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Kairós - teología
Thomas W. Ogletree
CONTROVERSIA SOBRÉ «LA MUERTE DE
DIOS»
En preparación
E. L. Mascall
CRISTIANISMO SECULARIZADO
ANTOLOGIA
DE TEOLOGOS
CONTEMPORANEOS
Selección e introducciones por
JOHN BOWDEN y JAMES RICHMOND
editorial L^airas
'K *
avda, generalísimo; 493
barcelona-15
Titulo de la edición original
A READER IN CONTEMPORARY THEOLOGY
Traducción: José Luis Lana
A g r a d e c im ie n t o s ............................................................................... ......... 7
P r ó lo g o . . ................................................... . . 9
I n t r o d u c c ió n h is t ó r ic a . . . . . . . . 17
A Burns & Oates, Lda., Londres, por los artículos “ Dios” , “ Je
sucristo” , “ La Naturaleza y la Gracia” , “ La Filosofía y la Teología” ,
extraídos del Concise Theological Dictionary, de Karl Rahner y
H. Vorgrimler, 1965. (Edición castellana “ Diccionario de Teología” ,
Editorial Herder, Barcelona. N. del T.)
Los directores del presente volumen han hecho cuanto han po
dido por rastrear los derechos de todo el material reimpreso aquí.
Si involuntariamente se han violado los derechos de algún autor,
se alegrarán de que les hagan sabedores de ello, de suerte que pueda
hacerse alguna reparación.
dos bandos. Y de todos los estilos, acaso el diálogo sea el más difícil
de comprender, ya que nos obliga a captar simultáneamente dos
puntos de vista diferentes que intentan entrar en contacto mutuo.
Si fracasamos en nuestra empresa de captar lo qüe un bando u otro
está intentando expresar, entonces fracasará nuestra comprensión
del diálogo en su conjunto. Ofrecemos esta breve introducción his
tórica en la esperanza de que ayudará al lector a entrar con sim
patía en algunos de éstos estimulantes diálogos que muchos están
comenzando a considerar como los más prometedores puntos en desa
rrollo del pensamiento teológico contemporáneo.
Karl Barth
II
III
IV
Rudolf Bultmann
bido del Espíritu Santo y nació de una virgen; y esto se hace todavía
más patente en las comunidades cristianas helénicas, donde es con
cebido como Hijo de Dios en un sentido metafísico: un gran ser
celeste, preexistente, que se hizo hombre para nuestra redención y
que cargó sobre sí el sufrimiento, incluso el sufrimiento de la cruz.
Es evidente que tales concepciones son mitológicas, pues estaban
ampliamente difundidas en las mitologías de judíos y gentiles, y fue
ron transferidas a la persona histórica de Jesús. Particularmente la
concepción del Hijo de Dios preexistente, que descendió al mundo
en forma humana para redimir al género humano, forma parte de
la doctrina gnóstica de la redención, y nadie titubea en llamar a
esta doctrina mitológica. Esto suscita de forma aguda la cuestión:
¿cuál es la importancia de la predicación de Jesús y de la predicación
del Nuevo Testamento én su conjunto para el hombre moderno?
Para el hombre moderno ha finiquitado la concepción mitológica
del mundo: las concepciones de la escatología, del redentor y de la
redención. ¿Es posible esperar que hagamos un sacrificio intelectual
— sacrificium intellectus— para aceptar lo que sinceramente no
podemos considerar verdadero, simplemente porque la Biblia sugiere
tales concepciones? ¿ 0 bien debemos pasar por alto esos dichos del
Nuevo Testamento que contienen estas concepciones mitológicas y
escoger sólo aquellos que no constituyen piedras de tropiezo para el
hombre moderno? De hecho, la predicación de Jesús no se limita a
sentencias escatológicas. Proclamó también la voluntad de Dios, que
es la demanda de Dios: la demanda de hacer el bien. Jesús demanda
fidelidad y pureza, presteza al sacrificio y al amor. Exige que el
hombre sea obediente a Dios y delata la falacia de que se pueda cum
plir el deber con Dios obedeciendo sólo a ciertos mandamientos ex
ternos. Si las demandas éticas de Jesús son piedras de tropiezo para
el hombre moderno, lo son para su voluntad egoísta, no para su
inteligencia.
