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Arte, educación y desigualdad de oportunidades

Muchos de ellos no saben aún a qué se dedicarán en un futuro


próximo, pero la docencia acaba de asomarse como una firme candidata
entre sus aspiraciones. De aprender a mirar y a analizar la creación
artística, una decena de estudiantes de Teoría del Arte y de Artes
Plásticas de la UPRM han protagonizado un giro de ciento ochenta
grados en sus salones de estudio habituales y, por unas horas, han
experimentado el reto de ser maestros. Algunos ya habían puesto en
práctica anteriormente sus destrezas en la enseñanza, pero ninguno de
ellos lo había llevado a cabo con unos jóvenes desfavorecidos
económica y socialmente, todos habitantes de residenciales públicos
del municipio de Mayagüez.
En colaboración con las prácticas e investigaciones del CUA, el
Centro Universitario para el Acceso del mismo recinto, que se dedica a
estudiar la conexión entre la desigualdad socioeconómica y la
desigualdad de oportunidades educativas en Puerto Rico, los talleres
de apreciación del arte contemporáneo han encendido no sólo el interés
y la emoción por aprender de unos alumnos de escuela intermedia y
superior de exiguo presupuesto, sino también el entusiasmo y el
compromiso de unos profesionales del arte en ciernes, que se han
chocado de frente con la escasez de medios y de oferta educativa de un
grupo de muchachos de doce a dieciséis años que ahora están comenzando
a estructurar su futura vida.
El reto que este proyecto ha despertado en los estudiantes
universitarios parte de diferentes enfoques. Desde el comienzo, la
responsabilidad y el compromiso de compartir el conocimiento y la
formación que han ido forjado en un entorno académico de primer orden
ha sido clave en sus acciones. Celeste Robles, estudiante de Teoría
del Arte en el RUM, indica así esta importante inquietud: “A través de
mi vida académica he aprendido lo importante que es la educación para
un pueblo. Es por esto que la presencia universitaria en las escuelas
es indispensable, ya que se estimula a futuras generaciones a
instruirse, a conocer y a investigar. Una sociedad educada es una que
progresa, sobrepasa las barreras, mejora, evoluciona, es libre”. Raúl
Reyes, graduando del mismo programa, señala la necesidad de que exista
una conexión real entre los distintos niveles de la educación pública,
desde el escolar al universitario. La mayoría de los participantes en
el proyecto, señala este mismo estudiante, están conscientes de los
problemas educativos del país, entre los que se encuentra
especialmente la deserción escolar en sus estratos más elementales.
Proyectos como el CUA, continúa Reyes, son los encargados de facilitar
la transición entre estos niveles y de preparar a los estudiantes en
áreas que en el salón de clase no se desarrollan como debieran, como
sucede con las artes, y de practicar cierta equidad entre diferentes
materias académicas (ciencias y artes), así como entre los distintos
estratos económicos de los estudiantes.
La ausencia de un currículo sólido en la enseñanza de las artes
visuales en las escuelas puertorriqueñas se ha conformado como uno de
los problemas de mayor gravedad en la conciencia de estos jóvenes
universitarios. Algunos de los participantes en el taller, como Marvin
Rodríguez –estudiante de Artes Plásticas que cuenta con una extensa
experiencia como maestro escolar-, se declaran plenamente convencidos
de la necesidad de la teoría y la práctica de las artes en la
formación de estos estudiantes de escuela: “El arte es una parte
esencial del desarrollo del razonamiento y permite un espacio para
explorar el sentir individual. El arte como disciplina no debe
ausentarse de las escuelas públicas. No se le puede llamar completa a
una educación que no incluya las artes en su currículo”. La estudiante
de Teoría del Arte, Pamela Padilla, analiza así el propósito de estos
talleres en dicho cometido: “Los talleres de arte son agentes
reformadores de cambio y son totalmente necesarios para la formación
de un niño. Los niños de escuela, ya sean de escasos o de altos
recursos, deben aprender a expresarse a través de diferentes
actividades creativas que envuelvan los medios plásticos. De esta
manera ocurrirá un cambio significativo, a mayor o menor escala, en su
personalidad. Estos talleres son una herramienta para transformar y,
obviamente, para educar”. Otra de las estudiantes participantes,
Asdrey Irizarry, recién graduada de Teoría del Arte del RUM, recalca
esta problemática: “Muchos de los estudiantes de nuestras escuelas
públicas no tienen la oportunidad de desarrollar experiencias
estéticas y artísticas como las que nosotros, estudiantes del Recinto,
les estamos proveyendo. Estos estudiantes se dedican en su mayoría a
tomar los cursos básicos que las escuelas les ofrecen y en muchos
casos prefieren hacer cursos vocacionales que les faciliten una
destreza práctica para el futuro que tomar cursos de arte. En el
vocabulario de estos niños encontramos frases como: “¡para qué me
