You are on page 1of 14

C a p í t u l o VI

LOS INTERESES DEL CONOCIMIENTO

E l e s q u e m a d e l a s d o s d im e n s io n e s : t é c n ic a y s o c ia l

El concepto central de toda la obra teórica de Habermas es el de «intere*


ses del conocimiento». En este capítulo nos vamos a ocupar directamente de
él. Dos posibles caminos se nos abren para el tratamiento de los «intereses
del conocimiento» '. El primero consistiría en una discusión frontal de ese
concepto habermasiano, que nos descubriera en él el germen teórico del
camino recorrido por Habermas hasta el momento presente (1977), en su
genial intento de llegar hasta una Teoría General de la Evolución Social
apoyada en una Teoría de la Competencia Comunicativa. Esta es la estrate
gia que seguí en otro lugar 12, estrategia que, a mi modo de ver, es más apro
piada para una investigación estrictamente académica que para una presen
tación del pensamiento de Habermas destinada al público34 . Por ello voy a
seguir aquí otro de los posibles caminos. Voy a situar el concepto haberma
siano de los «intereses del conocimiento» dentro de la trayectoria seguida
hasta ahora en el presente estudio. Creo que esta estrategia ayudará al lector
a una comprensión más lúcida del significado de este concepto central de
Habermas.
En los tres primeros capítulos de este estudio hemos visto cómo la Teo
ría Crítica de la Sociedad de Habermas se sitúa dentro de la gran tradición
filosófico-histórica y socioevolutiva que va desde Kant hasta Adomo-Hork-
heimer-Marcuse, pasando por Hegel, Marx y Freud *. Característico de esta
tradición central del pensamiento sociopolítico occidental es una forma pe
culiar de reflexión sobre la Historia humana, que puede ejemplificarse de un

1 Habermas habla indistintamente de Erkenntnismteressen (intereses del conoci


miento) y de erkenntnisleitenden Interessen (intereses directivos del conocimiento).
Nosotros usaremos siempre el primer término.
2 Ur e ña , E. M., Kritische Theorie und Religionsphilosophie. Eine Auseinanderset•
zung mil /. Habermas. Dissertation, Frankíurt 1976.
’ Y esto aun en el caso de que entre ese público se encuentren profesionales de
la Filosofía y de la Sociología. Esta estrategia está también en parte condicionada por
el carácter todavía explorativo de buena parte de las publicaciones de Habermas.
4 La recepción de Kant no la hemos tratado aquí con detenimiento, ya que 6U
explicación no es tan esencial como la que se refiere a Hegel, Marx y Freud. En bre
ve espero poder ofrecer al público un estudio sobre la Filosofía de la Historia de
Kant, como precursora del Materialismo Histórico.
LOS IN T E R E S E S D E L C O N O C IM IE N T O 93

modo intuitivo (aunque ciertamente muy rudimentario) con el siguiente es


quema:
------------------- ► Curso real de la Historia.
•*------------------- Mirada retrospectiva del filósofo de la Historia
o del teórico de la Sociedad.
------------------- ► Reconstrucción teórica del desarrollo histórico
según un cierto esquema.

Es decir: el filósofo de la Historia reflexiona teóricamente sobre la his


toria pasada con el interés práctico de descubrir ciertas pautas generales de
su desarrollo y de poder así orientar a los hombres en la tarea de ir haciendo
avanzar esa su historia en una forma cada vez más consciente y racional.
Esta postura se corresponde con la nueva relación entre teoría y praxis que
comentamos ya en el capítulo I. Pasando por alto diferencias muy importan
tes en los diversos autores (capítulos II y III), podemos ahora decir que
todos ellos reconstruyen teóricamente el desarrollo histórico de la sociedad
humana sobre lo que yo llamo el «esquema de las dos dimensiones», esque
ma que podría ejemplificarse (también aquí en una forma intuitiva y rudi
mentaria) así:
------------------- ► dimensión técnica: relación Hombre/Naturalcza Ext.
n
------------------- ► dimensión social: relación Hombre/Hombre.

Es decir: aquella mirada retrospectiva hacia el camino recorrido por la


Humanidad hasta el momento presente descubre a nuestros pensadores que
la historia de la sociedad humana se puede reconstruir teóricamente como el
desarrollo progresivo del dominio del hombre sobre la Naturaleza externa
(desde el palo hasta la máquina, desde la carreta hasta el avión y la nave
espacial, desde la lupa hasta el microscopio más refinado, etc.) y como el
desarrollo progresivo de las instituciones sociales de convivencia entre los
hombres (desde la horda hasta las relaciones internacionales, desde el despo
tismo hasta la democracia moderna, etc.). Ambas dimensiones del desarrollo,
aunque independientes en última instancia, están interrelacionadas y se in
fluyen mutuamente.
En los primeros capítulos hemos podido ver ya cómo esa interrelación
de ambas dimensiones constituye un punto crucial en los diversos intentos
de comprender teóricamente el desarrollo histórico, con el fin de reinfluir
sobre su curso futuro en una forma racional y consciente. Y hemos podido
ver también, por un lado, cómo la recepción de Hegel, Marx y Freud por la
primera generación de la Escuela de Frankfurt (en plena consonancia con
Habermas) se caracterizaba por el intento de reganar sus planteamientos
eminentemente críticos (en el sentido explicitado en el capítulo II) de la ¡n-
terrelación entre ambas dimensiones y por la denuncia de una caída en un
larvado reduccionismo del desarrollo histórico a una forma de progreso uni-
94 T E O R IA C R IT IC A DE LA S O C IE D A D D E H A B E R M A S

