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En el Poder

del Espíritu
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

En el Poder
del Espíritu

Editorial Autores de Argentina


Hovhanessian, Juan Carlos
En el poder del Espíritu / Juan Carlos Hovhanessian. - 1a ed . - Ciudad Autóno-
ma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2018.
150 p. ; 20 x 14 cm.

ISBN 978-987-761-686-6

1. Religión. I. Título.
CDD 231.3

Editorial Autores de Argentina


www.autoresdeargentina.com
Mail: info@autoresdeargentina.com

Producción integral: Ministerio de la Evangelización y la Enseñanza


EL PODER DEL ESPÍRITU - Derechos reservados 2018

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723


Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Para Agop y Verdjuí
Mis santos mártires abuelos.
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

En la senda que, mediante la Gracia de nuestro Señor Jesucristo, nos


conducirá a cumplir “cuatro décadas” de vida, quisiera compartir
nuestras vivencias como Comunidad Santa María de la Renovación
Carismática Católica de la Vicaría Belgrano, en Buenos Aires, Capital
de la República Argentina.
“En el Poder del Espíritu”, sigue a los tres libros anteriores y cuenta
con el deseo propio y de toda la Comunidad, de ser un aporte más,
para toda la Santa Iglesia de Cristo.
Recuerdo haberlo comenzado hace años, con el motivo de narrar
hechos, experiencias, a lo largo de más de veinte años desde “El servi-
dor y la Cruz” al presente, en el que entramos en el trigésimo octavo
aniversario de la fundación de nuestra Comunidad.
De una vida apostólica ininterrumpida, navegando “en mar calmo”,
“en mar tormentoso”, más con la viva confianza que produce saber que
“Jesús está en la barca”…
Que el Espíritu Santo, “Señor y Dador de Vida”, multiplique en Su
Santa Iglesia, el fervor apostólico y misionero, haciéndonos a todos
sus servidores fieles al Evangelio de Jesucristo, para servirle a Él, en
cada hermano y para la Gloria de Dios Padre… ¡Amén! ¡Amén!

Juan Carlos Hovhanessian

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“UN LIBRO…”
–EN EL PODER DEL ESPÍRITU–

“EN EL PODER DEL ESPÍRITU”…


“EXPERIENCIA DE COMUNIDAD”
CON SENCILLEZ Y HUMILDAD
HEMOS INTENTADO EXPRESAR…
“CUATRO DÉCADAS” DE CAMINAR
EN “LA PALABRA DE LA VERDAD”

EL ANUNCIO DEL EVANGELIO


COMO “ESPIRITUAL CALZADO”…
“ESCUDO DE LA FE”, EMBRAZADO
CON EL “YELMO DE LA SALVACIÓN”…
“LA VERDAD COMO CINTURÓN”
Y DE “SU JUSTICIA, ACORAZADO”…

¡CON “LA ESPADA DEL SEÑOR…”!


“SANTO, APOSTÓLICO FERVOR”,
LA COMUNIDAD SANTA MARÍA…

SIRVIENDO A JESÚS RESUCITADO,


EN EL POBRE, EL NECESITADO…
¡EN LA ECLESIAL “KOINONÍA”!

JUAN CARLOS

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CAPÍTULO 1

EL SEGUNDO TOQUE

“Llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque.


Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole
puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: ¿Ves
algo?
Él, alzando la vista, dijo: Veo a los hombres, pues los veo como
árboles, pero que andan.
Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver
perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramen-
te todas las cosas.” (Mc 8:22–25).
Habiendo recibido, varios años atrás, el “Toque del Maestro”, allá
por el año 1981. En el Encuentro con mi Señor Jesucristo, por la Fe.
En medio de esa visión de su Luz, de su “¡Sígueme!”, que sigue y segui-
rá vibrando en mí… casi sin darme cuenta –así sabe ocurrir– me había
dejado llevar por una “complacencia religiosa”.
Sólo cuando recibí eso que yo llamo: “Segundo Toque”, pude reco-
nocerlo. No podía verlo antes.
“Había sido ciego”, siguiendo el ejemplo del ciego del Evangelio,
“ahora veía”… Y eso, al que era ciego –poder ver aunque no claramen-
te– lo hace igualmente feliz, más no a Cristo.
¿Cuántas veces me diría el Señor, lo que al ciego del Evangelio?
“¿Ves algo…?”
¿A cuántos suele ocurrirnos esta realidad?
La rutina de una actividad religiosa que “era fecunda, aquí y allá…”

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JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Más poco a poco, “el Fuego Pentecostal”, comienza a transformarse


en un cumplimiento más o menos feliz, de algo con “cierto calorcito”,
“tirando a tibio”…
“Veía a los hombres como si fueran árboles…”
Más aún, a mí mismo me veía así, como inmerso en una “nebulosa
convencionalista”. Eso sí, “carismática”; es decir, con “sus distintivos”:
aplausos, lenguas y todas las hermosas manifestaciones, pero sólo,
como “tradiciones”…
Recuerdo que dejé de hacer ciertas cosas en la obra que, como dije,
era muy fecunda: enseñanzas a grupos de la Parroquia, formación de
grupos misioneros parroquiales, etc. Porque algo dentro de mí, me
señalaba que tenía que hacerlo…
Sólo me dediqué a lo referente a la Comunidad, que desde un pri-
mer momento –año 1981– a la fecha, funciona en la sede de la misma.
De los Seminarios de Vida y de Crecimiento se ocupaba Diego
Hovhanessian –mi hijo– con Roxana, su esposa, y el Equipo de Ser-
vidores de nuestra Comunidad, liderado por Celia, mi esposa; esto
sucedía en la Parroquia San Francisco Javier, en la que era conmovedo-
ra la cantidad de hermanos que conocieron a Jesús, a través de la pre-
dicación de Diego, de la música y cantos de alabanza y adoración; así
como de un abnegado pastoreo ante las distintas necesidades e inquie-
tudes naturales del “nacido de nuevo”, que comenzaba a vivir la Gracia
del Bautismo en muchísimos casos, volviendo a los Sacramentos o en
algunos, que debían ser bautizados. ¡Mover del Espíritu!
¡El Señor, todo lo hace bien! Más el hombre, tantas veces, sabe en-
torpecer la obra de Dios. Y yo, no quería hacerlo. Pedí ayuda a queri-
dos hermanos con larga trayectoria en la Iglesia y en la R.C.C.
Así, en uno de esos encuentros con un sabio hermano consiervo,
el Señor me habló a través de Su Palabra, pedida en Oración por él.
Al ver que se resistía a leerla, le pedí que lo hiciera y él me dijo: “No
puedo leerte esto…”. Ante mi insistencia, se animó y lo hizo. Decía:
“Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío
o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente,

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EN EL PODER DEL ESPÍRITU

voy a vomitarte de mi boca. Tú dices: Soy rico; me he enriquecido;


nada me falta.
Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compa-
sión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acri-
solado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te
cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un
colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. Yo a los que amo,
los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo
también vencí y me senté con mi Padre en su trono.” (Ap 3:15–21).
¡Cuánto lloré! Yo que pensaba que estaba “haciendo grandes obras
para Dios…”¡Qué Bueno es el Señor!
Vino a la Argentina una maravillosa sierva de Dios, que se quedó
toda una tarde conmigo, orando y hablándome Palabra Profética…
¡siempre la recordaré! Pues fue providencial su visita, su paso por mi
vida en ese momento.
Al despedirnos, me dijo: “Recuerda Juan Carlos, Jesús te dice: ¡YO
EN TI Y TÚ EN MÍ!”. ¡Gracias mi Señor!
La despedí con admiración y gratitud. Se fue ella y yo seguía en la
puerta de mi casa. Por enfrente, pasaba un hermano evangélico, con
el que hablamos acerca de las cosas del Señor, y después del saludo me
dijo: “Tengo una Palabra en mi corazón desde esta mañana; ¡YO EN
TI Y TÚ EN MÍ!”
“¿Qué dijiste?”, le pregunté.
“¿Qué dije..?”, respondió asombrado, seguramente por mi reacción.
Ahí le conté lo sucedido y juntos, alabamos a Dios; porque así como
por los labios de la querida religiosa católica, como por los de este
amigo evangélico, me bendecía con su Presencia Viva entre nosotros.
¡Es testimonio! A partir de ese momento, literalmente, “sentí” (no
tengo otra palabra para expresarlo) ¡EL SEGUNDO TOQUE!
“¡Sacúdete!” “¡Sacúdete!” escuchaba en mi corazón:

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JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Como cristiano católico no tuve ni tengo que renunciar a ninguna


de las perlas finas de nuestra herencia, pero eso sí, tuve que ubicarlas
en su verdadero lugar. Jesús dice: “También es semejante el Reino de
los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas y que, al
encintrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la
compra” (Mt. 13: 45–46).
Cristo es esa Perla. Su Palabra es esa Perla, felices quienes la han
hallado pues “si os mantenéis en mí Palabra seréis verdaderamente
mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. ( Jn.
8: 31–32).
Allí fue cuando comenzamos a experimentar esa “LIBERTAD”, lo
cual también generó incomprensiones, malos entendidos de parte de
algunos y hasta persecuciones. Es así, pues es el precio por pagar. La
Verdad, necesita de parte de quien la recibe, RESPONSABILIDAD,
pues LA VERDAD, “CONOCERLA”, “NOS HACE VERDADE-
RAMENTE LIBRES”.
Me di cuenta en mi propia vida de la importancia de una sana en-
señanza de la doctrina y tratamos a partir de allí de fomentar, con
maravillosos resultados que Dios mediante compartiremos en capítu-
los siguientes, el “Ministerio de la Evangelización y la Enseñanza EL
PODER DEL ESPÍRITU”, Ministerio que para la Gloria de Dios,
mediante libros, grabaciones de audio y video y a través del periódico
mensual llegan a casi todas las comunidades de la RCC de Buenos
Aires, a distintas regiones del país a lo largo y a lo ancho y a países de
América y también de Europa.
Recibimos el “Segundo Toque” que nos permite ver con claridad,
no “como si los hombres fueran árboles.” Poder ver desde lejos, estar
atentos a la necesidad del prójimo. Así como Jesús lo hacía, estar al
lado del que sufre, sin distinciones.
Hoy descubro que no hay peor ceguera que la obstinación religiosa.
Cuando alguien, así como yo en ese momento, cree que con lo que ya
tiene puede seguir adelante. Yo creía ver y en realidad estaba más ciego
que el del Evangelio, pues insisto, es la peor de las cegueras, cuando

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EN EL PODER DEL ESPÍRITU

no queremos la corrección del Señor, cuando con “ese primer toque”


nos lanzamos, aún viendo a las personas como árboles, a una actividad
apostólica o misionera.
Hay quienes con un solo toque del Maestro fueron sanados de su
ceguera, así lo muestran los Evangelios y así también lo hemos visto
en el seno de nuestra Comunidad, mas otros hemos necesitado el “se-
gundo toque”.
Creo que hoy son muchos los que necesitan un toque de Cristo, en
la sociedad humana y también creo que muchos en la Iglesia necesitan
el “segundo toque” del Señor, pues están viendo a las personas como
árboles y Dios quiere que veamos de lejos claramente todas las cosas.
Lo cual no es sino caminar en el conocimiento de la Verdad, que es
Cristo y Su Palabra.
¡Que así sea!

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CAPÍTULO 2

PALABRA DE PODER

Conforme a lo revelado en la Carta a los Hebreos la Palabra de Dios


es Palabra de Poder. “Muchas veces y de muchos modos habló Dios
en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos
últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien insti-
tuyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; el cual,
siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que
sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la
purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las
alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto
más les supera en el nombre que ha heredado” (Heb1:1–4)
La Biblia siempre habla del Poder de la Palabra, pero aquí la revela
como Palabra de Poder. Palabra de Poder que impactó nuestras vidas
revolucionándola. Quien reciba Su Palabra que es Palabra creadora no
puede quedar igual. Lo que ocurre es que muchísima gente conoce la
Palabra por los sentidos, lo cual es como un mero conocimiento inte-
lectual, como quien estudia una materia y esta Palabra, hermanos que-
ridos, es la Palabra que creó el universo y lo sostiene. ¡Gloria a Dios! Es
Palabra de Vida Eterna. San Juan en su precioso Evangelio nos presenta
a Cristo como la Palabra Viviente (ver Jn 1: 1–14) y Eterna.
Recibimos (hablo en plural, aún cuando en un primer momento
lo recibí en lo personal, pero ese impacto, produjo un impacto en mi
familia y luego en mi Comunidad) un poderoso “avivamiento” que
generó una acción que como antes expresaba nos asombró y nos sigue

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EN EL PODER DEL ESPÍRITU

asombrando igual o más aún con el paso de los años, pues el Espíritu
Santo siempre quiere renovar en Su Iglesia el “aceite de la Unción”
espiritual y mostrar así entre los hombres que Su Poder “es el mismo
ayer, hoy y siempre”. Tenemos la certeza en nuestros corazones que
todo lo que Él ha obrado entre nosotros, para Su Gloria y como dije
nos llena de asombro y gratitud a Dios, tiene todavía mucho mas que
ni siquiera imaginamos y que Él hará entre los que creen y viven de
acuerdo a Su Guianza. Sí, veremos cosas mayores aún ¡estamos segu-
ros! Pues nuestro Dios es Dios de Poder y como declara Su Palabra,
ese Poder es infinito. ¡Bendito sea Su Nombre!
Tal fue el impacto que Su Palabra causó en nuestras vidas que a
partir de allí comenzamos a orar confiados en las Promesas de Dios,
comenzamos a hablar la Palabra, esto es a cambiar el lenguaje de fra-
caso, de derrota que muchas veces está en la boca de los que se dicen
a sí mismos creyentes. El creyente verdadero es aquel que habla, vive,
obra, juzga de acuerdo a lo que enseña el Señor en Su Palabra.
Redescubrimos las “armas espirituales” que fueron de tremenda
bendición, pues en ellas tenemos victoria sobre toda obra del enemi-
go. Fuimos impactados por esa poderosa porción de la Escritura de
Efesios 6 del 10 al 18 que ocupará el espacio de los próximos capítulos.
Vimos que la Palabra de Dios es la “ESPADA DEL ESPÍRITU”, arma
ofensiva, con la que el guerrero “ataca a su oponente”. Un cristiano
que desconoce la Palabra es un cristiano desarmado ante los ataques
del enemigo; de esos poderes de las tinieblas que son los causantes de
todos los males que vive la humanidad.
No es el conocimiento intelectual, como fue dicho, de la Palabra,
sino la Palabra de Dios revelada en el espíritu renacido del hombre
por la Sangre del Cordero, Jesucristo el Señor. Es la acción de esa Pa-
labra que creyendo en su corazón, confiesa con su boca el creyente.
La fe se habla: “Pues con el corazón se cree para conseguir la justi-
cia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación”.
Hay quienes dicen tener fe, pero sus labios no confiesan la Palabra
de Dios, sino que hablan de fracaso, de derrota, etc.

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JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

No, no es el conocimiento meramente intelectual de la Palabra,


sino la certeza de que la Palabra tiene poder de transformar (es Pala-
bra Creadora) toda, sí TODA realidad. Innumerables testimonios se
sucedieron a partir de ese momento en las vidas de quienes por haber
creído pusieron en práctica lo que creyeron de la Palabra.
Lo que hace a una persona espiritual es precisamente eso: conocer
la Palabra y practicarla pues el hacer esto va santificando su vida.
Dice en Proverbios 4: 20–22: “Atiende, hijo mío, a mis palabras,
inclina tu oído a mis razones. No las apartes de tus ojos, guárdalas
dentro de tu corazón”.
Lo primero es “ATIENDE”. Generalmente se escucha, se oye, se
mira, pero sin atender. No se presta atención. Recuerdo que cuando
era niño, mi madre al despedirme cuando salía para la escuela me de-
cía: “Presta atención en clase.”
Hoy como siervos de Dios debemos decir a los niños espirituales
“¡Presta atención al Señor!”
Cuando alguien atiende dirige TODO su esmero y esfuerzo en di-
rección a lo que es precisamente el centro de atención. La Palabra de
Dios tiene que ser el centro de amor y atención para el creyente.
Lo segundo es “PRESTA OÍDO.” Así como cuando queremos es-
cuchar algo que no alcanzamos a oír claramente y colocamos nuestra
mano como pantalla en nuestra oreja. Prestar oído, atentamente a lo
que Dios tiene para decirme.
Vivimos en un tiempo de aturdimiento, donde la gente anda con
auriculares en sus oídos escuchando música o radio mientras camina
por la calle o viaja en los medios de transporte, etc.
Hay como un montón de ruido llenando los oídos pero no una
escucha clara, serena. Todo es aturdimiento. Dios dice: “Presta oído a
mis razones.” “¡Detente!” “¡Haz silencio y óyeme!.”
Lo tercero es: “NO LAS PIERDAS DE VISTA.” ¿Cuántas veces
una distracción nos costó un disgusto? Dejamos de mirar algo por un
minuto y fue suficiente para vivir luego un mal momento.
Dios quiere que atendamos, oigamos y miremos Su Palabra en todo

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EN EL PODER DEL ESPÍRITU

momento, aún cuando lo que nuestros ojos vean sea una realidad do-
lorosa, Dios quiere que miremos Su Palabra, no las circunstancias.
No esa mirada de quien mira sin ver, sino atentos a Su Palabra que es
“LUZ y VIDA”, “ESPÍRITU Y VIDA.”
Lo último es “CONSERVALAS EN TU CORAZÓN.” Así, dice
la Biblia, lo hacía la Virgen María “conservaba, guardaba en su cora-
zón” las cosas del Señor. Ella recibió la Palabra, se hizo carne en su
seno y la dio a luz.
Así debe ser en cada uno de los creyentes; la Palabra de Dios debe
“encarnarse”. Nuestra fe cristiana es encarnacional, no es filosófica
sino encarnacional. Es precisamente desde el misterio de la Encarna-
ción de donde parte la predicación y la enseñanza cristiana verdade-
ra. Es precisamente del misterio de la ENCARNACIÓN de donde
fluye en el creyente la vida y la salud que el Señor promete a los que
ATIENDEN – OYEN – MIRAN y CONSERVAN SU PALABRA
EN SUS CORAZONES. Para estos hay promesa de “Vida y de salud
para todo su cuerpo.”
Somos testigos de la poderosa acción del Espíritu Santo, manifes-
tando su Vida, Sanidad, Liberación y toda clase de bendiciones en
medio de aquellos que obedeciendo la Voz del Padre Amoroso, atien-
den, oyen miran y guardan Su Palabra como el tesoro mas preciado.
Recibe la Palabra de Dios, que “es vida a los que la encuentran y
salud para todo su cuerpo.”
Por sobre todas las cosas conservarla para siempre, permaneciendo
en ella: “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en voso-
tros pedid lo que queráis y lo conseguiréis” ( Jn 15:7).
Esta es la clave del éxito en la vida cristiana: Permanecer en Cristo,
permaneciendo en nosotros Su Palabra, que es Palabra de Poder.

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CAPÍTULO 3

LAS ARMAS ESPIRITUALES

Qué poderosa bendición trajo a nosotros el conocimiento de las “ar-


mas espirituales.” Conocer desde la Palabra de Dios, nuestra defensiva
y ofensiva contra los poderes de las tinieblas.
“Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su po-
der. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las ace-
chanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y
la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra
los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del
Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para
que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo,
manteneros firmes.” (Efe 6:10–13).
El desconocimiento de la Palabra de Dios nos mantiene cautivos,
atados, desconcertados. Cuando conocemos lo que “somos”, lo que
“tenemos” y lo que “podemos” en Cristo Jesús es cuando dejamos de
ser alfombra del enemigo. En nuestro combate espiritual, o tenemos
a los poderes espirituales tenebrosos bajo nuestros pies o ellos nos tie-
nen como felpudo. Debemos conocer desde la Palabra de Dios cual es
la estrategia del maligno y de sus huestes del mal. La fuente por la que
conocemos del diablo, es la misma por la que conocemos acerca de
Dios: la Biblia. Ningún estratega militar padeció a causa de conocer a
su enemigo, por el contrario, las naciones saben emplear fuertes sumas
de dinero y esfuerzo para lo que llaman inteligencia, lo cual no es sino
preservar a la Nación de los enemigos internos y externos.

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EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Se dice que el éxito militar en las contiendas estuvo basado en el co-


nocimiento que tuvieron del potencial y de la estrategia del enemigo.
Así ha de ser en la “guerra espiritual.” El hecho de que haya quienes
no creen en ella, no significa que no sea real. Estamos en guerra contra
esos poderes tenebrosos, sea que lo creamos o no.
A menudo crecemos con estas evaluaciones que otros han hecho de
nosotros: “No eres capaz”, “No tienes capacidad”, “No puedes lograr-
lo”, etc. Cuantos traumas se generan en la persona, aún en su adultez,
porque desde niños les hicieron creer que “no tenían”, “no podían”, y
cosas mas graves aún como decirles “sos un inútil”, “sos un inservible”
y hasta peores todavía que no se pueden repetir.
Lo cierto que más o menos crecemos con ese estigma nefasto de
“no eres”, “no tienes”, “no puedes”.
Así también me estaba ocurriendo a mí en cierta manera, hasta
que al conocer las “armas espirituales” descubrí que la Palabra de
Dios es “ESPADA DE DOBLE FILO” y que Dios quiere que la use,
entonces por medio de ella descubrí que “yo soy”, pues soy hijo de
Dios. “... Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse
hijos de Dios, a los que creen en Su Nombre...” ( Jn 1:12); también
descubrí que “yo tengo” “... Mirad os he dado el poder de pisar so-
bre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo y nada
os podrá hacer daño” (Lc 10:19), esto Jesús se lo dijo a los setenta y
dos discípulos y todo creyente es discípulo de Cristo; también des-
cubrí que “yo puedo” “...Todo lo puedo en Aquel que me da fuer-
zas” (Fil 4:13).
Así que “yo soy”, “yo tengo”, y “yo puedo”. ¡Gloria a Dios!
Comencemos a aceptar la evaluación que la Palabra de Dios hace
de nosotros como creyentes y no lo que digan los otros.
El diablo permanecerá atacando al cristiano hasta que este conozca,
crea y practique la Palabra de Dios; a partir de ese momento, su na-
turaleza derrotada, de muerte espiritual, de limitación contra la vida
del creyente verdadero se pondrá de manifiesto. Recordemos la cita de
Lucas 10:19 “...nada os podrá hacer daño”, dice el Señor.

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JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Cuantos cristianos en estos tiempos están viviendo como esclavos


cuando Dios los hizo libres, están viviendo como víctimas cuando son
potenciales vencedores en Cristo Jesús y eso, insisto, es por el desco-
nocimiento de lo que son, tienen y pueden en Cristo.
Miles de personas nos comparten que en su vida cristiana hay un
ANTES y un DESPUÉS de conocer las “armas espirituales.”
Dios mediante en capítulos siguientes de este libro quiero presen-
tar testimonios maravillosos para que juntos, como Iglesia de Jesucris-
to”, glorifiquemos Su Nombre.
La Carta a los Efesios en su capítulo final nos dice “Por lo demás
fortaleceos...” (6:10) Lo que significa resistir, estar firmes, etc. Quie-
ro detenerme en esa expresión “Por lo demás”, la cual está diciendo
“por lo tanto”, “así que”... ¿Qué quiere decir? Que antes debiéramos
poner nuestra atención en lo previo o sea en los capítulos anteriores.
Veamos: en el capítulo uno nos presenta lo Kerigmatico, o sea lo que
Jesucristo hizo por nosotros, para llegar al capítulo dos donde declara
que “nos resucitó con Él y nos sentó con Él en los cielos...” (2:6)
Me lleva a meditar en el “SENTARSE” ¿Quién se sienta? Se sienta
el que descansa. Se sienta aquel que sabe que la obra está concluida. Se
sienta el que reina. Así también los creyentes debemos estar seguros
que la obra de nuestra salvación está terminada, “Pues habéis sido
salvados por la gracia mediante la fe y esta no viene de vosotros, sino
que es un don de Dios, tampoco viene de las obras, para que nadie
se gloríe” (2:8)
Podemos descansar pues todo fue hecho para que seamos lo que
debemos ser. Nada puede deshacer la obra concluida. ¡Fuimos salva-
dos por Gracia! Lo primero y esencial es la certeza de que fuimos (ya
está hecho) salvados y “estamos sentados con Cristo en lugares celes-
tiales” Él es Rey de reyes, ¿de cuáles reyes?, de los verdaderos creyentes
que son quienes “reinarán en la vida por uno solo Jesucristo” (Rom
5:17) ¿Estamos reinando o somos esclavos?
Tenemos posición de victoria en Cristo Jesús, no vivamos por lo
tanto como derrotados cuando fuimos destinados a ser reyes, vence-

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EN EL PODER DEL ESPÍRITU

dores en el Señor. El capítulo tres sigue en esta dirección, para conven-


cernos de “quienes somos” en Cristo.
En el capítulo cuatro nos presenta (igual que en el cinco) a Jesu-
cristo como modelo a imitar, camino a seguir, exhortándonos “...a
que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido
llamados” (4:1) Es el ANDAR RESPONSABLE, lo cual correspon-
de al cristiano. Lo anterior (1 al 3) lo Kerigmático, o sea lo que Cristo
hizo por mí. Ahora (4 y 5) lo que yo debo hacer, conocido como lo
Parenético, o sea la exhortación a seguir las huellas del Divino Maes-
tro. Solo puede “andar responsablemente” aquel que antes se “sentó”
en relación con su salvación. No nos salvamos por obras, pero como
alguien dijo “Tampoco nos salvamos sin ellas”. Esto es: NO ME SAL-
VAN MIS OBRAS, SINO LA OBRA DE JESUCRISTO EN LA
CRUZ, que yo recibo como gracia, mediante la fe. Ahora, una vez
que recibo esa Gracia de la Salvación comienza mi “andar” o sea las
“obras de la salvación”, aquellas que ahora yo hago porque fui salvado
y quiero imitar al Maestro, seguir sus huellas.
Esto es lo que Santiago dirá en su carta “Muéstrame tu fe sin las
obras...” (Stgo 2:18) que son aquellas que, insisto, no hago para ser
salvo, sino porque he sido salvo por la Sangre de Jesucristo. ¡Gloria al
Señor! Ahí si, “Por lo demás, fortaleceos...” (6:10), “Manteneos fir-
mes”, “resistid”, pues tenemos armas dadas por Dios para tener victoria
sobre todo poder satánico. Nunca dudemos de ello.

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CAPÍTULO 4

EL GUERRERO ESPIRITUAL

Aquí San Pablo nos presenta a un guerrero, seguramente después de


haber visto día a día a los soldados romanos. El gran apóstol nos ex-
horta a ponernos de pie y revestirnos con las armas del Espíritu, usan-
do la figura de la coraza, del cinto, del calzado y del escudo, etc.
“Poneos en pie, ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de
la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el Evangelio
de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis
apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad tam-
bién, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra
de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el
Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos
los santos...” (Efe 6:14–18).
Veamos brevemente una a una estas armas y su aplicación a la vida
del creyente.
“CEÑIDOS (cinturón) CON LA VERDAD”.
El creyente es “hijo de la verdad”, que es Cristo. “Yo soy el camino,
la Verdad y la Vida” ( Jn 14:6) “...Todo el que es de la verdad escucha
mi voz” ( Jn 18:37).
El diablo es “padre de la mentira”. El cinto del soldado romano sos-
tenía toda la pesada armadura, lo que nos enseña que solo con la ver-
dad, que es Cristo y Su Palabra, se sostiene lo que nos protege, nos da
cobertura y seguridad en el combate espiritual.
“Revestidos de la justicia como coraza”. En esto radica el fracaso de

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EN EL PODER DEL ESPÍRITU

muchísimos cristianos que creen que deben andar en su propia justi-


cia, generando “presunción” o sumiendo en el fracaso.
No andamos en nuestra justicia, pues no somos justos con nuestras
propias fuerzas, sino que andamos en la justicia de Cristo. Su Sangre
derramada en la Cruz del Calvario nos justifica. “Habiendo pues re-
cibido de la fe la justificación, estamos en paz con Dios por nuestro
Señor Jesucristo...” (Rom 5:1), “¡Con cuánta más razón, pues, justifi-
cados ahora por su sangre, seremos por Él salvos de la ira!” (Rom 5: 9).
En esto debemos ser muy claros: No es lo que siento, sino lo que
creo. En realidad no importa que yo “no me sienta” justificado, siem-
pre que crea, que esté convencido que más allá de lo que sienta o no
sienta, he sido justificado por Su Sangre. ¡Gloria a Dios!”
El diablo tiene a mucha gente cautiva con pensamientos de conde-
nación. Si hay pecado, arrepentirse, confesarlo, pedir perdón a Dios y
recibir su perdón y su Gracia transformadora, revistiéndonos con la
“coraza de la justicia” que los soldados romanos sabían pulir para que
brillara de tal manera que en el campo de batalla y bajo los rayos del
sol, encegueciera a sus enemigos.
Así debemos mostrar al enemigo la coraza sobre nuestro pecho,
que es la justicia de Cristo.
“CALZADOS LOS PIES CON EL CELO POR EL EVANGE-
LIO DE LA PAZ”.
El deseo, el fervor por anunciar el Evangelio debe ser nuestro cal-
zado. Los soldados romanos usaban una especie de sandalias que se
ataban con tiras de cuero hasta las rodillas, para que siempre estuvie-
ra sujeto el calzado aún en el momento más arduo del combate, pues
los enemigos sabían “sembrar” con una especie de clavos el campo
de batalla y quien perdiera su calzado, prácticamente podía quedar
en estado de indefensión. La suela de ese calzado tenía un espesor
de aproximadamente cuatro centímetros, lo que la hacía resistente
para pasar por encima de esos clavos sin que ellos la perforaran. El
cristiano “tiene atado” a su caminar el testimonio de Cristo y Su
Evangelio, para estar firme en el campo de batalla de la difamación,

27
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

la persecución, la maledicencia, etc., pasando sobre esos clavos sin


que puedan detenerlo.
“EMBRAZANDO SIEMPRE EL ESCUDO DE LA FE”
El escudo de la fe no puede caerse. Perder el escudo exponía al gue-
rrero al seguro desastre.
El escudo romano era una pieza grande de forma convexa, rectan-
gular, con el que sabían armar una formación que los hacía casi in-
vencibles. Se ponían en un cuadrado una cantidad de soldados y se
cubrían con sus escudos por encima y a los costados, llamando a eso
“formación tortuga”, les tiraran del lado que fuera, las flechas rebota-
ban o se clavaban en los escudos que eran generalmente de madera,
forrados de cuero y mojados para que las flechas incendiarias se apa-
garan en él. También sabían usarlo en ocasiones como arma ofensiva,
pues tiraban golpes con él al enemigo, que si le acertaban, con el peso
que tenía esa pieza, el enemigo quedaba fuera de combate.
En una mano iba el escudo, embrazado, y en la otra la espada. La fe
y la Palabra de Dios han de estar juntas siempre en el guerrero espiri-
tual. Es más, decimos que la fe es la fuerza que libera el creyente cuan-
do creyendo en su corazón abre su boca y declara la Palabra de Dios.
Jesús lo enseña en Marcos 11:22–24: Jesús les respondió: “Tened fe
en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: “Quítate y arró-
jate al mar” y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder
lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Todo cuanto pidáis en la
oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis.”
Si crees, dices y te sucederá. ¿Qué es lo que dices? : Conforme a lo
que crees de la Palabra de Dios.
Ora con las promesas de Dios en la Biblia y habla lo que crees en
tu corazón. Por ejemplo: Dios dice “Por sus llagas fuimos curados”
(Is 53:4; 1 Pe 2:24) yo creo y declaro que “Por las llagas de Jesús
fui curado”.
Creo en mi corazón y hablo lo que he creído. Es sumamente im-
portante lo que nuestros labios declaran. La fe llama a “las cosas que
no existen como si ya existieran” (ver Rom 4:17), esa es la fe bíblica.

