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DE LO DECIBLE

ENTRE SEMIÓTICA Y FILOSOFÍA:


PEIRCE, GRAMSCI, WITTGENSTEIN

Hugo R. Mancuso

Buenos Aires - Santiago - Montevideo - México

sh
Mancuso, Hugo R.
O@ lo decible. Entre semiótica y filosofía : Peirce, Gramsci, Wittgenstein / Hugo R.
Mancuso. - 1a ed. - Buenos Aires: SB. 2010.
384 p.; 23x16 cm. - (Semiosis. Teorías; 1)

ISBN 978-987-1256-77-8

1. Semiótica. l. Manc:uso, Hugo R., selec. 11. T1lulo


CDD 412

Fecha de catalogación: 13/07/201O

Titulo de la obra: De lo decible. Entre semiótica y filosofía: Peirce, Gramsci, Wittgenstein


Autor: Hugo R. Mancuso
A Charles de Romrée de Vichenet,
© 2010, Editorial Sb amitiés
ISBN: 978-987-1256-77-8
1° edición, noviembre 2010, Buenos Aires

Director editorial: Andrés C. Telesca


Arte, diseño de interior y cubierta: Cecilia Ricci
Imagen de cubierta: Tuffis Babel (1679) - Athanasius Kircher

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1IUGO R. MANCUSO
DE LO DECIBLE. ENTRE SEMIÓTICA Y FILOSOF{A

ese sentido e, implícitamente, también su refutación (conlleva también .,, l .5. Teoría del significado, epistemología pluritópica
propia negación).
Peirce también se refiere al signo desde otro punto de vista, y lo d1
fine como una regla a la cual los eventos futuros, ipso facto (es decir, p111 En principio, el significado no es algo totalmente estable y defini-
la fuerza de los hechos) se van a adecuar, desde el punto de vista del q11 tivo sino que tiende a ser inestable. Justamente el pragmaticismo es pen-
enuncia la ley. aado por Peirce como un método para determinar ciertos significados que
Primeridad, segundidad y terceridad, antes que tres universos clll circulan en la semiosis, proceso en el que los signos disputan un determi-
realidades, son tres modos de explicar el mismo hecho. No propone t 11 nado criterio de verosimilitud. Tal constante redefinición de significados
reemplazo del dualismo- un simple triadismo. Se puede explicar un lw en el ámbito de la semiosis es agónica. En tal sentido la suya no es una
cho a partir de tres modelos: uno que en realidad casi no explica nada ,¡ simple teoría del relativismo cognoscitivo sino que modeliza la realidad
no que da cuenta del hecho; un modelo que explica las cosas sin ver l.n como la lucha por un principio de realidad que existe en determinado
relaciones que existen entre ellas; y un tercero que es aquel que explica l.1~ momento, en un aquí y ahora bajo la forma de ley y que es producto de
cosas, que da cuenta -desde un determinado punto de vista- de por qu una compleja agonía entre posiciones distintas.
pasa lo que pasa. Son tres momentos de algo y no implican una relacic.111 Para Peirce toda proposición tiene un carácter asertivo y prescripti-
cronológica; son momentos explicativos. vo. El signo tiene sentido cuando es reproducido y hacerlo es asumir las
Si bien para Peirce en la realidad humana hay -por lo menos- tn ~ consecuencias que ese signo tiene desde el punto de vista pragmático.
núcleos de modelización, podría haber muchos más. La realidad huma11.1 El significado -tal como posteriormente lo estudiará Wittgenstein
funciona mediante la formulación de modelos explicativos (o modelos de en su Investigaciones Filosóficas (1953)- es fundamentalmente definible
acción que dependen de ellos). Afirmar que hay modelos de explicacion por las prácticas (explícitas o explicitadas eventualmente) que engendra.
