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RESURRECCIÓN DE JESÚS Y MENSAJE PASCUAL

Xavier Léon-Dufour

PARA AYUDAR A LA COMUNICACIÓN DE LOS RELATOS DE RESURRECCIÓN

He aquí, a título de ejemplo, algunas sugeren- que habla, sin tener la pretensión de decirlo
cias sobre la manera de abordar y de presen- todo, sino con la intención de indicar las
tar tal o cual relato evangélico sobre los orientaciones desviadas y sugerir algunas
acontecimientos de pascua. Es un exegeta el pistas válidas.

I. LA VISITA DE LAS MUJERES AL SEPULCRO


1. Tres peligros que deben ser evitados

a) Narrar los hechos brutos en sí mismos equivale a enredarse en dificultades considera-


— Presentar el «hallazgo del sepulcro vacío» de bles, si no insolubles, y suscitar cuestiones his-
suerte que pueda parecer una prueba de la resu- tóricas delicadas y sin verdadero alcance evan-
rrección, o incluso camino hacia la fe; ahora bien, gélico, como la del enterramiento.
según los textos, dicho hallazgo provoca sólo el b) Adornar la historia para hacerla más verosímil
desconcierto, sin ser nunca causa de fe (salvo en — Insistir en los detalles hasta el punto de
Jn 20, 8, donde el sentido del verbo «creyó» es que ya no estén subordinados a la totalidad
discutible). Al contrario de lo que a veces se ha del relato.
escrito en libros o revistas, los apóstoles nunca — Inventar cuadros narrativos imaginarios (la
afirmaron que el sepulcro estuviese vacío la ma- primavera, el camino recorrido, etc.) o motivos
ñana de pascua. Hablar así sería suponer que psicológicos para la búsqueda de las mujeres,
hubo proclamación apostólica del hallazgo, cuan- distintos de la unción o el deseo de «ver».
do ningún anuncio dice una palabra de ello.
— Dirigir la atención sobre la ausencia del cadá- c) Querer demostrar la fe en la resurrección
ver de Jesús o sobre los lienzos doblados es des- — Razonar de esta forma: «Resucitó, ya que no
viar al lector del mensaje que hay que transmitir está aquí». Los primeros cristianos no han esta-
y orientar el evangelio hacia la narración de un blecido una conexión intrínseca entre el sepul-
hecho diferente. La única presentación válida cro vacío y la fe en Cristo vivo; solamente han
consistiría en hacer ver con Jn el simbolismo reflexionado sobre su fe y han recordado que el
oculto en el detalle. sepulcro había sido encontrado vacío. El sepul-
— Entrar en los problemas de la datación de la cro vacío no es ni siquiera un fundamento se-
visita, del motivo de la ida de las mujeres, etc., cundario de la fe en la resurrección.

2. Tres pistas

Tras haber precisado una pista hay que escoger inesperada presencia de un joven que les re-
entre las diversas recensiones y ajustarse a ella vela la ausencia de Jesús y que les confía una
con rigor, más bien que querer decirlo todo misión dirigida a los discípulos, ellas se que-
mezclando las perspectivas. dan sorprendidas, asombradas, trastornadas.
a) Las santas mujeres. Su comportamiento Marcos deja a su lector ante el misterio que va
puede unificar la predicación. En la perspecti- a realizarse, sin revestirle de ninguna clase de
va del evangelista Marcos el oyente está invi- imágenes. En ningún momento del relato se
tado efectivamente a identificarse con ellas y a dice que las mujeres se inclinasen para cons-
seguir su camino. Salieron porque eran fieles a tatar que el sepulcro estaba vacío; efectiva-
Jesús; pero su fidelidad se dirige a un muerto. mente, la evidencia les llega por el anuncio de
Llevadas por la idea de entrar en el sepulcro la resurrección: Jesús ya no está allí. El lector
no prestaron atención a la piedra que lo ce- está invitado a recorrer paso a paso el itinera-
rraba. Cuando abandonan su proyecto por la rio que siguen las mujeres; si conviene volver-

