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|UNIVERSIDAD NACIONAL FEDERICO VILLARREAL

FACULTAD DE HUMANIDADES

ESCUELA PROFESIONAL DE FILOSOFÍA

Alumna: Kiara Cancio

Curso: Lectura y comentario de textos filosóficos II

Tema: La existencia de Dios en la filosofía de Descartes

Profesor: Víctor Samuel Rivera

LIMA- PERÚ
2017
ÍNDICE
Contenido Página

Introducción 3

I. El método cartesiano 5

1.1 La duda metódica 6


1.2 De la duda al cogito 8

II. La existencia de Dios


2.1 Las ideas innatas 9
2.2 La demostración de la existencia de Dios 11

III. Objeciones y respuestas a la demostración


cartesiana de la existencia de Dios 14

Conclusión 17

Referencias bibliográficas 18

2
INTRODUCCIÓN

El racionalismo fue una corriente filosófica nacida y desarrollada en Europa durante


los siglos XVII y XVIII, y cuya principal consigna fue defender el papel esencial de la
razón a la hora de adquirir y desarrollar conocimiento. A diferencia de la corriente
filosófica conocida como empirismo, que resaltaba la adquisición de conocimiento
mediante la experiencia, los filósofos racionalistas veían a la razón como la única facultad
confiable para poder acceder a la verdad. La lectura y comentario de la filosofía
racionalista, a partir del análisis del pensamiento de René Descartes, es el objetivo del
presente trabajo de investigación.

Es así que en la presente monografía se analizará y desarrollará las ideas de René


Descartes a partir del estudio de obras suyas como Meditaciones Metafísicas y Discurso
del Método. A modo de introducción general, se puede decir que la filosofía cartesiana se
centra en los siguientes puntos: en primer lugar, la necesidad de la existencia de un
método particular de desarrollo cuya principal característica es el descarte de toda
información susceptible a la duda, la cual garantiza su falsedad, por lo tanto, dicha
información no es de confianza.

En segundo lugar, dicho método debe caracterizarse por un orden que consiste tanto
en la aceptación de juicios que no está predispuestos a ningún tipo de duda, así como en
el análisis detallado de los objetos más simples para terminar desembocando en el
conocimiento de objetos más compuestos, para finalmente desarrollar y concentrar la
información del conocimiento de manera general con la intención de no omitir ningún
detalle. Todo este método tiene su raíz en lo que en la filosofía cartesiana se conoce como
duda metódica, que implica una desconfianza absoluta por toda la información que
adquirimos mediante los sentidos; esta es una duda a la que no escapa ni siquiera la propia
ciencia. A partir de aquí es que Descartes llega a deducir una certeza indubitable: la
existencia de la consciencia en tanto ser pensante, es decir, no se podía dudar del propio
hecho de estar dudando. Entonces, cogito ergo sum, “Pienso, luego existo”.

Por otro lado, la filosofía cartesiana buscará demostrar la existencia de Dios a partir
de la consideración de diferentes tipos de ideas, como por ejemplo las ideas adventicias,

3
las facticias, y las ideas innatas. Estas últimas, a diferencia de las dos primeras, serán las
más confiables dado que son ajenas a la experiencia, es decir, a los sentidos, por lo tanto,
están libres de todo tipo de duda. A partir de ello, mediante el concepto de perfección y
la consciencia de nuestra existencia, Descartes deducirá como incuestionable la existencia
de Dios.

Sin embargo, como se puede esperar, surgen cuestionamientos a la prueba de la


existencia de Dios desarrollada por Descartes. En el último capítulo de este trabajo se
mencionarán las objeciones más relevantes que se hicieron a Descartes, en su época.
Cuestiones de lenguaje, de repetir argumentos dichos ya antes y hasta refutados con
anterioridad, entre otras cosas.

Finalmente, aunque las cuestiones metafísicas en la filosofía cartesiana sean


cuestionables y hasta refutadas con argumentos muy creíbles, no se puede negar la
importancia de este filósofo y su trascendencia en la filosofía moderna, el método de
investigación actual, el lenguaje y más campos que abarcó toda su obra.

4
I. EL MÉTODO CARTESIANO

Cuando se quiere analizar la filosofía de Descartes, es común empezar por su método.