¿Qué se desprende de todo esto? ¿Hemos de retener la predica
ción ética de Jesús y abandonar su predicación escatológica? ¿Hemos
de reducir su predicación del Reino de Dios al llamado “ evangelio
48 A N T O L O G ÍA DE TEÓLO G O S C O N T E M P O R Á N E O S
Paul Tillich
II
Hay otra causa más básica para este sublime embarazo sobre el
empleo del nombre divino: la duda sobre Dios mismo. Semejante
duda es universalmente humana, y Dios no sería Dios si pudiéramos
poseerle como cualquier objeto de nuestro mundo familiar, y veri
ficar su realidad como cualquier realidad bajo el horizonte de nues
tra investigación. Si no logra vencerse la duda, no existe fe. La fe
debe vencer algo; debe saltar por encima de los procesos ordinarios
que proporcionan evidencia, porque su objeto estriba por encima de
toda la esfera en que es posible la verificación científica. La fe
es el valor que vence la duda, pero no la elimina, sino que la asume
como un elemento de sí misma. Estoy convencido de que el elemento
de la duda, vencido en la fe, jamás está completamente ausente en
ninguna afirmación seria de Dios. No siempre aflora a la super
ficie; pero siempre ronda en la profundidad de nuestro ser. Podemos
conocer íntimamente a personas que tienen una fe primitiva, apa
rentemente inquebrantable; pero no es difícil descubrir la duda
subcutánea que en momento críticos aflora a la superficie. Los
dirigentes religiosos nos hablan tanto directa como indirectamente
de la lucha que libran en sus mentes entre la fe y la incredulidad.
De los fanáticos de la fe oímos, por debajo de su afirmación incon
dicional de Dios, el ahogado chirrido de su duda reprimida. La
duda está reprimida, pero no aniquilada.
Por otra parte, al escuchar las negaciones cínicas de Dios que
son una expresión de la evasión del significado de la vida, oímos
62 A N T O L O G ÍA DE T E Ó LO G O S C O N T E M P O R Á N E O S
esto podemos sentir que el abismo que se abre entre Dios y nosotros
hace imposible que hagamos uso de su nombre; no nos atrevemos a
hablarle, porque le sentimos de pie al otro lado del abismo. Esto
puede protegernos contra la violación del misterio divino.
III
5
MARTIN BUBER
Paul Tillich
Karl Rahner
DIOS
JESUCRISTO
NATURALEZA Y GRACIA
FILOSOFIA Y TEOLOGIA
cías básicas (es decir, pueden arrojar luz sobre el ser en general y
sobre la existencia de una forma reflexiva y sistemática) de tal modo
que el hombre no tenga por qué abandonar ni sacrificar el carácter
de ninguna de las dos disciplinas, en otras palabras, que no tenga
por qué arrostrar la elección de ser un filósofo o un teólogo? Si la
respuesta es afirmativa, ¿cómo puede el hombre resolver el dilema?
Para elucidar este problema debemos observar, en priniér término,
que la teología; católica establece una distinción esencial entre la
naturaleza y la gracia, y por lo tanto entre el conocimiento natural
de Dios y la revelación; de suerte que por su misma naturaleza la
teología no sólo tolera a la filosofía, sino que la necesita. Es decir,
que la teología católica no erige la estructura de la revelación y de
la fe sobre las ruinas del intelecto humano, por muy pecador que
sea. Además, la historia muestra que la teología siempre ha pensado
en términos filosóficos^ entre otros; y en oposición al modernismo y a
toda religión sentimental, la teología católica se aferra tenazmente
al hecho de que, desde el principio, la revelación y la gracia se diri
gen al hombre total, no sólo al intelecto humano: un hecho suma
mente relevante cuando consideramos la naturaleza de la religión.
El creyente cristiano como tal vive en la convicción de que el intelec
to, la naturaleza y la historia son la creación, la revelación y pro
piedad exclusiva del Dios que es la única verdad, la fuente de todo
ser y verdad, y que además ha producido la revelación histórica,
verbal, para perfeccionar y exaltar su creación. Así pues, para el
cristiano, el hecho de que una cosa radica “ fuera” de una esfera par
ticular de la realidad mundana (en este caso fuera de la revelación
histórica, la Iglesia y la teología) no por ello, ni mucho menos, se
encuentra fuera del ámbito de Dios. Por consiguiente el cristiano
no tiene por qué absolutizar su teología a expensas de la filosofía.
