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La consigna del trabajo consistía en elegir una sección del libro para centrarse en ella y
escribir una lectura de esa sección vinculándola con el resto del libro y con el texto de
Ludmer.
Venegas
Todo jugador, en verdad, no hace más que reincidir en bazas remotas. Su juego
es una repetición de juegos pasados, vale decir, de ratos de vivires pasados.
Generaciones ya invisibles de criollos están como enterradas vivas en él: son él,
podemos afirmar sin metáfora. Se trasluce que el tiempo es una ficción, por ese
pensar. Así, desde los laberintos de cartón pintado del truco, nos hemos acercado
a la metafísica: única justificación y finalidad de todos los temas. (Borges, 110)
Nadie antes hubiese pensado que un juego banal como el truco podía inscribirse como
parte de los hechos del universo, Borges consigue la apertura y la inserción de algo
particularmente argentino en el mundo, el truco, de aquí en adelante, es una más entre
las miles de cuestiones filosóficas. En “Las inscripciones de los carros” leemos lo
siguiente:
En esta labor que Borges se da de contemplar y recopilar las inscripciones en los carros
se rescata cierta clase de literatura que está fuera del alcance de las personas como él
recluidas en una biblioteca, alejados de las calles y sus problemáticas. Sin embargo “no
hay oposición entre literatura y vida sino entre modos diversos de la literatura y la
lengua y modos diversos de la vida” (Ludmer, 191) esto hace que el autor no pierde la
ocasión para resaltar la riqueza de las frases halladas y asemejarla con la cultura
occidental, todo al fin y al cabo es literatura para Borges: “Confiamos nuestra fe a los
renglones, ya que no a los capítulos. Es inevitable en este lugar la mención de Erasmo:
incrédulo y curioseador de proverbios” (Borges, 119). A través de Carriego, Borges
construye su proyecto literario, el encuentro entre la cultura alta y la popular que de aquí
en más convivirá en su escritura. Mediante la literatura de Carriego, Borges descubre
que el Aleph puede estar en el sótano de alguna casa de Buenos Aires, que el universo
puede estar en Palermo:
Algo que no podremos recuperar, algo cuyo sentido sabemos pero no cuya
forma, algo cotidiano y trivial y no percibido hasta entonces, que reveló a
Carriego que el universo (que se da entero en cada instante, en cualquier lugar, y
no sólo en las obras de Dumas) también estaba ahí, en el mero presente, en
Palermo, en 1904 (Borges, 138 -139)
Bibliografía: