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Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan Los buenos tratos a la infancia Parentalidad, apego y resiliencia Rad oedisa contar con cuidadores competentes capaces de satisfacer sus necesida- des y respetar sus derechos. Desde esta perspectiva, en las péginas de este libro planteamos la legitimidad de distinguir la parentalidad 0 «marentalidad» biol6gica de la social, pies el sufrimiento infantil esta siempre asociado a una deficiencia de esta tiltima. La parentalidad social se corresponde con las capacidades que po- see una madre o un padre para atender las necesidades de sus hijos. Se trata de que sean capaces no sélo de nutrirles 0 cuidarles, sino ademas de brindarles la proteccién y la educacion necesarias para que se desa~ srollen como personas sanas, buenas y solidarias. Cuando las madres y los padres tienen esas capacidades, ejercen lo que hemos llamado «una parentalidad sana, competente y bientratanten. Cuando éstas no estén presentes, y las madres y los padres son incapaces de satisfacer las ne- cesidacies de sus hijos y les provocan suftimiento y dafio, hablamos de «ma parentalidad incompetente y maltratanten. Por ello, en nuestro libro, defendemos la idea de que la evaluacién de las competencias parentales es uno de los pilares para proponer cualquier medida tendente a proteger a los nifios y nifias de padres 0 madres biol6gicos que les maltratan: también cuando se trata de deri dir un régimen de visita en una situacién de divorcio 0 evaluar a pa- dres y madres que se ofrecen para un acogimiento familiar o pera adoptar a un nifio onifa. Este libro es una contribuci6n, una propuesta constructiva pera abordar uno de los fenémenos més dolorosos del mundo adulto que conformamos: los malos tratos a nuestros nifios y nifias. Como una for- ma de insistir en la necesidad de seguir buscando alternativas a este fenémeno, en el sexto capitulo presentamos una descripci6n de la eco- Jogfa humana desde la que emergen estos malos tratos y sus conse- cuencias en los nifios y las niffas. En él destacamos especialmente el ca- récter altamente traumético de aquéllos, sobre todo como responsables de los trastornos del apego. Hemos querido terminar con la presen:a- cidn de nuestro modelo de intervencién destinado a tratar el sufti- miento y los dafios que son resultado de los malos tratos, un modelo cuyos ejes fundamentales son ofrecer buenos tratos a los nifios y nifias, asi como promover su resiliencia. Jorge Barudy Maryorie Dantagnan 2 | v of = = 1 El poder de los buenos tratos: bases biolégicas, psicolégicas y sociales Jorge Barudy Uno de los grandes logros de los investigadores de lo humano ha sido demostrar la importancia de las relaciones afectivas y de los cuidados mutuos en la conservacién de la salud psiquica. La constitucién biolé- gica y las experiencias relacionales son fundamentals para las perso- nas, pues se influyen, se complementan y se perturban mutuamente. Gracias a nuestra biologia podemos relacionarnos con los demés. In- cluso en nuestra vida intrauterina, cuando somos un prototipo de mu- jer o de hombre, las relaciones sociales y la afectividad también forjan nuestra biologia en el modo en que los genes se manifestarén. A este respecto, la investigadora Shelley E. Taylor (2002) hace una excelente revision de diferentes investigaciones que han demostrado cémo os buenos cuidados maternales previenen los efectos mérbidos tenciales de un gen. De ésta manera, si la crianza de un nifio o de una nifia se basa en los cuidados y en los buenos tratos, es posible que una enfermedad hereditaria no llegue a hacerse efectiva. Por lo tanto, un contexto de cuidados y de buenos tratos puede explicar por qué en al- gunos nifios, con la misma predisposiciSn genética a contraer una de- terminada enfermedad, la afecciGn se manifiesta ono. En otro Ambito, numerosos autores han encontrado pruebas feha- cientes de que las dinémicas biolégicas, psicologicas y sociales se artic culanen lo humano como piezas de un gran y complejo rompecabezas. ‘Gra armarlo y comprenderlo han sido eséncialés las contribuciones dé 23 varios investigadoras de ciencias diversas (Varela, F,, 1996; Cyrulaik, B,, 1989). Shelley E, Taylor (2002), por ejemplo, sefiala que el descubr miento del genoma humano ha ayudado a trazar un mapa preciso de nuestro organismo. Afirma Taylor en referencia al genoma: «Podemos considerarlo como el plano de una maquina compleja y sofisticada. Se