Professional Documents
Culture Documents
A33
1905
c.í
(luopl* <k J&V _
1080107937
HABLAR EN PÚBLICO
EL ARTE
D E
HABLAR EN PÚBLICO
E S T U D I O P S I C O L Ó G I C O D E L O R A D O R
Traducción de la obra de
españoles y mexicanos
BOORET. POR KL
TARIS — LIBRERÍA É IMPRENTA DE L A VJ' DE CH.
Lic. J E S Ú S U R U E T A
PARÍS I MÉXICO
23, R a e Visconti, 23 | 1), Ciuco de Mayo, 14
1905
prJ ifapc
PREFACIO
DE LA
P R I M E R A E D I C I Ó N F R A N C E S A (1895)
f
„ FONOO
su situación en la política, en el foro ó en el p r o -
fesorado, están obligados á discurrir diariamente.
HUM8ERT0WM08 Si les interrogan hacie'ndoles esta sencilla pre-
LOZANO gunta : « ¿De qué manera habéis aprendido á hablar
en p ú b l i c o ? », pueden observar que muchos de
ellos se encontrarán perplejos para responder.
Esta perplejidad proviene tal vez de un senti-
miento de natural pudor que impide á l o s oradores
revelar sus procedimientos íntimos. A l g o de esto
he encontrado en mis numerosas investigaciones.
Proviene también probablemente de que los ora-
— VI —
dores, cuando han llegado á la perfección de su arte que parece revestir más, en el momento actual,
arte, no se dan y a cuenta exacta de las dificultades ese aspecto desembarazado que se ha querido tra-
á un método semejante al que emplean algunos nuestro tiempo como el único oficio que no nece-
maestros de natación, que comienzan por arrojar á sita de aprendizaje. Preciso es confesar que á todo
sus alumnos en diez pies de agua, á reserva de el mundo le da por hablar. L a carrera del foro ha
extenderles in extremis una percha. » L a primera llegado á ser una especie de camino estrecho en el
vez el principiante se zabulle y traga grandes sor- cual se amontonan y se aplastan innumerables
bos de a g u a ; l u e g o acaba por adquirir sangre fría, jóvenes : ¿qué importa? todos se precipitan en él.
por coordinar sus movimientos y nadar. Las sociedades de conferencias públicas, por otra
De miles de oradores interrogados, muy pocos parte tan dignas de ser alentadas, aumentan de una
han seguido los consejos de la Escuela. Son c o n - E n fin, nuestras costumbres democráticas han
tados los que leen á C i c e r ó n despue's de la clase de tenido por resultado la producción de una cantidad
retórica y conocen la Institución oratoria de otra considerable de personajes que se ven en la nece-
manera que por dos ó tres versiones latinas, labo- sidad de hablar ante sus conciudadanos reunidos.
riosamente trasladadas antaño á fuerza de diccio- N o hay alcalde que no esté obligado á arengar en
CAPÍTULO PRIMERO
M é x i c o , i QO5 .
F i s i o - p s i c o l o g í a de la Palabra.
J E S Ú S U R U E T A .
\
I
¿ Qué es la palabra?
Los literatos se han complacido en multiplicar
las definiciones del lenguaje, y á este respecto sólo
tenemos la dificultad de la elección. E n el género
pomposo la palabra se convierte en el « signo dis-
rismo, e x a g e r a n d o exageraciones de Spencer. L a
elocuencia, la expresión oral del pensamiento, es
LA PALABRA EN PÚBLICO
fruto de la democracia ; y , lejos de amenguarse,
adquirirá todo su esplendor en la era de la justi-
cia s o c i a l . Se t r a n s f o r m a r á , c o m o se ha transfor-
mado ; es todo. Entre nosotros, por razones que
no es del caso exponer a q u í , no existe desde hace
años la tribuna parlamentaria ; sólo nos q u e d a , P R I M E R A PARTE
aunque con pocas libertades, la tribuna judicial.
P e r o tarde ó t e m p r a n o , la vida política del p a í s
renacerá en el V e r b o del progreso.
CAPÍTULO PRIMERO
México, 1905.
F i s i o - p s i c o l o g í a de la Palabra.
J E S Ú S U R U E T A .
\
I
¿ Qué es la palabra?
Los literatos se han complacido en multiplicar
las definiciones del lenguaje, y á este respecto sólo
tenemos la dificultad de la elección. E n el género
pomposo la palabra se convierte en el « signo dis-
tintivo » ó en el « atributo sagrado » de la especie Kussmaul, que sin disputa es uno de los más d o -
humana. E n estilo humorístico se hace constar cumentados (i).
que ha sido dada al hombre para disfrazar su pen- E l único punto en que me creo obligado á insis-
samiento. tir, reclamando la benévola atención de los que
La definición fisiológica es preferible; es más quieran sacar algún fruto de ese trabajo, es la
clara y no puede dar margen á ninguna crítica. La cuestión de la adquisición del lenguaje por el niño.
palabra es la emisión de sonidos con auxilio de Si no quedan muchas cosas nuevas que decir sobre
una corriente de aire que el hombre espira por el el particular, después délas notables observaciones
aparato laringo-bucal (i). de Taine y de Pére$, es sin embargo bueno resu-
De este dato debemos partir para no extraviar- mir las ideas que tienen algún crédito.
nos en el error. T a n t o peor si esta manera de ver Parece evidente que el niño aprende á hablar
contraría á los metafísicos : la verdadera ciencia es por una especie de repercusión mecánica. Me ex-
la que se apoya en nociones positivas. Esta sen- plico por medio de un ejemplo.
cilla definición tiene el mérito, además, de con- U n a de las primeras expresiones del lenguaje
cordar singularmente con la única teoría relativa de que el niño tiene necesidad de servirse es segu-
al origen del lenguaje que ha logrado h o y día con- ramente la que traduce para él la sensación de te-
quistar á los espíritus serios, la que fué enun- ner hambre. Los padres ó la nodriza tienen una
ciada, por vez primera, por el ilustre presidente de tendencia natural á representar esta idea por uha
Brosses, renovada por Darwin y que consiste en sílaba imitativa del movimiento de la boca que se
pretender que el grito emocional, la interjección, prepara á tragar, el sonido « ¡ m a m ! »
fué la fuente del lenguaje en la animalidad. El niño oye esta sílaba « ¡mam ! » y ese sonido^
N o me detendré en discutir de nuevo esta doc- muchas veces repetido, va á almacenarse en un
trina, que tiene no obstante su importancia en una rincón de su pequeño cerebro. Pero no va á alma-
obra como la presente. Consulten mis lectores los cenarse á semejanza de un objeto que se guarda en
estudios especiales, principalmente el del profesor una caja fuerte (perdóneseme esta expresión desti-
nada á hacer comprender claramente mi pensa-
miento). La sílaba indicada va á almacenarse, se-
( I ) V . DE MEYER, p r o f e s o r d e A n a t o m í a en la U n i v e r s i d a d
( I ) A D . KUSSMAUL, Les Troubles de la parole, trad. R u e f f ,
de Z u r i c h , Les Organes de la parole. A l e a n , ed. (Introduc-
páginas 6 y siguientes. Bailliére, ed.
ción).
gún la bella y ene'rgica expresión de un autor, en
el estado de tensión. No reposará tranquilamente resorte. Así se explica la logorrea de la infancia.
en la cabecita del niño, no, ¡ necesita salir de ella ! He aquí por que' el niño gorjea perpetuamente. Y a
Necesita expresarse, exteriorizarse, con el auxilio pueden los metafísicos recrearse y exclamar que la
de la corriente de aire de que antes hablaba. Parece Naturaleza ha colocado al niño en la necesidad de
que esa sílaba está dotada de vida. hablar á tontas y á locas, porque es preciso que se
haga la educación de su mecanismo verbal, cueste
En la lengua psicológica actual, el sonido
lo que cueste, y rápidamente. Esta locuacidad es
« mam », así catalogado en el cerebro, se convierte
un hecho.
en una imagen representativa del sonido, en una
imagen auditiva. N o me agrada mucho esta pala- A h o n d e m o s más esta psicología, un poco vulgar,
bra imagen, que da al espíritu la idea de una ad- lo reconozco, pero que no tengo intención de ofre-
quisición exclusiva del sentido v i s u a l ; pero es ne- cer como pasto á los refinados del « estudio del
cesario aceptarla porque ha sido afortunada. yo. »
De suerte que, la « marcha » ordinaria de una Después, á la larga, la palabra que primitiva-
palabra oída á lo largo de las fibras nerviosas, mente era un acto voluntario, se convierte en un
será A . C . I. D. E . ; el « proceso » de una palabra
( i ) « C u a n d o u n a excitación n o r e c o r r e s i n o e l h i l o s e n s i -
leída será a. c. I. d. e. (figura i).
tivo p a r a ser i n m e d i a t a m e n t e reflejada s o b r e el h i l o m o t o r . . .
D e b o añadir que se trata del proceso completo, no es p e r c i b i d a . » DEBIKRRE, La Moelle épiniére et l'Encé-
phale, p á g . 397. A l e a n , e d .
con conciencia.
Esta verdad no se ha ocultado, desde hace ya
verdadero reflejo. Se convierte en lo que se ha l l a -
bastante tiempo, á los filósofos de la escuela empí-
mado con justicia un movimiento automático secun -
rica, quienes demuestran superabundantemente
dario, por oposición á los movimientos automáti-
que no existe en el espíritu nada que no le sea
cos primitivos ó actos instintivos (i).
proporcionado por los sentidos. Lo que no ha sido
« E l ejercicio produce dos grandes resultados. N o
claramente expuesto sino por pocos, es la prepon-
sólo enseña á elegir convenientemente los múscu-
derancia absoluta del sentido auditivo.
los que nos conducirán al objeto, sino que al des-
pilfarro inicial y desordenado de nuestras fuerzas Los ejemplos de sordo-mudos que, excepcional-
sustituye un empleo e c o n ó m i c o é intencional de las mente, poseen cierta agudeza de espíritu, no son
energías motrices. La agitación del niño que hace suficientes para probar el valor primordial del sen-
esfuerzos se transforma poco á'poco en aprehensión, tido visual, del mismo m o d o que el ejemplo tan
lenguaje interior es de tal manera importante en Se sabe que las localizaciones cerebrales son
un tratado de este género, que me veo obligado á cada vez menos objetadas.
consagrarle un capítulo especial. Después de haber despreciado las teorías del c é -
M o n t a n t et d e s c e n d a n t d a n s notre tête s o m b r e ; lebre Gall, la ciencia moderna está obligada á sa-
T r o u v a n t t o u j o u r s le s e n s c o m m e l ' e a u le n i v e a u ; ludarle como uno de sus más gloriosos precur-
F o r m u l e des lueurs flottantes du cerveau.
sores. Bouillaud, Marc Dax y sobre todo Broca,
O u i , v o u s t o u s , c o m p r e n e z q u e les m o t s s o n t d e s c h o s e s !
han determinado, con irrefutables-experiencias,
L e s m o t s h e u r t e n t le f r o n t c o m m e l'eau le r é c i f : que el centro del lenguaje hablado se encuentra en
Ils f o u r m i l l e n t , o u v r a n t d a n s notre e s p r i t p e n s i f el pie de la tercera circunvoluciónfronta l izquierda.
D e s g r i f f e s o u d e s m a i n s ; et q u e l q u e s - u n s d e s a i l e s ;
E s lo que ahora se llama el centro motor de arti-
C o m m e e n un être n o i r e r r e n t d e s étincelles,
R ê v e u r s , tristes, j o y e u x , a m e r s , s i n i s t r e s , d o u x , culación (D, figura i — M A , figura 2).
S o m b r e p e u p l e , l e s m o t s v o n t et v i e n n e n t en n o u s ;
Después se ha localizado el centro auditivo ver-
L e s m o t s s o n t les p a s s a n t s m y s t é r i e u x d e l ' â m e .
(VICTOR HUGO. Contemplations.)
bal (C, figura 1) ó centro de receptividad de las
imágenes auditivas verbales en la primera circun- discusiones patológicas y fisiológicas que han pre-
volución temporal izquierda (AV, figura 2 ) . cedido y establecido esas localizaciones cerebrales.
En fin, Charcot y su escuela han localizado el No me he propuesto tratar esta materia. H a sido
centro visual verbal (C, figura 1) en la segunda desarrollada por Kussmaul {op. cit., p. 172), por
el profesor Warnots [op. cit., p. 121 y siguientes),
y, en fin, de una manera notablemente clara por el
Dr. Paul Blocq {De l'aphasie, 1893).
t
LA PALABI1A EN PUBLICO
LA P A L A B R A EN PUBLICO 27
musique, e n i885, A l e a n , e d .
pretende englobar en su caso á la especie humana dable hacer de las ideas del maestro, completándo-
— ni preconizar su mecanismo intelectual como las, hasta donde esto es posible, con la ayuda de
un invariable procedimiento cerebral. los trabajos de sus discípulos.
Teniendo á la vista el esquema de la página 17,
se puede verificar fácilmente este hecho, que,
III
desde el punto de vista del lenguaje, el sistema ce-
rebral se divide en parte sensorial y parte motril.
A Charcot debía corresponder el honor de orde- Desde luego se puede comprender que algunos
nar este caos. hombres tengan el lado sensorial más completo,
Debo á la cortesía de m i lamentado amigo el mejor desarrollado, más finamente organizado que
Dr. Paul Blocq, jefe entonces de los trabajos ana- el lado motor. N o sólo, sino que aun podría admi-
tomo-patológicos en la Salpêtrière, poder precisar tirse en rigor que hay individuos casi exclusiva-
el punto interesante de saber en qué época y de mente sensoriales.
qué manera el ilustre profesor había sacado á luz Estos sensoriales se dividen en dos categorías
su admirable teoría de los procedimientos del es- bien marcadas, por una parte los auditivos y por
píritu humano. otra parte los visuales.
A l estudiar las formas de la afasia, en el curso Sea por disposición nativa, sea por costumbre,
del año de 1883, Charcot fué inducido á criticar las los auditivos no piensan sino con imágenes acústi-
ideas emitidas por los p s i c ó l o g o s sobre el meca- cas. Para simplificar la cuestión, puesto que me
nismo del lenguaje interior. Sus lecciones origi- propongo limitar mi estudio á lo que concierne al
nales fueron publicadas p o r primera vez en ita- lenguaje, diré que piensan con imágenes verbales.
liano, por M . Miliotti ( D i f f e r e n t i forme d'afasia, Éstos están formados conforme al tipo tan bien
Milán, 1884) (i). descrito por M. Egger. S o n verdaderos auditivos,
He aquí el resumen más sencillo que me sea auditivos puros. Oyen á su demonio interior ha-
blar su pensamiento.
