un mercado atractivo, toda vez que son también naciones de
rápido desarrollo, pero los casi 200 millones de indonesios, con un crecimiento del
PIB cercano a 7%, apenas importan unos US$70 millones en productos chilenos. Y
por sobre todo China, con más de 1.200 millones de habitantes y tasas de crecimiento
superiores al 10% anual, parece requerir una atención mucho mayor para colocar allí
algo más que productos minerales y superar los escuálidos US$190 millones que
actualmente exportamos a esa gigantesca porción del mundo.
Precisamente para lograr tales objetivos PROCHILE ha organizado
varias visitas de conocimiento al este asiático, con la participación de destacados
empresarios nacionales. La idea fundamental de estas iniciativas consiste en
impregnarse de las distintas culturas asiáticas y de sus estilos de negociación, que
difieren mucho del nuestro. Los asiáticos valoran en extremo el contacto personal.
Como observaba un visitante chileno, “ellos prefieren negociar cara a cara, y no solo
en oficina, sino que en restaurantes y bares. Sin confianza no hay acuerdo, y cuesta
mucho ganarla. Desconfían del modo apresurado y tajante de hacer y decir las cosas
que estilan los occidentales y no soportan la manifestación exagerada de las
emociones, hasta el punto en que una risotada puede parecer un síntoma de
barbarie”.(22)
Pero el posicionamiento de Chile en Asia no solo involucra el acceso a
sus mercados y la asimilación de su valiosa experiencia, sino la oportunidad de
constituirse en puerta de entrada de esas naciones en nuestro continente,
especialmente en momentos en que se le reconoce la solidez de sus instituciones
políticas y económicas, la apertura y estabilidad de su economía, la no discriminación
frente a inversionistas extranjeros y otros logros que lo han situado en un expectante
lugar (Nº20) en el Informe Mundial de Competitividad de 1995. Por lo demás, las
economías de ambas regiones son más complementarias de lo que habitualmente se
cree. El énfasis asiático en las exportaciones de manufacturas y el énfasis
latinoamericano en los productos primarios es lo que explica dicha
complementariedad.(23)
A todo ello se refería el Ministro de Economía, Álvaro García, cuando
preveía que "Chile podría convertirse en el Singapur de América Latina”, agregando
que “ello sólo puede ocurrir en la medida que nuestro país avance en su
integración”(24). Para García la propuesta chilena debe basarse en cuatro tipos de
acción:
- mantener y preservar el nivel de confiabilidad que ha generado la economía
chilena;
- fortalecer nuestros acuerdos comerciales al interior de América Latina y los
acuerdos de tipo bilateral, en coherencia con la integración de Chile al Asia;
- expandir la capacidad de promover servicios, tanto financieros como de
infraestructura; y
- estrechar vínculos con Asia para abrir nuevos mercados.(25)