Podemos observar un esbozo de dicho método en las Reglas para la dirección del espíritu, pues
es posible considerar este tratado de Descartes como un intento de establecer un marco teórico
general para poder estudiar la realidad – aunque, el plan original, de que sean treinta y seis reglas,
nunca se pudo concretar.
Con respecto a su origen, en el Discurso del método, Descartes menciona lo siguiente:
A semejanza de un hombre que camina solo y en las tinieblas, me resolví a
andar tan lentamente y a usar tanta circunspección en todo, que aunque avanzara
muy poco por lo menos me cuidaría bien de caer. Incluso no quería comenzar a
rechazar por completo ninguna de las opiniones que en otro tiempo se habían podido
deslizar en mi creencia sin haber sido introducidas por la razón, hasta después de
haber empleado bastante tiempo en hacer el proyecto de la obra que emprendía y
en buscar el verdadero método para llegar al conocimiento de todas las cosas de
que mi espíritu era capaz.1
Entonces, Descartes plantea un método para librarse de todo lo que ha aprendido hasta ese
momento y no sea verdadero. Ya que su meta era alcanzar la certeza, creía que solo podía
alcanzarla si se libraba de lo que había aceptado como cierto pero que, al tener un poco de
incertidumbre, no podían serlo.
Karl Jaspers dice en relación a Descartes y su método:
Sin método solo se podía dar con la verdad casualidad y que por eso, a falta
de una seguridad fundamentada con evidencia no podía tomarse como tal. A causa
de esto se le impone como primera condición de todo filosofar exitoso el uso
consciente de un método claro. Opinaba que antes que él no existía un método así y
que la especial tarea que le correspondía era la de crearlo.2
Ahora, como la intención de Descartes era plantear la filosofía como una teoría del
conocimiento, tanto del yo como del mundo, debía dar un orden a su método, por lo que formuló
cuatro preceptos, que son los que siguen:
El primero era de no recibir jamás ninguna cosa como verdadera que yo no
la conociese como tal: es decir, de evitar cuidadosamente la precipitación y la
prevención; y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentara a mi
espíritu tan clara y tan distintamente que no tuviese ninguna ocasión de ponerlo en
duda.

1
DESCARTES, R. Discurso del Método, II Parte, A.T. VI, 17.
2
JASPERS, K. Descartes y la filosofía: 43

5
El segundo, de dividir cada una de las dificultades que examinara en tatas
partes como se pudiera y como lo exigiera su mejor solución.
El tercero, en conducir con orden mis pensamientos comenzando por los
objetos más simples y fáciles de conocer para ascender poco a poco, como por
grados, hasta el conocimiento de los más compuestos; e incluso suponiendo un
orden entre los que no preceden naturalmente unos a otros.
Y el último, de hacer en todo enumeraciones tan detalladas y revisiones tan
generales que estuviese seguro de no omitir nada. 3
Es decir, el método consiste en un orden de las cosas, para descubrir si estas son verdaderas
o falsas. Y, al fin, quedarnos solo con aquellos que son claras y distintas. Para Descartes, lo
fundamental era que la mente pudiera seguir un orden en el conocimiento; y que el pensamiento,
ayudado por la memoria, pudiera recorrer este orden, suponiendo que las cosas propuestas en
primer lugar deben ser conocidas sin el auxilio de las siguientes y las siguientes solo se pueden
demostrar por las anteriores.
El método de Descartes encuentra certeza por retroceso a los principios
indudables y después por el mismo certero desarrollo de las verdaderas, que se
derivan de esos principios. El primer camino es la desnudación de la certeza
intuitiva que tiene en vista como principio la cosa que no necesita ser más
fundamentada. El segundo camino es la deducción de esos claros principios
intuitivos.4
Por otro lado, Descartes aclara que no pretende enseñar el método para que este sea seguido
por cada persona, sino que escribe desde su propia experiencia: “Así, no es mi propósito enseñar
aquí el método que cada uno debe seguir para conducir bien su razón, sino solo hacer ver de qué
manera he tratado de conducir la mía”5
Descartes sabía que no podía “enseñar” el método, sino que este consiste en saber decidir,
en saber cómo usar tanto la intuición como la deducción. Solo así se puede formar la manera
correcta de actuar en cada caso que se nos presente.

