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del Espíritu
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN
En el Poder
del Espíritu
ISBN 978-987-761-686-6
1. Religión. I. Título.
CDD 231.3
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“UN LIBRO…”
–EN EL PODER DEL ESPÍRITU–
JUAN CARLOS
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CAPÍTULO 1
EL SEGUNDO TOQUE
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CAPÍTULO 2
PALABRA DE PODER
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asombrando igual o más aún con el paso de los años, pues el Espíritu
Santo siempre quiere renovar en Su Iglesia el “aceite de la Unción”
espiritual y mostrar así entre los hombres que Su Poder “es el mismo
ayer, hoy y siempre”. Tenemos la certeza en nuestros corazones que
todo lo que Él ha obrado entre nosotros, para Su Gloria y como dije
nos llena de asombro y gratitud a Dios, tiene todavía mucho mas que
ni siquiera imaginamos y que Él hará entre los que creen y viven de
acuerdo a Su Guianza. Sí, veremos cosas mayores aún ¡estamos segu-
ros! Pues nuestro Dios es Dios de Poder y como declara Su Palabra,
ese Poder es infinito. ¡Bendito sea Su Nombre!
Tal fue el impacto que Su Palabra causó en nuestras vidas que a
partir de allí comenzamos a orar confiados en las Promesas de Dios,
comenzamos a hablar la Palabra, esto es a cambiar el lenguaje de fra-
caso, de derrota que muchas veces está en la boca de los que se dicen
a sí mismos creyentes. El creyente verdadero es aquel que habla, vive,
obra, juzga de acuerdo a lo que enseña el Señor en Su Palabra.
Redescubrimos las “armas espirituales” que fueron de tremenda
bendición, pues en ellas tenemos victoria sobre toda obra del enemi-
go. Fuimos impactados por esa poderosa porción de la Escritura de
Efesios 6 del 10 al 18 que ocupará el espacio de los próximos capítulos.
Vimos que la Palabra de Dios es la “ESPADA DEL ESPÍRITU”, arma
ofensiva, con la que el guerrero “ataca a su oponente”. Un cristiano
que desconoce la Palabra es un cristiano desarmado ante los ataques
del enemigo; de esos poderes de las tinieblas que son los causantes de
todos los males que vive la humanidad.
No es el conocimiento intelectual, como fue dicho, de la Palabra,
sino la Palabra de Dios revelada en el espíritu renacido del hombre
por la Sangre del Cordero, Jesucristo el Señor. Es la acción de esa Pa-
labra que creyendo en su corazón, confiesa con su boca el creyente.
La fe se habla: “Pues con el corazón se cree para conseguir la justi-
cia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación”.
Hay quienes dicen tener fe, pero sus labios no confiesan la Palabra
de Dios, sino que hablan de fracaso, de derrota, etc.
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momento, aún cuando lo que nuestros ojos vean sea una realidad do-
lorosa, Dios quiere que miremos Su Palabra, no las circunstancias.
No esa mirada de quien mira sin ver, sino atentos a Su Palabra que es
“LUZ y VIDA”, “ESPÍRITU Y VIDA.”
Lo último es “CONSERVALAS EN TU CORAZÓN.” Así, dice
la Biblia, lo hacía la Virgen María “conservaba, guardaba en su cora-
zón” las cosas del Señor. Ella recibió la Palabra, se hizo carne en su
seno y la dio a luz.
Así debe ser en cada uno de los creyentes; la Palabra de Dios debe
“encarnarse”. Nuestra fe cristiana es encarnacional, no es filosófica
sino encarnacional. Es precisamente desde el misterio de la Encarna-
ción de donde parte la predicación y la enseñanza cristiana verdade-
ra. Es precisamente del misterio de la ENCARNACIÓN de donde
fluye en el creyente la vida y la salud que el Señor promete a los que
ATIENDEN – OYEN – MIRAN y CONSERVAN SU PALABRA
EN SUS CORAZONES. Para estos hay promesa de “Vida y de salud
para todo su cuerpo.”
Somos testigos de la poderosa acción del Espíritu Santo, manifes-
tando su Vida, Sanidad, Liberación y toda clase de bendiciones en
medio de aquellos que obedeciendo la Voz del Padre Amoroso, atien-
den, oyen miran y guardan Su Palabra como el tesoro mas preciado.
Recibe la Palabra de Dios, que “es vida a los que la encuentran y
salud para todo su cuerpo.”
Por sobre todas las cosas conservarla para siempre, permaneciendo
en ella: “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en voso-
tros pedid lo que queráis y lo conseguiréis” ( Jn 15:7).
Esta es la clave del éxito en la vida cristiana: Permanecer en Cristo,
permaneciendo en nosotros Su Palabra, que es Palabra de Poder.
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CAPÍTULO 3
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CAPÍTULO 4
EL GUERRERO ESPIRITUAL
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CAPÍTULO 5
LA MENTE
1) Dios
2) El hombre (la mente natural)
3) El diablo
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vada será el resultado de esa acción, así como lo expresa San Pablo en
Romanos 12: 1–2 “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia
de Dios, a que ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os
acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la
renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es
la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.”
Necesitamos “transformarnos mediante la renovación de nuestra
mente”, pues solo así podremos discernir lo que agrada a Dios y cual
es Su Voluntad. Una mente renovada por la Palabra de Dios es una
mente fortificada donde ni los malos pensamientos humanos, ni las
influencias del enemigo pueden invadir, pues aunque ataquen son
rápidamente repelidos. Pensamientos e imaginaciones negativas que
quieran atacar serán rápidamente detectadas por la mente renovada
en la Palabra de Dios y echados afuera.
Es triste ver cuanta gente que ha sido llamada a ser vencedora, está
arrastrada por influencias en su mente, a una vida limitada, mientras el
enemigo con sus ardides les está robando el gozo, la alegría. Con solo
tomar las promesas de Dios y creerlas, caminando en ellas podrían
disfrutar de las bendiciones a que fueron llamados en Cristo Jesús.
La mente humana es generadora hasta de graves enfermedades
cuando no está renovada por la Palabra de Dios. Hoy la ciencia médi-
ca conoce y habla mucho acerca de los trastornos psicosomáticos
Los creyentes vamos todavía mas allá; pues aunque no sea profesio-
nal el creyente verdadero sabe que el hombre es ESPÍRITU, ALMA y
CUERPO (ver 1 Tes 5:23; Heb 4:12; Lc 1:46–47). Los creyentes co-
nocemos que la mayoría de los trastornos son “pneumosicosomáticos”.
“Sanado” el espíritu, por la Sangre de Cristo (conversión) se “sana”
la mente por la acción transformadora de la Palabra de Dios (reno-
vación – santificación) y se sana el cuerpo (salva), “Él que tus culpas
perdona, que cura todas tus dolencias.” (Sal 103:3).
Estaré compartiendo más adelante acerca de la gracia de tener que-
ridos médicos en nuestra comunidad, a quienes bendecimos (a todos
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ellos) orando por los médicos que son “el brazo largo de Dios para sa-
nar a sus hijos”. Siempre recomendamos a los que vienen a la comuni-
dad pidiendo a Dios sanación que nunca abandonen sus tratamientos
médicos y que los sigan con obediencia.
La mente humana es el campo de batalla preferido del enemigo,
por ello debe estar fuertemente fortificada, así como los lugares estra-
tégicos ante una posibilidad de conflicto son custodiados secretamen-
te, así también el creyente debe cuidar esas áreas estratégicas donde el
enemigo pretenderá atacar.
“… Deshacemos sofismas y cualquier baluarte levantado contra el
conocimiento de Dios y reducimos a cautiverio todo entendimiento
sometiéndolo a Cristo”. (2 Cor 10:4–5). ¡Amén!
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CAPÍTULO 6
LA BOCA
En la Edad Media los yelmos sabían tener una pieza llamada “venta-
lle” que cubría el rostro. Era una pieza movible que se podía subir y ba-
jar. Bajándola se cubría el rostro para el combate. Así también nuestra
boca tiene que estar protegida en el combate espiritual.
Veamos la importancia que la Biblia da a nuestras palabras: “Muer-
te y vida dependen de la lengua, el que la aprecia comerá su fruto”
(Prov 18:21).
Creo firmemente que la mayoría de aquellos que fueron destinados
a ser vencedores y que en su realidad presente están como derrotados
es a causa de lo que hablan. Son quienes habiendo creído y muchas
veces hasta viviendo en las verdades de la fe y practicando sus ritos, ha-
blan como habla el pagano, el incrédulo. Los ves hasta saliendo de las
celebraciones litúrgicas, hablar fracaso, derrota, pesimismo, tal como
lo haría quien no tiene fe en Dios.
Me ha tocado compartir con personas “muy piadosas”, quienes te-
niendo todos los conceptos del cristianismo, inclusive “carismáticos”,
pero que al escucharlos hablar les he llegado a decir “Hermano/a ¿De
qué te sirvió todo eso, te has puesto a pensar?” Lamentable es el es-
fuerzo así de esa manera, pues les ha sido inútil a la hora de vivir una
vida gozosa en el Señor. Les he hasta escuchado hablar de toda esa
vivencia en tono de queja, casi como quien diría: “Después de todo
lo que yo hice para Dios”. ¡Terrible! Por eso creo que se pueden tener
todos los maravillosos conceptos del cristianismo, sin tener la vida.
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CAPÍTULO 7
EL CORAZÓN
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CAPÍTULO 8
COSAS RARAS
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vano; o bien rechazan para que no corra peligro de sacudirse ese edi-
ficio de convencionalismo tradicionalista, disfrazado muchas veces de
“aparente piedad”.
¿No era este acaso el argumento que esgrimían los fariseos y maes-
tros de la ley, frente a Jesús de Nazaret?
“Aquí las cosas siempre las hemos hecho así”, esto era lo que mas
o menos planteaban. ¿Qué les dice Jesús? : “Así habéis anulado la
Palabra de Dios, por vuestra tradición” (Mt 15:6)
Cierta vez oí acerca de un experimento científico que ejemplifica
lo que estamos compartiendo: “Un científico colocó cinco monos en
una jaula, en el medio de ella una escalera, y encima un cacho de bana-
nas. Cada vez que un mono subía para apoderarse de algunas bananas,
el científico dejaba caer un chorro de agua helada sobre los monos que
habían permanecido en el piso. Después de varios ensayos, cuando un
mono se acercaba a la escalera, los demás se le echaban encima y lo
molían a golpes.
Pasado algún tiempo, ningún mono rondaba la escalera a pesar de
la tentación de las bananas. El científico decidió continuar con su ex-
perimento y sustituyo a uno de los monos por uno nuevo. La primera
cosa que hizo el recién llegado fue abalanzarse sobre la escalera y las
bananas con el consecuente resultado, los cuatro veteranos lo agarra-
ron al nuevo y le dieron tal paliza que el novato no quiso probar más.
El científico volvió a cambiar un mono por uno nuevo y ni bien se
acerco a la escalera le dieron tremenda paliza, y quien mayor entusias-
mo puso fue el nuevo. El experimento prosiguió de la misma forma
cambiando cada tanto a uno de los monos con idéntico resultado,
hasta que llegó un momento en que no quedo ninguno de los monos
iniciales del experimento, pero la conducta de los nuevos habitantes
de la jaula era la misma, dar una golpiza al que se acercaba a la escalera”.
¿Cuántas cosas se hacen de esta misma manera?
Que soberbia la de aquellos que tenían a Dios delante de ellos y no
lo reconocían, pues ese Jesús, para ellos, no podía ser el Mesías espera-
do ya que no cumplía sus Tradiciones. Cuantos son los que creen que
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mos, como siempre debemos hacerlo los creyentes, con amor, sin mi-
rar al pasado y gracias sean dadas a Dios, obtuvieron de Él la bendi-
ción, lo que fue otro testimonio de la eterna fidelidad del Señor para
con los que le obedecen. ¡Gloria a Dios!
También nos enviaron personas que fueron bendecidas, con innu-
merables testimonios en sus vidas que hicieron que no pocos de ellos
hoy o estén participando directamente con nosotros o viviendo entre
ellos en distintos lugares esta misma experiencia de vida que es la Re-
novación Carismática Católica verdadera. Digo así pues hay una a la
que le quedó el nombre pero que lamentablemente no expresa en los
frutos la vida para lo que el Espíritu Santo la suscitó a partir del Con-
cilio Vaticano II, por oración y anhelo de Juan XXIII que quería para
la Iglesia “Un Nuevo Pentecostés”.
Cierto que hoy, pasados los años todo es muy diferente, pues to-
das estas “cosas raras” se están tratando de vivir en ciertos ambientes
de la R.C.C. y de la Iglesia Católica en general. Hoy no son muchos
los que pueden negar “la Salvación por Gracia mediante la fe” (Ef
2:8) pues Juan Pablo II mismo dio una catequesis a la Iglesia en ese
particular. También con relación a los “signos de poder” (sanidad –
milagros, etc.) acompañando a la Palabra anunciada por los testigos
de Jesucristo y Su Evangelio, en lo que Juan Pablo II llama la “Nueva
Evangelización”, deber de todo cristiano.
Hablaremos más adelante en particular de algunos de esos testimo-
nios que el Todopoderoso obró y obra en medio de aquellos que con
sencillez y humildad creen en Su Palabra.
Lo maravilloso es que cuando esta Palabra impacta los corazones
no hay camino de retorno. “SEÑOR ME HERISTE CON TU PA-
LABRA Y TE AME”, decía San Agustín.
La Palabra de Dios es esa “espada de dos filos” que penetra entre
tuétanos entre el alma y el espíritu y sondea lo intimo del ser (ver Heb
4:12–13).
Cuando le permitimos, ella corta penetrando y sondeando y deján-
donos al “desnudo delante de Aquel a quien hemos de dar cuenta”, lo
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CAPÍTULO 9
QUEBRANTAMIENTO
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CAPÍTULO 10
TODO ES PÉRDIDA
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Para los creyentes no creo que haya título más positivo que este,
ya que hasta que no consideremos todas las cosas como perdidas, no
“ganaremos” a Cristo. Es al menos para mí uno de los pasajes más po-
derosos de la Sagrada Escritura, uno de esos pasajes que te sacuden de
la cabeza a los pies.
El gran apóstol utiliza expresiones muy fuertes para referirse a los
“falsos circuncisos”, tales como “perros”, “embusteros”, “mutiladores”,
declarando que los “verdaderos circuncisos somos nosotros, los que
damos culto en el Espíritu de Dios... sin poner nuestra confianza en
la carne”.
¿A qué hace referencia Pablo cuando dice carne? Veamos: “Ten-
go motivos para confiar en la CARNE, si alguno cree poder confiar
en la carne, mas yo”, y allí relata toda una serie de cosas que ostenta
como currículum religioso como “circuncidado, del linaje de Israel,
benjaminita, hebreo hijo de hebreos, fariseo, celoso perseguidor, inta-
chable, legalista...” A todo ese cumplimiento legalista el apóstol, aho-
ra convertido en tal llama obras de la carne, pues esa forma religiosa
pretende cumplir la ley, sin el Espíritu..
Es sumamente sutil la tentación de caer en ese cumplimiento de
normas, códigos, preceptos, ordenanzas legalistas, sin una sincera mo-
tivación del corazón iluminado por la gracia, que siempre nos llevará
mas allá incluso de lo que marca la ley. Jesús no vino a abolir la ley, sino
a darle cumplimiento.
Claro, la gracia es imposible conocerla y por ende dejarse conducir
por ella, si antes no hay un verdadero encuentro con Jesucristo por la
fe, con lo que ello implica: “PERDERLO TODO”.
¿Qué cosas? Volvamos a Pablo, ¿qué fue lo que él aceptó perder a
causa de Cristo? Sin ninguna duda todo ese currículum religioso os-
tentado como una carta de presentación, en su vida no hacía más que
llenarlo de obstinación y contumacia persiguiendo a “los del Camino”,
a muerte.
Ese conocimiento de las verdades de la religión cristiana tiene a
muchas personas atadas a “cuánto saben”, “cuanto han estudiado”,
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CAPÍTULO 11
LA LEY Y LA GRACIA
Me gustó esta definición que una vez escuché, la ley dice: “HAZ O
MUERE”, la Gracia dice: “RECIBE Y VIVE” ¿Maravilloso verdad?
Veamos un poco desde la Palabra si esto es o no es así.
“Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo
y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hom-
bres, ya que todos pecaron; –porque, hasta la ley, había pecado en
el mundo, pero el pecado no se imputa no habiendo ley–; con todo,
reinó la muerte desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no
pecaron con una trasgresión semejante a la de Adán, el cual es figura
del que había de venir.
Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de
uno solo murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el don
otorgado por la gracia de un hombre, Jesucristo, se han desbordado
sobre todos! Y no sucede con el don como con las consecuencias del
pecado de uno; porque el juicio, partiendo de uno, lleva a la conde-
nación, mas la obra de la gracia, partiendo de muchos delitos, se
resuelve en justificación. En efecto, si por el delito de uno reinó la
muerte por un solo hombre ¡con cuánta más razón los que reciben
en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida
por uno, por Jesucristo!
Así pues, como el delito de uno atrajo sobre todos los hombres la
condenación, así también la obra de justicia de uno procura a todos
la justificación que da la vida. En efecto, así como por la desobe-
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Dirá San Juan “...La ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y
la verdad nos han llegado por Jesucristo” ( Jn 1:17).
La ley fue dada por un servidor, mas la Gracia nos ha llegado por
el Unigénito Hijo de Dios, el cual es, Él mismo, la Gracia. ¡Gloria a
Su Nombre!
La Gracia es una fuerza que nos conduce desde adentro hacia fuera,
mientras que la ley es como los carteles de una carretera que desde
afuera nos va indicando. Cuando vives en la Gracia, aunque andes de
noche por la carretera y haya niebla espesa, la Gracia te guiará para que
no equivoques el camino y no te desvíes de la ruta de tu vida cristiana.
La Gracia es como el freno de potencia de un automóvil, ni bien tu
pones el pie en el freno la otra fuerza, ya no la haces tú, sino el dispo-
sitivo creado a tal efecto. Es también como las direcciones servo asisti-
das de los automóviles modernos, que al doblar el volante, el resto de
la fuerza para girar lo genera el dispositivo.
Siempre eres tu el que conduce, pero bajo la segura dirección de la
hoja de ruta ¡LA PALABRA DE DIOS! Tu decides frenar y no tienes
que esforzarte; tu decides girar y lo haces sin ningún esfuerzo “Si vi-
vimos por el Espíritu (la Gracia) sigamos también al Espíritu” (Gal
5:25). ¡Dejémonos conducir por Él!
“En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia,
afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí, contra ta-
les cosas no hay ley” (Gal 5:22–23).
La Carta a los Gálatas tiene una incalculable riqueza con relación
a esta realidad, al igual que muchos pasajes de las epístolas paulinas.
Otro de esos pasajes se nos da como prueba bíblica en relación a
esto: “La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles
por la fe, anunció con antelación a Abraham esta buena nueva: En
ti serán bendecidas todas las naciones. Así pues, los que creen son
bendecidos con Abraham el creyente. Porque todos los que viven de
las obras de la ley incurren en maldición. Pues dice la Escritura:
Maldito todo el que no se mantenga en la práctica de todos los pre-
ceptos escritos en el libro de la Ley. Y que la ley no justifica a nadie
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ante Dios es cosa evidente, pues –el justo vivirá por la fe–; pero la ley
no procede de la fe, antes bien quien practique sus preceptos, vivirá
por ellos. Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él
mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo
el que cuelga de un madero, Y esto para que la bendición de Abra-
ham llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, y por la fe recibiéramos el
Espíritu de la Promesa.” (Gal 3:8–14).
Sumamente reveladora esta porción de la Sagrada Escritura que nos
habla de la Promesa.
La Promesa es antes que la ley, ya que fue dada a Abraham 430 años
antes: “En ti serán bendecidas todas las naciones” (Gen 12:3), pro-
mesa que Abraham recibió por la fe, la cual le fue tenida por justicia.
“El justo vivirá por la fe” (Ha 2:4); no por la ley, recordándonos San
Pablo que “la ley no procede de la fe”, “Quien practique todos sus precep-
tos vivirá por ellos”, lo cual claramente nos lo muestra el gran apóstol.
Lo único que hacía la ley era mostrar al hombre de que era reo, no
sin reconocer que la ley es cosa buena pero que era para el hombre
imposible de cumplirla toda y al no hacerlo le llevaba a la maldición;
mas “Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose Él mismo
maldición por nosotros”, a fin de que recibiésemos, en Cristo y por la fe,
el Espíritu de la promesa, junto con la bendición de Abraham.
La promesa de bendición a Abraham “En ti serán bendecidas todas
las Naciones” ¿Estaremos allí? ¡CIERTAMENTE! Pues Dios siempre
cumple su promesa. Para que esta promesa llegara a los gentiles, esto
es a los que no son del pueblo judío (nosotros). Por supuesto que tam-
bién para ellos, pero es que aquí Pablo tiene una controversia con los
“judaizantes” que querían imponer a los gálatas (gentiles), luego de
haber recibido a Cristo y ser llenos del Espíritu Santo, los ritos y pre-
ceptos del judaísmo (circuncisión, etc.)
Es por eso el lenguaje fuerte de esta carta, llamando ¡insensato! al
que después de probar y degustar la dulzura de la Gracia, vuelve al
cumplimiento de una ley (“no pruebes, “no acaricies”, “no toques”; ver
Col 2:20–23) pues estas eran las cosas que los judaizantes querían im-
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poner a los gentiles, gálatas, colosense, corintios, etc., esa falsa ascesis
inspirada en elementos del mundo, en vanas filosofías, en tradiciones
humanas y no en Dios.
Por ello la dureza de Pablo a los que se dejan persuadir por los que
ponen obstáculos a la verdadera libertad cristiana (ver Gal 5:1–12)
concluyendo con esa sentencia para estos. “¡Ojalá se mutilaran los
que os perturban!” Durísimo ¿verdad?
No debemos permitir que nadie nos robe lo que Cristo nos ha al-
canzado; como hijos de la promesa recibamos de Él esas bendiciones,
pues “para ser libres nos ha libertado Cristo”.
El maravilloso día del encuentro en Ain Karim y luego de esa glo-
riosa experiencia vivida junto a Isabel y habiendo recibido del Espíritu
Santo por medio de ella esta bienaventuranza: “Feliz la que creyó...”
María dijo palabras inefables y proféticas, entre ellas: “Acogió a Is-
rael, su siervo acordándose de la misericordia, como había prome-
tido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su linaje por los
siglos” (Lc 1:54–55).
María, nuestra Madre, fue más allá de la ley, 430 años antes, y nos
enseña que el que iba a nacer de ella, el BENDITO FRUTO DE SU
VIENTRE ES EL CUMPLIMIENTO DE LA PROMESA DE
DIOS. ¡BENDITA SEAS MARÍA Y BENDITO EL FRUTO DE
TU VIENTRE, JESÚS!
¡Gloria a Cristo!
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CAPÍTULO 12
CREE Y DECLARA
Hemos visto que no alcanza con creer en Dios, pues son muchos los
que dicen creer en Dios y viven según sus propios razonamientos. El
creyente no solo cree en Dios (su existencia), sino que LE CREE A
DIOS. Y creerle a Dios, es creerle a Su Palabra. En esto radica el éxito
de la vida cristiana, pues el creyente es un potencial conquistador, un
vencedor, y a menudo vemos a los cristianos mas como víctimas que
como vencedores. ¿La razón? Lo que decimos, creen en la existencia
de Dios, sin practicar Su Palabra.
Es como si alguien dijera, “yo quiero mucho a mi padre, pero hago
lo que a mí me parece”. Dolorosamente así viven la mayoría de los
cristianos.
El cristianismo, más que una religión, es una experiencia de vida en
Cristo y Su Palabra. Nuestro Dios no es una “tabla”, no es un “cúmu-
lo de normas”, es una persona, LA DIVINA PERSONA DE JESU-
CRISTO, SEÑOR Y SALVADOR.
Dijimos ya que se puede tener todo eso (ley, normas, el libro) sin
tener a Dios. “El que tiene al Hijo tiene la Vida” (1 Jn 5:12)
Jesucristo vino a despertar en nosotros lo que el Padre había plas-
mado, “Su imagen y semejanza”, que el pecado había desfigurado. Él
por Su Sangre derramada en la Cruz, quitó ese pecado y recibimos
“La Promesa del Padre”, el Espíritu Santo, que derramó en nuestros
corazones el Amor de Dios (ver Rom 5:5)
El encuentro personal con Jesucristo por la fe es indispensable para
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aquellos que como yo, habiendo sido bautizado de niño y que vivía
una vida alejada de Dios, puedan “nacer de nuevo” y comenzar a vivir
esa “vida nueva en Cristo”. Al presente, cuando vienen a nuestra co-
munidad “esos hermanos cristianos”, luego que reciben la predicación
de la Palabra “...la fe viene de la predicación y la predicación por la
Palabra de Cristo” (Rom 10:17), les invitamos a hacer una sencilla
oración de aceptación de Jesucristo como Salvador.
Innumerables testimonios vivos hay en nuestra comunidad como
fruto de ese momento. Luego si, comienzan a vivir en la vida sacra-
mental de la Iglesia, como católicos toda la riqueza de su preciosa
herencia.
Existen tanto católicos como evangélicos, ortodoxos, armenios,
etc. que necesitan hoy “nacer de nuevo”, pues son muchos los que en
los tiempos que corren tienen necesidad de “renacer” para vivir así de
acuerdo a lo que profesan.
Decimos en el Credo: “Creo en Dios Padre Todopoderoso...” y lue-
go negamos los milagros, rechazamos a los que creen en las sanidades,
etc. ¿En qué quedamos? ¿Creemos o no creemos? No se debe “borrar
con el codo lo que se escribe con la mano”.
Nos habían invitado a predicar un retiro de 48 horas, en una Co-
munidad de la Renovación Carismática, a los servidores; que se lle-
varía a cabo en un fin de semana (sábado y domingo). El día lunes
previo nos vimos con el problema de tener que internar de urgencia
a la madre de mi esposa, que vivía con nosotros. El diagnóstico decía
“infarto cerebral” y a los 76 años que tenía en ese momento, presenta-
ba un cuadro totalmente irreversible, para la ciencia médica. Dijimos
¡NO! Dios tiene la última palabra. “Creemos en el Dios que da vida
a los muertos y llama a las cosas que no existen como si ya existie-
sen” (ver Rom 4:17–18) Oramos por los médicos y les bendecimos y
nunca dejamos de obedecer lo que disponen, pero, DIOS TIENE LA
ÚLTIMA PALABRA.
Todos, pero particularmente Diego (nuestro hijo), y yo declarába-
mos por fe en la Palabra de Dios que estaba sana. ¡Locura! Esa es la
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Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu
Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahveh tu Dios a esas
naciones delante de ti. Has de ser íntegro con Yahveh tu Dios. Porque
esas naciones que vas a desalojar escuchan a astrólogos y adivinos, pero
a ti Yahveh tu Dios no te permite semejante cosa”. (Deu 18:9–14).
Todo esto lo habíamos enseñado por años y muchos que llegaban
con esta carga a nuestra Comunidad, al recibir la Palabra de Dios
abandonaban esta práctica renunciando a ellas y reconciliados con el
Señor por medio del arrepentimiento y/o la confesión de la culpa,
tomaban el camino de la Verdad que hace libre al hombre.
Más aún faltaban cosas, como toda esa tentación de atribuir a obje-
tos un grado de poder que hacía que si faltaban, “algo iba a andar mal”
o bien rendir culto a quien no es Dios.
Es lo más difícil de explicar sin caer en lugares “peligrosos”, Jesús
dice: “Adorarás al Señor tu Dios y solo a Él darás culto” (Lc 4:8).
(Ver Deut. 6:13) ¿Lo hacemos?
Comenzamos a poner en práctica no solo lo que “nos gustaba” de
la Palabra de Dios, sino también aquellas que al principio nos costa-
ban practicar.
Mucha gente está viviendo un cristianismo a su manera. Son mu-
chos los bautizados que dicen “soy cristiano, pero a mi manera”. Estos
son los que hoy tienen que ser para la Iglesia el gran desafío para traer-
los al lugar del que nunca debieron salirse, más son también muchos
lo que estando adentro, viven un cristianismo “a su manera”. Esto es
más doloroso aún, pues cómo haremos que vuelvan a entrar los que
hoy en la práctica “viven como paganos”, cuando los que nos decimos
creyentes, no cumplimos fielmente lo que dice el Señor.
Reconozco que lo que más nos costó y nos sigue costando hacer
entender es el tema de la idolatría.
Los capítulos 14 y 15 del Libro de la Sabiduría, que sólo aparece
en nuestras Biblias católicas son un claro reflejo de lo que decimos;
aún cuando toda la Biblia refiere a la idolatría como ADULTERIO
ESPIRITUAL.
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CAPÍTULO 14
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que era muy importante que ellos como padres creyeran en Jesús y se
mantuvieran unidos en el amor, en el Sacramento del Matrimonio;
que es poderosísimo cuando lo vivimos plenamente convencidos de
su gracia que puede revertir toda situación dolorosa en gloriosa y vic-
toriosa, así como los esposos lo declaran en el momento de recibirlo.
Les dijimos también que esa niñita era fruto de ese amor y de esa gra-
cia y que Dios no la había enviado para esa realidad actual, sino para
que fuera plena y feliz; que creyeran, por lo tanto, que Jesucristo tiene
“Todo poder en el cielo y en la tierra”. La niñita, a todo esto, permanecía
en los brazos de su mamá, que se secaba sus lágrimas, mientras le acari-
ciaba sus cabellos y cada vez que su papá intentaba hacerle una caricia,
la niña expresaba un gesto de fastidio, por momentos casi como que
le gruñía.
Permanecía en los brazos de su madre en posición fetal, toda reco-
gida como si quisiera esconderse.
Recuerdo que le compartimos la carta a los hebreos en el capitulo 11,
versículo 1 donde dice, “La fe es garantía de lo que se espera, la prueba
de lo que no se ve” invitándoles a creer, mas allá de lo que las circunstan-
cias presentaban, diciéndoles que no dejaran de hacer lo que el profesio-
nal les señalaba, mas declarando por fe en la Palabra de Dios: ¡Nuestra
hija está sana! pues “la fe es garantía de lo que se espera”, por lo tanto,
como ellos esperaban la sanación de su hijita, al creer en Jesucristo, te-
nían garantía, certeza, sustancia de lo que estaban esperando y si uno
tiene garantía de lo que espera, esta diciendo que va a ocurrir.
Con otros pasajes, como el ya citado Marcos 11–22–24, donde Je-
sús dice que creamos y no dudemos, donde Jesús dice que “hablemos”
lo que hemos creído y entonces hasta los montes pueden ser arroja-
dos al mar. Les exhortamos a tomarse de las manos y juntos oramos,
conforme a las promesas de Dios. Invocamos el Poder de la Sangre de
Jesús derramada en la Cruz por nosotros y apoyados en Su Palabra
“echamos fuera ese monte” de autismo en el Nombre de Jesucristo,
Nuestro Señor y conforme a Su enseñanza “creyendo que ya lo había-
mos recibido” (ver Mc 11:24) dimos gracias al Todopoderoso.
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CAPITULO 15
MOTIVO DE PREOCUPACIÓN
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Qué poco les había servido todos sus ritos, oblaciones, tradiciones,
etc. La respuesta cual es ¿cambiar? ¡No! ¡Prohibir!
Esa es la ceguera de un cumplimiento sin el Espíritu, de una ley, sin
la gracia, de un concepto, sin vida.
Recuerdo que después de los acontecimientos narrados de sanida-
des milagrosas, hubo quienes vinieron a vernos para decirnos y más
concretamente a mí: “DUDAMOS DE TU CATOLICIDAD”
Que hablamos poco de María… que esto, que aquello, que lo de
más allá, todo basado en cuestiones semánticas, en tradiciones, en co-
sas del convencionalismo religioso y no en la doctrina cristiana.
Recuerdo que en reuniones que se sabían hacer a nivel de la RCC,
el tema éramos nosotros.
Así de verdadero como lamentable. “¿Tan importantes eran Pedro y
Juan, para los del Sanedrín?”.
Recuerdo que hubo quienes nos defendieron diciendo; ESTAN
ABSOLUTAMENTE DENTRO DE LA DOCTRINA, usando
uno de ellos la expresión “ORTODOXOS EN LA DOCTRINA”.
¡Gracias Señor por ellos!
La verdad, (al igual que a Pedro y Juan) siempre saldrá a la luz y
aquel que con sincero corazón sirve a Dios, le hagan lo que le ha-
gan, si no vacila y se mantiene firme en la Palabra de Dios, seguirá
adelante.
¿Qué es ser católico? ¿María no era “católica”? ¿Y Pablo no era “ca-
tólico”? ¿Y Pedro y Juan? ¿Esteban? ¿Cómo vivían ellos su fe, de acuer-
do al libro de los Hechos? Es curiosísimo como algunos se arrogan el
derecho de juzgar a los demás basados en sus propios parámetros hu-
manos, muchas veces encubiertos de supuesta “piedad religiosa”.
Alguien llegó a juzgar mi conciencia diciendo: “veo que no tienes
amor a la Virgen” (textual). ¿Cómo sabía eso? ¿Amar a la Virgen es
hablar de ella todo el tiempo o imitarla en el “...hagan todo lo que Él
( Jesús) os diga...”?
¿Tendremos que dar examen de nuestro amor a la Virgen porque
nos escuchan predicar a Cristo y Su Palabra?
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Cada uno ve lo que quiere ver, oye lo que quiere oír, pues también
tenemos enseñanzas acerca de Nuestra Madre la Virgen María, así
como de Pablo, Pedro, etc, etc.
Veían que cada día éramos más, que cada día se multiplicaban los
signos de bendición entre nosotros y en vez de venir y acompañar,
hasta para corregir si hiciera falta, NO, tratar de poner obstáculos has-
ta el grado incluso de manchar mi nombre, en un gesto de marcado
autoritarismo.
Nunca me cuestionaron por mi amor a Cristo y a Su Palabra.
Nunca a la fecha pudieron decir que lo que enseñamos no está firme-
mente apoyado en la doctrina bíblica, en la tradición de la Iglesia y su
Magisterio.
A nadie Dios lo puso como fiscal, sino en todo caso, como maes-
tros, como pastor para enseñar, para ayudar, para acompañar, corregir,
pues esa es la función de la autoridad en la Iglesia: SERVICIO.
Si empleáramos ese mismo afán para corregir las desviaciones doc-
trinales que están a la orden del día, que maravilloso sería; gente que
en la Iglesia habla del “karma”, enseña “yoga”, “control mental”, “pa-
rapsicología”, “reiki”, y un sinnúmero de etcéteras. Esto es lo que está
destruyendo la vida del catolicismo en muchos ambientes, entre ellos
de la RCC.
Nuestra amada Iglesia es Cristocéntrica y es Jesucristo, Muerto y
Resucitado, Exaltado y Glorificado el objeto de nuestra predicación,
pues ¡Solo Jesucristo Salva! ¡Gloria a su Nombre!
Debemos proclamar el Credo con renovado interés en cada uno de
los artículos que profesamos, pues esa es la fe de la Iglesia.
“Creo en Dios Padre Todo Poderoso, creador del cielo y de la
tierra. Creo en Jesucristo su único hijo Nuestro Señor, que fue
concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa
María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue cruci-
ficado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos y al tercer
día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios Padre Todo Poderoso. Desde allí ha de venir
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CAPÍTULO 16
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Era una mujer muy hermosa. Mandó David para informarse sobre
la mujer y le dijeron: Es Betsabé, hija de Elián, mujer de Urías el
hitita. David envió gente que la trajese; llegó donde David y él se
acostó con ella, cuando acababa de purificarse de sus reglas. Y ella
se volvió a su casa. La mujer quedó embarazada y le hizo saber a
David: Estoy encinta....”.
Te invade una sensación de decepción, pues este hombre decidido,
aún siendo muy joven, vencedor del gigante Goliath, valiente, fuerte
en la prueba, paciente en la persecución, piadoso, sabio, buscador in-
cansable del rostro de Dios, caminaba a la Luz de sus Promesas, bajo
su poderosa guianza, siempre expresando alabanzas al Altísimo…
ahora aparece tramando engaños para “cubrir” su pecado de adul-
terio, de fornicación, embriagándose como después se lo ve y hasta
cometiendo homicidio. ¿Qué ocurrió? Cedió a la tentación; todos
somos tentados.
Nadie esta inmune a caer, pero sabemos que el tentador no tiene
poder para vencer nuestra capacidad de resistirle, en Cristo Jesús,
“Resistid al diablo y huirá de vosotros” (Stgo 4:7); “...Resistidles fir-
mes en la fe...” (1 Pe 5:9); “…Para que podáis resistir a las acechanzas
del diablo…” (Efe 6:11). La palabra es resistir firmes en la Palabra de
Dios, por convicción así como José (ver Gen 39:7–20), que no cedió a
la tentación, plenamente confiado en Dios y en su Palabra, aún cuan-
do su situación fue peor y más peligrosa, costándole incluso, la cárcel,
mas todos conocemos el final, pues no solo fue liberado de la cárcel,
sino que llegó a ser el inmediato segundo hombre de autoridad en
Egipto, después del faraón y este mismo se sujetaba a sus decisiones en
cuestiones de administración económica del reino de Egipto.
Pero volvamos a David y descubriremos que las verdaderas causas
de su caída fueron que él, de alguna forma, estaba estableciendo un
harén, lo cual es la poligamia y la poligamia no es el plan de Dios.
También lo vemos en un lugar equivocado, en un momento inoportu-
no, pues él, como rey, tendría que haber estado en campaña (vs.1), lo
descubrimos como entibiándose en su fibra espiritual y permitiendo
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CAPÍTULO 17
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Alguien recogería las piedras con dos propósitos: Uno, volver a ti-
rarlas, lo cual no es para los cristianos y dos, para cargarlas, lo que es un
peso inútil en nuestro caminar; hagamos pues como nos enseña Juan
XXIII, dejémoslas en el suelo y marchemos firmes en la promesa de
Dios: “¡Contigo estoy Yo!”.
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CAPÍTULO 18
YO EN CRISTO Y CRISTO EN MI
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“Aquel que era inmortal, se hizo mortal, para que yo, mortal crea-
tura, en Él llegase a ser inmortal”, decía San Agustín.
Sí, Adán de la santidad pasó al pecado, ahora nosotros por la obra
de Cristo, pasamos del pecado a la santidad.
“...Si a Cristo lo conocimos según la carne, ya no le conocemos así...”
Nos recuerda San Pablo. ¿Cuál es esa mirada nueva del conocimiento
de Cristo? Es una mirada que nos lleva a ir “mas allá”, con plena con-
fianza, para poder vivir nuestra identidad con Jesucristo.
En su Encarnación El se identificó con nosotros asumiendo una
naturaleza como la nuestra en todo igual, SIN PECADO, para que en
su muerte fuera destruido nuestro pecado y en su resurrección, reci-
biéndole nosotros como Salvador y Señor, pudiéramos identificarnos
con Él.
Muchos conocen al Cristo de los Evangelios, pero no van “más allá”
en su vida espiritual. Conocen “según la carne” sin atravesar la cortina
y llegar hasta la misma Presencia de Dios. Una cosa es conocer lo que
Él hizo por mí y otra muy distinta es creer y vivir de acuerdo a lo que
conozco.
El vino del cielo como EL HIJO DE DIOS, en el seno de la Vir-
gen María, se hizo EL HIJO DEL HOMBRE, por obra y gracia del
Espíritu Santo.
Viene como el HIJO DE DIOS del cielo y vuelve al cielo como
EL HIJO DEL HOMBRE. (Verdadero Dios y Verdadero Hombre)
¿Glorioso, Verdad?
Cuando el Padre abraza a su Hijo Resucitado abraza a Jesucristo de
Nazareth, el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre.
¡Gloria a Dios, pues ya no hay muros que nos separen de Él! ¡Gra-
cias Jesús!
Esa nueva mirada que San Pablo presenta a los corintios y por su-
puesto también a nosotros es la que el autor de Hebreos quiere que
tengamos: ¡MIRAR A TRAVES DE LA CORTINA!, con una pa-
labra que al menos a mí me sacude, me desafía: ¡CONFIANZA! Lo
cual es CERTEZA en la Palabra de Dios, mas allá de la lógica humana.
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CAPÍTULO 19
LA IDOLATRIA
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todo tu corazón, con toda tu alma, y con todas tus fuerzas” Artí-
culo 1 El Primer Mandamiento. Yo, El Señor, Soy Tu Dios, que te
ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá
para ti otros dioses delante de mí. No te harás escultura, ni imagen
alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo
en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te
postrarás ante ellas ni les darás culto”. (Éx 20:2–5).
“Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, solo a Él darás culto”
(Mateo 4, 10).
LA IDOLATRÍA.
2112. El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al
hombre no creer en otros dioses que el Dios Verdadero. Y no venerar
otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constan-
temente este rechazo de los “ídolos, oro y plata, obra de las manos
de los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven...”. Es-
tos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: “Como ellos serán
los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza” (Salmo 115,
4–5.8; cf. Isaías 44, 9–20; Jeremías 10, 1–16; Deuteronomio 14,
1–30; Baruc 6; Sabiduría 13,1–15,19).
Dios, por el contrario, es El “Dios Vivo” ( Josué 3, 10; Salmo
42,3,etc) que da vida e interviene en la historia.
2113 La idolatría no se refiere solo a los cultos falsos del paganismo.
Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es
dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reve-
rencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demo-
nios (por ejemplo el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los
antepasados, del estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al
dinero”, dice Jesús (Mateo 6,24). Numerosos mártires han muerto por
no adorar a “la bestia” (Cf. Ap 13–14), negándose incluso a simular
su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto,
incompatible con la comunión divina (Cf. Gálatas 5,20; Efesios 5, 5).
2114 La vida humana se unifica en la adoración del Dios único.
El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y
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juran, sino el castigo de los que pecan, quien persigue siempre las
transgresiones de los malvados...” (Sab 14:12–31).
Dije ya que prefiero que hable el Señor en su Palabra acerca de la
idolatría, pues para que agregar algo a lo que aquí se lee.
Invito al amigo lector a leer también los capítulos 13 y 15 de este
libro, así como el Salmo 115; Isaías 44:6–23, entre una innumerable
cantidad de citas bíblicas que tratan el tema con una fuerza especial,
pues Dios, esto queda claro, ABORRECE LA IDOLATRÍA.
En nuestra propia experiencia fue cuando “pusimos las cosas en su
justo lugar” cuando comenzamos a ver la mano de Dios, moverse en-
tre nosotros.
Una “fresca unción” del Espíritu Santo que trajo maravillosas ben-
diciones y nos fue uniendo en Su Precioso Amor, en la dulzura de
la Comunión fraterna así como lo expresa David en ese maravilloso
poema que es el Salmo 133 “Mira que es bueno y da gusto que los
hermanos convivan juntos”.
