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Mires. La independencia un proceso con direcciones contrapuestas.

Las revoluciones en la historia son como las erupciones volcánicas en la geología: solo después de que
han estallado podemos conocer los distintos materiales que se encontraban en las profundidades. Es
así como una increíble cantidad de fuerzas comprimidas irrumpieron rápidamente en la superficie,
desmintiendo de inmediato aquella creencia relativa a un periodo colonial apacible. Sorprende la violencia y
la gran cantidad de actores involucrados en este proceso. En muy poco tiempo el suelo hispanoamericano
quedo poblado de cadáveres.
El despótico reformismo de los borbones. Cuando se hicieron presentes en América las reformas,
empezaron a producirse fisuras. La inexistencia de una burguesía, el obstáculo hacia un capitalismo de
tipo industrialista, y el atraso económico fueron las condiciones por las cuales el estado hispano decidió
suplantar en España a una clase empresarial apenas existente y en las Indias frenar los intentos de autonomía
de la naciente clase colonial.
Las reformas pueden ser consideradas en este contexto como un intento administrativo estatal para
modernizar España, y agilizar las relaciones económicas con América. En la practica, el estado intentaba
refundar las relaciones coloniales en el marco de un nuevo escenario que autores como Lynch han llamado
“nuevo imperialismo” y que para otros como Brading se trata de la “segunda conquista”.
Reformas comerciales: tarifas aduaneras, abolición de monopolios ejercidos por Cádiz, apertura de
comunicaciones libres, permisos para comerciar con colonias extranjeras y con navíos neutrales. También
las reformas en los impuestos llevaron a rebeliones típicamente criollas en contra de ellos, la más relevante
fue sin duda la de Nueva Granada.
Expulsión de los jesuitas: en 1760 fueron expulsados de América. A los ojos de los americanos la
expulsión fue vista como una monstruosa injusticia. La corona no veía bien algunas de las tesis planteadas
por algunos intelectuales jesuitas. La formación de la conciencia política criolla. La conciencia política
de los criollos se fue formando no tanto como una afirmación de si misma sino más bien como oposición.
Los españoles recién llegados y sin demasiada preparación pasaran a ocupar los puestos administrativos y
esto constituía para los criollos una injusticia. Esto fue un fermento para que pronto revolucionarios de la
magnitud de Bolívar comenzaran a querer ser independientes.
Pero no solo era el peso de las ideologías el que hacia de los criollos una clase refractaria a la idea de la
independencia. Ellos formaban una clase económicamente dominante, y eran parte del orden colonial. Por lo
mismo estaban lejos de desarrollar una conciencia nacional.
Sin duda el factor decisivo que imposibilitaba que los criollos se comprendieran como una clase
revolucionaria nacional derivaba de su propia condición de propietarios y por cierto de la naturaleza de sus
propiedades. Los grandes hacendados y propietarios de minas no estaban dispuestos “a cambiar su manera
de producir, de comercializar su producción y aun de vivir” (Romero). La ausencia de sectores sociales
que pudiesen desempeñar el papel de una burguesía, la masa de mestizos que comenzaba a presionar
“hacia arriba” y la clase criolla que no estaba dispuesta a ser sobrepasada por las “clases peligrosas”
hizo que la revolución de la independencia fuera obra de una clase conservadora y no revolucionaria,
la formación de una republica obra de una clase que siempre había sido monárquica.
Las influencias ideológicas externas fueron fomentadas en un primer momento por la propia España. Luego
las ideas francesas se hicieron presentes. Se comenzaron a organizar logias y clubes. Entre los autores de
mayor influencia Rousseau parece haber ocupado el primer lugar, fusionada con las ideas teológicas de
Suárez y Mariana.
Después de 1810 el termino independencia debía pronunciarse con seriedad, mas cuando llegaban las
noticias de la revolución de los esclavos de Haití, que evidenciaba lo que podía ocurrir si las clases
peligrosas comenzaban a movilizarse. Por ultimo el hecho más determinante del distanciamiento criollo
respecto al ideario francés deriva de la invasión francesa a España.
Comienza así una etapa de simpatía con Norteamérica, una atracción de las mentes criollas. También una
cierta admiración al pragmatismo ideológico ingles. Esto coincidió con las responsabilidades que asumía
una clase que de simplemente dominante pasaba a cumplir la función de dirigente.
La revolución haitiana fue una prolongación de la francesa. Más allá de los hechos, sobre quienes ejercería
mas influencia el ejemplo haitiano serian los negros de Sudamérica. Las rebeliones de Coro (1795) y la de
Cariaco (1798) se inspiraron en los acontecimientos de Haití.
Desde 1810 a partir de los movimientos juntistas, a las elites revolucionarias se les plantearían
diversas alternativas. Por una parte era necesario establecer relaciones con naciones como Inglaterra.
Por otra parte, en el frente interno, era necesario reforzar las vinculaciones con el bloque agrario-
minero-exportador, cuya ruptura con España era la condición sine qua non de la independencia. Por
otra parte era esencial establecer una alianza con los sectores mas subalternos de la sociedad, sin cuyo
concurso militar cualquier expectativa de triunfo frente a España era imposible.
Luego de la invasión francesa a España, y los procesos de formación de Juntas en Cádiz y Sevilla, para la
revolución de independencia en Hispanoamérica, la Junta de Cádiz tuvo una significación enorme.
Inmediatamente los hispanoamericanos formaron juntas en nombre del rey. Pero no siempre los juntistas
americanos se sentían representados por la Junta de Cádiz. Para los más conservadores, era demasiado
radical. Para los más radicales, era todavía un fuerte vínculo: que ataba a las colonias con la Madre Patria.
No obstante, la idea de separarse de España iba ganando poco a poco aceptación entre muchos
conservadores.
Ya se veía venir aquí que el enfrentamiento con España seria inevitable. Y para ello era necesario atraer a
aquella población indócil e inamistosa formada por indios, negros, mulatos y mestizos. En efecto mediante
la formación de milicias los criollos resolverían dos problemas: se preparaban con prevención para enfrentar
a España y mantenían disciplinadamente controladamente controlada a una parte del “pueblo”.
Invasiones inglesas en el Río de la plata, tuvieron dos consecuencias importantes: la formación de milicias
y la deposición del Virrey Sobremonte. A su vez, la formación de un nuevo ejercito permitió la formación de
una conciencia regional y fue a su vez un factor de integración social. La neutralización de las “clases
peligrosas” que tuvo lugar en el Plata no iba a ocurrir tan fácilmente en otras regiones de América, donde
por cierto había masas dispuestas a luchar no por ideales abstractos sino por sus propios intereses, por los
demás muy concretos y materiales.
En México se daban condiciones similares ante las reformas borbónicas. La presión fiscal, el
campesinado cada vez más pobre, y la iglesia era el principal latifundista. A su vez existía una gran
polarización social.
De acuerdo con estas condiciones descritas, no puede extrañar que la sociedad mexicana haya estado
sometida a tensiones mayores que las que prevalecían en otras regiones hispanoamericanas. Se produjeron
rebeliones indígenas, motines y conspiraciones criollas, algunas incluso evidenciando el propósito de
movilizar a los indios. Cuando llegaron las noticias de los acontecimientos ocurridos en España en 1808
se puso de manifiesto el estado de rebelión latente que se vivía.
Tres fueron los factores fundamentales que desatarían el vendaval revolucionario: el potencial explosivo de
la región, el momento político internacional que hizo ver a los criollos la posibilidad de acceder a cargos
políticos y el tercer factor fue la aparición de la propia persona de Hidalgo. Era el representante de la
facción rebelde del bajo clero. Su discurso se conoce como el “grito de dolores” y es el primer llamado a
la independencia del país. Era también el reclamo de reivindicaciones indigenistas y agrarias. Así en
1810 se llegaron a dictar leyes que abolían el latifundio y distribuían las tierras entre los indios. Esta
fue la ruptura inicial con la clase criolla. Y esa ruptura significo al mismo tiempo el comienzo del fin del
movimiento hidalguista. Las masas no pudieron resistir a las tropas profesionales enviadas por el
virrey y fueron arrinconadas en el norte. Allende e Hidalgo fueron ejecutados.
Pero la revolución no estaba derrotada y en el sur apareció un nuevo caudillo, Morelos. Éste extrajo
rápidamente las lecciones que había dejado la derrota de Hidalgo y dedico gran esfuerzo a tareas de
reorganización. En resumidas cuentas lo que intentaba Morelos era introducir los objetivos sociales en el
marco de la lucha por la independencia nacional.
En el congreso de Chilpancingo, organizado por el propio Morelos en septiembre de 1812, planteaba
como objetivo principal la independencia política respecto a España, garantizando el respeto de las
propiedades de los criollos. El congreso al año siguiente abolía la esclavitud y declaraba la
independencia.
Pero el movimiento fue reprimido y Morelos fue fusilado en 1815. Después de estos hechos, la clase criolla
terminaría siendo más realista que la clase peninsular. El hecho determinante fue la revolución de Riego que
obligo en España a Fernando VII a restaurar la constitución de 1812 y a revocar las cortes.
El año 1820 recreaba la situación de 1810, pero solo para México. Aterrados los criollos por la posibilidad
de otra revolución, le dieron el poder a Iturbide. Se publico el plan de Iguala, que es considerado el acta
formal de la independencia de México, pero parece más una contrarrevolución ya que allí estaban
asegurados todos los privilegios de la jerarquía eclesiástica y de la oligarquía criolla. En 1823 se adjudico el
titilo de Emperador, pero es derrocado por una coalición republicana, y en 1824 es elegido presidente
Guadalupe Victoria pero fue mas que nada simbólico, tras él conservadores y liberales saldaban sus cuentas.
Así la independencia de México surgió en contra de la revolución.