1.1 La duda metódica


El método cartesiano pretende convertir a la filosofía en un camino a la verdad por medio
de la razón. Y para lograrlo, debe resolver el problema del principio del conocimiento y certeza.
Es aquí donde entra a tallar la duda metódica, como el método filosófico: no tomar por verdadero
nada de lo que pudiera dudarse. Ahora, Descartes no va a dudar absolutamente de todo, como
dice bien en el Discurso: “No es que yo imitase por eso a los escépticos, que dudan por dudar y

3
DESCARTES, R. Discurso del Método, II Parte, A.T. VI, 19.
4
JASPERS, K. Descartes y la Filosofía: 46
5
DESCARTES, R. Discurso del Método, II Parte, A.T. VI, 4.

6
fingen estar siempre indecisos; pues al contrario, toda mi intención tendía a asegurarme, a
rechazar la tierra movediza y la arena hasta encontrar la roca o la arcilla”6
Pero, Octave Hamelin hace una aclaración necesaria respecto a la diferenciación de la duda
escéptica y la duda metódica: “Pero hay que tener cuidado de no llevar la diferencia demasiado
lejos, hasta el extremo de no ver en la duda cartesiana más que un artificio, un procedimiento
como cualquier otro, porque eso falsearía completamente el primer paso del pensamiento
cartesiano. (…) este primer paso no puede ser sino la duda”7
Además, la duda metódica debe ser una duda genuina, mientras dure su papel de duda
escéptica, también, debe ser una verdadera duda escéptica. Pero no debe fundirse en el
escepticismo, pues cabe recordar que la duda metódica se ejerce para alcanzar las certezas a partir
de las cuales se pueda reconstruir el sistema del conocimiento, de la razón.
Entonces ¿de qué podemos dudar? Descartes empieza dudando de los sentidos. “Todo lo
que hasta ahora como más verdadero y seguro lo he tomado de los sentidos o por los sentidos;
pero he experimentado a veces que estos sentidos eran engañosos y es propio de la prudencia no
confiar jamás enteramente en los que nos han engañado una vez”8 Añade que no puede
diferenciar la realidad de los sueños “No existen indicios concluyentes ni señales lo bastantes
ciertas por medio de las cuales pueda distinguir con nitidez la vigilia del sueño”9 Pero, aunque
esté dormido o en vigilia, hay verdades que no pueden cambiarse, por ejemplo, las verdades
matemáticas: “pues aunque esté despierto o duerma, dos y tres formarán siempre el número
cinco, y el cuadrado jamás tendrá más de cuatro lados, y no parece posible que verdades tan
claras puedan ser sospechosas de falsedad o incertidumbre alguna”10Entonces, Descartes
también duda de las ciencias. Es aquí cuando Descartes hace mención de Dios, a saber: es posible
que Dios haya querido engañarlo, pero esto es imposible, continúa, pues Él es soberanamente
bueno. Entonces, reemplaza a Dios por la idea de un genio maligno, quien sí podría engañarlo:
“Supondré, pues, que existe, no por cierto un verdadero Dios, que es la soberana fuente de
verdad, sino cierto genio maligno, tan astuto y engañador como poderoso, que ha empleado toda
su habilidad en engañarme”11 entonces tampoco podría fiarse completamente de las
matemáticas.

6
DESCARTES, R. Discurso del Método. III Parte. A.T. VI, 29.
7
HAMELIN, O. El sistema de Descartes: 118
8
DESCARTES, R. Meditaciones Metafísicas. Primera meditación A.T. IX, 14.
9
Idem.
10
Idem, 16
11
Idem, 18

7
1.2 De la duda metódica al cogito
Así pues, ni los sentidos, ni las ciencias, ni las matemáticas están libres de la duda metódica.
Entonces, al parecer todo estaba incluido en la duda. Pero Descartes notó algo: no podía dudar
del propio hecho de que él estaba dudando.
Pero, al menos ¿no soy acaso alguna cosa? (…) ¿Acaso no me he convencido
también de que no existía en absoluto? No, por cierto; yo existía, sin duda, si me he
convencido, o si solamente he pensado algo. Pero hay un engañador (ignoro cuál)
muy poderoso y muy astuto que emplea toda su habilidad en engañarme siempre.
No hay, pues, ninguna duda de que existo si me engaña, y engáñeme cuanto quiera,
jamás podrá hacer que yo no sea nada en tanto piense ser alguna cosa. De modo
que después de haber pensado bien, y de haber examinado cuidadosamente todo,
hay que concluir y tener por establecido que esta proposición: yo soy, yo existo, es
necesariamente verdadera siempre que la pronuncio o que la concibo en mi espíritu.
12