sirve el arte!” o “¡yo no sé pintar!”. Estos cursos que ofrecemos son
los que ayudan a abrir más perspectivas artísticas en su formación”.
Así, para este grupo de universitarios, algunos de los cuales
comenzaron sus estudios en una disciplina distinta de la que ahora se
estarán graduando, el contacto con la creación artística en el periodo
adolescente es crucial tanto para la formación intelectual de los
escolares como para extenderles la oportunidad de conocer una latente
vocación y un fructífero camino para ganarse la vida. María T. Rivera,
reciente graduada en Artes Plásticas, lo explica así: “Los maestros
deberían promover el arte y aconsejar su estudio, porque estamos ya
cansados de los estudiantes que aspiran a ser doctores o ingenieros al
momento de entrar a la universidad. Necesitamos más artistas. Y aunque
muchos de estos muchachos no conocían muy bien de lo que se tratan las
artes, algunos me dieron a entender que tenían mucha curiosidad sobre
qué se trataba ser un estudiante de arte y creo que, durante este
taller, les dimos quizás ese empujón que ellos necesitaban para poder
animarse a continuar sus estudios, ya sea en esta o en otra materia.
Definitivamente, dejo en ellos la esperanza de que no sólo continúen
sus estudios en la universidad, sino de que también me los pueda
encontrar en el futuro siendo los artistas más importantes de Puerto
Rico”. Jamilette Lugo, estudiante de Artes Plásticas, cuya
participación fue igual de entusiasta, manifiesta la importancia de
este punto en un estadio más amplio: “Con los talleres se les enseña
también respecto y admiración por la creación artística y por el
patrimonio de su cultura. Exponiéndolos al proceso creativo, se
contribuye a fomentar el respeto por todo artista plástico de igual
manera por cualquier otro profesional. Si en todas las escuelas de
enseñanza preuniversitaria enseñaran esta materia, seguramente los
estudiantes y los niños de Puerto Rico tendrían una educación más
firme e integral”. Por su parte, la opinión de Zulmari Quintana,
también estudiante de Artes Plásticas, incide en otro aspecto
importante del proyecto: “Si los chicos recibieran educación artística
antes de llegar a la universidad podrían notar que viven diariamente
en una jungla llena de arte y sería mucho más fácil para los que
quisieran seguir ese camino, pues muchas veces no es hasta segundo año
en “ingeniería tal” que toman un curso de dibujo básico y descubren
que esos estudios no es realmente lo que les movía. Además, con cursos
en la plástica los chicos aprenden y el hecho de crear algo los motiva
o, como ellos mismos dirían, se “enfiebran”, y al ver que realmente
son capaces de crear algo, olvidan el ambiente desfavorecido donde
muchos viven, lo cual les brinda una dosis de autoestima y les motiva
a continuar trabajando en la universidad”.
En efecto, las dificultades en las que la mayoría de estos
jóvenes de residenciales públicos desarrollan sus estudios les merma
la aspiración de conocer en profundidad qué y cómo son la teoría del
arte y las artes plásticas, mucho más aún la consideración de que
ambas son opciones reales para su futuro profesional. Éste es,
precisamente, uno de los pilares que motivan estos talleres y a sus
ejecutantes. Sobre esta desconfianza de los escolares en sus propias
facultades para llevar a cabo estudios graduados, menos aún en el
Colegio, Saúl Cubero, estudiante de Artes Plásticas, realiza este
señalamiento: “La trascendencia de la universidad se ha reflejado en
su capacidad para sembrar en estos jóvenes una semilla de seguridad y
de confianza en que el futuro de cada uno de ellos está más seguro al
estudiar. Este tipo de trabajo impacta positivamente, a nivel
emocional, a cada uno de los chicos que participan, puesto que se
trabaja también con su autoestima y con sus habilidades artísticas
personales”. Hasta tal punto se llevó a cabo por ellos la
determinación de inspirarles el reto de los estudios universitarios
que el mismo núcleo teórico y práctico de los talleres, los comics y
sus personajes, se convirtió, espontáneamente, en una metáfora de
este mismo propósito. Marvin Rodríguez, quien junto a Daniel Irizarri
–un estudiante del programa de Artes Plásticas que se dedica
profesionalmente al comic- fue parte esencial en el desarrollo de los
talleres, lo explica con estas palabras: “Más allá de proveer una
introducción básica a la industria del cómic y al mundo de los
superhéroes, los participantes tuvieron la oportunidad de hacer su
propia tirilla con sus vivencias. Este ejercicio creó el espacio para
que ellos exploraran su creatividad y destacaran ideas importantes en
sus vidas”. María T. Rivera tuvo la misma experiencias con los
muchachos que crearon un comicbook en su grupo de trabajo: “Colaborar
con estos niños fue algo muy especial para mí. Fue la primera vez que
pude compartir los conocimientos que tengo de arte y notar lo
interesados que estaban en algo completamente nuevo para ellos. En el
primer taller tuve la oportunidad de compartir con una muchacha que
tenía muchas aspiraciones y una de ellas era poder entrar al Colegio.