Mires. II parte – pp. 102-155

La revolución regionalista de Artigas


Buenos Aires, desde antes de la independencia, había mostrado interés en subordinar a Montevideo,
dado que su ubicación es geográficamente estratégica: a) tiene una posición dominante en la entrada al
Río de La Plata (control del tráfico fluvial), b) es un factor de equilibrio geopolítico frente a las
vecinas posesiones portuguesas, y c) es la cabeza de un inmenso hinterland agrícola-ganadero. Además,
su clase comercial no quería una dependencia de los porteños, y consideraban que la revolución de Bs. As.
no tenía por qué ser la de Montevideo.
Con los sucesos de 1808, en Buenos Aires hubo claras posiciones antirrealistas, mientras que los criollos
montevideanos tendieron a nuclearse tras el ultrarrealista virrey Elío. Sin dejar de lado las contradicciones
internas entre realistas y antirrealistas, los criollos de Montevideo optaron por el “mal menor”, que para
ellos los constituía la presencia del virrey, antes que el “mal mayor”, depender de Buenos Aires. Sin
embargo, hubo un grupo que no quería ninguno de los dos males, partidarios de la “doble
independencia”, principalmente los intereses corporativos del interior del país.
En este sentido, el sector clave son los estancieros (cada estancia era un señorío con vida social y
económicamente plenamente autárquica), pues tenían defensas militares, capillas y huestes que
respondían a su caudillo. También había “hombres sueltos” que no “tenían dueño”, y entraban a
formar parte de los ejércitos del estanciero (jornaleros, puesteros, etc.). Sumado a esto, el 40% de la
población era negra, y el 20% de los habitantes de la capital eran esclavos. Así las cosas, era necesaria una
figura con reivindicaciones que satisfagan a esta heterogeneidad, para unificar estas potencialidades en
fuerza.
Artigas era hijo de hacendados españoles, contrabandista de ganado experto en cuestiones agrarias, y
posteriormente militar de carrera muy destacado, con gran ascendencia sobre los “hombres sueltos”. Era una
figura clave entre los hacendados y entre las clases populares rurales. Sumado a esto, consiguió el título de
Juez de Reparto de Tierras, con lo que se convirtió en caudillo y repartidor de chacras.
Al formarse la Junta de Buenos Aires en 1810, Artigas rompió con la dirigencia del español
regimiento de blandengues, y se puso al frente de las fuerzas del interior. Así, comandó el sitio a
Montevideo, sin esperar que Montevideo pidiese refuerzos al ejército portugués, y mucho menos que los
criollos de Bs. As. firmaran armisticio con los portugueses sin consultarle. Así, se dio cuenta que sería
incapaz de lograr la independencia de la Banda Oriental siguiendo a Buenos Aires, pero tampoco
oponiéndosele.
Con la lógica de constituirse como fuerza independiente, inició el Éxodo Oriental. A partir de este
momento, Bs.As. se ve obligado a tratar a Artigas como un poder autónomo. Sin embargo, al plegarse
hacia lo rural, fue perdiendo apoyo de los criollos urbanos de Montevideo, y al radicalizar su política
social para ganar a las masas, comenzaron a desertar los grandes estancieros. A su vez, vio que los
criollos de ambas ciudades pactarían con España con tal de vencerlo, por lo que inició una fuertísima
política antiespañola.
De este modo ganó la simpatía de las provincias del interior, encarnando la figura de un jefe simbólico de
un “partido federalista” frente a un “partido centralista”. Así, en 1813 pudo empezar a delinear un programa
político con estos principios generales: “independencia absoluta, gobierno republicano, separación de
poderes, respeto a las autonomías provinciales, estado federativo, libertad civil y religiosa ´en toda su
extensión imaginable´, derecho de los pueblos a guardar armas y fin del despotismo militar”.
Hay que destacar que el federalismo de Artigas no se opone al centralismo geográfico de Bolívar, sino al
centralismo social de Buenos Aires, por lo tanto su federalismo también se opone al federalismo disgregador
oligárquico y caciquista (al que se oponía Bolívar). En este sentido, Artigas era federalista pero no
segregacionista.
Los porteños recurren a los portugueses para vencer a Artigas, y la ocupación lusitana de 1816 lo obliga a
replegarse al interior y mantener la guerra de guerrillas. Así, se vio en medio de todos los fuegos: españoles,
portugueses, oligarquía montevideana, criollos porteños y grandes estancieros. Todas las clases dominantes
estaban dispuestas a transar entre sí por derrotar el movimiento social de Artigas, pues consideraban más
importantes sus intereses clasistas que la independencia y unidad nacional: sus intereses de clase no
coincidían con los intereses nacionales.
La independencia de la Banda Oriental sólo llegará en 1826 por el acuerdo entre Brasil, Buenos Aires
y Gran Bretaña.