Naturalmente estas son tareas que deben llevarse a cabo tanto por los
actores públicos como por los privados, en una acción conjunta y coordinada, la que
necesariamente debe ser estructurada sin perder de vista los principios permanentes
de nuestra política exterior. A este respecto el Ministro de Relaciones Exteriores
afirmaba a comienzos de 1995: “En la fijación de sus principios, las naciones – sobre
todo sus representantes políticos – deben tomar siempre en consideración el bienestar
de sus pueblos, sus intereses y los medios con que cuentan para hacerlos valer.
Pienso, sin embargo, que esos intereses no son bien servidos y esos recursos no son
bien utilizados cuando la política exterior de un país es, a pretexto del interés presente
en cada coyuntura, conducida de manera errática e incoherente. Al contrario, cuando
una nación establece de modo permanente un conjunto de reglas de conducta
generalmente aceptadas, su accionar internacional se hace respetable y eficaz. Es a
ese conjunto de reglas generales de conducta, que la nación está dispuesta a asumir de
manera permanente como guía de su acción internacional, a lo que me refiero cuando
hablo de política exterior chilena”.(26)
Otro aspecto a tener en consideración, dentro del contexto demarcado
por tales principios, es el objetivo último de las políticas nacionales, que corresponde
al gobierno definir. Éste fue señalado por el Ministro de Hacienda: “Tenemos las
bases, pero se requiere de un gran esfuerzo conjunto que permita superar la pobreza
por la vía del crecimiento con equidad. Los recursos, en gran medida, provienen de
nuestro proceso de internacionalización económica. Casi el 40 por ciento del
producto se explica por el sector externo”.(27)
El propio ministro Aninat destacaba otro factor de suyo importante
para enfrentar cualquier estrategia exportadora que aspire a la permanencia y a la
profundización: “Si queremos ser un país abierto al mundo desde nuestra posición
privilegiada en el Pacifico Sur, resulta indispensable adquirir, cada vez más, una
cultura internacional. Sólo así podremos integrar las dimensiones políticas,
económicas, sociales y culturales de los distintos conglomerados de países con los
que interactuamos”(28). Y en el mismo sentido se explayaba el Subsecretario de
Relaciones Exteriores: “Nuestra cultura se está internacionalizando. Nuestros medios
de comunicación nos ponen en contacto directo con realidades que en un pasado
reciente nos eran enteramente desconocidas. Nos estamos vinculando de manera cada
vez más estrecha con realidades culturales muy diversas. La revolución tecnológica
que está teniendo lugar en este campo nos afectará de manera cada vez más profunda
en las próximas décadas. Las nuevas autopistas de la información que se están
construyendo en Estados Unidos, Europa y Japón ya están llegando a nuestras
empresas, universidades y casas. Las tendencias globales tienen un impacto creciente
en nuestra región y en nuestro país. La política exterior debe responder a esta nueva
realidad internacional”.(29)
LA IMPORTANCIA DE APEC

Si bien hemos centrado este trabajo en los cinco países de mayor


crecimiento de Asia Oriental, el esfuerzo de cooperación e integración hacia esa
región involucra a otras pujantes economías de la Cuenca del Pacifico que pertenecen
a APEC y que, en su conjunto, representan la quinta parte de la población mundial y
un producto superior a los 12 billones de dólares, ubicados en dos cuadrantes
oceánicos con los que Chile mantuvo escasas relaciones comerciales en el pasado,
como son Asia Oriental y Oceanía.
El primer paso importante para Chile para integrarse a las instituciones
de la Cuenca fue su incorporación, en 1991, al PECC (Pacific Economic Cooperation
Council), entidad gubernamental que reúne a personeros públicos, empresariales y
académicos pertenecientes a 22 países y que sirve de foro para el análisis de los temas
relacionados con la cooperación económica y la promoción del comercio entre sus
miembros. La participación chilena se estructuró en comités de trabajo, diferenciados
por áreas de actividad, que se agruparon en el Comité Chileno de Cooperación en el
Pacifico (CHILPEC), bajo la coordinación del Ministerio de Relaciones Exteriores y
con el respaldo técnico de la Fundación del Pacifico. PECC está actualmente
presidido por el chileno Edgardo Boeninger y tiene previsto efectuar en Santiago su
reunión plenaria en 1997.
Existen además otras instancias de apoyo al comercio entre los países
de la Cuenca, tales como el Pacific Bussines Forum (PBF) – de composición privada
y orientado al estudio de aranceles – y el Pacific Basin Economic Council (PBEC),
concebido para activar una participación empresarial relativamente estructurada.
Nuevamente traemos a colación la conferencia inaugural del ministro
Aninat, en cuanto decía que “con APEC, y en general con el Asia vinculada al
Pacifico, Chile avanza en una interacción creciente. Nuestro ingreso a APEC y
nuestra participación en los foros regionales correspondientes son una apuesta no solo
de futuro, como pudiera creerse, sino también de presente. El Asia constituye un de
nuestros grandes mercados, con unas potencialidades de crecimiento impresionantes.
Y es un camino de ida y vuelta, ya que pretendemos no sólo colocar nuestros
productos, sino también ofrecer el país como un centro de negocios que permita a
esos países acceder mejor a la América Latina en su conjunto”.(30)
Y las atractivas características de esos mercados no constituyen un
hallazgo reciente, lo que queda en evidencia si se considera que actualmente los
Estados Unidos exportan más a Taiwán que a Francia e importan más de China que
de Alemania.

Historia y composición.