Para la Gloria de Dios son muchos los líderes en este tiempo con
quienes compartimos, que a veces hasta participan de nuestra gran
asamblea de los segundos domingos de cada mes, que dura ocho ho-
ras, con muchos de sus hermanos de comunidad y siempre, cuando
preguntan acerca de cómo es que atrae a tantos y se vive en esa armo-
nía y dulzura, les exhorto a “poner las cosas en su justo lugar” para que
también ellos puedan vivir en sus comunidades el gozo y la armonía
que el Espíritu Santo infunde en aquellos que obedecen a Dios y a Su
Palabra y puedan recibir así esa “fresca unción”, “ese dulce aroma del
ungüento que baja por la cabeza” y “ese fresco rocío espiritual” que
hace que cada lugar donde se reúnen los cristianos se convierta en esa
“Sión espiritual” donde habita Dios en medio de su Pueblo y donde Él
“dispensa bendición y vida eterna” (ver Sal 133:2–3).
Lo declara el Señor en Su Palabra y nos lo recuerda pedagógica-
mente el Catecismo de la Iglesia Católica, antes citado: “Está escrito:
Al Señor Tu Dios adorarás, sólo a Él darás culto” (Mt 4:10).
¡Amén!
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CAPÍTULO 20
ADECUADA ORGANIZACIÓN
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NOSOTROS ESPERÁBAMOS…
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vieron a morir, pero Jesús nos dice: “EL QUE CREE EN MÍ AUN-
QUE MUERA VIVIRÁ, Y TODO EL QUE VIVE Y CREE EN
MÍ NO MORIRÁ JAMÁS”. También es para nosotros la pregunta:
“¿CREES ESTO?”.
Decididamente no fue la lógica humana la que pasó por la tumba
de Lázaro, sino la VIDA, JESUCRISTO EL SEÑOR, que le dijo al
muerto: “¡LÁZARO, SAL FUERA!”.
Esta es la Voz que escuchan los muertos y la escucharán el día de la
resurrección final (ver Jn 5:28–29).
No es que creemos en “quimeras”, ni tampoco como se imaginará
alguien, al enseñar esto, “despertamos falsas expectativas”. ¡JAMÁS!
Falsas expectativas se despertarían al no creer en lo que dice el Señor.
Ya hemos hablado en el capítulo anterior que a menudo la Esperan-
za no es lo que esperamos, mas también hemos dicho que debemos
“apropiarnos” de las promesas de Dios, mediante una fe fresca que
porque cree, declara lo que la Palabra de Dios declara.
Así creyó esta mujer del tímpano perforado. No dejó de ha-
cer todos los estudios médicos, no dejó de recorrer especialistas,
de someterse a tratamientos, etc., como debe ser y como siempre
aconsejamos.
Creyó y obró. Un día en una de nuestras reuniones “sintió” que algo
estaba ocurriendo en ese oído. Declaró por fe que era el Poder de Dios
obrando y ¡COMENZÓ A OÍR!
Fue a hacerse revisar y ¡OH SORPRESA! ¡EL MILAGRO HA-
BÍA OCURRIDO! ¡GLORIA A DIOS! (tiene todos los estudios de
su TRATAMIENTO, LOS DE ANTES Y DESPUÉS).
Otra mujer de aproximadamente la misma edad que la anterior, que
padecía de la casi total pérdida de visión de uno de sus ojos, después
de dos operaciones en el mismo, en un día de reunión, bajo la fresca
unción del Espíritu Santo; al recibir un palabra de Conocimiento,
donde se decía que el Señor estaba haciendo una obra en la vista de
una mujer, comenzó a gritar ¡VEO!, ¡VEO! Mientras se cubría con la
palma de su mano el ojo que estaba sano.
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CAPÍTULO 24
TE BASTA MI GRACIA
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CAPÍTULO 25
PALABRA Y VISIÓN
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CAPÍTULO 27
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CAPÍTULO 28
VIDA Y SANIDAD
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CAPÍTULO 29
Esta fue la pregunta que le hicieron a Juan el Bautista esos líderes re-
ligiosos que fueron a verle, motivados por un celo legalista e inquisi-
dor. “Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron
desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: ¿Quién eres tú?
El confesó, y no negó; confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron:
¿Qué pues?; ¿Eres tú Elías? El dijo: No lo soy. ¿Eres tú el profeta?
Respondió: No. Entonces le dijeron: ¿Quién eres, pues, para que de-
mos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?
Dijo él: Yo soy la voz del que clama en el desierto: Rectificad el cami-
no del Señor, como dijo el profeta Isaías. Habían sido enviados por
los fariseos. Y le preguntaron: ¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú
el Cristo ni Elías ni el profeta? Juan les respondió: Yo bautizo con
agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis que
viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa
de su sandalia. Esto ocurrió en Bethabara, al otro lado del Jordán,
donde estaba Juan bautizando.” ( Jn 1:19– 28).
Si nos preguntaran a algunos de nosotros, “¿quién eres tú?”, qué
responderíamos.
Una vida de santa consagración a Dios nos lleva a conocernos
verdaderamente. A menudo nuestra imagen esta desdoblada en tres.
Uno: El que yo creo que soy. Dos: El que creen los demás que yo soy y
por último el que realmente yo soy.
Juan Bautista vivió consagrado a Dios, pues su consagración fue
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CAPÍTULO 30
¡A MI ME LO HICISTE!
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¡AMÉN! ¡AMÉN!
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EPÍLOGO
Que “En el Poder del espíritu” pueda ser para toda nuestra amada
Iglesia, “una gota del Océano de Amor de Dios”, llevándonos a servir
en Ella con renovada fe, cristiana esperanza y fraternal amor, para que
“SU GLORIA POSTRERA SEA MAYOR QUE LA PRIMERA…”
¡Amén!
***
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Índice
Capítulo 5 La mente���������������������������������������������������������������������30
Capítulo 6 La boca������������������������������������������������������������������������34
Capítulo 7 El corazón�����������������������������������������������������������������38
Capítulo 9 Quebrantamiento���������������������������������������������������46
Capítulo 19 La idolatria��������������������������������������������������������������94
Capítulo 20 Adecuada organización��������������������������������������100
Capítulo 30 ¡A mi me lo hiciste!������������������������������������������������145
Epílogo��������������������������������������������������������������������������������������������������������149