El Paraguay del Doctor Francia


La burguesía de Buenos Aires atemorizó tanto a las clases agrarias del interior que estas consideraron
más importante defenderse de aquella que de España. Para hacerlo se adhirieron tanto a la causa realista
como, a través de concesiones, a masas de esclavos, indios y pobres en general. Así es que se explica que se
hayan dado verdaderos levantamientos populares en nombre de principios retrógrados, y que fueron
incomprensibles para los patriotas iluministas que los sufrieron. Para las provincias del interior, no se trataba
de una revolución de criollos sino “de porteños”.
En Paraguay el regionalismo sería mucho más acentuado que en la Banda Oriental, debido a su
asilamiento económico, geográfico y cultural. Los estancieros paraguayos, debido a su unión frente al
peligro, eran una casta increíblemente cerrada, enfrentados a: los burócratas realistas de Asunción, riesgo
permanente de invasión portuguesa y el peligro de la dependencia económica de Buenos Aires.
Con la revolución de 1810, la clase dominante porteña quedaba liberada de manos frente a los
paraguayos, y a su vez cometió el error político de nombrar comisionado a José de Espínola, “el
hombre más odiado del Paraguay” por su actuación previa como representante de gobierno. Así, se terminó
de debilitar al ala “porteñista” y fortalecer la “españolista” (al frente de la cual estaban los españoles
más prominentes. Había también una tercera tendencia: el “patriotismo”, simpatizante de la
revolución pero no de sus representantes, que se mantendrá expectante. En este marco se empezó a
desarrollar, impulsado por el gobernador español, el “patriotismo paraguayo”, enfrentado no a España sino a
Buenos Aires y dirigido por españoles.
Frente a esto, el juntismo porteño envía a Belgrano frente a una fuerza a “liberar” Paraguay, pero es vencido
totalmente por un movimiento realmente popular (acudillado por los terratenientes): eran vistos no como
libertadores sino como invasores. Inteligentemente Belgrano cambió su política del enfrentamiento a la
negociación, y aseguró la independencia política del Paraguay a cambio del apoyo antiespañol, postura que
triunfará y se plasmará en la Independencia del Paraguay en 1811.
El primer gobierno paraguayo será una Junta, de la que formará parte el prominente abogado José
Gaspar Rodríguez de Francia, quien aprovechará el sentimiento antiporteño para perfilarse como su
principal enemigo y líder indiscutido, logrando que en octubre de 1811 Buenos Aires reconozca la
autonomía paraguaya. Esta posición será fortalecida mientras Buenos Aires sigue su enfrentamiento con
España, y cuando los restantes miembros de la Junta buscan redactar una constitución, el Dr. Francia se
garantiza el apoyo personal de los terratenientes. De este modo, se hace nombrar Cónsul primero y Dictador
Supremo y Perpetuo después, siguiendo el modelo de república romana. Utilizará futuros complots en su
contra para instaurar el régimen de terror interno que lo mantendrá en el poder hasta su muerte, en 1840.
Francia era la personificación del poder absoluto y el Estado, y sembró la tesis de que los pueblos de
América no son aptos para la democracia. A pesar de que todo su gobierno se basó en la represión
(política, moral y física), respetó a las poblaciones indígenas y, a diferencia de los republicanos, les dio
garantías territoriales, presentándose como figura severa pero generosa. Así mismo, ejerció control
absoluto sobre la Iglesia, que lo legitimó ideológicamente.
Paraguay quedó constituido políticamente autócrata y económicamente autárquico, el único contacto
exterior fue el comercio de la yerba mate, que se convirtió en asunto de estado, y que sólo se permitió a
través de comerciantes extranjeros (para evitar que se forme una clase mercantil local que pudiese
reivindicar derechos políticos).

Las guerrillas del Alto Perú


Las naciones no siempre surgieron por el desarrollo regional: la región era, ante todo, una unidad
socioeconómica, la nación una unidad jurídico-política. Las reparticiones políticas coloniales no eran
siempre coincidentes con las demarcaciones regionales. De allí que muchas veces los patriotas criollos, que
pensaban en términos de estados y naciones, se encontraran con resistencias regionales. Incluso las regiones
que deseaban la emancipación de España, la querían como propia, sin injerencias, sin ideas “americanistas”,
pues los localistas sabían bien que la independencia era oportunidad jugosa para las poderosas oligarquías –
sobre todo la más poderosa, la porteña- que buscaban una “reconquista interior” (de modo tal que quedarían
subordinadas a éstas, y por su medio al mercado mundial).
Las montoneras fueron el método de lucha más destacado de los que surgieron en la lucha contra
España, perfectamente adaptados a la geografía y la historia altoperuana, integrando la tradición de
resistencia indígena-campesina y las relaciones de poder coloniales. Había muchísimos grupos de
montoneras, cada cual con su caudillo, que se agrupaban para formar ejército ante la amenaza
exterior, y se dividían nuevamente una vez pasada la amenaza.
Si bien tenían la capacidad de hostigar fuertemente a los españoles, no tenían la de expulsarlos, por lo
que desde Buenos Aires creyeron que enviando contingentes de ejército libertador, las montoneras se
les plegarían. Cometieron el error de creer que sus ideales abstractos eran iguales que los intereses
concretos de la población local.
Al llegar, fusilaron a los españoles y todos los que habían colaborado de algún modo con ellos, eliminando
parte del gobierno que se habían puesto los locales a sí mismos tiempo atrás. Por si esto fuera poco, el
ejército ya no estaba luchando por su propia independencia como en Bs. As., sino en tierra extranjera y por
el botín: sea a costa de españoles o de criollos. Pronto decayó la moral, y los criollos locales se sumaron a
los españoles. Así, el ejército del Plata, perdió las batallas, acercó a los criollos altoperuanos a los
españoles y en su paso destruyó fronteras naturales que salvaguardaban a las montoneras.

El caso chileno
Debido al aislamiento geográfico de la Capitanía General, y a su situación nunca resuelta respecto de la
dependencia del Alto Perú, la clase criolla chilena tenía alto grado de homogeneidad política, se los ha
llamado “fronda aristocrática”. Sin embargo, a excepción de los grupos intelectuales, la aristocracia
chilena desarrolló un nacionalismo sin demasiado antihispanismo o anticolonialismo.
Al formarse la Junta de Bs. As., el gobernador español de Chile inició una represión preventiva
(innecesaria) que fue lo que motivó la reacción de la aristocracia, siendo expulsado aquel y formada
una junta conservadora, que incluyó españoles (aunque en minoría) y nunca hizo declaraciones
antimonárquicas. Los verdaderos grupos insurgentes (integrados por Martínez de Rozas y O´Higgins,
grandes acaudalados y terratenientes), se coaligaron en Concepción (rival tradicional de Santiago) y
formaron una junta alternativa sin mayores pretensiones, a la espera de una mejor oportunidad.
Carrera, un caudillo aristócrata recién vuelto de España, inició por sus propios medios una lucha con un
ejército de talante muy antiespañol, pero sin el visto bueno de la “fronda”. El hombre que querían era el
disciplinado O´Higgins, que se venía negando pero al ver la situación aceptó tomar el mando de otro
ejército patriota, que habría de enfrentarse a los españoles que avanzaban desde el sur y al mismo Carrera.
Cuando intentaron ambos caudillos unir sus ejércitos, ya habían sido derrotados por los monárquicos,
por lo que debieron replegarse a Mendoza a la espera de San Martín.

LA REVOLUCIÓN CONTINENTAL

Las reacciones americanas a la nueva situación en Europa, va a depender de cada región, según cómo hayan
sido las relaciones previas de las oligarquías metropolitanas con la metrópoli, los grupos subalternos de su
región y las oligarquías sub-metropolitanas. Tanto Bolívar como San Martín tenían claro que la victoria
dependía en primer lugar de derrotar militarmente a España, pero fundamentalmente de lograr vencer en la
política que consolidara el gobierno patrio, lo cual sería imposible sin lograr el apoyo de los criollos
económicamente dominantes (los cuales no harían nada sin garantías para sus privilegios y frente a un
posible desborde social). Cada uno optará por un camino diferente.

La gesta de San Martín


En Chile la derrota había sido causada por la división del mando militar y el escaso apoyo popular a la causa.
El primer problema lo resolverá San Martín al elegir a O´Higgins (por su ascendencia sobre los hacendados
y la clase criolla), y el segundo los propios españoles en 1814, al iniciar una nueva represión generalizada
(que afectó incluso a criollos hispanistas) que le dio a la población el impulso antiespañol que no tenía. San
Martín, tras ver la derrota de los chilenos y el fracaso de Belgrano en Paraguay, diseñó su estrategia
fundamental: avanzar de Mendoza a Chile y recién desde allí a Perú.

El comienzo de la expedición libertadora


Una vez cruzados los Andes y vencidos los españoles, O´Higgins es nombrado Director Supremo, con tres
tareas difícilmente conciliables: asegurar la situación fundamental de la aristocracia, retribuir los servicios
prestados por la población en la guerra, y destinar buena parte del erario a financiar la campaña del Alto
Perú (según lo acordado con San Martín). Así, O´Higgins quitó los títulos de nobleza e intentó prohibir el
mayorazgo, y se enfrentó a la base que lo había llevado al poder: la oligarquía. Esto, sumado a la
financiación de la campaña peruana en situación de crisis económica, terminaría por obligarlo a abdicar.

Hacia el Perú
Si bien San Martín ya no contaba con el abierto apoyo de Buenos Aires (receloso de su posible
autonomización al frente de un ejército poderoso), y que en 1819 será directamente nulo, en 1816 la
situación le era favorable porque todas las oligarquías regionales se encontraban enfrentadas en disputas
internas. Pero fundamentalmente era un momento propicio porque, vencido Napoleón y finalizada la alianza
con España, comenzaba a llegar el esperado apoyo de Inglaterra a la causa: oficiales, diplomáticos,
empréstitos informales y armas. También los grupos de militares ingleses que decidieron venir a América a
poner sus propias compañías de guerra privadas, que van a ser contratadas por los patriotas.
La peruana es la clase criolla más recalcitrante de todas, desde lo económico por su lugar privilegiado
en el sistema colonial, porque su riqueza en buena medida estaba basada en la explotación minera de
oro y plata (aunque había un sector agrícola) y, fundamentalmente, porque formaban parte de la
inmensa masa burocrática-eclesial-militar de la organización colonial. Desde lo político, porque cada
uno de estos grupos tenía un terror inconmensurable a la posibilidad de liberación de las clases subalternas,
sobre todo luego ver el potencial de una rebelión popular como la Túpac Amaru.
Así, ante el llamado de la Junta Central de constituir cabildos, más allá de algunos cambios impositivos y
una tibia organización de cabildos abiertos, la clase criolla peruana no tuvo ningún interés en enfrentarse a
España, y tanto menos por la vía beligerante. En este escenario le fue muy fácil al virrey Abascal
regenerar el Alto Perú como baluarte monárquico: reforzó las milicias, hizo algunas concesiones a los
criollos (tributarias y de ocupación de cargos públicos), negó la libertad de comercio y se mostró
inclaudicable con las clases populares.
Sin embargo, virrey sucesor, Joaquín de Pezuela, se encontró con un escenario mucho más desfavorable:
San Martín avanzando desde Chile, Bolívar desde el norte, Lord Cochrane con su armada en las
costas, las diplomacias norteamericanas e inglesa en su contra, guerrilla en el interior y, aspecto clave,
el alzamiento liberal en la propia España que le impedía contar con refuerzos. En este marco, los
sectores peruanos más acomodados, siempre temerosos del enfrentamiento y sus consecuencias, empiezan a
considerar una salida negociada que al menos no les cuestione sus privilegios principales. Y para esto
contaban con San Martín como interlocutor (quien nunca rompió definitivamente con la idea monárquica y
nunca estuvo a favor de una revolución social, sino política).
San Martín les garantizó a los criollos respeto por sus instituciones y garantía frente a alzamientos
sociales. Incluso, los aristócratas de Perú rompieron con España “por derecha”, temerosos del giro
liberal, y encontraron en San Martín (nada menos), un posible protector frente a intentos similares.
Así, su política fue clara: garantizar la revolución política sobre la base de la decapitación de la revolución
social. Este era un arma de doble filo, pues fue la misma oligarquía reaccionaria la que en Chile destituyó a
O´Higgins, en la Banda Oriental destruyó al artiguismo, y en Buenos Aires le estaba dando la espalda a él
mismo. Pero además era la política opuesta a la que venía desarrollando Bolívar desde el norte, limitando
una posible unión de fuerzas. Por otro lado, si con esto buscaba estabilidad política, en realidad estaba
abriendo un espacio de lucha que sólo podía ser controlado por la vía represiva.
Pero siguiendo esta política logró el apoyo de las clases propietarias, que le allanaron el camino por una
doble vía: lo apoyaron en los enfrentamientos definitivos y depusieron al virrey por un general liberal
dispuesto a negociar.

El protector sin protección


El 1 de julio de 1822 entra en Lima, y el 14 nombró un cabildo que decretó la independencia. Cumplió
su palabra de defender a la oligarquía, pero esto le significó enfrentarse a los criollos liberales.
Junto a Monteagudo plantearon un programa de gobierno de tres pilares: concesiones puntuales a los grupos
subalternos, política general de beneficio a la oligarquía criolla y represión absoluta a españoles radicados.
Desde lo discursivo, la política social fue radical: abolición formal de la esclavitud, tributo de indios, mita y
trabajos obligatorios. Sin embargo, estas formas de explotación ya estaban siendo cambiadas por otras más
“modernas”, y las medidas que efectivamente afectaban a la oligarquía no fueron llevadas a cabo (se las
declaró pero no se instituyó ningún medio de cumplimiento ni control). La política oligárquica, en cambio,
sí fue efectiva: se conservaron títulos de nobleza y se generaron nuevos, y hasta se planteó la idea de traer un
príncipe europeo y crear la monarquía peruana.
Rápidamente los grupos guerrilleros se negaron a reconocer la supremacía de los libertadores, y la
población a considerar al ejército como fuerza de ocupación. Los españoles incentivaban a los grupos
rurales al levantamiento, y el ejército sanmartiniano estaba en constantes escaramuzas. Así, la guerra se
prolongaba mucho más de lo planeado, costándole dinero a la oligarquía, que se impacientaba y dejaba de
ver a San Martín como un garante y pasando a ser un lastre. Ante esta situación, decide reunirse con
Bolívar en Guayaquil.

La entrevista de Guayaquil (26 y 27 de julio de 1822) o el ocaso de San Martín


San Martín llega a la entrevista dejando un Perú lleno de conspiraciones, con una economía desgarrada,
disputas entre chilenos, argentinos y peruanos, una guerra interminable y una oligarquía que ya no lo
financiaba. A su vez, O´Higgins está siendo desplazado en Chile. Bolívar, en cambio, llega en el cenit de su
campaña.
El republicanismo de Bolívar no admitía ninguna de las ideas semimonárquicas de San Martín. Pero
la mayor diferencia era la política en términos inmediatos, aquél ya había comprendido (tras varios y
sendos fracasos) que lo fundamental era conseguir el apoyo de las clases populares de cada región, y la
situación de Perú estaba dándole la razón.
San Martín estaba derrotado y Bolívar en pleno éxito, por lo que al primero no le quedó más opción
que dejar paso al segundo, y retirarse de forma permanente de la política continental, exiliándose en
Francia.

La gesta de Bolívar
Lo que igualaba a la aristocracia venezolana con las demás del continente era el miedo absoluto a la rebelión
popular, y como la mexicana y la peruana, estaba dispuesta a sacrificar la independencia por la seguridad.

El escenario venezolano
La economía venezolana era la más vinculada al mercado mundial, y de acuerdo a ese vínculo se
fraccionaba la oligarquía: hacia el interior los estancieros latifundistas clásicos, hacia la costa los
productores de tabaco, algodón, café y, sobre todo, cacao (75% de la exportación), estos últimos constituidos
como un sector social precapitalista enriquecido por la demanda mundial. Si bien las diferencias entre ambos
grupos eran profundas, siempre prevaleció la unidad respecto a dos problemas comunes: la administración
española y las sublevaciones de los negros. El 1,5% de la población monopolizaba el 100% de la tierra
cultivable y de pasto.
La sociedad estaba dividida en blancos, blancos de orilla (plebeyos pobres), pardos y negros. Los negros
eran no sólo odiados sino también profundamente temidos, sobre todo después de la Rebelión de Coro,
dirigida por Chirinos (hijo de negro e india libre, pequeño propietario agrícola). Esta rebelión, por la figura
de su líder, unificó la lucha antiesclavista de los negros, con la de supresión de los impuestos, y fue tan
potente que (al igual que la Hidalgo y la Túpac Amaru), unificó a todas las facciones de la oligarquía para
reprimirla.
Esta complejidad social será el caldo de cultivo para que los criollos iluministas –sobresaliendo Bolívar-, se
autonomicen en el proceso revolucionario de la aristocracia de la cual surgieron.

Las primeras experiencias del joven Bolívar


Hijo de grandes terratenientes y encumbrado en la sociedad, se formó en España y se vinculó a Miranda en
Inglaterra. Por su situación social tenía ascendencia sobre los aristócratas de su generación, dilatada
formación política y militar.
En 1810 formaba parte de la Sociedad Patriótica, y al igual que sus compañeros, era un radical
revolucionario, pero su radicalismo era político y no social, compartía los mismos prejuicios raciales y no
buscaba la abolición de la esclavitud ni otorgar prerrogativas sociales más allá de lo meramente retórico
(como quedó plasmado en la Constitución de 1811). Se enfrentó a Miranda cuando éste dijo que Venezuela
no estaba preparada para gobernarse a si misma, ya que él esperaba ver a un pueblo venezolano unido y
levantándose por la libertad.
La existencia de la I República fue fugaz, y más tarde Bolívar la llamará “el período de la patria boba”,
porque quisieron forjar la independencia con proclamas, mientras los pardos se plegaban a los españoles al
ver el cariz aristocrático de los criollos republicanos, al igual que los llaneros, y que los criollos más
conservadores al ver su situación comprometida.
Sin embargo, al igual que en Chile, la reconquista española en vez de ser seguida de una negociación y
concesiones básicas, fue coronada por la represión, que sólo sirvió para impulsar a los criollos, que hasta
entonces la apoyaban, a la postura independentista por la que no habían mostrado interés. Por otro lado, la
represión fue feroz para con los negros, llaneros e indios que los mismos españoles habían movilizado
contra los patriotas, buscando ahora que des-movilizaran, pero no entendían que esos grupos no peleaban
por España (ni mucho menos por el rey), sino por sus propias libertades. Si para los criollos y peninsulares
diferenciarse tenía mucho sentido, para los indios, pardos y negros tales diferencias eran incomprensibles.
Los propios blancos les habían enseñando a dividir a las personas de acuerdo con el color de la piel. El color,
la propiedad y el poder eran para ellos simples sinónimos: el enemigo era el blanco.

La segunda república
Bolívar rearma el ejército con la ayuda del Congreso de Nueva Granada, y el 6 de agosto de 1813
ingresa en Caracas, dando inicio a la II República. Este período es el conocido como el de “la guerra a
muerte”. La violencia inaudita de este momento responde a que los enfrentamientos no estaban
enraizados en las demandas sociales que pudiesen ser referencia, motivación o guía de la lucha, de
modo tal que sólo dependía de los aspectos técnicos y la capacidad de generar bajas y terror en el
adversario.
Continuaba la incomprensión de la situación social, por lo que no se logró una política de acción clara, sino
una errática sucesión de disposiciones que desconcertaba a criollos y españoles, incluso Bolívar llegó a
mandar expediciones contra los negros sublevados para ganarse a la aristocracia. Más notoria fue su
debilidad al enfrentarse a los llaneros de José Boves (español fugitivo por contrabando, que se convirtió en
líder de los llaneros).
Los llaneros (negros, indios, pardos, blancos fugitivos, etc.) formaban una caballería implacable, y Boves,
captando el malestar de todos ellos con la II República, ofrece su fuerza a los españoles, siendo
determinante en la derrota de Bolívar. Inmediatamente después de su victoria Boves instaura un régimen de
terror muchísimo peor que las dictaduras de Bolívar y de Monteverde, aunque sin un programa político,
social ni económico, y sin tener conciencia de que estaba socavando las bases materiales del poder colonial
(atacando las propiedades y a las familias más prominentes).
La diferencia del terror de Boves con el de sus predecesores es que él sí estaba anclado y legitimado en la
base social. Y lo que animaba a este movimiento era un profundo odio social y racial, y un desprecio
absoluto a los “libertadores” que querían liberar el país sin liberar a sus habitantes.

La conversión de Bolívar
Al volver Fernando VII al trono en 1814, la corona irá por su intento de reconquista definitiva con la
expedición de Morillo. La segunda derrota de Bolívar les dio la posibilidad de ingresar por el norte. Sin
embargo, los españoles estaban en una posición muy débil: el rey en la propia península estaba lidiando con
la creciente oposición liberal a la guerra extracontiental, a tal punto que hubo españoles que empezaron a
pensar en la salida negociada, lo cual, una vez iniciada la guerra de reconquista, sería absolutamente inviable.
Bolívar se encuentra exiliado en Jamaica, tratando de ganar el apoyo inglés, lo cual sabe que no logrará
hasta mostrar una fuerza política y militar que lo respalde. Allí es cuando repiensa el rol de los llaneros, y
nota que sólo teniéndolos de su lado logrará algo. En 1815 es expulsado de la isla y sólo lo recibe la
República de Haití, donde termina de convencerse de la importancia de las clases subalternas, y donde
además lograra el ansiado apoyo, que se lo brindará el presidente Pétion a cambio de la promesa de libertad
de los esclavos. El cambio de postura de Bolívar parece más sincero que oportunista, como se verá después
en distintas situaciones.
Decide encarar una nueva forma de lucha, yendo con un pequeño destacamento a la llanura del
Orinoco, tierra de negros y llaneros. Con los primeros, arregló la libertad a cambio de que se sumaran
al ejército, y con los segundos, dada la fuerte organización y fuerza autónoma, debió pactar de general
a general con su nuevo líder (Páez), prometiéndoles vía libre para saquear posesiones españolas
durante la lucha, y tierras luego de la victoria. Cumplió con todos. A pesar de unirse a estos grupos, no
estaba dispuesto a renunciar al apoyo de los criollos y no permitirá la “guerra de razas”.
Bolívar y Páez reúnen todas sus fuerzas en Angostura y allí erigen un poder alternativo al de los
peninsulares, y en 1819 celebran el congreso que forma la III República. Aquí se declara a favor de la
república de base popular, democrática e igualitaria. Es allí elegido presidente de la república
(todavía inexistente), y decide la invasión a Nueva Granada.