(T) V . PAUL BLOCQ, De l'aphasie, 1893. — MARIE, De l'a- Completamente diferentes son los sensoriales
phasie, Revue de médecine, I 8 8 3 . — BERNARD, De l'aphasie.
del otro tipo, los visuales. Estos últimos, cuando
T e s i s , i 8 8 5 . — GILBERT BALLET. Le Langage intérieur, Alean,
é d . , 1886. — DR. G . SAINT-PAUL, Essais sur le langage inté-
piensan con palabras, las ven escritas ante sus
rieur, 1892. ojos. Unas veces esas palabras les aparecen como
.. . . .
trazadas sobre un cuadro de su propia escritura, y lo hablemos en primer lugar á nosotros y que lo
otras les aparecen como caracteres impresos. hagamos sonar dentro de nuestras orejas antes de
M. Caro, según su descripción, formaría parte hacerlo oir á los extraños (1). »
más bien de esta categoría. Pero el escritor que pa- A l lado de los motores de articulación se colo-
rece haber realizado mejor este tipo es segura- can los motores gráficos que constituyen una ca-
mente Charma. Decía : « Pensamos nuestra escri- tegoría poco numerosa. Son las personas á quienes
tura como escribimos nuestro pensamiento (i). » las ideas no vienen bien sino con la pluma en la
mano. La mejor observación que he encontrado
Después de los sensoriales, los motores.
de un motor gráfico se encuentra en la interesante
Á su vez, éstos se subdividen en dos categorías:
obra del Dr. Georges Saint-Paul (2). « ... Cuando
los motores de articulación y los motores grá-
quiero redactar un razonamiento, escribe un pro-
ficos.
fesor de la Universidad de Lille, necesito el papel
Los motores de articulación realizan plenamente
y la pluma, necesito ver mi frase; debo añadir
el tipo Stricker. No pueden pensar sino con la
que cuando me hablo así á mí mismo, veo cada
condición de emplear imágenes musculares. Su
palabra y la pronuncio interiormente con sus le-
pensamiento es una palabra retenida. A cada Íns-
tras. »
tamela palabra interior amenaza en ellos transfor-
marse en palabra externa. Otra vez es Charcot
quien, por bella que sea la definición de Bain, ha
IV
pintado mejor el mecanismo intelectual de los
motores. « Tocan, dice, un piano mudo cuyas te-
Sería un gran error pensar que las categorías
clas funcionan, pero sin hacer vibrar las cuer-
antes descritas se encuentran de una manera tan
das (2). »
sencilla en la realidad. Desgraciadamente para la
El más ilustre de los motores de articulación
ciencia, el cerebro humano no entrega así todos
ha sido seguramente Michel Montaigne, quien es-
sus secretos y la verdad es que los tipos de Char-
cribió esto : « Es necesario que lo que hablamos
cot son antes que nada esquemáticos.
(1) ANTOINE CHARMA, Essai sur le langage, citado e n el cues- (1) C i t a d o en el c u e s t i o n a r i o del D r . L a c a s s a g n e .
t i o n a r i o d e l D r . L a c a s s a g n e e n Archives d'anthropologie cri- (2) DR. G . SAINT-PAUL. Essais sur le langage intérieur,
minelle, i 5 de m a r z o 1892. p. 88, 1 v o l . S t o r c k y M a s s o n , ed.
(2) P . B L O C Q , op. cit.
N o sólo, sino que es imposible afirmar que un ciendo « que esas localizaciones figuran tan sólo el
solo hombre sea únicamente auditivo ó única- lugar por donde pasan los elementos visuales y
mente visual. auditivos que constituyen una parte, la más impor-
E n un cerebro todos los mecanismos del pensa- tante, si se quiere, de esas imágenes, para ir á im-
miento pueden ser empleados : pero es muy raro presionar los otros centros. »
que todos sean usados por el mismo individuo. A Así se debe hablar cuando se quiere precisar las
este respecto, mis observaciones personales me categorías del lenguaje mental. E s preciso decir
permiten hacerme francamente solidario de las sencillamente que las imágenes auditivas consti-
opiniones del Dr. Saint-Paul contra el profesor tuyen el más importante bagaje del auditivo, y así
M . Ballet. Este último proclama que el tipo « in- análogamente respecto de los demás tipos.
diferente » debe ser el más c o m ú n en la humani- Se puede sin embargo afirmar sin temor de en-
dad. C r e o con M . Saint-Paul que, por el contra- gañarse que ciertos « tipos » se asociarán juntos
rio, « realiza una fórmula rara », y que siempre mejor que otros. A s í el motor de articulación y el
hay en un cerebro una tendencia habitual á ser- auditivo se unen muchas veces de tal suerte que se
virse del modo de trabajar mentalmente que pa- podría proclamarlos inseparables. Releed la des-
rezca más cómodo. Espero, después, sacar alguna cripción de Montaigne, citada antes, y decidme si
consecuencia de este principio. en cierto modo no revela el auditivismo. El
Sin embargo, nunca está por demás repetir que Dr. Saint-Paul ha llamado á este tipo « el audi-
en psicología es preciso desconfiar de las fórmulas tivo-motor-verbal » (i). E s fácil de comprender que
haya, en muchos casos, parentesco entre estas dos
simples. L a complexidad y el embrollo son la
categorías si se recuerda lo que se ha dicho en e l
regla en el organismo. Entiéndase bien, de una
capítulo primero.
vez para siempre, que las divisiones y las catego-
rías se establecen solamente para la claridad del E l oído es la condición primordial de la palabra;
espíritu. así pues, el motor de articulación y el auditivo de-
penden del mismo sentido. Los dos ocupan en el
E l Dr. Paul Blocq (i), precisando de acuerdo
esquema (figura i) una misma mitad del cuadro.
con Charcot, los sitios anatómicos de las imáge-
i N o será permitido afirmar que el visual y el
nes, da el ejemplo de la probidad científica di-
como un inmenso agregado de celdillas (¿es Taine bra, es la propiedad que posee cada celdilla de con-
servar, aun sin la voluntad de l o que se llama el
quien lo ha comparado á un polipero ?), que traba-
« y o », los movimientos que le han sido comuni-
jan cada una individualmente, en el intere's del
cados y de reproducirlos. Existe sin la conciencia,
conjunto. Cada celdilla está dotada de memoria.
puesto que, sin conciencia, hay reproducción y
« T o d o órgano es una m e m o r i a ; el ojo es una
conservación. Sin embargo, la intervención de la
memoria de las ondas luminosas, y la oreja es una
conciencia tiene un papel enorme en la memoria ;
memoria de las ondas sonoras... Cada nervio es
la conciencia añade á la memoria una cosa m u y
una memoria que conserva determinado número
importante, la localización del recuerdo en el
de vibraciones prontas á reproducirse; cada mús-
pasado :
culo, cada celdilla nerviosa es una memoria (i). »
« H a y en la memoria (psíquica) un juicio por me-
A h o r a bien, esta inmensa elaboración produce
dio del cual nos damos cuenta de que se trata de
una multitud de resultados cuyo conocimiento
un recuerdo (i). »
completo formaría para el « espíritu » una inextri-
cable mezcolanza, una masa compacta de hechos
imposibles de diferenciar. Nuestro mecanismo in- II
terior está constituido de tal manera que, muy
felizmente para nosotros, no permite á nuestro
Así pues, la memoria, cuando es completa, tiene
« y o » percibir sino una corta porción de la activi-
tres papeles: conserva, reproduce, reconoce.
dad orgánica.
N o podemos hasta hoy darnos cuenta del meca-
« La conciencia, ha escrito M. Ribot, es el estre-
nismo de la memoria sino por medio de hipótesis
cho postigo por el cual nos aparece una pequeñí-
más ó menos confirmadas por los hechos. Según
sima parte de este trabajo. »
unos autores, el recuerdo es simplemente una
En consecuencia, la memoria más completa, la vibración que persiste en el cerebro, algo c o m o
memoria consciente, la memoria psicológica, no se
( I ) B I N E T , I n t r o d u c t i o n a l a psychologie expérimentale, i vol.,
( I ) A.FOUILLÉE, La Survivance et lasélection des idées dans Alean, ed., 1894.
la mémoire e n Revue des Deux Mondes, i5 mayo i885.
una fosforescencia de las imágenes (teoría del T o d o individuo que posea « un centro de imá-
Dr. L u y s ) ; en opinión de otros, el recuerdo es un genes verbales », anatómicamente bien constituido,
verdadero residuo (Taine, Spencer). En fin, la tendrá una excelente memoria verbal, puesto que
teoría más generalmente admitida hoy es la de la memoria es un resultado del estado de salud de
M. Ribot, sostenida tambie'n por Wundt, según la los órganos.
cual la memoria es no una colección de sellos, sino T o d o individuo que posea un buen « centro de
un conjunto de asociaciones dinámicas muy estables imágenes motrices » tendrá una perfecta memoria
y muy prontas á despertarse (i). motriz. T o d o visual tendrá una buena memoria
Seguramente esta última hipótesis es más admi- visual.
sible que las precedentes, porque si se parte de En una palabra, cuando se hace constar que un
este punto de vista que el recuerdo deja un residuo hombre se sirve de preferencip. de uno de los pro-
cualquiera en una celdilla nerviosa, no se puede cedimientos intelectuales que han sido descritos,
explicar cómo, desapareciendo la celdilla, el resi- es que el centro cerebral que usa con más facilidad
duo puede ser conservado. tiene una memoria mejor que los demás.
dio profundo por parte de M. Dugas (2), quien se ducto de la nada, es una palabra que no tiene sen-
tido. Nada puede crearse en un cerebro, aun
ha servido, para calificar estas dos fases diferentes
cuando sea el de un Berryer; no hay en él sino
de una misma cosa, de las expresiones : Memoria
combinaciones nuevas de imágenes.
bruta y memoria organizada.
La inspiración no es sino la memoria sobreex-
P o r medio de la memoria bruta ó natural el espí-
citada por una atención que concentra todas las
ritu se impregna sin ningún esfuerzo mental. E s
fuerzas del cerebro en un mismo punto.
una memoria puramente pasiva, por decirlo así, es
L a improvisación, en el sentido vulgar de la pa-
la memoria de que daba prueba el mozo de carni-
labra, es también una cosa que debe relegarse en
cería que « recitaba en su delirio trozos de Fedra,
los viejos tratados de psicología. Las gentes que,
tragedia que había visto representar una vez, sin
de buena fe, afirman que han pronunciado discur-
comprender nada de ella ».
sos sin haber nunca pensado antes en lo que iban
Por medio de la memoria organizada ó artifi-
á decir, son víctimas de un engaño, ignoran un
(1) Introduction à la psychologie expérimentale, p. 70.
(2) DUGAS, La Mémoire brute et la mémoire organisée (R--
u ) E s t a expresión es del Dr. S a i n t - P a u l {op. cit.).
vue philosophique, nov. 1894).
procedimiento d e l espíritu c u y a acción ha sido han desarrollado de una manera enorme, con de-
descrita por M. Dugas y otros muchos escritores. trimento quizá de otros centros nerviosos, los cen-
Se trata aquí de lo que se ha llamado « la cerebra- tros de que tenían necesidad.
ción inconsciente », algo análogo á la memoria Veremos después que en algunos cuartos de
bruta. C o n frecuencia nuestro cerebro trabaja sin hora, durante la requisitoria del Ministerio P ú -
que lo sepamos. ¿ Á qué matemático no le ha su- blico, Lachaud preparaba, sin escribir una línea,
cedido dormirse una noche sin lograr resolver un sus más patéticas defensas. A los que conocen la
problema difícil y encontrar prontamente la solu- velocidad vertiginosa del pensamiento, tales resul-
ción al despertar ? L a señorita Paula Lombroso, en tados no parecerán sobrehumanos.
un trabajo sobre « la cerebración inconsciente en el Maury, al describir sus sueños, nos da una idea
arte », nos ha dado la fórmula, un poco extraña tal de lo que puede ser la rapidez del trabajo cere-
vez, de esta elaboración interior. bral:
« E l embrión mental evoluciona y se elabora,
sin esfuerzo de nuestra parte, y , cuando está ma- « Me encontraba acostado en mi recámara, dice,
duro, el menor choque, la ocasión más fortuita y mi madre estaba á mi cabecera. Sueño con el
bastan para hacerlo brotar al exterior. » T e r r o r ; asisto á escenas de asesinato, comparezco
Casi siempre los improvisadores no han sido ante el T r i b u n a l revolucionario, veo á Robes-
sino grandes meditativos dotados de una memoria pierre, á Marat, á Fouquier-Tinville, á todas las
rápida. Son excelentes personas que, debido á una más ruines figuras de esta época terrible; discuto
disposición nativa, han aplicado, sin saberlo, las con ellos; en fin, después de muchos acontecimien-
reglas de la psico-fisiología moderna, á semejanza tos que no recuerdo sino imperfectamente, soy
de M. Jourdain que, también sin saberlo, escribía juzgado, condenado á muerte, conducido en ca-
rreta, en medio de un concurso inmenso, á la
en prosa. Han cultivado sus memorias especiales.
plaza de la Revolución : subo al cadalso..., siento
Dejando aparte las memorias visual y gráfica que
que mi cabeza se separa del t r o n c o ; despierto
constituyen frecuentemente para el orador un
presa de la más viva angustia, y siento en el cuello
bagaje embarazoso, si no inútil, no han usado
la flecha de mi cama que, desprendida súbita-
más que de las partes de su aparato cerebral que
mente, cayó sobre mis vértebras cervicales como
les proporcionaban ventajas directas. Y , en virtud
el cuchillo de una guillotina. Esto había sucedido
de este principio que la función forma el órgano,
atrevo á afirmar, por lo demás, que está concluida
hacía un instante apenas, según lo confirmó mi
la parte más ingrata de mi empresa.
madre (i)... »
Antes de cerrar este capítulo, no es quizá inútil
Así, este inmenso desfile de imágenes motrices,
resumirlo.
visuales, auditivas y táctiles, que bien llenarían un
N o hay una memoria sino memorias. La me-
volumen de 3oo páginas, había durado justamente,
moria no es sino una propiedad vital, una resul-
en el cerebro de Maury, el espacio de un se-
tante natural de la perfecta complexión del orga-
gundo.
nismo que la posee.
E s desde ahora posible comprender por qué los
L a memoria motriz de articulación y la memo-
verdaderos improvisadores son « latentes », dota-
ria auditiva verbal son indispensables al que
dos en realidad de una excelente memoria. N o hay
quiere manejar la palabra.
un abismo, desde el punto de vista psicológico,
T o d o s los oradores hablan con la ayuda de un
como estaríamos inclinados á creer, entre ellos y
capital compuesto de palabras, de fórmulas, de lo-
los que aprenden de memoria sus discursos. La
cuciones más ó menos laboriosamente adquirido,
adquisición en estos últimos es tan sólo más re-
todo él conservado en centros nerviosos espe-
ciente y más artificial. E n otra parte de estos
ciales.
ensayos haremos constar que existe toda una clase
de individuos para los cuales la memoria <c foto- L a inspiración, la improvisación, la imagina-
gráfica » es una imposibilidad, de suerte que, aun ción no son sino memorias ; el dios inspirador de
cuando ellos lo quisieran, no podrían recitar un la elocuencia no es « sino la marea ascendente de
discurso aprendido. En aquellos, la memoria las asociaciones, en la cual todas las ondas nervio-
tiene necesidad de digerir largo tiempo las imá- sas, bajo la atracción de una fuerza común, se
genes para asimilárselas. ¡Afirman gravemente que levantan y se arrastran en la masa palpitante del
no tienen memoria, y sin embargo, son, llegada ¡a cerebro » (i).
ocasión, maravillosos improvisadores!
