You are on page 1of 8

LIBROS & ENSAYOS.

SCHUMPETER & LA ECONOMÍA DE LA


INNOVACIÓN
. Thomas K. McCraw. Prophet of Innovation. Joseph Schumpeter and Creative
Destruction. Harvard University Press, 2007 [web] [prólogo]

[Nota: ver este anexo como complemento a posteriori de la reseña].

Escribir una reseña de esta fenomenal biografía de Joseph A. Schumpeter (1883-1950),


el "padre" de la economía de la innovación, es una tarea particularmente placentera.
También creo que tiene cierta utilidad: dudo que el libro circule algún día por América
del Sur. Agobiados por los déficits, por la amenaza de la inflación y por la endeblez
institucional, la gran mayoría de los economistas argentinos ignora la economía de la
innovación. La obsesión por los deficits nos convierte en contadores, y desvía nuestra
atención de las cuestiones propiamente económicas. (Toda una generación de
economistas argentinos ha sido formada bajo la influencia de los esquemas contables
del Dr. Ricardo Arriazu). El resultado está a la vista: en lo doméstico, una economía
frágil, atada a transitorios "booms" en el precio de los commodities; en lo internacional,
una falta de comprensión del fenómeno de la innovación, generalmente despreciado
como simple "burbuja especulativa".

Desde 1994-1995, con la llegada del buscador-web de Nestcape y la consecuente


"revolución" de la internet, el interés por la obra de Schumpeter no ha dejado de crecer.
Más de cincuenta años después de su muerte, Schumpeter finalmente logra desplazar a
Keynes, su eterno rival. Como una innovacion nunca viene sola (otra idea del austriaco),
hemos asistido —y estamos asistiendo— a un verdadero "boom" de innovación,
particularmente en los rubros de energía, medicina y biología. Por esta razón, decenas
de artículos y seminarios dan cuenta de las principales ideas del economista austriaco.
Pero hacía falta una visión panorámica, que nos permitiera entender las ideas de
Schumpeter en el contexto increíblemente agitado de una vida que abarca las dos
guerras mundiales y la depresión de los 1930s. Esta es la principal virtud de Prophet of
Innovation, el libro de Thomas McCraw.

La economía de la innovación: los cinco casos & la creación de crédito


A pesar de su admiración por los grandes economistas de finales del siglo XIX (Menger,
Jevons, Walras, Marshall), Schumpeter opta por un camino radicalmente distinto en su
Teoría del desarrollo económico (1911). La esencia del capitalismo, advierte el joven
economista, es el dinamismo — ¡no el equilibrio estático! Un capitalismo inmóvil sería
una contradicción en los términos. "Stabilized capitalism is a contradiction in terms ...
The history of capitalism is studded with violent bursts and catastrophes. It is no gentle
process of adjustment but something more like a series of explosions" (p. 255, 270).
Schumpeter establece cinco casos de innovación: [1] La introducción de un nuevo bien
(ejemplo moderno: Viagra, un mercado de $2.5 billion anuales); [2] La introducción de
un nuevo método de producción o comercialización de bienes existentes (Amazon); [3]
La apertura de nuevos mercados (McDonald's en Rusia); [4] La conquista de una nueva
fuente de materias primas (energía eólica); [5] La creación de un nuevo ... monopolio
(Microsoft, Google).

En 1942, Schumpeter bautizará este proceso como Destrucción Creadora, que McCraw
define como una de las metáforas económicas más exitosas, solamente eclipsada por la
"mano invisible" de Adam Smith. "El proceso de Destrucción Creadora", escribe
Schumpeter con mayúsculas, "es el hecho esencial del capitalismo". Su protagonista
central es el emprendedor innovador. Se trata de un individuo fuera de lo común por su
vitalidad y por su energía sin límites. Siempre sigue adelante; jamás se deja décourager
por fracasos temporarios. El innovador no es un inventor. Este último es generalmente
un genio, un técnico/científico amateur o de profesión. El emprendedor crea mercados
para los inventos de los genios. Se destaca por su perseverancia y por su ambición, no
por su genialidad. Su motivación va más allá de la riqueza, del simple hedonismo: el
emprendedor schumpeteriano —ese New Man que proviene de cualquier clase social—
sueña con crear un imperio, una dinastía. McCraw nos ayuda a "ubicar" esta idea: el
entrepreneur de Schumpeter está a mitad de camino entre el líder carismático de Weber
y el "super-hombre" de Nietzsche.