es suponer que hay más de uno y que la elección de alguno depende dr Es decir, en esta semiosis inestable y entrópica donde hay una constante
las circunstancias en las que se enuncie. Una explicación científica -tal w lucha por imponer un criterio de verosimilitud, cada enunciado tiene un
mo la entiende Peirce- es consciente de que es su modelo explicativo; pm desideratum prescriptivo, todo enunciado implica la afirmación de algo y
lo tanto que no es neutra, tiene consecuencias prácticas y además ql11' tal afirmación pretende que las prácticas posteriores a esa enunciación re-
puede ser alternativa, contradictoria o complementaria con otro (u otros) produzcan ese significado. El signo es siempre, implícitamente, una pres-
modelos; es siempre un modelo de acción y también siempre tiene pos 1 cripción que se va a oponer a otras; no hay un único signo, nunca se lle-
bilidad de alternarse con otro modelo. El énfasis está puesto en ambos ª' ga a la imposición excluyente de un signo pero siempre hay un desidera-
pectos: las explicaciones o las acciones son pertinentes a las circunstanc1.1• tum prescriptivo, en mayor o en menos medida, en toda enunciación.
y, sobre todo, son alternativas. Peirce propone una teoría del significado definida por el uso: toda
Una conclusión muy importante de esto último es que las práctic.1' resignificación de un signo es ante todo una práctica performativa: enten-
o las explicaciones están determinadas por las pertinencias contextualt·' der el sentido de una aserción es poder llevarla a la práctica. En otros tér-
(los intereses inmediatos, las necesidades del contexto). No hay una expl1 minos, el significado no es un descubrimiento abstracto sino algo que se
cación definitiva (no hay un signo ni una lectura definitiva) en tanto ex1~ va a desarrollar en el uso, el significado es el uso del signo.164
ta la semiosis; habrá una fluctuación constante de significados en constan Con esta definición, se abre un abismo pues la semiosis se presenta
te redefinición en función de las prácticas y determinadas, a su vez, por L" constituida por significados en curso de formarse, nunca permanentes. No
pertinencias del contexto. Esto es más que decir que el conocimiento cien obstante, hay momentos en que adquieren una cierta estabilidad, pueden
tífico es un saber acumulativo y perfectible; no es acumulativo y perfccti incluso llegar a ser quasi objetivos y esto se da cuando el consenso en tor-
ble como si tuviese un fin prefijado, es más bien un conocimiento constan· no a ciertos significados es muy alto. Es decir, no hay una objetividad a
tcmcnte rcdefinible según las circunstancins del enunciado. ¡mon, la objetividad es definible en el mismo proceso de significación pe-
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ro hay áreas de la semiosis que tienen un alto consenso significativo, co complejas y no fácilmente identificables. No todos los modelos están en
mo sucede con los discursos cienáficos, donde la comunidad determi11.1 Igualdad de condiciones sino que en principio hay una posibilidad de plu-
también polémicarnente cuáles son los mecanismos de significación y de ralidad de descripciones modélicas (Merrell 1994, Prieto 1976).168
consensualización. En el ámbito de la comunidad científica el mecanismo
de la objetivización es la explicitación de la definición.165 ~tmiótica del arte

