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Las revoluciones en la historia son como las erupciones volcánicas en la geología: solo después de que
han estallado podemos conocer los distintos materiales que se encontraban en las profundidades. Es
así como una increíble cantidad de fuerzas comprimidas irrumpieron rápidamente en la superficie,
desmintiendo de inmediato aquella creencia relativa a un periodo colonial apacible. Sorprende la violencia y
la gran cantidad de actores involucrados en este proceso. En muy poco tiempo el suelo hispanoamericano
quedo poblado de cadáveres.
El despótico reformismo de los borbones. Cuando se hicieron presentes en América las reformas,
empezaron a producirse fisuras. La inexistencia de una burguesía, el obstáculo hacia un capitalismo de
tipo industrialista, y el atraso económico fueron las condiciones por las cuales el estado hispano decidió
suplantar en España a una clase empresarial apenas existente y en las Indias frenar los intentos de autonomía
de la naciente clase colonial.
Las reformas pueden ser consideradas en este contexto como un intento administrativo estatal para
modernizar España, y agilizar las relaciones económicas con América. En la practica, el estado intentaba
refundar las relaciones coloniales en el marco de un nuevo escenario que autores como Lynch han llamado
“nuevo imperialismo” y que para otros como Brading se trata de la “segunda conquista”.
Reformas comerciales: tarifas aduaneras, abolición de monopolios ejercidos por Cádiz, apertura de
comunicaciones libres, permisos para comerciar con colonias extranjeras y con navíos neutrales. También
las reformas en los impuestos llevaron a rebeliones típicamente criollas en contra de ellos, la más relevante
fue sin duda la de Nueva Granada.
Expulsión de los jesuitas: en 1760 fueron expulsados de América. A los ojos de los americanos la
expulsión fue vista como una monstruosa injusticia. La corona no veía bien algunas de las tesis planteadas
por algunos intelectuales jesuitas. La formación de la conciencia política criolla. La conciencia política
de los criollos se fue formando no tanto como una afirmación de si misma sino más bien como oposición.
Los españoles recién llegados y sin demasiada preparación pasaran a ocupar los puestos administrativos y
esto constituía para los criollos una injusticia. Esto fue un fermento para que pronto revolucionarios de la
magnitud de Bolívar comenzaran a querer ser independientes.
Pero no solo era el peso de las ideologías el que hacia de los criollos una clase refractaria a la idea de la
independencia. Ellos formaban una clase económicamente dominante, y eran parte del orden colonial. Por lo
mismo estaban lejos de desarrollar una conciencia nacional.
Sin duda el factor decisivo que imposibilitaba que los criollos se comprendieran como una clase
revolucionaria nacional derivaba de su propia condición de propietarios y por cierto de la naturaleza de sus
propiedades. Los grandes hacendados y propietarios de minas no estaban dispuestos “a cambiar su manera
de producir, de comercializar su producción y aun de vivir” (Romero). La ausencia de sectores sociales
que pudiesen desempeñar el papel de una burguesía, la masa de mestizos que comenzaba a presionar
“hacia arriba” y la clase criolla que no estaba dispuesta a ser sobrepasada por las “clases peligrosas”
hizo que la revolución de la independencia fuera obra de una clase conservadora y no revolucionaria,
la formación de una republica obra de una clase que siempre había sido monárquica.
Las influencias ideológicas externas fueron fomentadas en un primer momento por la propia España. Luego
las ideas francesas se hicieron presentes. Se comenzaron a organizar logias y clubes. Entre los autores de
mayor influencia Rousseau parece haber ocupado el primer lugar, fusionada con las ideas teológicas de
Suárez y Mariana.
Después de 1810 el termino independencia debía pronunciarse con seriedad, mas cuando llegaban las
noticias de la revolución de los esclavos de Haití, que evidenciaba lo que podía ocurrir si las clases
peligrosas comenzaban a movilizarse. Por ultimo el hecho más determinante del distanciamiento criollo
respecto al ideario francés deriva de la invasión francesa a España.