Hacerlo así equivaldría a confundir la teología con el Dios de la
teología. El cristiano sabe, por encima de todo, que en el mundo
hay un pluralismo que nadie puede unificar total y adecuadamente
(salvo Dios), ni siquiera la Iglesia y los teólogos, sin que esto im
plique, por supuesto, que pueda darse una doble verdad. Y a la in
KARL R A H N E R 83
Eduard Schillebeeckx
¿QUÉ ES LA SECULARIZACIÓN?
C. F. von Weizsacker
El concepto de la secularización
¿Qué es la Secularización?
Ahora debo volver las tornas una vez más. No es suficiente lla
mar al secularismo una herejía cristiana. Habitualmente concebimos
la herejía como una selección parcial de una totalidad reconocida
de la verdad. El teólogo que habla de “ herejía” generalmente está
convencido de que la Iglesia posee la totalidad de la verdad, la verdad
“ católica” . Probablemente esta concepción no consigue ni siquiera
describir con exactitud las herejías más famosas. Como norma, los
herejes recalcaban un aspecto del cristianismo que la Iglesia no
había tomado suficientemente en serio. 'Muchas de las decisiones
dogmáticas de la Iglesia fueron motivadas por las herejías, y creo que
las mejores decisiones dogmáticas de los tiempos antiguos tenían un
carácter genuinamente paradójico porque incorporaban una verdad
sacada a la luz por la herejía en un sistema de pensamiento que em
pleaba un lenguaje aparentemente contradictorio. Sea como fuere,
la secularización nos fuerza a intentar una nueva interpretación de la
fe cristiana. Esta nueva interpretación cristiana ha tenido lugar en
el transcurso de siglos, mas no está terminada en manera alguna.
Me he esforzado a lo largo de todas estas conferencias por ex
plicar esta nueva interpretación... Mas mi preocupación e interés
no era lo que en la moderna teología se ha dado en llamar “ desmiti-
zación” del cristianismo. Como personalmente he pasado la mayor
parte de mi vida en ambientes más dominados por las ciencias natu
rales que por la Iglesia, creo que hace tiempo se ha decidido ya
la batalla de la desmitización, tal vez en los tiempos de Galileo: sólo
nos resta ser sinceros en sus consecuencias. La ciencia ha nacido ya
y, juzgando humanamente, creo que su parto no fue abortivo: per
durará. En vista de todo esto, sólo nos queda la tarea de interpre
tar el cristianismo de una forma que sea creíble a un pensamiento
incubado en la ciencia. He arremetido con esta tarea con un esfuerzo
tan grande como el de otros muchos pensadores modernos tanto den
tro como fuera de la teología. Lo que realmente me preocupa es
otra cuestión...
El pensamiento moderno se expresa de la forma más coherente
en la ciencia. Mas no tenemos ninguna ocasión de tomar la ciencia
126 A N T O L O G ÍA DE T E Ó LO G O S C O N T E M P O R Á N E O S
* Esta colección de escritos fue editada en los Estados Unidos bajo el título
de Prisoner for God («Prisionero por la Causa de Dios») y en Inglaterra con el
título más modesto de Letters and Papers from Prison («Cartas y Documentos
de la Prisión»), Libros del Nopal, Barcelona, tiene en preparación una versión
castellana de la obra bajo el brillante y desafortunado título de Resistencia y
Sumisión, que no es más que una transcripción del título en la edifición fran
cesa Resistance et Soumission. (N. del T .)
128 A N T O L O G ÍA DE T E Ó LO G O S C O N T E M P O R Á N E O S
LA INTERPRETACION NO RELIGIOSA
DE LOS CONCEPTOS BÍBLICOS
Dietrich Bonhoeffer
Estadio Mítico
ligro: la magia
Estadio ontológico
Peligro:substancialismo
Estadio funcional
Peligro: operacionalismo GT
S = sujeto, el hombre
0 = objeto, la realidad
Í4 2 A N T O L O G ÍA DE TEÓLO G O S C O N T E M P O R Á N E O S
El período de la ontología
Un período de transición
R. B. Braithwaite
* En inglés hay dos vocablos que se traducen por «fe», faith (la confianza
■—fides est fiducia— depositada en una autoridad) y belief (el contenido doctri-
nal-intelectual de la fe, que podría traducirse por «creencia»). En este ensayo la
palabra inglesa es casi siempre belief, que traducimos indistintamente por «fe»
o «creencia». (N. del T .)
