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Respecto de su pueblo y el campo en general, lo que le motivaba era la sabiduría que allí
podía encontrar. Alimentándose de calor humano y sentido común, que Freinet conservó
desde su origen.
“El trabajo de Freinet se inicia leyendo a los académicos, analizando sus trabajos,
estructurando su propia concepción. Realiza una síntesis creadora, retoma los valores de
María Montessori, los enlaza con la escuela activa, del mismo modo que ata los elementos
de Makarenko…” (“Dar la palabra a Freinet”). Así, en esta síntesis tomará elementos de
Rosseau (naturaleza del niño), Pestalozzi (su pedagogía social), Decroly (su concepción
globalizadora), Cousinet (su método de trabajo grupal) y Dalton (el aprendizaje al ritmo
del alumno). Como vemos, aprovecha estos aportes de la Escuela Nueva, pero no se queda
allí. Él siempre fue partidario de aplicar estas nuevas técnicas, pero nunca con la
restricción de hacerlo a ojos cerrados y encuadrados solo en lo que decían, sino
experimentar cambios, hacer mejoras y adaptar esas ideas al contexto en que aplicaran.
Y esto también lo hacía presente en las conversaciones con sus colegas maestros.
Estas diferencias que se van produciendo con la Escuela Nueva, si bien está de acuerdo
con muchos postulados, provocan su alejamiento de ella. Ya que consideraba que sólo se
podían aplicar sus planteamientos en un contexto donde no hubiera escuelas pobres (¡y
claro que las había!). Califica al movimiento de “burgués”, puesto que todo se
concentraba en el trabajo en colegios de ciudad y no se preocupaba de la escuela
campesina, que era el medio que Freinet tanto valoraba.
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Es así, que empieza su nuevo modelo pedagógico en las afueras de París, en Vence,
rodeado de la naturaleza.
Una de las diferencias de Freinet con los otros pedagogos es que parte por darle
preferencia a la práctica de los escolares, transformando durante este período al niño en
el protagonista de su propio aprendizaje, procurando dar respuestas prácticas a los
problemas que su realidad le presentaba.
Con este problema frente a él se plantea, desde la precariedad presente, una pregunta
fundamental: ¿qué queremos obtener de nuestros niños? Y surgen dos respuestas típicas,
que quizás en nuestros días siguen vigentes. Una es el “criterio funcional utilitario” y la
otra el “criterio inmediatista”. El primero se refiere a que los padres no están interesados
en la formación integral del niño, sino en que termine de estudiar, rinda satisfactoriamente
las pruebas y ocupe un puesto codiciado o un cargo que le permita recibir buena cantidad
de dinero. El segundo se trata de un lastre que se arrastra hasta hoy, y tiene que ver con
las políticas educacionales que en su mayoría resuelven problemas a corto plazo, muchas
veces mirando la próxima elección o mantenerse en el poder, y no se detienen con calma
a pensar lo que requerirá la educación o la sociedad en las próximas décadas.
Entonces, luego de tropezar con estos criterios, Freinet nos cuenta en su libro “La Escuela
Popular Moderna” el verdadero propósito que, según él, debe tener la educación: “El niño
desenvolverá al máximo su personalidad en el seno de una comunidad racional a la que
él sirve y que lo sirve. Así cumplirá su destino, elevándose a la dignidad y a la categoría
del hombre que se prepara para trabajar eficazmente cuando sea adulto”.
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Aunque él mismo acepta que tal fin es solo un ideal, sin embargo, lo formula porque
considera al niño en su mutabilidad, es una concepción dinámica y a kilómetros de la
pasividad que los viejos pedagogos pregonaban. Entonces, el niño es lo más importante
y la escuela debe girar en torno a él, pero a su vez debe ser eficiente y humana. La
pedagogía postulada por Freinet, que se centra en el alumno, debe hacerlo también en sus
posibilidades, necesidades y deseos, así es posible alimentar esas posibilidades y ayuda a
desarrollarlas.
Con esto, también demuestra su deseo de integrar los intereses del niño hacia la enseñanza
con la comunidad a la que pertenece. También respeta su libertad y estimula su
creatividad, que a la larga van formando su personalidad.
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Desde los primeros años las personas deben prepararse para enfrentar un futuro adulto y
en el trabajo. Lo mejor es tener disciplina interna, trabajo en equipo y cooperación para
que las tareas lleguen a buen puerto.
En su libro “La Escuela Popular Moderna”, Célestin Freinet declara: “El trabajo será el
gran principio, el motor y la filosofía de la pedagogía popular, la actividad de donde se
derivarán todas las adquisiciones”. Con esto, se deja de lado toda educación que huela a
pasividad. Nos propone, entonces, lo que él llama Educación para el Trabajo.
Así, el trabajo debería tender a ser una actividad organizada, cooperativa y responsable,
una actividad útil al grupo y al individuo, como también un instrumento de aprendizaje
social, teórico y práctico. Plantea, además, que para acceder a este estado el juego-trabajo
y el trabajo-juego son fundamentales, y que estos conceptos no nos sino dos funciones
naturales de la especie humana.
De esta escuela del trabajo, lo que mejor se rescata es el trabajo en equipo, las
responsabilidades y, sobre todo, la cooperación como la característica más importante de
su pedagogía.
Toda la obra de Freinet está cruzada en todos los sentidos por el trabajo grupal, pues todos
sus planteamientos necesitan, obligatoriamente, la participación de más de uno para
llevarse a cabo, ya sea en la creación como también en las correcciones y mejoras de los
“productos”.
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Esta cooperación se hace latente entre los alumnos, quienes compartes toda la labor de
investigación, aprendizaje y trabajo. También es importante la participación del profesor
coordinando la convivencia y la vida social entre los alumnos. Y, para terminar, es
importante también entre los propios maestros, pues pueden compartir sus experiencias,
mejorar ideas y renovar las técnicas.
Partía del niño y su “centro de su interés”. Una nueva novedad de Freinet para la época…
Pero para esta renovación y esta manera de ver el aprendizaje, tuvo que buscar un método
que diera la posibilidad al niño de aprender en la escuela de una forma similar a cómo lo
haría en la vida.
Este método sería, en definitiva, el “tanteo experimental”, en donde, por ejemplo, un niño
aprende a caminar y hablar ensayando y errando. Además, este método promueve el
trabajo de observación e indagación en hechos por los que el niño se muestra naturalmente
interesado.
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