Comienza así una etapa de simpatía con Norteamérica, una atracción de las mentes criollas. También una
cierta admiración al pragmatismo ideológico ingles. Esto coincidió con las responsabilidades que asumía
una clase que de simplemente dominante pasaba a cumplir la función de dirigente.
La revolución haitiana fue una prolongación de la francesa. Más allá de los hechos, sobre quienes ejercería
mas influencia el ejemplo haitiano serian los negros de Sudamérica. Las rebeliones de Coro (1795) y la de
Cariaco (1798) se inspiraron en los acontecimientos de Haití.
Desde 1810 a partir de los movimientos juntistas, a las elites revolucionarias se les plantearían
diversas alternativas. Por una parte era necesario establecer relaciones con naciones como Inglaterra.
Por otra parte, en el frente interno, era necesario reforzar las vinculaciones con el bloque agrario-
minero-exportador, cuya ruptura con España era la condición sine qua non de la independencia. Por
otra parte era esencial establecer una alianza con los sectores mas subalternos de la sociedad, sin cuyo
concurso militar cualquier expectativa de triunfo frente a España era imposible.
Luego de la invasión francesa a España, y los procesos de formación de Juntas en Cádiz y Sevilla, para la
revolución de independencia en Hispanoamérica, la Junta de Cádiz tuvo una significación enorme.
Inmediatamente los hispanoamericanos formaron juntas en nombre del rey. Pero no siempre los juntistas
americanos se sentían representados por la Junta de Cádiz. Para los más conservadores, era demasiado
radical. Para los más radicales, era todavía un fuerte vínculo: que ataba a las colonias con la Madre Patria.
No obstante, la idea de separarse de España iba ganando poco a poco aceptación entre muchos
conservadores.
Ya se veía venir aquí que el enfrentamiento con España seria inevitable. Y para ello era necesario atraer a
aquella población indócil e inamistosa formada por indios, negros, mulatos y mestizos. En efecto mediante
la formación de milicias los criollos resolverían dos problemas: se preparaban con prevención para enfrentar
a España y mantenían disciplinadamente controladamente controlada a una parte del “pueblo”.
Invasiones inglesas en el Río de la plata, tuvieron dos consecuencias importantes: la formación de milicias
y la deposición del Virrey Sobremonte. A su vez, la formación de un nuevo ejercito permitió la formación de
una conciencia regional y fue a su vez un factor de integración social. La neutralización de las “clases
peligrosas” que tuvo lugar en el Plata no iba a ocurrir tan fácilmente en otras regiones de América, donde
por cierto había masas dispuestas a luchar no por ideales abstractos sino por sus propios intereses, por los
demás muy concretos y materiales.
En México se daban condiciones similares ante las reformas borbónicas. La presión fiscal, el
campesinado cada vez más pobre, y la iglesia era el principal latifundista. A su vez existía una gran
polarización social.
De acuerdo con estas condiciones descritas, no puede extrañar que la sociedad mexicana haya estado
sometida a tensiones mayores que las que prevalecían en otras regiones hispanoamericanas. Se produjeron
rebeliones indígenas, motines y conspiraciones criollas, algunas incluso evidenciando el propósito de
movilizar a los indios. Cuando llegaron las noticias de los acontecimientos ocurridos en España en 1808
se puso de manifiesto el estado de rebelión latente que se vivía.
Tres fueron los factores fundamentales que desatarían el vendaval revolucionario: el potencial explosivo de
la región, el momento político internacional que hizo ver a los criollos la posibilidad de acceder a cargos
políticos y el tercer factor fue la aparición de la propia persona de Hidalgo. Era el representante de la
facción rebelde del bajo clero. Su discurso se conoce como el “grito de dolores” y es el primer llamado a
la independencia del país. Era también el reclamo de reivindicaciones indigenistas y agrarias. Así en
1810 se llegaron a dictar leyes que abolían el latifundio y distribuían las tierras entre los indios. Esta
fue la ruptura inicial con la clase criolla. Y esa ruptura significo al mismo tiempo el comienzo del fin del
movimiento hidalguista. Las masas no pudieron resistir a las tropas profesionales enviadas por el
virrey y fueron arrinconadas en el norte. Allende e Hidalgo fueron ejecutados.