28
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

“Es pues la fe garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no


se ve” (Heb 11:1).
No es lo que veo, sino lo que no veo, pero como creo (sin haber
visto) visualizo en mi corazón y tengo ya en esencia aquello que espe-
ro, por lo tanto declaro que lo tengo. Para este mundo racional esto
es locura, pero nunca olvidemos que “...la sabiduría de este mundo,
es locura a los ojos de Dios” y que para llegar a ser sabios a los ojos de
Dios, hay que “volverse loco” en relación con la sabiduría del mundo
(ver 1 Cor 3: 18–19).
“TOMAD TAMBIÉN EL YELMO DE LA SALVACIÓN”
El yelmo cubría la cabeza. Sobre ella, dice San Pablo, la salvación.
Como fue dicho, si no estamos seguros de nuestra salvación tenemos
la cabeza y el pecho (nuestro corazón) al descubierto, pues nos falta el
casco de la salvación y la coraza de la justicia.
La mente, la boca y el corazón son las tres áreas que deben ser celo-
samente guardadas, protegidas, en el combate espiritual.
¿Te acuerdas? : “Por la señal de la Santa Cruz (mente), de nuestros
enemigos líbranos (boca), Señor Dios nuestro (corazón)”
“...Y LA ESPADA DEL ESPÍRITU QUE ES LA PALABRA DE
DIOS”
Si, hermanos, ninguna como esta espada. Nada como la Palabra de
Dios para “cortar la cabeza” a todos los “Holofermes” que se levantan
en contra (ver Judit 13:4–10), “Holofermes” de enfermedad, de ata-
duras, de vicios, etc. Alcemos la espada del Espíritu y digamos como
David dijo a Ajimélec (ver 1 Sam 21: 10): “Ninguna mejor. Dámela”
¡Gracias Señor por Tu Palabra!

29
CAPÍTULO 5

LA MENTE

La mente humana recibe inspiración por tres canales:

1) Dios
2) El hombre (la mente natural)
3) El diablo

Cuando la Biblia dice el diablo, se refiere muchas veces a su imperio


del mal en vez de a Satanás mismo, pues el diablo no es omnisciente,
ni es omnipresente, ni tampoco omnipotente, que son únicamente
atributos de Dios.
El diablo es un ser espiritual que está sumamente limitado en su
poder contra el creyente verdadero, que dijimos que es aquel que cree
y practica la Palabra de Dios.
Mucha gente en este tiempo “ha matado al diablo”, porque no cree
en su existencia, mas lamentablemente esto no es así, pues existe, tan-
to la Biblia como el Magisterio de la Iglesia lo enseñan. Sabemos que
Cristo lo venció en la Cruz del Calvario y ahora Satanás está “herido
de muerte” y seguirá ejerciendo su poder hasta que la Iglesia cumpla
con el mandato que Cristo le otorgó como continuadora de Su misión
en la tierra y vuelva el Señor, y tanto Satanás como todos sus demo-
nios, junto con aquellos que les sirvieron serán arrojados al “lago de
fuego” (ver Ap. 20:10). Por lo tanto todo el que se niegue a creer en la
existencia del diablo se sale del marco de la doctrina cristiana.

30
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Existen también personas que “ven al diablo”… en todas las cosas.


Esto tampoco es así, pues los cristianos verdaderos vivimos IM-
PRESIONADOS DE DIOS y conscientes de la existencia del diablo,
no como algunos que viven conscientes de Dios e impresionados del
diablo.
Caminemos en el justo equilibrio que siempre debe ser distintivo
del verdadero creyente, siguiendo las huellas del Maestro, plenamente
confiados en Él y conscientes del enemigo, para que con el poder de
la “espada de doble filo”, podamos vencer todos sus malignos ataques.
Tres son las puertas de la tentación: “LA CONCUPISCENCIA
DE LA CARNE, LA CONCUPISCENCIA DE LOS OJOS Y LA
JACTANCIA DE LAS RIQUEZAS” (1 Jn 2:16).
Estas son las predilectas armas que el diablo usa contra el creyente.
Así tentó a Eva (Gn 3:6). Así tentó a Jesús (Mt 4:10) con resultados
totalmente diferentes, pues Jesús lo venció citándole la Palabra que
“sale de la boca de Dios”. Así hará con el creyente, usará armas car-
nales, pondrá sugerencias en su mente (tentaciones) que el creyente
está capacitado para contrarrestar, al igual que Jesús, creyendo y de-
clarando la Palabra de Dios. “Pues aunque vivimos en la carne no
combatimos según la carne. ¡No!, las armas de nuestro combate no
son carnales, antes bien, para la causa de Dios, son capaces de arra-
sar fortalezas. Deshacemos sofismas...” (2 Cor 10:3–4).
Sí, Dios nos ha dado armas poderosas que “no son carnales”, sino
espirituales, para derribar esas fortalezas, que no siempre tienen rela-
ción con los poderes de las tinieblas, ya que como dije anteriormente,
no todo mal pensamiento proviene del enemigo, sino muchas veces de
la mente natural, que luego sí, al no “echarlos fuera”, el enemigo puede
usar. Pensamientos de acusación, de contienda, de envidias, de celos, de
impurezas, etc. que deben ser quitados de la mente. Dudas, increduli-
dad, ansiedad, temores; fortalezas que levanta el hombre en su mente
tienen que ser derribadas con las armas que Dios ha dado al creyente.
Conociendo, creyendo y practicando la Palabra de Dios esos ar-
gumentos negativos serán expulsados de la mente y una mente reno-

31
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

vada será el resultado de esa acción, así como lo expresa San Pablo en
Romanos 12: 1–2 “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia
de Dios, a que ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. Y no os
acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la
renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es
la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.”
Necesitamos “transformarnos mediante la renovación de nuestra
mente”, pues solo así podremos discernir lo que agrada a Dios y cual
es Su Voluntad. Una mente renovada por la Palabra de Dios es una
mente fortificada donde ni los malos pensamientos humanos, ni las
influencias del enemigo pueden invadir, pues aunque ataquen son
rápidamente repelidos. Pensamientos e imaginaciones negativas que
quieran atacar serán rápidamente detectadas por la mente renovada
en la Palabra de Dios y echados afuera.
Es triste ver cuanta gente que ha sido llamada a ser vencedora, está
arrastrada por influencias en su mente, a una vida limitada, mientras el
enemigo con sus ardides les está robando el gozo, la alegría. Con solo
tomar las promesas de Dios y creerlas, caminando en ellas podrían
disfrutar de las bendiciones a que fueron llamados en Cristo Jesús.
La mente humana es generadora hasta de graves enfermedades
cuando no está renovada por la Palabra de Dios. Hoy la ciencia médi-
ca conoce y habla mucho acerca de los trastornos psicosomáticos
Los creyentes vamos todavía mas allá; pues aunque no sea profesio-
nal el creyente verdadero sabe que el hombre es ESPÍRITU, ALMA y
CUERPO (ver 1 Tes 5:23; Heb 4:12; Lc 1:46–47). Los creyentes co-
nocemos que la mayoría de los trastornos son “pneumosicosomáticos”.
“Sanado” el espíritu, por la Sangre de Cristo (conversión) se “sana”
la mente por la acción transformadora de la Palabra de Dios (reno-
vación – santificación) y se sana el cuerpo (salva), “Él que tus culpas
perdona, que cura todas tus dolencias.” (Sal 103:3).
Estaré compartiendo más adelante acerca de la gracia de tener que-
ridos médicos en nuestra comunidad, a quienes bendecimos (a todos

32
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

ellos) orando por los médicos que son “el brazo largo de Dios para sa-
nar a sus hijos”. Siempre recomendamos a los que vienen a la comuni-
dad pidiendo a Dios sanación que nunca abandonen sus tratamientos
médicos y que los sigan con obediencia.
La mente humana es el campo de batalla preferido del enemigo,
por ello debe estar fuertemente fortificada, así como los lugares estra-
tégicos ante una posibilidad de conflicto son custodiados secretamen-
te, así también el creyente debe cuidar esas áreas estratégicas donde el
enemigo pretenderá atacar.
“… Deshacemos sofismas y cualquier baluarte levantado contra el
conocimiento de Dios y reducimos a cautiverio todo entendimiento
sometiéndolo a Cristo”. (2 Cor 10:4–5). ¡Amén!

33
CAPÍTULO 6

LA BOCA

En la Edad Media los yelmos sabían tener una pieza llamada “venta-
lle” que cubría el rostro. Era una pieza movible que se podía subir y ba-
jar. Bajándola se cubría el rostro para el combate. Así también nuestra
boca tiene que estar protegida en el combate espiritual.
Veamos la importancia que la Biblia da a nuestras palabras: “Muer-
te y vida dependen de la lengua, el que la aprecia comerá su fruto”
(Prov 18:21).
Creo firmemente que la mayoría de aquellos que fueron destinados
a ser vencedores y que en su realidad presente están como derrotados
es a causa de lo que hablan. Son quienes habiendo creído y muchas
veces hasta viviendo en las verdades de la fe y practicando sus ritos, ha-
blan como habla el pagano, el incrédulo. Los ves hasta saliendo de las
celebraciones litúrgicas, hablar fracaso, derrota, pesimismo, tal como
lo haría quien no tiene fe en Dios.
Me ha tocado compartir con personas “muy piadosas”, quienes te-
niendo todos los conceptos del cristianismo, inclusive “carismáticos”,
pero que al escucharlos hablar les he llegado a decir “Hermano/a ¿De
qué te sirvió todo eso, te has puesto a pensar?” Lamentable es el es-
fuerzo así de esa manera, pues les ha sido inútil a la hora de vivir una
vida gozosa en el Señor. Les he hasta escuchado hablar de toda esa
vivencia en tono de queja, casi como quien diría: “Después de todo
lo que yo hice para Dios”. ¡Terrible! Por eso creo que se pueden tener
todos los maravillosos conceptos del cristianismo, sin tener la vida.

34
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Cristo es la Vida: “Quien tiene al Hijo tiene la vida; quien no tiene


al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Jn 5:12). ¡Tremendamente re-
velador! Cuando se tienen los conceptos sin tener a Cristo, por mas
elevados que estos sean, no se tiene la vida.
Esta Vida es con mayúscula, pues es eterna.
Cuantos son los que conocen acerca de Dios, sin conocer al Hijo.
Solo teniendo al Hijo tenemos Vida. ¡Gloria a Su Nombre!
Esa Vida se manifiesta en el creyente en su hablar, pues “de lo que
abunda el corazón hablará la boca” (Mt 12:34).
Si en el corazón hay nada más que una adhesión a un cúmulo de con-
ceptos, normas y códigos religiosos, pero sin la Vida del Hijo, la boca ha-
blará conforme a eso. Al no estar el Hijo, no está su Vida, entonces la boca
habla mas o menos como el que no tiene fe. Es por eso que vemos una
realidad que no podemos entender. Tantos bautizados en estas regiones
de América y a la vez miseria, indigencia, violencia, corrupción, etc.
Lo que ocurre es que si bien un día conocieron los conceptos del
cristianismo y se comprometieron en seguirlos, con el tiempo se que-
daron con los conceptos pero sus vidas se dejaron arrastrar por los
criterios del mundo.
“El que tiene al Hijo, tiene la Vida”, ¿cómo se puede conocer que
tengo al Hijo? Quien pregunta eso es que no tiene la Vida del Hijo
en él. Crea la Palabra, practique la Palabra y viva en la Palabra y el
corazón tendrá la Vida del Hijo y la boca hablará conforme a lo que
ha creído. ¡Aleluya! Todos los bautizados tenemos la Vida del Hijo, si
creemos en la Gracia bautismal y vivimos conforme a ella. Debemos
“Nacer de nuevo“ del agua y del Espíritu. Volvamos a la Palabra de
Dios y Su Verdad nos hará libres; libres de toda atadura, de toda pala-
bra de fracaso, de derrota, de todo hablar pesimista y comencemos a
hablar la fe que “arroja los montes” y “planta en el mar los sicómoros”.
Hablemos la fe, pues cuando hablamos la fe con nuestros labios, cre-
yendo en nuestros corazones, los poderes de las tinieblas están derro-
tados a nuestros pies “... os he dado el poder de pisar sobre serpientes
y escorpiones...” ¡Nunca lo olvidemos!

35
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Lo que digamos tendrá relación con lo que vivamos. Con razón


clamaba David al Señor: “Pon, Yahveh en mi boca un centinela, un
vigía a la puerta de mis labios” (Sal 141:3).
Innumerables testimonios de personas que al conocer la Palabra de
Dios y seguirla cambiaron su vana manera de hablar por la manera
bíblica de hablar que es lo que el cristiano debe seguir.
Sanidades, liberaciones, familias que se unieron y comparten en la
Iglesia, sólo por haber hecho lo que Dios dice que hay que hacer. ¡DE-
MASIADO BUENO COMO PARA CREERLO! ¿NO ES VER-
DAD? ¡PUES ASÍ ES!
Hay poder en nuestra boca, tanto positivo como negativo. “Lo que
digas te será hecho”.
“Lo que digas recibirás”. Lo que hablamos tiene poder espiritual.
“Si alguno habla, sean palabras de Dios...” (1 Pe 4:11).
Ellas tienen que guiar nuestro hablar para que tengamos victoria en
nuestra vida. También Santiago en el capítulo 3 de su carta hace una
clara referencia de lo que ese pequeño miembro que es la lengua pue-
de alcanzar. “No queráis ser maestros muchos de vosotros, hermanos
míos, sabiendo que tendremos un juicio más severo, pues todos cae-
mos muchas veces.
Si alguno no cae al hablar, ese es un hombre perfecto, capaz de
refrenar todo su cuerpo. Si ponemos a los caballos frenos en la boca
para que nos obedezcan, dirigimos así todo su cuerpo. Mirad tam-
bién las naves: aunque sean grandes y vientos impetuosos las em-
pujen, son dirigidas por un pequeño timón adonde la voluntad del
piloto quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño y puede
gloriarse de grandes cosas. Mirad qué pequeño fuego y que bosque
tan grande incendia. La lengua es también fuego, es un mundo de
iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina
todo el cuerpo y, encendida por la gehenna, prende fuego a la rueda
de la vida desde sus comienzos. Toda clase de fieras, aves, reptiles
y animales marinos pueden ser domados y de hecho han sido do-
mados por el género humano; en cambio ningún hombre ha podido

36
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

domar la lengua; es un mal turbulento; está llena de veneno mor-


tífero. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos
a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proce-
den la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser
así. ¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua dulce y amarga?
¿Acaso, hermanos míos, puede la higuera producir aceitunas y la
vid higos? Tampoco el agua salada puede producir agua dulce.
¿Quién hay entre vosotros que se tenga por sabio o con experien-
cia? Que muestre por su buena conducta las obras hechas con la
mansedumbre de la sabiduría.” (Sgo 3:1–13).
¡No! El agua salada no produce agua dulce. No se puede tomar el
agua del mar en su estado natural. Tampoco se puede saciar la sed de
bendición, de gozo, de paz, de alegría, de salud, de libertad, de pros-
peridad, si hablamos como el mundo.
El hombre sabio se muestra en su hablar, conforme a lo que ha creí-
do de la Palabra de Dios y su distintivo es el gozo y la paz del Espíritu
Santo. “Si alguno no cae al hablar, ese es un hombre perfecto, capaz de
refrenar todo su cuerpo”. Así de importante es lo que hablamos, “Muer-
te y vida dependen de la lengua”.
Hablemos como nos enseña la Palabra de Dios y tendremos VIDA
Y VIDA ABUNDANTE.
¡Gracias Señor!

37
CAPÍTULO 7

EL CORAZÓN

Es una de las palabras que mas aparece en la Biblia, la palabra “corazón”.


Muchas cosas dice, cuando dice corazón. Según el contexto se puede
leer el espíritu del hombre, sus sentimientos, emociones, actitudes, etc.
Lo concreto que habla del interior del hombre, de donde proceden,
por ejemplo “las malas intenciones, asesinatos, adulterios, fornicacio-
nes, robos, falsos testimonios, injurias (ver Mt 15:19). Por eso sobre el
corazón, Dios ha puesto en el creyente la “coraza de la justicia”.
Dice el Señor “Por encima de todo, vigila tu corazón, porque de el
brota la vida” (Prov 4:23).
Debemos cuidar seriamente las actitudes y las emociones. Cuando
“nacimos de nuevo” y comenzamos a ser “nuevas creaturas” en Cristo
Jesús, nos decidimos a estar firmes, con la Gracia de Dios, contra los
pecados de acción, pero ¿qué de nuestras actitudes? Aquellos aspectos
internos como ser las rebeldías, arrogancia, orgullo, amargura, celos,
etc. Cosas que muchas veces no se ven pues se las esconde cuidadosa-
mente, pero que llevan a la persona a pecar.
Por ejemplo, si alguien comete un pecado de acción, se ve y con
toda razón produce rechazo por el mal testimonio que la persona da
(adulterio, robo, violencia, etc), pero si esa misma persona vive con
rebeldía en su corazón diríamos: “Bueno, es humano”. Toleramos fá-
cilmente las equivocadas actitudes del corazón, aún cuando la Biblia
no es tan tolerante, pues del interior del hombre provienen las malas
acciones que luego se manifiestan en lo exterior, usadas trágicamente

38
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

por los poderes de las tinieblas para destruir matrimonios, familias y


hasta comunidades.
Personas amargadas, criticones, siempre juzgando a los demás que
contaminan todo lo que está a su alrededor; rebeldes, orgullosos, que
viven atormentados y saben atormentar a quienes les rodean porque
no tratan con las actitudes del corazón como si, muchas veces, saben
hacerlo contra los pecados de acción, felizmente. Debemos tratar las
malas actitudes así como cuidamos de no pecar de obra. Recordemos
que pedimos perdón por nuestros pecados de: PENSAMIENTO –
PALABRA – OBRA Y OMISIÓN.
Tolerando las negativas actitudes de orgullo, rebeldía, “indepen-
dencia de Dios” y hasta de amargura no podremos vivir una vida libre,
gozosa y victoriosa.
Así también con las emociones. ¿Son malas? ¡No! Dios dotó al
hombre de emociones, no para que caigamos en el “emocionalismo”
que el enemigo sabe inspirar para arrastrarnos a caminos de error.
Mis emociones deben ser controladas, al igual que mis actitudes, por
el Espíritu Santo que habita en mi espíritu renacido por la Sangre de
Jesús.
El Espíritu Santo si nos dejamos conducir por Él nos guiará en
nuestro diario caminar hacia una vida santa, la cual mas que una ac-
ción de la voluntad del creyente, es una “consecuencia natural” al ca-
minar en la imitación de Cristo.
La santidad como la santificación es prerrogativa divina, mas cui-
dar la santidad que Dios, mediante Su Gracia nos ha dado, es nuestra
responsabilidad. Por eso creo que tanto con las emociones como con
las actitudes debemos ser sumamente cuidadosos, pues sus negativas
acciones, tarde o temprano salen a la luz con toda su potencia destruc-
tiva, si no se las trata con la misma severidad con que sabemos hacerlo
con los pecados de acción.
Un buen ejercicio es, en Oración, dejar que el Espíritu Santo nos
muestre nuestro interior, sin temor a lo que allí podemos llegar a ver
con su guianza.

39
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Cuando creemos que somos humildes, Dios ve en nosotros sober-


bia, mas cuando nos humillamos en Su Presencia, reconociendo nues-
tras malas actitudes y nuestras negativas emociones y sentimientos, Él
nos da Su Gracia transformadora “...pues Dios resiste a los soberbios y
da su gracia a los humildes, humillaos pues bajo la poderosa mano de
Dios para que llegada la ocasión, os ensalce...” (1 Pe 5:5–6).
La norma paulina es: En virtud de la gracia que me fue dada, os digo
a todos y a cada uno de vosotros: “No os estiméis en más de lo que con-
viene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que
otorgó Dios a cada cual. (...)Vuestra caridad sea sin fingimiento; de-
testando el mal, adhiriéndoos al bien; (...) compartiendo las necesi-
dades de los santos; practicando la hospitalidad...” (Rom 12: 3, 9,13)
Todo esto es como fruto de la fe, por convicción.
Dejando sueltas las equivocadas actitudes, las negativas emociones y
sentimientos no es posible vivir una vida cristiana victoriosa. Necesita-
mos esa convicción con la cual a la luz del Espíritu Santo y su maravillo-
sa Palabra caminaremos siguiendo las huellas del Divino Maestro; “es-
timando en más cada uno a los otros”, pues esa es la Voluntad de Dios.
La mejor ofrenda que podemos hacer a Dios es “un corazón con-
trito y humillado” (ver Sal 51:19) que Él recibe siempre con agrado.
De todos los sacrificios, ese será a los ojos de Dios, el más hermoso.
Así como la mente y la boca, nuestro corazón tiene que ser fuerte-
mente fortificado, pues será blanco de las estratagemas del enemigo;
mas si lo cubrimos con la “coraza de la justicia” y no permitimos que
las actitudes, emociones y sentimientos negativos “estén sueltos”, sino
que por la Fe en la Palabra de Dios, estén sometidos y “llevados a Cris-
to”, seremos cristianos vencedores.
Nunca dudemos que el Señor nos dará la victoria sobre todo ene-
migo que se nos oponga: “Pero en todo esto salimos mas que vence-
dores gracias a Aquel que nos amó” (Rom 8:37).
Y esta victoria no es que vencemos nosotros, sino que Cristo vence
en nosotros y por lo tanto nosotros –los débiles–, por Él llegamos a
ser “¡MÁS QUE VENCEDORES!” ¡Gloria a Dios!

40
CAPÍTULO 8

COSAS RARAS

Así comenzaron a llamar a lo que enseñábamos y hacíamos, aquellos


que como nosotros hasta ese momento, vivían un cristianismo con-
vencional, cumpliendo un rito más o menos felizmente, según el caso,
casi como por costumbre. Un cristianismo de conceptos, sin la vida de
lo que se declara creer, al que llamo “Bajas Calorías” (Light).
Las cosas que enseñan son “cosas raras”, recuerdo decían algunos lí-
deres cuando los hermanos de sus grupos de oración carismáticos, in-
vitados por quienes ya habían participado con testimonios de bendi-
ción en nuestros encuentros, les solicitaban poder asistir a los mismos.
Teníamos por ese entonces y desde ese momento ininterrumpida-
mente tenemos, nuestros días de “crecimiento en la Palabra de Dios”
abierto a todos los que deseen recibir para poder dar en sus respecti-
vos grupos de oración y comunidades cristianas, el alimento siempre
sustancioso del Señor.
Habían también quienes usaban calificativos agraviantes que no
merece la molestia repetirlos, pues sabemos que no hay peor ciego que
el que no quiere ver.
Cuando la Palabra de Dios produce el impacto que solo ella pue-
de producir en el alma, recibe dos posibles respuestas. La primera es
ACEPTAR y comenzar a producir el cambio, con todo lo que ello
conlleva, y la segunda RECHAZAR. Quienes optan por lo segundo
sienten como si todo lo que han construido con tanto esfuerzo se des-
vaneciera en caso de aceptar el desafío, como si hubieran trabajado en

41
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

vano; o bien rechazan para que no corra peligro de sacudirse ese edi-
ficio de convencionalismo tradicionalista, disfrazado muchas veces de
“aparente piedad”.
¿No era este acaso el argumento que esgrimían los fariseos y maes-
tros de la ley, frente a Jesús de Nazaret?
“Aquí las cosas siempre las hemos hecho así”, esto era lo que mas
o menos planteaban. ¿Qué les dice Jesús? : “Así habéis anulado la
Palabra de Dios, por vuestra tradición” (Mt 15:6)
Cierta vez oí acerca de un experimento científico que ejemplifica
lo que estamos compartiendo: “Un científico colocó cinco monos en
una jaula, en el medio de ella una escalera, y encima un cacho de bana-
nas. Cada vez que un mono subía para apoderarse de algunas bananas,
el científico dejaba caer un chorro de agua helada sobre los monos que
habían permanecido en el piso. Después de varios ensayos, cuando un
mono se acercaba a la escalera, los demás se le echaban encima y lo
molían a golpes.
Pasado algún tiempo, ningún mono rondaba la escalera a pesar de
la tentación de las bananas. El científico decidió continuar con su ex-
perimento y sustituyo a uno de los monos por uno nuevo. La primera
cosa que hizo el recién llegado fue abalanzarse sobre la escalera y las
bananas con el consecuente resultado, los cuatro veteranos lo agarra-
ron al nuevo y le dieron tal paliza que el novato no quiso probar más.
El científico volvió a cambiar un mono por uno nuevo y ni bien se
acerco a la escalera le dieron tremenda paliza, y quien mayor entusias-
mo puso fue el nuevo. El experimento prosiguió de la misma forma
cambiando cada tanto a uno de los monos con idéntico resultado,
hasta que llegó un momento en que no quedo ninguno de los monos
iniciales del experimento, pero la conducta de los nuevos habitantes
de la jaula era la misma, dar una golpiza al que se acercaba a la escalera”.
¿Cuántas cosas se hacen de esta misma manera?
Que soberbia la de aquellos que tenían a Dios delante de ellos y no
lo reconocían, pues ese Jesús, para ellos, no podía ser el Mesías espera-
do ya que no cumplía sus Tradiciones. Cuantos son los que creen que

42
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Dios debe “moverse” en sus propios parámetros humanos, “si yo no lo


entiendo o comprendo, no puede ser de Dios”.
Hoy al igual que ayer existe ese temor a todo lo que pueda sacu-
dir la muchas veces vana manera de hacer las cosas, supuestamente en
nombre de Dios y entonces se llega a rechazar lo que está en blanco y
negro en la Palabra de Dios, temiendo que ese edificio de costumbres
y tradiciones humanas se resienta haciendo peligrar su aparente calma
y seguridad.
Como el argumento que opera de generador de esa sacudida es
nada menos que la Palabra de Dios, entonces se apela a la inconsisten-
te teoría de la interpretación.
No se toma la Palabra e Dios con un Corazón humildemente dis-
puesto a recibir aún la reprimenda, sino que se entra en ella con to-
dos los prejuicios y preconceptos, tantas veces disfrazados de piedad,
“haciendo decir” a la Biblia, lo que se desearía que dijera. Así hacían
aquellos, “Vosotros investigáis las Escrituras ya que creéis tener en
ellas vida eterna, ellas son las que dan testimonio de mi y vosotros
no queréis venir a mi para tener vida” ( Jn 5:39).
Tenían el Libro pero no tenían la Vida.
Así también está ocurriendo en muchos ambientes en este tiempo.
Los que no quieren obedecer, sacan una verdad de contexto esperan-
do tener así un pretexto.
Llamaban “cosas raras” a todas las que como dije estaban en blanco
y negro, clarito, en la Palabra de Dios, por citar solo algunos ejemplos:
LA SALVACIÓN POR GRACIA MEDIANTE LA FE (Efe 2:8), a
ORAR CON FE EN LAS PROMESAS DE DIOS EN LA BIBLIA,
(ver Stgo 5:15 y Mc 11:22–24 entre muchos otros), a DECLARAR
POR FE LA SANIDAD, LA PROSPERIDAD, etc. (Mc 11:22–24;
Prov 4:20–22; Ex 15:26; Rom 4:17; etc.)
¿Cómo se puede llamar “Cosas Raras” a lo que está revelado en la
Sagrada Escritura?
Recuerdo que luego nos tocó recibir a algunos de esos líderes, en
circunstancias de problemas propios o de sus familiares. Los recibi-

43
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

mos, como siempre debemos hacerlo los creyentes, con amor, sin mi-
rar al pasado y gracias sean dadas a Dios, obtuvieron de Él la bendi-
ción, lo que fue otro testimonio de la eterna fidelidad del Señor para
con los que le obedecen. ¡Gloria a Dios!
También nos enviaron personas que fueron bendecidas, con innu-
merables testimonios en sus vidas que hicieron que no pocos de ellos
hoy o estén participando directamente con nosotros o viviendo entre
ellos en distintos lugares esta misma experiencia de vida que es la Re-
novación Carismática Católica verdadera. Digo así pues hay una a la
que le quedó el nombre pero que lamentablemente no expresa en los
frutos la vida para lo que el Espíritu Santo la suscitó a partir del Con-
cilio Vaticano II, por oración y anhelo de Juan XXIII que quería para
la Iglesia “Un Nuevo Pentecostés”.
Cierto que hoy, pasados los años todo es muy diferente, pues to-
das estas “cosas raras” se están tratando de vivir en ciertos ambientes
de la R.C.C. y de la Iglesia Católica en general. Hoy no son muchos
los que pueden negar “la Salvación por Gracia mediante la fe” (Ef
2:8) pues Juan Pablo II mismo dio una catequesis a la Iglesia en ese
particular. También con relación a los “signos de poder” (sanidad –
milagros, etc.) acompañando a la Palabra anunciada por los testigos
de Jesucristo y Su Evangelio, en lo que Juan Pablo II llama la “Nueva
Evangelización”, deber de todo cristiano.
Hablaremos más adelante en particular de algunos de esos testimo-
nios que el Todopoderoso obró y obra en medio de aquellos que con
sencillez y humildad creen en Su Palabra.
Lo maravilloso es que cuando esta Palabra impacta los corazones
no hay camino de retorno. “SEÑOR ME HERISTE CON TU PA-
LABRA Y TE AME”, decía San Agustín.
La Palabra de Dios es esa “espada de dos filos” que penetra entre
tuétanos entre el alma y el espíritu y sondea lo intimo del ser (ver Heb
4:12–13).
Cuando le permitimos, ella corta penetrando y sondeando y deján-
donos al “desnudo delante de Aquel a quien hemos de dar cuenta”, lo

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EN EL PODER DEL ESPÍRITU

cual no todos están dispuestos a hacer, pues siempre es dolorosa ver la


realidad de nuestra vida sin quebrantar.
El cristiano verdadero es aquel al cual la Palabra de Dios, día a día,
va santificando, mediante la fe del creyente que la cree y la practica.
Así la fe del creyente va creciendo, pues ella (la fe) nunca estará por
encima de lo que creemos y practicamos de la Palabra de Dios.