T o d a s las obras didácticas contienen una c o n - (2) ARISTOTE, Rhétorique, l i b r o III, cap. x u , p a r . 1».
gados haber sido otra cosa, puesto que en Athenas no es irrefutable. En efecto, no es dudoso que al-
el abogado no tuvo nunca el derecho de alegar por gunos discursos de oradores latinos, que han lle-
otro (i). Las más magníficas defensas de Lysias y gado hasta nosotros, hayan sido pronunciados por
de Demóstenes fueron escritas, no para ser pro- sus autores sin preparación gráfica. Era usual que
nunciadas por ellos, simples logógrafos, sino para el orador escribiera su discurso despue's de haberlo
ser aprendidas de memoria y pronunciadas por el pronunciado, como lo hizo Cicerón en su Pro Mi-
cliente ante los jueces.
¿Esto quiere decir que los oradores políticos no p r o n t a m e n t e a c o m p a ñ a d a de la e s c r i t u r a , y q u e tan aprisa
c o m o se h u b i e r e p o d i d o h a b l a r , sin p e r d e r u n a sola p a l a -
hayan improvisado nunca nada ? Sería sin duda ir
b r a , se p o d í a c o l e c c i o n a r c u a l q u i e r a a r e n g a . S e dice que
demiasado lejos. E l mismo Aristóteles habla de Tyro, e l l i b e r t o de C i c e r ó n , era m u y b u e n o b r e r o para e s t e
discusiones que pueden presentarse de impro- oficio. P u e d e s v e r q u e P l u t a r c o , e n la v i d a de C a t ó n , m e n -
c i o n a esta invención. E n el tiempo de A u s o n i o , q u e v i v i ó
viso ( 2 ) ; pero" en este caso aconseja al orador que
b a j o el e m p e r a d o r Teodosio, reinaba a ú n esta repentina
haga una elección previa de los argumentos que m a n e r a de e s c r i b i r , c o m o puede a p a r e c e r p o r la a l a b a n z a d e
pueda emplear, lo que nos inclinaría á pensar que c i e r t o e s c r i b a q u e h i z o en estos versos. E p i g r a m . 175 :
lone. La verdad es que, sea en Grecia, sea en otro medio de llegar á obtener la concisión y la
Roma, la escritura fué siempre considerada, por precisión en los términos. Puedo decir que no
regla general, como el único método de prepara- pierde ninguna ocasión de declararlo. « Se for-
ción de la palabra en público. mará el orador, dice en De Oratore (libro 111,
Es preciso hacer observar que el orador ate- cap. XLIX), por la costumbre de escribir que es muy
niense, por seguro que de sí mismo estuviera, ja- propia para perfeccionarnos en todas las partes de
más se habría atrevido á abordar la tribuna sin la elocución. » En otro lugar (libro II, cap. xxm),
haber cuidado minuciosamente su forma, porque amonesta vivamente á Sulpicius porque persiste en
sabía bien que su auditorio era muy delicado. no adoptar este uso de escribir. « Su abundancia
es semejante á una tierra fértil en la cual crece
Puede afirmarse sin temor de engaño, que las
mucha hierba. Es preciso ramonearla con elstylo. »
arengas que poseemos de oradores griegos, no son
Cicerón, por lo demás, no retrocede ante ninguna
literalmente las mismas que pronunciaron en el
fatiga cuando debe de hablar en público. Trabaja
Pnyx; son obras literarias que, con el pensamiento
tanto sus defensas, les consagra tantas vigilias,
en la posteridad, retocaron mucho sus autores.
que sus amigos le expresan frecuentemente temo-
Cicerón explica abundantemente, siempre que
res por su salud. Escribe y declama. Daba tanta
para ello encuentra pretexto, por qué considera la
importancia á la conservación y cuidado de sus
costumbre de escribir como el método más favo-
cuerdas vocales que declamaba á diario; aun á los
rable para formar un orador. Es que no concibe
sesenta y pico de años hacía ejercicios de declama-
cuales p o d r á s r e c u r r i r c o m o á los m e n c i o n a d o s a n t e s : P r o - ción, la víspera del día en que lo mataron.
b u s , m a g n o , V a l e r i u s , en los códigos o r d i n a r i o s de d e r e c h o ,
y para tener la significación d e l a s m e d a l l a s , S i g o n i u s , el N o es quizá inútil llamar la atención sobre estos
mencionado Folzius y otros.
ejercicios declamatorios, á los cuales los antiguos
« R. R . R . T . S. D . D . R . R. R . F . F . F . F .
« R o m u l o regnante R o m a triumphante Sibylla.
atribuyeron tanto valor. N o nos referimos aquí á
« Delphica d i x i t : R e g n u m Rom® viret ílamma. las declamaciones de escuela, gérmenes de nues-
« Ferro, fame, frigore. tras conferencias de abogados. Se trata de la de-
« Diversas notas de d e r e c h o : Instit. por i n s t i t u t i o n e s ; au-
t h e n t . por authentica.
clamación á solas, « en chambre », operada única-
i S i c e r t . p e t . p o r si c e r t u m p e t a t u r ; D e . p a . p o . p o r d e p a - mente con el objeto de templar y hacer flexible el
tria potestate. » órgano. E l orador antiguo había comprendido
He p r o c u r a d o h a c e r la t r a d u c c i ó n l i t e r a l d e e s t e f r a g m e n t o
cuán interesante era para él conservar siempre dis-
para c o n s e r v a r l e su estilo arcaico.
62 LA P A L A B R A EN PUBLIBO LA P A L A B R A EN PÚBLICO 63
puesto y alerta el centro de su memoria motriz. cerón había citado en De Oratore el ejemplo de
Lo que importa retener sobre todo de estos pro- dos oradores griegos que encontró en Athenas,
cedimientos oratorios usados por Cicerón, es la Carmades y Metrodoro, « que escribían en su es-
preocupación de la preparación escrita. L a llevó píritu con imágenes como se escribe sobre la cera
muy lejos, demasiado lejos, pues llegó á esta con- de las tabletas. » (Lib. II, cap. LXXXVIII.)
clusión falsa, que la palabra en público exige ex- A u n en tiempos anteriores, Galba no empleaba
presiones delicadas y particularmente escogidas : ningún procedimiento de escritura. Es preciso
« Una carta, escribía á uno de sus amigos, no confesar, eso sí, que sus medios eran un poco sin-
puede parecerse á una defensa ó á un discurso po- gulares. La víspera del día en que debía p r o n u n -
lítico. En ella nos servimos de las expresiones dia- ciar una defensa, se encerraba con sus esclavos y
rias y corrientes (i). » les declamaba sus preparaciones. A l día siguiente
Lo que distingue á los oradores latinos de los salía, en un estado de excitación extraordinaria,
antiguos oradores griegos, desde este punto de los ojos centelleantes, vehemente, apasionado, y se
vista, es que, á pesar de la opinión de C i c e r ó n , iba al F o r o acompañado de sus desgraciados se-
cierto número de oradores latinos se mostraba cretarios todavía magullados (¡male mulcatos, dice
poco solícito para la preparación escrita. Aparece el texto) por los golpes que les había distribuido
ciertamente que Hortensius, el rival, si no el maes- durante su laboriosa gestación. Ciertamente Galba
tro de C i c e r ó n , no-participaba de las teorías de era un « motor » 1
su ilustre e'mulo. Verdad es que Hortensius estaba Queda á lo menos comprobado que Cicerón no
dotado de una memoria prodigiosa (2), de una me- pudo soportar nunca la idea de una composición
moria que le permitía componer mentalmente sus hecha sin el stylo. Para e'l, los oradores que no r e -
discursos y leerlos mentalmente cuando los pro- dactaban nada antes de aparecer en público, eran
nunciaba ante los jueces. Pero la meditación le perezosos, negligentes ó (esta última acusación es
bastaba y no recurría á la preparación gráfica. Esta original) gentes que pensaban que su reputación
composición mental no era una novedad, aun en sería más grande si la posteridad no tuviera á la
los tiempos del gran orador latino, porque ya C i - vista sus obras para juzgarlas (i).
(2) B r u l u s , c a p . LXXXVIU.
hasta que venía la noche... H o y , los jueces son
menos pacientes y más violentos que antes, i m p o -
II
nen á los oradores límites y los llaman al orden de
la cuestión (i). »
Después de Cicerón, el método gráfico no parece Los abogados de entonces miraban con cierto
haber sido descuidado por los jóvenes oradores. desprecio á aquellos de sus colegas que practicaban
U n pasaje de Quintiliano nos revela todavía más, aúnlas viejas reglas ciceronianas. E l mismo Pli-
que algunos abogados habían tomado la costumbre nio el Joven, que cultivaba el arte antiguo, no
de llevar su discurso escrito á la audiencia. L a estaba al abrigo de sus críticas; un día fué apostro-
anécdota no deja de ser sabrosa : « E l célebre C a - fado así por un orador de la Nueva Escuela : « T ú ,
sius tenía una ocasión de adversario á un abogado tú te crees en el deber de desarrollar todos los tér-
que leía su defensa en un cuaderno. En un m o - minos medios que forman la causa; yo, á primera
mento dado, exclama, siempre leyendo : « ¿Por qué, vista, descubro el c u e l l o : allí es donde aprieto (2). »
Casius, me miras con mirada tan feroz? — Por Egojugulum premo. E l ilustre Pollión que, igual-
Hércules, interrumpe Casius, yo no te miro; pero, mente, había principiado inspirándose en la letra
puesto que eso está en tu cuaderno, ¡ t o m a ! » Y le de las fórmulas ciceronianas, que escribía todos
lanzó una mirada terrible. » sus alegatos con tanto cuidado que se le tachaba
Sin embargo, de C i c e r ó n á Quintiliano, el arte de demasiado minucioso, acabó por resignarse á
de hablar en público había sufrido lo que llama- métodos más expeditivos : « Defender bien, decía
ríamos hoy una evolución. El período de la época con alguna tristeza, me valió defender muchas
ciceroniana había perdido algo de su amplitud y v e c e s ; defender muchas veces, me valió defender
de su majestad. Se multiplicaron los negocios en menos bien (3). »
el F o r o , y la exigencia de los jueces impacientes Á pesar de todo, Quintiliano persiste en hacerse
no fué pequeña causa de esta reducción de la frase. el apóstol del grafismo. Insiste á cada momento
Se produjo entonces algo semejante á lo que pasó
entre nuestro siglo xvn y la época actual, « Se
(1) C i t a d o p o r M. VÍCTOR CUCHEVAL, Histoire de l'éloquence
toleraban antes, dice A p e r e n el Dialogue des Ora- romaine depuis la mort de Cicéron, t. I.
teurs, las pesadas é interminables arengas; se con- (2) C i t a d o p o r O . DE VALLÉE, L'Éloquence judiciaire au
x v i i ' siécle, p. 2 1 4 .
sideraba como un mérito prolongar un discurso
(3J VÍCTOR C U C H E V A L , op. cit.
sobre la necesidad de la escritura para el candidato jamás sino en su espíritu », y el otro el fogoso
Cassius de quien antes hablamos (i).
á la elocuencia.
Fuera de estas excepciones, todo el mundo escri-
E n el libro X , capítulo i, declara que la elocuen-
bía. En las escuelas de declamación donde se for-
cia no puede tener solidez ni vigor si no se ejercita
maban los jóvenes oradores, desde la edad de trece
con el stylo. Más adelante repite, con Cicerón, que
años, se apelaba siempre á la memoria visual de
« el stylo es el mejor artesano del discurso ». I n -
los escolares, haciéndoles componer por escrito
siste en esta idea, en el capítulo 111, afirmando que
arengas que recitaban después de haberlas apren-
« lo importante para el orador es escribir lo mejor
dido de memoria.
posible ».
Para él, el orador es el hombre que más necesita
escribir, « cui scepius scriberenecesse est ». E n fin,
III
termina con este axioma : « Solamente á fuerza de
escribir se logra hablar con abundancia. »
E l predominio concedido en toda la antigüedad
Verdad es que, aunque tímidamente, con mil
al método gráfico, ha hecho nacer la creencia de
precauciones, habla, en un capítulo especial, de
que los Antiguos no recurrían, para recitar sus
una preparación hecha por simple meditación (co-
obras oratorias, sino á la memoria artificial, y que
gitatio); llega hasta admitir que se puede impro-
pronunciaban sus discursos á semejanza de actores
visar.
que representan su papel en un teatro.
Pero para él, la facultad de improvisar no es
Este es un error que Fenelón ha rechazado con
sino la recompensa obtenida por el orador, hacia
su habitual lucidez, en sus Dialogues sur Vélo-
el fin de su carrera, de los penosos cuidados que ha
quence. Vale la pena de ser citado el pasaje ( 2 ) :
consagrado á la preparación escrita.
« Respecto de Cicerón, vense, en algunos lugares
Sin embargo, Quintiliano no podía desconocer
de sus arengas, cosas necesariamente imprevistas.
notables excepciones á la regla que formulaba é
Pero nos referiremos á él mismo en esta materia.
imponía. Sin contar el caso m u y conocido de Hor-
tensius, citábanse, en su tiempo, á lo menos dos (1) « C a s s i u s , e s c r i b e M o n t a i g n e (lib. I, cap. íx), decía m e j o r
oradores célebres que no habían recurrido nunca á sin h a b e r p e n s a d o en lo q u e iba á d e c i r . Debía m á s á ia f o r -
tuna que á su diligencia. »
los procedimientos gráficos, uno de ellos Portius
(2) Dialogues sur l'éloquence. D. II.
Latro que, á la manera de Carmades, « no escribía
Quiere que el orador tenga mucha memoria. Hasta los platónicos han hecho de los malos demonios,
habla de la memoria artificial como de una inven- han observado que los del último orden son llama-
dos : Huyendo la lu{, y que tienen más artificio y
ción útil : pero todo lo que de ella dice no fija que
son más malignos que los otros : Omniformibus
se deba aprender palabra por palabra de m e m o r i a ;
imaginibus abundant, dice Pórfiro en el libro De
al contrario, parece limitarse á que se distribuyan
Sacri/iciis, prodigiorumque machinis máxime fal-
exactamente en la cabeza todas las partes del dis-
lunt... L a luz que huye (el demonio de impostura)
curso y que se premediten las figuras y principales
es la que nos alumbra —otxr,; 0<p9aX¡/.0(; — más pene-
expresiones que deban emplearse. »
trante que los rayos del sol, los cuales reciben
L a opinión de F e n e l o n es tanto más notable
algunas veces fracción por los obstáculos opuestos
cuanto que todo el siglo xvn estaba lejos de c o m -
de la tierra (1). »
partirla. N o sólo, sino que era hasta una novedad
atrevida para los abogados del Parlamento de Por este solo extracto de una defensa de uno de
París, quienes se hubieran avergonzado de llegar los más famosos abogados de esta época, es fácil
al Palacio sin el manuscrito de sus voluminosas ver que si Racine en sus Plaideurs difamó al F o r o ,
no lo calumnió.
defensas.