. Tal como señalamos antes, uno de los núcleos de la epistemolog1.1 Lo anterior, aplicado a la semiótica del arte, puede traducirse en los
de Peirce es que tanto el conocimiento humano en general como una tco ••Kuientes términos: podemos aceptar la idea de que una obra artística tie-
ría científica en particular, son modelos. No son imágenes definitiv.1•, nr potencialmente muchas o ilimitadas lecturas -y esta es una de las dis-
1 usiones fundamentales en el debate posmoderno (Eco 1962)- pero como
únicas, exclusivas o excluyentes de la realidad sino esquemas entendido
como bosquejos, que puede ser alternativos o convivir con otros sobre l.1 nlna abierta, con este rango de lecturas potencialmente ilimitado, en rea-
misma cuestión. Esta es una concepción de una teoría del conocimicnt11 lidad realiza socialmente una parte de las lecturas. De la totalidad de las
pluritópica. La veracidad de una teoría no se basa en un concepto de en Ir turas posibles las que se producen efectivamente -socialmente- son só-
rrespondencia, sino en una cuestión que podemos denominar de adecu.. lo algunas. Entonces, lo que simultáneamente se presenta en esta descrip-
ción de la teoría a dos aspectos: u6n es la idea de que las lecturas posibles de una obra de arte están limi-
ml.ts por las lecturas efectivas (vuelve a aparecer el concepto de hábito,
1. Los intereses prácticos en una investigación; dr lOnsenso y, eventualmente, la hegemonía de las lecturas). Dicho en
2. su pertinencia, es decir, la perspectiva de interés de la prácut .1 ut111s términos, no todas las lecturas posibles son probables. Tal vez, reite-
f1u11os, esta es una de las claves teóricas y metateóricas que distingue el
Esta concepción podemos rastrearla en la física contemporánt• 1
11Lu1teo peirceano más estricto -e incluso gran parte de la semiótica con-
donde se acepta con bastante facilidad la idea de conocimiento como mu
fl 111poránea- de los planteos posmodernos más extremos, como por
delo a utilizar de acuerdo a las circunstancias del contexto (hablando
fl1r111plo el de Deleuze y Guattari, para quienes a partir de la concepción
siempre de una definición absolutamente teórica). La física del sigl11
XX, 166 plantea la necesidad de adecuación del modelo teórico al objeto y
,¡el uzoma, esas posibles lecturas son de hecho ilimitadas e inopinadas
( l '180).169 Peirce desconfiaría de esa concepción, si bien en teoría el plan-
a las circunstancias de descripción. 167
! u es similar, en la práctica lo limita de un modo menos «ingenuo•. Las
Estas cuestiones -señaladas también por Peirce- nos permiten de:• 1
1 1111as pueden ser producto de una deriva libre, potencialmente se pue-
cralizar la idea de que las ciencias naturales son exactas; lo son en func.11111
,¡ lcc·r cualquier significado a partir de una obra artística, pero quien co-
de un concepto de exactitud prefijado y, de alguna forma, convencio111I
no e el funcionamiento efectivo de los procesos sígnicos sabe que las lec-
Muchas de estas ideas también habían sido anticipadas en la crítica de J>cir
111111!1 realmente posibles son mucho más limitadas que las potencialmen-
ce al positivismo, sobre todo la del observador privilegiado; el dueño del
1 •dnfinitas•; hay hábitos de lectura que limitan esa potencialidad infini-
significado último y definitivo de un signo es una cuestión convencional,
U de significados así como también los géneros (Mancuso 2005). En esta
arbitraria y -en el mejor de los casos- consensuada pero no existe el oli
1hm v.\ción radica gran parte de los debates contemporáneos entre post-
servador privilegiado, el significado definitivo, de modo absoluto.
111ml1•111ismo versus «anti-postmodernismoi..170 La observación de Eco,
La crítica peirceiana anticipa, justamente, las epistemologías cu11
1101 ejemplo, en /nterpretation and overinterpretation (1992), -<ionde se
temporáneas de las pluralidades tópicas, es decir aquellas por la que ;trep
upli1•it.l bien esa distinción- es que en realidad esa deriva libre siempre
tamos que los modelos que describen un determinado fenómeno put•drn
Htd li111it;tc.la por los hábitos de consumo.171 La probabilidad de lecturas
st'r complementarios y no excluyentes. Y sobre todo, que l.1 clc:t1..1t111 el·
llO l' tiÍmétrica: hay lecturas mucho más probables que otras. Por lo me-
c¡uc· motlrlo M' considera m.ís pcruncntc: tkpc:mk dt• tirn1nst.111u.1., 11111
no• lllllltit,1tÍvamc:ntl', ;ll¡;ttrlJS lec.turas 110 tienen el mismo grado de pro-
1IUGO B.. MANCUSO DE LO DECIBLE. ENTRE SEMIÓTICA Y FILOSOF1A