Pero la revolución no estaba derrotada y en el sur apareció un nuevo caudillo, Morelos. Éste extrajo
rápidamente las lecciones que había dejado la derrota de Hidalgo y dedico gran esfuerzo a tareas de
reorganización. En resumidas cuentas lo que intentaba Morelos era introducir los objetivos sociales en el
marco de la lucha por la independencia nacional.
En el congreso de Chilpancingo, organizado por el propio Morelos en septiembre de 1812, planteaba
como objetivo principal la independencia política respecto a España, garantizando el respeto de las
propiedades de los criollos. El congreso al año siguiente abolía la esclavitud y declaraba la
independencia.
Pero el movimiento fue reprimido y Morelos fue fusilado en 1815. Después de estos hechos, la clase criolla
terminaría siendo más realista que la clase peninsular. El hecho determinante fue la revolución de Riego que
obligo en España a Fernando VII a restaurar la constitución de 1812 y a revocar las cortes.
El año 1820 recreaba la situación de 1810, pero solo para México. Aterrados los criollos por la posibilidad
de otra revolución, le dieron el poder a Iturbide. Se publico el plan de Iguala, que es considerado el acta
formal de la independencia de México, pero parece más una contrarrevolución ya que allí estaban
asegurados todos los privilegios de la jerarquía eclesiástica y de la oligarquía criolla. En 1823 se adjudico el
titilo de Emperador, pero es derrocado por una coalición republicana, y en 1824 es elegido presidente
Guadalupe Victoria pero fue mas que nada simbólico, tras él conservadores y liberales saldaban sus cuentas.
Así la independencia de México surgió en contra de la revolución.
El caso chileno
Debido al aislamiento geográfico de la Capitanía General, y a su situación nunca resuelta respecto de la
dependencia del Alto Perú, la clase criolla chilena tenía alto grado de homogeneidad política, se los ha
llamado “fronda aristocrática”. Sin embargo, a excepción de los grupos intelectuales, la aristocracia
chilena desarrolló un nacionalismo sin demasiado antihispanismo o anticolonialismo.
Al formarse la Junta de Bs. As., el gobernador español de Chile inició una represión preventiva
(innecesaria) que fue lo que motivó la reacción de la aristocracia, siendo expulsado aquel y formada
una junta conservadora, que incluyó españoles (aunque en minoría) y nunca hizo declaraciones
antimonárquicas. Los verdaderos grupos insurgentes (integrados por Martínez de Rozas y O´Higgins,
grandes acaudalados y terratenientes), se coaligaron en Concepción (rival tradicional de Santiago) y
formaron una junta alternativa sin mayores pretensiones, a la espera de una mejor oportunidad.
Carrera, un caudillo aristócrata recién vuelto de España, inició por sus propios medios una lucha con un
ejército de talante muy antiespañol, pero sin el visto bueno de la “fronda”. El hombre que querían era el
disciplinado O´Higgins, que se venía negando pero al ver la situación aceptó tomar el mando de otro
ejército patriota, que habría de enfrentarse a los españoles que avanzaban desde el sur y al mismo Carrera.
Cuando intentaron ambos caudillos unir sus ejércitos, ya habían sido derrotados por los monárquicos,
por lo que debieron replegarse a Mendoza a la espera de San Martín.
LA REVOLUCIÓN CONTINENTAL
Las reacciones americanas a la nueva situación en Europa, va a depender de cada región, según cómo hayan
sido las relaciones previas de las oligarquías metropolitanas con la metrópoli, los grupos subalternos de su
región y las oligarquías sub-metropolitanas. Tanto Bolívar como San Martín tenían claro que la victoria
dependía en primer lugar de derrotar militarmente a España, pero fundamentalmente de lograr vencer en la
política que consolidara el gobierno patrio, lo cual sería imposible sin lograr el apoyo de los criollos
económicamente dominantes (los cuales no harían nada sin garantías para sus privilegios y frente a un
posible desborde social). Cada uno optará por un camino diferente.