160 A N T O L O G ÍA DE T E Ó LO G O S C O N T E M P O R Á N E O S
II. Debe tomarse mucho más en serio la teoría que clasifica las
afirmaciones religiosas dentro de la categoría de hipótesis científi
cas. Sería muy poco plausible el emplear una metodología baconiana
dé la ciencia y considerar las hipótesis científicas como simples ge
neralizaciones de casos particulares, pues entonces no cabría com
prensión alguna de las proporsiciones teológicas generales, a no ser
que pudieran observarse directamente algunos casos particulares. Pero
la ciencia ha avanzado mucho más allá de su estadio de “ historia na
tural” ; en sus hipótesis explicativas hace uso de un elevado grado
de abstracción y también de un grado mucho más alejado de la expe
riencia particular. Estos conceptos teóricos reciben su significado del
lugar que ocupan en un sistema deductivo que consiste en diferentes
grados de generalización en que las hipótesis menos generales (dedu
cidas de las más generales) son generalizaciones de hechos observa
bles. De suerte que el decir que Dios no es directamente observable
no constituye una crítica válida de la concepción que trataría a Dios
como un concepto empírico que entra en una hipótesis explicativa.
Tampoco es observable un campo eléctrico de fuerza o una función
de ondas de Schrodinger. No existe ninguna objeción prima facie
al hecho de considerar la proposición de que existe un Dios que creó
y sustenta el mundo como una hipótesis científica explicativa.
Mas si queremos que una serie de proposiciones teológicas sean
11
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rado decir que casi todas las afirmaciones sobre Dios como inmanen
te, como un espíritu que mora en nosotros, pueden ser interpretadas
como aseveraciones que afirman hechos psicológicos en un lenguaje
metafórico. Ahora bien, aquellos que interpretan de esta forma las
afirmaciones religiosas, ¿estarán dispuestos a abandonarlas si se
demostrara que los hechos empíricos son diferentes? ¿O no las in
terpretarán, más bien, de suerte que encajen en los nuevos hechos?
En este caso, la posibilidad de interpretarlas de suerte que encajen en
la experiencia, no es base suficiente para, dar un significado empírico
a las afirmaciones. La mera consistencia con la experiencia (sin la
posibilidad de inconsistencia) no determina el significado. Y una des
cripción metafórica no constituye, en sí misma, una explicación. Esta
crítica es válida también contra todo intento de interpretar el teísmo
como una explicación del curso de la historia, a no ser que se admita
(cosa que muy pocos teístas estarán dispuestos a admitir) que, si el
curso de la historia hubiera sido diferente de alguna forma especí
fica, Dios no habría existido.
Los filósofos de la religión que desean hacer que los hechos em
píricos sean relevantes al significado de las afirmaciones religiosas,
pero al mismo tiempo quieren aferrarse a dichas afirmarciones sean
cuales fueren los hechos empíricos, están jugando, a mi parecer,
con dos barajas: quieren sostener que las afirmaciones religiosas
tienen que ver con el mundo actual (es decir, son afirmaciones em
píricas) y también que no son refutables en ningún mundo posible:
cosa característica de las afirmaciones lógicamente necesarias.
cristianas; mas no tiene por qué creer que las proposiciones empíricas
que presentan estas doctrinas corresponden a los hechos empíricos.
