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Sin embargo, en la actividad cotidiana nos encontramos con muchas más dificultades:
problemas de espacio, de tiempo, de disponibilidad de material, grupos numerosos, falta de
medios audiovisuales, problemas más rudimentarios, menos epistemológicos pero que
influyen notablemente en el aprendizaje. Si sumamos a estas dificultades la gran cantidad
de conocimiento científico que debería tener una persona para tener un nivel cultural medio,
parece que la tarea es imposible. Por eso desde hace tiempo se hace mucho hincapié en
enseñar a aprender, en convertir la tareas de enseñanza/aprendizaje en una capacitación
de las personas para aprender por sí mismas aquello que les interese, que necesiten, que
les sea útil, que les ayude a resolver problemas de su vida cotidiana, laboral y personal.
Cada vez más se intenta fomentar el desarrollo de capacidades que faciliten el
autoaprendizaje, mejoren la autoestima y hagan posible aprender y saber (lo que no se
consideraba ni siquiera probable) para una gran parte de la población escolar.
Al llegar a este campo de trabajo es cuando nos encontramos lo inesperado, algo que el
profesorado de las asignaturas de ciencias no hubiera sospechado jamás: alumnado
perfectamente razonable, empático y con cierta afinidad por los estudios no es capaz de
comprender los mensajes científicos escritos (lo que nuestros profesores mayores llamaban
con tonos de cierta compasión : es un alumno de letras,... no sirve para las ciencias ).
Cuando el problema aparece a temprana edad, se genera una aversión importante por este
tipo de estudios, se dificulta la comprensión general de conceptos, resulta cada vez más
difícil hacer abstracciones, los razonamientos argumentativos se encuentran aburridos, se
aprende de memoria lo necesario para sobrevivir a la enseñanza obligatoria y se acaba
aceptando cualquier cosa que venga declarada con el vocabulario aparentemente cientifista,
1
Paper de la conferencia brindada en el marco del Segundo Encuentro de Fortalecimiento Profesional
de Capacitadores (áreas Lengua, Ciencias Sociales y Ciencias Naturales), organizado por el Programa
de de Gestión Curricular y capacitación del Ministerio de Educación de la Nación Argentina, en la
localidad de Tanti, provincia de Córdoba, noviembre 2000.
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Licenciada en Biología y Master en Didáctica de las Ciencias. por la Universidad de Valencia,
Formadora de formadores en el area de las Ciencias Experimentales en la Universidad de Sevilla.
aquello que lleve la etiqueta de científico, sin la menor duda, crítica o argumentación.
Si estudiamos un poco más a fondo la cuestión podemos ver que leer un texto que trate
sobre un tema científico no se parece ni en el fondo ni en la forma a lo que supone leer
acerca de temas informativos, históricos, narrativos.
Un vocabulario diferente
Una gran parte de los conceptos científicos que los alumnos y alumnas aprenden llevan
aparejados nuevos términos o palabras que sirven para designar el nuevo concepto, hecho
o proceso. Esta característica, que es común a todos los campos de conocimiento, no
presentaría en sí ninguna dificultad si no fuera por la cantidad de términos que, en muy poco
tiempo, se tienen que aprender. El resultado es que, después de varias sesiones de clase,
los procesos generales se han comprendido pero los términos específicos no se recuerdan,
con lo que será muy dificil entender un texto que los utilice durante el curso siguiente.
Durante los primeros años de aprendizaje la enseñanza de las ciencias presenta menos
dificultades en este aspecto, al cabo de tres o cuatro cursos académicos la terminología que
no se domina es vastísima. Esto provoca una aversión importante a la lectura científica y
provoca la adquisición de métodos de comprensión alternativos: la explicación oral
simplificada, la ejemplificación, ... métodos que facilitan la comprensión de conceptos o
procesos pero que no facilitan la lectura ni la comprensión lectora.