Poseo una pequeña obra de retórica, bastante Los discursos del siglo XV11, defensas ó ser-
mones, lejos de parecerse á la improvisación alada,
rara, impresa sin nombre de autor en 1675 (1), en
tienen más bien el aspecto de construcciones ma-
la cual el arte de hablar no está distinguido un
cizas y pesadas, y en todo caso, edificadas laborio-
solo instante del arte de escribir. Y sin embargo,
samente.
el escritor anónimo, que da pruebas de grande in-
Se componía de manera docta, se recitaba con
genio, ha examinado su tema en todos sentidos y
compunción, ó, según el uso más admitido, se
en todas sus lases.
leían pura y simplemente las notas en la au-
E s imposible que otra preparación que la escrita
diencia.
hubiera podido presidir á la confección de las de-
Los oradores sagrados, al decir de Fenelón, re-
fensas de Gautier-la-Gueule, quien, en febrero
citaban como verdaderos actores. E l mismo F e n e -
de 1646, alegando por el conde de C h a b o t , co-
menzaba en estos términos : ( 1 ) C i t a d o p o r M. M U N I E R - J O L A I N , Les Époques de l'Élo-
quence judiciaire en France, 1 v o l . , P e r r i n C * , ed. — V . t a m -
« Señores, entre los seis órdenes diferentes que
bién G A U D R Y , Histoire du barreau de Paris, t o m o II.
(1 )DeCArtde Parler, P a r i s , A n d r é P r a l a r d . . . M. D. C. L X X V .
lón no aplicó ciertamente siempre los principios este momento, el orador adquiere más confianza
que expuso en sus diálogos : sus composiciones en sus propias fuerzas. Desde este momento va á
oratorias son demasiado pulidas para creer que no abrirse un foso de demarcación precisa entre la
las haya recitado de memoria. Se conocen las labo- palabra y la escritura. Se comenzará á comprender
riosas preparaciones de Bourdaloue que dividía, que las cualidades que hacen al escritor no tienen
subdividía y resubdividía sus sermones hasta el nada de común con las que hacen al orador, que
infinito. Tambie'n Massillon, con más arte, cortaba existe algo más que una división de los estilos, que
en cuatro las ideas. Fléchier era un retórico y un la pluma se opone á la palabra y que el estilo ora-
actor de primer orden. Bossuet parece ser el único torio quizá no existe.
que comprendió mejor la composición oratoria : E n la aurora misma del siglo xix se encontra-
« Arrojaba en el papel, dice Le Berquier, el plan rán, sin duda, en el estrado, abogados con el ma-
de sus discursos y esperaba las inspiraciones del nuscrito de su defensa en la mano ; algunos tribu-
púlpito para dar movimiento y vida á sus medita- nales, como el de Burdeos, persistirán mucho
ciones (i). » tiempo en considerar la lectura de los alegatos
como un uso inviolable. Pero bien pronto esta
E l siglo XVIII no trajo un gran cambio en los
costumbre será considerada por los jóvenes ora-
métodos oratorios. Las defensas continuaron siendo
dores como una cosa defectuosa, y los últimos imi-
lecturas en los estrados, y había abogados que soli-
tadores de C o c h i n no serán ya sino los venerables
citaban que se suspendiera la audiencia ocho días
despojos de otra edad.
para pronunciar una réplica. Los más grandes abo-
gados, C o c h i n entre otros, no abandonaron nunca L a Revolución precipitó la ruina de los viejos
esta manera de preparar y de recitar sus obras. métodos que gobernaban el arte de hablar. La elo-
Habrían creído faltar al respeto debido á los ma- cuencia política de esta época borrascosa no per-
gistrados procediendo de manera diversa. mitía las lentas preparaciones de la pluma, y los
abogados educados en la antigua escuela, conver-
Entretanto, con el ilustre Gerbier se inicia una
tidos en hombres políticos, se vieron obligados,
evolución. Ciertamente, la penosa preparación
muy á su pesar, á improvisarse «improvisadores ».
gráfica seguirá siendo la base de los procedimien-
Veremos en el próximo capítulo ejemplos curiosos
tos oratorios. Pero puede decirse que á partir de
del desconcierto que produjo en los cerebros la
subversión de los métodos.
(I) LE BERQUIER, Le Barreau moderne, p . 93.
Sin embargo, sería falso decir que esta transfor- petidas veces en su gabinete, no para repetir fiel-
mación se operó en un instante. E n la última mitad mente lo que ha escrito, sino para defender como
del siglo xvin la influencia de Gerbier se había si se estuviera en el tribunal, preocupándose tan
hecho sentir eficazmente, y un considerable número sólo de conservar el plan y el orden, sin inquietarse
de abogados, mucho antes que Danton, habían co- de los cambios que se hagan en las expresiones,
menzado á defender teniendo á la vista solamente con tal de que presenten las ideas con exactitud y
algunas notas sencillas. Hasta los tratados didácti- claridad. Este método servirá para fijar en el espí-
cos se resentían de este nuevo estado de espíritu. ritu esta a memoria de las cosas », la única que
debe interesar al orador. »
U n abogado del Parlamento, que ha quedado
desconocido, hizo aparecer, en 1776,un compendio H o y estos consejos pueden parecer vulgares : en
« sobre la elocuencia en los tribunales » (impreso el siglo xvni tenían un alcance revolucionario.
por Laporte, librero, calle de Noyers), que con- La precisión de los términos empleados revela,
tiene opiniones muy interesantes. además, á un escritor de gran calor.
E n ese compendio el autor protesta contra el
uso m u y frecuente de leer las composiciones ora-
torias. Prueba que este uso impide que la acción IV
del orador tenga naturalidad :
» Tiene también el inconveniente, escribe, de
esclavizar al orador á lo que ha compuesto y de E n nuestros días, la transformación inaudita que
quitarle la presencia de espíritu y la fuerza necesa- ha sufrido la palabra en público, en todos los géne-
rias para equilibrarse á la impresión que advierte ros, no ha dejado de impresionar á algunos neo-
en el espíritu de los jueces, replicar incontinente, retóricos. E n un libro cuya lectura ha llegado á
ó responder á las interrupciones que puede lanzarle ser insípida, M. de Gormenin, que por el año
su adversario. Por otra parte, es cosa deplorable de 1840 era más conocido con el sobrenombre
aprender de memoria su defensa conforme al sis- feroz de T i m ó n (1), ensayó hacer la psicología del
tema de los predicadores. orador. N o lo logró suficientemente. Divide á los
oradores en tres categorías :
« E l joven orador deberá primero componer com-
pleta su defensa por escrito, después meditarla (1) TIMÓN, Le Livre des orateurs, 1 vol., Pagnerre, ed.,
para penetrarse bien del plan, ejercitarse luego re- P a r í s , 1840.
1.° Los que leen lo que han escrito; originales han sido ahogadas en un estilo tan fasti-
2." Los que recitan lo que han aprendido ; dioso.
3.° Los que improvisan. El inmenso mérito de M. Paignon ha sido el de
Después, define así al improvisdor : « el que proclamar que todo método oratorio basado en la
ignora todo lo que va á decir y no sabe nunca cómo preparación escrita es una añagaza, y que la im-
va á decirlo. » provisación es, no un don del cielo, sino una cos-
Es de toda evidencia que un escritor que hoy tumbre que puede adquirirse en virtud de actos
emprendiera la ingrata tarea de rehacer el Libro de reiterados.
los oradores, comenzaría por suprimir de la lista Así pues, desde 1846, M. Paignon tuvo la saga-
los lectores y los recitadores. cidad de protestar contra el método que, á pesar
E n cuanto á la definición de la improvisación, de sus esfuerzos, continúa estando en boga tanto
tal como la formuló T i m ó n , veremos á poco que en nuestros palacios de justicia como en nuestra
es falsa en más de un punto. U n improvisador que Universidad.
correspondiera exactamente á la fórmula propuesta Ciertamente la preparación gráfica del discurso
por M. de C o r m e n i n , tendría cuando más el talento no ha impedido á grandes oradores conmover á las
de palabra que un corredor en vinos necesita para multitudes y llegar á las alturas de lo s u b l i m e ;
colocar su mercancía. pero dígase cuanto se quiera, constituye para los
De todos los autores que han procurado rejuve- estudiantes de elocuencia el más detestable de los
necer las viejas retóricas, el que me parece que ha procedimientos. N o está ya de acuerdo con las
sido más afortunado, cuyas teorías, en todo caso, necesidades de nuestra época, es un legado de las
se encuentran más cerca de la verdad, es M . E u - viejas edades, mantenido aún por una educación
gène Paignon, autor de un tratado que apareció que tiende, de grado ó de fuerza, á hacer de cada
en 1846 y que ha sido refundido recientemente en uno de nosotros verbo-visuales. Debido á la pre-
la nueva edición de 1888 (1). paración gráfica, muchos jóvenes, en el fondo bien
E l único defecto que me creo en el deber de re- dotados para el ejercicio de la palabra, se han de-
prochar á esta obra, es una fraseología que hace su tenido en la mitad del camino llenos de desaliento.
lectura casi insoportable. Nunca, tal vez, ideas tan Á ella también debe atribuirse en parte el disgusto
que hoy inspira la vieja retórica.
(1) Éloquence et improvisation, p o r EUGÈNE PAIGNON, a n t i -
g u o a b o g a d o de la C o r t e de C a s a c i ó n , P e d o n e - L a u r i e l , e d . ¡Cuántas buenas voluntades han sido aniquila-
das por la lectura de esos tratados en los cuales se
habla del « don oratorio », de « la inspiración Apéndice al Capitulo IV (Nota de la 3.» edición)
divina », de las « cualidades que se adquieren na-
ciendo », del « rayo de la improvisación »! M. Paignon, que fué uno de los huéspedes ama-
¡ Cuántos buenos muchachos han esperado bajo dos del palacio de justicia, en donde ejerció largo
el olmo ese rayo que no los ha h e r i d o ! ¡ C u á n t o s tiempo la profesión de abogado en la Corte de C a -
han perdido su tiempo en escribir y volver á escri- sación, desde 1840, había expuesto empíricamente
bir sus discursos, con el pretexto de que tal cosa muchos de los principios que he desarrollado, —
había dado excelentes resultados á Jules Favre! como lealmente acabo de reconocerlo.
Y de ese sistema ¿ qué ventajas serias han podido Predicó en el desierto y mucho me temo no ser
obtener, si no es en lo que se refiere al « estilo » más afortunado que él. Los presidentes que se
el « estilo », esta bestia negra de la elocuencia mo- suceden en el Palacio persisten en recomendar el
derna ? método de Jules Favre. He aquí cómo todavía se
Sabedlo bien, de una vez para siempre, no hay expresaba á este respecto M. Ployer, en su discurso
cosa que sea más contradictoria al desarrollo ora- de la presidencia (año 1897):
torio que la preparación por escrito. Si grandes « Queréis saber algo más preciso, más práctico,
oradores han llegado á la suprema elocuencia, ha si existen procedimientos, métodos que permitan
sido sin ese método, mejor dicho, á pesar de él. domar las rebeldías de la palabra para conquistar,
H o y día, los recientes datos científicos han ve- con la improvisación, su poder soberano
nido á confirmar los felices hallazgos de M. Pai- « Este método existe, tan sencillo cuanto seguro,
gnon. al alcance de t o d o s ; hasta os parecerá que es de
Posible es trazar el compendio de un método ra- orden casi físico, que es el desarrollo natural de la
cional. Me esforzaré en hacerlo. misma facultad, si os tomáis tan sólo el trabajo de
Y si hay alguien que me reproche no tener para calcular la corta separación que se establece entre
ello la autoridad necesaria, le responderé repitiendo la marcha de una palabra que se retarda y la de
por mi cuenta esta palabra burlesca de Quintiliano, una escritura que se apresura.
« que los que han disertado más sobre el arte ora- « Así pues, en la escritura está el método eterno
torio han sido muchas veces medianos oradores. » empleado tan constantemente, añadiré tan glorio-
samente, que vuestro amor propio de jóvenes ora-
78 LA PALABRA EN PUBLICO
Pasemos ahora al trabajo verdaderamente metó- E s preciso acordarse, en efecto, de lo que decía
dico del meditativo, del que merece ser llamado Lichtheim, « que el centro auditivo manda al
« improvisador ». centro de Broca » (i), y de este principio, des-
Este no debe de tener sino un objetivo : hacer arrollado desde los comienzos de este estudio,« que
trabajar su memoria motri\ de articulación. las palabras oídas son almacenadas en el estado de
Si tiene la ventaja de haber nacido motor de arti- tensión. »
culación, su trabajo es de los más fáciles. E n él La educación del auditivo que quiere llegar á
las palabras están sobre todo representadas por las ser orador, debe sobre todo consistir en establecer
imágenes de los movimientos necesarios para pro- buenas relaciones entre el centro de las palabras
nunciarlas. He descrito suficientemente en el oídas y el centro de las imágenes de articulación.
capítulo II la afortunada situación de este « tipo », Para esto, el auditivo debe desterrar rigurosa-
desde el punto de vista del arte oratorio. mente toda intervención de la memoria visual.