Mientras se encontraba imaginando y dibujando conmigo un comic con su
propia historia, iba relatándome todos los sacrificios que tenía que
hacer. Me transmitía mucha fe y esperanza de poder ser alguien en el
futuro. Cada vez que le mostraba o le explicaba algo me reflejaban un
interés estupendo hasta el punto de sentirme, irónicamente, como la
heroína de su comic. Las preguntas iban y venían, me preguntaron sobre
el Colegio, sobre si me gustaba lo que estaba estudiando, que si era
difícil. Al momento de despedirme, ellos dejaron de almorzar, se
levantaron de sus asientos, me dieron un beso en la mejilla, me
regalaron el comic que hicieron y me dijeron “gracias, missy”. Por
poco lloro”.
Con el testimonio de esta joven graduada queda asimismo patente
cómo el proyecto de estos talleres crea también un lazo emocional
entre los estudiantes de ambos niveles educativos, especialmente al
comprobar el interés voraz por aprender, por mejorar y por aprovechar
las oportunidades que ahora se les abrían a un espacio casi
desconocido anteriormente. La experiencia de estar prendiendo una
llama intelectual y de motivar a la superación educativa se convirtió
para ellos en una recompensa de tal calibre que, como se indicaba al
principio, despertó (o avivó, según el caso) la vocación de ser
docente. Saúl Cubero lo declara así: “La satisfacción que uno obtiene
luego de que esos niñitos mostraran sus creaciones con orgullo, de
verlos sonreír, disfrutar y mirar con esperanza, es indescriptible. Me
gustaría que las oportunidades de poder repetir esta experiencia y
otras similares continuara en la comunidad. Este taller ha sembrado en
mí la satisfacción por servir y las ganas de seguir trabajando para
nuestros niños y jóvenes, protagonistas del futuro”. Asdrey Irizarry
expresa esta misma pasión: “Esta oportunidad de convertirnos en guías
educativos es lo que más me llena como persona; el poder saber que las
palabras que estoy expresando pueden cambiar la vida de alguno de esos
niños que están sentados frente a mí”. Con mayor o menor grado de
consciencia, estos jóvenes universitarios, que pronto serán
profesionales del mundo del arte, experimentaron también una
transformación en su propio futuro. Celeste Robles lo confirma con
estas palabras: “El trabajo comunitario con las escuelas mayagüezanas
de escasos recursos fue de gran impacto para los estudiantes que
asistieron a los talleres, como también para nosotros que los
ofrecimos. El deseo de transmitirle a los pequeños lo significativo
que son los estudios universitarios trascendió barreras, ya que de una
manera muy positiva se lograron marcar muchas vidas. Si el arte es un
reflejo de la sociedad, entonces sabemos que hemos sido parte de la
formación de ciudadanos con más conciencia, aprecio y amor por su
cultura. El servir como recurso para estos niños me hizo entender lo
vulnerables que son estas vidas y con el ímpetu que hay que trabajar
con ellos y para ellos, mostrándole un camino lleno de nuevos retos.
El futuro de una nación depende de su educación, es por esto que es
tan importante que hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para
ayudar a los que están en el camino, trabajando juntos”. Daniel
Irizarry, del mismo modo, incide en la urgencia de atender la
necesidad de explorar y de expresarse propias de los jóvenes en edad
escolar, a fin de que puedan obtener una educación integral, humana:
“Lo más que me gustó fueron sus preguntas honestas, basadas en una
curiosidad genuina por los comics. Sin una oferta de cursos de arte en
las escuelas públicas, no va a haber nadie que les pueda contestar
esas curiosidades. Sin maestros que les apoyen y les motiven, sus
sueños y sus aspiraciones van a quedar encajonados bajo la represión
de la sociedad. Ellos necesitan a alguien que les diga que está bien
expresarse a través de las artes. Por eso es que tiene que seguir este
proyecto, porque sin unos pocos valientes dispuestos a presentar el
mundo de las artes a los jóvenes, que son el futuro del país, no
tenemos esperanza de salir del presente que tenemos”.
Las declaraciones y los testimonios de este grupo de estudiantes
de la UPRM dejan poco más que añadir. Su firme creencia en la
necesidad de una educación de calidad accesible a todos los estratos
sociales y su apuesta por el valor que estos estudiantes escolares
representan para el futuro de su país les convierte, asimismo, en
agentes de nuevas acciones educativas, que deberán contar con un papel
determinante en la construcción de una sociedad de mayor riqueza
cultural. Sin ánimo de cerrar de forma solemne, ni mucho menos
sentenciosa, quizás las palabras, cuerdas y serenas, de un noble poeta
uruguayo sirvan con mayor acierto para dar fin a estas memorias: “Si
los responsables del mundo son todos venerablemente adultos, y el
mundo está como está, ¿no será que debemos prestar más atención a los
jóvenes?”.

Laura Bravo, Ph.D.


Profesora de Teoría del Arte
Departamento de Humanidades
Universidad de Puerto Rico – Recinto Universitario de Mayagüez.

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