Hacia el Perú
Si bien San Martín ya no contaba con el abierto apoyo de Buenos Aires (receloso de su posible
autonomización al frente de un ejército poderoso), y que en 1819 será directamente nulo, en 1816 la
situación le era favorable porque todas las oligarquías regionales se encontraban enfrentadas en disputas
internas. Pero fundamentalmente era un momento propicio porque, vencido Napoleón y finalizada la alianza
con España, comenzaba a llegar el esperado apoyo de Inglaterra a la causa: oficiales, diplomáticos,
empréstitos informales y armas. También los grupos de militares ingleses que decidieron venir a América a
poner sus propias compañías de guerra privadas, que van a ser contratadas por los patriotas.
La peruana es la clase criolla más recalcitrante de todas, desde lo económico por su lugar privilegiado
en el sistema colonial, porque su riqueza en buena medida estaba basada en la explotación minera de
oro y plata (aunque había un sector agrícola) y, fundamentalmente, porque formaban parte de la
inmensa masa burocrática-eclesial-militar de la organización colonial. Desde lo político, porque cada
uno de estos grupos tenía un terror inconmensurable a la posibilidad de liberación de las clases subalternas,
sobre todo luego ver el potencial de una rebelión popular como la Túpac Amaru.
Así, ante el llamado de la Junta Central de constituir cabildos, más allá de algunos cambios impositivos y
una tibia organización de cabildos abiertos, la clase criolla peruana no tuvo ningún interés en enfrentarse a
España, y tanto menos por la vía beligerante. En este escenario le fue muy fácil al virrey Abascal
regenerar el Alto Perú como baluarte monárquico: reforzó las milicias, hizo algunas concesiones a los
criollos (tributarias y de ocupación de cargos públicos), negó la libertad de comercio y se mostró
inclaudicable con las clases populares.
Sin embargo, virrey sucesor, Joaquín de Pezuela, se encontró con un escenario mucho más desfavorable:
San Martín avanzando desde Chile, Bolívar desde el norte, Lord Cochrane con su armada en las
costas, las diplomacias norteamericanas e inglesa en su contra, guerrilla en el interior y, aspecto clave,
el alzamiento liberal en la propia España que le impedía contar con refuerzos. En este marco, los
sectores peruanos más acomodados, siempre temerosos del enfrentamiento y sus consecuencias, empiezan a
considerar una salida negociada que al menos no les cuestione sus privilegios principales. Y para esto
contaban con San Martín como interlocutor (quien nunca rompió definitivamente con la idea monárquica y
nunca estuvo a favor de una revolución social, sino política).
San Martín les garantizó a los criollos respeto por sus instituciones y garantía frente a alzamientos
sociales. Incluso, los aristócratas de Perú rompieron con España “por derecha”, temerosos del giro
liberal, y encontraron en San Martín (nada menos), un posible protector frente a intentos similares.
Así, su política fue clara: garantizar la revolución política sobre la base de la decapitación de la revolución
social. Este era un arma de doble filo, pues fue la misma oligarquía reaccionaria la que en Chile destituyó a
O´Higgins, en la Banda Oriental destruyó al artiguismo, y en Buenos Aires le estaba dando la espalda a él
mismo. Pero además era la política opuesta a la que venía desarrollando Bolívar desde el norte, limitando
una posible unión de fuerzas. Por otro lado, si con esto buscaba estabilidad política, en realidad estaba
abriendo un espacio de lucha que sólo podía ser controlado por la vía represiva.
Pero siguiendo esta política logró el apoyo de las clases propietarias, que le allanaron el camino por una
doble vía: lo apoyaron en los enfrentamientos definitivos y depusieron al virrey por un general liberal
dispuesto a negociar.