Miguel Ángel Balibrea nos dice, con respecto al término de la duda, lo siguiente: La duda
termina en la evidencia. Más allá de esto la duda no puede progresar. La certeza es producida
por el propio movimiento de la duda.13
Es preciso señalar un apunte de Hamelin en relación a la hipótesis del genio
maligno, impuesto en la duda metódica para llegar al cogito:
(El genio maligno) no es una fantasía de Descartes y si se penetra bien en su
sentido, se comprende que no nos condena a mantenernos para siempre en la
incertidumbre respecto de todas las cosas. (…) El genio maligno no es sino el
símbolo de la violencia que podría imponerle al espíritu la naturaleza tal vez
irracional del universo. Y para refutarla habrá que hacer desaparecer esa
irracionalidad. Así pues, para Descartes, la formulación del genio maligno era una
exigencia ineludible, y el escepticismo, extremado por ella hasta su máximo rigor,
no le cerraba a Descartes toda salida hacia la certeza.14
El cogito,ergo sum (pienso, luego existo) era la verdad indudable que Descartes necesitaba,
se convirtió en el primer principio de la filosofía cartesiana, y con ella fundamenta todo su sistema
de saber. Entonces, el cogito ergo sum es el esfuerzo cartesiano por construir toda la explicación
de la realidad a partir de la única evidencia de la propia existencia como ser pensante. La filosofía
del método es una filosofía de la subjetividad.

12
DESCARTES, R. Meditaciones Metafísicas. Segunda Meditación. A.T. IX, 19.
13
BALIBREA, M. El argumento ontológico de Descartes:20.
14
HAMELIN, O. El sistema de Descartes: 127-128.

8
Con respecto a esto, Leonardo Polo dice:
Al dudar, soy. Ninguna significación, sea dogmática o crítica, es posible sin
la pura antecedencia que no puede ser empañada o privada de su radicalidad por
lo que en el plano de la objetividad acontezca o se decida. De esta manera, el
conocimiento es primer principio en cuando duda, como positividad y realidad
indubitable en cuanto que extraobjetiva; dominante y con poder de extenderse hasta
el plano del objeto, de tal manera que su mantenimiento en él constituya la misma
presencialidad del objeto y conserve así su valor de actualidad. 15

II. LA EXISTENCIA DE DIOS

2.1 Las ideas innatas


Descartes, para poder probar la existencia de Dios sin basarse en su propiedad de creador
o desde los sentidos, ya que estos nos engañan, se atiene a demostrarlo mediante las ideas,
considerando que Dios es una idea innata. Dice en sus Meditaciones metafísicas:
Entre mis pensamientos existen algunos que son como las imágenes de las
cosas, y a estos únicamente conviene en propiedad el hombre de idea, como cuando
me represento un hombre, una quimera, el cielo, un ángel, o el mismo Dios. (…) Si
se las considera en sí mismas y no se las refiere a ninguna otra cosa, no pueden,
hablando con propiedad, ser falsas, pues aunque imagine una cabra o una quimera,
no es menos verdadero que imagino tanto una cosa como la otra. 16

Entonces, Descartes argumentará que el conocimiento humano no puede conocer las cosas
en sí mismas, sino que conoce las ideas de las cosas, o sea, el modo en que estas ideas se ofrecen
a nuestra mente.
Podemos mencionar las palabras de Luis Fernández Rodriguez en relación a la idea de
Descartes:
Lo que Descartes entiende por idea en sentido lato es la conciencia. Pero aun
estando de acuerdo en que la idea sea, en esa acepción, la conciencia, el asunto se
complica al intentar precisar la clase de conciencia que la idea, en sentido amplio,
sea. A mi entender, la acepción amplia de la idea se identifica con la conciencia,
pero no con la que es refleja, sino con la que es concomitante. Lo cual quiere decir

15
POLO, L. Evidencia y realidad en Descartes: 171-172.
16
DESCARTES, R. Meditaciones metafísicas. Tercera meditación. A.T. IX, 29.