Aunque la idea surgió en medio de la recesión que afectó al mundo a


comienzos de la década de 1980, sólo fue posible concretarla cunado se contó con el
concurso de Japón. Así, en 1989 se unieron en Canberra, Australia, las naciones más
representativas de la Cuenca del Pacífico para crear el Foro de Cooperación
Económica del Asia Pacífico, más conocido por su sigla APEC. Sus objetivos, de
carácter inicialmente regionalista, eran: apoyar el crecimiento y desarrollo de la zona
oriental de la Cuenca, así como – indirectamente – de la economía mundial; reforzar
los efectos positivos de la creciente interdependencia económica; y desarrollar un
sistema comercial de multilateralismo abierto, reduciendo las barreras al comercio de
bienes, servicios e inversiones. Hoy APEC es un foro consultivo intergubernamental
para la discusión de distintos temas de cooperación regional, siendo la única entidad
gubernamental que reúne economías y no países, o dicho de otra manera, a países en
función de su economía.
Sus actuales miembros son: Australia, Nueva Zelanda, China, Japón,
Corea, Filipinas, Hong Kong, Indonesia, Malasia, Singapur, Tailandia, Taiwán,
Brunei, Papúa Nueva Guinea, Estados Unidos, Canadá, México y Chile, cuyas
economías en su conjunto, aportan aproximadamente un 45% del PIB mundial.
Su estructura organizacional es de funcionamiento flexible y carácter
informal e incluye las siguientes instancias:
- reunión de líderes, que se efectúa una vez al año con los jefes de estado de
las naciones miembros;
- reuniones ministeriales, al menos una vez al año, con cancilleres, ministros
vinculados al comercio internacional y ministros de finanzas;
- reuniones de funcionarios de alto nivel (SOM), con apoderados oficiales de
las respectivas cancillerías, en una función de representación permanente y
coordinación de actividades;
- grupos especiales de carácter técnico-asesor, que son el Grupo de Comercio
e Inversión, el Grupo Ad Hoc en Tendencias Económicas y el Grupo de Personas
Eminentes (EPG);
- grupos de trabajo, en un numero de diez, diferenciados por áreas de interés;
y
- red de empresarios del Asia Pacifico (APBN), que debiera constituirse en la
voz empresarial en materias de negocios y cooperación.

Entre los países miembros subsisten diversas tendencias en lo relativo


a criterios de liberalización comercial, en un marco de variadas experiencias
nacionales, tanto en lo que respecta a grados de apertura como de trayectorias de
desarrollo económico. Además, coexisten en su interior diversas instancias
subregionales (NAFTA, ASEAN Y ANZERTA), las que eventualmente podrían
llegar a debilitar la fuerza de algunas iniciativas multilaterales.
APEC no es un tratado, sino un conjunto de acuerdos políticos sin
estructuras centrales y cuyas facultades decisorias se mantienen radicadas en los
países miembros, lo que da lugar a que algunos de sus integrantes – como es el caso
de China – mantengan políticas que no resultan consecuentes con los principios que
sustenta este Foro. Por otra parte, si bien el sector privado no forma oficialmente
parte del mismo, sus opiniones son recogidas a través de los informes que elabora el
Pacific Bussines Forum (PBF) y – con más propiedad por tratarse de un órgano
interno – el Grupo de Personas Eminentes, como sucedió antes de la cumbre de
Bogor, Indonesia, y posteriormente en Osaka (1995) y Manila (1995). En el corto
plazo se prevé que el APBN adquiera una importancia tal que desplace al PBF.
La declaración de Bogor.