La gesta de Bolívar
Lo que igualaba a la aristocracia venezolana con las demás del continente era el miedo absoluto a la rebelión
popular, y como la mexicana y la peruana, estaba dispuesta a sacrificar la independencia por la seguridad.
El escenario venezolano
La economía venezolana era la más vinculada al mercado mundial, y de acuerdo a ese vínculo se
fraccionaba la oligarquía: hacia el interior los estancieros latifundistas clásicos, hacia la costa los
productores de tabaco, algodón, café y, sobre todo, cacao (75% de la exportación), estos últimos constituidos
como un sector social precapitalista enriquecido por la demanda mundial. Si bien las diferencias entre ambos
grupos eran profundas, siempre prevaleció la unidad respecto a dos problemas comunes: la administración
española y las sublevaciones de los negros. El 1,5% de la población monopolizaba el 100% de la tierra
cultivable y de pasto.
La sociedad estaba dividida en blancos, blancos de orilla (plebeyos pobres), pardos y negros. Los negros
eran no sólo odiados sino también profundamente temidos, sobre todo después de la Rebelión de Coro,
dirigida por Chirinos (hijo de negro e india libre, pequeño propietario agrícola). Esta rebelión, por la figura
de su líder, unificó la lucha antiesclavista de los negros, con la de supresión de los impuestos, y fue tan
potente que (al igual que la Hidalgo y la Túpac Amaru), unificó a todas las facciones de la oligarquía para
reprimirla.
Esta complejidad social será el caldo de cultivo para que los criollos iluministas –sobresaliendo Bolívar-, se
autonomicen en el proceso revolucionario de la aristocracia de la cual surgieron.
La segunda república
Bolívar rearma el ejército con la ayuda del Congreso de Nueva Granada, y el 6 de agosto de 1813
ingresa en Caracas, dando inicio a la II República. Este período es el conocido como el de “la guerra a
muerte”. La violencia inaudita de este momento responde a que los enfrentamientos no estaban
enraizados en las demandas sociales que pudiesen ser referencia, motivación o guía de la lucha, de
modo tal que sólo dependía de los aspectos técnicos y la capacidad de generar bajas y terror en el
adversario.
Continuaba la incomprensión de la situación social, por lo que no se logró una política de acción clara, sino
una errática sucesión de disposiciones que desconcertaba a criollos y españoles, incluso Bolívar llegó a
mandar expediciones contra los negros sublevados para ganarse a la aristocracia. Más notoria fue su
debilidad al enfrentarse a los llaneros de José Boves (español fugitivo por contrabando, que se convirtió en
líder de los llaneros).
Los llaneros (negros, indios, pardos, blancos fugitivos, etc.) formaban una caballería implacable, y Boves,
captando el malestar de todos ellos con la II República, ofrece su fuerza a los españoles, siendo
determinante en la derrota de Bolívar. Inmediatamente después de su victoria Boves instaura un régimen de
terror muchísimo peor que las dictaduras de Bolívar y de Monteverde, aunque sin un programa político,
social ni económico, y sin tener conciencia de que estaba socavando las bases materiales del poder colonial
(atacando las propiedades y a las familias más prominentes).
La diferencia del terror de Boves con el de sus predecesores es que él sí estaba anclado y legitimado en la
base social. Y lo que animaba a este movimiento era un profundo odio social y racial, y un desprecio
absoluto a los “libertadores” que querían liberar el país sin liberar a sus habitantes.
La conversión de Bolívar
Al volver Fernando VII al trono en 1814, la corona irá por su intento de reconquista definitiva con la
expedición de Morillo. La segunda derrota de Bolívar les dio la posibilidad de ingresar por el norte. Sin
embargo, los españoles estaban en una posición muy débil: el rey en la propia península estaba lidiando con
la creciente oposición liberal a la guerra extracontiental, a tal punto que hubo españoles que empezaron a
pensar en la salida negociada, lo cual, una vez iniciada la guerra de reconquista, sería absolutamente inviable.