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se hacia el pasado, es para encontrar en él un Para un judío el sepulcro no es simplemente
impulso mayor hacia el futuro, hacia el Señor una «última morada», sino el sheol, los infiernos,
que llega (cf. 196-199). o también el poder de la muerte, bestia cuyas
b) El mensaje del ángel constituye un punto gigantes fauces se disponen a devorar a los
de convergencia del relato y ofrece un centro hombres. Cerrado por la piedra, manifiesta que
que puede también unificar la predicación. El la muerte triunfó sobre la vida. Abierto, porque
nexo crucificado/resucitado expresa la rela- la piedra fue retirada a un lado, simboliza la
ción esencial que une el presente con el pasa- derrota de la muerte. La piedra corrida o el se-
do, todavía hoy. «No está aquí» podría ofrecer pulcro abierto es lo que condensa en un símbolo
a la predicación un leit-motiv. ¿Dónde está el triunfo de Dios sobre la muerte.
Jesús? ¿Se puede decir de antemano dónde Entonces se comprende el espectáculo que
está? ¿No se debe decir primero simplemente presencian las mujeres, probablemente en plena
que no se sabe? ¿Voy a buscar a Jesucristo en noche, como hemos dicho en el capítulo 8. Con-
el pasado, en el sepulcro? ¿Estoy dispuesto a trastando con las tinieblas aparece resplande-
salir con paso firme hacia el futuro en que me ciente el ángel del Señor. Como en el momento
saldrá al encuentro? de la muerte de Jesús, la tierra tiembla ante la
¿Cómo encontrarlo? Es Lucas el que nos va a faz del Señor. La piedra no es causa de inquietud
guiar. A despecho de una lectura superficial, para las visitantes ni el que esté corrida es obje-
Lucas no centra la atención en la constatación to de comprobación: tiene por función inmedia-
del sepulcro. Según él el Viviente es el que nos ta no el permitir a las mujeres la entrada sino
ha hablado antes y que va a hablarnos todavía; simbolizar el objeto del conflicto entre el hom-
es preciso volver siempre a ese pasado que ha bre y Dios. Al sentarse sobre la piedra, el ángel
sido narrado en el evangelio, pero que hoy se del Señor significa el triunfo definitivo de Dios
nos hace presente por el Resucitado. sobre la muerte Los guardias quedan como
c) La piedra corrida desempeña un papel im- muertos; los enemigos están vencidos; el men-
portante en los cuatro relatos, pero es en Mateo saje ya se puede entregar a las mujeres. El hom-
donde se convierte en el principal símbolo para bre puede interrogarse ante la muerte, cuya
una predicación. experiencia continuamente se le impone.

II. LA APARICIÓN A LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS

La dificultad que encuentra el predicador late en el y que, por lo tanto, el asunto estaba concluido;
carácter a la vez dogmático y psicológico que uni- sin embargo, al encontrar vacío su sepulcro, las
fica este relato; por consiguiente sería preciso no mujeres afirman que está vivo. A pesar de saber
sacrificar ni uno ni otro de estos aspectos, sino esto, están tristes, destrozadas por la muerte
hacerlo de tal suerte que la finura de la descrip- que ha matado al Justo. Saber no es ver. ¡Cuánta
ción fuese la primera floración de la riqueza dog- ciencia en nuestros días! Pero qué poca certeza
mática. También conviene profundizar en la ana- y, en consecuencia, qué poca esperanza.
logía de situaciones en que se encuentran los pe- b) El encuentro con el Resucitado se hace
regrinos de Emaús y los oyentes contemporáneos. progresivamente, y este irse abriendo de los
Vemos a los discípulos que, como nosotros, ojos merece una descripción. Sin embargo no
han oído hablar del Resucitado, pero no lo han conservaremos más que los dos modos de co-
«visto»; son conducidos a encontrarle en el ca- municación con los que Jesús se hace conocer.
mino por el que van, en la Palabra y en el Pan. El encuentro se hace en la palabra que el
Éste es también nuestro itinerario de hoy, cual- desconocido les dirige, y no por cualquier su-
quiera que sea el grado de experiencia religiosa blime teofanía que saciase el deseo de lo extra-
al que hayamos llegado, pues todavía media ordinario, ni por la invitación a fijarse en los
mucha distancia entre escuchar y experimentar rasgos humanos y maravillosos que él dejó so-
y este foso ha de irse rellenando sin cesar. Siga- bre la tierra. Es recordándoles las sagradas Es-
mos, pues, las tres etapas de este encuentro. crituras como Jesús les lleva a comprender lo
a) Sin esperanza. Los discípulos saben que Je- que ha sucedido. Lo que Dios quiere no es un
sús, profeta grande ante Dios, murió crucificado éxito clamoroso sino la aceptación del sufri-

