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JUAN ESQUERDA BIFET
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PRESENTACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XVII
BIBLIOGRAFÍA GENERAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXIII
SIGLAS Y ABREVIATURAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XXIX
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Exposición sistemático-doctrinal:
IV. DIMENSIÓN CRISTOLÓGICA DE LA MISIÓN . . . . . . . . . . . . 264
1. El anuncio del misterio de Cristo . . . . . . . . . . . . 265
2. Anunciar a Cristo, Verbo encarnado . . . . . . . . . . 268
3. Anunciar a Cristo redentor . . . . . . . . . . . . . . . . . 271
4. Anunciar a Cristo resucitado . . . . . . . . . . . . . . . 272
5. Una cristología en clave misionera . . . . . . . . . . . 274
V. A NUNCIAR A C RISTO S ALVADOR. D IMENSIÓN SOTE-
RIOLÓGICA DE LA MISIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 278
1. La salvación en las culturas y religiones . . . . . . . 278
2. La peculiaridad de la salvación ofrecida por
Cristo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 280
3. Cristo único Salvador como Maestro, Sacerdote,
Pastor y Rey . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
4. La misión de anunciar la salvación en Cristo . . . 284
5. El anuncio del «Reino» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 288
6. El anuncio y la llamada a la «conversión» . . . . . 291
7. El anuncio y la llamada al «bautismo» . . . . . . . . 294
VI. DIMENSIÓN PNEUMATOLÓGICA DE LA MISIÓN . . . . . . . . . . 296
1. El Espíritu enviado por el Padre y el Hijo. . . . . . 296
2. Jesús, evangelizador y enviado por el Espíritu
Santo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 298
3. La misión del Espíritu en la Iglesia . . . . . . . . . . . 300
4. La acción santificadora y evangelizadora del
Espíritu . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 303
Subsidios doctrinales y prácticos para el trabajo personal y
comunitario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 306
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bre es un ser creado para amar y ser amado, sin exclusivismos ni re-
duccionismos. El hombre es capaz de reorientar la historia, superan-
do las diversas caricaturas que se han hecho sobre ella,
especialmente cuando prevalecen unilateralmente las luchas fratrici-
das, las competencias de poder y las ideologías sin Dios y sin amor.
Para los cristianos, la perspectiva histórica es patente: «Tanto
amó Dios al mundo, que le dio a su Hijo único, para que todo el que
crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). Con esta
clave se entiende el alcance de otra afirmación inspirada, que pode-
mos calificar de paralela: «Muchas veces y de muchas maneras
habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los profe-
tas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo»
(Heb 1,1-2).
En este encuentro global de culturas y religiones, podemos cons-
tatar que los demás hermanos todavía no ven con claridad en noso-
tros, los cristianos, el rostro de Jesús ni su modo de mirar y de amar.
El pluralismo de otras religiones y culturas necesita ver nuestra «co-
munión» de unidad vital, que no excluye la peculiaridad de cualida-
des y dones recibidos.
Podemos también constatar el desconocimiento casi total del
cristianismo por parte de otras religiones, al menos en cuanto se re-
fiere a una educación interreligiosa aprendida con respeto desde la
infancia y juventud. ¿Cuántos niños y jóvenes son educados en el
respeto a las otras culturas y religiones, sin dejar de valorar la propia
cultura y religión? Son pocos los pueblos educados para alegrarse al
descubrir valores distintos, que son también patrimonio de la huma-
nidad. Es necesario aprender a admirarse y alegrarse cuando se des-
cubren dones diferentes, que proceden del mismo Dios. La verdade-
ra historia universal de la humanidad está todavía por redactar. Los
valores de una ética sana y auténtica incluyen el respeto a los valores
religiosos de otras culturas.
La presente reflexión misionológica intenta adentrarse en «los
mismos sentimientos de Cristo» (Flp 2,5), cuyo corazón abraza a
toda la humanidad: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y
sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11,28).
Escribo para toda persona de buena voluntad, pero de modo espe-
cial para los creyentes en Cristo que quieren comprometerse a ser una
página de su misma biografía, la cual debe abarcar a todo ser humano.
«Evidentemente sois una carta de Cristo, redactada por ministerio nues-
tro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas
de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones» (2 Cor 3,3).
La historia humana todavía no se ha escrito con objetividad, por-
que todavía no se ha entrado con respeto y solidaridad en el corazón
del hombre y en su cultura concreta, que refleja, de algún modo, el
XX Presentación
la única posibilidad sobre el tema, sino un ensayo que hay que reha-
cer en cada época, a nivel personal y comunitario. En un segundo ca-
pítulo, intento resumir las aportaciones principales de la misionolo-
gía (teología misionera) actual (propiamente de finales del siglo XIX
y de todo el siglo XX); son datos siempre válidos, de mucho mérito
teológico e histórico, pero que necesitan abrirse a nuevos horizontes.
En los siguientes capítulos trato de iniciar esta apertura, teniendo en
cuenta las huellas de Dios en todas las culturas y religiones (c.III-V),
que esperan y desean, de algún modo, el encuentro con Cristo como
sorpresa de Dios-amor (c.VI). Constato y resumo una acción misio-
nera durante toda la historia eclesial (c.VII). Indico el camino para
llamar a formar parte de la comunidad eclesial de Jesús (c.VIII). Pre-
sento las urgencias pastorales de anuncio y testimonio por parte de
una Iglesia renovada, así como la necesidad e importancia de la vo-
cación y espiritualidad misionera (c.IX-X).
En este proceso de «apertura misionológica» hago hincapié en la
importancia del «Padre nuestro» y del «mandato del amor», como
punto de referencia de la misionología actual, mientras que no dejo
de presentar las diversas dimensiones de la misión: Dimensión teoló-
gica, antropológica, sociológico-cultural; dimensión trinitaria; di-
mensión cristológica, salvífica y pneumatológica; dimensión históri-
ca; dimensión eclesiológica y escatológica; dimensión pastoral y
espiritual. La misionología tendría que ser la reflexión teológica so-
bre cómo hacer llegar el mensaje cristiano de «Dios es amor» (1 Jn
4,8.16), que es invitación y llamada a «vivir el amor y, así, llevar la
luz de Dios al mundo» (DCe 39).
He redactado este «manual» de misionología con la audacia y la
libertad que comunica la contemplación diaria y pausada de la Pala-
bra de Dios contenida en la revelación, celebrada en la liturgia, en
relación con la Eucaristía (celebrada y adorada) y releída en la vida
de tantos apóstoles inmersos en las diversas culturas de todos los
continentes. La lectura asidua del Magisterio misionero (como conti-
nuación de la predicación apostólica) ofrece grandes respiros de li-
bertad, abre nuevos horizontes a la reflexión teológica, a la acción
pastoral y a la vivencia de la misión. Mis afirmaciones, aquí publica-
das, podrán parecer atrevidas y aventuradas; pero están escritas con
el mayor respeto a todos los estamentos de la Iglesia, incluyendo a
mis colegas teólogos de misionología, a quienes he leído y a quienes
cito abundantemente. De ellos he aprendido a «balbucear» la misión,
puesto que todos somos aprendices, hasta que llegue la visión y
el encuentro definitivo con Dios.
Resumo, pues, lo que he aprendido en la vida y en los libros,
especialmente auscultando la acción del Espíritu Santo (cf. Ap 2-3)
en las Iglesias particulares y en las comunidades locales de todos los
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