La creación de Colombia
En Nueva Granada el sector exportador dedicado a la explotación del algodón y el cacao era de escala
reducida, y ubicado en la costa. Hacia el interior la agricultura intensiva había impulsado ciertos desarrollos
industriales y comerciales basados en el mercado interior (relativamente amplio). La industria textil en Quito
generó el principal centro manufacturero de Sudamérica, que vivía en permanente tensión con la Corona por
las trabas que le imponía. Hubo varias rebeliones de comerciantes, sobre todo ligadas a los aumentos de
impuestos. Por todo esto, los criollos neogranadinos eran más proclives a romper con España, y a su vez,
tenían capacidad de movilizar a las clases bajas sin que éstas los sobrepasen.
Los criollos de Quito en 1809 habían tenido un levantamiento reclamando por menos impuestos, libertad de
comercio y posibilidad de acceso a los cargos públicos, la que a la luz de los tiempos fue entendida por el
virrey Abascal como antimonárquica, y reprimida como tal, incluyendo la ocupación de Quito por el ejército.
Esta ocupación fue repelida en 1812 por un movimiento popular dirigido por los criollos, pero en este caso
sí fueron sobrepasados por las clases subalternas, lo que originó que vuelvan a ser ocupados por el ejército
realista, aunque a diferencia de otros lugares, aquí el general Montes negoció con los criollos y la represión
fue selectiva, garantizando el dominio español en la ciudad hasta 1820.
En Nueva Granada, a pesar de la convicción antimonárquica, la división tajante de las distintas
oligarquías y la desconfianza de las demás provincias respecto a la supremacía de Bogotá, hicieron fácil la
reconquista al mando de Morillo, e imposible la unidad de acción.
El resto del cuadro se repite con el demás que siguen a las reconquistas: españoles fuertes militarmente
pero incapaces desde lo político, criollos antimonárquicos, resistencia urbana y guerrilla rural. El plano ideal
para Bolívar (que, por ejemplo a diferencia de Belgrano en Alto Perú, no era considerado un foráneo a la
región).
Bolívar apunta a su obsesión: fundar la Gran Colombia, con Venezuela, Nueva Granada y Quito. Lo
logra para el 17 de diciembre de 1819. Luego de haber tomado Nueva Granada y ser nombrado presidente,
se dirige a Venezuela y logra su objetivo.

Siempre hacia el sur


Bolívar tenía una concepción centralista, abiertamente opuesta al regionalismo federalista de las oligarquías.
También era consciente de que los oligarcas aceptarían ese centralismo sólo en el plano político y mientras
durara la guerra de expulsión.
Esa guerra era asunto principal en los años 20, y en este sentido aparece Guayaquil como espacio clave, “la
ciudad de prósperos comerciantes” que todos deseaban: los peruanos la consideraban parte de su territorio
natural, los colombianos buscaban su anexión, los guayacaleños querían ser una pequeña república
independiente, San Martín la necesitaba para reforzar su débil posición, y los españoles la consideraban el
punto estratégico de la reconquista.
Bolívar se encargará de la liberación de la ciudad por medio de su general Sucre, en acción combinada con
los criollos locales, victoria que será asegurada por Sucre y el lugarteniente de San Martín, el coronel Santa
Cruz. Inmediatamente después de esto, Bolívar toma posesión de la ciudad en nombre de la Gran Colombia,
bloqueando los intentos de todos los demás. Este es el punto de consolidación de Simón Bolívar y de
declinación de San Martín.

Los pantanos de Perú


Para 1823, la aristocracia peruana no había dejado de ser monárquica, pero en momentos de
semejante inestabilidad estaba dispuesta a pactar con quienquiera que le garantizara cierta seguridad.
Bolívar, consciente que los peruanos de tener una independencia, la querrían como algo propio, se
dispuso a organizar un ejército nacional en el norte, reforzado por las tropas de Sucre y las argentino-
chilenas de San Martín, siendo todas estas secundadas por los feroces llaneros venezolanos. Lanzados
a la campaña militar, vencen en Ayacucho. Sólo faltaba la consolidación política.
Sabiendo lo esclerótico e inmóvil de la sociedad peruana, pero teniendo en cuenta que sin indios y
campesinos jamás lograría la estabilidad, tomó algunas medidas como supresión de tributos y devolución de
algunas tierras comunales, pero ni siquiera rozó la posibilidad de cambiar el régimen de haciendas, piedra
angular de la dominación oligárquica.
Este accionar no alcanzó para asegurar la fidelidad de las clases bajas, pero sí la desconfianza de las
dominantes. Rápidamente, entonces, se encontró como San Martín: hacer una reforma agraria implicaba una
contrarrevolución, no hacerla, perder el apoyo de la mayoría de la población, y una política de término
medio como la que emprendió, es inviable en una sociedad basada en la extrema polarización. Por lo demás,
tampoco era un revolucionario social, por más que sinceramente quisiese beneficiar a los desposeídos, esta
idea no iba más allá de un paternalismo ilustrado. Su objetivo no era una sociedad más justa, sino estados y
naciones independientes.
Las facciones hispanistas estaban a cargo de Oloñeta, un hiperrealista que buscaba lograr que Bolivia
quedase separada tanto de las Provincias del Río de La Plata como del Alto Perú, siendo una nación
independiente pero realista, concepción imposible, pero por la que peleará hasta la derrota definitiva por
Sucre, en 1825.

El sueño de Bolívar (o las pesadillas de la oligarquía)


Hay dos ideas que nunca abandona: crear estado autoritarios pero democráticos, y fundar un federación
continental de naciones. Su concepción del estado tiene tres fuentes principales:
1) Su tradición personal, esencialmente autoritaria (criado en familia aristocrática y monárquica,
general de ejército y educado bajo el despotismo ilustrado);
2) La constante lucha contra los regionalismos oligárquicos en todo el continente, y con las rebeliones
facciosas de las clases subalternas.
3) Su propia utopía: la unidad americana. Consideraba que para lograr eso, los estados tenían que
crear las naciones y no al revés (de modo tal que sean conciliables entre sí).