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miento según un misterioso designio que prefi- c) Los discípulos se convierten en testigos en el
gura la suerte del siervo de Dios en el canto del sentido de que van a comunicar a sus hermanos
profeta Isaías. Por consiguiente, la cruz no es el descubrimiento que acaban de hacer. Habían
una catástrofe, sino una dimensión necesaria de partido, se habían puesto en camino probable-
la existencia. Todo eso no se aprende sino escu- mente abandonando a sus hermanos; pero vuel-
chando la palabra. ven a la comunidad. No hay que pensar que, al oír
Pero uno no comprende que lo ha entendido, decir que el Resucitado se había hecho ver de
no se da cuenta de que el corazón estaba ar- Simón, los discípulos se hubiesen sentido frus-
diendo sino en el momento de la fracción del trados: eso sería incurrir en una explicación psi-
pan, y más exactamente en el momento de la- cológica completamente humana, como si los
separación. El huésped invitado a quedarse a la discípulos hubieran querido conservar la priori-
velada se convierte en el huésped que da de dad del descubrimiento. Por el contrario, la in-
comer. En este momento los ojos de los discípu- tención de Lucas es mostrar que Cristo se mani-
los se abren. Pero no para ver con los ojos cor- festó a todos, y que todos pueden celebrarlo.
porales, sino para comprender y captar la pre- Un símbolo unificador se encontraría en el
sencia de Jesús en el momento en que desapare- tema del camino y del encuentro, que le es fami-
ce. La relación que se establece con el Resucita- liar a Lucas. El Resucitado nos alcanza en nues-
do no pertenece al orden sensible —verle o to- tras empresas, en nuestras andanzas, acaso
carle— sino al orden de la audición de la palabra también en nuestras «huidas», siempre dispues-
y de la comida sacramental. to a hacerse reconocer.

III. APARICIÓN A LOS DISCÍPULOS REUNIDOS (Jn 20, 19-29)

Ante todo, el predicador tiene que manifestar la Cristo haciendo creer que está espacialmente
dimensión eclesial de la aparición: se trata de la distante de sus discípulos, y que de alguna
fundación de la iglesia a la que pertenecemos. forma está dotado de poderes mágicos. Cristo
a) Situación. Jesús se presenta «el primer exaltado al cielo en su gloria, si quiere, puede
día de la semana» u «ocho días después», es hacerse presente a pesar de los obstáculos que
decir, que nos encontrarnos en el «domingo», erijan los hombres y, sobre todo, a pesar del
que es cuando tiene lugar la asamblea litúrgi- miedo. Simbólicamente Cristo está presente
ca. El evangelista ha querido exponer el senti- más allá de los muros dentro de los cuales los
do del domingo en sus orígenes. ¿Qué ocurre hombres se encierran.
en este día? No hay inconveniente en hablar Al decir «Paz a vosotros», Jesús demuestra
de «conmemoración» del acontecimiento pas- positivamente la iniciativa que toma. No es un
cual; pero todavía habría que saber qué se deseo al que correspondería en los que le oyen
entiende exactamente con esto. Muy a me- una posibilidad o una eventualidad; es un don,
nudo se trataría de un recuerdo del aconteci- conferido actualmente del mismo modo que en
miento pasado, el que tuvo lugar hace unos la profecía o en el evangelio se realiza el anuncio
dos mil años, por el que Dios resucitó a su Hijo de la buena nueva (Is 40, 9; Mc 1, 15). Esta paz
y por el que Jesús se manifestó a sus discípu- no es un sentimiento que provenga del hombre,
los. Pero este pasado no tiene interés si no sino un don concedido por Dios mismo (cf. Jn 14,
repercute en el tiempo presente que vivimos. 27); habría que manifestar la riqueza del tér-
Conmemorar quiere decir actualizar una pre- mino en el pensamiento bíblico: salud, salvación,
sencia, que ciertamente es del pasado, pero justicia y reconciliación... Todo eso ya no está
también de hoy. La asamblea del pueblo cris- ligado a la presencia terrena de Jesús, sino a su
tiano debe actualizar cada domingo la presen- victoria sobre el mundo (16, 33).
cia viva de aquel sin el cual no existiría. Si Jesús muestra sus manos y su costado es
b) El encuentro del Señor. El tema de la ini- porque el Viviente quiere hacerse reconocer
ciativa permite no sobrevalorar el fenómeno como aquel que había sido crucificado. El pre-
de Jesús que pasa a través de las puertas ce- dicador no debe insistir en la materialidad de
rradas. Juan no pretende localizar el cuerpo de las llagas del Resucitado; puede incluso preci-

