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ENSAYO SOBRE CORTOMETRAJE “ALGUIEN MATÓ ALGO”

INTRODUCCIÓN

Analizar el film Alguien mató algo (o la última inocencia) (1999) supone de

entrada una interpretación estética, es decir, una reflexión sensible de lo

acontecido con el radical mundo al que se enfrenta la pequeña Heriberta,

donde su inusual posición y concepción del hombre y de la sociedad, la llevan

en una oscura e inquietante confrontación con la divinidad cristiana, evocando

más allá de las imágenes y los cuadros de diálogo, un gesto que irrumpe con

los fundamentos más arraigados de las creencias humanas. En esta medida, el

presente ensayo se encargará de dilucidar la apropiación del gesto dentro de la

obra cinematográfica, y revelar algunos matices estéticos que se contrastan

críticamente con nuestra realidad, marcada por un culto a lo divino y una

profanación a nuestro cuerpo y la capacidad de darse al placer.


DESARROLLO TEMÁTICO

Para empezar, es interesante observar los gestos de Heriberta en torno a las

pequeñas situaciones que rodean su vida, por ejemplo, el satírico momento en

que confiesa no beber de su propia sangre lamiendo la cruz. Este instante,

demarca una particularidad existencial, tal y como lo afirma Giorgio Agamben

(Argumento de autoridad) (1996) “La característica del gesto es que por medio

de él no se produce ni se actúa, sino que se asume y se soporta” (p.53).

Evidentemente, se habla de soportar una existencia, dado que sus gestos-ya

sean frente a la cámara o cuando miraba a las demás personas a los ojos-

dignificaban no un destino por sí mismo, sino una medialidad provocada por la

incertidumbre que jugaba en ella: el hilo que separa la vida de la muerte.

Cada acción de la protagonista simbolizaba una pista, un encuentro

permanente por verificar sus verdades, tan desafiantes en una sociedad donde

todo lo concerniente a la carne es “impuro” y detestable. Aquí, es relevante la

implicación de la sangre, puesto que, para aquella niña versada en textos, ese

líquido resultaba vital para el desarrollo humano, sobre todo porque podía ser

literalmente tomado como elixir de la eterna juventud, tal y como lo ejecutaba

“la condesa sangrienta” (alusión al título del libro de Valentine Penrose, 1996)

cuyas hazañas exhortaban cuan libro de cuentos con el que Heriberta se

quedaba dormida.
Frente a lo anterior, dichas exhortaciones provocaban en la pequeña un deseo

insaciable, una actitud abyecta, desinteresada del juicio moral de los demás y

distante de todo sentimiento de culpa. La construcción de este personaje, nos

permite apreciar en gran medida la valoración de la conciencia, lo que

realmente se expresa frente a una realidad que, a los ojos de todos, era un

constante pecado.

Sin embargo, sus insólitas representaciones de un ser en búsqueda de

convertirse en vampiro tendrían una seria consecuencia (argumento

causa/efecto): aquel vagabundo que observaba su comportamiento, no era otro

que la viva imagen de Jesucristo, salvador de los hombres y del mundo para la

religión cristiana-católica. El choque de pensamientos y creencias es latente, se

desprende desde una imagen a blanco y negro que el film mantiene de

principio a fin, un mutismo que da el toque de suspenso para presenciar la

lucha entre Heriberta y el hijo de Dios: la niña, con voluntad de afirmar su vida,

con el poder para negar la existencia de algo metafísico, emite consignas

similares a las nietzscheanas, (argumento por analogía) cuando dice “todo es

malo, el mundo es malo, Dios es malo, ¡nos hizo mal!”.

Entonces, estas diatribas contra lo sagrado, se traducen en gestos, en

experiencias que dan cuenta de la capacidad que tiene un ser humano de

llevar su ideal al límite: engaña a Jesús, toma sus manos para cortarlas, para

matarlo. La defensa de Heriberta no es otra que la de justificar su burla de la

muerte como una costumbre, tan paradojal como la idea de Epicuro cuando

sentencia “cuando tú eres, tu muerte todavía no es; y cuando tu muerte sea, tú

ya no serás” (García Norro, 2014), proclama misma que se manifiesta cuando

cae una gigantesca mano sobre ella, disolviéndolo y resolviéndolo todo.


CONCLUSIÓN

Como podemos ver, los gestos le dicen al film multiplicidad de significaciones

que muchas veces escapan a nuestras perspectivas, toda vez que estas

mismas nos llevan a tomar una distancia pertinente, logrando concebir

alcances y limitaciones sobre la realidad que atravesamos constantemente. Si

bien, el cortometraje pertenece a la ficción, nos muestra y demuestra una

tensión entre la cotidianidad y su idiosincrasia, esta vez reflejada como la

pasión religiosa enfrentada con la perspicacia sombría de una niña que

representa la ingenuidad y el olvido.


BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES ELECTRÓNICAS

-Agamben, G. (1996) Medios sin fin. Notas sobre la política. España: Pre-
textos.

-García, J. (2014) ¿Qué nos asusta de la muerte? Las lecciones de Epicuro


para tener buena vida.
https://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/escuela-de-filosofia/2014-
02-23/que-nos-asusta-de-la-muerte-las-lecciones-de-epicuro-para-tener-una-
buena-vida_92462/

-Navas, J. (1999) Alguien mató algo (o la última inocencia) Colombia:


Cinemateca Distrital / Laberinto Producciones / Ojo Tachado.

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