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IUPA- PEDAGOGÍA- 2º CUATRIMESTRE

Trabajo Práctico – Pedagogía de la Diferencia

Estudiantes: José Manuel Valentini; Michael Winter


Docente: Deborah Casanova
Entrega: 22.11.18

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Skliar propone desconstruir algunos de los argumentos que habitan en la educación, que
la recorren, que la pronuncian, que son pronunciados y que están pronunciados en la
palabra educación. ¿Qué argumentos? ¿Cuál es su análisis? ¿Qué pone en cuestión?

Carlos Skliar propone que todo cambio propuesto hasta ahora en la educación no es sino
aparente, ya que se mantiene enraizado en las mismas bases y no propone un verdadero cambio
de argumento. En definitiva, Skliar plantea que es necesario un total cambio de paradigma para
lograr una diferencia genuina.
Según el autor, hay ciertos argumentos que conforman una herencia educativa que se pasa a
través de las generaciones y que está consolidado en nuestra mentalidad. Estos son:
 Argumento de completud: sostiene que la escuela está para completar aquello que se
encuentra incompleto en sí mismo. Bajo esta mirada, es un sujeto “incompleto” el niño, el
adolescente, el dis-capacitado, y la escuela debe completarlo para llegar a ser adulto,
capacitado, etc.
El cambio de argumento que se propone es empezar a vernos todos como incompletos.
Ver la incompletud como rasgo que nos hace humanos, no como una carencia de algunos.
 Argumento de futuro: la mirada está puesta en el mañana. El niño/joven está en una etapa
de paso, formándose para lo que será después. La escuela es ese lugar de preparación
para lo que se viene. La típica pregunta del profesor: “si querés ser alguien el dia de
mañana, vas a tener que aprender esto”.
Aquí, el cambio propuesto es repensar nuestra mirada del tiempo. El presente es el único
tiempo que poseemos, y el futuro no existe.
 Argumento de una lógica de explicación y de comprensión: La explicación, y el explicador,
surgen solamente porque se inventa a un incapaz, un ignorante, que necesita esa
explicación. La invención de la incapacidad del otro, posibilita y justifica la explicación del
maestro. Cuanto más amplia es la magnitud de la explicación, (no solo en el sentido
cuantitativa sino también en sentido cualitativo), más pequeño se vuelve el alumno, por lo
que, según esta mirada, “…la explicación es un constante y perverso proceso de
empequeñecimiento del otro…”

Skliar plantea que los novedosos argumentos “inclusivos”, de la diferencia, del respeto, de la
tolerancia y demás, siguen arraigados a la misma raíz, que es la idea de que están los
“normales”, y los “diferentes”. De esta manera, las propuestas que aparentan ser modulantes, en
realidad refuerzan lo establecido.
El autor habla de que existen dos miradas: aquellas que siguen pensando que lo problemático es
el “diferente”, y aquellas que ponen en tela de juicio “lo normal”. Las primeras normalizan todo, y
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se obsesionan en destacar las diferencias del otro y a marcar quién es el otro. Las segundas, en
cambio, buscan desmitificar “lo normal”, derrumbar todo parámetro instalado de qué es lo
correcto, y se acercan a otras líneas de estudio que celebran las diferencias.
Otra cosa que el pedagogo busca des-construir es el uso del término diversidad, ya que por más
inclusiva que parezca- con sus correlaciones con los conceptos de respeto, tolerancia, etc- sólo
refuerza la idea de que está lo “normal”, y por otro lado lo diverso, que hay que aceptar.
En definitiva, la raíz que encuentra Skliar al problema, es la idea de una norma, de lo normal, ya
que esto siempre supone la contracara de lo anormal. Su propuesta es poder entender que lo que
nos compone a todos, es la diferencia, y al ser todos diferentes, no se puede emitir juicio de valor
de una diferencia sobre la otra. Siendo todos diferentes, y celebrando esas diferencias,
llegaremos a la verdadera inclusión.

Recuperando los aportes de Del Torto, argumentar sobre la potencialidad de vincular el


enfoque de la pedagogía crítica y emancipatoria (liberación) con la educación especial.

La pedagogía de la liberación es una corriente que propone la resistencia y lucha contra la


hegemonía, la opresión, la dominación, por medio de la activación de un pensamiento crítico. La
propuesta del fundador, Paulo Freire, es de partir, en la enseñanza, de la realidad de cada sujeto
conocedor; comenzar desde las circunstancias de cada individuo – teniendo en cuenta su
contexto social, cultural, económico, formativo, etc.
Un punto clave de esta pedagogía es el diálogo, como concepto que encierra la idea de una ida y
vuelta entre el educador y el educando, una relación recíproca, donde el que enseña también
aprende – relación sin la cual la enseñanza no se sostiene.
Relacionar la pedagogía de la liberación con la educación especial es lo que propone Daniel del
Torto, al indicar que el lugar que ha ocupado ésta última ha sido por fuera de los procesos de
escolarización. La educación especial ha sido representada como compensación para aquellos
que no encajaban en los parámetros de la escuela común, como un lugar para “contener” a aquel
que está destinado a no ser nadie, por ser diferente.
La pedagogía liberadora en esta área propone una educación especial crítica, como un ámbito
más de la educación, con todas las condiciones de un área educativa, que esté especializado en
la discapacidad – no para consolar, entretener, abrazar al diferente – sino para colaborar con el
desarrollo de su autonomía, como se hace en la escolarización de todos. Así, una educación
especial crítica, debiera ser una que sepa comprender al otro, que conozca el dolor que sienten
aquellos que saben que están y estarán limitados de alguna manera, y que sepa también respetar
los tiempos de aprendizaje de cada uno.
Una observación nuestra (como estudiantes de la cátedra), es que una propuesta así requiere
trabajo y energía. Cambiar todo un sistema, por una (tal vez) minoría que necesita un
acompañamiento especial, es una tarea enorme, y creemos que por eso se ha optado por una
educación especial liviana y descomprometida, que se ha limitado a “contener” a los alumnos
“con problemas”.
Sin embargo, el planteo de ambos autores leídos es que los considerados “especiales”, son
iguales a los “normales”, solo en el sentido en que somos todos y cada uno, diferentes. Si es así,
no podemos más medir con los parámetros establecidos para decir quiénes son normales/sanos
para merecer una educación completa, y quienes anormales/enfermos para no necesitarla.