Desde el momento en que conozca su materia en
El único defecto de que deberá precaverse es la
sus líneas generales, debe obstinarse en desarro-
extrema volubilidad que casi siempre se resuelve
en farfulla. Tendrá, pues, que clasificar, coor-
dinar, colocar en su cerebro materiales verbales ( i ) C i t a d o por P . B l o c q , op. cit., p. 14.
liarla con la simple meditación, y luego con el
lenguaje en voz alta. La primera condición para antes de haberse hablado á sí mismo su contenido
un no-motor que quiere « hablar » es convertirse aproximativo ? E s preciso enseñarse á articular el
en motor de articulación. E s esta una educación pensamiento: áeste precio se obtiene el éxito.
que hay que hacer, educación relativamente fácil En resumen : el hombre que piensa vive de dos
con mucha buena voluntad. Es necesario adies- capitales : el capital de las palabras oídas y el ca-
trarse. T o d a s las mañanas, aun cuando no sea sino pital de las palabras vistas. El capital que debe
un cuarto de hora, debe improvisarse en alta voz empeñarse en desarrollar el que quiere llegar á ser
sobre un tema cualquiera ; es preciso innervar las orador profesional, es el capital de las palabras
cuerdas vocales, teniendo siempre presente en la oídas. A menos de ser uno de esos prodigios raros
memoria el axioma de Paignon : « Se enseña uno que reúnen todas las superioridades, el individuo
á improvisar por medio de actos repetidos. » que quiere sobresalir en un arte debe particula-
¿ Es acaso tan difícil empeñarse en desarrollar rizar las funciones de su cerebro que permiten el
todos los días, durante un corto lapso de tiempo, ejercicio de ese arte. E s esta una resultante del
el más vulgar d é l o s lugares comunes? En todo principio mismo de la división del trabajo.
caso, no cuesta mucho ensayar dos ó tres meses. M. Saint-Paul, hablando como médico más que
En cuanto al verbo-visual y sobre todo al motor como artista, dice que el hombre normal, el
gráfico puro, el oficio de hablar en público es hombre completo y equilibrado es el indiferente,
para ellos, en verdad, de un difícil aprendizaje. en el cual todos los centros nerviosos están igual-
Los exhorto sin embargo á que no retrocedan ante mente en funciones. Sí, pero este equilibrado será
la tarea que van á emprender. C o m o primera con- probablemente una medianía. M. Gilbert Balley
dición de e'xito deben abandonar los procedimientos había escrito antes que el « tipo » ideal era el que
visuales, y adiestrarse en la molricidad auditiva. estaba mejor armado en la lucha por la vida, por-
Hacerse leer en alta voz, procurar retener algo de que si perdía uno de sus centros le quedaba la su-
esas lecturas y repetirlas con la menor inexactitud plencia de los otros. ¡ Y bien, n o ! Y a sea que nos
posible, recurriendo tan sólo á la memoria audi- coloquemos en el punto de vista del egoísta « com-
tiva. N o escribir nada antes de haber ensayado bate por la existencia », ya sea que nos pongamos
componerlo en alta voz. ¿ Hay algo de penoso en en el punto de vista de una humanidad altruista,
tomar como programa no escribir nunca una carta es preciso proclamar que, sea en un interés per-
sonal, sea para la común utilidad, el hombre debe
Desgraciadamente, entre nosotros la educación
tener una tendencia continua á perfeccionar las
ha permanecido visual. T i e n d e á hacer de todos,
cualidades especiales de su cerebro. — E n esta
en la mayor proporción posible,gráficos. E n nues-
condición reposa el Progreso.
tras clases de retórica el discurso francés no ad-
Es, pues, necesario que, en la educación de la
mite sino el discurso escrito. Las más de las veces
juventud actual, en el momento en que las voca-
las recitaciones se hacen « textualmente ».
ciones se bosquejan, se de', como ya lo habían in-
E s preciso decidirse á enseñará los adolescentes
tentado los antiguos, un lugar especial á todos
á «improvisar ». Esta idea hará tal vez sonreir á
los que tengan como función social la de hablar
los que aman solamente los caminos trillados. ^
en público. N o sólo, sino que sería interesante
que, en determinada medida, los jóvenes llamados N o debe olvidarse, sin embargo, que si la im-
á recibir la educación integral se adiestrasen desde provisación no es un don de la naturaleza en la
el liceo á hablar en público, á menos que á ello no mayoría de los oradores, sino que se enseña y se
se opongan sus disposiciones orgánicas. Esto es lo aprende, no puede aprenderse ya á contar de cierta
que ya han hecho, con m u c h o éxito, los america- edad. M. Joseph Reinach escribía recientemente,
nos y los ingleses (i). después de Cormenin, que no se aprendía á impro-
visar una vez pasados los cuarenta años (i). ¡ A y !
(i) C r e o de m i d e b e r i n s e r t a r a q u í u n f r a g m e n t o d e u n a
creo que es necesario rebajar todavía algo de esa
bella carta q u e m e e n v i ó M. Delvaille, profesor agregado
de filosofía, p o c o t i e m p o d e s p u é s de h a b e r s a l i d o á la v e n t a
cifra. C u a n d o se quieren practicar después de los
la 2.* e d i c i ó n : « Decís q u e n u e s t r a e d u c a c i ó n es s o b r e todo treinta años, aun después de los veinticinco, los
visual y q u e se tiende á h a c e r n o s gráficos. E s t o era cierto
preceptos cuyo resumen he procurado exponer, se
antes, pero y a n o lo e r a en m i t i e m p o . N u e s t r o s p r o f e s o r e s
de « C h a r l e m a g n e » n o s a c o s t u m b r a b a n á h a b l a r , á tratar
encuentran dificultades insuperables. E n todo
a l g u n a p e q u e ñ a m a t e r i a ante n u e s t r o s c a m a r a d a s . Y lo q u e se caso, los estuerzos resultan mucho más penosos
c o m e n z a b a á hacer c u a n d o era y o a l u m n o , procuro ahora
que cuando el cerebro posee todavía la maleabili-
q u e sea u n e j e r c i c i o n o r m a l e n la c l a s e . . . Desde q u e soy p r o -
fesor siempre he hecho hacer este ejercicio. D o y á un
dad de los veinte años. Esta es la idea que expre-
a l u m n o un c a p i t u l o de libro para q u e lo a n a l i c e . L o h a g o saba excelentemente el retórico romano cuando
s u b i r á la c á t e d r a y e x h o r t o á s u s c a m a r a d a s á q u e tomen
notas, c o m o si y o m i s m o d i e r a la l e c c i ó n . D e b o confesar
p a l a b r a si el p r o c e d i m i e n t o n o era el q u e y o q u e r í a , y si,
q u e h e l u c h a d o m u c h o para d e c i d i r l o s á q u e hablen verdade-
p o r lo m i s m o , el e j e r c i c i o n o l l e n a b a s u o b j e t o . »
ramente. A l g u n o s me hacían, primero, simples lecturas,
( I ) J. REINACH, « Le Canciones f r a n ç a i s ,». I n t r o d u c c i ó n ,
c o m o si se tratara de u n a c o m p o s i c i ó n ; o t r o s a p r e n d í a n de
m e m o r i a . Los he acostumbrado á lanzarse, quitándoles la i vol., Delagrave, ed.
decía que « cada uno prefiere atenerse á lo que
critura podía d a r á los discursos una forma precisa
sabe que aprender de nuevo, y que se considera
y firme. Nada impide, en una preparación mental,
siempre como el mejor camino el que ya se ha re-
ceñir el estilo y obtener precisión en las expresio-
corrido una vez » (i).
nes. Es necesario no contentarse con crear imáge-
A s í pues, lo mejor es estudiar el arte de hablar nes fugitivas y decir : « ¡Bah ! ¡ esto se fijará des-
desde la primera juventud. He aquí por qué de- p u é s ! B Importa que cada idea tenga marcados
dico estos ensayos principalmente á los jóvenes. sus contornos. Débese buscar este ideal : que las
palabras del discurso que va á decirse sean pro-
nunciadas en el cerebro de un modo tan perfecto
II
como ante el mismo público. Contentarse con el
« poco más ó menos » en la meditación es un mal
Me permitiré añadir, para que la juventud los método. La fijación de las imágenes que formarán
utilice, algunos consejos, resumiendo con la ener- el discurso será tanto mejor cuanto más tenaz haya
gía de que soy capaz el método que preconizo. sido el esfuerzo para fijarlas. Sobre todo, no espe-
Rechazo enérgicamente en la elaboración del réis nunca que la forma venga por accesión. Ver-
discurso toda preparación escrita. L a premedita- dad es que lo importante es el fondo mismo del
ción verbo-motri^ es, á mi entender, la única que discurso : en las ideas y no en las palabras debe
puede formar un orador. L l a m o principalmente la encontrarse el enlace racional, la cohesión de la
atención sobre los procedimientos que empleaba obra oratoria. A su encadenamiento natural deberá
Francisque Sarcey y que señalaré en el capítulo el orador esta lógica de la « bala de cañón », que
próximo. arrastra las convicciones. Pero la forma tiene un
Importa que esta premeditación sea trabajada precio incalculable, y el que no medita la forma
con el mayor cuidado. Si se hace de una manera al mismo tiempo que el fondo, corre el riesgo de
vaga, poco precisa, no servirá de mucho. El em- quedarse entre las medianías.
pleo de la meditación débil y perezosa ha dado
N o toméis notas sino después de haber medi-
cierta fuerza á las objeciones de los gráficos,
tado. Las notas tienen la grande utilidad de asegu-
cuando éstos han pretendido que solamente la es-
rar las transiciones. Sería mejor, seguramente,
abstenerse de ellas, como hacen los privilegiados.
(i) QUINTILIANO. Pero podría sucederle al imprudente orador lo que
tan graciosamente contaba M. Sarcey en sus re- nen de su parte todas las fortunas, porque son
cuerdos de conferencista : olvidar, por la falta de numerosos los que, antes de ser consagrados como
una señal escrita, la tercera parte de lo que debía perfectos oradores, han impacientado á más de un
decir. L a transición de una idea á la otra ha sido auditorio. T o d o s los que han podido ver en el tra-
siempre señalada por los retóricos como el gran bajo y seguir durante algunos años á jóvenes ora-
e s c o l l o d e l o s candidatos al arte del bien hablar. \ E s dores, mal dotados pero perseverantes y des-
preciso « hipnotizarse » sobre las transiciones ! deñosos de los métodos gráficos, han quedado
Sobre todo, ¡tened audacia! Desgraciado del que estupefactos al tener que comprobar progresos
no la tenga para afrontar el auditorio, muchas sorprendentes (i). E n cuanto á los gráficos, llegan
veces tanto más temible cuanto más tranquilo y c u e n t r o este c o n s e j o q u e dar : afrontarla comezando por
silencioso. E s preciso reconocer, con tristeza si « p l a t i c a r » a n t e a u d i t o r i o s de a m i g o s . Sin e m b a r g o , n u m e -
queréis, que la modestia es una virtud funesta al r o s o s e j e m p l o s establecen q u e este defecto del carácter ha r e -
s i s t i d o á toda c l a s e d e e s f u e r z o s . Se v e n c e n m á s f á c i l m e n t e
orador, lo mismo que la presunción es para él el los d e f e c t o s f í s i c o s q u e los defectos m o r a l e s .
más precioso de los defectos (i). Los audaces tie- ( 0 N o d e b e c r e e r s e q u e , en g e n e r a l , e l a u d i t o r i o esté m a l
d i s p u e s t o p a r a con los o r a d o r e s q u e d e m u e s t r a n i n e x p e r i e n -
( i ) E x t r a c t o d e u n a c a r t a q u e m e h a d i r i g i d o M. Max Nor- c i a . E l p ú b l i c o no detesta en el o r a d o r u n e m b a r a z o q u e le
dau : « No sólo es la e l o c u c i ó n la q u e h a c e al o r a d o r . E n su p r u e b a la m o d e s t i a ó la s i n c e r i d a d del q u e á él se d i r i g e . A l -
é x i t o ó e n s u fracaso e n t r a t o d a v í a o t r o e l e m e n t o , de orden g u n o s c o n f e r e n c i s t a s c o n s i d e r a r á n hasta c o m o u n a h a b i l i d a d
p u r a m e n t e p s i c o l ó g i c o , y q u e n a d a tiene q u e v e r con la m e - las v a c i l a c i o n e s e s t u d i a d a s del e x o r d i o . N u e s t r o admirable
m o r i a especial y con el e s t a d o de los d i v e r s o s c e n t r o s del Anatole France ha e m i t i d o á este r e s p e c t o u n a teoría q u e
l e n g u a j e h a b l a d o ó e s c r i t o . E s t e e l e m e n t o e s la m a y o r ó m e - r e s u m e así :
nor f u e r z a de c a r á c t e r , q u e se t r a d u c e y a p o r la t i m i d e z , y a « C i e r t a m e n t e la t r i b u n a no es para los o r a d o r e s p e n o s o s ;
p o r la c o n f i a n z a en sí m i s m o . éstos hacen c o m p a r t i r á s u s o y e n t e s la fatiga q u e e x p e r i m e n -
« La timidez ejerce una acción inhibitoria sobre los cen- tan ; p o r u n a s i m p a t í a i n v o l u n t a r i a se sufre con s u s s u f r i -
tros del l e n g u a j e q u e les i m p i d e a b s o l u t a m e n t e funcionar, m i e n t o s . P e r o un o r a d o r de p a l a b r a d e m a s i a d o fluida q u e se
sean p s i c o - m o t o r e s , a u d i t i v o s ó v e r b a l e s . E s t a t i m i d e z p u e d e d e r r a m a en c o r r i e n t e u n i f o r m e , n o i n s p i r a en u n a a s a m b l e a
t e n e r c a u s a s m u y d i v e r s a s , c u y o a n á l i s i s d e t a l l a d o seria m u y m á s q u e u n i n t e r é s s u p e r f i c i a l . E s preciso q u e e l q u e h a b l a
interesante (orgullo, cobardía, exceso de f a n t a s í a , instinto parezca b u s c a r y e s c o g e r s u s ideas y s u s p a l a b r a s . Debe ser
s o c i a l d e m a s i a d o d e s a r r o l l a d o , idea e x a g e r a d a de las c o n s e - r á p i d o e n b u s c a r l a s y acertado en e s c o g e r l a s ; m á s a u n , u n a
c u e n c i a s q u e p u e d e tener u n a d e r r o t a o r a t o r i a , etc.). E n t o d o y otra c o s a deben sentirse e n a l g u n a s i n f l e x i o n e s de la v o z y
c a s o , n o d e b e o m i t i r s e este e s t u d i o al h a c e r l a p s i c o - f i s i o l o - en c i e r t a s d e t e n c i o n e s d e la r e c i t a c i ó n . E s necesario, en fin,
g í a del o r a d o r . » q u e el t r a b a j o del p e n s a m i e n t o p e r m a n e z c a s e n s i b l e en m e d i o
de la acción o r a t o r i a . » (ANATOLE FRANCE, La Vie littéraire,
M. N o r d a u tiene s o b r a d a r a z ó n en d e n u n c i a r la i n f l u e n c i a
t o m o I V . C a l m a n n - L é v y , ed.)
de la t i m i d e z e n el arte o r a t o r i o . Á este p r o p ó s i t o , sólo en-
93
elocuentes y los abogados de talento constituyen ante su sentencia. ¡Sí, todos los géneros del arte de
por excelencia los medios de cultivo del arte ora- hablar se resienten de la mediocridad, no la sopor-
torio. tan tan sólo, la consienten, y puede llegarse á decir
Desconfiad principalmente de todo lo que pueda que de ella v i v e n ! Sí, una de las razones que cier-
recordar, en un discurso, el estilo del escritor. T o - tamente han contribuido en Francia á desacreditar
dos los ornamentos de la antigua retórica son el la elocuencia del foro, ha sido su pretensión de ser
espolio del orador moderno. La palabra en público elocuencia (i).
no puede tener sino un solo objeto lógico : hacer Así pues, procurad ser sencillos en vuestros dis-
penetrar el pensamiento del orador en la inteli- cursos, y no emplear ninguna palabra, ninguna
gencia de los oyentes y hacerlo penetrar al vuelo. expresión que no esté en el lenguaje usual. T o d a la
Persuadámonos, esto es ya un esfuerzo extraordi- obra oratoria debe resumirse en una cualidad sufi-
nario, gigantesco. De una manera general, todo el cientemente difícil de realizar para que sea permi-
empeño del orador debe tender á no salir de las tido no buscar otras : la claridad. Dejadle la pala-
fórmulas que usualmente comprenden sus contem- bra rara al poeta y la palabra profunda al filósofo.
poráneos. Por eso, á pesar de su vanidad por « el ¡ O h ! desconfiad sobre todo de la p r o f u n d i d a d : d e -
estilo », los buenos oradores de los siglos pasados cir de un orador que es « profundo » es dirigirle
no pudieron jamás hacer otra cosa que arrastrarse una terrible injuria. E n fin, en todas las circuns-
remolcados por los escritores. N o fueron nunca, tancias, tened presente en la memoria esta notable
literariamente hablando, sino rezagados, y , diga- observación de Thiers : « He vivido, decía, en las
mos la palabra, medianías. A este precio se hicie- asambleas, y una cosa me ha llamado la atención :
ron oir. La vulgaridad es casi una de las condi- cuando un orador hacía lo que se llama una frase,
ciones de la elocuencia, y esto es lo que seguramente el auditorio sonreía con un desdén indecible y
ha querido poner en claro M. Egger al escribir : cesaba de escuchar (2). »
« Mientras más vulgar es un pensamiento, más U n último consejo : Si creéis que baste haber
fácilmente se expresa. » leído un libro sobre el arte de hablar para llegar
Me ha llamado la atención ver con cuánta obsti-
(1) BRUNETIÉRE, Revue des Deux Mondes, de mayo
nación ha insistido sobre esta inferioridad persis-
d e 1888.
tente del género oratorio el crítico más sagaz de (2) LUDOVIC HALÉVY, Notes et Souvenirs, citado p o r M. AR-
nuestra época. Seamos modesto. Inclinémonos REAT, Mémoire et Imagination, 1 v o l . , A l e a n , ed.