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sar que el evangelista no dice que los discípu- la escena está introducida por las reflexiones
los hayan tocado al Señor. Sobre todo ha de de Tomás y se concluye con la palabra de Je-
hacer ver el alcance simbólico del gesto. Con él sús: «¡Dichosos los que sin ver creen!». Tam-
se expresa la necesidad del creyente de refe- bién hay que leer este relato como un relato
rirse siempre a la historia pasada. No se puede especialmente dirigido a todos aquellos que,
abolir, a no ser por una abstracción engañosa, como Tomás, como los lectores del evangelio
el acontecimiento originario; hay que volver a al fin del siglo primero, no han «visto» ni ve-
él sin cesar y no para quedarse en él, sino para rán al Resucitado, a diferencia de los discípu-
fundamentar el encuentro actual del Señor. los privilegiados. ¿Es posible creer, puesto que
Finalmente los discípulos se llenan de ale- ya no se puede ver? ¿En qué puede apoyarse la
gría. Esta alegría no se puede confundir con un fe? La cuestión es actual y corresponde a
sentimiento puramente humano, sino que signi- nuestros problemas acerca de las relaciones
fica la eclosión de una experiencia única y defi- entre razón y fe. El predicador podría, por
nitiva: «vuestra alegría nadie os la quitará» (16, tanto, en filigrana, hacer captar el parecido de
22), es «perfecta» (15, 11). La iglesia vive en la nuestra situación con la de Tomás, a condición
alegría, está «salvada»: ya nada puede abatirla. de hacer reconocer en primer lugar que todos
Ha de actualizar siempre en sus asambleas el nosotros somos «incrédulos» en el mismo
encuentro con su Señor. seno de nuestra fe.
c) La misión aparta a la iglesia de un siempre Tomás no quiere prestar su fe al testimonio
posible hundimiento en la ilusoria satisfacción de los demás discípulos, sino que, como ellos,
de «poseer» a su Señor. Es el Señor quien triunfa quiere experimentar la presencia del Resuci-
sobre el pecado que arrebata al mundo la paz y tado, un «ver» que se convierte en un tocar
la alegría. Por eso envía a sus discípulos. La no- sensible. Jesús le concede hacer lo que pedía,
vedad de esta revelación consiste en que esta pero añade una invitación a creer; no le niega
misión, a través de la misión propia de Jesús, es la experiencia sensible, pero le exige la fe ver-
la misión del Padre: no hay más que una misión dadera, dejando en la ambigüedad el acto de fe
(Jn 17, 18) y esto infunde confianza, pues la mi- que va a hacer. Pero Tomás, sin que se diga
sión de Jesús se realizó plenamente a través de que haya tocado sus llagas, confiesa inmedia-
su elevación en la cruz. tamente su fe. La misma palabra de Jesús ha
Jesús no solamente revela el origen de la suscitado en él fe y Tomás «vio» al Resucitado.
misión sino que facilita de hecho el único ac- En cierto sentido Tomás ha superado la prue-
tor que puede conducirle a buen término. El ba de la fe, puesto que ha respondido con una
soplo creador (Gen 2, 7) hace del discípulo espléndida proclamación que se apoya sobre
una nueva criatura, renacida (Jn 3, 3-5), capaz la sola palabra del que así se le manifestaba.
de atestiguar la verdad, también capaz de ac- En otro sentido merece un cierto reproche que
tualizar el juicio inaugurado por Jesús durante interesa situar exactamente.
su vida terrena. El proceso de un día es el pro- «¡Dichosos los que sin haber visto creen!»,
ceso de siempre, en el que el Espíritu da tes- dice Jesús. No se trata de la visión sensible ni
timonio en el corazón de los creyentes de que del tacto, sino de la experiencia inmediata del
la causa de Jesús es justa (16, 8-11). En este Resucitado. Tomás no ha aceptado el testimo-
marco conviene situar el poder de perdonar nio prestado por los discípulos; los creyentes
los pecados: no limitarse al «sacramento de la de hoy y de los tiempos futuros deben creer a
penitencia», sino ampliar la promesa a la di- través del testimonio de la iglesia que trans-
mensión del conflicto que enfrenta a Jesús con mite la tradición de los primeros discípulos.
el pecado del mundo. Jesús no critica las «apariciones» relatadas en
d) La aparición a Tomás es de hecho una apa- los evangelios, sino que felicita a los creyentes
rición al grupo completo de los discípulos. Tam- del tiempo futuro. Tal es la lección que da el
bién ahí conviene no limitar el horizonte de la Resucitado sobre la «tradición» en que nace-
escena con consideraciones psicológicas que mos a la fe, y sobre la imposibilidad de recla-
tienden a hacer perder lo esencial. mar unas pruebas personales por parte del
La situación es la misma que antes; ocho Resucitado: estamos embarcados en la nave
días después, o sea, el domingo siguiente. Pero de la iglesia.

