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Resumen
Partiendo de una perspectiva constructivista se analiza el lugar de la experiencia estética en una teoría psi-
cológica general y se discute el enfoque de la actual estética evolucionista. La psicología genética y la evolución
vista a través de la teoría de la selección orgánica son dos de los pilares de este constructivismo, que no coincide
con los constructivismos relativistas. Se describe primero el significado funcional y evolucionista del juicio estéti-
co, pero se subraya la existencia de rasgos específicos de la experiencia estética humana, que se focalizan en la
progresiva conciencia humana de la muerte. De este modo, la experiencia de lo bello no se explicaría esencial-
mente a través de los “detectores de belleza” propios de la estética evolucionista, sino como proceso biográfico, his-
tóricamente contextualizado, de construcción del valor de las cosas, del sentido de los placeres y de la vida.
Palabras clave: Constructivismo, estética evolucionista, psicología evolucionista, psicología genéti-
ca, selección orgánica, seleccionismo, pancalismo, belleza.
Correspondencia con el autor. Universidad de Oviedo. Facultad de psicología. Plaza Feijoó s/n. 33003 Oviedo
(Asturias). E-mail: jocasan@uniovi.es
© 2005 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0210-9395 Estudios de Psicología, 2005, 26 (2), 173-193
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1. Planteamiento
La esperanza de que una psicología constructivista pudiera ofrecer alguna idea
de interés sobre experiencia estética y, a la vez, en el propio empeño, revisar algu-
nas de sus propias limitaciones en cuanto a la tematización del sujeto humano
concreto, histórica y biográficamente contextualizado, ha presidido este trabajo
y ha generado dos direcciones de búsqueda: una filogenética (la fundamentación
evolucionista del origen y significación de la experiencia estética), y otra históri-
ca (la exploración de los nuevos significados y usos que lo estético adquiere en la
historia humana).
Se trataría de superar la noción relativamente abstracta de sujeto, de operador,
que a menudo manejamos (y no me refiero ahora a los contextos cognitivistas,
sino especialmente al ámbito de los variopintos constructivismos) y avanzar,
“encarnándola” en sus contextos histórico-culturales, para rozar algunas cuestio-
nes de interés a propósito del sujeto contemporáneo, “material”, y poder decir
algo del sufrimiento, del disfrute y del escabroso tema del sentido de la vida. La
perspectiva sociocultural y las orienciones neovigotskianas han insistido sin
duda y desde hace tiempo en esta “encarnación” o contextualización, y han obli-
gado a todos a tomar más en serio el problema. Han tendido, sin embargo, a
definir al sujeto a través de las convenciones, prácticas lingüísticas y sistemas
culturales, y en los casos en que esa tendencia es más intensa, más evidente resul-
ta la desaparición del sujeto (el de la tradición de la psicología genética, de Pia-
get o de Baldwin), de toda posible universalidad construida, y de la participa-
ción del sujeto en tal construcción. El constructivismo contemporáneo está real-
mente fracturado por este problema, y constituye realmente una pluralidad
(“constructivismos”, habría que decir), cuyo extremo límite es un relativismo
muy alejado del sentido clásico del constructivismo que arranca con Kant. Ian
Hacking, por ejemplo, ha observado críticamente los excesos de algunas pers-
pectivas “constructivistas” o “construccionistas” en su provocador libro “¿La
construcción social de qué?” (Hacking, 2001).
Por el otro frente, el del objetivismo, una perspectiva constructivista se dis-
tingue de la positivista en que no pretende describir una “naturaleza humana”
estática, ya dada, sino comprender los procesos de transformación (la dimensión
operatoria de los procesos de transformación, dejémoslo claro para no mezclar
psicología e historia política) por los que se redefine (en contextos histórico-polí-
ticos concretos, bajo condiciones socioeconómicas concretas) esa naturaleza
humana. En ese sentido, la convicción de partida era que una psicología teórica
completa ha de abordar la experiencia estética desde dentro, tomándose en serio
su contenido emotivo y el valor irreductible de su contenido emotivo, en lugar
de verlo en la distancia como “un hecho”. Me parecía que para una perspectiva
constructivista la construcción de sentido estético, de valor estético, es el
“metro”, la perspectiva desde la que contemplar una vida humana concreta, en la
medida en que ésta necesita coordinar incesantemente y del mejor modo posible
el sentido global de la vida y el disfrute cotidiano de las realidades disponibles.
O dicho al revés, la experiencia estética es ese lugar en el que todo lo “objetivo”
es examinado por la sensibilidad y el sentimiento, juzgado en cuanto a su valor
vital, disfrutado o padecido. Estéticos, en sentido específicamente humano, son
los placeres de la vida en la medida en que van envueltos en sentido.
Ese sentido “subjetivo”, por cierto, incorpora necesariamente algún grado de
“objetividad” (racionalidad, moralidad, justicia,…) no “padecida”, o “simple-
mente “recibida” de instancias culturales, sino puesta en pie, reconstruida y
extendida, gracias a la operatoriedad de ese sujeto. Nuestro sujeto no es por tanto
“subjetivo” según la acepción más clásica y peyorativa, esa que alude siempre a lo
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Y Kandisnky tenía por lema: “La creación de obras de arte es la creación del
mundo” (Kandinsky, 1964, p. 35)
Muy pronto, en 1919, estas diversas corrientes se encontraron en la Bauhaus,
una de las instituciones más revolucionarias del siglo, en donde hubo lugar para
todas las disciplinas artísticas y decorativas, para la reflexión teórica, la coordina-
ción de arte, artesanía y tecnología; y para la preocupación por la reproducción
industrial del arte y su aplicación a la vida cotidiana. Un verdadero ejemplo de
síntesis de racionalidad y libertad constructiva que, de hecho, en muchos senti-
dos transformó nuestro paisaje urbano y hasta nuestro concepto del mobiliario.
Para ir cerrando, voy a enumerar algunas conclusiones y sugerencias sobre
belleza en el caso humano que, de entre la infinidad que el tema permite, me
parecen especialmente pertinentes.
a) Lo bello es radicalmente útil. Lo bello está destinado a ser gozado, y a través de
ese gozo, a ser comprendido o asimilado como modelo, intuición, sugerencia, ejemplo de
vida deseable; de cómo sentir, de cómo jerarquizar valores y ordenar prioridades.
En esto consiste su utilidad.
b) El ámbito de lo bello es toda la realidad y no exclusivamente el arte. No hay un
mundo clausurado y habitado por objetos de belleza frente a otro mundo de
objetos cotidianos y prosaicos. Un rostro, un teorema, una idea, una máquina,
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producir sentido estético, para sí y para los otros, en función de los recursos y
grados de libertad con que pueden contar. No hay un seguro de qué y cuánto
pueda ser logrado. A menudo nos parece poco, porque a menudo nos sentimos
nada, no ya ante la naturaleza física, como decía Kant, sino ante la historia políti-
ca. Pero no tenemos otra fuente de belleza.
Concepción Selección natural mecánica. La selección Selección natural como selección orgánica. La
de evolución deriva de variaciones aleatorias cribadas por “el selección está guiada por los ajustes novedosos
y selección medio”. ontogenéticos que logran modos nuevos de uso
del medio y definen la utilidad de las variaciones
(las seleccionan).
Relación Elementos de la historia y el presente humano Historia de lo estético real y esencial para
entre vistos a través de una proyección difusa de nuestros intereses vitales: crisol de producción
evolución e mecanismos filogenéticos. Nada específico en de rasgos de identidad y sentido, sin dejar de
historia la historia ni en el curso del arte. satisfacer exigencias de especie.
humana Ejemplos: “Llamar la atención”, “Atraer y Ejemplos: “Crear el mundo” (Kandisnski).
presentar calidad fenotípica”. Hacer la vida como “obra de arte”.
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