Un elemento esencial de la economía de la innovación es la creación de crédito. Otra


vez, McCraw resume el punto de manera eficaz: "The core ethos of capitalism looks
constantly ahead and relies on credit in launching new ventures. From the Latin root
credo —'I believe'— credit represents a wager on a better future ... In the absence of
credit, both consumers and entrepreneurs would suffer endless frustrations" (p. 7). El
proceso de innovación en los mercados de bienes y servicios coincide con la puesta en
marcha de la ... ¡innovación financiera! Este punto es de una importancia fundamental.
La innovación financiera ("overdrafts" británicos para los ferrocarriles estadounidenses
en los 1850s, "car loans" de General Motors en los 1920s) es en sí misma un proceso
sumamente arriesgado (p. 267). ¡Muchos perderán dinero! De manera increíble, estamos
viendo hoy mismo un ejemplo de lo que Schumpeter tenía en mente hace casi cien años.

Innovaciones como los Credit Default Swaps (CDS) y las Collateralized Debt
Obligations (CDO) han facilitado el fenomenal "boom" de liquidez de 2002-2007, pero
también han generado ... ¡grandes pérdidas! (Merrill Lynch, Bear Stearns, Citigroup,
etc). En otras palabras: las "burbujas" y la "especulación financiera" forman parte
intrínseca del desarrollo capitalista. Son dos caras de la misma moneda: "Financial
speculation, though it gets a very bad press, is an important part of this process.
Speculators often turn out to be investment bankers funding the entrepreneurs who in
turn push innovations through the economy" (p. 178). Es común, en la Argentina,
denostar a los operadores de Wall Street por su comportamiento aparentemente anti-
social. Como en toda actividad humana, existe fraude en Wall Street — a menudo salen
perdiendo pequeños ahorristas mal informados. Pero una cosa es clara: sin innovación
financiera, no hay emprendimientos innovadores, con todo lo que implica en materia de
creación de riqueza y empleo.

La economía de la innovación: el estímulo a la demanda & las políticas públicas


El temor a la innovación proviene de un persistente cliché: la innovación destruye
puestos de trabajo. Nada más alejado de la realidad, argumenta Schumpeter en Business
Cycles (1939). La baja de precios —resultado universal de la innovación (ver la
fenomenal baja en los precios de las computadoras personales)— estimula la demanda y
permite la expansión de la actividad económica. El resultado: más y mejores puestos de
trabajo. Las principales víctimas de la destrucción creadora no son los trabajadores, sino
... ¡los capitalistas derrotados por otros más astutos! (pp. 429-430). Ciertamente, el
capitalismo crea desigualdad: la riqueza del emprendedor exitoso es muy superior a la
del ciudadano común. Sobre este fenómeno, Schumpeter sugiere tener en cuenta dos
puntos: (a) nada asegura la posición en el tope: el éxito crea imitadores, y los exitosos
de hoy pueden muy bien ser los perdedores de mañana; (b) la disparidad aumenta, pero
también lo hace la riqueza absoluta: la situación económica de "las masas" no ha dejado
de mejorar con el acceso a bienes y servicios cada vez más baratos. En cambio, en la
Unión Soviética, observa Schumpeter hacia 1938, el proletariado está "más explotado
que en la época de los zares" (p. 364). (Dicho sea de paso, estamos asistiendo hoy
mismo, con la incorporación de China, Rusia y la India al capitalismo global, al mayor
"boom" de creación de riqueza en la historia de ... ¡la civilización!)

Joseph Schumpeter dedicó una gran parte de su actividad a promover políticas públicas
basadas en la innovación empresaria. En la caótica Austria de la posguerra de 1918, en
la cual actúa sucesivamente como profesor, ministro de finanzas y banquero privado,
Schumpeter insiste sobre la importancia de promover la actividad empresaria. Facilitar
la inversión extranjera directa, derrotar la inflación, promover la creación de crédito,
modernizar el sistema financiero, bajar las tasas impositivas para aumentar la
recaudación (un anticipo de Arthur Laffer): éstas son los principales herramientas de un
país para estimular la innovación empresaria. Naturalmente, no pueden faltar dos pilares
esenciales: "... a modern concept of private property and a framework for the rule of
law" (p. 148). Nombrado profesor de la Universidad de Bonn a comienzos de los
1930s, Schumpeter se inquieta por la ausencia de independencia judicial en la república
de Weimar: el sistema judicial es mucho más estricto contra los comunistas que contra
los ideólogos de extrema derecha (p. 170). Y cuando Franklin D. Roosevelt intenta
"copar" (pack) la Corte Suprema, ampliando la cantidad de miembros, Schumpeter cree
que el presidente puede causar un verdadero colapso institucional (p. 319).

En Business Cycles y en Capitalism, Socialism and Democracy (1942), el economista


austriaco —instalado en Harvard desde 1932— desarrolla un clásico (y sorprendente)
argumento relativo a los monopolios. Nuevamente, estamos ante un punto de gran
actualidad. La idea es sencilla: cuando un emprendedor alcanza una posición
monopólica (como resultado de sus innovaciones, no de contactos políticos), de
inmediato genera centenares de ... ¡imitadores! Su posición es más frágil de lo que
parece: "High entrepreneurial profits are always temporary" (p. 355). El riesgo para los
policy makers es aplicar políticas anti-trust muy severas. Por un lado, no resultan muy
útiles: tarde o temprano, la competencia se encargará de hacerle la vida imposible al
monopolista. Por otro lado, pueden frenar el estímulo a la innovación. Bill Gates y
Microsoft ofrecen un ejemplo muy actual. Los europeos suelen quejarse por la falta de
un "Microsoft o Google europeo". Sin embargo, se muestran durísimos en términos de
regulaciones anti-monopolio contra la compañía del Sr. Gates. Al hacerlo, crean el
riesgo de des-incentivar la llegada de un "Google europeo", cuya razón de ser es
precisamente ... una posición monopólica. El esfuerzo de los reguladores tiende a
ignorar la implacable realidad del mercado: los imitadores. No pasa un día sin que
veamos la salida de un nuevo sistema operativo o de una nueva aplicación para PCs.
¡Todos quieren ser el nuevo Bill Gates!

Schumpeter aclara repetidamente que la gran empresa, que hoy llamamos "multi-
nacional", es algo conceptualmente disitinto del monopolio. La prensa y los
intelectuales intentan equipararlos, pero la realidad es que no existen monopolios de
largo plazo. El big business es en sí mismo una importante innovación desde el punto de
vista de las finanzas y del management: su tamaño le permite optimizar el uso de nuevas
tecnologías (p. 266). Las grandes empresas constituyen una fuerza positiva en términos
de innovación y crecimiento; aunque tienen mala prensa, han contribuido de manera
decisiva al mayor salto —desde el punto de vista del progreso económico— jamás visto
en la historia (p. 355). Pero Schumpeter no era un "libertario" al estilo de Ludwig von
Mises. Desde su punto de vista, la economía mixta resultaba irremplazable. Con buen
criterio, McCraw dedica un capítulo a esta idea: "Toward the Mixed Economy" (pp.
422-441). Aunque no logró una caracterización precisa de la economía mixta —era un
fenómeno relativamente nuevo— Schumpeter advertía que el "Estado amfibio", al final
del día, fortalecía el capitalismo en lugar de debilitarlo (p. 425). En la medida que el
Estado moderno lograba conservar valores humanos, permitía salvar al capitalismo de ...
sí mismo. (Esto me recuerda la conclusión de Conrad Black sobre FDR: su
"progresismo" salvó a Occidente y al capitalismo). Aclarado este punto, Schumpeter
advertía sobre la tentación —y el grave peligro para los propios trabajadores— de
reemplazar progresivamente el capitalismo, el sistema más productivo jamás concebido.

Marx, Keynes y Schumpeter


A lo largo de su carrera como economista y sociólogo, Schumpeter lee y relee a las
principales figuras de las ciencias sociales. En 1883 muere Karl Marx; también nacen
Keynes y Schumpeter. La lectura de Marx es una de las más fructíferas. Por un lado,
Schumpeter subraya la importancia de Marx como economista: es uno de los primeros
en reconocer tanto la inmensa capacidad productiva del capitalismo, como el papel
jugado por los empresarios. En el Manifiesto Comunista, Marx "lanza un panegírico
sobre los logros burgueses que no tiene igual en la literatura económica" ("The
Communist Manifesto in Sociology and Economics", Journal of Political Economy,
Vol. 57, junio 1949). El gran mérito de Marx es su percepción del capitalismo como un
sistema dinámico: "Marx saw more clearly than anyone else the dynamism of the
capitalist engine" (p. 457). Su error es la falacia de la "dictadura de proletariado" como
profecía históricamente inevitable. Marx, por otra parte, se equivoca al no distinguir
entre emprendedor y capitalista, y al negar la movilidad social intrínseca del
capitalismo.

Desde el punto de vista de la cultura política argentina (y latino-americana en general),


el "diálogo" Keynes-Schumpeter es aún más importante. Escribo "diálogo" entre
comillas porque, si bien los dos se conocían e intercambiaban cartas, también se
detestaban ... cordialmente. Parte del problema está en el espantoso timing de
Schumpeter. En 1939, en plena depresión económica, se le ocurre publicar Business
Cycles, un monumental "canto" al capitalismo: no era la mejor manera de hacerse
popular. En los 1930s la gran "estrella" de la profesión es John Maynard Keynes, autor
de la General Theory of Employment, Interest and Money (1936). Mientras Schumpeter
trabaja solo en Harvard, Keynes aprovecha el aporte de un brillante grupo de
colaborades en Cambridge. Schumpeter se considera a sí mismo un puro investigador
científico; Keynes pretende ser visto como un líder de opinión que no duda en proponer
medidas concretas. El austriaco siempre contempla el largo plazo; al inglés se le
atribuye la famosa frase: "En el largo plazo estamos todos muertos". Schumpeter es el
economista de la oferta y del análisis "micro" o bottom-up; Keynes es el economista de
la demanda y del análisis "macro" o top-down. En las más de 400 páginas de la General
Theory, agrega McCraw, Keynes no menciona ni una sola empresa o empresario:
Schumpeter queda azorado al comprobar que el libro de economía más popular del
momento "dismisses the outstanding feature of capitalism" (p. 274).

Schumpeter veía un serio peligro con la popularidad del "keynesiamismo": en la


práctica, sus recetas no eran reversibles. Aumentar el gasto público y bajar los
impuestos para enfrentar una situación temporaria de falta de dinamismo económico era
algo entendible: pero creaba serios riesgos. La popularidad de estas medidas hacía
impensable, desde el punto de vista político, su "reversión" una vez recobrada la
normalidad: "... effective state action was more tortuous and difficult than Keynes was
wont to assume" (p. 467). En la Argentina, algo tan sencillo como esto escapa a la mente
de, por ejemplo, los así llamados "economistas" de la Unión Cívica Radical. Cuando el
Sr. Bernardo Grinspun inicia su programa supuestamente "keynesiano" en 1984,
comienza el camino hacia la hiperinflación — un ataque sistemático contra los intereses
de la clase trabajadora. (Mientras tanto, los amigos del ministro, naturalmente,
compraban viviendas a tasa fija en los bancos oficiales). Pero Schumpeter formula una
crítica aún más severa. El argumento, presentado en la reunión de la American
Economic Association de 1948, es crucial para entender nuestra cultura política-
económica pseudo-keynesiana.