.
habilidad de ocurrencia que otras. No obstante, a través del tiempo po de los significados, lo que no ocurre en otros discursos donde justamen-
dría pensarse en una serie de lecturas limitadas tal como lo entienden al te el objetivo es la naturalización de un significado para facilitar, precisa-
gunos representantes de la estética de la recepción, como Hans R. Jauss mente, la acción. Por ello el discurso científico es la construcción de un
de la Escuela de Constanza. El planteo de Jauss es muy curioso: afirma discurso colectivo, con un alto grado de conciencia, que padece las gene-
que la obra tiene un sentido original, contaminado por las lecturas poste ralidades de la ley semiósica pero que es consciente de los mecanismos
riores por lo que el crítico debe apuntar a la pedagogía de la correcta re que rigen la semiosis; es la constitución de una instancia en la cual se pue-
cepción del (supuesto) sentido original de la obra (1978). En rigor, Jauss de comprender que los significados son hábitos, construcciones basadas
es un hermeneuta monológico, aunque se posicione como un partidario en ellos fuertemente naturalizadas y que pueden ser desnaturalizados. Só-
de una teoría de la recepción o de una pragmática de la obra de arte, su lo un científico puede afirmar que según las circunstancias se puede sos-
pone que hay un sentido primero que fue contaminado por lecturas que tener simultáneamente que la tierra es plana o redonda; que es el centro
se originaron en determinados momentos y que siguen actuando a lo lar del sistema solar o que no lo es. Eso implica tener un alto grado de con-
go del tiempo alejándonos de la obra (verdadera). c.:iencia de los supuestos que rigen el conocimiento y de hecho la física
Lo interesante es ver la posibilidad de plantear, en una investiga procede así.172
ción la coexistencia de modelos alternativos. Para Peirce, esos modelos al
ternativos (aun aseverando que no existe el observador privilegiado, duc Referencia como ground (género y correlato)
ño del significado verdadero) son también constructos sociales. Por otro Una primera conclusión es que peirceianamente, una teoría es un
lado, algo inquietante -y exasperante a la vez- es que cuando se lec a Peir modelo explicativo que se elige por sus pertinencias, es decir, por los inte-
ce, puede afirmar dos cosas al mismo tiempo pero desde perspectivas d1s
1t•scs prácticos del investigador en el momento de optar por ella y por las
tintas. Desde cierta perspectiva no existe nunca un sentido, un significa <nnsecuencias que tiene que aceptar o no, en la resolución de un proble-
do sensu latu último, definitivo; pero, a su vez, como profesa un profun
111,\ práctico, ese determinado modelo. Los problemas teóricos son en de-
do realismo sabe que aquí y ahora los significados definitivos existen, t'\ fuutiva problemas prácticos que tienen que ver con la acción, con la filo-
decir que hay toda una parafernalia social que trata de imponer y natura
~ofía práctica, como se la denominó tradicionalmente. En última instan-
!izar determinados significados que en realidad son históricos. Es decir,
l i.1, detrás de todo problema teórico siempre radica un problema prácti-
afirma simultáneamente la pluralidad de sentidos pero también que l.i
u>, algún interés que guía esa problematización.
misma está siempre historizada, naturalizada. Sólo en situaciones priv1k
Hablar de la modelización de los significados, implica problemati-
giadas o extraordinarias (por ejemplo en lo que llamamos ciencia, y sólo
~1u la referencia: a qué se refiere el lenguaje, el pensamiento humano, el
a veces) es posible explicitar esa alternancia de modelos explicativos com
disl:urso científico o cualquier discurso en general. Peirce dice, en un ar-
plementarios.
11t ulo de 1897 (CP 2.228) que la referencia de un signo es un ground (un
1c:l.uo, un umbral). Se entiende el significado de un signo si se puede pa-
Enunciación científica
a1 por un umbral, subir un escalón; si se sabe -dicho de otro modo- qué