lineal, tipificado según el modelo de desarrollo propio de la dimensión técni


ca; mientras que, por otro lado, toda la carga crítica de los sociólogos fran-
cofurtenses estaba orientada a dinamitar el positivismo, no ya larvado, sino
militante, de la organización socioeconómica y política de nuestra sociedad
superindustrializada y del nuevo pensamiento dentista que la cimenta. Sir
viéndonos de nuestro sencillo «esquema de las dos dimensiones» podemos
entonces resumir: ante la creciente tendencia hacia la subordinación de la
dimensión social bajo los imperativos de la dimensión técnica, en el desarro
llo histórico moderno (tanto en el contexto social real como en el terreno
ideológico), la Teoría Crítica quiere rescatar la supremacía de la dimensión
social a través de una nueva comprensión teórica de la interrelación entre
ambas dimensiones que sea capaz de impulsar una nueva praxis liberadora
de un supertecnicismo deshumanizante. Veamos ahora brevemente cómo los
capítulos IV y V nos han colocado ya a Habermas de lleno en el intento de
llevar a buen puerto esta grandiosa empresa, en seguimiento de sus predece
sores.
En los capítulos IV y V hemos planteado respectivamente la crítica de
Habermas al contexto real sociopolítico-económico del supertecnicismo mo
derno y al desarrollo del pensamiento filosófico que culminó en el Positivis
mo de las Ciencias, aludiendo en ambos casos al entronque del planteamiento
habermasiano con el de la primera generación de la Escuela de Frankfurt.
Retrospectivamente podemos ver ahora que la problemática resumida en
nuestro esquema de las dos dimensiones jugaba en ambos capítulos un papel
central. La distinción entre trabajo (o acción dirigida a la consecución de un
fin) e interacción (o acción comunicativa) era, en definitiva, en el capítu
lo IV el instrumento teórico con el que Habermas nos esbozaba un esquema
interpretativo de la evolución de la sociedad (desde las sociedades primitivas
hasta las sociedades modernas, pasando por las sociedades tradicionales), es
quema en el que insertaba su análisis de la sociedad capitalista contemporá
nea. Su diagnosis sobre esta última era allí también la de la tendencia cre
ciente de la dimensión técnica a invadir y a eliminar la dimensión social o
de la moralidad. Y su búsqueda de solución no iba por el camino de llegar
hasta un nuevo tipo de Técnica no opresora (como, en parte, Marcuse), sino
por el de llegar hasta una nueva relación entre Técnica y Política, que devol
viera a esta última la racionalidad pretendidamente monopolizada por la
Técnica. El tratamiento de la trayectoria histórico-filosófica que abocó en el
Positivismo de las Ciencias discurrió en el capítulo V como una reconstruc
ción de la pérdida de la unidad entre la Filosofía y las Ciencias, pérdida que
tomó la forma de una absolutización del método propio de las Ciencias de la
Naturaleza como único criterio de cientificidad, y que llegó a su culmina
ción en la sustitución de la Teoría del Conocimiento por una Teoría de la
Ciencia. Al final del capítulo veíamos que la tarea que Habermas se proponía
era la de llegar a fundamentar una Teoría del Conocimiento que restablecie
ra, en una forma nueva, la relación entre Ciencia y Filosofía, entre Ciencias
de la Naturaleza y Ciencias del Hombre.
LOS IN T E R E S E S D E L C O N O C IM IE N T O 95

Pues bien, ahora podemos decir que el concepto de los «intereses del
conocimiento» es el instrumento teórico que le va a permitir a Habermas
resolver el problema de la interrelación entre las dos dimensiones de nuestro
esquema, tanto en la vertiente del contexto real sociopolítico-económico
como en la vertiente histórico-filosófica. O dicho de otra manera: es ese con
cepto el que va a permitir a Habermas dar un decisivo paso adelante en la
elaboración de una Teoría de la evolución social (tema iniciado ya en nues
tro capítulo IV) y poner el fundamento para una nueva Teoría del Conoci
miento (tema iniciado ya en nuestro capítulo V). Y lo que es aún más im
portante: ese concepto va a permitir a Habermas realizar esa doble tarea
a la vez, es decir, le va a permitir fundamentar una Teoría del Conocimiento
como Teoría de la Sociedad 5. Comencemos entonces ya con el estudio de los
«intereses del conocimiento».

E l in t e r é s t é c n i c o y e l i n t e r é s p r á c t ic o

En su obra central Erkenntnis und Interesse define Habermas así estos


dos intereses del conocimiento: «Llamo intereses a las orientaciones básicas
enraizadas en las condiciones fundamentales de la posible reproducción y
autoconstitución del género humano, es decir, en el trabajo y en la interac
ción»*. Con esta definición nos sitúa Habermas el concepto de «intereses
del conocimiento» dentro de lo que nosotros hemos llamado el esquema de
las dos dimensiones. ¿Qué significa entonces, en el contexto de ese esque
ma, la definición de los intereses del conocimiento como «orientaciones bá
sicas enraizadas en las condiciones fundamentales del proceso de autoconsti
tución del hombre»? Esa definición significa que el conocimiento humano no
puede ser explicado independientemente de lo que una reflexión sobre el
proceso histórico nos enseña acerca del hombre: que éste se especifica frente
al animal por el doble hecho de ir transformando las condiciones materiales
que determinan su relación con la Naturaleza externa y las normas que re
gulan las relaciones de los individuos entre sí. Comentemos cada uno de
estos dos aspectos por separado.
Las Ciencias de la Naturaleza y la Técnica median la relación del hom
bre con la Naturaleza. Ellas son las que permiten al hombre ir transforman
do sus condiciones materiales de vida. Ahora bien, ¿cuál es el objeto del
conocimiento científico-natural? Ciertamente no algo así como una Natura
leza «en sí», independiente del sujeto cognoscente, que éste tuviera que
«retratar». El objeto del conocimiento es la Naturaleza en cuanto suscepti
ble de ser manipulada técnicamente por el hombre. Es decir, el objeto del
conocimiento científico-natural es constituido por la orientación básica del
hombre, en su relación con la Naturaleza, hacia la manipulación de esta

5 Eul, 9; EulTaschen, 372; PhilPol, 34.


‘ Eut, 242.
96 T E O R IA C R IT IC A DE LA S O C IE D A D D E HABERM AS

úllima. Esa «orientación básica» es lo que Habermas llama interés técnico


del conocimiento.
Las Ciencias Hermenéuticas y las Tradiciones culturales median las re
laciones de los hombres entre sí. Ellas son las que permiten al hombre ir
transformando las normas que regulan esas relaciones, en un proceso de
conservación y profundización del entendimiento recíproco. El objeto de
conocimiento tampoco es aquí un conjunto de normas «en sí», independien
tes del sujeto cognoscente, sino unas normas en cuanto susceptibles de ex
presar un entendimiento entre los hombres. Es decir, el objeto del conoci
miento científico-hermenéutico es constituido por la orientación básica del
hombre, en su relación con los demás individuos de su misma especie, hacia
la consecución de un entendimiento mutuo o intersubjetivo. Esta «orienta
ción básica» es lo que Habermas llama interés práctico del conocimiento7.
Antes de seguir adelante voy a poner un ejemplo muy simple para ilus
trar lo dicho en los dos párrafos anteriores. Supongamos que yo me encuen
tro ante la pared que divide el comedor de los ingenieros del de los traba
jadores en una cierta empresa. Esa pared no es un objeto «en sí» de cono
cimiento, independiente del sujeto cognoscente. La pared sólo «se constitu
ye» como «objeto de conocimiento» en relación con la actitud con la que yo
me enfrento a ella. Yo puedo ser un arquitecto y objetivar la pared desde un
interés técnico. El objeto de conocimiento «pared» es entonces un conjunto
de materiales, una determinada forma de construcción, una inclinación, un
grosor, etc. Pero yo puedo ser un sociólogo y objetivar la pared desde un
interés práctico. El objeto de conocimiento «pared» es entonces una divi
sión entre dos clases sociales (ingenieros y trabajadores), un obstáculo para
un entendimiento mutuo, etc.8.
Pero la idea habermasiana de los «intereses del conocimiento» no sólo
está al servicio de la fundamentación de esa doble constitución de los obje
tos de conocimiento, sino que además quiere expresar la inseparabilidad entre
conocimiento y acción. Expliquemos esto sirviéndonos de nuestro ejemplo.
El hecho de haber constituido el objeto de conocimiento «pared» desde el
interés técnico, hace que los resultados a los que hayamos llegado teórica
mente en nuestra investigación (por ejemplo, una nueva fórmula en el campo
de la resistencia de materiales) sólo puedan aplicarse, en la acción real, den
tro de la esfera de la acción técnica o instrumental. Y lo mismo, mutatis
mutandis, respecto al segundo caso del ejemplo: una nueva concepción teó
rica sobre la relación humana entre ingenieros y trabajadores sólo puede
aplicarse, en la acción real, dentro de la esfera de la acción comunicativa o
social. Esta interdependencia entre teorización y aplicación a la acción está
ya reflejada en el mismo tipo de lenguaje en el que expresamos los resulta
dos de nuestra investigación en uno y otro caso: las investigaciones hechas*

7 Véase para este párrafo y el anterior: Eul, 155 s., 171-173, 222; TuW. 155-158.
* Este ejemplo es naturalmente rudimentario y no puede reflejar el complejo sen
tido del concepto «intereses del conocimiento». Su finalidad es simplemente ayudar
al lector no filósofo, para quien la terminología de «condiciones trascendentales» o
de «constitución del objeto de conocimiento» pueden resultar difíciles.
LOS IN T E R E S E S DEL C O N O C IM IE N T O 97