En los párrafos introductorios de Economic Consequences of the Peace, el libro de 1919


que establece la fama de Keynes, Schumpeter detecta el núcleo de lo que más tarde se
llamará keynesianismo: "... these paragraphs created modern stagnationism". Keynes
pensaba que el sistema de la libre empresa estaba llegando al estancamiento
permanente: al crecer y generar riqueza, los países disponían de menos oportunidades de
inversión. Frente a esta visión pesimista, solo el gobierno era capaz de crear estímulos
para la actividad económica. Leo y releo estas páginas de Prophet of Innovation, y
recuerdo mis propias ideas económicas antes de 1994-1995. Me veo como un (todavía)
joven economista internacional, preocupado por las fuentes de demanda en la Argentina
y en la economía mundial. Esta preocupación, típica de muchos colegas, era la de un
"stagnationist" pesimista. Luego vino el "boom" de la internet, con su fenomenal ola de
innovación empresaria, y comprendí mejor la raíz de la critica de Schumpeter: la
innovación es en sí misma —gracias a la baja de precios que impulsa, y a la creación de
nuevos mercados— el mejor (y el único verdaderamente durable) "shock de demanda".
McCraw destaca bien este punto: en 1948, en plena ola de prosperidad económica, y
frente a un auditorio repleto de economistas keynesianos, el optimista Schumpeter se da
el lujo de subrayar el dinamismo infinito del capitalismo, donde la innovación continua
es "endógena". Para el austriaco, el deseo de progreso económico no tiene límite — aún
en las sociedades más ricas.

Conclusión: un libro valioso — pero no espere verlo pronto en Buenos Aires


Prophet of Innovation es, en definitiva, un gran libro. Thomas McCraw ha dedicado
años a estudiar la vida y la obra de uno de los principales economistas del siglo XX. Se
ha tomado el trabajo de traducir los diarios íntimos y las cartas de Schumpeter a sus
amantes, revelando el intenso mundo emocional del pensador austriaco. Deprimido por
el éxito y por el liderazgo de Keynes, entristecido por la destrucción de Europa,
Schumpeter opta por nunca rendirse; trabaja hasta el último día de su vida. Elizabeth
Boody Schumpeter, su mujer, publica de manera póstuma la famosa Historia del
pensamiento económico en 1954. Magnánimo, Schumpeter se "reconcilia" al final de su
vida con Marx y con Keynes. Después de todo, como señala James Tobin, tanto Keynes
como Schumpeter subrayaron el carácter esencialmente impredecible de la inversión (p.
619). Todo gran economista, concluye Schumpeter, tiene una "agenda" ideológica. Esto
es inevitable. Él mismo termina reconociendo su propio "impulso" ideológico: la
defensa del capitalismo. Al final, la orientación ideológica de un pensador queda
equilibrada (balanced) por la de otro. Con el paso del tiempo, el aspecto ideológico de
una obra pierde relevancia: pero su aspecto analítico perdura.

El impulso ideológico juega entonces un papel importante: es precisamente lo que lleva


a un Marx y a un Keynes a publicar sus ideas. (Increíblemente modesto, Schumpeter
jamás se auto-incluyó entre los grandes economistas). ¡Así avanza la ciencia de la
economía! No espere ver Prophet of Innovation circulando pronto por las librerías de
Buenos Aires. Espero equivocarme, pero dudo que un emprendedor del mundo editorial
se atreva a correr el riesgo de traducirlo y exportarlo a la Argentina. Nuestra cultura
política-económica se ubica profundamente a contra-mano de las ideas de Schumpeter.
Conozco personalmente varios empresarios argentinos netamente "schumpeterianos".
Pero tengo la impresión que el establishment político, educativo, empresarial y gremial
ve con pánico la idea de la innovación. La única salvación está en el milagro —siempre
transitorio— de un "shock de demanda" reflejado por un "boom" en el precio de los
granos. Mientras tanto, las villas-miseria no paran de crecer; con cada crisis cíclica
producida por una baja en el precio del trigo o de la soja, la Argentina pierde decenas de
miles de cerebros. ¿Su destino? Los países que ... innovan.

You might also like