9
que, según esta interpretación, las notas de toda idea en sentido lato han de ser estas
dos: una, la captación de que se da en mí, de que existe en mí un determinado acto,
y otra, que la aprehensión de ese acto no se actualiza en una representación, no es
una aprehensión objetiva o temática, sino que se vive o experimenta su existencia o
inexistencia, es una aprehensión inobjetiva o atemática.17
En una de sus tantas cartas al Padre Mersenne, Descartes hace mención a la idea, en
respuesta a unas objeciones de Gassendi (luego vistas en las Quintas objeciones a las
Meditaciones metafísicas)
Pues no llamo simplemente con el nombre de idea a las imágenes que están
pintadas en la fantasía; por el contrario, no les doy ese nombre en cuanto están en
la fantasía corporal, pero llamo generalmente con el hombre de idea a todo lo que
está en nuestro espíritu cuando concebimos una cosa, de cualquier manera que la
concibamos.18
Descartes distingue tres tipos de ideas, según su origen. Las ideas adventicias, que son
ideas que provienen del exterior. Esto quiere decir que cualquier objeto de la naturaleza
proporciona estas ideas al yo pensante. Las ideas facticias son ideas elaboradas a partir de las
ideas adventicias. Y las ideas innatas, que son ideas propias del pensamiento, independientes de
la experiencia; por ejemplo, Descartes menciona en esta categoría a las ideas de la perfección, lo
infinito, mediante las cuales, luego, demostrará la existencia de Dios.
Para Descartes, las dos primeras clases de ideas, adventicias y facticias, son las menos
fiables, por eso fundamenta su sistema basándose en las ideas innatas, por considerarlas seguras.
A partir de estas ideas innatas pretende demostrar la pertinencia de todo lo real, para esto debe
pasar del pensamiento a la realidad. Aquí es donde se vale de Dios como intermediario,
considerándolo una idea innata.
En otra carta a Mersenne, Descartes vuelve a referirse a las ideas innatas: “Todas aquellas
ideas que no suponen afirmación o negación son innatas en nosotros, porque lo órganos de los
sentidos no nos ofrecen nada que sea como la idea que surge en nosotros con ocasión de estímulo,
y por ello esta idea debe haber estado en nosotros antes”19
Frente a esto, Antoni Gomila Benejam, sostiene lo siguiente: “La clave de la teoría
cartesiana de las ideas radica en su distinción (mediante una “operación del pensamiento”) de
los dos aspectos conocidos como estados mentales y como contenidos representacionales de tales
estados, mutuamente dependientes”20

17
FERNÁNDEZ, L. La idea en Descartes: 113.
18
DESCARTES, R. Correspondencia. Carta a Mersenne. Julio de 1641. A.T. III, 393.
19
DESCARTES, R. Correspondencia. Carta a Mersenne, 22- VII-1641; A.T. III, 418.
20
GOMILA. A. La teoría de las ideas de Descartes: 16.

10
2.2 La demostración de la existencia de Dios

Como ya se mencionó, Descartes considera la idea de Dios como una idea innata, y
mediante esta idea va a demostrar la propia existencia de Dios y su filosofía. La demostración de
la existencia de Dios, la realiza Descartes en su Tercera meditación, recurriendo a la idea de Dios
como la garantía de verdad, como manera, también, de hacer avanzar su filosofía, que había
quedado en la determinación del cogito.
Así pues, no queda más que la idea de Dios, en la cual es preciso considerar
si hay algo que haya podido proceder de mí mismo. Bajo el nombre de Dios entiendo
una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, todopoderosa,
y por la cual yo mismo y todas las demás cosas que existen (si es verdad que existen)
han sido creadas y producidas. Tales atributos son tan grandes y eminentes que
cuanto más atentamente lo considero tanto menos me convenzo de que la idea que
poseo pueda tener su origen en mí mismo. Y, por consiguiente, es preciso concluir
necesariamente de todo lo dicho antes que Dios existe; pues aunque la idea de la
sustancia esté en mí, porque yo soy una sustancia, no por eso, sin embargo, poseería
la idea de una sustancia infinita, yo que soy un ser finito, si no hubiese sido puesta
en mí por alguna sustancia verdaderamente infinita.21
Partiendo de estas ideas de perfección e infinito, se desprende la sustentación de que Dios
es una idea innata, y esta idea es dada por el mismo Dios al conocimiento del hombre; puesto que
el hombre, al ser finito y no perfecto, todo lo contrario a Dios, no puede producir la idea de una
sustancia perfecta, infinita y con las demás cualidades que solo Dios tiene.
Juan Pedro García del Campo menciona de qué manera aparece el concepto de la idea de
Dios en Descartes:
Ya la cuarta parte del Discurso del Método, por lo demás, había hecho
depender la demostración de la existencia divina de la cuestión del origen de las
ideas; así, se nos decía allí, mientras que es irrelevante saber de dónde proceden las
ideas de las cosas exteriores, no sucede los mismo con la idea de un ser más perfecto
que mi ser. La idea de Dios, que tengo en mí, sólo puede proceder de Dios —que,
por tanto, existe—, porque ni de mí mismo ni de la nada puede obtener su origen.
La Meditación tercera utiliza el mismo procedimiento, pero lo hace después de
establecer que la idea de Dios, puesto que la causa de su ser objetivo, de la
determinada perfección que representa, no puede ser encontrada en mí mismo ni en
las cosas exteriores —en el supuesto de que existan—, es una idea innata. Y la