Para Peirce la ciencia ya no es más, repetimos, la disciplina o el co h. Ct'r con ese significado, si se conocen las reglas prácticas que permiten
nocimiento que nos conduce a la verdad, como lo pensaba Descartes, si · us.irlo. Aquí reaparece una idea fuenemente pragmática en Peirce: la re-
no un ámbito artificial -casi extraordinario- en el cual se explicita lo que f í'1 l·1tcia es un ground; entendemos algo si comprendemos cómo se usa,
en otros discursos sociales permanece implícito. La ciencia es un h.tbilll p 1rn qué se usa, simplemente si sabemos usarlo. Para saber usar algo (en-
(género) discursivo cuya única diferencia con otros hábitos cotidianos (t•11 11•ntkr la referencia como un ground) no podemos estar aislados, debe-
los que todos p:micip.unos cu.todo no pcns;unos c.1cmífic.,uncntc.:) es c¡uc 1n115 tl.'lll.'r un cierto grado de alienación cultural, hacer parte de una co-

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1c_·l~p• i11wrn lo dt•sc.ihlc C!I In l onstantc hi~tm iza( i1)11 (dcsn,11111 ali:r~1cit'111} 1111111id1ul, p.u ticip.11· di.' toda una st•iic de supuestos. Cualquier destreza
liUGO &. MANCUSO DE LO DECIBLE. ENTRE SEMIÓTICA Y FILOSOF!A


babilidad de ocurrencia que otras. No obstante, a través del tiempo po de los significados, lo que no ocurre en otros discursos donde justamen-
dría pensarse en una serie de lecturas limitadas tal como lo entienden al te el objetivo es la naturalización de un significado para facilitar, precisa-
gunos representantes de la estética de la recepción, como Hans R. Jauss mente, la acción. Por ello el discurso cienúfico es la construcción de un
de la Escuela de Constanza. El planteo de Jauss es muy curioso: afirma discurso colectivo, con un alto grado de conciencia, que padece las gene-
que la obra tiene un sentido original, contaminado por las lecturas poste ralidades de la ley semiósica pero que es consciente de los mecanismos
rieres por lo que el crítico debe apuntar a la pedagogía de la correcta re que rigen la semiosis; es la constitución de una instancia en la cual se pue-
cepción del (supuesto) sentido original de la obra (1978). En rigor, Jauss de comprender que los significados son hábitos, construcciones basadas
es un hermeneuta monológico, aunque se posicione como un partidario en ellos fuertemente naturalizadas y que pueden ser desnaturalizados. Só-
de una teoría de la recepción o de una pragmática de la obra de arte, su lo un científico puede afirmar que según las circunstancias se puede sos-
pone que hay un sentido primero que fue contaminado por lecturas que tener simultáneamente que la tierra es plana o redonda; que es el centro
se originaron en determinados momentos y que siguen actuando a lo lar del sistema solar o que no lo es. Eso implica tener un alto grado de con-
go del tiempo alejándonos de la obra (verdadera). t:iencia de los supuestos que rigen el conocimiento y de hecho la física
Lo interesante es ver la posibilidad de plantear, en una investiga procede así.172
ción la coexistencia de modelos alternativos. Para Peirce, esos modelos al