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Debemos reconocer la individualidad y subjetividad de cada persona, y resolver darle todo lo que
merezca por ser tal.
Una pedagogía crítica en la discapacidad, que busque el diálogo y la reflexión- creyendo que no
hay límite más que el que nosotros mismos ponemos, y dejando de enajenar y estigmatizar por
las limitaciones del otro- buscaría desarrollar en el alumno la capacidad de pensar por sí mismo;
de aceptarse y ser quien y como es; de desear por sí mismo; de decidir y decir que NO a lo que lo
anula, o lo aliena, o lo que lo pone por debajo de los demás. Una educación que no escriba con
tinta permanente el destino del alumno, sino que le abra las puertas del mundo, como cualquier
otra educación lo intentaría hacer.

Los dos autores sugeridos abordan críticamente la tensión inclusión-exclusión y


diferencia. ¿Cuáles son los argumentos que esgrimen? ¿ se conjugan análisis similares?

En el texto de Skliar se deja ver la cuestión exlusión-inclusión como un antiguo y conocido


argumento, que en realidad viene a ser dos caras de la misma moneda. Un mismo sistema que
genera exclusión no puede de repente proponer una inclusión/integración genuina. En todo caso,
propondrá una inclusión que será más de lo mismo, en la medida de que se está “incluyendo” al
que es diferente, por lo cual se está nuevamente remarcando al “diferente” a incluir, y el normal
que debe incluirlo.
Skliar pone en duda la idea de integración como simplemente abrir las puertas de la escuela
“común”, dejándola tan como es, a todo tipo de alumnado, sin discriminación alguna. Esto viene a
ser, según él, como “dejar la escuela tal como era y como está y de agregarle algunas pinceladas
de deficiencia…”. Es decir, incluir a un alumno “con problemas”, y presentarlo ante los
compañeros como el “compañerito especial”, sólo sigue remarcando las diferencias entre el
normal y el especial.
Según Del Torto, el responsable de “discapacitar” al sujeto suele ser el ambiente, al no creer en
las posibilidades del otro ni dejarle pensar por sí mismo. Queda alienado de sus propios deseos y
posibilidades. En este sentido, discapacidad no es aquello que porta el sujeto, sino producto de la
interacción del sujeto con el ambiente, y es una cadena que la sociedad y la cultura le adosan a
su cuerpo. Podemos deducir entonces que la exclusión se produce cuando el contexto del sujeto
lo des-capacita, lo condiciona y lo destina a seguir siendo dependiente de esa “educación
especial.”
Una inclusión verdadera, para este autor, es cambiar la mentalidad para comenzar a pensar la
discapacidad – no como condición de una persona – sino como situación que puede atravesar
cualquiera; es tener una visión transformada respecto a las posibilidades de una persona
discapacitada: creer que puede, que llegará a la autonomía; es aportar también la necesidad real
que tenga el sujeto – sea de una persona ayudante, de tecnologías especiales, etc; una
preocupación por la calidad de vida de la persona, realzando siempre en primer lugar la calidad
de humano y persona, antes que de discapacitado.

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Analizar y argumentar considerando reflexiones de Carlos Skliar, conceptos para seguir


otreando: identidad, diferencia y diversidad (entre otros)

La imagen ilustra perfectamente el sistema educativo que ha dominado a través de los siglos. Un
sistema que ha ignorado la diversidad de subjetividades, de capacidades, talentos, virtudes, en
función de igualar y homogeneizar a la población. La generalización de qué conocimientos son
esenciales, necesarios, correctos, fundamentales, ha inmovilizado la diversidad y ha hecho que el
que no encaja con lo establecido sea excluido.
Claro que un sistema educativo que tenga en cuenta cada identidad y toda diversidad sería
mucho más complejo y costoso que, digamos, un profesor con sesenta alumnos. Sin embargo, la
propuesta de los autores leídos es que podamos tener una visión renovada respecto a las
diferencias, ya no como deficiencias o desvirtudes, sino como aquello que nos hace humanos. Si
se pudiera aceptar y reconocer cada identidad diferente, se podría con mucho más efectividad y
justicia facilitar el camino de cada sujeto que pase por la silla del alumnado, para conocerse y
conocer el mundo que tiene por delante.

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