21
DESCARTES, R. Meditaciones Metafísicas. Tercera Meditación. A.T. IX, 36.

11
consideración de la idea de Dios como innata es aquí fundamental, porque
precisamente es ésta la condición indispensable para la demostración de su
existencia mediante el procedimiento que partiendo de unos efectos busca su
causa.22

Partiendo del propio yo, de la res cogitans, Descartes argumenta:

Por lo que respecta a mis padres, de lo que me parece que he nacido (…) sin
embargo, esto no implica que sean ellos quienes me conserven, ni que me hayan
hecho y producido en tanto soy una cosa que piensa, puesto que solamente han
puesto algunas disposiciones en esta materia en la que juzgo que me encuentro
encerrado yo, es decir, mi espíritu, al que únicamente tomo ahora por mí mismo (…)
es preciso concluir necesariamente que del hecho solo de que exista y de que la idea
de un ser soberanamente perfecto (es decir, de Dios) exista en mí, la existencia de
Dios está muy evidentemente demostrada (…) Al igual que la idea de mí mismo, ha
nacido y ha sido producida conmigo a partir del momento en que he sido creado. 23

Según Descartes, como la idea de Dios no puede ser dada a mi conocimiento por los
sentidos o por cualquier cosa exterior, podría ser dada por mis padres, pero tampoco, pues ellos
estarían bajo la misma sospecho que las cosas exteriores. De esto podemos entender que la idea
de Dios solo puede ser dada por el propio Dios. Y, después, se pregunta en qué momento fue dada
esta idea a mi espíritu, concluye asumiendo que fue dada en el momento mismo de mi creación,
también por Dios.
Con relación a Dios como autocausa, es decir, causa de sí mismo, Francisco Fernández
Aguado, señala: “Para nuestro autor, Dios es causa de sí mismo. Y lo es de manera plena. Siendo
la causa eficiente la única que permaneció tras la crítica de la teoría clásica de la causalidad,
Descartes considera que Dios es la causa eficiente de sí mismo. Que Dios sea causa eficiente de
sí mismo es para Descartes una verdad irrenunciable”24
Por medio del argumento de la perfección de Dios, Descartes refuta el planteamiento del
genio maligno, ese que nos pude engañar, pues Dios, al ser perfecto y lleno de bondad no
permitiría que alguien nos engañe. Así, en la Tercera meditación menciona los atributos divinos:
“Del mismo modo que creemos por la fe que la suprema felicidad de la otra vida consiste en la
única contemplación de la divina majestad, así consideramos que de esta otra contemplación,

22
GARCÍA, J. La consideración de las ideas innatas en Descartes y la problemática del conocimiento de lo
físico: 78-79.
23
DESCARTES, R. Meditaciones metafísicas. Tercera meditación. A.T. IX, 41.
24
FERNÁNDEZ, F. Dios “causa sui” en Descartes y otros ensayos: 58.

12
aunque sea mucho menos perfecta, puede percibirse el máximo placer de que somos capaces en
esta vida”25

Salvador Sánchez Saura, comenta: “Para Descartes es claro y distinto que todo cuanto es, ha de
tener una razón de ser. Y si la razón de ser de la presencia de las ideas innatas no puede residir
en mí, es necesario que no esté solo. Es más, no solamente no estoy solo sino que entre ese otro
ser, Dios, y yo hay una “comunidad” de participación”26