45
CAPÍTULO 9

QUEBRANTAMIENTO

Si buscamos en un diccionario quebrantar, dice: PARTIR, VOLVER


AÑICOS, DESTRUIR, QUEBRAR.
Dios quiere partir, volver añicos, destruir, quebrar nuestra autosu-
ficiencia, nuestro egocentrismo. Es una figura.
Aún cuando seamos convertidos hay áreas de nuestra vida que
pretenden vivir independientemente de Dios. Necesitamos conven-
cimiento de que Él, por medio de Su Palabra quiere quebrantar mi
alma, para poder servirse de mi según Su plan y voluntad.
Según la Biblia el hombre es un ser tripartito, pues es espíritu, alma
y cuerpo (ver 1 Tes 5:23; Heb 4:12)
Cuando habla de espíritu, dice en griego”PNEUMA”, cuando habla
de alma, dice”PSICHE” y cuando habla de cuerpo dice “PSOMMA”.
Decía San Agustín que el espíritu, es la sustancia del alma. Eviden-
temente no se pueden separar en el hombre, creado a “imagen y se-
mejanza de Dios”. “Dios es espíritu” ( Jn 4:24), el hombre es espíritu.
Cuando “nacemos de nuevo”, la Sangre de Cristo lava nuestro espíritu
de todo pecado y lo purifica (Bautismo) y desde ese momento pode-
mos decir que el espíritu se santifica. “Todo el que ha nacido de Dios
no peca, porque su germen mora en él y no puede pecar porque ha
nacido de Dios” (1 Jn. 3:9).
Esto lo podemos ver en el “buen ladrón” (Lc 23:42–43) aceptó a Je-
sucristo como su Salvador, en el último momento de su vida y recibió la
Salvación. Su espíritu fue renacido por la Sangre de Cristo derramada

46
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

para remisión de los pecados de la humanidad. En otros casos como


“Zaqueo” (Lc 19:5–10), recibió la promesa de Salvación y tuvo el tiem-
po para transformar, mediante la conversión de su vida, una realidad de
egoísmo y corrupción, en otra gloriosa de generosidad y justicia, cosa
que el ladrón no podría haber hecho por más que lo hubiera deseado.
El proceso de “Zaqueo” es un proceso de transformación del alma,
cuando su espíritu fue cambiado, santificado por la presencia de Cris-
to en su vida que el aceptó creyendo en Aquel que derramaría Su San-
gre para consumar la obra salvífica. A partir de ahí Zaqueo muestra un
cambio en su alma “Psiche”, en su mente, voluntad, carácter, persona-
lidad, etc., pues “la mitad de mis bienes a los pobres y al que defraude
le devolveré cuatro veces más”.
El espíritu se santifica de una vez, mas el alma, en un proceso gra-
dual y progresivo, en el tiempo, por virtud de la Palabra.
El mismo apóstol Juan declara: “Si decimos no tenemos pecado
nos engañamos y la verdad no está en nosotros” (1 Jn 1:8). Preci-
samente el espíritu “... que ha nacido de Dios no peca...” mas el alma,
mente, voluntad, carácter, personalidad etc. “Si decimos no tenemos
pecado nos engañamos...”
El alma necesita ese trato de Dios que llamamos quebrantamiento,
pues nuestro “yo” sabe ser nuestro peor enemigo. Una señal de esto es
que la Iglesia no confiesa al inconverso, a ese se lo bautiza. La confe-
sión es para aquel que bautizado, equivoca el camino.
La mente, emociones, decisiones, apetitos, razonamientos, etc. de-
ben ser tratados por Dios para la santificación del alma, lo cual nos lle-
vará toda la vida cristiana. Esa santificación es mediante creer y prac-
ticar la Palabra de Dios, sometiendo nuestras vidas humildemente al
Señor, para que nuestro yo sea quebrantado y seamos así conforme a
la voluntad divina.
El espíritu, podemos decir, tiene conciencia de Dios, del cielo; el
alma tiene conciencia de si misma, del yo; y el cuerpo (la carne) tiene
conciencia del mundo, frío – calor – comer – beber – placer, etc.
Por tanto, la Sangre de Cristo santifica nuestro espíritu de una vez

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JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

(ejemplo del buen ladrón), Su Palabra va santificando nuestra alma


en un proceso gradual y progresivo, si nos cedemos a ella y el Espíri-
tu Santo santificará nuestro cuerpo que será “sembrado corruptible y
resucitará incorruptible”, se “sembrará mortal y resucitará inmortal”
(ver 1 Cor 15:53–55)
En el mismo momento que nos convertimos comienza ese proce-
so de quebrantamiento, que muchos rechazan y estancándose en su
vida cristiana, la cual viven, tal como decimos, como una religión de
conceptos, sin vida. Una sincera conversión se verá en los frutos de
esa vida cambiada, sobre todo hoy donde son millones los bautiza-
dos que viven como si fueran paganos. Así era yo hasta el año 1981,
aún cuando siendo bautizado de pequeñito, “nací de nuevo” y a partir
de allí comencé a vivir una “vida nueva” en Cristo, hasta que aproxi-
madamente diez años después, “permití” al Señor en mi vida, que Su
Palabra transforme mi mente, emociones, carácter, personalidad, etc.
¡Estoy en eso!, sabiendo que Dios es paciente y fiel y que “el que em-
pezó la obra, la completará” ¡Amén!
Cuando nos volvemos sinceramente a Él y dejamos que el Poder
purificador de Su Sangre lave nuestro espíritu, comenzamos a vivir la
“Vida Nueva en Cristo”, a partir de allí debemos seguir el consejo de
la Palabra de Dios: “Por tanto, os y os aseguro esto en el Señor, que
no viváis ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente,
obcecada su mente en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por
la ignorancia que hay en ellos y por la dureza de su corazón, los cua-
les, habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje,
hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas. Pero no es
así como vosotros habéis aprendido a Cristo, si es que habéis oído ha-
blar de él y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús:
despojaos, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que
se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, renovad
el espíritu de vuestra mente, y revestios del Hombre Nuevo, creado
según Dios, en la justicia y santidad de la verdad.” (Ef 4:17–24).
Despojarnos del hombre viejo, en su manera de pensar, de actuar,

48
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

de juzgar y revestirnos del Hombre Nuevo a imagen de Cristo, permi-


tiendo que su Palabra produzca en nosotros la renovación de nuestra
mente. Ese hombre viejo que se resiste a morir, pero que cada vez que
quiera oponer sus razones a la nueva vida, el hombre nuevo, a imagen
de Cristo que habita en el corazón del creyente, por el Espíritu Santo
lo someterá, con los valores auténticos de la Palabra de Dios.
El espíritu renacido, dará razones al alma que va en proceso de
santificación como lo vemos en el Salmo 103: “Bendice alma mía a
Yahveh...” declara David, ungido de Dios, con la presencia del Santo
Espíritu sobre su vida. “...Nunca olvides alma sus beneficios” “...Él te
perdona, Él te sana Él te rescata, Él te corona, Él te colma de bienes,
Él te rejuvenece, Él te guarda, Él te hace justicia...” ¡Gloria a Dios!
Fue clave en nuestra vida cristiana y luego en nuestra vida de ser-
vicio a Dios y a los hermanos, conocer y comenzar a andar en este,
siempre doloroso, pero a la vez glorioso camino del quebrantamiento.
La anemia espiritual que se está viviendo en muchos ambientes
cristianos es la falta de quebrantamiento de los líderes, de los servido-
res y de los miembros de las comunidades cristianas.
Conceptos religiosos, sin la vida de lo que se confiesa creer, hacen
que muchos se alejen, pues no encuentran en las señales, lo que en la
teoría se anuncia.
San Pablo dirá que el hombre natural no entiende las cosas del Es-
píritu, para él son locura (ver 1 Cor 2:14–15)
Así llaman (loco) muchas veces a aquellos que comienzan a vivir en ese
quebrantamiento, abandonando las razones de la mente (carnalidad) y
se abrazan a la Palabra de Dios, para vivir según sus inspiraciones. Es que
el hombre “natural” al que Pablo hace referencia está en la Iglesia, si lee-
mos todo el contexto del capítulo 2 de la Primera Carta a los Corintios.
Así nos ocurría (antes de esa sacudida) a nosotros, aunque servido-
res en la Iglesia juzgábamos las cosas “naturalmente”, cuando el Señor
quiere que vivamos, hablemos y obremos espiritualmente y eso solo es
posible cuando mediante el quebrantamiento, comenzamos a tener
“la mente de Cristo”. ¡Gloria a Su Nombre!

49
CAPÍTULO 10

TODO ES PÉRDIDA

“Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el Señor... Volver a es-


cribiros las mismas cosas, a mí no me es molestia, y a vosotros os
da seguridad. Atención con los perros; atención con los embusteros;
atención con la mutilación. Pues los verdaderos circuncisos somos
nosotros, los que damos culto en el Espíritu de Dios y nos gloriamos
en Cristo Jesús sin poner nuestra confianza en la carne, aunque yo
tengo motivos para confiar también en la carne. Si algún otro cree
poder confiar en la carne, más yo. Circuncidado el octavo día; del li-
naje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en
cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia;
en cuanto a la justicia de la Ley, intachable. Pero lo que era para mí
ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún:
juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo
por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no con la justicia
mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe en Cristo, la
justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, y conocerle a él, el poder
de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hecho seme-
jante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre
los muertos.” (Fil 3:1–11).
El título de este capítulo para algún experto en publicidad no sería
apropiado, es más, no creo que nadie encabece un mensaje publicita-
rio con semejante título, pues no habla, aparentemente, en positivo.

50
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Para los creyentes no creo que haya título más positivo que este,
ya que hasta que no consideremos todas las cosas como perdidas, no
“ganaremos” a Cristo. Es al menos para mí uno de los pasajes más po-
derosos de la Sagrada Escritura, uno de esos pasajes que te sacuden de
la cabeza a los pies.
El gran apóstol utiliza expresiones muy fuertes para referirse a los
“falsos circuncisos”, tales como “perros”, “embusteros”, “mutiladores”,
declarando que los “verdaderos circuncisos somos nosotros, los que
damos culto en el Espíritu de Dios... sin poner nuestra confianza en
la carne”.
¿A qué hace referencia Pablo cuando dice carne? Veamos: “Ten-
go motivos para confiar en la CARNE, si alguno cree poder confiar
en la carne, mas yo”, y allí relata toda una serie de cosas que ostenta
como currículum religioso como “circuncidado, del linaje de Israel,
benjaminita, hebreo hijo de hebreos, fariseo, celoso perseguidor, inta-
chable, legalista...” A todo ese cumplimiento legalista el apóstol, aho-
ra convertido en tal llama obras de la carne, pues esa forma religiosa
pretende cumplir la ley, sin el Espíritu..
Es sumamente sutil la tentación de caer en ese cumplimiento de
normas, códigos, preceptos, ordenanzas legalistas, sin una sincera mo-
tivación del corazón iluminado por la gracia, que siempre nos llevará
mas allá incluso de lo que marca la ley. Jesús no vino a abolir la ley, sino
a darle cumplimiento.
Claro, la gracia es imposible conocerla y por ende dejarse conducir
por ella, si antes no hay un verdadero encuentro con Jesucristo por la
fe, con lo que ello implica: “PERDERLO TODO”.
¿Qué cosas? Volvamos a Pablo, ¿qué fue lo que él aceptó perder a
causa de Cristo? Sin ninguna duda todo ese currículum religioso os-
tentado como una carta de presentación, en su vida no hacía más que
llenarlo de obstinación y contumacia persiguiendo a “los del Camino”,
a muerte.
Ese conocimiento de las verdades de la religión cristiana tiene a
muchas personas atadas a “cuánto saben”, “cuanto han estudiado”,

51
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

“cuantos títulos ostentan”, etc. Atados, porque al no estar el Espíritu


conduciendo ese conocimiento y esas capacidades, se pueden volver
como Saulo de Tarso, perseguidores de lo que dicen defender. ¡Qué
sorpresa se llevaría Saulo cuando camino a Damasco, cargando a cues-
ta todos esos pergaminos que él detalla en esta carta, descubre que
estaba persiguiendo a Dios!
“Saúl, Saúl ¿porqué me persigues? Él preguntó ¿Quién eres Se-
ñor? Y Él: Yo soy Jesús, a quien tu persigues” (Hech 9:4–5).
¿Cuántas veces ocurre esto mismo? ¿Cuántas veces con nuestras
obras podemos estar persiguiendo lo que decimos defender? ¿O no
creía acaso Saulo que persiguiendo a los cristianos rendía culto a Dios?
El fundamentalismo religioso siempre tiene su origen en la llamada
“ceguera legalista”. El que vive en ella muestra generalmente estas se-
ñales visibles: Amargura – Autoritarismo – Obsecuencia – Violencia
– Envidia – Celo, etc.
Son personas que como Saulo terminan viendo lo malo en todas
las cosas. Generalmente son también personas que rechazarán a to-
dos los que no piensen en todo como ellos, aún al mismo Cristo, tal
como lo hicieron los “legalistas” de su época en el Ministerio Público
de Jesús.
Es llamativo que el Señor recibiera a todos, ladrones, prostitutas,
recaudadores de impuestos, paganos, samaritanos, etc., etc.; mas re-
chazara de plano esa hipocresía religiosa de los fariseos y escribas.
En Mateo 23, todo un capítulo cargado de tensión en contra de la
hipocresía y “ceguera legalista”, podemos encontrarlo. Siete veces los
llamó “HIPÓCRITAS”, cinco veces los llamó “CIEGOS”y hasta les
profetizó su ruina: “Se os va a dejar su casa desierta... hasta que digáis
¡Bendito el que viene en Nombre del Señor” (vs. 38–39)
¿Cuántas veces habremos recibido del Señor esta reprimenda? Noso-
tros hace años dijimos con los labios y el corazón: ¡BENDITO EL QUE
VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR! Tan es así que cada vez que un
precioso siervo de Dios viene a nuestra casa, también lo recibo con ese
saludo ¡Bendito el que viene en Nombre del Señor! ¡Gloria a Dios!

52
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Como estos, era antes de conocer a Cristo, aquel que escribe en


Filipenses. La “falsa circuncisión”, la falsedad del cumplimiento, sin
cumplir con los dictados del amor, de la justicia, de la misericordia y la
fe, que lleva a cumplir lo exterior, sin cumplir lo interior.
Métodos, sin motivación. Alguien puede pensar que los métodos
no son buenos entonces, ¡Todo lo contrario! Lo que ocurre es que
sin la motivación correcta, aunque los métodos sean los correctos, se
termina en hipocresía. Eso es lo que Jesús fustigó. Tenían, si fueran
una higuera, el tronco, las ramas, las hojas, pero no tenían higos. Jesús
maldijo la higuera porque cuando la higuera tiene hojas al menos tie-
ne que tener las brevas (ver Mt. 21:18–19)
Lamentablemente hoy en día pueden verse higueras con hojas,
pero que no tienen higos. Los fariseos sabían que Jesús hablaba de
ellos cuando maldijo la higuera, pues en la Biblia es tipología del cre-
yente y en este caso del falso creyente, que teniendo hojas (actividad
religiosa sin poder), no tiene higos (las obras de la fe). En una palabra,
métodos sin motivación o conceptos sin la vida.
¡Que hermoso es cuando a la motivación correcta le sumamos los
métodos correctos! ¡Qué maravilloso es cuando a la “vida nueva en
Cristo” le sumamos el conocimiento, las capacidades, etc.
¿Estamos dispuestos a perderlo todo por Cristo? ¿ Juzgamos todas
las cosas como pérdida a causa del conocimiento de Cristo?
Aquí puedo ver a un verdadero convertido, aquel que acepta per-
der todo por Cristo; pues Saulo tenía un nombre, prestigio, reconoci-
miento entre sus pares, abolengo religioso... “pero lo que era para mi
ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo... por quien
perdí todas las cosas y las tengo por basura por ganar a Cristo” ¡Ala-
bado sea Su Nombre!

53
CAPÍTULO 11

LA LEY Y LA GRACIA

Me gustó esta definición que una vez escuché, la ley dice: “HAZ O
MUERE”, la Gracia dice: “RECIBE Y VIVE” ¿Maravilloso verdad?
Veamos un poco desde la Palabra si esto es o no es así.
“Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo
y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hom-
bres, ya que todos pecaron; –porque, hasta la ley, había pecado en
el mundo, pero el pecado no se imputa no habiendo ley–; con todo,
reinó la muerte desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no
pecaron con una trasgresión semejante a la de Adán, el cual es figura
del que había de venir.
Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de
uno solo murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el don
otorgado por la gracia de un hombre, Jesucristo, se han desbordado
sobre todos! Y no sucede con el don como con las consecuencias del
pecado de uno; porque el juicio, partiendo de uno, lleva a la conde-
nación, mas la obra de la gracia, partiendo de muchos delitos, se
resuelve en justificación. En efecto, si por el delito de uno reinó la
muerte por un solo hombre ¡con cuánta más razón los que reciben
en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida
por uno, por Jesucristo!
Así pues, como el delito de uno atrajo sobre todos los hombres la
condenación, así también la obra de justicia de uno procura a todos
la justificación que da la vida. En efecto, así como por la desobe-

54
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

diencia de un hombre, todos fueron constituidos pecadores, así tam-


bién por la obediencia de uno todos serán constituidos justos.
La ley, en verdad, intervino para que abundara el delito; pero
donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia; así, lo mismo que
el pecado reinó por la muerte, así también reinará la gracia en vir-
tud de la justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor.”
(Rom 5:12–21).
¡Qué poco conocemos en realidad a la Gracia!
Palabra que muchas veces empleamos sin tener plena conciencia de
lo que encierra. Nos ocurre a menudo lo mismo que les sucedió a los
gálatas, empezamos nuestro camino de conversión por ella, pues “por
gracia habéis sido salvados mediante la fe” (Ef 2:8), sin embargo casi
como por costumbre volvemos a la ley abandonando la fuente de Glo-
ria que es la Gracia. “¡Gálatas insensatos! ¿Quién os ha fascinado
a vosotros, a cuyos ojos ha sido presentado Jesucristo Crucificado?
Quiero saber de vosotros una sola cosa. ¿Habéis recibido el Espíritu
por las obras de la ley o por la fe en la predicación? ¿Tan insensatos
sois? Habiendo comenzado por el Espíritu ¿termináis ahora en la
carne?” (Gal 3:1–3).
¡Insensatos! llama San Pablo a quienes habiendo conocido a Cris-
to, “vuelven” a Moisés; el cual cumplió su ministerio y como él toda la
Antigua Alianza para preparar el camino al Mesías. Una vez alcanza-
do lo que se espera, concluye toda espera.
Si hubiera que agregar algo a la Salvación ya recibida, normas, prác-
ticas de la ley Mosaica, entonces la Salvación sería una “recompensa”.
Pablo les recuerda: ¡LA SALVACIÓN ES REGALO!
El cristiano hace mas que cumplir la ley, pues la Gracia le lleva a no
conformarse con “no hacer al otro lo que no le gustaría que el otro le
haga”, sino a “hacer al otro, lo que le gustaría que el otro le hiciera a él”.
La gracia siempre es mas, pues es en positivo. La ley dice “No mata-
rás... No codiciarás... No mentirás... etc.” La gracia dice “Bienaventu-
rados los humildes, bienaventurados los pacificadores, bienaventurados
los misericordiosos, los puros, los perseguidos etc.”

55
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Dirá San Juan “...La ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y
la verdad nos han llegado por Jesucristo” ( Jn 1:17).
La ley fue dada por un servidor, mas la Gracia nos ha llegado por
el Unigénito Hijo de Dios, el cual es, Él mismo, la Gracia. ¡Gloria a
Su Nombre!
La Gracia es una fuerza que nos conduce desde adentro hacia fuera,
mientras que la ley es como los carteles de una carretera que desde
afuera nos va indicando. Cuando vives en la Gracia, aunque andes de
noche por la carretera y haya niebla espesa, la Gracia te guiará para que
no equivoques el camino y no te desvíes de la ruta de tu vida cristiana.
La Gracia es como el freno de potencia de un automóvil, ni bien tu
pones el pie en el freno la otra fuerza, ya no la haces tú, sino el dispo-
sitivo creado a tal efecto. Es también como las direcciones servo asisti-
das de los automóviles modernos, que al doblar el volante, el resto de
la fuerza para girar lo genera el dispositivo.
Siempre eres tu el que conduce, pero bajo la segura dirección de la
hoja de ruta ¡LA PALABRA DE DIOS! Tu decides frenar y no tienes
que esforzarte; tu decides girar y lo haces sin ningún esfuerzo “Si vi-
vimos por el Espíritu (la Gracia) sigamos también al Espíritu” (Gal
5:25). ¡Dejémonos conducir por Él!
“En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia,
afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí, contra ta-
les cosas no hay ley” (Gal 5:22–23).
La Carta a los Gálatas tiene una incalculable riqueza con relación
a esta realidad, al igual que muchos pasajes de las epístolas paulinas.
Otro de esos pasajes se nos da como prueba bíblica en relación a
esto: “La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles
por la fe, anunció con antelación a Abraham esta buena nueva: En
ti serán bendecidas todas las naciones. Así pues, los que creen son
bendecidos con Abraham el creyente. Porque todos los que viven de
las obras de la ley incurren en maldición. Pues dice la Escritura:
Maldito todo el que no se mantenga en la práctica de todos los pre-
ceptos escritos en el libro de la Ley. Y que la ley no justifica a nadie

56
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

ante Dios es cosa evidente, pues –el justo vivirá por la fe–; pero la ley
no procede de la fe, antes bien quien practique sus preceptos, vivirá
por ellos. Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él
mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo
el que cuelga de un madero, Y esto para que la bendición de Abra-
ham llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, y por la fe recibiéramos el
Espíritu de la Promesa.” (Gal 3:8–14).
Sumamente reveladora esta porción de la Sagrada Escritura que nos
habla de la Promesa.
La Promesa es antes que la ley, ya que fue dada a Abraham 430 años
antes: “En ti serán bendecidas todas las naciones” (Gen 12:3), pro-
mesa que Abraham recibió por la fe, la cual le fue tenida por justicia.
“El justo vivirá por la fe” (Ha 2:4); no por la ley, recordándonos San
Pablo que “la ley no procede de la fe”, “Quien practique todos sus precep-
tos vivirá por ellos”, lo cual claramente nos lo muestra el gran apóstol.
Lo único que hacía la ley era mostrar al hombre de que era reo, no
sin reconocer que la ley es cosa buena pero que era para el hombre
imposible de cumplirla toda y al no hacerlo le llevaba a la maldición;
mas “Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose Él mismo
maldición por nosotros”, a fin de que recibiésemos, en Cristo y por la fe,
el Espíritu de la promesa, junto con la bendición de Abraham.
La promesa de bendición a Abraham “En ti serán bendecidas todas
las Naciones” ¿Estaremos allí? ¡CIERTAMENTE! Pues Dios siempre
cumple su promesa. Para que esta promesa llegara a los gentiles, esto
es a los que no son del pueblo judío (nosotros). Por supuesto que tam-
bién para ellos, pero es que aquí Pablo tiene una controversia con los
“judaizantes” que querían imponer a los gálatas (gentiles), luego de
haber recibido a Cristo y ser llenos del Espíritu Santo, los ritos y pre-
ceptos del judaísmo (circuncisión, etc.)
Es por eso el lenguaje fuerte de esta carta, llamando ¡insensato! al
que después de probar y degustar la dulzura de la Gracia, vuelve al
cumplimiento de una ley (“no pruebes, “no acaricies”, “no toques”; ver
Col 2:20–23) pues estas eran las cosas que los judaizantes querían im-

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JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

poner a los gentiles, gálatas, colosense, corintios, etc., esa falsa ascesis
inspirada en elementos del mundo, en vanas filosofías, en tradiciones
humanas y no en Dios.
Por ello la dureza de Pablo a los que se dejan persuadir por los que
ponen obstáculos a la verdadera libertad cristiana (ver Gal 5:1–12)
concluyendo con esa sentencia para estos. “¡Ojalá se mutilaran los
que os perturban!” Durísimo ¿verdad?
No debemos permitir que nadie nos robe lo que Cristo nos ha al-
canzado; como hijos de la promesa recibamos de Él esas bendiciones,
pues “para ser libres nos ha libertado Cristo”.
El maravilloso día del encuentro en Ain Karim y luego de esa glo-
riosa experiencia vivida junto a Isabel y habiendo recibido del Espíritu
Santo por medio de ella esta bienaventuranza: “Feliz la que creyó...”
María dijo palabras inefables y proféticas, entre ellas: “Acogió a Is-
rael, su siervo acordándose de la misericordia, como había prome-
tido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su linaje por los
siglos” (Lc 1:54–55).
María, nuestra Madre, fue más allá de la ley, 430 años antes, y nos
enseña que el que iba a nacer de ella, el BENDITO FRUTO DE SU
VIENTRE ES EL CUMPLIMIENTO DE LA PROMESA DE
DIOS. ¡BENDITA SEAS MARÍA Y BENDITO EL FRUTO DE
TU VIENTRE, JESÚS!
¡Gloria a Cristo!

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CAPÍTULO 12

CREE Y DECLARA

Hemos visto que no alcanza con creer en Dios, pues son muchos los
que dicen creer en Dios y viven según sus propios razonamientos. El
creyente no solo cree en Dios (su existencia), sino que LE CREE A
DIOS. Y creerle a Dios, es creerle a Su Palabra. En esto radica el éxito
de la vida cristiana, pues el creyente es un potencial conquistador, un
vencedor, y a menudo vemos a los cristianos mas como víctimas que
como vencedores. ¿La razón? Lo que decimos, creen en la existencia
de Dios, sin practicar Su Palabra.
Es como si alguien dijera, “yo quiero mucho a mi padre, pero hago
lo que a mí me parece”. Dolorosamente así viven la mayoría de los
cristianos.
El cristianismo, más que una religión, es una experiencia de vida en
Cristo y Su Palabra. Nuestro Dios no es una “tabla”, no es un “cúmu-
lo de normas”, es una persona, LA DIVINA PERSONA DE JESU-
CRISTO, SEÑOR Y SALVADOR.
Dijimos ya que se puede tener todo eso (ley, normas, el libro) sin
tener a Dios. “El que tiene al Hijo tiene la Vida” (1 Jn 5:12)
Jesucristo vino a despertar en nosotros lo que el Padre había plas-
mado, “Su imagen y semejanza”, que el pecado había desfigurado. Él
por Su Sangre derramada en la Cruz, quitó ese pecado y recibimos
“La Promesa del Padre”, el Espíritu Santo, que derramó en nuestros
corazones el Amor de Dios (ver Rom 5:5)
El encuentro personal con Jesucristo por la fe es indispensable para

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JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

aquellos que como yo, habiendo sido bautizado de niño y que vivía
una vida alejada de Dios, puedan “nacer de nuevo” y comenzar a vivir
esa “vida nueva en Cristo”. Al presente, cuando vienen a nuestra co-
munidad “esos hermanos cristianos”, luego que reciben la predicación
de la Palabra “...la fe viene de la predicación y la predicación por la
Palabra de Cristo” (Rom 10:17), les invitamos a hacer una sencilla
oración de aceptación de Jesucristo como Salvador.
Innumerables testimonios vivos hay en nuestra comunidad como
fruto de ese momento. Luego si, comienzan a vivir en la vida sacra-
mental de la Iglesia, como católicos toda la riqueza de su preciosa
herencia.
Existen tanto católicos como evangélicos, ortodoxos, armenios,
etc. que necesitan hoy “nacer de nuevo”, pues son muchos los que en
los tiempos que corren tienen necesidad de “renacer” para vivir así de
acuerdo a lo que profesan.
Decimos en el Credo: “Creo en Dios Padre Todopoderoso...” y lue-
go negamos los milagros, rechazamos a los que creen en las sanidades,
etc. ¿En qué quedamos? ¿Creemos o no creemos? No se debe “borrar
con el codo lo que se escribe con la mano”.
Nos habían invitado a predicar un retiro de 48 horas, en una Co-
munidad de la Renovación Carismática, a los servidores; que se lle-
varía a cabo en un fin de semana (sábado y domingo). El día lunes
previo nos vimos con el problema de tener que internar de urgencia
a la madre de mi esposa, que vivía con nosotros. El diagnóstico decía
“infarto cerebral” y a los 76 años que tenía en ese momento, presenta-
ba un cuadro totalmente irreversible, para la ciencia médica. Dijimos
¡NO! Dios tiene la última palabra. “Creemos en el Dios que da vida
a los muertos y llama a las cosas que no existen como si ya existie-
sen” (ver Rom 4:17–18) Oramos por los médicos y les bendecimos y
nunca dejamos de obedecer lo que disponen, pero, DIOS TIENE LA
ÚLTIMA PALABRA.
Todos, pero particularmente Diego (nuestro hijo), y yo declarába-
mos por fe en la Palabra de Dios que estaba sana. ¡Locura! Esa es la

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EN EL PODER DEL ESPÍRITU

sensación que otros perciben cuando alguien cree y declara la Palabra


de Dios, sin mirar las circunstancias. La fe no niega las circunstancias,
se eleva por encima de ellas.
El mundo sabe decir: “Bajo tales circunstancias...” ¡NO! El cristiano
no está bajo las circunstancias, sino por encima de ellas en Cristo Jesús.
Recuerdo que luego de ponerme de rodillas y orar a Dios, decla-
rando lo que creemos y enseñamos de Su Palabra que dice que “si cree-
mos en el corazón y no dudamos, lo que digamos será hecho” (ver
Mc.11:22–24), hablé por fe y dije ¡está sana en el nombre de Jesús! A
mi me gusta orar “recordándole” a Dios sus promesas bíblicas. “¡Se-
ñor, como Tu nos prometiste, que creamos y demos gracias, que lo que
te estamos pidiendo ya lo tenemos”.
Le di gracias al Señor que siempre cumple sus promesas y recibí esta
Palabra: “Viendo la valentía de Pedro y Juan y sabiendo que eran
hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados, recono-
cían, por una parte que habían estado con Jesús y al mismo tiempo
veían de pie, junto a ellos al hombre que había sido curado...” (Hech
4:13–14).
Me levanté y dije a mi esposa que recién llegaba del sanatorio: ¡Se
va a levantar, está sana! Ella que venía de estar al lado de su madre
nos dijo que no reconocía a nadie y que los médicos le habían dicho
que estos cuadros generalmente, o no pasan de las 72 horas, o quedan
irreversiblemente en estado vegetativo (tenemos todos los estudios y
certificados médicos).
Una fuerza interior, fruto de creer en las promesas de Dios, en Su
Palabra, nos hacía declarar: ¡Está sana, en el nombre de Jesús!
Y recuerdo que dije textualmente: “No te extrañes que el domingo
esté en casa, sentada a la mesa”.
Y como siempre Dios tiene la última palabra, me equivoque, no fue
el domingo, ¡sino el viernes!, dos días antes, estábamos almorzando
juntos en casa ¿Gloria a Dios!
La fe “llama a las cosas que no existen como si ya existieran”. No
existía la salud, sino la enfermedad; no existía la victoria sino la derrota,

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JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

El cuadro era de enfermedad terminal, la fe llama SANIDAD, VIC-


TORIA, en Jesucristo. Esa es la fe bíblica, que nunca se da por vencida,
“NI AÚN VENCIDA”, pues nunca está vencido el que cree. ¿Locura?
“¡Nadie se engañe! Si alguno entre vosotros se cree sabio según este
mundo, hágase necio, para llegar a ser sabio; pues la sabiduría de este
mundo es necedad a los ojos de Dios. En efecto, dice la Escritura: El
que prende a los sabios en su propia astucia.” (1 Cor 3:18–19).
Totalmente recuperada, sin ninguna secuela, sentada por sus pro-
pios medios comiendo en la mesa mientras decía: “no tuve nada, algo
que comí que me habrá caído mal…”.
Uno de los médicos que la atendió, de religión judía, le dijo a mi
esposa: “¡Esto es un milagro!”
Al cuarto día de estar internada, la que corría peligro de morir o de
quedar postrada para siempre, era dada de alta y abandonaba el sana-
torio por sus propios medios. ¡Increíble!
“Hoy hemos visto cosas increíbles”, decían algunos cuando Jesús
obraba los milagros en medio de la gente del pueblo.
Nunca olvidemos que “Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por todos
los siglos” (Heb 13:8). ¡Gloria sea al Señor!
A los pocos día, mi esposa fue con ella a su médica de cabecera, que
ya conocía su problema; la cual le informó a mi esposa que no podría
visitarla en su domicilio pero que haría en este caso una excepción por
lo ocurrido; pero quedó sin palabras cuando mi esposa le dijo que su
mamá estaba allí, en la sala de espera del consultorio. ¡No lo podía creer!
Por supuesto que Diego predicó ese retiro, acompañado de Roxana
–su esposa–, Celia –mi esposa– y un equipo de hermanos servidores,
a esos queridos hermanos que amablemente había invitado al Minis-
terio de la Evangelización y la Enseñanza “El Poder del Espíritu”, en el
que por ese entonces, ya se dejaban ver los frutos del Espíritu Santo y
ellos deseaban compartirlos.
¡Cuán Grande y Maravilloso es el Señor!
No sólo nos quitó de en medio el problema, sino que se pudo cum-
plir la misión con un testimonio que conmovía a todos y glorificaba al

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EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Todopoderoso, mostrando en los hechos lo que se predicaba: ¡CREER


Y DECLARAR! Conforme las promesas de Dios en su Palabra.
¡Gracias Señor por tus maravillas! ¡Gracias porque siempre cum-
ples tus promesas!
Enséñanos Señor a caminar en ellas. Tú que nos dices: “Si alguno
permanece en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo
que queráis y lo conseguiréis”. ( Jn 15:7).
“Liria”, mi suegra, vivió una vida plena hasta su partida con el Señor
a los 88 años de edad.
¡TODO SEA PARA LA GLORIA DE DIOS!

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CAPÍTULO 13

CUATRO VECES TRECE

En esta carta a los filipenses tenemos estos cuatro treces. Me refie-


ro a los versículos 13 de cada uno de los 4 capítulos de la Carta de
San Pablo.
Este número (13) conocido por estas tierras en la cultura popular
como número de “mala suerte” y cosas como esas, las cuales son su-
persticiones que los creyentes verdaderos rechazamos de plano.
El cristiano no puede ser supersticioso, ni confiado en amuletos,
símbolos de “buena suerte”, pues es contrario a la fe cristiana.
Es curioso ver el auge de estas supersticiones y prácticas de esoterismo,
azar, ocultismo; atribuyendo poderes a objetos inanimados; a talismanes, a
números, a cintas rojas, ristra de ajos, velas de colores, sahumerios, etc, etc.
Toda forma de idolatría que está haciendo una obra destructiva en
el seno de las sociedades de América y del mundo.
En nuestro caso ya habíamos rechazado al convertirnos todo aque-
llo que proviene del enemigo y que está condenado por el Señor. Adi-
vinación – hechicería – magia de cualquier color, astrología – zodía-
cos – cartas astrales – control mental – filosofías pseudoreligiosas de
oriente – meditación trascendental – ocultismo – nueva era, etc. etc.
“Cuando hayas entrado en la tierra que Yahveh tu Dios te da, no
aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones.
No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fue-
go, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún
encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos.

64
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu
Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahveh tu Dios a esas
naciones delante de ti. Has de ser íntegro con Yahveh tu Dios. Porque
esas naciones que vas a desalojar escuchan a astrólogos y adivinos, pero
a ti Yahveh tu Dios no te permite semejante cosa”. (Deu 18:9–14).
Todo esto lo habíamos enseñado por años y muchos que llegaban
con esta carga a nuestra Comunidad, al recibir la Palabra de Dios
abandonaban esta práctica renunciando a ellas y reconciliados con el
Señor por medio del arrepentimiento y/o la confesión de la culpa,
tomaban el camino de la Verdad que hace libre al hombre.
Más aún faltaban cosas, como toda esa tentación de atribuir a obje-
tos un grado de poder que hacía que si faltaban, “algo iba a andar mal”
o bien rendir culto a quien no es Dios.
Es lo más difícil de explicar sin caer en lugares “peligrosos”, Jesús
dice: “Adorarás al Señor tu Dios y solo a Él darás culto” (Lc 4:8).
(Ver Deut. 6:13) ¿Lo hacemos?
Comenzamos a poner en práctica no solo lo que “nos gustaba” de
la Palabra de Dios, sino también aquellas que al principio nos costa-
ban practicar.
Mucha gente está viviendo un cristianismo a su manera. Son mu-
chos los bautizados que dicen “soy cristiano, pero a mi manera”. Estos
son los que hoy tienen que ser para la Iglesia el gran desafío para traer-
los al lugar del que nunca debieron salirse, más son también muchos
lo que estando adentro, viven un cristianismo “a su manera”. Esto es
más doloroso aún, pues cómo haremos que vuelvan a entrar los que
hoy en la práctica “viven como paganos”, cuando los que nos decimos
creyentes, no cumplimos fielmente lo que dice el Señor.
Reconozco que lo que más nos costó y nos sigue costando hacer
entender es el tema de la idolatría.
Los capítulos 14 y 15 del Libro de la Sabiduría, que sólo aparece
en nuestras Biblias católicas son un claro reflejo de lo que decimos;
aún cuando toda la Biblia refiere a la idolatría como ADULTERIO
ESPIRITUAL.

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JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Hay una tendencia alarmante y una desviada adicción a todo lo que


se puede “ver y tocar” en este tiempo.
La Palabra de Dios, como la Tradición y el Magisterio de la Igle-
sia son claros en este sentido (Catecismo de la Iglesia Católica tercera
parte La Vida en Cristo, La idolatría 2112).
En nuestro caso fue cuando a la Luz de la Palabra de Dios “pusi-
mos las cosas en su lugar”, que empezamos a ver sobre nuestras vidas
y sobre nuestra Comunidad manifestarse el Poder de Dios, liberador,
sanador, multiplicador y proveedor de toda clase de bendiciones, en
Cristo Jesús.
Vayamos a los cuatro “13” poderosos de Filipenses. El primero “…
de tal forma que se ha hecho público en todo el pretorio y entre todos
los demás que me hallo en cadenas por Cristo”. (Fil 1:13).
Alguien dijo que todos tenemos, al igual que la luna, un “lado oscu-
ro”, lo cual no habla de pecado necesariamente, sino de la propia debi-
lidad, carencia, necesidad, etc. Pero que no nos van a impedir, con el
“lado brillante” alumbrar. Podemos estar “encadenados”, pero cuando
es a causa de Cristo y Su Evangelio, como Pablo, podemos consagrar
a Dios, aún esas cadenas.
¿No dice el gran apóstol? “Yo estoy encadenado pero la Palabra
de Dios no está encadenada” (ver 2 Tim 2:9).
Como él debemos hacer que esas cadenas, lejos de desvirtuar la
obra, alienten a otros a ser más decididos seguidores de Cristo y Su
Palabra.
El diablo siempre va a poner en la mente del creyente esas inspira-
ciones de frustración, de fracaso; por lo tanto usemos el primer “13”
para declarar por fe que en obediencia a Cristo y Su Palabra, todo
impedimento no será un obstáculo sino un vehículo para la Gracia de
Dios en nosotros. ¡Amén!
El segundo “…pues es Dios quien, por su benevolencia, realiza en
vosotros el querer y el obrar” (Fil 2:13).
Veamos la secuencia, lo primero, “puedo estar encadenado”, pero es
por Cristo, por lo tanto estoy seguro que eso también servirá al plan

66
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

de Dios, ya que es Él que por Su benevolencia obrará en mí. Como


antes fue dicho: CREER Y DECLARAR ¡Fe y no duda!
El que empezó la obra no la dejará sin concluir. El enemigo usa esas
inspiraciones de frustración, más el creyente dice: “Sí, puedo estar en-
cadenado por Cristo, mas Él en Su Bondad lo hará todo por mí, pues
Él puso en mí el querer y también concretará el hacer”.
Poderoso este segundo “13” que nos revela que Dios no se detendrá
hasta completar la obra. ¡Aleluya!
El tercero “Yo hermanos no creo ya haberlo conseguido. Pero una
cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por de-
lante” (Fil 3:13).
Aquí Pablo se sincera en relación a si mismo. Podía haber omiti-
do esto, pero no, quiere mostrar que NO LO HA CONSEGUIDO,
TODAVÍA. Dice: “yo, hermanos…”, lo cual nos da un privilegio, el
de ser depositarios de su confianza, como Iglesia, como un solo cuer-
po, que camina en la humildad, en la verdad, donde podemos sin-
cerarnos unos con otros sabiendo que seremos comprendidos, en el
mismo Amor en que todos somos amados. Luego declara: “Pero una
cosa hago…”, lo cual es fundamental para el éxito de la vida cristiana:
hacer una cosa por vez y tratar de hacerla bien. Ya sabemos que “el que
mucho abarca, poco aprieta”, para luego decir: “…olvido lo que dejé
atrás…”. ¡Cuántos son los que viven esclavizados por el pasado!
Ese tirano tiene atado a muchos, que aunque potenciales vence-
dores, están viviendo como esclavos. Cierta vez leí lo siguiente: “El
que mira al pasado va de espaldas hacia el futuro”. No permitamos
que los fracasos de ayer nos impidan vivir las victorias presentes y
futuras. Lancémonos a lo que está por delante, como Pablo; “fijos
los ojos en la meta, Jesucristo, autor y consumador de la fe” (ver
Heb. 12:2).
Volvamos a la secuencia (1:13) “estoy encadenado por Cristo”, pero
confiado, pues (2:13) Dios realiza en mi “el querer como el obrar” y es
cierto que (3:13) aún no lo he conseguido, pero hago una cosa: olvido
lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante. ¡Gloria a Dios!

67
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Y cuarto: “Todo lo puedo con Aquel que me da fuerzas”


(Fil.4:13). El enemigo está vencido si mantenemos la confesión
de la Palabra de Dios, creyéndola en el corazón y declarándo-
la con la boca. Tenemos los cuatro “13” para contrarrestar to-
dos sus ataques en nuestra mente: frustración– complejo de
inferioridad– desaliento– fracaso–desánimo–etc.
Por esto quise en el capítulo trece de este libro, presentar los cuatro
13 de esta poderosa porción de la Escritura para que sea un motivo
más para glorificar a Dios.
Para nosotros los cristianos el número 13 toma desde la Carta a los
filipenses una dimensión de autoridad, poder y victoria en Jesucristo,
pues el apóstol declara “estar encadenado por Cristo”. Está en la cer-
teza de que es Él “quien realiza tanto el querer como el obrar”, aún
cuando reconoce “no haberlo conseguido, olvida el pasado y se lanza
a lo que está por delante” con la firme convicción, como fruto de la
fe “en Aquel en quien ¡TODO LO PUEDE!” ¡Gloria a Su Nombre!

68
CAPÍTULO 14

¡NUESTRA HIJA ESTÁ SANA!

Al poco tiempo, fuimos nuevamente desafiados a poner en práctica lo


que habíamos creído.
Uno de los hermanos que asistían a los encuentros de crecimiento
en la Palabra de Dios, después de ver lo que había hecho el Señor con
mi suegra, creyendo lo que recibía, envió a la comunidad a un ma-
trimonio joven con su única hijita de cinco años, la cual asistía a un
colegio católico, al jardín de infantes.
Dicho colegio pertenecía a una parroquia donde nuestra comuni-
dad servía en la RCC.
Esta niñita estaba por dejar el jardín pues después de corroborar
sus maestras que ella no se comunicaba con los otros niños y de hablar
con sus padres y hacer las consultas a los profesionales, estos le daban
diagnóstico de autismo, razón por la cual, los profesionales aconseja-
ban que asistiera a una escuela diferencial.
Los tíos o tíos abuelos de la niñita concurrían a un curso bíblico donde
asistía este hermano y le comentan angustiados lo que a ella le sucedía.
Este hermano sin vacilar nos llama diciéndonos que les había sugerido que
enviaran a la niña y sus padres para que orásemos por ellos, pues como es
de suponer, sus padres estaban desesperados y no encontraban consuelo.
Los recibimos en un encuentro privado, la niñita, sus padres, una
hermana servidora y yo.
Recuerdo que luego de haberlos escuchado, les exhortamos a creer
en las promesas de Dios reveladas en la Sagrada Escritura. Les dijimos

69
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

que era muy importante que ellos como padres creyeran en Jesús y se
mantuvieran unidos en el amor, en el Sacramento del Matrimonio;
que es poderosísimo cuando lo vivimos plenamente convencidos de
su gracia que puede revertir toda situación dolorosa en gloriosa y vic-
toriosa, así como los esposos lo declaran en el momento de recibirlo.
Les dijimos también que esa niñita era fruto de ese amor y de esa gra-
cia y que Dios no la había enviado para esa realidad actual, sino para
que fuera plena y feliz; que creyeran, por lo tanto, que Jesucristo tiene
“Todo poder en el cielo y en la tierra”. La niñita, a todo esto, permanecía
en los brazos de su mamá, que se secaba sus lágrimas, mientras le acari-
ciaba sus cabellos y cada vez que su papá intentaba hacerle una caricia,
la niña expresaba un gesto de fastidio, por momentos casi como que
le gruñía.
Permanecía en los brazos de su madre en posición fetal, toda reco-
gida como si quisiera esconderse.
Recuerdo que le compartimos la carta a los hebreos en el capitulo 11,
versículo 1 donde dice, “La fe es garantía de lo que se espera, la prueba
de lo que no se ve” invitándoles a creer, mas allá de lo que las circunstan-
cias presentaban, diciéndoles que no dejaran de hacer lo que el profesio-
nal les señalaba, mas declarando por fe en la Palabra de Dios: ¡Nuestra
hija está sana! pues “la fe es garantía de lo que se espera”, por lo tanto,
como ellos esperaban la sanación de su hijita, al creer en Jesucristo, te-
nían garantía, certeza, sustancia de lo que estaban esperando y si uno
tiene garantía de lo que espera, esta diciendo que va a ocurrir.
Con otros pasajes, como el ya citado Marcos 11–22–24, donde Je-
sús dice que creamos y no dudemos, donde Jesús dice que “hablemos”
lo que hemos creído y entonces hasta los montes pueden ser arroja-
dos al mar. Les exhortamos a tomarse de las manos y juntos oramos,
conforme a las promesas de Dios. Invocamos el Poder de la Sangre de
Jesús derramada en la Cruz por nosotros y apoyados en Su Palabra
“echamos fuera ese monte” de autismo en el Nombre de Jesucristo,
Nuestro Señor y conforme a Su enseñanza “creyendo que ya lo había-
mos recibido” (ver Mc 11:24) dimos gracias al Todopoderoso.

70
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

En el momento que imponíamos nuestras manos sobre la niñita y


reclamábamos sobre ella la Sangre de Jesús, la niñita dio un salto en los
brazos de su mamá. Experimentamos un gozo y una alegría que nos
daba la certeza de que algo maravilloso estaba ocurriendo y le dimos
Gloria al Señor, alabándole y agradeciéndole por esa niñita.
Le recomendamos a sus padres que en su casa impusieran sus ma-
nos y orasen, conforme Jesús enseña en Marcos 16–17–18 “...estos
son los signos que acompañarán a los que crean...”, diciéndoles que la
única condición que Jesús ponía es la de CREER, “...impondrán las
manos sobre los enfermos y se pondrán bien...”; insistiéndoles que no
dudaran, sino que declararan con su boca lo que creían en su corazón:
“¡NUESTRA HIJA ESTA SANA!”.
Cuando bajamos las escaleras (el lugar donde los atendimos, es el
lugar donde nos congregamos) la niña estaba al lado de sus padres de
pie y recuerdo que le di un beso diciéndole que le rezara todas las no-
ches a Jesús, lo cual aceptó, pues ya NO ERA LA MISMA NIÑITA
DE ANTES DE SUBIR.
A las pocas semanas tenía lugar el encuentro mensual que habitual-
mente hacemos los segundos domingos de cada mes, de diez a die-
ciocho horas, en un colegio vecino, donde nos congregamos en una
gran asamblea todos los hermanos de los distintos días de reunión de
nuestra Comunidad y hermanos que vienen de muchos lugares de la
Capital y muy especialmente de la Provincia de Buenos Aires.
Es admirable ver grupos familiares enteros y hasta de comunidades
hermanas que vienen de lejos viajando en casos, todos los segundos
domingos, cien a ciento veinte kilómetros entre ida y vuelta a sus ho-
gares. También saben venir en ocasiones de distintas provincias, solo
para ese encuentro ¡Gloria a Dios!
En ese encuentro en particular, no habiendo pasado mas de quince
o veinte días desde que juntos oramos con la niñita y sus padres, ellos
vinieron A DAR TESTIMONIO DE QUE SU HIJITA ESTABA
TOTALMENTE SANA, que no había autismo y que los profesiona-
les no entendían que había ocurrido.

71
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

La mamá me pidió delante de cientos de personas allí reunidas


que fuera yo quien contara el testimonio, pues tanto ella como su es-
poso no podían hablar de la emoción. Se sentaron en la primera fila,
mientras yo narraba como habían llegado y como la Palabra de Dios
nos había abierto a creer en las Promesas que Él nos hizo para que te-
niendo fe en ellas, las disfrutáramos y cuando dije: “luego... no sé bien
pero cuando invocamos la Sangre de Jesús sobre ella (refiriéndome a la
niñita que me miraba, sentada sobre las rodillas de su papá al que mi-
nutos antes le decía: papá, papito y le acariciaba la cara) algo ocurrió,
no sé que, pero en mi corazón creo que Jesús la tocó” a lo que la niñita
dijo y se escuchó claramente en el silencio admirado del auditorio:
“¡Sí!” ¡Gloria sea a Dios!
Ese testimonio fue muy difundido en los alrededores, llegando a
ser escuchado en una radio católica en un programa que por ese en-
tonces salía al aire y en muchísimos ambientes de la RCC aquí en
Buenos Aires como en otras regiones de nuestro país y también llegó
a algunos países vecinos.
Siempre digo que las obras del Señor tienen que ser publicadas, esa
es la verdadera humildad, pues si las ocultamos, bajo un manto de su-
puesta humildad, es que estamos creyendo que las obras son hechas
por nosotros, los hombres; pero si las publicamos estamos convenci-
dos, como debe ser, que esas obras, son obras del Señor.
¡Gloria a su Nombre!
“Entonces Rafael llevó aparte a los dos y les dijo: Bendecid a Dios
y proclamad ante todos los vivientes los bienes que os ha concedido,
para bendecir y cantar su Nombre. Manifestad a todos los hombres
las acciones de Dios, dignas de honra, y no seáis remisos en confe-
sarle. Bueno es mantener oculto el secreto del rey y también es bueno
proclamar y publicar las obras gloriosas de Dios. Practicad el bien y
no tropezaréis con el mal.” (Tob 12:6–7).
Sí, “Bueno es proclamar y publicar las obras gloriosas de Dios”
para la Gloria del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Amén!

72
CAPITULO 15

MOTIVO DE PREOCUPACIÓN

A partir de esos gloriosos momentos comenzamos a ser para algunos,


motivo de preocupación.
Siempre que el poder de Dios se manifieste entre aquellos que quie-
ren seguir Su Palabra con fidelidad, paralelamente se manifestará la
“preocupación” de algunos. Así ocurrió siempre a lo largo de la his-
toria de la Salvación, pues la UNCIÓN, trae PERSECUCIÓN, mas
es la misma UNCIÓN que a la vez la vence o deja sin efecto a esa
persecución.
En Hechos 4:1–35 podemos verlo claramente, pues hasta que Pe-
dro y Juan no fueron hechos por Dios “instrumentos de poder” en sus
manos y levantaron al paralítico en la puerta “hermosa” del templo,
nadie les perseguía. Pedro les dice: “puesto que con motivo de una
obra buena realizada en un enfermo se nos interroga hoy por quien
ha sido este curado, sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel
que ha sido por el Nombre de Jesucristo...”.
Ahora, la pregunta es ¿por qué?
Ese paralítico todos los días pedía limosna en la puerta del templo,
al que acudían estos personajes que prohíben a Pedro y Juan hablar y
enseñar en el Nombre de Jesús y nadie se preocupaba o si lo hacían,
nada habían podido hacer por él; pero cuando estos indoctos, pes-
cadores, hombres del vulgo, obran en el Nombre de Jesucristo este
milagro, ¡gran preocupación! ¿qué les dicen? “¡les prohibimos hablar
y enseñar en ese Nombre!

73
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Qué poco les había servido todos sus ritos, oblaciones, tradiciones,
etc. La respuesta cual es ¿cambiar? ¡No! ¡Prohibir!
Esa es la ceguera de un cumplimiento sin el Espíritu, de una ley, sin
la gracia, de un concepto, sin vida.
Recuerdo que después de los acontecimientos narrados de sanida-
des milagrosas, hubo quienes vinieron a vernos para decirnos y más
concretamente a mí: “DUDAMOS DE TU CATOLICIDAD”
Que hablamos poco de María… que esto, que aquello, que lo de
más allá, todo basado en cuestiones semánticas, en tradiciones, en co-
sas del convencionalismo religioso y no en la doctrina cristiana.
Recuerdo que en reuniones que se sabían hacer a nivel de la RCC,
el tema éramos nosotros.
Así de verdadero como lamentable. “¿Tan importantes eran Pedro y
Juan, para los del Sanedrín?”.
Recuerdo que hubo quienes nos defendieron diciendo; ESTAN
ABSOLUTAMENTE DENTRO DE LA DOCTRINA, usando
uno de ellos la expresión “ORTODOXOS EN LA DOCTRINA”.
¡Gracias Señor por ellos!
La verdad, (al igual que a Pedro y Juan) siempre saldrá a la luz y
aquel que con sincero corazón sirve a Dios, le hagan lo que le ha-
gan, si no vacila y se mantiene firme en la Palabra de Dios, seguirá
adelante.
¿Qué es ser católico? ¿María no era “católica”? ¿Y Pablo no era “ca-
tólico”? ¿Y Pedro y Juan? ¿Esteban? ¿Cómo vivían ellos su fe, de acuer-
do al libro de los Hechos? Es curiosísimo como algunos se arrogan el
derecho de juzgar a los demás basados en sus propios parámetros hu-
manos, muchas veces encubiertos de supuesta “piedad religiosa”.
Alguien llegó a juzgar mi conciencia diciendo: “veo que no tienes
amor a la Virgen” (textual). ¿Cómo sabía eso? ¿Amar a la Virgen es
hablar de ella todo el tiempo o imitarla en el “...hagan todo lo que Él
( Jesús) os diga...”?
¿Tendremos que dar examen de nuestro amor a la Virgen porque
nos escuchan predicar a Cristo y Su Palabra?

74
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Cada uno ve lo que quiere ver, oye lo que quiere oír, pues también
tenemos enseñanzas acerca de Nuestra Madre la Virgen María, así
como de Pablo, Pedro, etc, etc.
Veían que cada día éramos más, que cada día se multiplicaban los
signos de bendición entre nosotros y en vez de venir y acompañar,
hasta para corregir si hiciera falta, NO, tratar de poner obstáculos has-
ta el grado incluso de manchar mi nombre, en un gesto de marcado
autoritarismo.
Nunca me cuestionaron por mi amor a Cristo y a Su Palabra.
Nunca a la fecha pudieron decir que lo que enseñamos no está firme-
mente apoyado en la doctrina bíblica, en la tradición de la Iglesia y su
Magisterio.
A nadie Dios lo puso como fiscal, sino en todo caso, como maes-
tros, como pastor para enseñar, para ayudar, para acompañar, corregir,
pues esa es la función de la autoridad en la Iglesia: SERVICIO.
Si empleáramos ese mismo afán para corregir las desviaciones doc-
trinales que están a la orden del día, que maravilloso sería; gente que
en la Iglesia habla del “karma”, enseña “yoga”, “control mental”, “pa-
rapsicología”, “reiki”, y un sinnúmero de etcéteras. Esto es lo que está
destruyendo la vida del catolicismo en muchos ambientes, entre ellos
de la RCC.
Nuestra amada Iglesia es Cristocéntrica y es Jesucristo, Muerto y
Resucitado, Exaltado y Glorificado el objeto de nuestra predicación,
pues ¡Solo Jesucristo Salva! ¡Gloria a su Nombre!
Debemos proclamar el Credo con renovado interés en cada uno de
los artículos que profesamos, pues esa es la fe de la Iglesia.
“Creo en Dios Padre Todo Poderoso, creador del cielo y de la
tierra. Creo en Jesucristo su único hijo Nuestro Señor, que fue
concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa
María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue cruci-
ficado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos y al tercer
día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios Padre Todo Poderoso. Desde allí ha de venir

75
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la


Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos, el perdón de
los pecados y la Vida Eterna.”
Siempre animo a mis hermanos diciendo, dentro de Él todo, fuera
de Él nada.
Volvamos al libro de los Hechos ahora en el capítulo 3, cuando el
paralítico a la vista de todos se puso de pie y entró con Pedro y Juan,
saltando de gozo en el Templo y alabando a Dios, seguramente a viva
voz. Todos se alegraron, Pedro, Juan, el pueblo ¡Por supuesto el para-
lítico! “Todo el pueblo le vio como andaba y alababa a Dios” (vs.9)
¡Todos se alegraron!... Menos los del Sanedrín, trágico ¿verdad?
Alguien decía: “¿Pero no les contaste de las maravillas que Dios
está haciendo entre nosotros?” ¿Se alegraron aquellos? Así ocurre.
No hay peor ciego que el que no quiere ver.
¿Y cuando Jesús sanó al paralítico de la piscina de Betesda? Treinta
y ocho años enfermo, pero cuando fue curado, ¿qué le dijeron estos?
“...Es sábado y no te está permitido llevar la camilla...”
( Juan 5–10).
¿Puedes creerlo? ¿Y el ciego de nacimiento de Juan 9? Hasta sus
padres, lejos de alegrarse de que ¡Su hijo ahora veía!, por miedo a estos
dijeron: “Edad tiene preguntádselo a él...” (vs.23) cuando pregun-
taban “¿quién le había abierto los ojos?” ¡Patético! Su hijo ciego de
nacimiento recobra la vista y estos por miedo a quedar excluidos de la
sinagoga (vs. 22) en vez de ir y postrarse a los pies de Cristo y abrazar
y besar a su hijo, glorificando a Dios, dicen NO SABEMOS.
Esto es tener una “religión” que termina atando al hombre y denigrán-
dolo al grado de hacerle perder lo esencial que es la LIBERTAD, mas “...
donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad” (2 Co 3: 17) y esta
libertad no puede ser tomada como pretexto para la carne, sino al contra-
rio para servir a nuestros hermanos por amor (ver Gal 5:13)
En ese amor amemos a todos, piensen como piensen, orando por
los que no nos miran con buenos ojos y aún hasta bendiciendo a los
“enemigos”, pues esto es lo que enseña Nuestro Señor Jesucristo.

76
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Dice San Agustín: “Con todo no debes colocar tu esperanza en


esas personas buenas que te preceden o te acompañan hacia Dios,
ya que no debes colocarla ni en ti mismo, por más progresos que
hubieres hecho, sino en Aquél que al justificarte, te hace tal a ti y
a los otros.
Está seguro de Dios, porque no se muda; en cambio, de los
hombres nadie puede estar seguro.
Pero debemos amar a los que todavía no son justos, para que
lo sean un día, ¡Cuánto más ardientemente deben ser amados los
que ya lo son!
Pero una cosa es amar al hombre y otra es poner la esperanza en
el hombre, hasta tal punto que Dios manda lo primero y prohíbe
lo segundo.
Y si, después de haber sufrido insultos y tribulaciones en Nom-
bre de Cristo, no te has desviado del buen camino, está seguro que
recibirás un premio más grande, mientras que los que hubieren
cedido en estas cosas a la instigación diabólica, perderán inclu-
so lo poco que esperaban. Se humilde delante de Dios, para que
no permita seas tentado más allá de tus fuerzas”. (Catequesis a los
principiantes, 25).
¡Alabado sea Jesucristo!

77
CAPÍTULO 16

AQUÍ NO PASA NADA

Con este argumento se sigue echando la suciedad debajo de la alfom-


bra. Estamos asistiendo a uno de los momentos más oscuros en la so-
ciedad humana y tal como lo escribo en mi libro anterior, “El Servidor
y la Cruz”; deberíamos como Iglesia cada uno de los cristianos hacer
una sincera y profunda autocrítica, mirándonos desde el corazón de
Cristo para ver con ojos auténticos nuestro interior.
Juan Pablo II lo dice, casi con tristeza y dolor de anciano guerrero
y pastor, cuando exhorta a todos los fieles, sea cual sea su lugar en el
cuerpo de Cristo, a la fidelidad a Cristo y su Evangelio.
Digo en esa oportunidad que la Iglesia es el centro del mundo y
según sea lo que ella viva será lo que se reflejará a la sociedad humana,
por lo cual hoy el discernimiento, basado en ese principio, resulta alta-
mente preocupante. “¡Aquí no pasa nada!”, se sabe decir con palabras
y con las obras. “¡Esta todo bien!”, mientras se oculta el pecado.
Fue dicho en el capítulo anterior que es doloroso hablar de esto, pero
lamentablemente hay que hacerlo, pues nunca se puede edificar tomando
como base el pecado ¡imposible! Una de las razones por las cuales éramos
motivo de preocupación, fue porque decíamos que había gente sirviendo a
Dios en el pecado del homosexualismo, en el pecado de la fornicación; me
pregunto qué dirían hoy conforme a los acontecimientos que salieron a la
luz, lo cual siempre será así, pues no se puede ocultar el pecado en la Iglesia
pues ella es luz y la oscuridad no puede ocultarse en la luz, pues “La luz
brilla en las tinieblas y las tinieblas no pueden vencer la luz” (Jn 1:5).

78
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

No debemos asombrarnos que esto ocurra. “Dijo a sus discípulos:


Es imposible que no haya escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien
vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y
le arrojen al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Andad,
pues, con cuidado” (Lc 17:1–3).
Es inevitable que haya escándalos, pero “¡ay de aquel por quien
vienen!”.
Jesús no los ocultó, pues de entre los doce íntimos uno era Judas,
el traidor.
Uno de doce que eran los íntimos de Cristo, por lo tanto no pode-
mos asombrarnos, aunque, claro que es trágicamente doloroso.
Muchísima gente se ha alejado de la Iglesia por este motivo, mucha
más de lo que imaginamos o suponemos estadísticamente. El anti tes-
timonio es el peor enemigo del cristiano y eso no se corrige diciendo,
“Aquí no pasa nada”, sino todo lo contrario, con seriedad, con respon-
sabilidad, y por supuesto con misericordia, pero nunca mirando para
otro lado en una supuesta piedad.
Quien permite que una persona equivocada siga en su error pue-
de ser cómplice de la acción que esta pueda generar en su desviación
de la verdad. La mejor forma de ayudarlo es ante todo no permitir
que siga lastimando gente a su alrededor. Todos somos llamados a una
vida santa y la poderosa misericordia de Dios restaura todas las cosas,
pero nunca es solución el tapar, esconder, disimular el pecado, pues
en primer lugar otro u otros serán víctimas de ese pecado y si no es así
tampoco, con ocultar, se ayuda a la persona a realizarse como tal. Que
los ungidos pueden pecar es una nefasta realidad, ¡ojalá no fuera así!
Cuando leemos 2 Samuel 11–1–5 entramos en uno de los laberin-
tos mas oscuros de la vida de David. “A la vuelta del año, en la época
en que los reyes salen a campaña, envió David a Joab con sus vetera-
nos y todo Israel. Derrotaron a los amonitas y pusieron sitio a Rabá,
mientras que David se quedó en Jerusalén. Un atardecer se levantó
David de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey cuan-
do vio desde lo alto del terrado a una mujer que se estaba bañando.

79
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Era una mujer muy hermosa. Mandó David para informarse sobre
la mujer y le dijeron: Es Betsabé, hija de Elián, mujer de Urías el
hitita. David envió gente que la trajese; llegó donde David y él se
acostó con ella, cuando acababa de purificarse de sus reglas. Y ella
se volvió a su casa. La mujer quedó embarazada y le hizo saber a
David: Estoy encinta....”.
Te invade una sensación de decepción, pues este hombre decidido,
aún siendo muy joven, vencedor del gigante Goliath, valiente, fuerte
en la prueba, paciente en la persecución, piadoso, sabio, buscador in-
cansable del rostro de Dios, caminaba a la Luz de sus Promesas, bajo
su poderosa guianza, siempre expresando alabanzas al Altísimo…
ahora aparece tramando engaños para “cubrir” su pecado de adul-
terio, de fornicación, embriagándose como después se lo ve y hasta
cometiendo homicidio. ¿Qué ocurrió? Cedió a la tentación; todos
somos tentados.
Nadie esta inmune a caer, pero sabemos que el tentador no tiene
poder para vencer nuestra capacidad de resistirle, en Cristo Jesús,
“Resistid al diablo y huirá de vosotros” (Stgo 4:7); “...Resistidles fir-
mes en la fe...” (1 Pe 5:9); “…Para que podáis resistir a las acechanzas
del diablo…” (Efe 6:11). La palabra es resistir firmes en la Palabra de
Dios, por convicción así como José (ver Gen 39:7–20), que no cedió a
la tentación, plenamente confiado en Dios y en su Palabra, aún cuan-
do su situación fue peor y más peligrosa, costándole incluso, la cárcel,
mas todos conocemos el final, pues no solo fue liberado de la cárcel,
sino que llegó a ser el inmediato segundo hombre de autoridad en
Egipto, después del faraón y este mismo se sujetaba a sus decisiones en
cuestiones de administración económica del reino de Egipto.
Pero volvamos a David y descubriremos que las verdaderas causas
de su caída fueron que él, de alguna forma, estaba estableciendo un
harén, lo cual es la poligamia y la poligamia no es el plan de Dios.
También lo vemos en un lugar equivocado, en un momento inoportu-
no, pues él, como rey, tendría que haber estado en campaña (vs.1), lo
descubrimos como entibiándose en su fibra espiritual y permitiendo

80
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

así el desarrollo de malos pensamientos en él, como lo muestran algu-


nas de sus posteriores acciones. Se deleitó en la tentación, pues miró
y siguió mirando.
Él fue quien escribió: “…Pon tus delicias en Yahvé…” (Sal 37:4), lo
cual es “cerrar los ojos” a la vanidad y mirar a Cristo y hacerlo nuestro
supremo deleite, disfrutando del Señor que nos libra de las tensiones
que muchas veces nos produce lo que vemos en el mundo. No es como
se suele decir: “simplemente ocurrió”, eso es una total y absurda men-
tira para el que vive en el Señor. El pecado consumado es siempre el
resultado de un proceso y el momento de enfrentarlo es antes de que
ocurra ¿Cómo? Estando ocupados de las tareas que nos corresponde
realizar, no permitiendo que ningún proyecto, consejo o inspiración
fuera de lo que Dios enseña en Su Palabra anide en nuestra mente;
cultivando mediante la oración, a la Luz de la Palabra de Dios y la
vida fraterna y sacramental, el fervor de ese primer amor a Cristo y su
Iglesia, sin mirar aquello que sabemos puede arrastrar y seducir, así
como solemos decir los católicos “…y evitar toda ocasión próxima
de pecado”, poniendo nuestro deleite en el Señor y confiando plena-
mente en que su Gracia nos sostiene.
Es fundamental la vida fraterna: LA COMUNIDAD CRISTIA-
NA, pues es en ella que podemos vivir una vida cristiana victoriosa y
hoy lamentablemente no está la verdadera comunidad en todos los
ambientes eclesiales.
Una verdadera comunidad atiende a cada uno de sus miembros, sea
líder, servidor o el hermanito que acaba de llegar, pues es el lugar de
la comunión, del perdón, de la fiesta, de la libertad, de la alegría, así
como el lugar del encuentro con lo doloroso de nuestro interior sin
sanar, pero nunca es el lugar de “aquí no pasa nada…”, pues donde hay
vida hay dolor, que muchas veces es de crecimiento.
La Iglesia de Jesucristo es Santa, pues Cristo es su Cabeza y todos
sus miembros han de ser santos como Él lo es y la Santidad es prerro-
gativa divina, mas el cuidarla es nuestra responsabilidad.

81
CAPÍTULO 17

¡CONTIGO ESTOY YO!

Al poco tiempo de haber iniciado esa nueva etapa en la vida cristiana,


justo después de los primeros signos de poder que se manifestaron
entre nosotros se levantaron muchas voces en contra, lo cual nos llevó
a pasar por momentos muy duros y en lo personal, a derramar muchas
lágrimas, casi de impotencia, con una mezcla de incomprensión, ya
que suponíamos que ese nuevo “mover” del Espíritu que traía maravi-
llosas bendiciones en medio nuestro iba a alegrar a muchos para que a
la vez acompañaran esa experiencia, pero lamentablemente no fue así.
Recuerdo un suceso que me marcó al punto de que fue, al menos
para mí, un antes y un después de ese momento. Estaba en ayuno con
oración y lágrimas, pidiéndole a Dios una señal en mi todavía, en ese
tiempo, total atención a lo que se decía o se opinaba acerca de nuestra
comunidad, como preguntándole por qué tantos estaban en contra,
casi como diciendo: “¿no estaremos nosotros equivocados?”; aún cuan-
do en el corazón tenía la certeza de que no era así y me levanté de mi
oración, movido en mi interior tomé mi Biblia y le pedí al Señor que
me hablara por medio de su Palabra y recibí este pasaje que quiero
compartir.
“... Entonces alargó Yahvé su mano y tocó mi boca. Y me dijo Yah-
vé: Mira que he puesto mis palabras en tu boca. Desde hoy mismo
te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y
destruir, para perder y derrocar, para reconstruir y plantar. Enton-
ces me dirigió Yahvé la palabra en estos términos”: ¿qué estas vien-

82
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

do Jeremías?” Respondí: “Veo una rama de almendro.” Y me dijo


Yahvé: “Bien has visto. Pues así soy yo, velador de mi palabra para
cumplirla”. Nuevamente me dirigió Yahvé la palabra en estos térmi-
nos: “¿qué estas viendo?” Respondí: “Veo un puchero hirviendo que
se vuelca de norte a sur”. Y me dijo Yahvé: “Es que desde el norte se
iniciará el desastre sobre todos los moradores de esta tierra. Porque
enseguida voy a llamar a todas las familias de los reinos del norte–
oráculo de Yahvé–y vendrán a instalarse a las puertas mismas de
Jerusalén, y frente a todas sus murallas en torno, y contra todas las
ciudades de Judá, a las que yo sentenciaré por toda su malicia: por
haberme dejado a mí para ofrecer incienso a otros dioses y adorar la
obra de sus propias manos. Por tu parte te apretaras el cinto te pon-
drás firme y les dirás cuanto yo te mande. No desmayes ante ellos,
que yo no te haré desmayar; pues, por mi parte, mira que hoy te he
convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce
frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus
jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. Te harán la guerra,
mas no podrán contigo, pues contigo estoy yo–oráculo de Yahvé–
para salvarte.” ( Jer 1:9–19).
Quiero aclarar que no se toma la Biblia y como muchos saben ha-
cer, se abre en cualquier parte y se lee así como si fuera azar... ¡No! Eso
se hace específicamente cuando movidos por el Espíritu en Oración y
en situaciones concretas, se siente el llamado interior a hacerlo.
Estaba plenamente convencido que el Señor tenía una respuesta a
mis dudas interiores, a mi autocompasión y a mi preocupación por la
propia imagen delante de los demás.
Le di Gloria al Señor, prometiéndole que con su ayuda no iba a
“desmayar” ante quienes opinaban en contra, pues allí descubrí que
yo no soy lo que otros digan de mí, mucho menos soy lo que el diablo
diga de mí, por supuesto; ni siquiera lo que yo mismo diga u opine de
mí mismo, sino que soy lo que Dios dice de mí ¡Gloria a Dios!
A cuantos les sucede en estos tiempos como a los judíos de la épo-
ca de Jesús, en su ministerio público: “Sin embargo, aún entre los

83
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

magistrados muchos creyeron en Él, pero, por los fariseos no lo con-


fesaban, para no ser excluidos de la sinagoga, porque prefirieron la
gloria de los hombres a la Gloria de Dios” ( Jn 12:42–43).
Trágico, ¿verdad?.
Pues así sabe ocurrir, ya que había quienes fueron prosperados, re-
cibieron sanidad, se gozaban contando testimonios, “pero por los”...
que les dijeron esto y aquello dejaron en ese entonces de participar al
igual que aquellos judíos prefirieron la limitada y temporal aproba-
ción de los hombres a la eterna aprobación del Padre. Luego cuando
ya no estaban los que “les decían”... algunos de entre ellos volvieron y
hoy para la gloria del Señor, muchos están participando, incluso va-
rios de aquellos que eran de “los que decían”...
En mi experiencia personal he podido contemplar que cuando la
Palabra de Dios prende en nuestro corazón, llega un momento donde
esa fe renovada es puesta a prueba y ese es el momento que determina
el éxito o el fracaso tanto en la vida cristiana, cuanto en el servicio a
Dios.
En particular en el liderazgo, si no se lo vive en la plena certeza de
que “Dios esta con nosotros”, jamás se logrará mantener la convicción
de ese primer momento. He visto dolorosos fracasos a mi alrededor,
de aquellos que, como les dice San Pablo a los gálatas “habían comen-
zado bien su carrera” pero escuchando a otros “se volvieron atrás”.
Suelo decir que en este cuerpo que es la Iglesia no siempre es fácil
ser miembro pues el lugar muchas veces hay que mantenerlo con el
esfuerzo que hace un órgano transplantado para no recibir el rechazo.
No debiera ser así, pero muchas veces es así, lamentablemente. Cla-
ro que en una comunidad cristiana viva cada miembro ocupa natural-
mente un lugar y no solo no hay rechazo sino que un miembro cuida
al otro y todo el cuerpo vive en cohesión y crecimiento, así como es la
Iglesia de Jesucristo, conforme fue instituida por el Señor.
“...Antes bien, con la sinceridad en el amor, crezcamos en todo
hasta aquel que es la cabeza, Cristo, de quien todo el cuerpo recibe
trabazón y cohesión por los ligamentos, según la actividad propia

84
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

de cada miembro, para el crecimiento y edificación en el amor” (Efe


4:15–16).
Un liderazgo en la Iglesia tiene que actuar de ligamento, para unir,
trabar todo el cuerpo y mantener la cohesión del mismo y si ese li-
gamento está débil o cortado no podrá cumplir con su misión en el
cuerpo. A menudo se habla del liderazgo como cabeza; en un sentido
terrenal puede ser que sea así, mas en cuanto a su función específica,
insisto, el liderazgo es ligamento que une siempre ese cuerpo a la ca-
beza que es Cristo.
Por eso es también el mandato de Dios que envía a un Jeremías a
decir a “los reyes de Judá, como a sus jefes, sacerdotes y al pueblo, qué
están quemando incienso a dioses extranjeros y adorando la obra
de sus manos”. Dios aborrece la idolatría y el hombre tiene siempre
como una latente tentación a la idolatría. Muchos ni creen que lo que
hacen pueda ser idolátrico, solo es posible descubrirlo a la luz del Es-
píritu Santo, bajo la guía de la Palabra de Dios.
Por eso es tan rechazado el espíritu profético, igual hoy como lo
fue ayer, pues el hombre no quiere, aun cuando diga hacerlo, cumplir
la Voluntad de Dios, como ella es en realidad; muchas veces supone
cumplirla.
Fue cuando comenzamos a hablar la Palabra de Dios proféticamen-
te cuando se inició ese movimiento al que hacía referencia al principio
de este capítulo.
Todos, por el bautismo somos profetas, mas ¡No se te ocurra to-
mártelo en serio! Eso es lo que muchos te dirán, tal vez no con pala-
bras pero sí con sus actos persecutorios.
¿Qué hacer? ¡No desmayes! “No desmayes ante ellos” le dice el Se-
ñor a Jeremías. “Te harán la guerra, mas no podrán contigo”, pues
“el Señor va contigo para salvarte”.
Recordemos que solo se le tiran piedras al árbol cargado de frutos
y que el estiércol sirve para abonar la tierra, para que haya más frutos.
Decía Juan XXIII: “Me tiraron muchas piedras, mas yo nunca
las recogí del piso”.

85
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Alguien recogería las piedras con dos propósitos: Uno, volver a ti-
rarlas, lo cual no es para los cristianos y dos, para cargarlas, lo que es un
peso inútil en nuestro caminar; hagamos pues como nos enseña Juan
XXIII, dejémoslas en el suelo y marchemos firmes en la promesa de
Dios: “¡Contigo estoy Yo!”.

86
CAPÍTULO 18

YO EN CRISTO Y CRISTO EN MI

Debiéramos hoy preguntarnos, lo mismo que Jesús les preguntó a sus


discípulos: ¿Quién es Jesús en realidad para nosotros?
La mayoría de los cristianos tiene un conocimiento meramente in-
telectual de Cristo, un conocimiento como concepto, pero sin la vida.
Son muchos lamentablemente los que conocen a Cristo “según la
carne”, por eso me conmueve esa expresión de San Pablo a los corin-
tios: “... Y si conocimos a Cristo según la carne ya no le conocemos
así” (2 Cor 5:16).
Con frecuencia “recorremos” el ministerio de humillación de Cris-
to (Kenosis), desde su nacimiento en el pesebre de Belén, pasando por
su caminar por la Galilea, hasta su muerte en la Cruz del Calvario; su
Resurrección y Ascensión al cielo, para luego volver otra vez al pese-
bre... y así.
Vamos recordando al Cristo de los Evangelios, que es Aquel que
vino a Salvarnos.
La Salvación se nos ofrece por Gracia, mediante la fe (ver Efe 2:8)
y sabemos que la fe viene por el oír la predicación de la Palabra de
Dios (ver Rom 10:17) y Cristo es el Salvador, “...porque no hay bajo
el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos
salvarnos...” (Hech 4:12).
Por consiguiente anunciamos a Cristo, anunciando su “Venida en
Carne” para salvarnos mediante su sacrificio vicario en la Cruz del
Calvario.

87
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Proclamamos el Kerigma, el anuncio de Jesucristo, Muerto, Resu-


citado, Exaltado y Glorificado, dador del Espíritu Santo a quienes le
reciben como su Salvador y Señor. ¿Entonces?
Veamos a la Luz del Espíritu Santo hacia donde apunta San Pablo
cuando insta a los corintios a tener una mirada nueva del conocimien-
to de Cristo. En primer lugar no olvidemos que le está hablando a
aquellos que El ha evangelizado, seguramente citando todo lo que hoy
conocemos nosotros por los Evangelios acerca de Jesús, lo cual él co-
nocería por lo que le transmitirían los que lo conocieron a Jesús en su
ministerio público.
El Cristo que Pablo ve camino a Damasco no es el Cristo que ca-
minaba los polvorientos caminos de Judea, sino el Cristo Glorioso y
deslumbrante, por ejemplo, del Apocalipsis (ver Apo 1:12–20).
Imagino lo que el lector puede pensar ¿No es el mismo? ¡Sí! Pero
ya no le conocemos así (el que caminó hecho hombre entre nosotros)
¡AHORA ES EL CRISTO DESLUMBRANTE, QUE ENCE-
GUECE POR LA IRRADIACIÓN DE SU GLORIOSA LUZ!
Pablo les contaría de aquel que caminó sobre las aguas, mas les di-
ría, parafraseado por mi: “Corintios yo le vi camino a Damasco y...
¡¿Cómo explicarles Su Luz?! ¡¿Y su belleza?! Y se quedaría sin pala-
bras para expresar lo que había contemplado. ¿Se entiende?
También el autor de la Carta a los Hebreos nos insiste en esta mis-
ma dirección, a que atravesemos el Lugar Santo y entremos en el Lu-
gar Santísimo. Que vayamos más allá del Cristo de los evangelios y
conozcamos el Espíritu. “Tenemos, pues, hermanos, plena confian-
za para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús, por
este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través
de la cortina, es decir, su cuerpo. Tenemos un sacerdote excelso al
frente de la casa de Dios. Acerquémonos con sincero corazón, en ple-
nitud de fe, purificados los corazones de conciencia mala y lavado el
cuerpo con agua pura. Mantengamos firme la confesión de la espe-
ranza, pues fiel es el autor de la Promesa. Fijémonos los unos en los
otros para estímulo de la caridad y las buenas obras, sin abandonar

88
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

nuestras asambleas, como algunos acostumbran hacerlo, antes bien,


animándonos; tanto más, cuanto que veis que se acerca ya el Día. ”
(Heb 10:19–25).
Lo que separaba el “Lugar Santo” del “Lugar Santísimo” en el San-
tuario que Dios mandó a construir a Moisés (ver Éx 25) era una cor-
tina. Este santuario era “sombra y figura de las realidades celestiales”
(Heb 8:5). Así como la cortina separaba el Lugar Santo del Lugar
Santísimo, así también los hombres no podían ver esa Gloria de Dios
Eterno en Jesús de Nazareth, en su ministerio público.
La cortina no permitía ver la Gloria de Dios que descendía sobre el
Arca de la Alianza. Podemos decir que Dios estaba oculto a los hom-
bres en el Lugar Santísimo. Así tampoco esa gloria se dejaba ver toda-
vía en el Cristo de los Evangelios, pues la cortina, es decir su cuerpo, la
cubría; solo en el Tabor, Pedro, Juan y Santiago tuvieron una primicia
de esa Gloria de Aquel “ en quien moraba la plenitud de la deidad cor-
poralmente” (ver Col 2:9).
Dos cosas separaban al hombre de Dios y una es consecuencia de
la otra.
Dios es espíritu ( Jn 4:24) y el hombre, carne.
Adán es creado por Dios en santidad y pasa de la santidad al peca-
do. Vemos aquí las dos fortalezas que separaban al hombre de Dios:
LA NATURALEZA (Carne) y EL PECADO.
Cuando el hombre peca en el Edén es arrojado de la presencia de
Dios. Adán va “marcha atrás”, pues era Santo y se vuelve pecador, se-
ducido por el diablo.
Jesucristo viene a nosotros en una naturaleza semejante a la nuestra,
en un cuerpo semejante al nuestro, SIN PECADO, derribando así
la primera muralla que nos separaba del Padre, pues Él, el Hombre
Perfecto, se manifiesta derrotando de esa manera todas las preten-
siones del diablo, DIOS SE HACE HOMBRE, PARA QUE LOS
HOMBRES PUEDAN VOLVER A DIOS. Esto es la NAVIDAD,
“el Verbo (Dios) se hace carne” y el muro primero se derrumba ¡Gloria
a Dios!

89
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

En Cristo la Naturaleza divina y la naturaleza humana están inse-


parablemente unidas.
Pero aún quedaba el segundo muro: EL PECADO. Cristo toma
sobre su cuerpo sin pecado, todo el pecado de la humanidad clavándo-
lo en la Cruz del Calvario, destruyendo toda muralla que nos separaba
de Dios. Esto es la Pascua: “Cristo muere por nuestros pecados y resu-
cita para nuestra Justificación”. ¡Gloria a su Nombre!
Esto es lo que celebramos como Iglesia desde el pesebre (Navi-
dad), hasta el Calvario (Pascua). Esta es nuestra fe, la fe de la Iglesia.
Este es el anuncio de la Iglesia: CRISTO VIENE A NOSOTROS
Y MUERE POR NOSOTROS EN LA CRUZ PARA REDI-
MIRNOS Y POR SU SANGRE DERRAMADA TENEMOS EL
PERDON DE LOS PECADOS, SALVACION Y VIDA ETER-
NA. ¡CRISTO MUERTO Y RESUCITADO! ¡ALABADO SEA
JESUCRISTO!
Ahora bien, una vez convertidos a Jesucristo conociendo su Encar-
nación y aceptando sobre nuestras vidas su obra salvífica en la Cruz
del Calvario, su Gloriosa Resurrección de entre los muertos, llenos del
Espíritu Santo, pasemos por el mismo Espíritu que habita en nosotros
al conocimiento del Cristo Glorioso sentado a la diestra del Padre,
cumpliendo los ministerios del “Gran Sumo Sacerdote, que penetró
los cielos” (ver Heb 4:14 y ss.), para vivir de acuerdo a nuestra voca-
ción recibida, una vida cristiana victoriosa, pues “Él inaugura para no-
sotros un camino nuevo y vivo, a través de la cortina, es decir su cuerpo”.
¡Sí! Tenemos un sacerdote excelso al frente de la Casa de Dios.
Cuando Cristo murió en la Cruz, “la cortina del Templo se rasgó”,
pues se rasgó la verdadera cortina, es decir, la de su cuerpo. Desde ese
momento Dios ya no está oculto para todos aquellos que reciban a
Jesucristo como Su Salvador y Señor.
Estos pueden entrar al Santuario, a través de la “cortina rasgada” de
Su Cuerpo, por la Sangre derramada del Cordero de Dios que quita
los pecados del mundo, pues Su Sangre nos lava de todo lo que man-
cha la conciencia y nos da acceso al Padre en Su Nombre.

90
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

“Aquel que era inmortal, se hizo mortal, para que yo, mortal crea-
tura, en Él llegase a ser inmortal”, decía San Agustín.
Sí, Adán de la santidad pasó al pecado, ahora nosotros por la obra
de Cristo, pasamos del pecado a la santidad.
“...Si a Cristo lo conocimos según la carne, ya no le conocemos así...”
Nos recuerda San Pablo. ¿Cuál es esa mirada nueva del conocimiento
de Cristo? Es una mirada que nos lleva a ir “mas allá”, con plena con-
fianza, para poder vivir nuestra identidad con Jesucristo.
En su Encarnación El se identificó con nosotros asumiendo una
naturaleza como la nuestra en todo igual, SIN PECADO, para que en
su muerte fuera destruido nuestro pecado y en su resurrección, reci-
biéndole nosotros como Salvador y Señor, pudiéramos identificarnos
con Él.
Muchos conocen al Cristo de los Evangelios, pero no van “más allá”
en su vida espiritual. Conocen “según la carne” sin atravesar la cortina
y llegar hasta la misma Presencia de Dios. Una cosa es conocer lo que
Él hizo por mí y otra muy distinta es creer y vivir de acuerdo a lo que
conozco.
El vino del cielo como EL HIJO DE DIOS, en el seno de la Vir-
gen María, se hizo EL HIJO DEL HOMBRE, por obra y gracia del
Espíritu Santo.
Viene como el HIJO DE DIOS del cielo y vuelve al cielo como
EL HIJO DEL HOMBRE. (Verdadero Dios y Verdadero Hombre)
¿Glorioso, Verdad?
Cuando el Padre abraza a su Hijo Resucitado abraza a Jesucristo de
Nazareth, el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre.
¡Gloria a Dios, pues ya no hay muros que nos separen de Él! ¡Gra-
cias Jesús!
Esa nueva mirada que San Pablo presenta a los corintios y por su-
puesto también a nosotros es la que el autor de Hebreos quiere que
tengamos: ¡MIRAR A TRAVES DE LA CORTINA!, con una pa-
labra que al menos a mí me sacude, me desafía: ¡CONFIANZA! Lo
cual es CERTEZA en la Palabra de Dios, mas allá de la lógica humana.

91
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Si Dios dice que yo puedo entrar con confianza a la Presencia de


Dios, llevado por la Sangre de Jesús, es que así es.
Solo a través de esa nueva mirada podemos tener verdadera iden-
tidad con Cristo, pues Él está sentado a la diestra del Padre, lo cual
significa: “ESTÁ ASENTADO”, “ESTA HECHO”, “ES CONSU-
MADO”, en una palabra ¡ASI ES!
Jesús dice: “Aquel día comprenderéis que Yo estoy en mi Padre y
vosotros en Mi y Yo en vosotros” ( Jn 14:20).
Este principio de “Yo en Él y Él en mi”, es lo que revoluciona la
vida del creyente.
Cristo, la Cabeza, está en el cielo y “nosotros sentados en los cielos en
Cristo Jesús” (ver Efe 2:6).
Nosotros, su cuerpo, en la tierra y “Cristo con nosotros todos los
días hasta el fin del mundo” (ver Mt 28:20).
Cristo, la Cabeza, está en el cielo en “nuestro nombre” (“ustedes en
Mí”) y nosotros, su cuerpo, estamos en la tierra en Su Nombre (“Yo
en ustedes”).
Él nos dio una orden: “Vayan”, nos dio una misión: “Hagan discí-
pulos”, pues este es el motivo: “Todo poder me fue dado en el cielo y en
la tierra” “Vayan... en mi Nombre ustedes harán...” (ver Mt 28:19–20
y Mc 16:16–20).
Cristo es la Cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo... (ver Efe 1:22).
No hay cuerpo sin cabeza ni cabeza sin cuerpo.
Él es los ojos, la boca, los oídos, el cerebro... nosotros los pies, las manos.
La cabeza está en el cielo, el cuerpo en la tierra (La Iglesia) y cabeza
y cuerpo son uno: ÉL EN NOSOTROS Y NOSOTROS EN ÉL.
Jesús ora al Padre: “Yo les he dado la Gloria que tu me diste, para
que sean uno como nosotros somos uno: Yo en ellos y Tu en mi, para
que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tu me has en-
viado y que los has amado a ellos como me has amado a mi” ( Jn
17:22–23).
Jesús ya no está en el pesebre, ni tampoco en una barca en el Tibe-
ríades, ni recorriendo los polvorientos senderos de Galilea….

92
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

No está en la Cruz, cuánto menos en el sepulcro de su amigo José


de Arimatea.
No, no está allí pues ¡HA RESUCITADO! ¡ESTA SENTADO A
LA DIESTRA DEL PADRE EN EL CIELO! ¡ÉL ES EL CRISTO
GLORIOSO Y DESLUMBRANTE!
Él es el que nos dice: ¡YO ESTOY CON USTEDES!

93
CAPÍTULO 19

LA IDOLATRIA

Es la razón de la degradación del hombre, pues lleva al hombre a apar-


tarse del “Dios Vivo”.
“...Porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a
Dios, ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en su razonamiento
y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvie-
ron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible, por una re-
presentación en forma de hombres corruptibles, de aves, de cuadrúpe-
dos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón
hasta una impureza tal que deshonraron entre sí su cuerpo, a ellos que
cambiaron la verdad de Dios por la mentira y adoraron y sirvieron
a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos, Amén.
Por eso los entregó Dios a pasiones infames, pues sus mujeres in-
virtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza;
igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer,
se abrazaron en deseos los unos por los otros cometiendo la infamia
de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de
su extravío.” (Rom 1: 21–27).
En este capítulo, como en ningún otro prefiero que hable El Señor
por medio de Su Palabra, la cual no admite ningún tipo de oposición
de parte del hombre.
Cuando vemos a nuestro alrededor la creciente perversión, todo
aquello que San Pablo cita en los versículos 26 y 27 y más aún en los
subsiguientes hasta el final del capítulo 1 de su carta a los Romanos,

94
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

generalmente debatimos buscando argumentos, que si bien algunos


de ellos pueden ser ciertos en cuanto a los síntomas o en cuanto a la
patología, sin embargo casi nunca abordamos la verdadera y fatídica
raíz, la cual es la IDOLATRIA.
La idolatría es la peor de las ataduras, pues lleva al hombre a creer
que lo que él hace o practica no es idolatría. Lleva a la auto justifica-
ción así como lo hace con alguna de sus nefastas consecuencias citadas
por San Pablo, HOMOSEXUALISMO, PERVERSIDAD, CODI-
CIA, MALDAD, ENVIDIA, HOMICIDIO, DIFAMACIÓN,
REBELDÍA, IMPIEDAD... etc. (ver versículos 28 al 31).
Para concluir el apóstol en el versículo 32 diciendo: “...los cuales,
aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de
muerte a los que tales cosas practican, no solamente los practican
sino que aprueban a los que las cometen...”. ¿No es esto una radio-
grafía de este tiempo?
Desde la antigüedad el pueblo de Dios se fabricó en el desierto (ver
Éx 32), un becerro de oro con el propósito de adorar a Dios (¡!)
Así también se sigue haciendo con la misma motivación supues-
tamente piadosa, el hombre necesita “ver”, “tocar”, esto es “sentir” a
Dios. Dios no aceptó la motivación, todo lo contrario, la rechazó al
grado de querer destruirlos, la cual nos indica que no hay ningún ate-
nuante delante de los ojos de Dios para los que practican la idolatría,
sea cual sea su motivación y sean cuales sean los argumentos que sus-
tenten para ello. ¡Dios detesta la idolatría!
“¡Tu becerro repele, Samaría! Mi cólera se ha inflamado contra
ellos: ¿Hasta cuándo no podrán purificarse? Porque procede de Is-
rael, un artesano lo ha fabricado, y eso no es Dios. Quedará hecho
trizas el becerro Samaría. Si siembran viento, cosecharán tempes-
tad: Tallo que no tenga brote no dará harina; y si la da, extranjeros
la devorarán.” (Os 8:5–7).
Veamos qué dice el Catecismo de la Iglesia Católica al respecto.
Tercera Parte. La Vida en Cristo. Segunda Sección: Los Diez
Mandamientos. Capítulo Primero “Amarás al Señor tu Dios con

95
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

todo tu corazón, con toda tu alma, y con todas tus fuerzas” Artí-
culo 1 El Primer Mandamiento. Yo, El Señor, Soy Tu Dios, que te
ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá
para ti otros dioses delante de mí. No te harás escultura, ni imagen
alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo
en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te
postrarás ante ellas ni les darás culto”. (Éx 20:2–5).
“Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, solo a Él darás culto”
(Mateo 4, 10).
LA IDOLATRÍA.
2112. El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al
hombre no creer en otros dioses que el Dios Verdadero. Y no venerar
otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constan-
temente este rechazo de los “ídolos, oro y plata, obra de las manos
de los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven...”. Es-
tos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: “Como ellos serán
los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza” (Salmo 115,
4–5.8; cf. Isaías 44, 9–20; Jeremías 10, 1–16; Deuteronomio 14,
1–30; Baruc 6; Sabiduría 13,1–15,19).
Dios, por el contrario, es El “Dios Vivo” ( Josué 3, 10; Salmo
42,3,etc) que da vida e interviene en la historia.
2113 La idolatría no se refiere solo a los cultos falsos del paganismo.
Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es
dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reve-
rencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demo-
nios (por ejemplo el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los
antepasados, del estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al
dinero”, dice Jesús (Mateo 6,24). Numerosos mártires han muerto por
no adorar a “la bestia” (Cf. Ap 13–14), negándose incluso a simular
su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto,
incompatible con la comunión divina (Cf. Gálatas 5,20; Efesios 5, 5).
2114 La vida humana se unifica en la adoración del Dios único.
El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y

96
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión


del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que aplica
a cualquier cosa en lugar de Dios su indestructible noción de Dios”
(Orígenes, Cels. 2,40).
Deberíamos tenerlo bien presente, los católicos en particular, junto
a todos nuestros hermanos cristianos de las distintas denominaciones
de la Única Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo.
Hoy al igual que ayer, la perversión, el desenfreno, tienen un mis-
mo origen, pues las falsas deidades mencionadas en la Biblia incluía su
adoración prostitución y sacrificio de niños: Bel–Nebo, dioses de Ba-
bilonia, Asera, diosa de Canaán, Milcón, de los amonitas, Camós, de
Moab, Baal, de canaán, Dagón de filistea, entre otros, cuya adoración
incluía esas degradantes perversiones.
Los ídolos cambian de nombre pero no cambia su nefasta influen-
cia en la vida de las personas.
Lo que ocurre es que el hombre fue creado por Dios para adorarle.
Podemos decir que el hombre en su naturaleza es un adorador, por lo
tanto cuando no adora al Señor y le da culto solo a Él, se busca falsos
dioses pues tiene como una latente necesidad de adoración. Lo ve-
mos en los más remotos grabados en cavernas que la arqueología nos
muestra, como el hombre antes de mirar al suelo, el lugar del sustento,
levanta sus ojos y sus brazos al cielo, en actitud de adoración.
Decía San Agustín que el hombre, por ser tal, ya nace con el cono-
cimiento de Dios en su corazón.
Son muchos hoy los que adoran lo que no conocen “... vosotros ado-
ráis lo que no conocéis...”, al igual que la Samaritana, mas los creyentes
verdaderos, adoramos lo que conocemos, “... nosotros adoramos lo que
conocemos...” (Jn 4:22).
El libro de la Sabiduría es uno de esos libros Deuterocanónicos,
que aparecen en nuestras Biblias católicas, que es casi como una mara-
villosa señal del cielo para nosotros. Dice así: “...La invención de los
ídolos fue el comienzo de la infidelidad, y su descubrimiento, la co-
rrupción de la vida. Pero no existían desde el principio ni existirán

97
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

para siempre. Entraron en el mundo por la vanidad de los hombres,


por eso, su fin inmediato está decidido. Un padre afligido por un
luto prematuro, hace una imagen del hijo malogrado y al que ayer
era hombre muerto, hoy lo honra como un dios y encarga a sus su-
bordinados misterios y ritos. Luego la impía costumbre se consolida
con el tiempo y se observa como ley. Las estatuas también recibían
culto por decreto de los soberanos. Y, como la gente que vivía lejos
no los podía venerar en persona, representaban su figura lejana ha-
ciendo una imagen visible del rey venerado, para adular con fervor
al ausente como si estuviera presente. La ambición del artista con-
tribuyó a extender este culto incluso entre quienes no lo conocían;
pues este, queriendo complacer seguramente al soberano, alteró con
su arte el parecido para embellecerlo, y la multitud, seducida por el
encanto de la obra, tomó entonces por objeto de culto al que poco
antes honraba como hombre. Y esto se convirtió en trampa para los
viviente, pues los hombres, esclavos de la desgracia o de la tiranía,
dieron el nombre incomunicable a piedras y maderos. Luego, no les
bastó con errar en el conocimiento de Dios, sino que, debatiéndo-
se en duro conflicto por la ignorancia, llamaron paz a tan graves
males. Así, celebrando iniciaciones infanticidas, misterios secretos,
o delirantes orgías de ritos extravagantes, ya no mantienen puros ni
vidas ni matrimonios, sino que se matan a traición unos a otros o se
humillan con adulterios. Todo es un caos de sangre y muerte, robo
y fraude, corrupción, deslealtad, desorden, perjurio, confusión de lo
bueno, olvido de la gratitud, contaminación de las almas, inversión
de sexos, desorden matrimonial, adulterio y libertinaje. Por que el
culto a los ídolos sin nombre es principio, causa y fin de todos los
males. Pues o se divierten frenéticamente, o profetizan mentiras, o
viven en la injusticia, o perjuran con ligereza. Como confían en ído-
los sin vida, no temen que el jurar en falso les pueda perjudicar. Pero
un doble castigo les aguarda, por hacerse una idea falsa de Dios al
entregarse a los ídolos, y por jurar injustamente y con engaño, des-
preciando la santidad. Porque no es el poder de aquellos por los que

98
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

juran, sino el castigo de los que pecan, quien persigue siempre las
transgresiones de los malvados...” (Sab 14:12–31).
Dije ya que prefiero que hable el Señor en su Palabra acerca de la
idolatría, pues para que agregar algo a lo que aquí se lee.
Invito al amigo lector a leer también los capítulos 13 y 15 de este
libro, así como el Salmo 115; Isaías 44:6–23, entre una innumerable
cantidad de citas bíblicas que tratan el tema con una fuerza especial,
pues Dios, esto queda claro, ABORRECE LA IDOLATRÍA.
En nuestra propia experiencia fue cuando “pusimos las cosas en su
justo lugar” cuando comenzamos a ver la mano de Dios, moverse en-
tre nosotros.
Una “fresca unción” del Espíritu Santo que trajo maravillosas ben-
diciones y nos fue uniendo en Su Precioso Amor, en la dulzura de
la Comunión fraterna así como lo expresa David en ese maravilloso
poema que es el Salmo 133 “Mira que es bueno y da gusto que los
hermanos convivan juntos”.
Para la Gloria de Dios son muchos los líderes en este tiempo con
quienes compartimos, que a veces hasta participan de nuestra gran
asamblea de los segundos domingos de cada mes, que dura ocho ho-
ras, con muchos de sus hermanos de comunidad y siempre, cuando
preguntan acerca de cómo es que atrae a tantos y se vive en esa armo-
nía y dulzura, les exhorto a “poner las cosas en su justo lugar” para que
también ellos puedan vivir en sus comunidades el gozo y la armonía
que el Espíritu Santo infunde en aquellos que obedecen a Dios y a Su
Palabra y puedan recibir así esa “fresca unción”, “ese dulce aroma del
ungüento que baja por la cabeza” y “ese fresco rocío espiritual” que
hace que cada lugar donde se reúnen los cristianos se convierta en esa
“Sión espiritual” donde habita Dios en medio de su Pueblo y donde Él
“dispensa bendición y vida eterna” (ver Sal 133:2–3).
Lo declara el Señor en Su Palabra y nos lo recuerda pedagógica-
mente el Catecismo de la Iglesia Católica, antes citado: “Está escrito:
Al Señor Tu Dios adorarás, sólo a Él darás culto” (Mt 4:10).
¡Amén!

99
CAPÍTULO 20

ADECUADA ORGANIZACIÓN

“A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medi-


da de los dones de Cristo. Por eso dice: Subiendo a la altura, lle-
vó cautivos y repartió dones a los hombres. ¿Qué quiere decir subió
sino que también bajó a las regiones inferiores de la tierra? Éste que
bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para lle-
nar el universo. Él mismo dispuso que unos fueran apóstoles; otros
profetas; otros evangelizadores; otros, pastores y maestros, para la
adecuada organización de los santos en las funciones del ministerio,
para edificación del cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a
la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de
hombre perfecto, a la plena madurez de cristo.” (Efe 4:7–13).
Es fundamental la adecuada organización de la comunidad para el
buen funcionamiento de la misma.
¿Se habla hoy en la R.C.C. de apóstoles, profetas, evangelizado-
res, pastores y maestros? Los grupos de oración, inclusive, saben te-
ner coordinadores en lugar de líderes, como si se le tuviera miedo a la
Palabra.
Esto se puso de manifiesto, especialmente cuando esos grupos fue-
ron aceptados en las parroquias y lo que fue en un primer momento
motivo de gran alegría, llevó en muchísimos casos a una posterior
pérdida de su identidad profética, ya sea porque el párroco los aceptó
imponiéndoles una cantidad de requisitos que le llevaron a ese estado
o bien porque cambió el párroco y se encontró este con una reali-

100
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

dad no comprendida por él y para no decirles que se vayan (como


se hizo en no pocos casos) los aceptó pero imponiéndoles una serie
de restricciones que hoy a la luz de los acontecimientos, nos presen-
ta algo que lamentablemente, en muchos casos, lleva el nombre de
Renovación Carismática pero que no tiene ejercicio de carismas, ni
es renovada. Renovar a la Iglesia es la misión de la R.C.C. o “Reno-
vación Pentecostal Católica” como también se llama, en el DOCU-
MENTO DEL PONTIFICIO CONSEJO PARA LA R.C.C., el
cual entre otras cosas declara: “EL TÍTULO RENOVACIÓN PEN-
TECOSTAL CATÓLICA ES MUY SUGESTIVO Y DE GRAN
SIGNIFICACIÓN, PUES RESPONDE A LOS DESEOS PRO-
FUNDOS DE QUIENES ESTUVIERON EN LOS ORÍGENES
DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA, EN EFECTO ÉSTA
NACIÓ DEL ANHELO Y LA ESPERANZA DE QUE EL SE-
ÑOR REALIZARÁ EN NUESTROS DÍAS EN VISTA DE LA
RENOVACIÓN PROFUNDA DE SU IGLESIA, LO QUE SU-
CEDIÓ EN EL PRIMER PENTECOSTÉS, EN OTRAS PALA-
BRAS, LA RENOVACIÓN SURGIÓ DE LA EXPECTATIVA
DE UN PENTECOSTÉS ACTUAL, POR ESO, LA RENOVA-
CIÓN SE PUEDE DEFINIR EN FORMA SINTÉTICA COMO
UN PENTECOSTÉS HOY.”
Una verdadera experiencia de comunidad cristiana es inspirada por
Dios a personas que son movidas a vivir en esa experiencia y com-
parten esa visión con aquellos que desean seguirla. Cada comunidad
cristiana, al igual que cada persona, es un plan maravilloso de Dios y
que si bien comparten fundamentos esenciales y comunes a todos, no
tienen el mismo carácter o personalidad. La Comunidad Cristiana es
UNIDAD, no uniformidad. “Unidad en la diversidad”.
Nos tocó fundar varias comunidades, entre ellas dos en parroquias,
a las cuales fuimos, invitados por el párroco, llevando la experiencia
que vivimos entre nosotros, servidores, colaboradores, miembros uni-
dos al liderazgo, que no es sino un servidor que guía, une y liga a todo
el cuerpo para que este tenga cohesión y crezca sano.

101
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Nunca permitimos que se perdiera la identidad de esta experiencia,


que por otra parte no nos toca a los que servimos en ella hacer esas
concesiones, pues somos simples administradores. Nos adaptamos a
cada lugar; pero sin perder un ápice el espíritu profético de la misma.
Es común escuchar “CADA MAESTRITO CON SU LIBRITO”
y vivir resignados, como lamentablemente se observa en muchos am-
bientes de la R.C.C. que han cedido al “saber y entender” de alguien;
a estos habría que recordarles que en la Iglesia hay un sólo Maestro,
Jesucristo el Señor y un sólo libro, su Santa Palabra.
Decía el Cardenal Suenens: “MI GRAN SUFRIMIENTO ES
COMO CONVENCER A NUESTROS OBISPOS Y SACERDO-
TES. NO A TODOS AFORTUNADAMENTE PERO TENEMOS
QUE SER MUY REALISTAS: MUCHOS NO VEN LO QUE
ESTÁ SUCEDIENDO EN LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA.
MI PETICIÓN ES POR FAVOR RECONOZCAN LA VISITA-
CIÓN DEL SEÑOR, UNA GRACIA DADA A LA IGLESIA Y AL
MUNDO DE HOY EN ESTA RENOVACIÓN, RENOVACIÓN
EXTRAÑA PORQUE SURGE DE LA NADA, DE UNA FOR-
MA MUY INESPERADA Y DE AMÉRICA PRECISAMENTE.
¿CÓMO EXPLICAR ESTO? YO NO ME LO EXPLICO, TAM-
BIÉN ME SORPRENDE. PERO POR FAVOR RECONOZCA-
MOS EL GRAN DON QUE EL SEÑOR NOS ESTÁ DANDO”.
En esta corriente de gracia no se ven hoy los apóstoles, los profetas,
los evangelizadores… sí encontramos, como decía, los coordinadores,
que podrán tener su función, pero que nunca podrán suplantar, para
que haya una adecuada organización, a ese cuerpo ministerial que
debe ser siempre el alma y el motor de toda Comunidad Cristiana.
Con sincero gozo agradezco al Todopoderoso que nos permitió
conocer y practicar en nuestra comunidad, su vivificante enseñanza;
manifestándose entre nosotros esos preciosos dones y ministerios que
son para toda la Iglesia.
Veamos brevemente algunas características más salientes: “A
UNOS APÓSTOLES…” Los apóstoles son los fundadores de las co-

102
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

munidades cristianas al igual que Pablo. Apóstol, significa ENVIA-


DO. Son enviados por Dios con su autoridad. Siguiendo la vida de
San Pablo en el libro de los Hechos se vislumbra que el ministerio
de Apóstol es el que presupone los otros ministerios: PROFETA,
EVANGELIZADOR, PASTOR Y MAESTRO.
“…A OTROS PROFETAS”
El profeta, como don ministerial es aquel que sirve con la Palabra
a la Comunidad para exhortar, edificar y consolar. Su alcance no se
limita a dar un mensaje en Nombre del Señor a la comunidad, cuando
recibe esa moción, así como lo hace quien es movido por el Espíritu
Santo mediante el carisma de profecía (ver 1 Cor 12:7–10), sino que
su ministerio manifiesta señales y trabajos de mayor alcance, fluyendo
del profeta los dones de sanidades, milagros, discernimiento de espíri-
tus, palabra de conocimiento, etc. (1 Cor 12:7–10).
“…A OTROS EVANGELIZADORES”
Los predicadores del Evangelio son aquellos que como testigos de
Jesucristo, traen avivamiento a la Iglesia Aquí también está hablando
la Escritura de los que tienen el don ministerial de ser enviados por la
Comunidad, como itinerantes para anunciar el Kerigma, la Muerte,
Resurrección, exaltación y glorificación de Nuestro Señor Jesucristo,
invitando a aceptarlo para alcanzar la salvación y recibir el don del
Espíritu. Si bien todos en la Iglesia y por el bautismo somos llamados
a hacerlo, mas aquí, insisto, habla de un ministerio reconocido, con-
firmado por la Iglesia, en cada Comunidad. Se manifiesta en el PRE-
DICADOR DEL EVANGELIO los dones de sanidades, palabra de
conocimiento, etc. (1 Cor 12:7–10).
“…A OTROS PASTORES”
El pastor es aquel que como la Palabra lo dice “apacienta a las ove-
jas”. Crece localmente, está entregado al Señor en la oración, en el
constante estudio de la Palabra, más que como simple conocimiento,
con pasión por la Palabra, identificado con el Pastor de los pastores,
Jesucristo el Señor. Es sufrido, paciente, siempre dispuesto a escuchar,
acompañando, exhortando, aconsejando con su misma vida. Forma

103
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

discípulos, “hace crecer” a su alrededor a sus hermanos, siempre con


amor y verdad, con corazón de padre y muchas veces, me animaría a
decir, con corazón de madre.
Pueden verse en su ministerio los dones de sanidades, palabra de
conocimiento, de sabiduría, discernimiento de espíritus, de fe, etc. (1
Cor 12:7–10).
Quiero aclarar, como siempre hago cuando hablo del ministerio de
pastor, que en nuestra amada Iglesia esta función específica la tienen
nuestros obispos que son los pastores naturales, en compañía de los
presbíteros; mas cuando hablamos de aquel que “pastorea” una co-
munidad cristiana en su carácter de hermano guía, líder, etc., siempre
explicamos las diferencias del caso. Nuestros hermanos no tienen la
más mínima duda acerca de los roles de cada quien.
Le escuché decir a un obispo de nuestra Iglesia, Monseñor Maulión,
refiriéndose a todos los que en ella cumplen una misión pedagógica que
de alguna forma son “pastores” de aquellos a quienes están formando.
Los que tenemos esta misión siempre debemos estar en comunión
con el asesor, con el obispo y con toda la Iglesia, pues ella es ante todo
una COMUNIÓN. Distintas funciones, pero un solo cuerpo.
“…MAESTROS”
El maestro es aquel que enseña las profundidades de la Palabra con
sencillez. Conoce la Palabra pues “pasa tiempo” con ella. Así como el
predicador del Evangelio pone los cimientos (KERIGMA), el maes-
tro edifica sobre ellos (CATEQUESIS).
Donde hay verdaderos maestros de la Palabra, no hay idolatría,
no hay desviaciones, pues el enemigo no puede entrar con sus malig-
nos trucos, ya que es característica de este don ministerial, discernir
las doctrinas de error y desenmascararlas mediante la APOLOGÉ-
TICA, que es precisamente convencer del error para tomar el ca-
mino de la verdad, de la sana doctrina, que el maestro enseña con
autoridad.
El maestro es como una antena siempre atenta a captar cualquier se-
ñal del enemigo. Donde no hay verdaderos maestros las comunidades

104
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

están anémicas y arrastradas tantas veces a toda clase de fenómenos


pseudo–religiosos, como San Pablo lo advierte.
Se manifiestan en el maestro los dones de discernimiento de espíri-
tus, de fe, palabra de sabiduría, sanidades, etc.
De la adecuada organización dependerá el éxito de la comunidad.
Hay como un marcado desconocimiento de lo que enseña el Señor
acerca de cómo deben organizarse las comunidades, en esta corriente
llamada Renovación Carismática. Muchos hermosos hermanos están
luchando sin saber qué hacer. A menudo me toca dialogar con ellos
y siempre que se me permite la oportunidad trato de compartirles la
importancia de la “adecuada organización”, “en las funciones del mi-
nisterio, para edificación del cuerpo de Cristo…”, “para llegar a la ple-
na madurez de Cristo.”
No puede haber crecimiento donde hay una montaña de miembros
que no conforman el cuerpo.
El problema en las comunidades cristianas hoy, es de UBICACIÓN.
Cuando mediante esa “adecuada organización” cada miembro está
bien ubicado, el cuerpo crecerá sano y alcanzará la “plena madurez de
Cristo”. Así es como “…dejaremos de ser niños llevados a la deriva y
zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la mali-
cia humana y de la astucia que conduce al error…” (Efe 4:14).
Mediante esa “adecuada organización seremos miembros sanos de
un cuerpo sano. ¡QUE ASÍ SEA!

105
CAPÍTULO 21

COMUNIDAD CRISTIANA VIVA

La vida de nuestros primeros hermanos en la fe nos muestra la especial


atención de ellos a la experiencia fraterna.
“La multitud de los creyentes tenia un solo corazón y una sola
alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo
tenían ellos en común. Los apóstoles daban testimonio de la Resu-
rrección del Señor Jesús con gran poder. Y gozaban todos de gran
simpatía.” (Hech 4:32– 33).
Estamos asistiendo en las grandes ciudades a una paradoja: EL
HOMBRE VIVE EN SOLEDAD, la vida en ellas se ha convertido
en algo despersonalizado.
Lo vemos a diario cuando llegan hermanos a compartir la vida de
la Comunidad cristiana contando sus tristezas, sus fatigas, sus insegu-
ridades, como resultado de esa soledad que sienten en medio de tantí-
sima gente, ¡esto es asombroso! La Comunidad cristiana es en primer
momento el lugar de la acogida, el lugar que me produce alivio, como
un oasis en medio del desierto de la vida.
Creo firmemente que esa “nueva evangelización” que deseamos
sólo será posible a partir de las verdaderas comunidades cristianas y
no como muchos lo sueñan a través de grandes eventos multitudina-
rios, de los que la R.C.C. conoce, sin que los frutos muestren un avi-
vamiento en la fe de un pueblo de mayoría de bautizados que viven
como si no lo fueran.
Una comunidad llena del Espíritu Santo es la que evangeliza eficaz-

106
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

mente, de ahí a la importancia de que los primeros cristianos le daban


a la misma y que nosotros, le damos.
Es frecuente ver lugares donde se congregan cientos y hasta mi-
les de personas que viven una experiencia de Salvación en Jesucristo,
con gozo, con alabanza, con testimonios del poder de Dios, aún así
la comunidad es más que eso; por supuesto es también eso, pero no
sólo eso.
La comunidad cristiana no es sólo el lugar donde encuentro ali-
vio, sino fundamentalmente el ámbito donde voy descubriendo mis
enemigos interiores, mis limitaciones, miedos, celos, odios, comple-
jos, traumas y hasta una sexualidad perturbada y en casos los deseos
autodestructivos; todas cosas que hasta ese momento, si bien estaban
allí, no las conocía o no quería conocerlas. Este es el punto de quiebre
donde muchos de entre esos que llegan y sienten el primer alivio de
haber encontrado ese lugar; se alejan. Por esa razón es mucho más sen-
cilla una experiencia de Iglesia que junta a veces miles y los mantiene
en esa primera etapa de la vida cristiana, sin una profunda vivencia de
comunión fraterna. Creo que esa es la modalidad más conocida en
estos tiempos: ALABANZA, CANTOS, APLAUSOS, TESTIMO-
NIOS, ETC. (todas cosas en las que creemos), pero sin ir más allá de
una celebración.
En la R.C.C. serían los grupos de oración donde la gente viene,
participa de todo eso, pero sin otra propuesta más que ese “primer
alivio” del oasis después de venir del calor y la sed del deserto; claro,
en el oasis no se puede quedar a vivir y entonces al reiniciar la marcha,
¿qué ocurre?: OTRA VEZ EL DESIERTO.
Siempre trato de explicar que una cosa es una reunión tipo asam-
blea y otra muy distinta una experiencia de Comunidad, que como ya
se dijo, es también asamblea, pero no sólo eso. Toda verdadera comu-
nidad cristiana es también grupo de oración, mas un grupo de oración
no es necesariamente una comunidad.
El camino hacia la liberación de esos gigantes que desde el interior
asechan al hombre es aceptando el desafío de permitirle a Dios, por

107
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

medio de una comunidad cristiana verdadera, sacarlos a la luz, para


que sean vencidos.
Gracias a Dios los que hemos aceptado el desafío vamos día a día
cultivando los frutos de la comunidad, que son frutos de gozo y paz
en Él. Vamos pasando del alivio del primer momento, al dolor de des-
cubrir nuestros enemigos interiores y hacia la liberación que produce
conocer a esos enemigos que ya no están ocultos, sino visibles y vul-
nerables, pues “ENEMIGO CONOCIDO, MEDIO VENCIDO”,
como se escucha decir y es así de cierto.
Llegamos; o vamos llegando a esa liberación, pues somos aceptados
por la comunidad sin prejuicios, con nuestras propias limitaciones y
somos amados en el amor de Cristo, que es el amor de la Comuni-
dad y así también podemos amar en ese mismo amor en el que somos
amados.
Ese lugar que en un momento, después el primer alivio, se convierte
en un lugar preocupante, pues descubro lo que muchas veces ni sabía
que tenía, se va transformando en un lugar de vida y crecimiento in-
terior, en un lugar de libertad y plenitud, donde se comienza a amar
realmente, mirando los unos a los otros con confianza y alegría.
Por esa razón siempre llamo a la verdadera Comunidad Cristiana,
“Comunidad Cristiana Viva”.
Esa liberación interior es producto de la Presencia del Espíritu San-
to y de la Palabra Viviente de Dios, Jesucristo, que habita en cada uno
de los miembros de esa comunidad, haciéndolos hermanos, fraternos,
hijos del mismo Padre, el Padre Celestial.
Allí es donde alcanza verdadero relieve la liturgia, la celebración y
para nosotros católicos, la Eucaristía; así como la oración, pues pode-
mos decir con sentido gozo: “PADRE NUESTRO…”
El más maravilloso testimonio de cientos y cientos que participan
activamente en nuestra experiencia es precisamente el AMOR. Amor
que cambia el luto en danza alegre: “HAS CAMBIADO EN DAN-
ZA MI LAMENTO: ME HAS QUITADO EL SAYAL, ME HAS
VESTIDO DE FIESTA” (Sal 30:12).

108
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Es el lugar donde al ser acogidos, no juzgados, podemos descubrir


la herida profunda de nuestra alma y desde ella, esa propia herida, al
haberla asumido, es como nacemos a la vida nueva.
Esconder la herida lleva a la muerte, descubrirla asumiéndola a la
vida plena, pues sabemos que una herida sin sanar es foco de infección.
No conozco lugar más hermoso que la Comunidad Cristiana Viva,
donde el “YO”, dio paso al “NOSOTROS”, donde se puede amar y ser
amado, aceptar y ser aceptado.
Es el lugar de la confianza mutua, donde se genera ese espacio de
seguridad que brota de la aceptación, donde se puede ser uno mis-
mo, sin tener que estar dando examen a cada momento, lo que lleva al
alma, como fue dicho, a la liberación.
David lo definió así: ¡Mira que es bueno y da gusto que los her-
manos convivan juntos! Como ungüento fino en la cabeza, que va
bajando por la barba, que baja por la barba de Aarón, hasta la orla
de sus vestidos. Como el rocío que baja del Hermón sobre las cum-
bres de Sión; allí dispensa Yahvé bendición, la vida para siempre”
(Sal 133).
Verdaderamente “es bueno y da gusto que los hermanos convivan jun-
tos”. Ese es el perfume fino “que baja por la cabeza a la barba”, porque
fluye de Cristo, la cabeza de la Iglesia, baja por la barba de Aarón, lo
que hoy simboliza el sacerdocio real, que todos tenemos por el bau-
tismo, pues a partir del bautismo proviene todo otro llamamiento en
la Iglesia; “hasta la orla de sus vestidos”, lo cual habla que debajo de
esa unción espiritual queda todo lo que está unido a nosotros, como
comunidad cristiana.
Donde hay una verdadera Comunidad Cristiana es donde hay ver-
dadera Unción del Espíritu Santo y es por lo tanto donde hay ver-
dadera experiencia de Salvación y por ende Testimonio de Jesucristo
Resucitado.
Por consiguiente la auténtica evangelización, sólo es posible por
una Comunidad Cristiana Viva.

109
CAPÍTULO 22

NOSOTROS ESPERÁBAMOS…

Así le dicen a Jesús Resucitado, sin reconocerlo, aún cuando caminaba


al lado de ellos, estos discípulos conocidos como “los de Emaús”.
“NOSOTROS ESPERÁBAMOS QUE SERÍA ÉL EL QUE IBA
A LIBRAR A ISRAEL; PERO, CON TODAS ESTAS COSAS,
LLEVAMOS YA TRES DÍAS DESDE QUE ESTO PASÓ.” (Lc
24:21).
En este pasaje de San Lucas, del 13 al 35 del capítulo 24 encontra-
mos a estos amigos, Cleofás y “el otro”. ¿Quién sería el otro? Yo digo
que “el otro” puedo ser yo, o… puedes ser tú.
También nosotros caminamos muchas veces arrastrando nuestros
pies por el polvoriento camino a Emaús de la vida y lo hacemos con
ese mismo estado de ánimo que ellos.
A menudo la esperanza no es lo que nosotros esperamos. A menu-
do caminamos contrariados, apesadumbrados, con la gris, mediocre
actitud de quienes han sido “defraudados” por un Dios que no cum-
plió con sus expectativas.
Somos muy concretos al orar diciendo “que se haga Tu Voluntad”,
pero si no hace la nuestra, recorremos ese camino en la frustración,
en la decepción, muchas veces al borde de las lágrimas, que son pre-
cisamente las que nos limitan la visión, para poder ver quién es el que
camina a nuestro lado.
“Yo esperaba que en esa reunión de fe me iba a sanar” (¡CUÁN-
TAS VECES ASÍ OCURRE!). “Yo esperaba que me salía ese trabajo”

110
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

(¡CUÁNTOS TESTIMONIOS ACERCA DE ESO!). “Yo espera-


ba que este año toda mi familia iba a estar en la Iglesia” (¡INNUME-
RABLES TESTIMONIOS DE FAMILIAS QUE VIVEN HOY
UNA EXPERIENCIA ECLESIAL!). “Yo esperaba…”, “Nosotros
esperábamos…” ¡Así decían los de Emaús! La esperanza es confiar en
las promesas de Dios, declarando que va a ocurrir lo que esperamos
conforme a Sus Promesas, por lo tanto, insisto, muchas veces la espe-
ranza NO ES LO QUE ESPERAMOS.
Cleofás y “el otro” esperaban un hecho terrenal, soluciones en el
reino terrenal y el que estaba al lado de ellos había muerto por ellos,
había descendido a los infiernos por ellos, para que el Reino de Dios
estuviera con ellos, todos los días y ahora Resucitado camina junto a
ellos y ¡OH!, ellos no le reconocían. ¡Así sabe ocurrirnos!
Decía San Agustín en relación a los de Emaús: “IBAN POR EL
CAMINO, EL CAMINO IBA CON ELLOS, MAS ELLOS NO
RECONOCÍAN EL CAMINO”.
Es doloroso observar la enorme cantidad de creyentes, potenciales
vencedores en Jesucristo que van arrastrando sus pies por el camino.
Basta con prestar atención a tantos que participan de un rito sin fe, o
al muchas veces vacío de una actividad religiosa sin poder o a la inercia
de tantos que sirven a Dios, casi con tristeza, cuando ¡NO HAY MA-
YOR PRIVILEGIO QUE SERVIRLE!
¿Qué nos pasa? Lo que le pasaba a nuestros hermanos de Emaús.
¿Tenían fe? Por supuesto que la tenían. ¿Eran auténticos? De hecho
que lo eran. ¿Y entonces? Entonces es que su problema era el reino te-
rrenal; sus propias realizaciones estaban “por encima” de las realidades
celestiales.
Nosotros como comunidad cristiana viva creemos firmemente en
los signos de poder que acompañan la Palabra predicada (ver Marcos
16: 16– 20), más siempre hay que “buscar el Reino de Dios y su Justi-
cia”, sabiendo que esas otras realizaciones Dios las da “por añadidura”.
Lo que a veces se hace es ir buscando las añadiduras, olvidando o dis-
trayéndonos del Reino de Dios.

111
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Jesucristo es muchísimo más importante que lo que Él me puede-


dar. ¡Gloria a Su Nombre!
Cuando creemos en Él, confiamos plenamente en Su Palabra y por
la fe, como ya antes fue dicho, “nos apropiamos” de sus promesas de
liberación, de sanidad, de prosperidad, etc.; todas bendiciones tempo-
rales por lo eterno que Dios nos da: LA SALVACIÓN. Por lo tanto
la fe es aquí y ahora y la esperanza es futura. Para dar un ejemplo: En
relación a la venida de Cristo a levantar a Su Iglesia para las “Bodas del
Cordero” no se puede declarar por fe, pues no puedo decir “YA LO
TENGO”, ya que “nadie sabe ni el día ni la hora”, eso requiere de la
ESPERANZA y entonces sí, la fe de que va a ocurrir algún día. Aquí
la fe es en que va a ocurrir lo cual mueve a la espera confiada, fe y espe-
ranza se autoalimentan. Ahora en cuanto a “apropiarnos de Sus Pro-
mesas”, cuando dice por ejemplo que “POR SUS LLAGAS FUIMOS
CURADOS”, por fe en Su Palabra puedo declarar “Por sus llagas, yo
fui curado”. ¡LO TENGO! y lo creo, pues está hecho y aunque no lo
vea aún en mi vida, por fe declaro que lo veré.
La esperanza es “antes” que la fe, pues aún los que nos creen, saben
tener esperanza, esa esperanza de la que venimos hablando, más, repi-
to, la Esperanza, a menudo no es lo que nosotros esperamos, pues es-
peramos aquellas cosas que tienen relación con el confort del tiempo
presente, cuando Dios, por medo de ella (LA ESPERANZA) nos trae
el cielo a nosotros.
Me conmueve ese pasaje de Romanos que dice acerca de Abrahán,
el padre de la fe: “EL CUAL, ESPERANDO CONTRA TODA
ESPERANZA, CREYÓ Y FUE HECHO PADRE DE MUCHAS
NACIONES SEGÚN LE HABÍA SIDO DICHO: ASÍ SERÁ TU
POSTERIDAD. NO VACILÓ EN SU FE AL CONSIDERAR SU
CUERPO YA SIN VIGOR –TENÍA UNOS CIEN AÑOS– Y EL
SENO DE SARA, IGUALMENTE ESTÉRIL. POR EL CON-
TRARIO, ANTE LA PROMESA DIVINA, NO CEDIÓ A LA
DUDA CON INCREDULIDAD; MÁS BIEN, FORTALECIDO
EN SU FE, DIO GLORIA A DIOS, CON EL PLENO CONVEN-

112
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

CIMIENTO DE QUE PODEROSO ES DIOS PARA CUMPLIR


LO PROMETIDO.” (Rom 4:18– 21).
Esta es la Esperanza, la que un día le llevó a abrazar a los cien años,
no a su bisnieto, como sería de esperar en una persona de esa edad,
sino ¡A SU HIJO!
La esperanza nos hace un árbol plantado a las orillas del río: “Ben-
dito quien se fía de Yahvé, pues no defraudará Yahvé su confianza.
Es como árbol plantado a la vera del agua, que junto a la corriente
echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje
frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto.”
( Jer 17:7– 8).
Dios no defraudará la confianza de quien en El espera. Las raíces de
ese árbol están junto a la corriente del agua, por eso aún cuando venga
el calor y aunque no llueva y haya sequía no dejará de dar fruto.
En los momentos de tribulación, en los momentos de desolación,
el creyente verdadero como árbol que tiene sus raíces extendidas a las
aguas del Espíritu y de la Palabra de Dios jamás se retrae de producir
sombra con su follaje y de alimentar con su fruto.
Si nos estaba ocurriendo como a nuestros amigos de Emaús, mire-
mos lo que ellos vieron. Miremos esas manos que parten el pan para
nosotros, miremos esos agujeros que los clavos le hicieran a ellas y lim-
pios nuestros ojos de las lágrimas que no nos dejaban verlo, demos
un salto como ellos, con el ardor de nuestro corazón que ahora pue-
de comprender que la Esperanza es el Reino de Dios entre nosotros
y salgamos a gritar con alegría: “¡ES VERDAD! ¡EL SEÑOR HA
RESUCITADO!”.

113
CAPÍTULO 23

OÍR, VER Y HABLAR

Una mujer de aproximadamente sesenta años había sufrido la perfo-


ración de uno de sus tímpanos, en un accidente doméstico. Recorrió
como era de esperar, todos los lugares de atención médica y le habían
dicho que su problema, por la gravedad del mismo no tenía solución y
como algunos (sólo ALGUNOS) de los médicos saben decir: “SÓLO
UN MILAGRO” podía devolverle la audición a ese oído.
Ella que por ese tiempo participaba activamente de la vida de la
Comunidad, creía y declaraba que su oído iba a volver a oír, lo cual
para los que venían nuevos a la Comunidad les sonaba a expresión de
deseo, sin fundamento. Algunos así lo confesaron después.
Cuando alguien por haber creído en la Palabra de Dios y tener fe de
que las promesas de Dios son para él, declara lo que ha creído, aparece
como “medio raro” delante de los demás. Debemos ser sinceros y expre-
sarlo. Sin embargo, los verdaderos creyentes “LLAMAMOS A LAS CO-
SAS QUE NO EXISTEN, COMO SI YA EXISTIERAN”, al igual que
Abrahán, que creyó más allá de toda lógica, lo cual, si bien te hace aparecer
como un loco delante del mundo racional (AÚN EN LA IGLESIA), no
es sino estar en la verdadera LÓGICA, la cual es la LÓGICA DIVINA.
Siempre digo, tratando acerca de creer y declarar lo que hemos
creído, que no fue la lógica humana lo que se cruzó en el camino del
sepelio del hijo de la viuda de Naím (Lc 7: 11–15).
La lógica humana hacía lo que sabía: LLEVAR AL MUERTO AL
CEMENTERIO A SEPULTARLO. A esta pobre mujer la acompa-

114
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

ñaban muchos de la ciudad, piadosamente, lo cual habla del aprecio


que le tenían. Pero… ¿qué otra cosa podía hacer la lógica humana?
Gracias sean dadas a Dios que en el camino de esta sufriente mu-
jer y de su joven hijo muerto se cruzó la Comunidad de los creyentes
en Jesucristo, con el mismo Jesús a la cabeza, como es cada Comuni-
dad Cristiana Viva y lo primero que hizo fue decirle a la mujer: “NO
LLORES” y lo segundo decirle al joven muerto: “¡LEVÁNTATE!”.
Esta es la función de toda verdadera Comunidad, CONSOLAR y
LLAMAR A LA VIDA, pues la FE ES VIDA, ya que es grano, lo cual
es VIDA, simiente.
¡NO!, no fue la lógica humana, sino Jesucristo… “EL QUE DA
VIDA A LOS MUERTOS Y LLAMA A LAS COSAS QUE NO SON
PARA QUE SEAN.” (Rom 4: 17).
No fue la lógica humana la que se encontró con Jairo (Lc 8:49–56),
pues la lógica humana le dijo lo que veía: “TU HIJA ESTÁ MUER-
TA”. La lógica humana estaba preparando el funeral, ¿qué otra cosa
podía hacer? Acaso ¿no se burlaba la gente del mismo Jesús porque
decía “¡SOLAMENTE TEN FE Y SE SALVARÁ!”?
Claro, si ellos sabían que estaba muerta, mas Jesús dijo en voz alta:
¡“NIÑA LEVÁNTATE.!
La lógica humana preparaba el sepelio, Jesucristo les cambió los planes.
La fe en Jesucristo nos prepara para la fiesta. ¡GLORIA A SU NOMBRE!
No fue la lógica humana la que pasó por Betania cuando Lázaro
yacía en la tumba, muerto hacía cuatro días ( Jn 11:17–44).
La lógica humana decía “huele mal”, cuando Jesús dijo “QUITAD
LA PIEDRA”. Sí, tiene que ser quitada la piedra de nuestra incre-
dulidad, de nuestras propias creencias y tradiciones personales, de
nuestro racionalismo, para que una nueva confianza se abra delan-
te nuestro, para que más allá de la oscuridad de una tumba, brille la
luz de la Vida que es Jesucristo, que sigue diciendo: “¡YO SOY LA
RESURRECCIÓN!”.
Todos vamos a morir algún día, al igual que Lázaro, que la hija de
Jairo y que el hijo de la viuda de Naím, que aunque resucitados, vol-

115
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

vieron a morir, pero Jesús nos dice: “EL QUE CREE EN MÍ AUN-
QUE MUERA VIVIRÁ, Y TODO EL QUE VIVE Y CREE EN
MÍ NO MORIRÁ JAMÁS”. También es para nosotros la pregunta:
“¿CREES ESTO?”.
Decididamente no fue la lógica humana la que pasó por la tumba
de Lázaro, sino la VIDA, JESUCRISTO EL SEÑOR, que le dijo al
muerto: “¡LÁZARO, SAL FUERA!”.
Esta es la Voz que escuchan los muertos y la escucharán el día de la
resurrección final (ver Jn 5:28–29).
No es que creemos en “quimeras”, ni tampoco como se imaginará
alguien, al enseñar esto, “despertamos falsas expectativas”. ¡JAMÁS!
Falsas expectativas se despertarían al no creer en lo que dice el Señor.
Ya hemos hablado en el capítulo anterior que a menudo la Esperan-
za no es lo que esperamos, mas también hemos dicho que debemos
“apropiarnos” de las promesas de Dios, mediante una fe fresca que
porque cree, declara lo que la Palabra de Dios declara.
Así creyó esta mujer del tímpano perforado. No dejó de ha-
cer todos los estudios médicos, no dejó de recorrer especialistas,
de someterse a tratamientos, etc., como debe ser y como siempre
aconsejamos.
Creyó y obró. Un día en una de nuestras reuniones “sintió” que algo
estaba ocurriendo en ese oído. Declaró por fe que era el Poder de Dios
obrando y ¡COMENZÓ A OÍR!
Fue a hacerse revisar y ¡OH SORPRESA! ¡EL MILAGRO HA-
BÍA OCURRIDO! ¡GLORIA A DIOS! (tiene todos los estudios de
su TRATAMIENTO, LOS DE ANTES Y DESPUÉS).
Otra mujer de aproximadamente la misma edad que la anterior, que
padecía de la casi total pérdida de visión de uno de sus ojos, después
de dos operaciones en el mismo, en un día de reunión, bajo la fresca
unción del Espíritu Santo; al recibir un palabra de Conocimiento,
donde se decía que el Señor estaba haciendo una obra en la vista de
una mujer, comenzó a gritar ¡VEO!, ¡VEO! Mientras se cubría con la
palma de su mano el ojo que estaba sano.

116
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Se hizo todos los estudios y mostraban que recuperó la visión, al


igual que el otro ojo.
Sabíamos cantar en la R.C.C. “HAY UN RÍO DE VIDA CO-
RRIENDO POR MI SER QUE HACE A LOS ENFERMOS CA-
MINAR Y VER” ¡Dejemos que ese Río de Vida siga corriendo entre
nosotros!
Nosotros hoy cantamos a menudo un cántico inspirado en el Libro
del Profeta Isaías que dice así: “LOS OJOS DE LOS CIEGOS SE
ABRIRÁN Y ELLOS VERÁN, LOS OÍDOS DE LOS SORDOS
OIRÁN, EL COJO SALTARÁ, CON EL ARPA DANZARÁ Y
LA LENGUA DE LOS MUDOS CANTARÁ” (ver Is 35:5–6).
Gracias a Dios, somos testigos de las maravillas que Dios hace entre
aquellos que creen en Su Palabra. Testigos del Poder de Dios, como
el caso de una pequeña niña, que tenía por ese entonces dos años y
que estaba impedida de hablar, pues aunque había comenzado nor-
malmente a “balbucear”, como saben hacer los pequeñitos, ante el
desarraigo sufrido, “de su casa a los pasillos de un Hospital”, a causa de
la enfermedad de su joven papá, que necesitaba un trasplante de co-
razón; el cual luego de un tiempo, parte con el Señor…ya no hablaba.
Conocimos a ese varón, que aceptó a Jesucristo como su Salvador y
fue un testimonio de fe y entrega para todos nosotros, que realmente
nos conmovió.
La pequeña, con su mamá, que lo atendió a su papá enfermo
con mucho amor, ahora tenía también el dolor de no poder hablar,
expresarse…
Podemos imaginar el esfuerzo de los médicos y todos los profesio-
nales de la salud, para quienes esta niñita era ahora su preocupación,
por su problema.
Habían hecho todo lo posible, más… la mamá, por medio de una
hermana de la Comunidad, que es profesional de la salud, trajo a la
niña a una de nuestras Asambleas de los segundos domingos y cuando
después de la Predicación de la Palabra de Dios, invitamos “a acercarse
quienes quisieran que oremos juntos por los problemas de aflicciones,

117
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

dolencias, etc. etc.” como Jesús lo enseña en Marcos 16:18 “… IM-


PONDRÁN LAS MANOS SOBRE LOS ENFERMOS Y SE PON-
DRÁN BIEN…”; se acercó la niñita que venía en brazos de esta her-
mana enfermera, que me comentó que estaba así, hacía casi un año…
Clamamos por la Sangre de Jesucristo y tocamos su lengua, dicien-
do: “¡Habla pequeña, pues nada te impide hacerlo en Cristo Jesús…!”
y mientras iban a ubicarse en el lugar donde estaban sentadas, antes
de llegar, estalló un aplauso, pues la niñita, cuyo nombre conozco, ya
que le dije: “¡HABLA……!”, prefiero omitirlo por razones que com-
prenderán. “¡HABLABA!” “¡HABLABA!” ¡Gloria sea solo a Dios!
Siempre antes de “orar con los hermanos”, oro al Padre así: “Padre
hemos predicado TU PALABRA, el Evangelio de TU HIJO, NUES-
TRO SEÑOR JESUCRISTO, el cual nos prometió que estas señales
acompañarían a la PALABRA predicada…
Humildemente Señor, se cumpla hoy una vez más Tu Divina Pro-
mesa de Sanidad, de Libertad, de Prosperidad y de Bendición…”
¡AMÉN!
Podemos estar seguros de que Dios va a atender nuestras súplicas,
pues: “Esta es la confianza plena, que tenemos en Él; que si pedimos
algo según su Voluntad, nos escucha y si sabemos que nos escucha
cuanto le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos
pedido” (1 Jn 5:14–15).
¡Gracias Señor!

118
CAPÍTULO 24

TE BASTA MI GRACIA

Verdaderamente es maravilloso contemplar los prodigios del Señor en


medios de su pueblo. Más también es maravilloso como El se sirve de
frágiles instrumentos para realizarlos.
Hace ya algunos años comencé a sentir una dolorosa molestia, que
luego llegué a conocer que afectaba a muchos, pues el diagnóstico era
“COLON IRRITABLE”. Comenzó un tratamiento con resultado en
ese momento irregular. Un día bien, otro más o menos y así iba.
Yo conocí a Cristo en un momento de mi vida donde se manifestó
un problema que según los profesionales era de muy larga data y esta
dolencia la atribuían a esa misma causa. Lo que se conoce como “tras-
tornos psicosomáticos”.
Lo cierto es que un domingo por la mañana, después de derramar
muchas lágrimas en días y noches de oración con gemidos, salí a
la calle muy temprano, en pleno invierno. Prácticamente no había
gente, por la bajísima temperatura. Era tal el estado de angustia que
lloraba mientras caminaba y le recordaba al Señor que yo era su sier-
vo, que me ayudara, que no podía ser que un siervo suyo se mostrara
así, que era una vergüenza, etc. ¡AYÚDAME SEÑOR! le gritaba
mi corazón entre sollozos. Sin darme cuenta estaba por llegar a la
catedral ortodoxa de Antioquia, vecina a mi casa y le dije al Señor
en oración: “SI ES HORARIO DE LA MISA ENTRO Y TÚ SE-
ÑOR ME DARÁS UNA PALABRA”. Así fue; entré y me postré
en el último banco, detrás de todo. Mis ojos llorosos veían el altar

119
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

como a través de una nube, por el incienso que lo envolvía todo. En


eso, uno de los sacerdotes, que continuaba proclamando la lectura,
leía cantando al estilo oriental, la siguiente porción de la Sagrada Es-
critura. Cerré mis ojos y estaba convencido de que el Espíritu Santo
había preparado para mí ese momento y escuché: “Y por eso, para
que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, me fue
dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea
para que no me engría. Por ese motivo tres veces rogué al Señor
que se alejase de mí. Pero él me dijo: Mi gracia te basta, que mi
fuerza se realiza en la flaqueza. Por tanto, con sumo gusto seguiré
gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la
fuerza de Cristo.” (2 Cor 12:7– 9).
Recuerdo claramente que el sacerdote que leía cantando, concluyó
(como cuando en un cántico se quiere enfatizar una frase) con esta:
“¡TE BASTA MI GRACIA!”.
Lloraba y lloraba, experimentando algo tan sublime que estaba
cambiando mi desierto en manantial. Sí, seguía llorando pero no esta-
ba angustiado sino fortalecido, con una nueva unción de gozo y entu-
siasmo ¡GLORIA A DIOS!
Amigo lector, yo se que el Señor me habló específicamente ese día
entre mis hermanos ortodoxos.
Concluida la ceremonia me levanté con la certeza de que “mi fla-
queza” no era un obstáculo para que se manifieste en mí “Su fuerza”.
Cosa que por otra parte el Señor me mostró diciéndome en mi cora-
zón: “CUANDO DEJASTE DE SERVIRME”, “¿FALTASTE AL-
GÚN DÍA TÚ MISIÓN?”, “¿QUIÉN CREES QUE TE DA LA
FUERZA?”, “¿DEJA YA TU PREOCUPACIÓN EN MIS MA-
NOS?”, “¡¡¡MI GRACIA TE BASTA!!!” ¡Muchas gracias Señor!
Recordé al pueblo sacado de la esclavitud de Egipto, que anduvo
por el desierto durante cuarenta años, en un viaje que debió haber
recorrido en once días (ver Deu 1:2); sin embargo “NO SE LES GAS-
TARON SUS VESTIDOS NI SE HINCHARON SUS PIES” (ver
Deu 8:1– 6).

120
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

“Las visiones y revelaciones”. “Las palabras inefables” que el gran


apóstol recibió, de las que nos habla en los versículos del 1 al 6 de este
precioso capítulo 12 de la segunda carta a los Corintios, requerirán
del siervo de Dios, una total sumisión a Su Voluntad divina.
Así como “UN PRECIO POR PAGAR”, pues dice una y otra vez
luego: “PARA QUE NO ME ENGRÍA”.
Ese es, según Pablo, el motivo de su AGUIJÓN.
¿Cuál era su aguijón? No se sabe a ciencia cierta, pero hay quienes
creen que era un problema crónico, ya sea por las lesiones sufridas a
causa de las piedras cuando “casi murió”, o tal vez un problema con-
génito. NO SE SABE. Lo que si se sabe es que era un impedimento
para desarrollar su ministerio. Algo que obstaculizaba su labor, lo de-
bilitaba y a la vez le humillaba. Miremos de quien estamos hablando,
del campeón del Evangelio. No había aguijón que pudiera detener el
Evangelio de Jesucristo. No había cadenas que pudieran sujetar a este
gladiador de Cristo y ¡NO HAY IMPEDIMENTO QUE DETEN-
GA LA OBRA DEL EVANGELIO! en los corazones consagrados a
Dios, que viven su consagración con fidelidad.
Dios no le quitó su aflicción, pero prometió manifestar su poder en él.
Creo firmemente que el poder de Dios se muestra en gente débil,
cuando esta ofrece esa debilidad a Cristo en vida consagrada, limpia
de pecado y malicia, aceptando pagar el precio de esa unción de poder
y autoridad, característica del apóstol de Jesucristo.
Reflexionando en este pasaje podemos descubrir lo siguiente: Los be-
neficios son para el creyente (VISIONES, REVELACIONES, ETC.). El
precio por pagar, lo paga el creyente (AGUIJÓN, FLAQUEZA, ETC.).
Y la gracia de Dios en Poder la reciben a través del creyente aquellos que
son para éste la razón de su ministerio, pues como servidores de Cristo,
servimos a Dios, en cada uno de nuestros hermanos, cargando como buen
discípulo del Maestro, nuestra cruz de cada día con paciencia y con ale-
gría, sabiendo que nuestras debilidades no sólo no son obstáculos, sino
vehículos en las manos del Señor, que nos ayudan a formar nuestro carác-
ter cristiano, llevándonos a la adoración y a la total dependencia de Dios.

121
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Cuando estamos conscientes de nuestras flaquezas y permitimos


que Él nos llene con Su poder, entonces llegamos a ser más fuertes de
lo que pudimos haber sido jamás, dependiendo de nosotros mismos.
Sólo esa labor, la que se cumple en su Poder, tiene valor perdurable.
No olvidemos que estos Corintios fueron evangelizados por un
Pablo “débil, tímido y tembloroso”. Veamos: “Pues yo, hermanos,
cuando fui vosotros, no fui con el prestigio de la palabra o de la
sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber
entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado. Y me presenté
ante vosotros débil, tímido y tembloroso. Y mi palabra y mi predi-
cación no se apoyaban en persuasivos discursos de sabiduría, sino
en la demostración del Espíritu y de su poder para que vuestra fe
se fundase, no es sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios.”
(1 Cor 2:1– 5).
De ahí el nombre de nuestro ministerio de la Evangelización y la
enseñanza: “EL PODER DEL ESPÍRITU”, pues estamos absoluta-
mente convencidos que el Reino de Dios no es cuestión de la vana sa-
biduría humana, que pretende con elocuencia y verborragia persuadir
al hombre y aún cuando aparenta tener éxito, no lo lleva mas que a una
actividad religiosa, casi siempre de conceptos sin vida, sino una “DE-
MOSTRACIÓN DEL ESPÍRITU Y SU PODER”. Como testigos
de Jesucristo, debemos actuar como Pablo entre los “corintios” de este
tiempo que no conocen al Señor y al igual que él “NO QUERER
SABER ENTRE ELLOS SINO A JESUCRISTO Y ÉSTE CRUCI-
FICADO, PRESENTÁNDONOS DÉBILES, NO APOYADOS
EN PERSUASIVOS DISCURSOS DE SABIDURÍA, SINO EN
EL ESPÍRITU SANTO, QUE DEMUESTRA SU PODER EN
NUESTRA DEBILIDAD”. Sólo así podremos contemplar el éxito
en nuestra misión evangelizadora, que no es fruto de nuestra fuerza,
ni de nuestros conocimientos o habilidades humanas, sino del Poder
de Dios manifestado en nosotros al ofrecer a El, nuestra flaqueza.
Insiste San Pablo: “LAS CARACTERÍSTICAS DEL APÓSTOL
SE VIERON CUMPLIDAS ENTRE VOSOTROS: PACIENCIA

122
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

PERFECTA EN LOS SUFRIMIENTOS, SIGNOS, PRODIGIOS


Y MILAGROS” (2 Corintios 12: 12).
Observemos que antes de los signos, prodigios y milagros, que son
manifestaciones del poder de Dios para alcanzar a los hombres, hay
un PRECIO POR PAGAR QUE HACE AL CREYENTE UN
CANAL DE ESA BENDICIÓN: “PACIENCIA PERFECTA EN
LOS SUFRIMIENTOS”, que es bueno aclarar son siempre a causa de
Cristo y Su Evangelio.
Primero lo primero: “PACIENCIA PERFECTA EN LOS SU-
FRIMIENTOS”, luego “SIGNOS, PRODIGIOS Y MILAGROS”.
Sólo siguiendo ese orden (PRIMERO PAGAR EL PRECIO) es
como podemos ser instrumentos en las manos del Señor (MANI-
FESTACIONES DEL PODER DE DIOS), según Su Plan y Su
voluntad, tal como nos lo enseñó nuestro divino Maestro, quien “…
CIERTAMENTE, FUE CRUCIFICADO EN RAZÓN DE SU
FLAQUEZA, PERO ESTÁ VIVO POR LA FUERZA DE DIOS.
ASÍ TAMBIÉN NOSOTROS: SOMOS DÉBILES EN ÉL, PERO
VIVIREMOS CON ÉL POR LA FUERZA DE DIOS SOBRE VO-
SOTROS”. (2 Cor 13: 4).
“Gracias Señor porque en el día de angustia, como en el día de ple-
na luminosidad, tu dulce Voz me susurra”: “¡TE BASTA MI GRA-
CIA, JUAN CARLOS, QUE MI FUERZA SE REALIZA EN LA
FLAQUEZA!”.
“Gracias Señor por tanto amor”.

123
CAPÍTULO 25

PALABRA Y VISIÓN

Donde no hay verdadera devoción por la Palabra de Dios, no hay visión.


¿Qué es la visión?
Cuando hablamos de visión, estamos hablando de la concreta mi-
rada que debemos tener como comunidad cristiana del objetivo, del
proyecto de vida de la misma.
Una comunidad sin visión espiritual es igual a una pareja de novios
que se casan sólo para vivir bajo un mismo techo, sin otra motivación
futura. Asistimos con dolor al fracaso de innumerables matrimonios,
por causa de la falta de un proyecto de vida matrimonial, familiar,
como así también al de muchas comunidades cristianas.
Los creyentes siempre “vamos detrás de una visión”. En todo llama-
do que Dios hizo a sus profetas hay una manifestación concreta de su
misma Persona, lo que conocemos como una “Teofanía”, ya sea por
“visión” o “audición” o por “moción interior”.
Veamos la historia bíblica del llamado de Dios a Samuel: “Servía el
niño Samuel a Yahvé a las órdenes de Elí; en aquel tiempo era rara la
palabra de Yahvé, y no eran corrientes las visiones. Cierto día, estaba
Elí acostados en su habitación. Sus ojos iban debilitándose y ya no
podía ver. No estaba aún apagada la lámpara de Dios; Samuel es-
taba acostado en el Santuario de Yahvé, donde se encontraba el arca
de Dios. Llamó Yahvé a Samuel. Él respondió: ¡Aquí estoy!, y corrió
donde Elí diciendo: Aquí estoy, porque me has llamado. Pero Elí le
contestó: Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte. Él se fue y se acostó.

124
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Volvió a llamar Yahvé a Samuel. Se levantó Samuel y se fue donde


Elí diciendo: Aquí estoy, porque me has llamado. Elí le respondió:
Yo no te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte. Aún no conocía
Samuel a Yahvé, pues no le había sido revelada la palabra de Yahvé.
Por tercera vez llamó Yahvé a Samuel y él se levantó y se fue donde Elí
diciendo: Aquí estoy, porque me has llamado. Comprendió enton-
ces Elí que era Yahvé quien llamaba al niño, y dijo a Samuel: Vete y
acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yahvé, que tu siervo escucha.
Samuel se fue y se acostó en su sitio. Vino Yahvé, se paró y llamó como
las veces anteriores: ¡Samuel, Samuel! Respondió Samuel: ¡Habla,
que tu siervo escucha! Dijo Yahvé a Samuel: Voy a ejecutar una cosa
tal en Israel, que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos. Ese día
cumpliré contra Elí todo cuando he dicho contra su casa, desde el
principio hasta el fin. Ya le he anunciado que yo condeno su casa para
siempre, porque sabía que sus hijos vilipendiaban a Dios y no los ha
corregido. Por esto juro a la casa de Elí que ni sacrificio ni oblación
expiarán jamás la iniquidad de la casa de Elí.” (1 Sam 3:1–14).
Vemos aquí claramente el contraste entre la “experiencia religiosa”
del anciano sacerdote Elí, que cumplía su ministerio prácticamente
sentado en una silla, de la que terminó cayéndose y murió “…CAYÓ
ELÍ DE SU ASIENTO, HACIA ATRÁS, JUNTO A LA PUER-
TA, SE ROMPIÓ LA NUCA Y MURIÓ…” (1 Sam 4:18), y el niño
Samuel que se “acostaba en el Santuario de Yahvé”.
Un contraste marcado entre un aciano y un niño. Un “experto en
religión” y un novicio. Los dos sin embargo tienen algo en común:
ESTÁN AL SERVICIO DE DIOS.
Creo firmemente que en este tiempo se está dando esta paradoja. Los
“ancianos Elí” que conocen todo acerca del culto, del rito, de los dog-
mas, etc.; “cuyos ojos se están debilitando y ya no pueden ver”, junto a
“aquellos Samuel” que aún cuando quieren servir a Dios y “se recuestan
en su santuario” son incapaces de escuchar a Dios. ¿No es paradójico?
Elí era “experto”, pero vivía en un “inercia religiosa”. Samuel era
inexperto, un aprendiz, dormía en el Santuario. Ninguno de los dos

125
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

podía escuchar al Dios al que “servían”. ¿No es esto lo que ocurre en


muchos ambientes? ¿Cuántos “Elí” de estos días cumplen su ministe-
rio en la silla de sus propias tradiciones convencionalistas? ¿Cuántos
Samuel de este tiempo, tan “cerca de Dios”, sin reconocer Su voz?
Observemos que Samuel va a Elí cada vez que escucha su nombre
y Elí le dice: “YO NO TE HE LLAMADO HIJO MÍO, VUELVE
A ACOSTARTE”.
“Vuelve a acostarte, que yo sigo en mi silla”; casi como diciendo
“NO TE PREOCUPES”.
A esto se le llama “actividad religiosa” sin poder, sin vida. ¿Cuántos
días? ¿Cuánto tiempo esto habrá sido así? A veces puede durar toda
la vida si no somos sacudidos fuertemente por el Señor. Él lo hace,
pero hay momentos, cuando el hombre se empecina en su obstinado
corazón y Dios acaba cumpliendo su determinación.
Así ocurrió con faraón, por ejemplo. Dios le dio signos a través de
los sucesos de las plagas y sin embargo su corazón se endureció, por lo
que Dios cumplió su determinación: “ENDURECIENDO EL CO-
RAZÓN DE FARAÓN” (Éxodo 10: 27). Así ocurrió con Balaán
(Núm 22:20–22).
Así ocurrió con Judas ( Jn 13:27), entre otros.
Es sumamente interesante este pasaje del libro de Samuel pues
nos muestra el peligro de esa “actividad religiosa inercial”, conven-
cionalista, sin la vida de lo que se celebra, pues como en el caso de
Elí, concluye con la muerte y una muerte trágica, hablando en tér-
minos espirituales. Elí, luego sus hijos y hasta su nuera, murieron (1
Sam 4:17–19).
Esa “tibieza religiosa” es trágica, siempre lleva a la muerte espiritual
si no se sale de ella. Es como la fiebre, si no se la baja, puede llevar a la
persona que la padece, a morir. En este caso, produce la muerte espiri-
tual del “tibio” y de su “descendencia”.
Los hijos de lo tibio, generalmente se vuelven irreverentes, pues no
tienen ejemplos auténticos, como los de Elí que “VILIPENDIABAN
A DIOS” y el “NO LOS CORREGÍA”.

126
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

¿Cuál es la causa que lleva a esta trágica situación?: LA FALTA DE


LA PALABRA DE DIOS. En la época de la historia de Samuel, junto
a Elí descubrimos lo siguiente: “EN AQUEL TIEMPO ERA RARA
LA PALABRA DE YAVHÉ”. ¿Y hoy? ¿No es rara para muchos la
Palabra de Dios? ¿No llaman acaso “raros”, incluso en ambientes de la
Iglesia a los que quieren seguir la Palabra de Dios?
Desde “locos”, pasando por “verticalistas” o “radicales”, llegando
hasta a “fanáticos” y “fundamentalistas bíblicos”, les saben decir quie-
nes, luego, mirando sus vidas, se identifican con el “anciano Elí”, en
“cumplir” con los conceptos de la religión cristiana, pero casi siempre
sin que ello se manifieste en su vida; SIN TESTIMONIO.
Cuando es “RARA la Palabra de Yahvé”, “no son corrientes las vi-
siones”. Una está unida a la otra: PALABRA DE DIOS y VISIÓN
ESPIRITUAL.
Podemos estar “sirviendo” a Dios, como Samuel, con voluntad de
seguirle, con la dedicación y la actividad religiosa y aún estando en
el santuario y durmiendo allí como el, sin embargo NO CONO-
CERLE “AÚN NO CONOCÍA SAMUEL A YAHVÉ” ¿HACÍA
TODO ESO SAMUEL? ¡SÍ! ¿CONOCÍA A DIOS? ¡NO! ¿Cuán-
tos “Samuel” hay así, este tiempo?
Samuel NO CONOCÍA A DIOS, “PUES NO LE HABÍA SIDO
REVELADA LA PALABRA DE YAHVÉ”.
Se vuelve estéril toda la religión, piedad, devoción, etc., cuando
NO TENEMOS REVELACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS.
Evidentemente se puede “servir” a Dios, sin conocerle, lo cual lleva
a la oscuridad y al fracaso.
Dios llamó a Samuel. Dios reveló Su Palabra a Samuel. Cuando
“LA LÁMPARA DE DIOS ESTA ENCENDIDA” en nuestro co-
razón escucharemos Su voz, recibiremos Su guianza y “caminaremos
detrás de esa visión”.
Como Comunidad cristiana Renovada en el Espíritu Santo, por el
“fuego pentecostal”, tenemos la visión de una “ARGENTINA PARA
CRISTO”.

127
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

La visión de un poderoso avivamiento en nuestra querida Argenti-


na, en América toda y por supuesto, en el mundo entero.
El Espíritu Santo revela en los corazones lo que él quiere realizar
en cada Comunidad, siempre en comunión con la Palabra de Dios y
la Santa Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, que es “COMUNIDAD
DE COMUNIDADES”.
Antes, en esos corazones, la Palabra de Dios, tiene que “hacerse car-
ne”, como en el seno de “Nuestra Madre, la Virgen María”.
Para ello, hay que escucharla y obedecerla, como lo hizo Ella. Tal
como lo hizo, desde aquel día, el joven Samuel. “Conoció al Señor”,
“conoció Su Palabra” y se dispuso a servirle, llegando a ser ese Precioso
siervo, en fidelidad, en valentía y en sabiduría.
También nosotros como Comunidad, conociendo la Palabra de
Dios, fuimos “sacudidos”, “desafiados” por el Señor… ahora nos go-
zamos en responderle, con humildad y con regocijo: “¡HABLA SE-
ÑOR, QUE TUS SIERVOS ESCUCHAN…!” ¡A Él, sea la Gloria!

128
CAPÍTULO 26

VOLVER A DIOS DE CORAZÓN

Creo, que a estas alturas ningún verdadero creyente puede dudar


de la falta de un “AVIVAMIENTO” en la Iglesia y en las sociedades
humanas.
¿Qué es un avivamiento?: ¡Avivar! ¡Dar Vida!
¿Quién puede dar vida?: ¡Sólo Dios! Más es necesario que cada cre-
yente, que a su vida ha llegado ese Fuego del Amor de Dios, lo desee
firmemente, para todos.
Es una renovación espiritual en un individuo o en un grupo de per-
sonas, extendiéndose…
Cuando se enfrió el amor del principio; “cuando se vive en com-
placencia espiritual”; cuando “falta el interés por los que no conocen
a Cristo”; cuando “se quiere “emparchar con ideologías”, “recetas po-
lítico partidarias”; cuando “hay doble vida”, “mundanalidad”, “carnali-
dad”, “ocultamiento”, “pecados secretos”, “religión costumbre”, etc.; es
que ¡hace falta un avivamiento...!
El cual, sólo Dios en su soberanía puede otorgar. No es algo que se
pueda “planificar”, mas sí, hay ciertas condiciones que se deben cum-
plir. En primer lugar, “DESEARLO”… luego “ORAR”, clamar al To-
dopoderoso, así como lo hemos hecho en situaciones “extremas”, por
salud, por liberación de problemas, vicios, etc.; así como por prosperi-
dad o por alguna bendición particular.
Necesitamos una RENOVACIÓN –NO PARCHES– para el
pueblo de Dios, la cual es premisa del Concilio Vaticano II.

129
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Y en tercer lugar; “PAGAR EL PRECIO”. Estar dispuestos, afron-


tando las realidades espirituales, confrontarnos a nosotros mismos, así
como Isaías, por ejemplo, que confrontado por la Santidad de Dios,
exclamó: “… ay de mi, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios
impuros y entre un pueblo de labios impuros habito…” (Is 6:5).
¿Existe hoy esa conciencia de pecado…?
Pagar el precio, quebrantarse, humillarse bajo la Poderosa Mano
de Dios.
La ambigüedad, la doble vida, la hipocresía al grado de cinismo, de
pensar una cosa, decir otra y hacer todavía otra, de lo que se piensa y
de lo que se dice, lleva inexorablemente a la ruina.
El problema es espiritual, sólo desde lo espiritual puede ser resuel-
to, como Jesús lo enseña.
No es tiempo ya de “jueguitos pseudoreligiosos”, “políticos”, “ideo-
lógico filosóficos”, etc.
¡Cristo!, ¡Sólo Cristo salva! ¡Cielo y tierra pasarán…! ¡LA PALA-
BRA DE CRISTO, NO PASARÁ!
En el capítulo anterior hablamos del joven, casi niño aún, Samuel.
Volvamos al Israel del hombre de Dios, Samuel:
“Vinieron las gentes de Quiriat Yearín y subieron el arca de Yah-
vé. La llevaron a la casa de Abinadab, en la loma, y consagraron a
su hijo Eleazar para que custodiase el arca de Yahvé. Pasaron mu-
chos días –veinte años– desde el día en que el arca se instaló en Qui-
riat Yearín, y toda la casa de Israel suspiró por Yahvé. Dijo entonces
Samuel a toda la casa de Israel: Si os volvéis a Yahvé con todo vuestro
corazón, quitad de en medio de vosotros los dioses extraños y las As-
tartés, fijad vuestro corazón en Yahvé y servidle a él solo y entonces él
os librará de la mano de los filisteos. Los israelitas quitaron los Baa-
les y las Astartés y sirvieron sólo a Yahvé. Samuel dijo: Congregad a
todo Israel en Mispá y yo suplicaré a Yahvé por vosotros. Se congre-
garon, pues, en Mispá, sacaron agua, que derramaron ante Yahvé,
ayunaron aquel día y dijeron: Hemos pecado contra Yahvé. Samuel
juzgó a los israelitas en Mispá. Cuando los filisteos supieron que los

130
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

israelitas se habían reunido en Mispá, subieron los príncipes de los


filisteos contra Israel. Habiéndolo oído los israelitas, temieron a los
filisteos y dijeron los israelitas a Samuel: No dejes de invocar a Yahvé
nuestro Dios, para que él nos salve de la mano de los filisteos. Tomó
Samuel un cordero lechal y lo ofreció entero en holocausto a Yahvé,
invocó a Yahvé en favor de Israel y Yahvé le escuchó. Estaba Samuel
ofreciendo el holocausto, cuando los filisteos presentaron batalla a
Israel, pero tronó Yahvé aquel día con gran estruendo sobre los filis-
teos, los llenó de terror y fueron batidos ante Israel. Los hombres de
Israel salieron de Mispá y persiguieron a los filisteos desbaratándolos
hasta más debajo de Bet Car. Tomó entonces Samuel una piedra y
la erigió entre Mispá y Yesaná y le dio el nombre de Eben Haézer,
diciendo: Hasta aquí nos ha socorrido Yahvé. Los filisteos fueron hu-
millados. No volvieron más sobre el territorio de Israel, y la mano
de Yahvé pesó sobre los filisteos durante toda la vida de Samuel. Las
ciudades que los filisteos habían tomado a los israelitas volvieron a
Israel, desde Ecrón hasta Gat, liberando Israel su territorio del do-
minio de los filisteos. Y hubo paz entre Israel y los amorreos. Samuel
juzgó a Israel todos los días de su vida. Hacía cada año un recorrido
por Betel, Guilgal, Mispá, juzgando a Israel en todos estos lugares.
Después se volvía a Ramá porque allí tenía su casa, allí juzgaba a
Israel y allí edificó un altar a Yahvé.”. (1 Samuel 7: 1– 17).
El “Arca de Yahvé”, estaba fuera del lugar que le correspondía. “Dios
fuera del centro de la Vida Nacional”, a causa del descuido de Elí, sumo
sacerdote, lo cual lleva a que sus hijos, sucesores en el sacerdocio levíti-
co, vivan de manera irreverente, pecaminosa; a raíz de eso el Pueblo de
Dios, oprimido por los filisteos, que se habían llevado el Arca.
Mueren los malvados hijos de Elí, muere su nuera, mujer de Pinjás,
al dar a luz y antes de morir lo llama al niño “ICABOD”, pues así esta-
ba Israel y la realidad del culto: “SIN GLORIA”, pues esto significaba
“ICABOD”: “¡SIN GLORIA!” (Ver 1 Sam. 4:20)
Al enterarse de la derrota y de la muerte de sus hijos y de su nuera,
Elí cae de su silla y muere también.

131
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Ahora, los israelitas del tiempo de Samuel, pasados veinte años


de esos nefastos sucesos, reconocen que el problema político, social
y aún, “religioso”, les sobrevino a causa del problema ESPIRITUAL.
“Suspiran por Yahvé”, recapitulan, acuden al “hombre de Dios”,
reciben su enseñanza, la cual proféticamente les lleva a descubrir su
estado y… dicen: ¡necesitamos volver a Dios…! ¡Gloria a Su Nombre!
Allí se verá el “AVIVAMIENTO EN PROGRESO”.
Samuel les da la “RECETA” a quienes antes se descubrieron “NE-
CESITADOS DE CURACIÓN” y por el “DIAGNÓSTICO CO-
RRECTO” del hombre de Dios, siguiendo con obediencia el “TRA-
TAMIENTO”, serán libres de la atadura, de la enfermedad, de las
opresiones, etc.
Resultado de la obediencia a Dios y Su Palabra: ¡Un Poderoso
Avivamiento! ¡Victoria total sobre los filisteos y paz y bienestar en el
Pueblo de Israel!
¡Al Señor sea la Gloria!