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IV. LA APARICIÓN A LOS ONCE (Lc 24, 36-49)

Este relato es más descriptivo que el prece- identidad del Resucitado con Jesús de Nazaret
dente y corre el peligro de inducir a conside- (tema del reconocimiento).
raciones desmesuradas acerca de tal o cual En la misma línea, el desarrollo sobre la in-
elemento de la narración, con detrimento del terpretación de las Escrituras coincide con lo
todo (cf. capítulo 9). La dificultad afecta sobre que se ha dicho a propósito de Emaús: la ley de
todo a los pasajes que tienden a hacer que la existencia según el plan de Dios.
uno «se imagine» la escena; no hay forma de El desarrollo sobre la misión confiada recla-
esquivarlos, pero hay que hacerlo de suerte ma lo que hemos indicado más arriba como
que no aparezcan presentados en sí mismos, constitutivo de la iglesia; convendría mostrar la
sino que se contrapesen siempre con los pasa- concepción lineal de la historia: la iglesia fue
jes más «espiritualizantes», como la iniciativa fundada en pentecostés y debe esperar el reto-
de Jesús. mo de Jesús al fin de los tiempos.
Una primera pista parece que se puede se- Finalmente podría situarse la escena en un
guir sin inconvenientes: mostrar cómo se con- ambiente de cena eucarística. A condición de
centra todo alrededor de la afirmación de Jesús: poner de relieve lo que entonces significaba la
«Soy yo mismo». Volvemos a encontrar aquí la cena (cf. Act 10, 41), expresión que indica como
preocupación de la tradición por subrayar la ninguna otra la comunidad de vida.

