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Capitulo 5, la participación de los niños en la terapia familiar a través del juego

La familia es un sistema de relación, por lo tanto, la presencia del grupo familiar en pleno, incluidos los
niños, es esencial para comprender en una dimensión sistemática, el desarrollo histórico de la familia y
la situación actual.

La participación de los niños en la terapia de plantea, sin embargo, una serie de problemas que distan de
ser simples y pueden inducir al terapeuta inexperto a excluirlos precozmente del proceso terapéutico.

El niño es un símbolo, una proyección del comportamiento familiar, tanto problemas que los padres no
revelan, como un sostén para algún hermano, de allí que es una oportunidad incluirlos en la terapia,
también su actividad, acción, en términos relacionales promueven así la constitución de un terreno de
encuentro activo entre los adultos y el clan infantil.

Mediante el juego el niño puede encontrarse cómodo, percibir como familiar el contexto terapéutico,
expresarse a sí mismo y comunicar necesidades y estados de ánimo a los otros, también puede utilizar el
juego para aislarse, si la situación se vuelve demasiado ansiógena. Sobre todo al comienzo del
tratamiento es fundamental entrar en contacto con el niño mediante el juego, esto le permitirá sentir que
hay espacio para él, y así estará dispuesto a colaborar en el curso de la terapia.

El terapeuta debe tener su consultorio adecuado para el juego, pero también tiene que saber jugar.

El juego como medio para entrar en el sistema familiar

El juego puede ser un instrumento muy eficaz que permitirá al terapeuta ser aceptado dentro del grupo
familiar. El juego servirá en estos casos para redefinir el contexto terapéutico y para cambiar el tono
afectivo de la familia o de alguno de sus miembros. Así el juego sirve para romper con la rigidez de la
familia.

La dificultad reside en las diferencias entre los miembros, que puede ser que los padres se resistan a la
presencia del niño para una supuesta protección en el caso de los secretos, y la otra es porque tengan
miedo de que el niño revele asuntos de los padres.

Un peligro ulterior, una vez incluidos los niños, es el de establecer un contexto netamente adulto en la
sesión, donde se requiere al niño que asuma una actitud no natural para su edad, que comprenda
conceptos demasiado abstractos dé respuestas perfectamente lógicas, que esté sentado y quieto durante
toda la entrevista. Por lo que el terapeuta debe abrirse al niño, considerarlo persona, dándole los
correspondientes derechos de expresión y participación en la sesión terapéutica.

Así el juego ha sido considerado principalmente como una modalidad expresiva del niño, de sus
emociones, y de sus conflictos intrapsíquicos.

El Juego como medio para facilitar la participación de los niños en la terapia familiar

El juego es el elemento fundamental que hace posible incluir a los niños en la terapia de la familia sin
tratarlos como adultos en miniatura. Y que su inclusión mediante el juego puede ayudar a resolver
problemas entre hijos y padres. A la vez que el juego que incluya a la familia sirve para recoger
información de sus relaciones.
El terapeuta se presentara bajo un ropaje amistoso y tendrá a privilegiar canales comunicativos no
verbales, sobre todo cuando hablar sirve más para esconder que para revelar hechos y opiniones
importantes. En este sentido el juego como metáfora, el uso del espacio, la dramatización, la escultura
de las relaciones, puede fomentar la observación de transacciones familiares particularmente
significativas, en un contexto, como es el lúdico, que en general es bien aceptado por los niños y no
expone a los padres al peligro de sentirse juzgados.

El juego permite también observar la rigidez de la identificación de enfermedad y las relaciones a nivel
subsistemico y transgeneracional. Si una familia se organiza en un juego de movimiento en el que
participan todos, excepto el chico portador de las perturbaciones, que se mantiene aparte mudo y
aburrido, es probable que la identificación sea particularmente inflexible y que la familia como sistema
tema un cambio que sea amenazador.

El juego como modalidad reestructurante

Como el juego tiene poder de simplicidad y inmediatez, si se transmuta en un juego la conflictivilidad


de una pareja, la ambivalencia o la rigidez de una relación, se asiste a menudo, a través de la
visualización espacial del juego, a una dramática toma de conciencia de estados de ánimo y
comportamientos reiteradamente negados en el plano verbal, o por lo menos ignorados, así al respetarse
las reglas del juego, así el terapeuta puede evidenciar algunas de las reglas disfuncionales del sistema y
está en condiciones de convertirlas en reglas del juego, este ya no será una simple actividad lúdica, sino
que pondrá al desnudo con extrema claridad los limites y la inutilidad de ciertos comportamientos
relacionales, impulsando, en fin, a los participantes a redescubrir modalidades transaccionales nuevas o,
en todo caso, una mejor distribución de roles y funciones familiares.

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