bajo el interés técnico se expresan en un lenguaje fisicalista (categorías de


medidas, dilatación, movimiento, etc.), mientras que las investigaciones hechas
bajo el interés práctico lo hacen en un lenguaje intencional (categorías de
responsabilidad moral, libertad, justicia, etc.). El hombre no puede manipu
lar o dominar la Naturaleza externa mediante categorías lingüísticas tales
como «libertad», «responsabilidad»..., ni puede entablar un diálogo que
lleve a un entendimiento mutuo sobre reglas comunes de comportamiento
interhumano, mediante categorías lingüísticas tales como «coeficiente de
dilatación», «peso» o «impedancia». A esta diferenciación del lenguaje se
corresponde también una diferenciación del tipo de experiencia hecha por
el sujeto cognoscente. Este último entra en contacto con la Naturaleza exter
na a través de sus sentidos (vista, tacto...): se trata de una experiencia sen
sorial. Y entra en contacto con otra persona, en cuanto persona, a través de
la comunicación intersubjetiva lingüística, interactiva o corporal-expresiva
(sonrisa, llanto, mirada...): se trata de una experiencia comunicativa. Tam
bién en esta diferenciación del tipo de experiencia se refleja la interdepen
dencia entre teorización y aplicación a la acción: la validez o invalidez de
una teoría física se muestra en su éxito o fracaso en la manipulación de la
Naturaleza (interés técnico); la validez o invalidez de una norma de rela
ción intersubjetiva se muestra en el logro o en la perturbación de un enten
dimiento entre personas (interés práctico) 9*.
Antes de seguir adelante podemos resumir lo dicho hasta aquí en el si
guiente cuadro,0:
DIMENSION TECNICA DIMENSION SOCIAL
Trabajo Interacción
Relación Hombre/Natur. Relación Hombre/Hombre

Interés técnico = orientado al dominio Interés práctico = orientado al entendi


sobre la Naturaleza. miento entre los hombres.
Acción de tipo técnico o instrumental. Acción de tipo comunicativo.
Objeto: cosas y sucesos de cosas. Objeto: personas y sus expresiones;
sistemas sociales.
Experiencia: sensorial. Experiencia: comunicativa.
Lenguaje: fisicalista. Lenguaje: intencional.
Tecnologías, Estrategias. Saber práctico (moral, político); Tradi
ciones culturales.

9 Eut. 241; EutTaschen, 394-396; ThCesell, 126-128, 171. 206, 209, 212; LogSoz.
188 s„ 197; UniverAns, 79, 90; KuKr, 197.
19 En la terminología más usada por Habcrmas tendríamos:
Arbeit Interaktion
Technisches Interesse Praklisches Interesse
instrumentales Handeln Kommunikatives Handeln
Dinge, Ercignisse Personen, Áusserungen
Scnsorischc Erfahrung Kommunikative Erfahrung
Physikalische Sprache Inlentionale Sprache
Technologicn, Stratcgicn Praklisches Wissen
7
98 T E O R IA C R IT I C A D E LA S O C IE D A D D E IIA B E R M A S

La exposición hecha hasta aquí de los intereses técnico y práctico del


conocimiento es ya suficiente para ver cómo el concepto de «intereses del
conocimiento» es el instrumento teórico que le sirve a Habermas para criti
car el Positivismo dentista. Por un lado, la corrección a Kant en su presu
puesto de un concepto de Ciencia calcado de las Ciencias de la Naturaleza
(véase cap. V), mediante la consideración de una doble constitución «a
priori» de los objetos de experiencia n, derriba a la metodología de las Cien
cias de la Naturaleza del pedestal que la arrogaba el título de único criterio
de cientificidad. Por otro lado, la referencia del tipo de metodología de unas
y otras Ciencias (Naturales y Hermenéuticas) a su prefiguración por unos
intereses del conocimiento no sólo destruye la pretendida supremacía de
las Ciencias Físicas sobre las Ciencias Hermenéuticas o Ciencias del Espíritu,
basada en la idea de una «objetividad desinteresada» de las primeras a di
ferencia de las últimas, sino que echa por tierra la idea misma de un cono
cimiento «desinteresado», que, como veíamos en el capítulo V, era algo que
el Positivismo cientista moderno compartía con la Filosofía tradicional, en
la opinión de Habermas.
Pero también podemos ya ver cómo el concepto de «intereses del cono
cimiento» expresa la íntima relación existente entre Teoría del Conocimien
to y Teoría de la Sociedad. La Teoría del Conocimiento necesita de la Teo
ría de la Sociedad, porque los «intereses» del conocimiento (que son nece
sarios para una explicación de este último) sólo pueden fundamentarse desde
una Teoría de la Sociedad que conciba la Historia como un proceso de auto-
constitución del hombre La Teoría de la Sociedad necesita de la Teoría
del Conocimiento, porque el desarrollo histórico de la sociedad humana sólo
puede comprenderse desde los procesos de transformación de lo que hemos
llamado dimensiones técnica y social, y esos procesos de transformación
están precisamente posibilitados por el conocimiento humano. De esta uni
dad habermasiana entre Teoría del Conocimiento y Teoría de la Sociedad
nos hemos de ocupar más detalladamente en el capítulo VIL
Para terminar este apartado vamos a comentar cómo Habermas realiza
también, con sus «intereses del conocimiento», aquella vuelta autorreflexiva
desde la Teoría positivista de las Ciencias hasta una nueva Teoría del Cono
cimiento, de la que hablamos en el capítulo V.
En el capítulo V veíamos que Habermas concebía filosóficamente el na
cimiento del Positivismo cientista como la sustitución de la Teoría del Co
nocimiento por una Teoría de la Ciencia, en la que el sentido del conoci
miento venía definido por el progreso espectacular logrado por la metodolo
gía de las Ciencias de la Naturaleza y no por la referencia al sujeto cognos-
cente. Ello arrastraba también a las Ciencias del Espíritu en su intento de* 2
1

" ThCesell, 209.


