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Skliar propone desconstruir algunos de los argumentos que habitan en la educación, que
la recorren, que la pronuncian, que son pronunciados y que están pronunciados en la
palabra educación. ¿Qué argumentos? ¿Cuál es su análisis? ¿Qué pone en cuestión?
Carlos Skliar propone que todo cambio propuesto hasta ahora en la educación no es sino
aparente, ya que se mantiene enraizado en las mismas bases y no propone un verdadero cambio
de argumento. En definitiva, Skliar plantea que es necesario un total cambio de paradigma para
lograr una diferencia genuina.
Según el autor, hay ciertos argumentos que conforman una herencia educativa que se pasa a
través de las generaciones y que está consolidado en nuestra mentalidad. Estos son:
Argumento de completud: sostiene que la escuela está para completar aquello que se
encuentra incompleto en sí mismo. Bajo esta mirada, es un sujeto “incompleto” el niño, el
adolescente, el dis-capacitado, y la escuela debe completarlo para llegar a ser adulto,
capacitado, etc.
El cambio de argumento que se propone es empezar a vernos todos como incompletos.
Ver la incompletud como rasgo que nos hace humanos, no como una carencia de algunos.
Argumento de futuro: la mirada está puesta en el mañana. El niño/joven está en una etapa
de paso, formándose para lo que será después. La escuela es ese lugar de preparación
para lo que se viene. La típica pregunta del profesor: “si querés ser alguien el dia de
mañana, vas a tener que aprender esto”.
Aquí, el cambio propuesto es repensar nuestra mirada del tiempo. El presente es el único
tiempo que poseemos, y el futuro no existe.
Argumento de una lógica de explicación y de comprensión: La explicación, y el explicador,
surgen solamente porque se inventa a un incapaz, un ignorante, que necesita esa
explicación. La invención de la incapacidad del otro, posibilita y justifica la explicación del
maestro. Cuanto más amplia es la magnitud de la explicación, (no solo en el sentido
cuantitativa sino también en sentido cualitativo), más pequeño se vuelve el alumno, por lo
que, según esta mirada, “…la explicación es un constante y perverso proceso de
empequeñecimiento del otro…”
Skliar plantea que los novedosos argumentos “inclusivos”, de la diferencia, del respeto, de la
tolerancia y demás, siguen arraigados a la misma raíz, que es la idea de que están los
“normales”, y los “diferentes”. De esta manera, las propuestas que aparentan ser modulantes, en
realidad refuerzan lo establecido.
El autor habla de que existen dos miradas: aquellas que siguen pensando que lo problemático es
el “diferente”, y aquellas que ponen en tela de juicio “lo normal”. Las primeras normalizan todo, y
PROF: DÉBORAH THAIS CASANOVA
IUPA- PEDAGOGÍA- 2º CUATRIMESTRE
se obsesionan en destacar las diferencias del otro y a marcar quién es el otro. Las segundas, en
cambio, buscan desmitificar “lo normal”, derrumbar todo parámetro instalado de qué es lo
correcto, y se acercan a otras líneas de estudio que celebran las diferencias.
Otra cosa que el pedagogo busca des-construir es el uso del término diversidad, ya que por más
inclusiva que parezca- con sus correlaciones con los conceptos de respeto, tolerancia, etc- sólo
refuerza la idea de que está lo “normal”, y por otro lado lo diverso, que hay que aceptar.
En definitiva, la raíz que encuentra Skliar al problema, es la idea de una norma, de lo normal, ya
que esto siempre supone la contracara de lo anormal. Su propuesta es poder entender que lo que
nos compone a todos, es la diferencia, y al ser todos diferentes, no se puede emitir juicio de valor
de una diferencia sobre la otra. Siendo todos diferentes, y celebrando esas diferencias,
llegaremos a la verdadera inclusión.
Debemos reconocer la individualidad y subjetividad de cada persona, y resolver darle todo lo que
merezca por ser tal.
Una pedagogía crítica en la discapacidad, que busque el diálogo y la reflexión- creyendo que no
hay límite más que el que nosotros mismos ponemos, y dejando de enajenar y estigmatizar por
las limitaciones del otro- buscaría desarrollar en el alumno la capacidad de pensar por sí mismo;
de aceptarse y ser quien y como es; de desear por sí mismo; de decidir y decir que NO a lo que lo
anula, o lo aliena, o lo que lo pone por debajo de los demás. Una educación que no escriba con
tinta permanente el destino del alumno, sino que le abra las puertas del mundo, como cualquier
otra educación lo intentaría hacer.
La imagen ilustra perfectamente el sistema educativo que ha dominado a través de los siglos. Un
sistema que ha ignorado la diversidad de subjetividades, de capacidades, talentos, virtudes, en
función de igualar y homogeneizar a la población. La generalización de qué conocimientos son
esenciales, necesarios, correctos, fundamentales, ha inmovilizado la diversidad y ha hecho que el
que no encaja con lo establecido sea excluido.
Claro que un sistema educativo que tenga en cuenta cada identidad y toda diversidad sería
mucho más complejo y costoso que, digamos, un profesor con sesenta alumnos. Sin embargo, la
propuesta de los autores leídos es que podamos tener una visión renovada respecto a las
diferencias, ya no como deficiencias o desvirtudes, sino como aquello que nos hace humanos. Si
se pudiera aceptar y reconocer cada identidad diferente, se podría con mucho más efectividad y
justicia facilitar el camino de cada sujeto que pase por la silla del alumnado, para conocerse y
conocer el mundo que tiene por delante.