Otra dificultad estriba en la polisemia de las palabras que usamos en los textos (y en las
clases de Ccencias), son bien conocidos los trabajos realizados al respecto: conceptos
como energía, fuerza, respiración, significan cosas diferentes en el lenguaje corriente y
en el científico. Pero para el alumnado es difícil discernir los significados en la lectura
(también en las argumentaciones) (véase, por ejemplo, Alambique,1998).
A estos dos aspectos deberíamos añadir que los códigos de lenguaje y expresión escrita en
los textos de divulgación, los académicos o los técnicos utilizan a menudo esquemas,
dibujos, modelos gráficas y símbolos, estos son códigos que se salen del ambiente
cotidiano, incluso dentro del ambiente escolar no están incluidos en muchas áreas de
conocimiento. También hay que aprender estos códigos, saberlos situar en su contexto y
comprender el sentido que tienen y la información que dan.
Un contexto diferente
Otro de los factores que influye de manera determinante en el aprendizaje, en el uso del
lenguaje y por tanto en la comprensión de las palabras y las frases escritas en ese lenguaje
es la inmersión en un contexto determinado. La motivación, la percepción, la asociación de
ideas, ... incluso el análisis de datos, se ven condicionados por el conjunto de circunstancias
que rodean al individuo que está aprendiendo (Vigotsky,1934).
El significado que cada persona da a las palabras puede ser distinto, compartir, aprender,
discutir, argumentar en compañía,... ayuda a poner en común el significado de las palabras.
Nada hay menos científico que los significados sobreentendidos. Pero en el caso de
quienes están aprendiendo la socialización del conocimiento tiene todavía más importancia:
se aprende desde lo que una persona sabe y en dirección a donde esa persona quiere
aprender, eso significa que el grupo de personas que comparten, aprenden, enseñan juntas
tiene una importancia decisiva porque señala un camino para aprender: la satisfacción por
haber aprendido, las ganas de aprender, las formas válidas para llegar a conclusiones, el
valor de la argumentación, el significado de los términos, el análisis crítico de las
afirmaciones, el valor de los ejemplos y los contraejemplos se adquieren socialmente, se
aprenden socialmente
El hecho de leerse interpreta de muchas maneras (Solé, 1992). Una de ellas puede ser
que leer es simplemente descifrar el código, eso significa que todo esta en el texto y que
éste contiene la información necesaria para que lo entienda quien lo lea. Existe otra teoría
que propone que la acción de leer es el resultado de una interacción entre el texto
escrito y quien lo lee. Lo que la persona que lee sabe, piensa, siente forma un marco de
referencia que va a dar significado a la lectura. Son dos opiniones bastante distintas, y...
¿qué opina el profesorado de ciencias al respecto?
Cuando pedimos a nuestros alumnos y alumnas que extraigan las principales ideas de un
texto, que resuman, que hagan un esquema, de algo que han leído estamos buscando, en
último término, que aprendan de forma individual conceptos para un examen, que
demuestren que han entendido el texto... eso supone que creemos que todo está en el
texto y que los estudiantes tienen que entender lo que está allí escrito y, en consecuencia,
aprender (Caballer y Serra, 1997).
Puesto que en nuestras aulas pedimos al alumnado que lea y escriba textos con contenido
científico será necesario que dentro de sus capacidades desarrollemos también éstas. Ya
que tenemos en nuestras manos la posibilidad de programar unas u otras actividades, la
posibilidad de diseñar secuencias de aprendizaje ... es responsabilidad nuestra el analizar
las dificultades de los procesos y proponer acciones concretas que favorezcan una mejora
del aprendizaje, también en el caso de leer y escribir. El proceso de enseñar/aprender está
relacionado directamente con la expresión oral y escrita, el lenguaje escrito (que es
necesario saber leer) es uno de los instrumentos que más utilizamos. Por eso tendremos
que aceptar, de acuerdo con Michael Stubs (1984) que Todo profesor es profesor de
lengua .
Bibliografía
AUSUBEL, D.P. (1973): La educación y la estructura del conocimiento. El Ateneo, Buenos
Aires.
POZO, I. y CRESPO, M.A. (1998): Aprender y enseñar Ciencia: del conocimiento cotidiano
al conocimiento científico. Morata, Madrid.