12 Insisto en que el término habermasiano de «interés» no debe psicologizarse.
Sólo puede fundamentarse desde el esquema de las dos dimensiones del proceso de
autoconstitución del género humano. £1 ejemplo anterior de la pared, cuya finalidad
quedó dicha en la nota 8, no debe conducimos al error de «psicologizar» o «empi-
rizar» los intereses del conocimiento.
LOS IN T E R E S E S DEL C O N O C IM IE N T O

acomodarse a aquella metodología convertida así en único criterio de cien-


tificidad. Habermas, a través de una revisión crítica de las obras de Peirce
y de Dilthey, intenta obligar a la metodología científico-natural a reflexionar
sobre sí misma.
Comentemos brevemente el resultado al que llega Habermas en esa refle
xión ,3. La validez de las figuras de argumentación (deducción, inducción,
abducción) de las que depende lógicamente el progreso de la investigación
científica sólo puede fundamentarse desde la organización trascendental del
proceso de investigación bajo el interés del dominio técnico o instrumental
de la Naturaleza; ahora bien, ese proceso mismo de investigación, al discu
rrir sobre la comunicación intersubjetiva de los investigadores científicos (co
municación que es la que les permite llegar a un consensus en sus discusio
nes sobre cuestiones metateóricas), no puede fundamentarse desde la rela
ción trascendental de la acción técnica, típica de las Ciencias de la Naturale
za. Esto lleva a ver en las Ciencias del Espíritu un tipo de Ciencias con una
metodología propia, e irreducible a la científico-natural, que sean capaces
de analizar y fundamentar aquella comunicación intersubjetiva en la que
el proceso de investigación científico-natural está «incrustado». Esas Cien
cias del Espíritu o Ciencias Hermenéuticas sólo pueden fundamentar su aná
lisis de las relaciones intersubjetivas desde el interés trascendental del enten
dimiento mutuo, al que Habermas llama interés práctico. En su revisión crí
tica de Peirce (reflexión de las Ciencias de la Naturaleza) y de Dilthey (Cien
cias Hermenéuticas o del Espíritu), Habermas señala cómo ni el uno ni el
otro lograron llegar hasta la explicitación de esos dos intereses del conoci
miento (y, por tanto, tampoco lograron romper el cerco positivista), al no
haber interpretado sus reflexiones desde la concepción de un desarrollo de
la historia como un proceso de autoconstitución del hombre. Esto es lo que
Habermas hace, según hemos visto en este apartado.
Entonces se nos hace ya claro cómo los «intereses del conocimiento» su
ponen la vuelta desde la Teoría positivista de las Ciencias hasta una nueva
Teoría del Conocimiento. En realidad, Habermas ha intentado referir a tra
vés de ellos la lógica de la metodología de las Ciencias (la lógica de la inves
tigación científica) al proceso de desarrollo histórico del género humano. El
sentido del conocimiento no puede fundamentarse en la pura metodología
conducente a «progresos espectaculares», sino en su relación íntima con el
proceso de autoconstitución histórica del hombre14. Con sus «intereses del
conocimiento» regana Habermas aquella referencia al sujeto cognoscente,
perdida con el Positivismo u Objetivismo dentistas. Pero esa vuelta no ha
resucitado ningún sujeto idealista puramente trascendental, sino un sujeto
histórico-social. He aquí una nueva expresión de aquella unidad entre Teo
ría del Conocimiento y Teoría de la Sociedad.

u Prescindimos aquí del largo desarrollo hecho por Habermas. Véase Eu¡, 116-233.
” Eul. 351. 356.
100 T E O R IA C R IT IC A DE l.A S O C IE D A D D E M A RER M A S

E l INTERÉS EMANCIPATIVO: LA FILOSOFÍA COMO CRÍTICA

La consideración de los intereses técnico y práctico nos ha mostrado


cómo Habermas critica el Positivismo dentista, rescatando la «dignidad cien
tífica» de lo social o de lo político y evitando un nuevo reduccionismo: las
dimensiones técnica y social, así como las Ciencias ligadas a cada una de
ellas, disfrutan de igual «rango», ya que el interés técnico y el interés prácti
co se corresponden con dos condiciones igualmente fundamentales de la re
producción y autoconstitución históricas del hombre. Ahora bien, la evita
ción del reduccionismo objetivista de una de las dos dimensiones a la otra
es sólo el primer paso para resolver el verdadero problema central encerrado
en el «esquema de las dos dimensiones»: el problema de su interrelación. La
consideración del tercer tipo habermasiano de «interés del conocimiento»,
del interés emancipativo, nos va a introducir en el planteamiento de esa in
terrelación en Habermas.
En una primera aproximación podemos decir que, así como el interés
técnico se correspondía con la dimensión técnica (relación hombre/Natura-
leza) y el interés práctico con la dimensión social (relación de los hombres
entre sí) del proceso de autoconstitución del hombre, el interés emancipativo
se corresponde con ese proceso histórico de autoconstitución en cuanto tal.
Este proceso es concebido como una liberación progresiva del hombre. Pero
no en el sentido metafísico-mítico de liberación de la caída original de un
hombre paradisíaco perfecto, sino en el sentido materialista de una liberación
progresiva de las condiciones reales opresoras a las que el hombre nace so
metido, tanto de parte de la Naturaleza externa como de parte de su propia
Naturaleza deficientemente socializada. El interés técnico y el interés prácti
co nos aparecen así, en esta primera aproximación, como dos especificaciones
de un mismo interés emancipativo. La interrelación entre ambos intereses
(técnico y práctico), y consiguientemente entre las dos dimensiones corres
pondientes, ha de estudiarse, por tanto, sobre esta base de su común refe
rencia al interés emancipativo del conocimiento.
En el apartado anterior hemos visto cómo Habermas llegaba hasta los
intereses técnico y práctico del conocimiento a través de una reflexión crí
tica desde las Ciencias de la Naturaleza y las Ciencias del Espíritu, respec
tivamente. Habermas llega hasta el interés emancipativo del conocimiento a
través de una Ciencia determinada: el Psicoanálisis de Freud. La exposición
hecha en el capítulo II nos va a permitir ahora comentar esto en unas pocas
líneas.
El «objeto de conocimiento» psicoanalítico es el mismo sujeto cognos-
cente, en cuanto enfermo neurótico susceptible de ser curado. La situación
analítica de transferencia entre médico y enfermo es a la vez condición tras
cendental del conocimiento psicoanalítico y contexto objetivo en el que
tiene realmente lugar la curación del enfermo. Teoría y terapia, autoconoci-
miento y autoliberación coinciden así en el Psicoanálisis, según veíamos en
LOS IN T E R E S E S DEL C O N O C IM IE N T O 101