á ser orador, arrojad inmediatamente e'ste al
fuego.
¡ Y ahora, oh jóvenes, ceñios los lomos y buena
suerte !
CAPÍTULO VI
P s i c o l o g í a de los a u d i t o r i o s . (Auditorios
ocasionales.)
CAPÍTULO VI
P s i c o l o g í a de los a u d i t o r i o s . (Auditorios
ocasionales.)
mos constar que el poder sugestivo de la elocuen- COMUNICACIÓN Á OTRO DE L A ACTIVIDAD AUTOMATICA
KI e s p í r i t u c o r p o r a t i v o en el P a r l a m e n t o . — La a r m a d u r a . —
M. P l o y e r y la d e f e n s a l i t e r a r i a . — L a e l o c u e n c i a en los
t r i b u n a l e s de urgencia. — El magistrado escolar. — Psicas-
ténicos y v o l u n t a r i o s . — P s i c o l o g í a del m a g i s t r a d o . — La
f o r m a c i ó n de la c o n v i c c i ó n . — C o n v i c c i ó n y c r e e n c i a . — La
p r e o c u p a c i ó n . — L a m a n e r a d e M. MAGNAUD. — J u r a d o s y
jueces. — E l c o n s e j o j u d i c i a l d e M . MAX LEBADDV. — L a
ley de la i m i t a c i ó n y la j u r i s p r u d e n c i a . — V a i v é n y c e r t i -
d u m b r e . — La f r a s e d e GUIZOT.
KI e s p í r i t u c o r p o r a t i v o en el P a r l a m e n t o . — La a r m a d u r a . —
M. P l o y e r y la d e f e n s a l i t e r a r i a . — L a e l o c u e n c i a en los
t r i b u n a l e s de urgencia. — El magistrado escolar. — Psicas-
ténicos y v o l u n t a r i o s . — P s i c o l o g í a del m a g i s t r a d o . — La
f o r m a c i ó n de la c o n v i c c i ó n . — C o n v i c c i ó n y c r e e n c i a . — La
p r e o c u p a c i ó n . — L a m a n e r a d e M. MAGNAUD. — J u r a d o s y
jueces. — E l c o n s e j o j u d i c i a l d e M . MAX LEBADDV. — L a
ley de la i m i t a c i ó n y la j u r i s p r u d e n c i a . — V a i v é n y c e r t i -
d u m b r e . — La f r a s e d e GUIZOT.
Jul
es un arte que se adquiere por una larga cos- instrumento delicado que debe pesar miligramos.
tumbre. T o d o s los abogados saben que es mucho Representaos esto, que en ciertos asuntos, las
más fácil desarrollar cómodamente á su gusto una Cortes de apelación invalidan 3o veces sobre ioo
defensa, complacerse en su elocuencia ante una el juicio de primera instancia. Y los jueces del pri-
Corte de apelación, que ante un Tribunal de pri- mer grado no son imbéciles. Conozco algunos de
mera instancia. Esta última jurisdicción está com- ellos que nunca han querido reconocer su error y
puesta de jueces jóvenes y ardientes que soportan que persisten en pretender, con lenguaje enérgico,
nerviosamente la prolijidad de los alegatos. Nadie, que el galón de oro cosido á la toca del consejero
al contrario, es tan paciente como un viejo magis- no levanta la inteligencia del magistrado. Admita-
trado. Pasad por alto algunas senilidades y reco- mos que esto no sea exacto y que en materia judicial
noceréis que se duerme mucho más en el Tribunal la experiencia de la vejez justifique la supremacía
que en la Corte de apelación, y mucho más en la de las jurisdicciones superiores. Pero no por ello es
Corte de apelación que en la Corte de casación. menos cierto que la gran mayoría de las causas se
presenta ante el juez de tal manera que pueden ser
Una vez escuchada la causa es necesario juzgarla.
razonablemente resueltas en los dos sentidos.
Otra tarea ardua. El vulgo cree que los litigantes
¿Qué participación tendrá el abogado en la reso-
someten todos los días á los magistrados los nego-
lución? Digamos inmediatamente que escasa. Y a
cios más audaces. Nada de eso. Un abogado que
no estamos en presencia de un grupo inorgánico y
presentara habitualmente negocios detestables se
versátil, capaz de ser influenciado con gestos y
desacreditaría muy pronto. Oí decir un día á un
palabras redundantes. Tenemos ante nosotros
juez estas palabras : « Después de todo, prefiero
hombres que, profesionalmente, desconfían de la
que se litigue un negocio perdido de antemano,
elocuencia. Son capaces de apreciar el talento de
porque no hago dar tantas vueltas y revueltas al
los grandes abogados y prefieren ciertamente escu-
entendimiento para juzgarlo. » Esto no pasa de ser
char á las « águilas » que á los rocines. Pero en el
una humorada. Casi todos los procesos son pro-
fondo son trapaceros, están habituados á manejar
cesos, es decir, más ó menos aleatorios, tienen
las cosas á su gusto, meticulosamente. Conocen el
puntos de interrogación y soluciones sutiles. Entre
personal del foro : á aquellos cuyas afirmaciones
la ganancia y la pérdida no hay frecuentemente
son diamantes puros y á aquellos cuyos juramentos
más del espesor de un cabello y la balanza de la
necesitan ser examinados. Consultan las constan-
justicia es como la de la ventanilla del correo, un
cias del expediente y no dejan pasar gran cosa sin Con esta clase de jueces las deliberaciones son
verificación. muy largas, aplazadas de semana en semana.
H a y dos categorías de jueces : por una parte, los T o d o lo contrario pasa con los voluntarios. El
que y o llamaría, con M. Pierre Janet ( i ) , l o s psicas- « voluntario » se forma una opinión rápida. Sobre
ténicos, y por otra, los voluntarios. éste no tiene influencia la palabra del abogado. Si
N o quiero designar aquí sino grupos generales, el « voluntario »está rodeado de psicaste'nicos ó de
porque existe en estos tipos una infinidad de indiferentes, él dictará la decisión. M. Tarde (1),
matices. en sus estudios de Filosofía penal (y M. Tarde fué
Los psicaste'nicos no tienen nunca una opinión magistrado mucho tiempo), afirma que, en todo
formada de una manera definitiva. Están bastante tribunal en donde existe un « voluntario », la jus-
bien representados en la vida por esos personajes ticia se administra por un juez único. Cuando el
de quienes se dice : « Conceden siempre la razón magistrado de este temple (y los hay muy distin-
al último que habla. »¡Entendámonos! Esta es una guidos) preside una jurisdicción pequeña ó grande,
simple comparación, porque en materia judicial la no espera ni la última palabra del defensor ni las
psicasteniaes una cualidad, es una garantía para el conclusiones del ministerio público para redactar
litigante. C o n o c í á un eminente magistrado que, á su decisión. L a extiende inmediatamente por es-
veces, en los negocios difíciles, se formaba una crito, con una letra que los grafólogos calificarán
opinión después de los alegatos, la abandonaba en de alta, clara, angulosa, de abajo á arriba. Los ase-
el curso de la deliberación, y la recobraba en el sores no resisten, no discuten, es una avalancha
momento en que tomaba la pluma para redactar la que pasa. Ceden, por lo demás, de buen grado.
sentencia : « Solamente al escribir, decía, adivino « Nuestra fe, decía Max Müller, no es frecuente-
el error. C u a n d o quiero burilar algunos conside- mente sino la fe en la fe de otro. » Y W i l l i a m
randos, tropiezo con tales dificultades que exclamo James (2) añade en sus Principios de psicología :
interiormente: « ¡ N o , esto n o está bien 1 » Someto « Nuestra voluntad no es muchas veces sino el re-
entonces de nuevo el negocio á mis colegas, y es flejo de la voluntad de otro. »
muy raro que no los haga compartir mi última
opinión. » (1) Y a había escrito, e n s u f a m o s a o b r a citada Ies Lois de
l'imitation, esta frase : a ¿ E s p o s i b l e n e g a r q u e la v o l i c i ó n sea
el m á s c o n t a g i o s o d e los f e n ó m e n o s p s i c o l ó g i c o s ? »
(2) C i t a d o p o r J . JANET, op. cit.
( I ) P . JANET, Revue philosophique, febrero 1897.
Se preguntaba un día á un magistrado de este finalmente no encontraría ninguna que valiese
carácter c ó m o se formaba en él la convicción. « De más ó menos que las otras (i). »
una manera m u y sencilla, respondió. Después de E n el fondo, ¿ qué es la convicción ? E s , se dice,
haber leído las conclusiones, escucho á los aboga- el estado de alma de un hombre que se cree dueño
dos. Mi espíritu se llena de certidumbre á seme- de la verdad. E s preciso retener de la definición
janza de un vaso en el cual se derrama el contenido sobre todo estas palabras : « un hombre que cree. »
de una garrafa. Cuando está lleno, se acabó : nin- L a verdad absoluta sólo existe en matemáticas.
gún poder del mundo podría hacerme variar de Las verdades jurídicas son por su esencia relati-
vas. Aristóteles ha sido el primero en proclamar
opinión. »
que convencer era despertar la creencia. ¿ Cómo
En un estudio admirable de Anatole France se
se determinará esta creencia en el juez?
encuentra un fino análisis de estos dos tipos psico-
Á primera vista, nos inclinamos mucho á pensar
lógicos.
que este punto delicado nos proporcionará un cri-
He aquí primero, según M. France, lo que decía
terium de diferencia entre el auditorio heterogéneo
el excelente Franklin : « C u a n d o estéis perplejo y
y el auditorio homogéneo. E n el jurado sólo debe
no podáis tomar una resolución, coged una hoja
despertarse el sentimiento ; el magistrado de oca-
de papel blanco y divididla en dos columnas. E s -
sión no tiene en cuenta sino la equidad. En el juez
cribid en una de las columnas todas las razones
es preciso apelar al razonamiento más seco, por-
que tenéis para obrar, y en la otra todas las razones
que sólo tiene en cuenta el derecho.
que tenéis para absteneros. L o mismo que en álge-
Pero después, por consideraciones posteriores
bra se suprimen las cantidades semejantes, tachad
venimos en conocimiento de que la psicología del
las razones que se compensan y determinaos de
magistrado es más complexa. Su espíritu no afecta
acuerdo con la razón que subsista. »
el aspecto de una tabla rasa que ofrece á los argu-
Este es el procedimiento del « voluntario » ; oid
mentos de las partes. T o d o juez tiene una concep-
ahora cuál es el embarazo del psicasténico : ción previa, una medida á la cual relaciona lo que
a Serenus no empleará este método que no se ha se somete á su juicio. Lleva á la audiencia sus
hecho para él. Serenus agotaría todos los papiros preocupaciones, sus tradiciones, sus observacio-
y todas las tabletas de cera, usaría sus cañas del
N i l o y su punzón de acero antes de haber apurado
( i ) A . FRANCE, La vie littéraire, t. I, C a l m a n n - L é v y , e d .
las razones que le sugiriera su espíritu sutil, y
nes, todo su bagaje intelectual y moral. Se cree ñera de salir avante. Responde imperturbablemente
que la ley es para e'l una especie de tabla de l o g a - no, contrariando á la evidencia, cuando se trata de
ritmos, un libro de cuentas, una colección de eti- disminuir una responsabilidad ó de absolver á un
quetas, que basta hacer entrar los hechos en los acusado más desgraciado que culpable. ¡ L a men-
principios para que se rinda al silogismo con la tira colectiva es tan fácil! E l juez, atado por su
seguridad de un geómetra que aplica un teorema. grandeza á la orilla, obligado á motivar sus sen-
N o hay tal cosa. N o existe quizá un solo negocio tencias con considerandos, no puede impedirse
civil en que el sentimiento no reclame más de su aplicar la ley. E l jurado tiene cuenta de la socie-
parte legítima. Durante estos últimos años se ha dad, se coloca en el punto de vista del intere's
criticado mucho la manera del presidente Ma- g e n e r a l ; dará fácilmente la absolución á un cri-
gnaud. Pero desde hace cien años, con menos au- minal cuando este' convencido que no es de temerse
dacia en verdad, la misma Corte de casación ninguna reincidencia. Esto es lo que explica su
corrige el Código con la desenvoltura del Buen demasiada benevolencia para con los crímenes pa-
Juez. Ha pasado por alto algunos artículos, ha sionales. El juez no examina otra cosa que al indi-
añadido otros. ¿ N o sabe todo el mundo que en la viduo y la categoría penal en que debe etiquetarlo.
materia de dones manuales ha creado de su propia Pero el juez no es prisionero sino cuando no
cepa, sin hacer caso del legislador, todo un dere- puede escaparse. Siempre que puede romper el
cho pretoriano? corsé' del C ó d i g o para satisfacer la equidad natu-
Así pues, no hay más que una diferencia de ral, no vacila. E n eso está el triunfo del gran abo-
grado, desde el punto de vista de la influencia sen- gado. ¿ Quién no recuerda el soberbio alegato de
timental, entre el jurado y el juez (i). Esta dife- M. Waldeck-Rousseau que hizo retirar el consejo
rencia se acentúa quizá más en los procesos c r i m i - judicial del joven Max Lebaudy? Nunca había sido
nales. El magistrado correccional se ve muchas propuesta una tesis tan atrevida. Proclamar la uti-
veces, aun contra su voluntad, ligado por textos lidad social del pródigo era trastornar completa-
de los cuales no puede escaparse. E n las fórmulas mente los principios sacrosantos de la legislación
brevesdel veredicto, el juradoencuentrasiemprema- napoleónica. A h o r a bien, las costumbres eran fa-
vorables á la aventura, el fruto estaba maduro, no
( i ) M . G u s t a v e L e Bon ha d i c h o , e n s u Psychologie des había que dar sino una ligera sacudida para que
foules : « L o q u e ha e n t r a d o al d o m i n i o d e l s e n t i m i e n t o n o
cayese. Retened esto : la palabra del abogado no
puede ser tocado por la d i s c u s i ó n . »
revoluciona n a d a ; no hace más que tranquilizar paso. C u a n d o el divorcio se consignó en la ley,
los magistrados, imbuidos aún de teología, lo
la conciencia del juez. No crea la convicción, la
decretaban con loable discreción. H o y divorcian
confirma.