Bolívar se encuentra exiliado en Jamaica, tratando de ganar el apoyo inglés, lo cual sabe que no logrará
hasta mostrar una fuerza política y militar que lo respalde. Allí es cuando repiensa el rol de los llaneros, y
nota que sólo teniéndolos de su lado logrará algo. En 1815 es expulsado de la isla y sólo lo recibe la
República de Haití, donde termina de convencerse de la importancia de las clases subalternas, y donde
además lograra el ansiado apoyo, que se lo brindará el presidente Pétion a cambio de la promesa de libertad
de los esclavos. El cambio de postura de Bolívar parece más sincero que oportunista, como se verá después
en distintas situaciones.
Decide encarar una nueva forma de lucha, yendo con un pequeño destacamento a la llanura del
Orinoco, tierra de negros y llaneros. Con los primeros, arregló la libertad a cambio de que se sumaran
al ejército, y con los segundos, dada la fuerte organización y fuerza autónoma, debió pactar de general
a general con su nuevo líder (Páez), prometiéndoles vía libre para saquear posesiones españolas
durante la lucha, y tierras luego de la victoria. Cumplió con todos. A pesar de unirse a estos grupos, no
estaba dispuesto a renunciar al apoyo de los criollos y no permitirá la “guerra de razas”.
Bolívar y Páez reúnen todas sus fuerzas en Angostura y allí erigen un poder alternativo al de los
peninsulares, y en 1819 celebran el congreso que forma la III República. Aquí se declara a favor de la
república de base popular, democrática e igualitaria. Es allí elegido presidente de la república
(todavía inexistente), y decide la invasión a Nueva Granada.
La creación de Colombia
En Nueva Granada el sector exportador dedicado a la explotación del algodón y el cacao era de escala
reducida, y ubicado en la costa. Hacia el interior la agricultura intensiva había impulsado ciertos desarrollos
industriales y comerciales basados en el mercado interior (relativamente amplio). La industria textil en Quito
generó el principal centro manufacturero de Sudamérica, que vivía en permanente tensión con la Corona por
las trabas que le imponía. Hubo varias rebeliones de comerciantes, sobre todo ligadas a los aumentos de
impuestos. Por todo esto, los criollos neogranadinos eran más proclives a romper con España, y a su vez,
tenían capacidad de movilizar a las clases bajas sin que éstas los sobrepasen.
Los criollos de Quito en 1809 habían tenido un levantamiento reclamando por menos impuestos, libertad de
comercio y posibilidad de acceso a los cargos públicos, la que a la luz de los tiempos fue entendida por el
virrey Abascal como antimonárquica, y reprimida como tal, incluyendo la ocupación de Quito por el ejército.
Esta ocupación fue repelida en 1812 por un movimiento popular dirigido por los criollos, pero en este caso
sí fueron sobrepasados por las clases subalternas, lo que originó que vuelvan a ser ocupados por el ejército
realista, aunque a diferencia de otros lugares, aquí el general Montes negoció con los criollos y la represión
fue selectiva, garantizando el dominio español en la ciudad hasta 1820.
En Nueva Granada, a pesar de la convicción antimonárquica, la división tajante de las distintas
oligarquías y la desconfianza de las demás provincias respecto a la supremacía de Bogotá, hicieron fácil la
reconquista al mando de Morillo, e imposible la unidad de acción.
El resto del cuadro se repite con el demás que siguen a las reconquistas: españoles fuertes militarmente
pero incapaces desde lo político, criollos antimonárquicos, resistencia urbana y guerrilla rural. El plano ideal
para Bolívar (que, por ejemplo a diferencia de Belgrano en Alto Perú, no era considerado un foráneo a la
región).
Bolívar apunta a su obsesión: fundar la Gran Colombia, con Venezuela, Nueva Granada y Quito. Lo
logra para el 17 de diciembre de 1819. Luego de haber tomado Nueva Granada y ser nombrado presidente,
se dirige a Venezuela y logra su objetivo.
ALGUNAS CONCLUSIONES