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NIETZSCHE – DELEUZE

«¡Oh cielo que me cubres, cielo alto y puro! Ésta es para mí ahora tu pureza, que no existe eterna
araña y tela de araña de la razón: que seas un suelo en el que danzan los azares divinos, que seas una
mesa divina para los dados y los jugadores divinos...»

No se trata de varios lanzamientos de dados que, en razón de su número, llegarían a reproducir la


misma combinación. Al contrario: se trata de un solo lanzamiento de dados, que en razón del número
de la combinación producida, llega a reproducirse como tal. No es un gran número de lanzamientos
lo que produce la repetición de una combinación, es el número de la combinación que produce la
repetición del lanzamiento de dados. Los dados lanzados una vez son la afirmación del azar, la
combinación que forman al caer es la afirmación de la necesidad. La necesidad se afirma en el azar,
en el sentido exacto en que el ser se afirma en el devenir y lo uno en lo múltiple. Inútilmente se dirá
que, lanzados al azar, los dados no producen necesariamente la combinación victoriosa, el doble seis
que trae consigo una nueva tirada. Es cierto, pero sólo en la medida en que el jugador no ha sabido
primero afirmar el azar. Porque, así como lo uno no suprime ni niega lo múltiple, la necesidad no
suprime ni abóle el azar. Nietzsche identifica el azar con lo múltiple, con los fragmentos, con los
miembros, con el caos: caos de los dados que chocan y se lanzan. Nietzsche hace del azar una
afirmación. El mismo cielo es llamado «cielo azar», «cielo inocencia»

«Por azar, aquí se halla la más antigua nobleza del mundo, yo la he incorporado a todas las cosas, las
he liberado del servilismo de la finalidad... He encontrado en todas las cosas esta certeza
bienaventurada, a saber, que prefieren danzar sobre los pies del azar»; «Mi palabra es: dejad que el
azar venga a mí, es inocente como un niño»

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