el capítulo II. Pero ahora es el momento de añadir algo que entonces (en
el capítulo II) dejamos sin considerar porque sólo ahora podía ser compren**
dido en todo su significado: en la reflexión psicoanalítica coinciden conoci
miento e interés. Efectivamente, el enfermo sólo puede llegar a su autocono-
cimiento si se siente aguijoneado por el interés de su liberación (de su cura
ción). En la situación analítica de trasferencia el conocimiento del trozo de
vida pasada, reprimido y causante de la neurosis, coincide con el uso inte
resado de ese conocimiento ,s. Vamos a aclarar esto un poco comparando el
Psicoanálisis y su interés emancipativo con las Ciencias de la Naturaleza y
las del Espíritu y sus respectivos intereses.
La organización trascendental del proceso de investigación científico-
natural, desde el punto de vista de manipulación técnica de la Naturaleza,
me permite acumular un saber técnico que puedo aplicar después a ese
dominio de la Naturaleza. La relación entre ese punto de vista trascendental
del conocimiento científico-natural y el trabajo, como condición objetiva de
reproducción del género humano, hacen plausible la concepción de aquel
punto de vista trascendental como la expresión cognoscitiva de un interés
del conocimiento humano: constituyo el objeto de conocimiento desde el
punto de vista de su posible manipulación técnica. El conocimiento no es
así un puro retrato desinteresado de una realidad «objetiva» independiente
del sujeto, sino un conocimiento interesado que prefigura el objeto. Ahora
bien, la separación entre el conocimiento científico teórico y su aplicación
técnica dejan abierta la puerta a la sospecha de que aquel «interés técnico»
sea algo que le viene «desde fuera» a un conocimiento de por sí desintere
sado o «puramente objetivo». El mismo razonamiento podría hacerse desde
el campo de las Ciencias del Espíritu y su interés práctico. En cambio, en el
caso del Psicoanálisis no se da esa separación entre conocimiento y su apli
cación: el conocimiento del trozo de vida reprimido coincide con su «apli
cación», que no es otra cosa que la curación o liberación del enfermo de su
neurosis (cap. II). Aquí ya no se trata de la plausibilidad de la referencia
de un punto de vista trascendental a una condición objetiva de vida, sino de
la coincidencia de ambas cosas: el interés emancipativo (liberador) del co
nocimiento psicoanalítico es aquí inseparable del mismo conocimiento14.
Una vez que ha llegado así a través del Psicoanálisis a fundamentar el
carácter intrínsecamente interesado del conocimiento humano (o de la ra
zón), Habermas reafirma los intereses técnico y práctico desde el interés
emancipativo: «Sólo cuando se ha visto la unidad del conocimiento e inte
rés en el estudio de un tipo de Ciencia crítica (el Psicoanálisis-E. M. U.),
se puede fundamentar también como necesaria la asociación de puntos de
vista trascendentales y de intereses directivos del conocimiento (...). Si, en
el movimiento de la autorreflexión ’7, conocimiento e interés son una mis
ma cosa, entonces la dependencia de las condiciones trascendentales de las
u Eul, 286 s. Véase mi estudio ya citado La Teoría de la Sociedad de Freud.
* Eul, 348-351.
17 Habermas se refiere aquí al proceso de autorreflexión del enfermo neurótico.
Véase nuestro capítulo II.
102 T F.O K IA C R IT IC A DE LA S O C IE D A D D E H A B E R M A S