En esta ciudad, el 15 de Noviembre de 1994, los denominados “lideres


económicos” de APEC (los jefes de estado) suscribieron un documento que marca las
bases de la cooperación entre sus miembros y fija las metas comunes. La declaración
destaca que su visión de la comunicad del Asia Pacífico se da a partir del
reconocimiento de la creciente interdependencia de las diversas economías que
coexisten en la región, señalando que las economías industrializadas entre ellas
proveerán a las que se encuentran en vías de desarrollo de oportunidades para
aumentar su crecimiento económico y su nivel de empleo. Este postulado supone tres
condiciones, que serán los pilares de la cooperación: crecimiento sustentable,
desarrollo con equidad y estabilidad nacional.
APEC aspira a constituirse en un líder que oriente el fortalecimiento
del sistema multilateral abierto de comercio, acreciente el comercio y liberalice la
inversión en el Asia Pacífico, además de intensificar la cooperación para el desarrollo
de la región. En esta tarea APEC ha reiterado que actuará con absoluta adhesión a los
acuerdos de la Ronda Uruguay del GATT, por lo que se inserta plenamente en la
Organización Mundial del Comercio. En el mismo sentido, los países miembros se
han comprometido a abstenerse de emplear medidas que puedan tener como efecto el
aumento de los niveles de protección, expresando una fuerte oposición a la creación
de bloques de comercio cerrados, los que, juicio de los miembros, se apartan de la
común búsqueda del libre comercio mundial.
Siendo el objetivo fundamental de APEC incrementar el comercio y la
inversión en la región de Asia Pacifico, se anuncio el propósito de alcanzar la meta de
plena libertad para el comercio e inversiones en la región a más tardar el año 2020,
considerándose que las economías desarrolladas y las recientemente industrializadas
deberán alcanzar la meta el año 2010 y las economías en desarrollo el año 2020.
La cumbre de Bogor solicitó a los gobiernos el envío de proposiciones
de convenios para consideración de APEC en temas aduaneros, de estándares, de
inversión y barreras administrativas al acceso de mercados. Se acordó extender la
cooperación a temas de medio ambiente y, lo que parece de especial importancia,
integrar al sector privado en los programas de la entidad, con lo que cabe esperar que
el Foro pueda llegar a funcionar como una instancia multisectorial en que las fuerzas
de los respectivos mercados adquieran expresión propia, contribuyendo a generar
consensos que a su vez puedan resultar determinantes en eventuales acuerdos y
medidas oficiales. Por último, se sugirió que las economías que estén preparadas para
poner en practica convenios de cooperación procedan a hacerlo y se solicitó al EPG y
al PBF que revisen las interrelaciones entre APEC y los acuerdos subregionales (31).

En Agosto de 1995 el Eminent Persons Group entregó su tercer


informe, haciendo una evaluación critica de los avances obtenidos y proponiendo a la
Cumbre de Líderes Económicos celebrada en noviembre en Osaka la adopción de
“pasos decisivos sobre componentes individuales de la agenda de acción” (32). Por su
parte, el PBF formuló en Osaka diversas recomendaciones, orientadas a protección de
inversiones, normatización de las medidas antidumping, emisión de una visa libre
para negocios, armonización de normas aduaneras, legislación sobre propiedad
intelectual y fijación de pautas para la transferencia tecnológica y la cooperación
científica. Asimismo, el organismo empresarial propuso iniciar estudios para evaluar
la conveniencia de crear la institución del “Ombudsman (protector del Hombre) de
Comercio e Inversiones”, así como para constituir un organismo técnico para el
desarrollo de la infraestructura. En cuanto a la pequeña y mediana empresa, el PBF
planteó la creación de un centro de entrenamiento y de redes de negocios para
facilitar el desarrollo de industrias locales, junto con alentar la implementación de
programas de capacitación en aspectos tecnológicos.
Los líderes económicos reafirmaron en Osaka su propósito de preparar
las medidas de liberalización que debieran ponerse en práctica a partir del presente
año, teniendo en consideración las metas ya referidas de 2010 y 2020. A pesar de las
inquietudes manifestadas previamente por algunos gobiernos en relación a la
agricultura, se acordó unánimemente que la apertura comercial no admitiría
excepciones.
El Presidente Frei selló el compromiso de Chile con la apertura de los
mercados al anunciar que nuestro país se ajustará al plazo acordado para los países
desarrollados en lo referente a alcanzar la plena libertad para el comercio y las
inversiones transnacionales.
LAS PROYECCIONES DE NUESTRO POSICIONAMIENTO EN ASIA
ORIENTAL

