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Los indios iku trataron de tocarlo al ver la inmensa luz que salía de él, sin embargo
Yuí se elevó al cielo y se quedó postrado en lo alto observando a la multitud.
Muchos de los que intentaron tocarlo quedaron cegados por su inmenso
resplandor.
De la cueva seguía brotando luz, por lo que los iku siguieron tocando su música y
así salió la pequeña hembra llamada Tima, con su gran luz como su hermano. Pero
los indios con gran temor le arrojaron ceniza para opacar un poco su luz y no
quedar ciegos como los otros. Intentaron tocar a la bebe, pero ésta se elevó al cielo
y se postró cerca de su hermano y desde ahí observa a su gente.
Así narran los indios arhuacos el origen del sol y de la luna. Por el día Yuí se
encarga de brindarles la luz y el calor, mientras que por las noches tenuemente
Tima lanza sus rayos opacos debido a la ceniza que lanzaron contra ella sus
ancestros, iluminando el camino nocturno de los arhuacos.