Ciencias de la Naturaleza y de las del Espíritu de los intereses técnico y prác


tico del conocimiento no puede significar una heteronomía del conocimiento.
Esto quiere decir que los intereses directivos del conocimiento, que determi
nan las condiciones de objetividad de la validez de las afirmaciones, son
ellos mismos racionales (vernünftig). De tal manera, que el sentido del co
nocimiento, y, por tanto, también la medida de su autonomía, no se puede
explicar de ningún modo si no es mediante el recurso a su relación con el
interés. Freud reconoció esa relación entre conocimiento e interés, que es
constitutiva del conocimiento en cuanto tal» l8. Detengámonos a considerar
este texto de Habermas con un poco de calma.
Este texto es muy significativo porque en él aparecen conexionadas tres
ideas, cuyo comentario nos va a llevar a cerrar el tema que estamos tratando
en este capítulo y a dar el paso hacia el siguiente. Esas tres ideas son: el in
terés emancipativo está ligado a la Crítica; los intereses del conocimiento son
ellos mismos racionales; el sentido del conocimiento no puede definirse in
dependientemente del concepto de interés del conocimiento. En lo que sigue
no vamos a ir comentando estas ideas en un orden riguroso, pero sí van a
ser ellas las que constituyan el fondo del resto de este capítulo.
En el apartado anterior vimos que los intereses técnico y práctico estaban
referidos a las dos dimensiones del proceso histórico de la Humanidad (re
lación del hombre con la Naturaleza y relaciones de los hombres entre sí)
y a dos tipos de Ciencias (Ciencias de la Naturaleza y Ciencias del Espíritu).
Ahora podemos preguntamos: ¿y qué ocurre con el interés emancipativo?
¿Hay que referirle a una tercera dimensión del desarrollo histórico y a un
tercer tipo de Ciencias?
El interés emancipativo, apuntábamos ya al comienzo de este apartado,
no se corresponde con una tercera dimensión, sino con el proceso mismo
de autoconstitución histórica del hombre. Ese proceso se puede leer ahora
como el proceso de emancipación del hombre de la opresión causada por una
Naturaleza externa no dominada y por una Naturaleza propia deficientemen
te socializada. El plano en el que se asienta el interés emancipativo está así
por debajo de las dimensiones técnica y social, en las que se especifica. El
interés emancipativo, por otro lado, está ligado a un tercer tipo de Ciencias:
las Ciencias críticas Pero la Crítica no es un tipo más de Ciencias junto a
las Ciencias de la Naturaleza y las del Espíritu, sino que está, por decirlo
también así, por debajo de estas últimas: surge como una autorreflexión de
ellas, desde dentro de ellas mismas. La unión de ambos aspectos («dimensio
nes» y «Ciencias») podríamos expresarla entonces así: al comienzo de la
historia los hombres se relacionan cotidianamente con la Naturaleza y con
otros hombres, en una forma precientífica, según las orientaciones básicas
de dominio y de entendimiento mutuo, respectivamente; más adelante, el
desarrollo hace que los saberes adquiridos se tengan que ir acumulando y
'• Fm I. 351 s.
" Habermas ha llegado al interés emancipativo, como hemos visto, a través de
una de esas Ciencias críticas: el Psicoanálisis. Habermas mienta la Crítica de Ideolo
gías (Idcologickritik) como otra Ciencia del mismo tipo (TuW, 158).
LOS IN T E R E S E S D E L C O N O C IM IE N T O 10?

ampliando en la forma sistemática e institucionalizada de la investigación


científica en ambas dimensiones (Ciencias de la Naturaleza y Ciencias del
Espíritu); finalmente, un ulterior desarrollo exige una autorreflexión de
las Ciencias que haga conscientes los intereses (técnico y práctico) que las
definen, con la finalidad de orientar deliberadamente su desarrollo en la di
rección de una emancipación creciente del hombre de los dos tipos de po
deres opresores a los que nos referíamos antes: esa autorreflexión es la tarea
de la Critica. El interés emancipativo está así, continuando con la metáfora,
por debajo de los intereses técnico y práctico, en los que se especifica y a
los que hace transparentes en su verdadero sentido de intereses directivos
del conocimiento: el conocimiento sólo encuentra su sentido cuando se le
refiere al proceso emancipativo de autoconstitución del género humano. Es
decir, volviendo a la idea de Habermas expresada más arriba, los intereses
técnico y práctico sólo pueden fundamentarse, en cuanto intereses intrínse
cos al conocimiento mismo y no heterónomos, desde el interés emancipativo.
Ahora podemos ver también cómo, según anunciábamos al final del ca
pítulo V, los intereses del conocimiento habermasianos nos reganan la rela
ción perdida entre Ciencia y Filosofía. Esta última queda limpiada de su
enfoque tradicional objetivista, desde el que era incapaz de competir con
las Ciencias y ante las que sólo podía «quedar en ridículo», y adquiere carta
de ciudadanía únicamente en cuanto Crítica. Y con ello, según acabamos
de comentar, regana su relación con unas Ciencias limpiadas también de su
objetivismo tradicional, no ocupando un puesto de honor junto a ellas (como
una rama más) ni sobre ellas (como su Reina), sino dentro de ellas w. La Fi
losofía sólo tiene ya derecho a la existencia en cuanto Crítica, y en cuanto tal
les es necesaria a las Ciencias para evitar su estancamiento en el objetivismo
que heredaron de la Filosofía tradicional.
Al comienzo de este apartado decíamos que el interés emancipativo, en
su relación con los otros dos intereses, nos iba a introducir en la solución
del problema central del esquema de las dos dimensiones: el de su interrela
ción. La emancipación de las opresiones de la Naturaleza externa y de la
propia Naturaleza deficientemente socializada, ¿son independientes entre
sí?, ¿están interrelacionadas y, entonces, cómo ha de entenderse esa in
terrelación?
Volvamos a la recepción habermasiana del Psicoanálisis de Freud, a tra
vés de la cual hemos llegado hasta el interés emancipativo. El síntoma neu
rótico está cifrado en un lenguaje privado o sistemáticamente mutilado, que
es ininteligible aun para su mismo autor: la comunicación del enfermo con
sus interlocutores y consigo mismo está rota. La autoliberación del enfermo
exige la traducción de ese texto neurótico al lenguaje social cotidiano, es de
cir, hacer consciente lo que había sido reprimido. Freud mismo hizo una
aplicación de esto a una interpretación de la Sociedad. Los síntomas neuró
ticos se corresponden aquí con las instituciones represoras (religiosas, éticas,
políticas...), y el lenguaje social cotidiano, que en el caso individual servía
------------ «
* ZRekUist. 56 s.
104 T E O R ÍA C R ÍT IC A DE I.A S O C IE D A D D E H A B E R M A S