Tan sólo la caracterización del enorme mercado que representa la


Cuenca del Pacifico, y particularmente de las economías este asiáticas, daría motivos
más que suficientes para enfrentar con decisión las tareas de modernización y
cooperación acordadas en Bogor y ratificadas en Osaka y Manila. Pero aún no
podemos avanzar en la visualización de ventajas adicionales, inherentes a las
peculiares condiciones del Foro: la libertad que éste proporciona a sus miembros
permitirá a Chile desarrollar su agenda de relaciones económicas internacionales de la
manera más conveniente a sus intereses; se incentivan los acuerdos bilaterales en
materias en las que el GATT no ha aportado grandes avances, tales como inversión
extranjera, comercio de servicios y propiedad intelectual; nos permite ampliar la
cobertura de acceso de inversión y de exportaciones, en condiciones difíciles de
lograr en negociaciones bilaterales; permite a Chile informarse sobre las políticas
económicas de la región que ha tenido el comportamiento más dinámico del mundo;
el país se beneficiará de la cooperación tecnológica que se proyecta para los estados
miembros con el fin de ayudar a desarrollar su infraestructura y promover el
crecimiento de las economías de menor desarrollo relativo. Además, se espera apoyo
para programas de educación, transportes, telecomunicaciones y energía.
Ahora bien, lejos de constituir un obstáculo para avanzar en procesos
de integración regional como NAFTA y MERCOSUR, precisamente una de las
particularidades que tiene la pertenencia a APEC es que la flexibilidad de su
funcionamiento la hace plenamente compatible con cualquier otra instancia
multilateral basada en la libertad de comercio. Más concretamente, resulta obvio que
se espera que Chile se transforme en eje del comercio canalizado hacia y desde los
mercados sudamericanos. También es dable esperar a mediano plazo un importante
aumento de la inversión directa desde países que, como Japón y los NICs, están
trasladando capitales de inversión hacia economías con mano de obra más barata, más
aún si éstas pueden ser bases de exportación para mercados en los que tienen mucho
por hacer, con lo que el posicionamiento de Chile en Asia Oriental y Oceanía vendría
a favorecer a los consumidores de nuestros posibles socios (o asociados) en el
MERCOSUR.
Por lo demás, los resultados esperados no son modestos. Estimaciones
preliminares sugieren que, si se logra un comercio libre en los países desarrollados de
APEC para el año 2010, el aumento de su ingreso agregado sería tres veces superior
al previsto como resultado de la implementación de la Ronda Uruguay.(33)
Pero no se trata solo de “estar ahí”. Los compromisos que involucra
APEC exigen vencer la inercia en muchos aspectos, mejorar la calidad de nuestros
productos manufacturados, reorientar en gran medida nuestra agricultura, aumentar la
gama de servicios exportables, innovar en los procesos educativos y programas de
capacitación, introducir profundos cambios cualitativos en nuestra burocracia,
avanzar en la privatización de empresas estatales, introducir nuevas correcciones en
el proceso redistributivo y redefinir algunas prioridades políticas, entre muchos otros
desafíos. Las naciones de mayor crecimiento en el Asia tienen ya mucho camino
recorrido en estos aspectos, en tanto que los restantes socios asiáticos y oceánicos han
probado su capacidad para proyectarse hacia las metas trazadas.
Señalar modelos no puede ser interpretado, en modo alguno, como una
proposición de copiar literalmente técnicas y medidas que han tenido éxito en otras
latitudes, prescindiendo de elementos diferenciadores que son inherentes a las
estructuras culturales. Pero el reconocimiento de éstos últimos no puede ser óbice
para avanzar a paso rápido en llenar las enormes brechas que nos separan de nuestros
nuevos y exitosos socios. El propio Ministro de Educación expresaba hace algunos
meses: “Nuestra insuficiencia educacional es particularmente notable comparada con
los estándares de Asia. Los cuatro países más exitosos de Asia (Hong Kong, Taiwán,
Corea y Singapur) ya tenían una considerable ventaja educacional al comienzo de los
60 y han ampliado sustancialmente la brecha con Latinoamérica. El promedio de la
fuerza de trabajo latinoamericana no tiene hoy más educación que la que tenían los
cuatro países asiáticos en 1970. Por su parte, Indonesia, Malasia, Filipinas y Tailandia
tenían un poco menos que el nivel latinoamericano en los años 60, lo han igualado en
los 80 y actualmente lo han sobrepasado”.(34)
Hay pues mucho que observar, aprender y avanzar. Resulta inobjetable
la validez del modelo del este asiático en lo referente a su conducción
macroeconómica, su disciplina fiscal, su logrado esfuerzo en el plano educacional, la
eficiencia y prestigio interno de sus burocracias, el grado de involucramiento nacional
en las políticas adoptadas y, por sobre todo, el impactante sentido práctico que su
clase política ha evidenciado en cada una de sus decisiones. Cuando se examina cada
uno de estos aspectos, que son de la esencia de lo que el Banco Mundial llama “el
milagro de Asia Oriental”, surgen legítimas dudas sobre la viabilidad del desafío
asumido. Si miramos atrás, hacia nuestro pasado reciente, podemos reconocer con
orgullo lo mucho que hemos avanzado. No obstante, lo que nos queda es todavía muy
complejo y en cierta forma pasa por un cambio de mentalidad que no parece fácil de
asumir, pero que es plenamente exigible a un pueblo que ha resuelto salir de la aldea.