Ahora bien, si no hay necesidad de creer las historias religiosas
¿qué función cumplen en el complejo estado de la mente y del cono
cimiento conocidos como creencia religiosa? ¿De qué modo está re
lacionada esa historia con el propósito de seguir una determinada
forma de vida? Mi respuesta es que la relación es psicológica y
causal. Es un hoche psicológico empírico que muchos encuentran
más fácil tomar una resolución (y llevarla a cabo) de seguir un curso
de acción contrario a sus inclinaciones naturales cuando este curso
está asociado en sus mentes con ciertas historias. Y en muchas
personas el eslabón psicológico no queda apreciablemente debilitado
por el hecho de que no se crea la historia asociada con el curso de
comportamiento. Después de la Biblia y el Libro de Oración Común,
la obra que mayor influjo ha ejercido en la vida religiosa cristiana
de Gran Bretaña ha sido un libro cuyas historias pueden reconocerse
como francamente ficticias: El Peregrino *, de Bunyan; y algunas de
las obras más influyentes para establecer el tono moral de mi genera
ción han sido las novelas de Dostoievsky. Es completamente falso,
contrario a los hechos psicológicos, el pensar que las únicas conside
raciones intelectuales que afectan a la acción sean las creencias: son
todos los pensamientos del hombre los que determinan su comporta
miento; y éstos incluyen sus fantasías, sus imaginaciones, sus ideas
de Ib que les gustaría ser y hacer, como también las proposiciones
que ellos creen ser verdaderas..,
Hay una historia común a todas las religiones teístas morales,
que ha demostrado tener un gran valor psicológico para capacitar a
los hombres religiosos a perseverar en llevar a cabo su propósito de
comportamiento religioso: la historia de que obrando así cumplen
la voluntad de Dios. Y aquí puede parecer como si hubiera una
conexión intrínseca entre la historia y el curso de comportamiento
propuesto. Pero incluso cuando se cree la historia literalmente, cuando
* Título inglés. The Pilgrim’s Progress (Edición castellana, El Peregrino
Editorial Aurora, Buenos Aires, 1955. (N. del T .)
174 A N T O L O G ÍA DE T E Ó LO G O S C O N T E M P O R Á N E O S
mente provechoso para otro hombre que está intentando seguir una
forma de vida similar; y casi todo sistema de ética aprobará la trans
misión de la información que pueda ser útil. La autobiografía de un
hombre puede ejercer un influjo poderoso en la vida de otro, si es
que los deseos básicos de ambos son similares.
Pero supongamos que son similares y que los dos hombres se
proponen conducir sus vidas sobre principios fundamentales com
pletamente distintos. ¿Puede haber una discusión razonable entre
ellos? Este es el problema que ha confrontado recientemente a los
muchos filósofos morales que se han visto forzados, por un examen
de la naturaleza del pensamiento, a sostener teorías no-proposicio-
nales sobre la ética. Todo cuanto puedo decir aquí es que el hecho
de que la adopción de una serie de principios morales es cuestión de
decisión personal* de*vivir de acuerdo con estos principios no implica
que no sean relevantes para la decisión las creencias sobre las con
secuencias prácticas de seguir tales principios. Es verdad que una
intención no puede basarse lógicamente en nada que no sea otra
intención. Mas al considerar qué conducta se intenta practicar es
sumamente relevante la cuestión de si las consecuencias de practicar
dicha conducta son o no las que uno pretende alcanzar. Como muy
bien ha dicho R. M. Haré, una decisión última de aceptar una
forma de vida, “ lejos de ser arbitraria, sería la más sólidamente fun
dada de todas las decisiones, porque estaría basada en una considera
ción de todo aquello sobre lo que podría fundamentarse” y en esta
consideración queda sitio para todo género de argumento racional.
Sea cual fuere el caso con otras religiones, el cristianismo siem
pre ha sido una religión personal que demanda una entrega a una
forma de vida personal. En las palabras de otro filósofo de Oxford,
“ cada hombre individual debe responder por sí mismo las preguntas
’¿Qué debo hacer?’ y ’¿Qué principios morales debo adoptar?’”
Nowell-Smith considera esto como una parte integrante del significa
do de la moral: sea verdad o no, estoy seguro de que pertenece a la
misma esencia de la religión cristiana.
R . B. B R A I T H W A I T E 177
DOS PARABOLAS
EL E X TRAN JERO
Basil M itchell
E L C A M IN O
John H ick
H . D . Lew is
H . D . Lewis
D avid Jenkins
cómo hablamos de las cosas, sino de cómo son realmente. Así la alte-
ridad radical de Dios (en un sentido lógico, ontológico y existencial)
es un axioma teísta.
En segundo lugar, sin embargo, el teísmo en la tradición bíblica
y cristiana sostiene que esto no impide en absoluto el conocimiento
de Dios, porque Dios se relacionó con el mundo y con el hombre.