á los esposos á más y mejor. L o mismo sucedió
De esta suerte, la influencia del orador sobre un
con la ley de moratorias que ha llegado á ser, en
auditorio restringido y corporativo se reduce á
el momento actual, no un favor sino un derecho.
límites muy estrechos. L a solución del negocio
C r e o que es y a tiempo de resumir. L a convic-
está en germen en el espíritu del oyente. N o se
ción no parte del orador á modo de un rayo de l u z
trata sino de facilitar el alumbramiento. E n jura-
escapado de un f o c o . Existe previamente en el au-
dos, los abogados emplean todos los argumentos
ditorio que la lleva en medio de sus preocupacio-
buenos y m a l o s ; no saben nunca cuál es el que
nes. — H e encontrado en uno de nuestros más es-
producirá efecto y hará saltar el resorte. Pasa un
pirituales moralistas, Achille Fournier (i), el
poco de esto mismo aun ante jurisdicciones ci-
Camfort muy poco conocido del siglo xix, una
viles. Los abogados usan una frase para pintar
máxima que condensa admirablemente mi idea :
esta situación. Dicen : « Litigamos á todo « U n hombre que razona justo es un hombre que
evento. » razona como nosotros. » Este es el fondo de la opi-
P e r o hay un orden de ideas en el cual los ora- nión, consciente ó no, del magistrado. L a convic-
dores judiciales pueden maniobrar con menor in- ción no se opera si no hay tendencias preexisten-
certidumbre. Más que nadie el juez es sensible á tes. — El juez puede encontrarse confundido
las leyes de la imitación. — Por distinguidos que bastante tiempo por las contradicciones que surgen
se les suponga, los magistrados son hombres, y de un negocio. Su alma oscila ; sabe bien que la
revelan su debilidad en la manera con que aceptan verdad será relativa ; pero importa que encuentre
las verdades de jurisprudencia. — Sin duda hay en esa verdad so pena de cometer un delito. Entonces,
este hecho una pereza natural de espíritu. Es muy poco á poco, creará un equilibrio entre sus con-
dulce descansar en las fórmulas ya definidas y cepciones subjetivas, sus observaciones personales
preparadas. En más de una causa el talento del y las impresiones que le llegan del exterior. Helo
abogado consiste en hacer entrar su caso en un aquí persuadido, sin vacilaciones si es voluntario,
caso ya juzgado. C u a n d o se trata de echar por
tierra una doctrina admitida, sólo el primer paso (I) A c h i l l e FOURNIEB, Pensées d'automne, Ollendorfl, ed.,
1900.
es difícil. Pero es preciso que se dé ese primer
y con incesantes mudanzas si es psicaste'nico. — de dar al alegato una certidumbre. » Y para colmo
Despue's, es preciso que tome la pluma y que es- de desgracia, á la larga se convencen de la impo-
criba la verdad judicial. Entonces es curioso verlo tencia de la oratoria. E l arte de la palabra des-
en el trabajo ; mientras más instable es el equili- carga al juez de una parte de su tarea, pero no lo
brio psíquico obtenido, más considerandos acumu- determina. « Es preciso servirse de la palabra, de-
lará. Borda el negocio, le da tono, lo toma á p e - cía hace ya mucho tiempo el ilustre Guizot, sin
chos ; añade argumentos á los argumentos del confiar en ella. »
abogado que hace t r i u n f a r ; está más convencido Esta será mi palabra final.
que la misma parte.
Interrogad á los abogados. Encontraréis algu-
nos que lamentan tal ó cual proceso perdido y que
se admiran de una causa ganada contra toda pre-
visión. E n general, ninguno se queja. Casi todos
reconocen, después, el error cometido, el vacío en
el razonamiento, la fuerza de la objeción, y esto,
en los procesos que se han sostenido más apasio-
nadamente. Para muchos miembros del foro el
juicio es un desembarazo intelectual. El juez no
se rinde jamás : invalidada su sentencia por el su-
perior se levanta todavía y dice : ¡ T e n í a y o razón!
sea diez minutos, en hablar abundantemente sobre retener el nombre de una persona, asociarlo con
cualquiera señal característica de esa persona (co-
un tema cualquiera.
lor del vestido, timbre de la voz, etc.).
— N o escribir nunca su correspondencia antes
de haberse hablado el contenido de ella, sea men- — Para curar la farfulla ó la gran volubilidad,
es necesario escucharse hablar, aun en la conver-
talmente, sea en alta voz. Meditar y hablar antes
sación más familiar. Obligarse á no pronunciar
de escribir algo (i).
nunca una frase sin haberse asegurado antes de su
( i ) Á este respecto, h e a q u í u n a o b s e r v a c i ó n q u e m e ha corrección gramatical.
h e c h o u n o de m i s lectores, y q u e p u b l i c o p o r q u e m e parece
m u y i n t e r e s a n t e . S e s a b e c u á n t o se e m p l e a h o y la « Máquina — U n excelente me'todo para curar la farfulla es
de e s c r i b i r ». La d a c t i l o g r a f í a parece ser p r o p i a p a r a favo- el recomendado por M M . Legouve' y Dupont Ver-
recer m u c h o el a p r e n d i z a j e de la p a l a b r a , p o r q u e o b l i g a al
non : ejercitarse con la mayor frecuencia posible
e s c r i t o r á madurar completamente súfrase antes de confiarla
al papel. Los g r á f i c o s o r d i n a r i o s ven el p e n s a m i e n t o s u r g i r
b a j o la p l u m a . E s t o es l o q u e d e b e e v i t a r s e c u a n d o se q u i e r e q u i s i e r a e s c r i b i r en o t r o i d i o m a . D e s p u é s , poco á p o c o , l o -
hablar correctamente. Cuando un individuo acostumbrado gra poner de a c u e r d o su m e c a n i s m o cerebral con e l n u e v o
á e s c r i b i r con la p l u m a q u i e r e c o m p o n e r c o n la m á q u i n a , sistema g r á f i c o . E s t e n u e v o s i s t e m a es m u y a p r o p i a d o para
t r o p i e z a p r i m e r o con u n a dificultad casi tan g r a n d e c o m o si favorecer el t r a b a j o de la m e d i t a c i ó n o r a t o r i a .
¿^BHUjk^JhflÉL
en articular unas después de otras, aumentando altas corre el riesgo de enronquecerse muy pronto
progresivamente la velocidad, las letras más difí- y de terminar su discurso con la voz apagada.
ciles del alfabeto. De esta suerte, comenzar p o r / , — No os piquéis nunca vivamente en una discu-
t, d; hacer en seguida entrar la e, luego la r, y sión. El que quiere que su opinión encuentre cré-
pronunciar muchas veces f , t, d, e, r , hasta que dito debe enunciarla fría y desapasionadamente.
los músculos de la lengua y de los labios adquie- En primer lugar, la cólera no es higiénica, enron-
ran elasticidad y expedición. ¡ E s t o es grosero, quece; en segundo lugar, el orador demasiado
v u l g a r ! ¡ Sea! pero ensayadlo. apasionado crea una prevención contra él, á lo
— Evitar con el mayor cuidado todo medio menos en ciertos auditorios.
mnemotécnico puramente visual, como por ejem- — T e n e d siempre la vista fijada en los que os es-
plo : la conservación mental de los encabezados de cuchan.
los párrafos. — N u n c a leáis citas; en todo caso, lo menos
— Las repeticiones de las fórmulas oratorias que sea posible.
que ligan las frases son penosas cuando llegan á — E l gesto tiene su importancia ; pero una cien-
ser muy frecuentes en un discurso. He aquí algu- cia demasiado complicada del gesto es insoporta-
nas de ellas : Por decirlo así; si se me permite la ble en un orador. Á éste le basta, en general, obe-
expresión; dejadme deciros; lo repito; es de toda decer á su propia naturaleza.
evidencia; si no temiese, etc., etc. E s imposible — Si se os interrumpe, dejad al interruptor que
desterrarlas. L o que es preciso impedir es que la concluya. Dad más importancia á conservar el hilo
misma fórmula aparezca sempiternamente en los del discurso que á encontrar una réplica inme-
mismos discursos. E l remedio para este mal es ad- diata. U n a buena réplica es casi siempre el pro-
quirir el mayor capital posible de esas locuciones, ducto de una memoria feliz.
para variarlas mejor. E l concurso de un amigo — Si os falta una palabra, no perdáis mucho
presente en el auditorio es indispensable para se- tiempo en buscarla. Vale más una impropiedad,
ñalar al orador la existencia de esas escorias del hasta un barbarismo, que detenerse en la recita-
discurso. ción.
_ Comenzar siempre el discurso lentamente, — Nunca perdáis la ocasión de escuchar á un
con voz clara, pero más bien baja. virtuoso de la palabra ; huid de los farfullas como
— El orador que comienza con notas demasiado de la peste.
S E G U N D A P A R T E
Sumario :
CAPÍTULO PRIMERO
Mi r a b e a n .
Jk^jk
ración para los negocios bajo el brillo de su facul- psicólogo muy distinguido, parecen á lo menos
tad dominante. » M . Arre'at, como otros muchos, sorprendentes.
parece estar influenciado por esta idea, que un E n resumen, dígase lo que se quiera, Gambetta
gran orador puede existir con un bagaje mediocre reunió en su persona el talento de T h i e r s y el ge-
con tal de que tenga oropeles. Nada es más falso. nio de Berryer. De aquél tuvo los procedimientos,
Si los oradores ilustres, los que verdaderamente de éste tuvo la acción.
han persuadido á las multitudes, no han sido
Nota de la tercera edición. — Resulta de infor-
nunca « inventores », « creadores », todos ellos
maciones m u y seguras recogidas de amigos de
han tenido necesidad de una inmensa provisión
Gambetta que los primeros discursos del T r i b u n o
intelectual. Que ios refinados les reprochen, si eso
pronunciados en tiempo del Imperio en el Cuerpo
les place (estas son concesiones que he hecho
legislativo, fueron preparados por escrito. N o va-
desde hace mucho tiempo), sus vulgaridades y sus
cilo nunca en señalar un hecho, aun cuando per-
lugares comunes : sea. Y a lo he dicho y no insis-
judique á mi tesis.
tiré más en ello : esas son cualidades oratorias.
Fué en el momento de la guerra cuando G a m -
Pero nunca consentiré en admitir en su contra el
betta comenzó á improvisar verdaderamente. Sus
reproche de ignorancia ó de « inintelectualismo »,
discursos están todavía más llenos de incorrec-
¡ para emplear un barbarismo á la moda ! Y a
ciones que los de Berryer y sus metáforas no tie-
M. Egger había formulado, en otros términos, la
nen la misma amplitud. Algunas frases, examina-
crítica de M . Arréat (i). ¿ N o se ha atrevido á com-
das de cerca, no quieren decir absolutamente nada.
parar á los oradores con los comediantes y á lla-
— Se sabe que, á pesar de estos defectos, se apode-
marlos « los hombres que meditan poco ? » Y esto,
raba siempre de su auditorio. Su voz era de un
cuando los grandes oradores han sido todos, por
timbre sonoro, rica, poderosa, m u y musical. Hasta
excelencia, grandes meditativos.
el fin de su vida conservó un acento meridional
Semejantes observaciones prueban tan sólo la algo chocante para los oídos parisienses. Su dic-
flaqueza de la vieja psicología de « introspección ». ción era flexible, variada, m e l o d i o s a ; además, y
Viniendo de parte de M . Arréat, que es un neo- sobre todo, tenía frecuentemente vuelos soberbios,
notas de clarín de prodigioso efecto. Recuérdese el
famoso apòstrofe : « Et maintenant, regarde\ á la
(I) E G G E R , op. cit., p. 82. trouée des Vosgesl » Pero c o m o decía Esquino
esta chanza desde el contratiempo que le acaeció
hablando de Demóstenes, para darse cuenta del
en el Circo de Invierno, u n día de desgracia en
entusiasmo que provocaba « era preciso haber oído
que la buena diosa lo dejó resueltamente en el
al monstruo 1 » atolladero. Por eso, con su fina naturalidad,
Cuando Gambetta tomaba la palabra, princi-
M. Sarcey proclama desde luego que no se saca de
piaba casi en voz baja. Acariciaba maquinalmente
una fuente más que el agua que en ella se ha ver-
la tribuna. N o se oía nada. T o d o s gritaban :
tido, y que por mucho que se dé vueltas á la llave
« ¡Chut!¡Chut! », y al cabo de un momento el más
de la improvisación, « si la fuente está vacía n o sale
profundo silencio reinaba en la asamblea. En-
sino viento. »
tonces, Gambetta subía el tono.
Escuchad ahora la manera de prepararse.