trata de una proyeccién de cémo seré una persona. El mapa genético de Jos humanos 0 de los seres vivos puede ser muy similar, pero cuando la organicidad humana se relaciona con su entorno es cuando los genes se manifiestan de una manera o de otra». Desde 1a vida intrauterina hasta la vejez, el entorno afectivo y so- cial moldea y conforma la expresidn de la herencia genética de manera imperceptible. La investigacién clinica nos ha brindado material sufi- ciente para convencernos de que un entomo de cuidados y de buetos tratos durante nuestra vida facilita la construccién de la herencia ge nética, Uno de los componentes més importantes de las relaciones afectivas D que forjan a una persona sana es el hecho de haber sido atendido, cui- 3}{ dado, protegido y educado en periodos tan cruciales de la vida coro la | infancia y la adolescencia, lo cual determina la capacidad de cuidarse a &{ mismo y de participar en dindmicas sociales para atender las necesi- dades de los demés. Estos procesos, que denominamos «buenos tra- tos», han sido fundamentales para sobrevivir como especie, pues han hecho que surgieran, desde tiempos remotos, dindmicas de colabora- ciGn entre seres humanos y capacidades adaptativas frente a los desatios del entomo. Por otra parte, esto ha sido vil \segurar los cuida- dos de las crias humanas, que nacen inacabadas y para sobrevivir de- penden de los cuidados de los adultos... Nadie puede negar que lasfelaciones afectivas constantes como las que se dan entre progenitores € hiljos eff Familias suficientemente ‘sanas- son vitales para el desarrollo de los nifios, tanto como los ali- mentos y las calorias. En los adultos, por ejemplo, los buenos tratos y la atencién de las necesidades mutuas nos protege de los efectos p:0- vocados por elestrés y las dificultades de la vida cotidiana. Asi, segin muchas investigaciones, un clima conyugal de solidaridad y respeto prolonga las expectativas de vida y promueve la buena salud (Tousig- nant, M., 1995). 4 tT @ f LOS BUENOS TRATOS COMO RESULTADO DEL ALTRUISMO SOCIAL ‘Aunque en nuestra préctica profesional oftecemos atencién terapéutica ‘a personas victimas de la violencia, pensamos, al igual que muchos in- vestigadores, que lo que caracteriza a nuestra c wumana es el jaltruismo y el amor, no la violencia. El concepto de instinto ha sido y es Filizado para legitimar cierto tipo de creencias, Sin embargo, conside- ramos que la necesidad de cuidado y de buenos tratos puede conside- rarse instintiva, pues son fundamentales para proteger y conservar nuestra vida como individuos y como especie. Algunos estudios han demostrado que los nitios y las nifias se preocupan por sus padres des- de muy pequefios e intentan participar de los cuidados a ellos (Stern, D,,1997; Goleman, D,, 1996) ‘A diferencia del «instinto» de alimentarse o de protegerse ~con- ductas que comienzan y acabi individuo-, los cuidados y los buenos tratos son felaciones reciprocas y compleriientarias, provoca- fas por la necesidad, 1aza 0 el peligro y sostenidas por él apeg0, ‘@lafecto 7 la biologia. En situaciones de crisis socialés 6 familiares, ade- S de Fegular la conservaciGn de la vida en grupo, este tipo de con- ductas reduce las manifestaciones orgénicas, psicolégicas y neuroen- docrinas del estrés y del dolor. Los efectos positivos de estas practicas resultan evidentes si observamos la interaccién de las madres sufi- cientemente sanas con sus bebés, sobre todo en niftos y nifias afectados por relaciones de cuidado o por ausencia de elias. Existen suficientes argumentos y testimonios que justifican el hecho de que proporcionar cuidados y buen trato es tan indispensable para la supervivencia como otras funciones vitales. Junto con algunos investiga- dores compatimos la idea de que los se- res humanos somos una especie‘afec- inosa y cuidadora. La biologia, como Gencia de Ta vida, ha permitido que lo concibamos de forma positiva y reco- nozcamos las competencias y capacida- des para producir, proteger y reprodu- Gir la vida mediante ese conjunto de sentimientos, comportamientos y re~ presentaciones que constituyen el amor (Maturana, H., 1990; Varela, F,, 1996), Desde el momento de la con- ccepcién de una nueva crla, en {a infancia, en fa vida adulta y en fa vejez ninguna persona puede sobrevivirsin los cuida- dos de otra. La sanidad fisica ‘y sobre todo mental depende ‘de los buenos 0 malos tratos que reclbamos en nuestra existoncia, 25

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