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Grupo 61
En el mapa del año 500 es fundamental señalar que el Imperio romano de Occidente —
cuya caída tiene lugar en el año 476— se había visto sustituido por un mosaico de
pueblos germánicos. Entre ellos destaca el reino de los visigodos, que ocupaba gran
parte de la península ibérica y el sur de la Galia; el reino ostrogodo, que se expandía por
la península itálica; el reino de los francos, fundado en el norte de la Galia y, en la zona
oriental del mapa, el Imperio romano de Oriente.
Por otro lado, es preciso destacar la presencia de otros pueblos como los vándalos, en
África del Norte y algunas islas del Mediterráneo; los alamanes y burgundios, en el este
de la Galia; los suevos, en el noroeste de la península ibérica y los vascones, situados en
la región vasco-cantábrica de la misma.
Entre los poderes predominantes del momento hay que destacar la presencia del reino
de los visigodos. La conquista de Hispania por este reino fue progresiva; es importante
destacar que los francos desplazaron a los visigodos y estos, a su vez, expulsaron a los
suevos hacia el noroeste peninsular y a los vándalos hacia el norte de África y las
Baleares. De esta manera, hacia el año 500 el reino de los visigodos ocupaba gran parte
de la península ibérica y el sur de la Galia. En un principio, los visigodos —muy
inferiores en número— mantuvieron la separación estricta entre visigodos e
hispanorromanos a través de códigos de derecho distintos, pero a lo largo de los siglos
VI y VII llevaron a cabo la unificación de ambos pueblos, a través de la unificación
territorial, religiosa y legislativa.
Otro de los reinos que sobresalió fue el de los francos, fundado en el norte de la Galia.
Clodoveo (481-511), tras derrotar al duque galorromano Siagrio, conquistó la región
entre los ríos Somme y Loira. En los decenios siguientes, los francos lograron
conformar un vasto territorio a costa de los alamanes, los visigodos (batalla de Vouillé,
507), los turingios, los burgundios y los bávaros. Por otra parte, la conversión de
Belén Juliá Ciarelli
Grupo 61
Clodoveo al catolicismo en el año 497 posibilitó una rápida fusión de los galorromanos
y francos, garantizando así la cohesión del reino. Hacia el año 500, el reino de los
francos había logrado duplicar la extensión de sus territorios gracias a Clodoveo.
A lo largo del siglo V el principal objetivo del Imperio romano de Oriente era alejar a
los bárbaros de su territorio. A finales de siglo, durante el reinado del emperador
Anastasio I, el peligro que suponían las migraciones de los pueblos germánicos parecía
definitivamente conjurado puesto que ya estaban instalados en lo que había sido el
Imperio romano de Occidente.
El pueblo vándalo, que había permanecido unos veinte años en la península ibérica, se
desplazó al norte de África, donde logró hacerse con el dominio de Cartago. Desde las
costas de Cartago se lanzaron a la conquista de Córcega, Cerdeña, Sicilia y las Baleares,
haciéndose con el control de las costas de la región y consiguiendo bloquear las frágiles
vías marítimas de comunicación del Mediterráneo, lo que perjudicó al Imperio romano
de Oriente.
Por otro lado, es preciso destacar la presencia de otros pueblos como los alamanes y los
burgundios, situados al este de la Galia. En el año 496, las incursiones alamanas en
territorio de los francos provocó un enfrentamiento —la batalla de Tolbiac— en el que
los francos, dirigidos por Clodoveo, obligaron a los alamanes a retirarse del curso
superior del río Rin. Por último, en las Islas británicas, las tribus célticas —bretones,
escotos y pictos— se retiraron hacia Escocia, Irlanda, Gales y la Bretaña francesa ante
el avance de los anglos, sajones y jutos, que se organizaron en siete reinos.