« No escribáis nunca una conferencia; llego
F r a n c i s q u e S a r c e y (Conferencista). hasta añadir que no llevéis notas... Recordad que
el público es un monstruo de mil cabezas y que no
He reservado á Sarcey para el fin (pour la bonne
lo domaréis si no tenéis constantemente vuestra
bouche), por dos razones : la primera, porque nos
mirada fija en la suya... No citéis 6 citad de memo-
ha dado uno de los análisis más exactos que pue-
ria.: tanto peor para el autor si resulta truncado...
dan leerse de lo que concierne á la psicología de la
palabra; la segunda, porque los procedimientos Cuando poseáis, á lo menos en globo, todas las
que nos ensena me parecen los más sensatos, los ideas de que se compondrá vuestro discurso, ¡no
más fáciles y los más seguros. N o es una observa- cometáis nunca la imprudencia de sentaros en vues-
ción la que presento, es un modelo que d o y . tro escritorio con una pluma en la mano! Id á
vuestro jardín ó á alguna calle solitaria, ó á la
C o m o Montaigne, M. Sarcey comienza por de-
pieza más grande de vuestra casa. Sólo paseándose
clararnos buenamente que no tiene memoria. Pero no
os engañéis. Esto quiere decir simplemente que no se prepara uno bien. Tenéis en vuestra memoria
puede aprender de memoria. E n el fondo, todos los temas de vuestro desarrollo : picad en el mon-
sabemos que vive de la más increíble acumulación tón, tomad uno de allí. Esforzaos en improvisarlo.
de recuerdos que pueda existir en un cerebro No os preocupéis de las frases mal construidas, ni
humano. — N o esperéis tampoco oirle contar a l - de las palabras impropias, seguid siempre vuestro
gunas frivolidades sobre la inspiración oratoria, c u r s o ; llevad el desenvolvimiento hasta su tér-
j L a Inspiración oratoria! M. Sarcey no cree en mino, y una vez apurado, volved á comenzar el
148 LA PALABRA EN PUBLICO
« E n los primeros días, voz é ideas salían con tra- plos vivos son el medio pedagógico más sugestivo,
bajo, estiradas, separadas, ineficaces; pero pensaba soy un visual-emotivo. Se sabe, en efecto, gracias
que este ejercicio de adestramiento era verdadera- á los trabajos de la escuela de Charcot, que hay
mente precioso, tanto para la laringe como para muchas especies de memorias : memoria de las
« Después la gimnasia de la enseñanza universi- siendo las imágenes sino sensaciones despertadas,
taria, comenzada desde el año siguiente en T u r í n , el acto de su memoria implica siempre el despertar
en donde yo era al mismo tiempo profesor de de sensaciones y percepciones que son aferentes
derecho criminal y alumno de Lombroso, no ha de la vista, del oído, del tacto ; de manera que hay
hecho sino aumentar más y más la resistencia la memoria visual, la memoria auditiva y la memo-
L A P A L A B R A EN PUBLICO
ria motriz y otros tantos tipos psico-antropológi- accidente de ferrocarril, cuando á los abogados
cos correspondientes. de la C o m p a ñ í a , que acusaban á las familias de
« A d e m á s , las diferentes memorias (imaginación, los muertos y de los heridos de hacer « especula-
emoción, ideación) se ligan y se combinan de ción », respondí en mi defensa que yo no sabía lo
todas maneras, según los individuos y sus grupos que mi dolor paternal habría podido hacer si mi
profesionales y sociales. hijita me hubiese sido devuelta en un montón pal-
« L a imaginación tiene por fundamento la memo- pitante de sangre y de lodo..., entonces veía real-
ria ; pero la memoria no le proporciona sino los mente ese pequeño cuerpo, y el contagio emocio-
materiales; ponerlos en obra depende del tempe- nal debe haber sido muy fuerte. E n ese momento
ramento cerebral hereditario. tuvo que suspenderse la audiencia con motivo de
« A l derredor de ese núcleo de la m e m o r i a — m o - la agitación del público, que se levantó en la sala
triz, auditiva ó visual — se entrelazan, con mayor contra los representantes de la Compañía del
ó menor predominio, la memoria de las emociones ferrocarril. »
y la memoria de las ideas; esto es lo que forma el C r e o útil agregar á esta página de psicología,
tipo psico-antropológico del visual-intelectual, del citada por M. A j a m , algunos párrafos en que el
auditivo-emotivo, etc. mismo Ferri da á conocer pormenorizadamente su
« Así por ejemplo, entre los artistas la memoria método de preparación oratoria. E n el prefacio de
intelectual es con frecuencia m u y débil, mientras su libro Di/ese Penali e Studi di Giurispru-
que una de las tres memorias de las imágenes y la den^a ( i ) — cuya lectura íntegra recomiendo á
memoria emocional son las más de las veces m u y los estudiantes — dice :
desarrolladas. « T e n g o la costumbre de escribir, hasta donde
« M i cerebro es una especie de aparato fotográfico puedo hacerlo, todo lo que pasa en la audiencia :
para las imágenes visuales, porque todas mis pose- lectura de documentos, deposiciones de testigos...,
siones visuales se fijan al derredor de una radiación arengas de adversarios y de colegas, preguntas ó
ó de una emoción y se encienden muy vivamente expresiones incidentales de jurados ó jueces, etc.,
cuando quiero condensar y fijar una radiación ó anotando marginalmente la impresión que, á mi
una emoción en los cerebros del auditorio. Y juicio, haya hecho cada acto en el ánimo de los
cuando hablo, veo cerebralmente esas imágenes.
Así por ejemplo, en el proceso por un terrible ( I ) E . FERRI, Difese Penali. T o r i n o , F r a t e l l i B o c c a , ed.
jurados ó de los jueces, y anotando también las provocadas por el creciente calor del discurso y
respuestas de defensa que se puedan oponer á tal por las interrupciones, mímicas ó habladas, de los
ó cual impresión de cargo... Y , divididas las partes adversarios — esta improvisación es la que nos
principales de la defensa según la índole y el con- hace alcanzar la máxima fuerza sugestiva, porque
tenido de la misma causa, escribo las grandes ó en recoger y rebatir una imprevista objeción de
líneas del discurso y aquellos mínimos detalles de los contrarios ó sobre todo en sorprender en la
hecho que sean esenciales, en pocas y anchas fisonomía de los oyentes la impresión en ellos des-
cuartillas de apuntes sinópticos, en las cuales la pertada, podemos, ya sea pasar volando sobre un
variedad de los lápices de colores, oportunamente argumento que se muestra poco persuasivo, ya sea
dispuesta, favorece y ayuda la memoria de las insistir, con insistencia proteiforme, en el argu-
cosas que deben decirse, una después de la otra. mento que haga más presa en el ánimo de los
jueces porque ha germinado de las raíces mismas
— E n cuanto á la forma, creo que confiarse á la
de la causa debatida. — De todas maneras — sea
improvisación hace más viva, palpitante y efica\ la
en la defensa, sea, y tanto más, en la réplica — es
palabra. E s preciso haber pensado primero en
mejor emplear pocos argumentos buenos y deci-
cada una de las partes de la defensa : en la idea
sivos, que no muchos, entre buenos y débiles;
que formará el exordio, en la que servirá de final,
porque éstos paralizan en el cerebro de los
y en la cadena de los argumentos, los de réplica á
oyentes el efecto de aquéllos, y cuando se dicen
la acusación en primer lugar y los de defensa
cosas desentrañadas de la causa ó que la atañen
l u e g o . — Pero la expresión verbal de estas ideas
por irresistible asociación de ideas y de común
(excepto alguna frase más típica y apropiada al
experiencia, la fuerza sugestiva no está en el nú-
caso), creo que debe dejarse absolutamente á la
mero, sino en la calidad de las cosas dichas. — Re-
improvisación, cuando el cerebro caldeado por el
sumo todos mis recuerdos y todos mis consejos,
propio trabajo despide fulgores más luminosos
diciendo que una defensa penal, para ser pode-
que no las frases fríamente destiladas en el escri-
rosa, debe ser no sólo dicha, sino también vi-
torio, lejos de la atmósfera vibrante del público y
vida, con lampos del cerebro, con palpitaciones
de los jueces. — Y esta improvisación de la forma,
del corazón... »
— que y o comienzo siempre en tono humilde y
con voz natural, para abandonarme después á to-
das las variaciones de intensidad y de rapidez,
ÜlÉi Ttfh
grandes y sostenidos esfuerzos de la palabra ;
acento enérgico ; entonación acre, y , como la de
pocos, apta para esos espantables apóstrofes y
condenaciones, que profieren violentos y solemnes
sus labios, c o m o si ellos entrañaran la encarnación
austerísima de la conciencia pública... Parece en-
fermizo, quizá lo sea, y , sin embargo, podría
CAPÍTULO IV competir con aquel Catón de Utica, obstinado
enemigo de César, que logró, con un discurso de
once horas, impedir, en día memorable, que el
Senado tomase un acuerdo favorable á su r i v a l ;
Tierra fecunda en oradores es España. El idioma pues vésele, tras de largos discursos y ardorosas
castellano es un idioma oratorio, de tribuna. T o d a improvisaciones de tres y cuatro horas, sentarse
la literatura española es elocuente. tan fresco de fuerzas y tan claro de voz, como si
Reproduzco algunos retratos psico-físicos de nada hubiese dicho. M u y pensador, lato y concep-
oradores españoles, que con enérgica brevedad y tuoso en la d o c t r i n a ; á las veces, su prolijidad y
profunda evocación, ha hecho el Dr. Angel exposición, adolecen más bien de académicas que
Pulido en su libro La Emoción Oratoria (i): de parlamentarias; es sólido el encadenamiento de
sus ideas, cuidadosa la trabazón de su lógica, y
obscuros con frecuencia, por demasiado sutiles y
Salmerón.
filosóficos, sus razonamientos. Su frase facunda,
distinguida, y ajustada con severidad al pensa-
« Tiene aspecto de anabaptista : alto, seco, más
miento, decae en ocasiones, por rebuscada, en ex-
que pálido cetrino, buen ejemplar de tipo ario en
travagante y libre. Sin e m b a r g o , nadie le aventaja
sus ramificaciones semíticas; facciones correctas y
en el corte elegante y gallardo de la cláusula, la
varoniles ; expresión adusta ; mirada fuerte y p r o -
cual sale de sus labios, á m e n u d o , tan segura,
funda ; ademán altivo, voz clara y sonora, cuerdas
ática y tersa, que produce en el ánimo de quien le
vocales y aparato respiratorio apropiados para los
escucha ese grato arrobamiento que causa siempre
( I ) D r . A . PULIDO, La Emoción Oratoria, Madrid, 1896, el sentimiento de lo s u b l i m e . Improvisador ex-
p a g s . 159 y s i g u i e n t e s .
traordinario, su ataque es duro, violento y agre- ciendo siempre textos, citas y demostraciones de
sivo, pues emplea frases tan destempladas como una cultura enciclopédica y brillante. Tiene lapa-
nadie osa decirlas. Este lenguaje, su acento, su labra más afluente del Congreso español, y dice
mirada provocadora, y la rudeza de sus ataques, con tanta serenidad, blandura y elegancia, que en-
dichos con voz altisonante y subrayando, levantan canta... Cuando ha terminado, deja en el alma,
recias tempestades, que afronta con una serenidad como Berryer y Lamartine, una risueña y adorable
pasmosa, oponiéndoles u n rostro contraído con sensación de dulzura, perfume y embeleso. Se ha
irónica y hasta mefistofélica sonrisa, fiereza arro- pasado un rato delicioso escuchándole. »
gante, cabeza erguida, y unos ojos negros, lumi-
nosos y m u y abiertos, que clavan su mirada donde
Cánovas.
más braman los truenos, c o m o para gozarse en su
contemplación y aguardar su total desencadena- « Personalidad saliente y poderosa. Talento ex-
miento, á fin de, una vez calmados, recargar sobre traordinario; ilustración vasta y profunda, con es-
lo mismo que tanto hiere y desata. » pecialidad en asuntos de historia; carácter enér-
é
gico y altivo; comprensión fácil y pronta; replica
viva, clara y feli% ; razonador copioso, y diser-
Moret.
tante sereno, elocuente y de prolija dialéctica. Su
« El más espontáneo, facundo y segurísimo en la frase, escogida, segura y majestuosamente dicha ;
improvisación de cuantos conocemos... De él he- su pasión, de exaltaciones comedidas y á veces de
mos oído decir muchas veces á Castelar que las Mu- soberano desdén, se acompaña por lo común de
sas se han esmerado en dotarle de los más h e r m o - un ademán noble y algo amanerado, revelando su
sos atributos que pueden adornar á u n o r a d o r ; y preocupación mental y su inquietud física con un
así es. Se parece á Lamartine. Su presencia es alta, tic característico : no deja quietos los lentes en su
esbelta, graciosa y de u n a belleza verdaderamente nariz, pues los quita y pone con nervioso é incons-
apolínea; su voz, el c a n t o armonioso de una si- ciente ademán, mientras mantiene su cabeza ga-
rena; su imaginación, u n campo lleno de m a r i p o - llardamente ladeada. E s profundo y sentencioso,
sas... Sabe mucho, y de muchas materias. Lo á menudo sofista cuando su posición política le
mismo trata una cuestión sanitaria, que u n a e c o - obliga á defender ciertas tesis ; ha brillado siempre
nómica, que una de d e r e c h o internacional; adu- por sus frases agudas, ingeniosas y temibles, las
la libertad de España debe á su palabra acerada, á
cuales dispara como dardos certeros sobre las per-
su obra, primero demoledora, y creadora después,
sonas y doctrinas contrarias, sin descender jamás
á su espíritu batallador, á su audacia, y aun á esa
de la elevación y cultura de quien cuida mucho lo
gramática parda que la crítica ha encarnado en
que dice, y cómo lo dice. Su estilo es severo, ático,
otro tic especial, digno de ser contrapuesto al de
lleno de vigor y de ún exquisito gusto parlamen-
su turnante en el Poder, Cánovas, antes c i t a d o ;
tario. Cierra y redondea bien sus períodos, escu-
nos referimos al hecho de rascarse la barba, mien-
chados siempre con merecido interés. »
tras con cara socarrona oye lo que se le dice y con-
templa á quien le combate. »
Sagas ta.
CAPÍTULO V
CAPÍTULO V
Prieto era un improvisador, sin duda. Le faltaba con mayor perspicuidad sus ideas, perdida la per-
lo que pudie'ramos llamar el ritmo oratorio, el cepción del mundo externo, remontábase á las
desenvolvimiento armonioso del discurso. N o era alturas á inspirarse en los divinos arquetipos (1). »
INDICE
PREFACIO V
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO I. — F i s i o - p s i c o l o g i a de la p a l a b r a ¡
CAPÍTULO II. — E l l e n g u a j e i n t e r i o r y sus relaciones
con la p a l a b r a e x t e r n a 2 2
SEGUNDA PARTE
EXAMEN DE A L G U N O S PROCEDIMIENTOS DE ORADORES
CAPÍTULO I. O r a d o r e s f r a n c e s e s . — M i r a b e a u . . . . i35
Vergniaud ,35
3 I
Danton '
Berryer 1 ^
Thiers 1 4 0
Lachaud 141
Gambetta
Francisque Sarcey 14 '
CAPÍTULO I I . Oradores ingleses. — El Primer Pitt
(lord C h a t h a m , '4?
Fox
El segundo Pitt lb 7
CAPÍTULO 111. O r a d o r e s i t a l i a n o s . — E n r i c o F e r r i . . 162
CAPÍTULO I V . Oradores e s p a ñ o l e s . — S a l m e r ó n . . . 17O
Moret
Cánovas
Sagasta 1 7 4
Castelar ' • 1 7 3
CAPÍTULO V . Oradores m e x i c a n o s . — M a n u e l G ó m e z
Pedraza
G u i l l e r m o Prieto l 8 b