como contrapunto «normal» frente al lenguaje privado del enfermo, aparece


ahora como una comunicación intersubjetiva mutilada paralela a la del en
fermo individual, que ejerce su poder opresor sobre todos los miembros de
una sociedad histórica dada. El proceso del desarrollo de la cultura humana
es entonces interpretado como un proceso de «desneurotización» a escala
universal: se trata de ir autoliberándose, en un proceso crítico semejante al
psicoanalítico, del poder opresor de las instituciones levantadas sobre una
comunicación mutilada. Habermas recoge este modelo y corrige con él a
Marx: la dimensión comunicativa o social (relaciones de los hombres entre
sí) recibe un puesto de primacía frente al reduccionismo «dentista» marxia-
no, aun cuando Freud defina también su cultura dentro del esquema de las
dos dimensiones 21.
Pero entonces parece que el interés emancipativo, que impulsa al Psico
análisis como Crítica, coincide con el interés práctico, ya que se mueve den
tro de la dimensión comunicativa o social y apunta a la recomposición de
una falsa comunicación, mientras que, por otro lado, cae totalmente fuera
de la dimensión instrumental o técnica: ¡mediante autorreflexión o crítica
es imposible manipular la Naturaleza externa! ¿Cuál es entonces la verda
dera relación entre los tres intereses y cuál la que hay entre las dos dimen
siones técnica y social?
La respuesta, que ahora sólo vamos a apuntar 22, puede ser expresada con
la afirmación habermasiana de que los intereses del conocimiento son ellos
mismos racionales (vemünftig). Esto quiere decir que la relación del hombre
con la Naturaleza externa no está predeterminada en un sentido puramente
adaptativo, de respuesta a necesidades empíricas concretas, como es el caso
en el animal, sino que esa relación y las necesidades que de ellas se derivan
son interpretadas por el hombre (y sólo en cuanto tales son necesidades hu
manas). Por eso el interés técnico no está orientado a satisfacer necesidades
concretas, sino supone una «orientación básica» hacia la solución de nece
sidades de tipo instrumental o técnico en cuanto condición de reproducción
del género humano. Pero lo que significa esa «reproducción» no es algo pu
ramente biológico, sino algo encajado en una interpretación del sentido de
la vida humana o, en terminología que Habermas recoge ya de la Filosofía
griega, de la «vida buena» (des guten Lebens) 73. Ahora bien, toda interpre
tación pertenece a la dimensión comunicativa, por lo cual podemos concluir:
la dimensión técnica, aunque independiente de la social o comunicativa,
está empotrada (eingebettet) en esta óltima. Y esto no es sino una nueva y
más profunda expresión de algo que nos ha ido apareciendo constantemente
en este estudio: el desarrollo técnico de dominio de la Naturaleza externa,
entendido objetivísticamente (desarrollo técnico por el desarrollo técnico),

a Véase el capítulo II. Para un desarrollo más completo véase mi La Teoría de


ta Sociedad de Freud. o. c.
“ La solución habermasiana al problema de la interrelación de las dos dimen
siones se tratará más detalladamente en el capítulo próximo.
“ El mismo tipo de razonamiento se aplica a la relación de los hombres entre
sí: no está predeterminada como en los animales. Véase Eul, 350; ZRekHist. 156.
LOS IN T E R E S E S D E L C O N O C IM IE N T O 105

no es de por sí emancipador o liberador del hombre; por eso el «interés


técnico» habermasiano sólo es él mismo racional porque es entendido desde
su referencia al interés emancipativo. Habermas se está moviendo así de lleno
dentro del concepto más clásico de razón (Vemunft), dentro de un concepto
de razón que incluye necesariamente la idea de la «vida buena» y que es el
extremo opuesto de esa razón positivista que ha pasado a dominar nuestra
sociedad industrializada, y cuya crítica ha sido el «leitmotiv» de todos los
desarrollos hechos hasta aquí.
Finalmente, hemos de preguntarnos cuál es esa «vida buena», insepara
ble de la razón, hacia la que apunta el interés emancipativo, en su orienta
ción liberadora de los poderes opresores que ejerce sobre el hombre aquella
«comunicación mutilada» a nivel social o histórico-universal. Si el lenguaje
privado del enfermo individual aparecía como mutilado por referencia al
lenguaje social cotidiano, el lenguaje social cotidiano sólo puede aparecer
como mutilado por referencia a la estructura de una comunicación lingüísti
ca ideal34. La reconstrucción de esa estructura va a llevar a Habermas al
intento de fundamentar el carácter práctico (moral) de la razón y, con él,
una moral universal. Y esa reconstrucción va también a sentar las bases para
un boceto de la grandiosa tarea que Habermas se ha propuesto: llegar hasta
una teoría general de la evolución social, desde la que se pueda analizar
teóricamente nuestra sociedad capitalista avanzada con el interés práctico de
su transformación en la dirección de una emancipación creciente de la Hu
manidad. Habermas hace así Crítica.

" ZRekHist, 64; UniverAnsp, 84, 87 ss.

You might also like