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Sueño de una noche de septiembre.

El 15, el grito, la noche mexicana que le dicen. Ya sabemos que después de todo, el nacionalismo
mexicano es enteramente superficial, ora por el hecho de que quienes festejamos el famoso “grito
de la independencia” solo nos sabemos la historia que nos ha vendido el gobierno a modo de
doctrina, ora porque ni siquiera nos interesa ir a informarnos sobre lo que verdaderamente
representa un nacionalismo o un patriotismo a ultranza, pero en fin, el caso es que en este día todos
se nos ponen muy patrióticos sin saber a ciencia cierta cómo ocurrió lo que ocurrió mientras se
pintan banderitas en “zucaritas” o se acomodan un mostacho prusiano en el “hocico”, con perdón
de las bestias que muy bien tienen acondicionada su boquita pa´comer, ah pero también no falta el
que se compra su sombrero charro con el típico lema pop-mainstream-hipster-
megaindustriadelacultura que dice poéticamente lo siguiente: ¡Viva México cabrones!

… Que le vamos a hacer, el 15 ya está aquí, el grito ya llegó y la noche mexicana se festeja porque
se festeja ¡ah que sí! Por los huevos rancheros de mi compadre que esta noche nos ponemos bien
“pedos” con tequila y pozolazo. Acompáñenme a ver esta triste historia de una noche del 15 de
septiembre.

Los preparativos.

Todo comienza un día que llegas a tu chamba, caminas por la calle o llegas a la casa de tu pareja y
ves una serie de distintivos colgantes en colores trinitarios; el verde que disque pa’ que tengamos
esperanza y algún día las buenas vibras nos alcancen como nación porque la neta si estamos bien
“pinchis” jodidos, el blanco que pa´ que la unidad de los mexicanos nunca perezca, aunque sabemos
que como ‘jijos de la chingada’ que somos nos importa un reverendo chile verde, así que pura
“pose” como la del águila en el nopal ´ya tu sabe’, y el rojo, es el color de la sangre de quienes dieron
su vida por la patria, ándenle mis chingones ora si, pues por esta patria hay que morir porque si no
se la lleva ¿adivinen quién? …Efectivamente mis camaradas y hermanos mexicanos: ¡la chingada! La
misma que nos esta llevando a todos en este momento, no cabe duda de que entre mexicanos nos
entendemos a toda madre.

Pero bueno, les platicaba que de repente te das cuenta de que ya se llegó septiembre, o sea que ya
estamos a la mitad del año y esto ya “valió madre”, así que ya puestos en acción filosófica sobre el
tiempo y su devenir nos ponemos a reflexionar profundamente acerca del sentido último de nuestra
nación y hacia dónde se dirige nuestro espíritu mexicano ¿cómo no?, pensamos en los proyectos de
nación, en su economía, en el papel de nuestros representantes, hacemos una valoración crítica
sobre el devenir del sexenio que termina y nos sentimos super orgullosos, pues nos alcanza el estado
de plenitud y satisfacción de que como mexicanos hemos podido alcanzar un estadio democrático
ejemplar para otras naciones, en ese momento entonces nos asalta el espíritu festivo, queremos
celebrar la mexicanidad, a la mexicana y entre mexicanos, en eso consiste principalmente el corazón
de nuestro festejo septembrino: en la ilusión, en la apariencia y en el sueño de que todo va bien y
de que posiblemente nada pasa en nuestra patria, más que cosas buenas. Como mexicanos
festejamos en grande, ya que del tamaño de la ilusión es el derroche, el derroche que oculta la
fantasía, el sueño y el auto-engaño, la mala fe diría nuestro buen amigo Sartre.
El festejo.

Ya llegado el día de la fiesta los mexicanos solemos agruparnos por clanes, distribuidos por medio
de complejos sistemas de parentesco, pero también guiados por un sistema turbo-lógico de
compadrazgos, el 15 representa lo más fraterno del mexicano claro que sí, pero también lo más
continuo de las relaciones de poder y de los roles sociales nacionalistas, verbigratia; los hombres se
van por el “chupe”, mientas las mujeres se encargan de la limpieza y de la botana, igual que un solo
“pariente” se pone a dar el grito en el parque mientras los demás lo deben secundar con vítores y
griteríos, todo esto en medio de un furor efervescente que a cada segundo se pone más intenso; el
mexicano que va padeciendo su propia mexicanidad minuto a minuto, hágame usted el chingado
favor, así que ¡Aguas frescas! No sea que le vayan a hacer de chivo los tamales.

Pero el “wateque” comienza desde muy temprano, pues los “compas” se lanzan apenas pueden por
sus “pomos”, “chelas” y se organizan pa´ ver el grito por la noche, se reúnen las familias, los amigos,
los compañeros de trabajo, se adornan sus vestidos con moñitos, detallitos y cositas mexicanas,
todo esto para dar realce al día tan “significativo” que es pa´ nosotros. En este día pues no puede
faltar el lenguaje tan icónico del mexicano, ese tan nuestro que hasta parece que los médicos nos
lo instalan al nacer: el de doble sentido, nuestro albur mexicanote. Así pues, no tardan en dejártela
“Irene” apenas pides el chile habanero pa´ tu tostada, y como no puedes abandonar el orgullo de
ser mexicano en este día tan especial, pues los invitas al centro cuando te piden las picaditas; el
chiste consiste, así parece, en pasárnosla chingándonos todo el tiempo, porque hasta a quien “no
tiene vela en el entierro” de pronto ya te albureó bien sabroso, la tía chabela, por ejemplo, a quien
inocentemente solo le pediste unos frijoles de olla.

Llega así el momento tan esperado de la noche, no el del grito, sino el de las cumbias y el karaokazo,
pues para este momento ya todos nos encontramos tan “entonados” que nos vale tres hectáreas
de verdolaga prestarle atención al “goey” del balcón en la tele, solo el tío Aquiles Meo de la Torre
se lo toma tan en serio que se la pasa callando a la gente para escuchar las “vivas” satelitales.
Mientras tanto, la prima “artista” de la familia ya se armó con el micrófono para abrir el karaoke, de
uno a otro momento todos pasan de las baladas a las rancheras, y de ahí a las de banda, es entonces
cuando el festejo se convierte en lamento y todo alcanza su claridad, en realidad solo queríamos
pretexto para cantar nuestras tragedias, el gozo y el dolor se confunden, mientras la pena y la gloria
se encuentran fluyendo, hay quienes se agarran a “madrazos” y otros que se las arreglan bailando,
van de los dimes y diretes a los trancazos y mentadas de madre, y así pasamos de los abrazos a los
balazos, y allá en el fondo de la fiesta la prima ya está “perreando”, “Ello” bailando y “Ello” cantando,
nada que ver con nosotros, pues solo se trata de “Ello”. Así es nuestra bonita noche mexicana.

El after.

Y así despiertas el dieciséis con resaca y dolor de moralina, pues después de besarte con la comadre
de tu tía sí que te asaltan los juicios, ¿Por qué eres así? Te preguntas, pero ni modo ya todo está
hecho, no nos queda más que amachinar lo que venga y awanchar la realidad a lo mexicano, después
de esta noche nada ha cambiado, lo mexicano así continua, soñando con ser libre y conseguir su
independencia, aunque en el fondo, nada de “Ello” pueda volverse real. Este es el espíritu mexicano,
siempre soñando, siempre imaginando, sino anda tomando seguro anda chingando, ya sea de clase
o de la calle, lo único que quiere es chingar a su madre, porque como bien lo dice la rola: para que
todos chinguemos igual, pues… ¡viva México cabrones!

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