132
CAPÍTULO 27

EL RÍO DEL SEÑOR

En el curso de los años de la vida de nuestra Comunidad, hemos podi-


do contemplar, experimentar acerca de este tema de un avivamiento.
Creo firmemente que “empieza en una persona, abraza a un grupo
de personas y se va extendiendo…”.
Es como un río que va bajando, bajando hasta hacerse un torrente
e inundarlo todo.
Ese RÍO DE DIOS “Me llevó a la entrada del templo, y he aquí
que debajo del umbral del templo salía agua, en dirección a oriente,
porque la fachada del templo miraba a oriente. El agua bajaba de
debajo del lado derecho del templo, al sur del altar. Luego me hizo
salir por el pórtico septentrional y dar la vuelta por el exterior, hasta
el pórtico exterior que miraba hacia oriente, y he aquí que el agua
fluía del lado derecho. El hombre salió hacia oriente con la cuerda
que tenía en la mano, midió mil codos y me hizo atravesar el agua:
me llegaba hasta los tobillos. Midió otros mil codos y me hizo atrave-
sar el agua: me llegaba hasta las rodillas. Midió mil más y me hizo
atravesar el agua: me llegaba hasta la cintura. Midió otros mil: era
ya un torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido
hasta hacerse un agua de pasar a nado, un torrente que no se podía
atravesar” (Eze 47:1– 5) fue fluyendo con el tiempo –y para gloria de
Dios seguirá fluyendo hasta inundarlo todo– y alcanzó a personas y
familias que hoy están viviendo ese avivamiento en sus vida y a su vez
lo están haciendo fluir. Alcanzó por medio del “Servicio de Difusión

133
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

de la Palabra” de “El Poder del Espíritu”, Ministerio de la Evangeliza-


ción y la Enseñanza de la Comunidad Santa María de la Renovación
Carismática Católica que pertenece a la Vicaría Belgrano, en Buenos
Aires, Argentina. ¡Gloria al Señor!
Predicaciones, Enseñanzas Cristianas, por audio, video; por Inter-
net, por nuestro programa de Radio “El Poder del Espíritu”, que llega
a todo nuestro extenso país y a toda América y el mundo. También
por nuestro Periódico (hoy Revista mensual), “El Poder del Espíritu”.
Mediante libros, discos de música cristiana de autoría –en letra y mú-
sica– de Diego Hovhanessian, que es quien conduce el programa ra-
dial, así como además es autor de innumerables enseñanzas grabadas
y habiendo recorrido muchos lugares, invitado a predicar a Comuni-
dades, grupos de Oración, Parroquias, en eventos; así como en retiros
para servidores de la RCC, etc.
Tanto mi hijo Diego, como su esposa, Roxana; hace poco ella,
invitada a predicar un Congreso en Bogotá, Colombia, dejando allí
huellas de edificación para Gloria de Dios. Asistió también Celia, mi
esposa, junto con Roxana, con hermosos testimonios y reencuentros,
pues Celia participó activamente y por muchos años, en los distintos
ámbitos de Coordinación de la Renovación Carismática (a nivel de
Equipo Nacional, también Diocesano y Arquidiocesano).
Nuestras nietas, Lucía y Milagros, con preciosos jóvenes de nuestra
Comunidad –mujeres y varones– sirven juntos en distintas áreas de
la misma.
Son sin duda, todos ellos, la herencia y la continuidad de una ex-
periencia de Vida en el Espíritu Santo, que va camino –por Gracia de
Cristo– a cuatro décadas de existencia en el seno de la Santa Iglesia.
¡Gloria al Altísimo!
Es bueno recordar que allí por el año 1981, cuando comenzamos…
¡éramos ocho! ¡Gracias Señor!
Vemos este maravilloso “Río del Señor”: “Salía del Templo, de de-
bajo del umbral, en dirección a Oriente pues la fachada del Templo
miraba a Oriente…”.

134
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

El Templo, cada creyente en comunión eclesial (ver 1 Cor 3:16–


17). El Templo de la Nueva Alianza, “somos piedras vivas, edificados
sobre la PIEDRA PRINCIPAL”: ¡CRISTO! Somos “linaje escogido”,
“sacerdocio real”, “nación santa”, “pueblo adquirido”… “Para anunciar al
que nos llamó de las tinieblas a su Admirable Luz…” (Ver 1 Pe 2:4–9).
Mira a Oriente, de donde “nace el sol”. El creyente verdadero, como
templo espiritual del Señor, mira a Cristo, el Sol de Justicia (Mal
3:20). ¡Gloria a Dios!
“Hacia dónde estemos mirando”, marcará la diferencia entre el éxi-
to o fracaso de la vida cristiana.
Abrahán, padre de la fe, puso sus tiendas mirando a la Tierra Pro-
metida por Dios, a él.
Lot, en cambio, puso sus tiendas “mirando a Sodoma”. (Ver Gen 13:12).
Desgraciadamente muchos son los “Lot” de este tiempo y no fal-
tan quienes los aprueben, mientras descalifican –paradójicamente– a
quienes tratan de seguir “las huellas del padre Abrahán”.
El “Río del Señor”, fluirá de los “Abrahán” y nunca de los “Lot”.
Dice la Palabra de Dios: “Vuelvan al punto de partida y pregunten
por las sendas antiguas: porque en ellas encontrarán paz y todo lo que
necesitan para sus vidas…” ( Jer 6:16).
El “Río del Señor” antes de que fluya de nosotros a nuestro próji-
mo, “primero nos ha llegado a nuestros tobillos”… “Purificando nues-
tro caminar”; “¡CRISTO ES EL CAMINO!”. Luego “hasta nuestras
rodillas”, habla de adoración verdadera: “Al Señor tu Dios adorarás, y
sólo a Él, darás Culto…” (Mt 4:10).
Después “hasta nuestra cintura”, habla de ser “purificados de toda
inmoralidad sexual” y por supuesto, de las “perversiones que ésta pue-
de acarrear” en casos (ver 1 Cor 6:15–20).
Sí!!! Hemos sido comprados y ¡a qué precio! por el Señor. ¡Gloria
a Su Nombre!
Así, entonces, “se hará un torrente” que “inundará de Vida y de
Santidad, todo a su paso…”.
¡Así sea!

135
CAPÍTULO 28

VIDA Y SANIDAD

Cuánta necesidad hay en estos tiempos, en las vidas de las personas, en


sus familias y hogares, de este “Torrente de Vida y Sanidad”.
No podemos engañarnos con “recetas sociopolíticas”, “ideológicas,
etc., que el hombre apelando a su supuesta “originalidad pseudore-
ligiosa”, pretende instalar, tal vez con el “propósito de atraer a algu-
nos”…; aprobando ciertas conductas pecaminosas, para lograrlo.
¡No existe VERDAD en la mentira...! Hasta “un reloj roto da la
hora exacta, al menos dos veces al día...”
Una verdad, sacada de contexto, “es una mentira”. “Es ardid cono-
cido del maligno”, sacar de contexto, aún citas de la Sagrada Escritura.
“Le llevó después a Jerusalén, le puso sobre el alero del Templo y le
dijo: si eres hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: A
sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: en sus manos te
llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra alguna”.
Veamos cómo es lo escrito en el Salmo 91: “...Que Él ordenará a
sus ángeles que te guarden EN TODOS TUS CAMINOS”...
Esto es lo que “omite” Satanás, pues lo que está planteando a Jesús,
no podían ser CAMINOS DE DIOS...
“Hay palabras que salen de la boca del Diablo...”
¡Cuidado! Jesús respondió: “Está dicho: NO TENTARÁS AL
SEÑOR TU DIOS” (ver Lc. 4: 9–12)
Desconocer o “conocer a medias” la Palabra de Dios, causa esclavitud.
El “quedar atados a razones supuestamente religiosas, conducen al error”.

136
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

La Biblia quiere mostrarnos unas aguas maravillosas, siguiendo


la profecía de Ezequiel, que continua diciendo: “Entonces me dijo:
¿Has visto, hijo de hombre? Me condujo, y luego me hizo volver a la
orilla del torrente. Y al volver vi que a la orilla del torrente había
gran cantidad de árboles, a ambos lados. Me dijo: Esta agua sale
hacia la región oriental, baja a la Áraba, desemboca en el mar, en
el agua hedionda, y el agua queda saneada. Por dondequiera que
pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Los peces
serán muy abundantes, porque allí donde penetra esta agua lo sanea
todo, y la vida prospera en todas partes adonde llega el torrente. A
sus orillas vendrán los pescadores; desde Engadí hasta Enegláin se
tenderán redes. Los peces serán de la misma especie que los peces del
mar Grande, y muy numerosos. Pero sus marismas y sus lagunas no
serán saneadas, serán abandonadas a la sal. A orillas del torrente,
a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales, cuyo
follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán
todos los meses frutos nuevos, porque esta agua viene del santua-
rio. Sus frutos servirán de alimento, y sus hojas de medicina.” (Eze
47:6–12).
El torrente de Dios produce en aquel que en el se sumerge, sanidad,
prosperidad y plenitud de vida.
Para gloria del Señor así es la experiencia que compartimos los her-
manos en nuestra comunidad, deseando que todos puedan sumergir-
se en esas aguas de sanidad y vida.
Algo que siempre me ha llamado la atención en todo este capítu-
lo 47 de Ezequiel que refiere a la fuente del Templo es lo siguiente:
¿QUIÉN ES EL QUE LO HACE TODO?
Veamos: vs. 1 “Me llevó”, vs. 2 “Luego me hizo salir”, vs. 3 “Me hizo
atravesar”, vs. 4 “Me hizo atravesar, otra vez “Me hizo atravesar” vs. 6
“Entonces me dijo”, “Me condujo”, “Me hizo volver”, vs. 8 “Me dijo”…
Vuelvo a la pregunta: ¿QUIÉN ES EL QUE LO HACE TODO, EN
RELACIÓN AL AVIVAMIENTO?
¿Maravilloso verdad? Todo lo hace Dios; lo único que hace Ezequiel

137
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

–cada uno de nosotros– es estar atento a la Palabra de Dios y ponerla


por obra.
Si leemos el contexto, esto es los capítulos anteriores de este pre-
cioso libro veremos que Ezequiel padece, como ocurre siempre a los
profetas que anuncian al pueblo, en Nombre de Dios, lo que los hom-
bres no están dispuestos a escuchar. El hombre de Dios está, como
pasó siempre en el ministerio profético, expuesto a la maledicencia,
la injuria, la calumnia, la difamación, la persecución; más cuando hay
certeza en el corazón que es Dios quien llama y envía, el profeta está
dispuesto a PAGAR EL PRECIO.
Hay UN PRECIO POR PAGAR POR EL AVIVAMIENTO. El
profeta de este tiempo padecerá a causa de ese anuncio que transmi-
tirá al pueblo.
Vimos ya que las aguas de Dios fluyen del templo hacia fuera, por
tanto el avivamiento comienza en la Iglesia.
Alguien dijo: “Sólo se le tiran piedras al árbol cargado de frutos”. Por
tanto, que el Todopoderoso nos puede usar, conforme Su Plan y Voluntad
y que nosotros seamos dóciles, humildes, decididos, como valientes…
“Por donde quiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él
se mueva, vivirá”. ¡EL TORRENTE DE DIOS LO TRANSFOR-
MA TODO! ¡Somos testigos!
Los peces serán abundantes: “Pesca milagrosa”. ¡Esto es AVIVA-
MIENTO! Almas salvadas, “nacidos de nuevo” que “dejan fluir esas
aguas” con el testimonio de lo que ellas hicieron en sus vidas.
El Mar de Galilea tiene una vida marítima fecunda, recibiendo del
Río Jordán, pero el Mar Muerto, como su nombre lo indica, NO;
pues sus sulfurosas aguas no dejan crecer la vida.
El Mar de Galilea, da; el Mar muerto, retiene.
El Río del Señor, a su paso, saneará todo; producirá vida –AVIVA-
MIENTO– aún en el “Mar Muerto”, cuyos peces serán como los del
“Mar Grande”, refiriéndose al Mar Mediterráneo.
El Señor cambiará el nombre del “Mar Muerto”. De todo cuanto es
“obra muerta”, “religiosidad muerta”, etc.

138
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

De cada Comunidad Cristiana Viva, de la Santa Iglesia de Jesucris-


to, fluirán los Torrentes de Agua del Espíritu Santo; trayendo Vida,
sanidad, prosperidad…
“A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase
de árboles frutales, cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se
agotarán…”.
“Sus frutos alimentan…”. “Sus hojas sirven de medicina…”.
Muchas veces en la Biblia, el árbol es tipo del creyente: “Como ár-
bol plantado a orillas del río…”.
“Bendito sea aquel que fía en Yahveh, pues no defraudará Yahveh
su confianza” ( Jer 17:7–8).
“Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da
a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace
sale bien” (Sal 1:3).
El testimonio del creyente ha de ser “alimento” para quien lo reci-
be, pues es fruto de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo –AGUA
DEL SANTUARIO– que ha transformado su vida en “un árbol que
produce fruto”, proveyendo sustento “a quien lo recibe, cuyas hojas
son medicina…”. ¡Somos bendecidos para bendecir!: “Impondrán las
manos sobre los enfermos y se pondrán bien…” (Mc 16:18).
Esas aguas, “lo que tocan, lo sanean. Todo lo que en ellas se mueve,
vivirá…”. ¡AVIVAMIENTO! ¿QUIÉN LO HACE? ¡DIOS, SÓLO
DIOS!
“¡YO SOY LA VIDA!” dice Jesús. ¡Gloria a Su Nombre!

139
CAPÍTULO 29

¿QUIÉN ERES TÚ?

Esta fue la pregunta que le hicieron a Juan el Bautista esos líderes re-
ligiosos que fueron a verle, motivados por un celo legalista e inquisi-
dor. “Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron
desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: ¿Quién eres tú?
El confesó, y no negó; confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron:
¿Qué pues?; ¿Eres tú Elías? El dijo: No lo soy. ¿Eres tú el profeta?
Respondió: No. Entonces le dijeron: ¿Quién eres, pues, para que de-
mos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?
Dijo él: Yo soy la voz del que clama en el desierto: Rectificad el cami-
no del Señor, como dijo el profeta Isaías. Habían sido enviados por
los fariseos. Y le preguntaron: ¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú
el Cristo ni Elías ni el profeta? Juan les respondió: Yo bautizo con
agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis que
viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa
de su sandalia. Esto ocurrió en Bethabara, al otro lado del Jordán,
donde estaba Juan bautizando.” ( Jn 1:19– 28).
Si nos preguntaran a algunos de nosotros, “¿quién eres tú?”, qué
responderíamos.
Una vida de santa consagración a Dios nos lleva a conocernos
verdaderamente. A menudo nuestra imagen esta desdoblada en tres.
Uno: El que yo creo que soy. Dos: El que creen los demás que yo soy y
por último el que realmente yo soy.
Juan Bautista vivió consagrado a Dios, pues su consagración fue

140
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

desde antes de nacer y fue en el vientre de su madre Isabel que recibió


esa “unción”, cuando ante la visita de María, trayendo en su seno al
Ungido por Excelencia, Jesucristo, “saltó de gozo”, como señal inequí-
voca de lo que sería su misión en esta tierra: “PREPARAR LOS CA-
MINOS DEL SEÑOR”.
Es el Evangelio según San Lucas el que más luz vierte en relación
con su nacimiento, su infancia y su vida oculta.
Todas las palabras del Ángel Gabriel a Zacarías: “…SERÁ GRANDE
ANTE EL SEÑOR…”, “…ESTARÁ LLENO DE ESPÍRITU SAN-
TO YA DESDE EL SENO DE SU MADRE…”, etc. (ver Lc 1:5–17)
así como el cántico de Zacarías, lleno del Espíritu Santo: “Y TU, NIÑO,
SERÁS LLAMADO PROFETA DEL ALTÍSIMO”, “PREPARARÁS
SUS CAMINOS”, etc. (Lc 1:67– 79) nos presentan a una persona ad-
mirable. Y en el versículo 80 nos dice: “EL NIÑO CRECÍA Y SU ES-
PÍRITU SE FORTALECÍA Y VIVIÓ EN LUGARES DESIERTOS
HASTA EL DÍA DE SU MANIFESTACIÓN A ISRAEL.”.
Posiblemente con los escenios, casta religiosa judía muy ortodoxa,
que vivían en comunidades a orillas del mar muerto. Tal vez allí Juan
Bautista viviera al estilo de los nazireos que eran sumamente austeros.
Este voto es como el de Sansón, para tener un ejemplo ( Jue 13:7) y
aparece en Números 6:1– 6; voto que tenía una serie de restricciones
voluntariamente aceptadas por aquellos que lo abrazaran.
De ahí que la figura de Juan el Bautista fuera fuertemente impac-
tante para sus contemporáneos.
Vestía de forma rara: “piel de camello”. Se alimentaba con cosas ex-
trañas: “langostas y miel silvestre” y presentaba un mensaje poco usual
a los habitantes de Judea, con un bautismo de agua, de arrepentimien-
to, esperando a Aquel que bautiza en Espíritu Santo y Fuego.
Era un hombre de aspecto rudo que no tenía influencia en el siste-
ma político judío, mas hablaba con autoridad.
Su mensaje era directo, desafiante, con la verdad como agui-
jón que conmovía, tanto para aceptar como para rechazar, no para
“indiferencia”.

141
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Anunciaba y denunciaba… El “anuncio de la Verdad” al ser recibi-


do, es cambio de vida, conversión –“METANOIA”– que por haber
aceptado esa “denuncia del pecado”, lleva a la salvación en Cristo. Más
al ser rechazado, lleva a la persecución, incluso hasta la muerte, como
Herodes y su mujer Herodías, que había sido mujer de su hermano.
¿No sigue siendo así en el presente…?
Desde donde lo miremos, Juan el Bautista, es único. No buscó la
temporal aprobación de los hombres, sino la Eterna aprobación del
Padre. ¡“Aceptó pagar el precio…”!
Volviendo a la pregunta: “¿Quién eres tú?” Juan no dudó y dijo:
“YO NO SOY EL CRISTO”, “NO SOY ELÍAS”, “NO SOY EL
PROFETA…”
“¿Quién eres entonces?” Notemos como aparece su respuesta es-
crita en la Biblia: “Yo soy la voz que clama en el desierto: Rectificad
el camino del Señor”. Es “yo soy”… con minúscula, más Juan estaba
seguro de “quién era” y “porque hacía lo que hacía”.
Su autoridad, manaba de su vida santa. De su consagración a Dios,
en la búsqueda de Su Voluntad y Guía, en el desierto, “uniendo su so-
ledad”, al Todopoderoso, la cual sabe ser indispensable para esa íntima
relación y comunión con el Altísimo.
¿Cómo iban a entender sus respuestas, quienes vivían en su mayo-
ría, en una piedad vana, solo exterior?
“Las cosas del Espíritu, pueden ser entendidas solo en el Espíritu…”
(ver 1 Cor 2:14)
Hoy pueden verse en la Iglesia muchas obras del voluntarismo hu-
mano; obras en casos altruistas, filantrópicas, pero que no tienen la
guianza del Espíritu Santo, quien es el Autor de toda obra verdadera
en la Iglesia.
Escasea el espíritu profético porque obviamente escasean los profe-
tas, y escasean los profetas porque no están dispuestos a pagar el pre-
cio del desierto, de la privación (–si hasta suena a locura esta expresión
en estos tiempos–) ¡A pagar el precio por la fidelidad a Dios y a su
Palabra!

142
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

¿Cuántos de verdad están dispuestos a morir a sus pareceres, a sus


criterios, a sus propios gustos, etc?
¿Cuántos de verdad están dispuestos a negarse a los placeres, a las
comodidades, no sólo de apariencia, sino realmente?
¿Cuántos son los que “juegan a ser profetas”? ¿Cuántos los que
“aparentan piedad y rechazan sus exigencias”?
Es allí donde la figura de Juan el Bautista emerge en estos tiempos
con renovada luminosidad para motivarnos a seguir sus huellas de
santidad y pureza, otra palabra que parece “tan pasada de moda”.
La pureza cristiana, “la virtud bella” del cristianismo, que encierra
una plenitud y en ella se puede ver el pudor, el decoro, la sobriedad,
como fruto del “Amor de Dios derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo” (Rom 5: 5).
Juan era un hombre PURO, de los que dice Jesús que verán a Dios.
Juan era un hombre santo, de los que atraen a sí multitudes para
decirles como él: “HE AQUÍ (CRISTO) EL CORDERO DE DIOS
QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO” ¡A ÉL Y SOLO A ÉL
DEBEN SEGUIR!, pues “YO NO SOY DIGNO DE DESATARLE
LA CORREA DE SU SANDALIA”. ¡GLORIA A JESÚS!
Hoy muchos están esperando ver que los que decimos creer en Je-
sucristo, vivamos de acuerdo a lo que creemos: EN SANTIDAD.
Así era Juan, predicaba lo que creía y vivía lo que predicaba. Así
debe ser todo servidor en la Iglesia: ÍNTEGRO. Debe ser en la inti-
midad lo que es en su Comunidad, delante de sus hermanos.
En el tiempo maravilloso que nos toca vivir como creyentes, tene-
mos una misión parecida a la de Juan el Bautista: ANUNCIAR AL
CRISTO QUE VIENE A LEVANTAR A SU IGLESIA COMO
NOVIA PARA LAS BODAS DEL CORDERO.
También nosotros debemos “preparar sus caminos”, ya no para “Su
manifestación en carne” entres los hombres, sino para “Su Venida en
Gloria”.
Los siervos de este tiempo debemos imitar a Juan en su entrega in-
condicional a Dios y su glorioso Reino.

143
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Debemos imitar su pureza, su consagración, su santidad. No debe-


mos temerle al desierto, por el contrario, debemos buscar al Señor en
oración, en comunión con quienes comparten esa misma consagra-
ción, con humildad pero valiente y decididamente, sin pactar con la
“mediocridad y la tibieza reinantes”, sabiendo que quienes se adentren
en el camino del Señor serán perseguidos, difamados, pues la santidad
es luz que pone en evidencia las obras de quienes viven en la oscuridad.
El creyente verdadero es “molesto”, porque pone luz en la oscuridad
y eso muchas veces produce de parte de los que no quieren que sus
obras ocultas sean descubiertas, odios, envidias, celos y cosas peores
aún, como en el caso de los que fueron los autores intelectuales de la
muerte de Juan el Bautista.
Jesús dice: “YO SOY LA LUZ DEL MUNDO” y “Juan no era la
luz, sino el testigo de la luz” ( Jn 1:8).
Y su vida sigue dando testimonio de la luz, Jesucristo, y así se cum-
ple aquello de que “quienes matan el cuerpo, no pueden hacer nada
más”, no pueden matar la luz.
Ella siempre brillará, pues los testigos de Cristo aunque mueran
vivirán, como Juan el Bautista que recibió del mismo Señor esta ala-
banza: “EN VERDAD OS DIGO QUE NO HA SURGIDO EN-
TRE LOS NACIDOS DE MUJER UNO MAYOR QUE JUAN EL
BAUTISTA…” (Mt 11:11).

144
CAPÍTULO 30

¡A MI ME LO HICISTE!

“Entonces dirá el Rey a los de su derecha: Venid, benditos de mi


Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde
la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer;
tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; esta-
ba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y
acudisteis a mí. Entonces los justos le responderán: Señor, ¿cuándo
te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de
beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te
vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a
ti? Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno
de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicisteis.” (Mt
25:34–40).
Cuando comenzó ese “avivamiento” entre nosotros como comu-
nidad cristiana, lo que inmediatamente siguió a la Palabra y a la “Vi-
sión”, fue el ferviente anhelo de “establecer la Comunidad” y cuando
eso se comenzó a gestar, paralelamente creció en los corazones el “es-
píritu misionero”.
Oramos al Señor pidiendo que se abrieran puertas para la obra mi-
sionera y al poco tiempo se inició una misión carcelaria en una unidad
de mujeres, a la que se le llevó la Palabra de Dios con frutos perdura-
bles en el tiempo, como sabe ser toda obra del Espíritu.
También en un neurosiquiátrico, donde los misioneros, formados a
tal efecto, asisten a llevar el Evangelio a los internados con frutos ma-

145
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

ravillosos que el Señor obra cuando hay almas que se comprometen


con el que sufre.
Los enfermos en hospitales, en “hogares de ancianos”, donde en uno
de ellos en la sala de pediatría, el mismo director les dio a los misioneros
un lugar especial de reunión para llevar la Palabra a las madres de los pe-
queñitos internados, mientras estos son atendidos por otros misioneros
para que sus mamás puedan escuchar la Palabra de Dios y fortalecerse
para luchar clamando al Señor sin vacilar, por la salud de sus pequeños.
Misioneros que llevan la Palabra de esperanza, de fe, de amor y consue-
lo, que tanta falta hace en esos lugares y como no puede ser de otra ma-
nera con maravillosos testimonios del Poder de Dios en medio de ellos.
El Señor nos movió también a atender los acuciantes problemas de
hambre que padecía nuestra gente y aún hoy padece en plena Capi-
tal Federal, donde muchos tienen un plato de comida gracias a la ab-
negada generosidad de quienes comparten su pan con el necesitado,
mediante comedores, parroquiales, de “iglesias hermanas”, de obras
misioneras, etc., etc.
Llevando la vianda abundante y caliente, con postre, todo prepa-
rado por misioneros de la comunidad a personas que viven en la ca-
lle, en plazas céntricas, donde saben esperar la comida diciendo, por
ejemplo: “AHÍ LLEGAN LOS DE LA COMIDA CALENTITA”
y también “¡GRACIAS, DIOS LES BENDIGA!” y cosas como esas
que mientras escribo, me conmueven.
Esto ocurría hace un año y medio aproximadamente y ahora la co-
munidad asiste a dos comedores que son de dos de nuestros aseso-
res, semanalmente, donde en uno de ellos se les lleva cien viandas de
comida abundante, como también en épocas de catequesis, galletitas,
leche, golosinas, etc. para los niños, también semanalmente.
Asistencia a comedores parroquiales de manera ininterrumpida,
con alimentos diversos, leche, etc.
Con ropas que el “grupo de damas “DORKAS”, de nuestra comu-
nidad confecciona con géneros nuevos, retazos; tejidos de lana, para
bebés, apara niños, saquitos, mantas de cunita, de cama, etc.

146
EN EL PODER DEL ESPÍRITU

Es admirable ver el ingenio de esas mujeres, que con amor, como


lo hacía aquella del Libro de los Hechos, DORKAS o TABITÁ, a la
que Pedro resucitó y era tan querida por sus hermanas en Cristo, “le
mostraban las prendas que sus manos confeccionaban” (ver Hechos
9:36–41).
“Se trata de amar, más que de dar”…decía Teresa de Calcuta. Pues
quien AMA, es quien DA, en verdad.
Asistiendo a una “obra de Hermanas Religiosas” de nuestra Amada
Iglesia, con leche, pañales, juguetes, útiles, zapatillas, ropa y otros; pues
cobijan a mamás con sus hijitos, que estaban en “situación de calle”.
Jóvenes misioneros, vestidos con trajes de “personajes de Disney”
–ocho en total– hacen las delicias de los pequeñitos, mensualmente.
¡Una verdadera fiesta!
En todo lo que hagamos, seamos movidos por el AMOR, sin nin-
gún otro interés, “sin otras intenciones”, ¿se entiende?
Siempre digo que “el Señor no nos va a premiar por la obra, pues
la hace Él”...
Dios no se va a “asombrar” por lo que hacemos, es el Autor de toda
Obra, en la Iglesia.
Debemos preguntarnos: “¿Por qué la hacemos…?” “¿Para quién la
hacemos?” NO OLVIDEMOS LO QUE NOS DICE: “¡A MÍ ME
LO HICISTE…!”
Cuando se toma CONCIENCIA de COMUNIDAD, “es impo-
sible” no tener un corazón que “vea a Jesús”, en el prójimo: EL PO-
BRE, EL QUE SUFRE, EL QUE PASA NECESIDAD…
Nos gozamos en llevar el nombre de “La Esclava del Señor”, Nues-
tra Madre la Virgen María. “¡Madre en la Fe!” como me gusta llamar-
la. Modelo para todo servidor en la Iglesia, “la que siempre está atenta
a la necesidad de sus hijos”, hoy; así como en aquel día en “Las Bodas
de Caná” cuando le dice a Jesús: “no tienen vino…” ( Jn 2:3).
Todos conocemos el final de este momento: “El agua convertida en
vino; por Nuestro Señor Jesucristo”…en ¡“VINO BUENO”, EXCE-
LENTE…! Como solo Dios, sabe hacerlo.

147
JUAN CARLOS HOVHANESSIAN

Él sigue haciendo este milagro de “cambiar el agua en vino”…trans-


formar nuestras vidas en testimonio de SU GOZO, de su Paz, de SU
VERDAD… ¡DE SU AMOR!
“Señor, danos ojos nuevos, para que podamos verte a Ti, en cada
uno de los que sufren. Danos Señor, un corazón nuevo para que po-
damos amar en el mismo amor en que somos amados por Ti. Vacíanos
de nosotros mismos y llénanos de Ti, para que podamos descubrir el
valor de Tu Palabra: LO QUE HICISTE AL MÁS PEQUEÑO DE
MIS HERMANOS, A MI ME LO HICISTE”.
¡GRACIAS JESÚS! ¡GLORIA A TU NOMBRE!
“Comunidad Santa María…” ¡Iglesia toda, de Jesucristo!
Siempre resuene en nuestros corazones, el consejo de nuestra Madre
del Cielo… “Su dulce voz” que nos dice: ¡“Haced lo que Él os diga…!
¡La Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu santo…!

¡AMÉN! ¡AMÉN!

148
EPÍLOGO

Amado hermano y amigo lector:

Compartimos el gozo que nos deleita en Cristo de estar cumpliendo


38 años de vida, siempre en la Renovación Carismática, en la Santa
Iglesia Católica y hasta en la misma sede de la Comunidad Santa
María, ¡sólo por Gracia del Señor!

Que “En el Poder del espíritu” pueda ser para toda nuestra amada
Iglesia, “una gota del Océano de Amor de Dios”, llevándonos a servir
en Ella con renovada fe, cristiana esperanza y fraternal amor, para que
“SU GLORIA POSTRERA SEA MAYOR QUE LA PRIMERA…”

¡Amén!

***

149
Índice

En el poder del espíritu���������������������������������������������������������������������������� 9

Capítulo 1 El segundo toque����������������������������������������������������13

Capítulo 2 Palabra de poder�����������������������������������������������������18

Capítulo 3 Las armas espirituales������������������������������������������22

Capítulo 4 El guerrero espiritual������������������������������������������26

Capítulo 5 La mente���������������������������������������������������������������������30

Capítulo 6 La boca������������������������������������������������������������������������34

Capítulo 7 El corazón�����������������������������������������������������������������38

Capítulo 8 Cosas raras���������������������������������������������������������������41

Capítulo 9 Quebrantamiento���������������������������������������������������46

Capítulo 10 Todo es pérdida��������������������������������������������������������50

Capítulo 11 La ley y la gracia�����������������������������������������������������54

Capítulo 12 Cree y declara����������������������������������������������������������59

Capítulo 13 Cuatro veces trece�������������������������������������������������64

Capítulo 14 ¡Nuestra hija está sana!���������������������������������������� 69

Capitulo 15 Motivo de preocupación���������������������������������������73

Capítulo 16 Aquí no pasa nada����������������������������������������������������78

Capítulo 17 ¡Contigo estoy yo!�������������������������������������������������� 82

Capítulo 18 Yo en cristo y cristo en mi������������������������������������87

Capítulo 19 La idolatria��������������������������������������������������������������94
Capítulo 20 Adecuada organización��������������������������������������100

Capítulo 21 Comunidad cristiana viva����������������������������������106

Capítulo 22 Nosotros esperábamos…������������������������������������110

Capítulo 23 Oír, ver y hablar����������������������������������������������������114

Capítulo 24 Te basta mi gracia�������������������������������������������������119

Capítulo 25 Palabra y visión�����������������������������������������������������124

Capítulo 26 Volver a dios de corazón������������������������������������129

Capítulo 27 El río del señor������������������������������������������������������133

Capítulo 28 Vida y sanidad ��������������������������������������������������������136

Capítulo 29 ¿Quién eres tú?�������������������������������������������������������140

Capítulo 30 ¡A mi me lo hiciste!������������������������������������������������145

Epílogo��������������������������������������������������������������������������������������������������������149

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