Así, su internacionalismo se basaba en la potenciación del nacionalismo y no en su negación. Con esa


idea llamó al Congreso de Panamá, y siendo consciente también de las realidades políticas, se negó a invitar
a EEUU, y sabía que Brasil, Argentina y Chile no tenían interés en la unidad continental, por lo que el
Congreso no tuvo un fin resolutivo sino de “testeo de opiniones”. Allí, sólo tuvo la opinión favorable
(aunque no entusiasta) de los países liberados por el mismo.
Para 1826 ya estaba muy pesimista, no sólo no logró una federación continental, sino que incluso su
propia federación se estaba desarmando, y no sólo no logró imponer toda su postura en el plano político,
sino que ni siquiera ser líder indiscutido como lo fue en el plano militar. En Perú, de hecho, no pudo lograr
ni la liberación de esclavos; y en Bolivia, junto a Sucre, liberaron los esclavos pero no pudieron avanzar en
ningún otro sentido sobre los intereses oligárquicos. Desilusionado, vuelve a la Gran Colombia, sólo para
constatar que el cuadro se repite.
En definitiva, serán los intereses oligárquicos regionales los que definan el carácter de cada uno de los
futuros estados, y no las ideas de los libertadores ilustrados. La consolidación de la independencia
latinoamericana se sustenta sobre la castración de todo intento de revolución social, y en muchas regiones
incluso sobre una verdadera contrarrevolución social.
Aún más allá, el sustento fue conseguido sobre a costa de los más excluidos de los excluidos, los
indios. Las leyes protectoras, el papel de los curacas y la ayuda eclesial propia de la colonia, desaparecieron
con las independencias al ser incorporados como ciudadanos en un sistema capitalista: perdieron las tierras
que les quedaban y entraron en la nueva explotación.
También en lo político la independencia se volvió contrarrevolucionaria. Por un lado, sea por
fusilamiento, desprestigio, exilio o persecución, destruyó a sus propios líderes: Miranda, San Martín, Bolívar,
Hidalgo, O´Higgins, Artigas, Sucre, Carrera, Monteagudo. Por el otro, al desaparecer los límites exteriores
(impuestos por la Corona) entre las oligarquías, estas entraron indefectiblemente en luchas encarnizadas en
nombre de naciones y patrias que no existían. El libre comercio destruyó los escasos núcleos de “desarrollo
hacia adentro” que aseguraba la colonia, y los capitales extranjeros afectaron profundamente la balanza de
pagos y eliminaron muchísimos puestos de trabajo ligados a la producción tradicional.
Quizás los únicos que se beneficiaron (por fuera de las oligarquías) son los grupos sociales
intermedios que surgieron a fines de la era colonial por la ampliación del comercio internacional y la
urbanización, los criollos pobres y los pardos de las ciudades que pudieron entrar en el sistema económico
como empleados, escribientes, leguleyos y algunas formas de profesión liberal. Pero, claro está, siempre a
costa de reprimir su propio origen y expresión cultural. No hay que olvidar tampoco que “pacificar”
mestizos e indios implicó en muchos casos comprar sus voluntades (o las de sus dirigentes) con dádivas que
soportaban los propios estados, y que obviamente financiaban sobre la base de más explotación (y su
consiguiente represión) sobre los mismos grupos subalternos. Y esta militarización y represión social
violenta también es producto de la independencia, la sociedad colonial no recurría a estos métodos.
Por último, la desmovilización de los ejércitos una vez finalizada la guerra, fue algo imposible, y
muchos de sus generales se volvieron “señores de la guerra” ofrecidos a quien mejor pagase, y de no haber
quién cubra el precio, se dedicaban al bandolerismo.

ALGUNAS CONCLUSIONES

La independencia de Hispanoamérica se comienza a gestar por la propia incapacidad de la estructura


española, incapaz de generar fuerzas autónomas superadoras del mercantilismo que la industrialicen. Las
reformas borbónicas del siglo XVIII ni modernizaron lo suficiente a España para competir con Inglaterra, ni
fueron tan conservadoras para garantizar un imperio colonial: terminaron afectando los intereses de todos los
actores, modernistas y conservadores.
Sin pensar que la independencia americana hubiese sido imposible sin las revoluciones burguesas, no
se puede entender su desarrollo específico sin ellas. Sin embargo, los postulados de la burguesía
revolucionaria europea caló en América dentro de los grupos que podrían ser calificados de muchas maneras
pero jamás de burguesas; y no sólo eso, sino que expresadas allá tenían un significado diferente y hasta
abiertamente opuesto al que le daban quienes las replicaban acá, todo lo cual se explica por la simple razón
de que la realidad local era justamente antagónica a la del norte.
El movimiento juntista iniciado en 1808 fue el catalizador que puso en movimiento una variedad de
vertientes que serán las que entren en juego durante la independencia (obviamente, ninguna existió de forma
“pura” en la realidad):
1. La de las “clases peligrosas”, ya expresada por la rebelión de Túpac Amaru;
2. La de los criollos descontentos por motivos políticos y económicos (discriminación en el
acceso a cargos públicos, trabas al comercio y la industria, y el continuo aumento de los
impuestos). Se había expresado sobre todo en la rebelión de los comuneros de Nueva Granada;
3. La de localistas y regionalistas que se enfrentaban a los centros de poder colonial
intracontinental (Bs.As., Alto Perú, Bogotá, Guayaquil). Se manifiesta en las montoneras del
Alto Perú, la resistencia paraguaya a Bs.As. y, sobre todo, por el artiguismo de la Banda
Oriental;
4. La ideológica iluminista de criollos educados en Europa. Su aislamiento social los impulsó a la
política conspirativa y la formación de logias. Son los que darán el aporte propagandístico
primero, y los que ocuparán los cargos claves en política y principalmente en los ejércitos,
después;
5. La católica-jacobina. Ideología ultramontana de origen predominantemente clerical. Critican el
“excesivo regalismo de Borbón” y la subordinación de la Iglesia al estado español, con ideas
populistas. Son quienes unirán el iluminismo con la teoría del origen divino del poder, o sea un
origen divino-popular, que será su fuente de crítica al poder real: algo absolutamente
impensable en Europa. Por ejemplo Morelos e Hidalgo.
Por otro lado, hay que diferenciar entre los “actores principales” que le pusieron el cuerpo y cargaron
con las batallas de los ejércitos (las masas pobres, los indios forasteros de Túpac Amaru, los hombres sueltos
de Artigas, los llaneros de Páez y Chirinos, las montoneras, etc.) y los “sujetos de la revolución” (los
hombres formados, criollos aristócratas, terratenientes y mineros, dueños del poder económico) sin los
cuales no hubiese sido posible ninguna independencia, y que fueron los verdaderos beneficiados por ella.

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