V. LA APARICIÓN A MARÍA MAGDALENA (Jn 20, 11-18)

No podemos extendernos sobre esta narra- cuando necesariamente interviene la misión:


ción que, bajo un cierto aspecto, presenta el yendo hacia los hermanos, María abandonará su
mismo interés y las mismas dificultades que pasado y descubrirá un nuevo modo de presen-
el relato de Emaús. Sin embargo, es, de alguna cia de su Señor.
manera, más completo, pues presenta muy Si el predicador quiere subrayar algunos as-
claramente la triple dimensión de los relatos pectos psicológicos de la escena, como el llanto
clásicos de aparición: iniciativa, reconoci- de María, puede hacerlo, pero a condición de
miento, misión. darle una dimensión teológica, apoyado en el
El tema del reconocimiento está particular- sermón de la cena. «Sino que vuestros corazo-
mente cuidado. La atención de María está cen- nes se han llenado de tristeza por haberos dicho
trada sobre el pasado; se trata de arrancarla a esto. Pero yo os digo la verdad: os conviene que
este pasado y a su pasado. Debe descubrir una yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a
nueva manera de entrar en contacto con el Cris- vosotros el Paráclito» (16, 6-7). «Lloraréis y os
to viviente y experimentar en qué consiste la lamentaréis... Estaréis tristes, pero vuestra tris-
presencia a través de la ausencia. Entonces es teza se convertirá en gozo» (16, 20).

VI. LA ASCENSIÓN

Ante todo hay que escoger uno de los tres tex- María; quizás sea la ocasión de lucir sus cono-
tos (Mc 16, 14- 20; Lc 24, 50-51; Act 1, 3-11), cimientos arqueológicos, pero esto es segura-
pero sin perder de vista ninguna de las preci- mente desviar la atención de lo esencial. Otros
siones teológicas hechas en el capítulo 2 de predicadores han imaginado que Jesús duran-
esta obra. Recordemos brevemente algunos de te su elevación iba viendo los lugares donde
los peligros a que está expuesto el predicador había vivido: Belén, las calles de Jerusalén, el
en la presentación de este misterio. El primer Gólgota... y hacía sus comentarios al respecto.
peligro consiste en querer describir la escena, Finalmente, es peligroso insistir en la cronolo-
leyendo según convenga entre líneas, a fin de gía de los cuarenta días, en la localización (la
«hacerla más viva». Algunos no tienen reparo derecha de Dios) y, sobre todo, en todo aque-
en decir que Jesús hizo un rodeo por Betania llo que evoque una «subida en globo» o la ne-
para ir a saludar a sus amigos Lázaro, Marta y blina de la nube, el cielo claro...

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Existe, pues, el peligro de querer visualizar que los psicólogos unánimemente reconocen el
el misterio y también puede haber desplaza- valor simbólico del arriba y del abajo y que el
mientos de acento desde el punto de vista teo- cielo no es un lugar adonde se va, sino una per-
lógico. Al expresar el tema de la separación, de sona a quien se encuentra. Se sentirán menos
la partida, de la preparación de los puestos por propensos a identificar la ascensión con una
parte de Jesús, a veces se acaba subrayando subida a la estratosfera y a pensar como Gagarin
que la tierra es este «triste valle de lágrimas», que uno va a encontrarse con Dios al pasar al
un pobre lugar de tránsito, y que los creyentes cielo superior. Esto supuesto, hay que evocar la
debieran estar poseídos por la nostalgia de la cosmología de los antiguos. La tierra se concibe
eternidad... Todo esto no es más que una pobre como una especie de plataforma bajo la cual se
caricatura de la esperanza. encuentra el sheol y sobre la cual están colocados
Esto supuesto, hay que reconocer que no se los diversos cielos. Para significar que Jesús es
puede presentar el misterio sin adoptar una cier- constituido Señor, se le representa recorriendo
ta cosmología para exponerlo. Nuestros contem- los cielos y los infiernos; pero eso no es sino un
poráneos se sonríen cuando se les fuerza a seguir vehículo de la fe que permite expresar el triunfo
objetivamente la subida al cielo; no llegan a ima- definitivo de Jesucristo. El predicador deberá, por
ginarse que no se puede hablar sin un lenguaje tanto, evocar sobriamente esta forma de repre-
simbólico. Por tanto, es indispensable invitar a sentar el universo, a fin de mostrar que no toma
los oyentes a que se sientan poetas, o al menos ingenuamente a la letra las imágenes y los símbo-
como niños. A este respecto se puede recordar los empleados para expresar el misterio.