Los símbolos que aluden a esta relación son principalmente “ la
Creación” y “ la Revelación” . El símbolo de la Creación afirma el
hecho — como hecho real— de que la existencia de las realidades
distintas de Dios en último término depende de Dios. Por consiguien
te es concebible en la naturaleza de las cosas que estas otras realida
des — en su mismo ser—•pueden reflejar la realidad de Dios o ser
empleadas como medios de comunicación sobre Dios (o incluso como
medios de comunicar a Dios). El símbolo de la Revelación afirma
el hecho de que Dios se relaciona de tal manera con el mundo, que
evoca el conocimiento de sí mismo en, y en conexión con, personas
y acontecimientos particulares.
Ahora bien, esta fe en Dios como realidad, que es totalmente otro
y al mismo tiempo está relacionado como Creador y Revelador, pa
rece haberse puesto completamente a la defensiva ante una con
frontación plena y abierta con el Hombre post-copernicano. Y tras
este parapeto el teísmo es infiel a sus propias premisas y experiencia.
Esto nos lleva a la segunda serie de consideraciones relativas al fu
turo de la Doctrina de Dios: las que hacen relación a la forma en
que se ha practicado en gran medida el teísmo cristiano y se ha
enseñado la doctrina de Dios a medida que los hombres han ido en
trando en la era post-copernicana. Hemos sufrido un difundido
fracaso al no enseñar o reconocer lo bastante radicalmente el hecho
de que el teísmo no existe por derecho propio. Se ha supuesto in
conscientemente que, dando por sentada la autoridad de la Biblia
o de la Iglesia, el lenguaje sobre Dios seguiría teniendo sentido y
relevancia por derecho propio. Mas los símbolos religiosos que noso
tros damos por sentados y dejamos que tengan vigor por derecho
propio y por su propio peso se convierten en ídolos. El mismo nom
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E L S E R V IC IO D E L A T E O L O G ÍA
John M acquarrie
mentó del juego e instruir al visitante sobre las normas. Estas nor
mas nos dicen cómo hay que llevar el juego. Una vez hemos llegado
hasta el final, el visitante podría decir: “ Muy bien, empiezo a com
prender lo que está haciendo esa gente, y veo que tiene cierto método
en su locura; pero sin embargo, creo que es un juego extraordinaria
mente estúpido” . Ahora bien, si nosotros fuéramos jugadores de cri
cket, podríamos sentir que este hombre no estaba cualificado para
emitir un juicio tan devastador, y entonces procederíamos a otro tipo
de explicación. Podríamos ponerle un bate en la mano, llevarlo a la
cancha y echarle unas cuantas pelotas: en otras palabras, podríamos
inducirle a participar en el juego. Sólo entonces, mantendría el cri-
cketista, nuestro visitante podría comenzar a comprender propiamen
te lo que es el juego: los reflejos y la vigilancia que demanda, las
habilidades que desarrolla, etcétera. Posiblemente el visitante podría
interesarse y comenzar a compartir algo del entusiasmo de los ju
gadores. Pero si todavía sigue creyendo que es un juego estúpido,
es difícil ver qué otra cosa se puede hacer y parece que tendríamos
que abandonar el intento de explicarle el por qué del juego.
Para el observador de fuera, la vida, la obra y el culto de la
Iglesia cristiana pueden parecer tan ridículos e ininteligibles como
el juego de cricket en nuestra analogía. También aquí es posible dar
una explicación al que viene de fuera. Podemos instruir a nuestro
observador en la historia de la religión y en el desarrollo del cristia
nismo como un fenómeno histórico. Podemos instruirle en la psico
logía de la religión y mostrarle las formas en que se originan las
actitudes religiosas. De hecho estos temas tienen su lugar en todo
estudio de la religión. Pero cuando se ha dicho cuanto puede de de
cirse sobre estas materias, todavía sólo hemos rascado la superficie
del problema de la explicación. Todavía no hemos llegado a la teo
logía, en un sentido propio.
La explicación teológica pertenece al segundo de los tipos de
explicación que hemos mencionado en nuestra analogía: es una ex
plicación que necesariamente implica participación. Es una explica
ción desde dentro, no desde fuera. Y es en este punto donde el
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