ternativos (aun aseverando que no existe el observador privilegiado, duc Referencia como ground (género y correlato)
ño del significado verdadero) son también constructos sociales. Por otro
Una primera conclusión es que peirceianamente, una teoría es un
lado, algo inquietante -y exasperante a la vez- es que cuando se lec a Pcir
modelo explicativo que se elige por sus pertinencias, es decir, por los inte-
ce, puede afirmar dos cosas al mismo tiempo pero desde perspectivas dis
reses prácticos del investigador en el momento de optar por ella y por las
tintas. Desde cierta perspectiva no existe nunca un sentido, un significa
l Onsecuencias que tiene que aceptar o no, en la resolución de un proble-
do sensu latu. último, definitivo; pero, a su vez, como profesa un profun
m.t práctico, ese determinado modelo. Los problemas teóricos son en de-
do realismo sabe que aquí y ahora los significados definitivos existen, e'
finitiva problemas prácticos que tienen que ver con la acción, con la filo-
decir que hay toda una parafernalia social que trata de imponer y natura
i.ofía práctica, como se la denominó tradicionalmente. En última instan-
!izar determinados significados que en realidad son históricos. Es decir,
l'i.1, detrás de todo problema teórico siempre radica un problema prácti-
afirma simultáneamente la pluralidad de sentidos pero también que l.\
rn, algún interés que guía esa problematización.
misma está siempre historizada, naturalizada. Sólo en situaciones privilc
Hablar de la modelización de los significados, implica problernati-
giadas o extraordinarias (por ejemplo en lo que llamamos ciencia, y sólo
~ar la referencia: a qué se refiere el lenguaje, el pensamiento humano, el
a veces) es posible explicitar esa alternancia de modelos explicativos com
discurso científico o cualquier discurso en general. Peirce dice, en un ar-
plementarios.
tículo de 1897 (CP 2.228) que la referencia de un signo es un ground (un
rd.uo, un umbral). Se entiende el significado de un signo si se puede pa-
Enunciación científica
s.u por un umbral, subir un escalón; si se sabe -dicho de otro modo- qué
Para Pcirce la ciencia ya no es más, repetimos, la disciplina o el co· h.llcr con ese significado, si se conocen las reglas prácticas que permiten
nocimiento que nos conduce a la verdad, como lo pensaba Descartes, s1 · us.irlo. Aquí reaparece una idea fuertemente pragmática en Peirce: la re-
no un ámbito artificial -casi extraordinario- en el cual se explicita lo qut: frrcncia es un ground; entendernos algo si comprendemos cómo se usa,
en otros discursos sociales permanece implícito. La ciencia es un hábno p.1r .t qué se usa, simplemente si sabemos usarlo. Para saber usar algo (en-
(género) discursivo cuya única diferencia con otros hábitos cotidianos (t'll 1rndcr la referencia corno un ground) no podemos estar aislados, debe-
los que todos participamos cuando no pensamos científicamente) es que mos tener un cierto grado de alienación cultural, hacer parte de una co-
en el primero lo deseable es la constante historización (desnaturali1,\cÍ(111) 111umdad, participar de toda una serie de supuestos. Cualquier destreza