1. La afirmación fundamental (Mc 16,19)

Lo esencial se resume en la fiesta de Cristo, rey y nado de relación entre Cristo y los discípulos.
Señor del universo (cf. Sal 110, 1), como lo indi- Esta separación implica la espera del retorno y
ca claramente la tradición sobre Cristo exaltado de la parusía. Pero al mismo tiempo no está pre-
al cielo (capítulo 2). Por lo tanto, interesa captar sente en esa separación la tristeza que normal-
el sentido simbólico de la «subida al cielo». mente acompaña a toda separación, sino que es
No significa en modo alguno que desde ahora la alegría la que invade los corazones a causa de
ha quedado establecida una distancia entre el la promesa del Espíritu Santo. Los discípulos
cielo y la tierra, sino al contrario, que el Resuci- alcanzan un nuevo modo de presencia a través
tado, constituido Señor, está presente en todos de la ausencia.
los puntos del universo. b) La exaltación por encima de los cielos,
Simboliza la exaltación como subida: «Subo es decir, la presencia continua (cf. Mt 28, 20).
hacia mi Padre, que también es vuestro Padre» (Jn En esta línea, lejos de describir la subida», se
20, 17). Por el contrario, la nube tiene una función subraya la situación adquirida en lo alto, gra-
secundaria, ya que forma parte del aparato ex- cias a la cual Cristo ejerce el señorío sobre la
terno de las teofanías: oculta y a la vez revela al tierra en su conjunto. De ahí se sigue una
personaje divino que acompaña o sostiene. nueva concepción de la relación tierra/cielo,
Se pueden seguir dos líneas de exposición: que se refleja en el desarrollo paulino de la
a) La separación de los discípulos (Lc 24, 50- carta a los efesios: estamos con Cristo senta-
51), que indica el término de un modo determi- dos en los cielos.

2. La misión

Perfectamente comprensible por parte del Se- Bajo otro aspecto, el predicador podría expli-
ñor que domina la tierra entera, la misión pue- car la relación que une en adelante misión y con-
de ser presentada en detalle conforme a la ma- templación. El cristiano no puede quedarse con
nera propia de las diversas recensiones. Parece la mirada clavada en el cielo, sino que, acordán-
preferible no subrayar las «señales» de que dose de la palabra del ángel: «No está aquí», ha
habla fMc, sino poner de relieve el universalis- de actualizar la nueva presencia por la misión
mo que se abre camino. que concierne a todas las naciones.

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Esta misión acaba coronando la triple di- quedarse con la mirada fija en el aire, en la di-
mensión que caracteriza a las apariciones del rección por la que se ha ido, sino que han de
Resucitado. Puesto que los discípulos han re- cumplir la misión confiada por Jesús y hecha
conocido a Jesús en el Resucitado, no pueden posible por el Espíritu.

VII. TEMAS

Imprimiendo otro sesgo a sus explicaciones, el sucitado hace que valoremos la celebración
predicador puede servirse en ellas de las indi- litúrgica durante la cual Cristo se hace presen-
caciones que los distintos capítulos de esta te. El enraizamiento de la iglesia en este perío-
obra ofrecen. Nos limitamos aquí a hacer algu- do privilegiado contribuye a evitar que la co-
nas sugerencias en este sentido. La triple di- munidad eclesial se convierta en sociedad
mensión de los relatos de aparición puede ser constituida naturalmente. Finalmente el seño-
útil para caracterizar la existencia del discípu- río del universo inaugurado por Jesús sigue
lo. El tema de la comida en común y con el Re- siendo una indefectible fuente de esperanza.

Xavier Léon-Dufour, Resurrección de Jesús y mensaje pascual. Salamanca: Sígueme, 1974, pp. 335-346

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