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Citas bibliográficas.

1. Diario El Mercurio. Noviembre 17, 1995


2. Banco Mundial. El Milagro de Asia Oriental. Washington. 1993
3. Corea. Cartilla Prochile. Santiago. 1994
4. Singapur. Cartilla Prochile. Santiago. 1994
5. Taiwán. Cartilla Prochile. Santiago. 1994
6. Hong Kong. Cartilla Prochile. Santiago. 1994
7. Diario El Mercurio. Noviembre 4, 1995
8. Memorias de Konoe, citadas por Arthur Tiedeman. Historia del Japón
Moderno. Editorial El Ateneo. Buenos Aires. 1965
9. A. Tiedeman. Op. citada
10. Leonard Silk y Tom Kono. Sayonara, Japan Inc. Foreign Policy Nº93. Winter
1993-94
11. Silk y Kono. Op. citada
12. Silk y Kono. Op. citada
13. Japan, Death of a Role Model. Revista The Economis. Julio 9, 1994
14. George J. Church. Goodbye to the Godzilla Myth. Revista Time. Abril 19,
1993
15. Japan, Death of a Role Model. Op. citada
16. James Walsh. The Mighty Yen. Revista Time. Agosto 30, 1993
17. Korea. Revista Business Week. Julio 31, 1995
18. Hernán Gutiérrez. ASEAN ante el emergente orden mundial. Revista
Estudios Internacionales Nº 101. 1993
19. Banco Mundial. Op. citada
20. Banco Mundial. Op. citada
21. Banco Mundial. Op. citada
22. Revista Qué Pasa. Octubre 15, 1994
23. Francisco Orrego. Cooperación en el Pacifico. Revista Estudios
Internacionales Nº 86. 1989
24. Diario La Segunda. Octubre 3, 1994
25. Álvaro García. Ponencia en seminario “Asia Pacífico, región estratégica para
negocios”. Santiago. Octubre 31, 1994
26. José Miguel Insulza. Discurso inaugural del programa de Magíster en
Estudios Internacionales. Instituto de Estudios Internacionales, Universidad
de Chile. Abril 17, 1995
27. Eduardo Aninat. La Inserción Económica Internacional de Chile. Discurso
inaugural del Diploma de Especialización en Relaciones Económicas
Internacionales. Universidad Mayor. Mayo 16, 1995
28. E. Aninat. Id. anterior
29. Mariano Fernández. Exposición en Diploma de Especialización en Relaciones
Económicas Internacionales. Universidad Mayor. Julio 25, 1995
30. E. Aninat. Id. anterior
31. *Asia Pacific Economic Cooperation Briefing Notes. Diciembre 1994.
**Prof. Manfred Wilhelmy. Apuntes de clases curso Magíster en Ciencia
Política (mención Relaciones Internacionales). Universidad Católica de Chile.
1994
32. Third Report of the Eminent Persons Group. Implementing the APEC Vision.
Agosto 1995
33. Richard Matthew Peck, embajador de Australia en Chile. Exposición en
Diploma de Especialización en Relaciones Económicas Internacionales.
Universidad Mayor. Julio 6, 1995
34. Sergio Molina. Exposición en Diploma de Especialización en Relaciones
Económicas Internacionales. Universidad Mayor. Octubre 17, 1995

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