HI
HUGO R. MANC USO DE LO DECIBLE. ENTRE SEMIÓTICA Y FILOSOFlA

que podamos tener es destreza en un determinado contexto claro prefija Una referencia implica siempre un co-relato y un pos-relato, que
do. Cualquier significado determina una ilimitada cadena de intereses y puede ser divergente o congruente. Dicho de un modo simple, toda enun-
de supuestos que están implícitos, en la pertinencia última o necesidad. Se ciación puede generar disenso o concordancia. Inevitablemente todo sig-
posee o se entiende un significado si se considera que es pertinente tener, no que es una afirmación, todo relato, toda hipótesis enunciada, puede te-
controlar, saber ese significado.173 Se puede entender mejor una referen ner (de hecho tiene siempre) un correlato, esto es, un relato simultáneo a
cia, cuando se tiene un mayor conocimiento de las consecuencias prácti ese relato; en otros términos, toda referencia, todo relato, toda enuncia-
cas de los usos de esa referencia. A todo esto Peirce lo llama sintéticamen ción, implica siempre una respuesta. Esa respuesta puede ser en mayor o
te ground. 174 El ground de lectura de una obra, por ejemplo, no es sólo en menor medida divergente (cuando hay un rechazo parcial o total) o
entender la anécdota, tampoco sólo el contexto, sino también las conven congruente (cuando hay una aceptación de la naturalidad del referente).
ciones que implica la obra, la estructura del relato de esa obra. Peirce llega a esta conclusión porque no acepta la naturalidad del
El ground como referente podría también traducirse como género. significado, cualquier referente puede ser aceptado o no. Y va a ser acep-
Se conoce un significado -se entiende un referente- cuando se pueden ex tado por las condiciones de enunciación de ese ground, por la compleji-
plicitar las reglas del género que subyacen en ese ground (referente). No dad del ground de cada lector, incluso por las circunstancias de lectura.
sólo el contexto es deconstruible; el género es más importante que la sim Los referentes no son esencialmente verdaderos o falsos, sino que impli-
ple iconografía de una representación, es más que la anécdota que se puc can consecuencias: lo dicho siempre es respondido, no es neutro. A partir
de resumir de una obra narrativa pictórica o narrativa o famica, es cono de la critica peirceiana, la referencia es ni más ni menos un acto que impli-
cer las claves del texto. El ground es todo el relato implícito en ese refc ca consecuencias.
rente. Entender un significado peirceianamente es poder explicitar el gé La diferencia no es mínima. De pensar que los discursos son ver-
nero, que es lo que lleva a descubrir la pertinencia y a aceptar lo inaccp daderos y falsos y que por ende se acepta la verdad o falsedad de un dis-
table de otro referente. curso (epistemología positivista) se pasa a una concepción fuertemente
De una teoría como un modelo de la realidad, pasamos a esta idea dialéctica y responsiva de la enunciación. Las opciones extremas de las
mucho más relacionada con la cuestión artística, que es la de la referenci,t respuestas son la divergente o la congruente, pero siempre hay un corre-
como un ground. Se es lector modelo -lector deseable- de una obra cuan lato. En este punto, la concepción peirceiana es bastante similar a la bach-
do se la puede leer y eventualmente también deconstruir el género. Si no tiniana; es interesante observar esa fuerte analogía-que habitualmente no
se entiende que tal obra es un poema épico o una parodia, no podrá en sc.· pone en evidencia- entre Peirce y Bachtin, quien -sobre en sus últimos
tenderse el referente de esa obra. Es lo que produciría lo que se denomi l"scritos (vide v.gr. [1979])- insiste en este carácter responsivo del lengua-
na una lectura aberrante de una determinada obra. jr. Una obra, antes que ser entendida, tiene necesidad, desea, ser respon-
El referente de todo relato permite leer en distintos niveles de sig dida. Toda obra busca una respuesta; no la comprensión en términos de
nificado el mismo relato superficiaJ.175 Es por eso que Eco dice que el re transportación de significado, sino lo responsivo -incluso la divergencia-
ferente de un signo es siempre un «programa narrativo implícito»; es un 1¡uc es inherente a la misma estructura del lenguaje (Mancuso 2005).
relato que se puede leer de una determinada manera, aceptando las reglas Claro que ese carácter responsivo del lenguaje humano no hay que
implícitas en ese relato, en ese género, o que se puede deconstruir a par prnsarlo exclusivamente en la sola sincronía o un único lugar. La apertu-
tir de la aceptación de las reglas de ese género (1979). Dependiendo dd r .l del significado es atemporal, pluritópica e ilimitada (por ello es quepo-
ground que el lector pueda reponer o superar, podrá por ejemplo leer un dt·mos leer textos artísticos que tiene dos mil o tres mil años). Lo que sí
simple poema épico o un exterminio de un grupo humano en la misma es ti<' pone en crisis es lo que podemos llamar la arqueología del significado.
cena, la misma imagen, el mismo relato aparentemente en un determina - Ccncralmente la crítica o el historiador del arte tradicional, realiza un en-
do nivel discursivo.176 f uquc arqueológico, quiere determinar el contexto exacto de esa obra pa-
1.l l'.ntcnd<'rl.1; c~to no es más que una variante de la hermenéutica clásica:

.LLl
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descubrir el significado exacto, preciso, único, de esa obra. Peirceiana- ce no se conforma con ninguna de las dos visiones, se inclina por un rea-
mente, para Bachtin -y también para la semiótica contemporánea- este es lismo modificado en el que las clases -es decir los referentes de los sustan-
un pseudo problema, nadie puede reconstruir el contexto exacto (defini- tivos comunes- tienen una objetividad social (ni ontológica ni natural) y
tivo) de esa obra porque no existe un contexto de esa obra; el contexto es enfatiza la imposición o aspecto transindividual de la conciencia humana
un término práctico que se utiliza para abreviar determinadas circunstan- que a través del lenguaje nos in-forma. En última instancia el objetivo de
cias, es un contexto de lectura lanzado al futuro, incluso. Al leer esa obra, Peirce es analizar las condiciones de posibilidad de la conciencia. Como
también hacemos parte de su contexto.177 Kant, concluye que el universo contiene una excedencia que escapa a
Lo fundamental es entender que la posibilidad de lectura es tam- nuestro pensamiento; con Hegel, coincide en que pragmáticamente, en
bién la ampliación de ese contexto. La arqueología lee el pasado, no in- cada punto de nuestra acción, el universo es todo lo que pensamos que es.
terpreta el significado preciso de ese pasado; lo lee como el paleontólogo En algún sentido, ese sujeto hegeliano es autoconciencia pura de libertad
o el historiador pero justamente es una diferencia cuantitativa de la vera- y entendido como la mediación entre un sujeto abstracto individual (pos-
cidad de la lectura.178 tulable solamente desde un modelo teórico) y un universo que supuesta-
mente existiría aún si no existiésemos. Para Peirce, estas dos últimas cate-
Asimetría sígnica gorías son irrelevantes: no hay posibilidad de existencia de una concien-
ia independientemente de la relación con los otros (el sujeto peirceano,
La gran mayoría de las lecturas están en gran medida predispuestas es un sujeto que sólo existe en relación) y no concibe una realidad en la
por lo que podríamos denominar un ground social de difusión de ese re- 'IUC no existan conciencias. La semiosis no es un proceso por el cual se al-
lato. Leer un genocidio en un western no es deconstruir un relato, es sim- \',lllZa el conocimiento de cosas que ya se saben (paradoja de la metafísi-
plemente leer el mismo relato pero desde un punto de pertinencia distin- l .i hegeliana) como tampoco una simple nominación del mundo exterior,

to; podemos hacer una deconstrucción estructural de ese relato y descu- Miio un proceso que procede y funciona con un cierto grado de indeter-

brir que tiene la misma estructura que subyace en La Ilíada pero supon- minación y creatividad nominativa.
gamos que alguien lo lee, eso ya implica una deconstrucción siguiente. En Además de la historia de la filosofía inmediatamente anterior, a
cambio, aun en una lectura superficial puedo entender que ese referente l'rirce le interesa -reiteramos una vez más- prioritariamente presentar
es un ground. Qué se leerá, cuál será el significado otorgado a esa estruc- 1111.\ metodología de la investigación de las ciencias sociales alternativa al
tura narrativa dependerá en gran medida del lector, de cuál es el umbral o positivismo del siglo XIX. Constantemente pasa de una rehistorización y
escalón que pueda atravesar, al cual pueda llegar o acceder (lo que depen rclcctura de la tradición filosófica de los siglos anteriores, a la presenta-
derá en gran parte de sus alineaciones, sus supuestos culturales). ci1~n de una teoría del signo bastante novedosa y en muchos sentidos pio-
Es aquí donde la tesis de Eco en Lector in fabula, al describir la nes a. 1 a apertura redefinida y presentada en la teoría peirceiana en la que
idea peirceiana de ground cobra sentido: una obra es «un programa na rl oncepto de verdad y realidad son reformulados permanentemente, re-
rrativo implícito que actúa simultáneamente en distintos niveles» (1979) quiere justamente de una metodología.
Uno de los aspectos centrales en tal sentido es su concepción de la
tc:ilid.u.l o la materia como mente, propuesta en los artículos publicados en
5.6. Semiótica de la percepción y de los afectos 1111• Monist.180 En efecto, si bien en ellos Peirce plantea una distinción
(1¡wt,\tÍva entre mente y materia,181 esta última puede transformarse rá-
Tal como antes mencionamos, una de las cuestiones que Charles S. pid.11ncntc en relatos en tanto que sea despojada de hábitos. La realidad
Peirce recoma de la filosofía medieval en gran medida olvid.ula, subesti:. 11111c1 i.11 es mente, en definitiva. Esta concepción explicita el carácter inte
tnílll.1 y reducid., a una conccpci<ln pietista du1 ,\11tl.' l., Mndt1111d.\d- es 1.1 lrc.111.1li'it .l dr 1.1 tcona nuteriahst,\; en otros términos, no podemos tener ex
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