Por medio del argumento ontológico, retomado en su Quinta meditación, Descartes dice lo
siguiente:
Acostumbrado en todas las demás cosas a distinguir entre la existencia y la esencia,
fácilmente me convenzo de que la existencia puede ser separada de la esencia de Dios y que así
se puede concebir a Dios como no siendo actualmente. Pero, cuando pienso en él con más
atención, encuentro manifiestamente que la existencia no puede ser ya separada de la existencia
de Dios. (…) No puedo concebir a Dios sin existencia, se infiere que la existencia es inseparable
de él y, por lo tanto, que existe verdaderamente, no se trata de que mi pensamiento pueda hacer
que eso sea así y que imponga a las cosas necesidad alguna, sino, la necesidad de la cosa misma,
a saber, de la existencia de Dios, determina mi pensamiento a concebir de este modo. Pues no
tengo libertad de concebir un Dios sin existencia.27
Así, elimina Descartes (o cree hacerlo, porque luego se le objetará mucho en relación a la
manera en la que prueba la existencia de Dios) el probable argumento de que la idea de Dios es
producida por el propio hombre.
Claudia Lorena García, dice sobre el argumento ontológico de Descartes, lo que sigue: “Lo
que Descartes intenta hacer en el contexto del argumento ontológico es sostener que existen
ciertas ideas -a saber, las innatas- que están constituidas de manera tal que, al percibirlas,
podemos llegar a algunas conclusiones ciertas acerca de la naturaleza de algunas cosas”28
En relación a los argumentos que utiliza Descartes para demostrar la existencia de Dios,
Harald Schöndorf S.J. comenta:
Contrariamente a las pruebas clásicas de la existencia divina, la prueba
cartesiana ya presupone un concepto filosóficamente elaborado de Dios. Es verdad
que cualquier prueba de la existencia de Dios debe presuponer alguna idea de lo
que es Dios. Pero las pruebas clásicas servían también de métodos para determinar

25
DESCARTES, R. Meditaciones metafísicas. Tercera meditación. A.T. IX,52.
26
SÁNCHEZ, S. De la autoconciencia a Dios. La prueba neotológica de Descartes: 5.
27
DESCARTES, R. Meditaciones Metafísicas. Quinta meditación. A.T. IX, 63.
28
GARCÍA, C. El innatismo de Descartes: Esencias y contenidos: 76.

13
los atributos divinos, y es difícil concebir otro modo para llegar a una concepción
filosófica de la "esencia" divina.29
En consecuencia, para Descartes, Dios existe, y lo anteriormente mencionado demuestra
su existencia. Por lo tanto, Dios es: El creador del yo. Es absolutamente bueno porque es perfecto.
O sea, no puede engañarme, ni puede permitir que algo externo a mí me engañe (como el genio
maligno). Ya que Dios es el creador de mi espíritu, Él mismo ha puesto mi idea sobre sí en mi
conocimiento, por lo tanto, existe, y su existencia no la puedo separar de su esencia. La existencia
y la esencia de Dios forman la unidad.

III. Objeciones y respuestas a la demostración cartesiana de la existencia


de Dios

Las objeciones a sus Meditaciones metafísicas no tardaron en llegar. Sobre todo porque el
propio Descartes le pidió al padre Mersenne que le haga llegar las distintas objeciones propuestas
por filósofos y teólogos. Con lo que no contaba Descartes era que muchas de las cosas que él creía
explicadas claramente en su libro, no quedaban tan claras a la vista de estos filósofos.
Harald Schöndorf S.J. dice, respecto a las objeciones a la demostración cartesiana
de Dios, lo siguiente:
Hay varias objeciones posibles a la argumentación de que la idea de Dios no
puede tener origen en mí puesto que yo soy un ser finito, mientras que Dios se
representa como infinito. No se puede, sin embargo, objetar que tanto Dios como yo
somos substancias porque en este caso la diferencia entre lo finito y lo infinito
excedería cualquier comunión referente a la substancialidad. Tampoco se puede
alegar que la idea del infinito es sólo la negación de lo finito como la había
concebido la tradición anterior, puesto que me doy cuenta de que la infinitud de
Dios es mayor comparada con mi finitud.30
En las Primeras objeciones, Caterus señala que los argumentos de Descartes ya los había
planteado antes Santo Tomás:
A mi entender, tenemos aquí la misma vía seguida por Santo Tomás, que la
llamó vía de la causalidad de la causa eficiente, tomándola del Filósofo, salvo que
ni Santo Tomás ni Aristóteles se preocuparon por las causas de las ideas. Y acaso
no hacía falta, pues ¿por qué no tomar el camino más corto y sin rodeos? Pienso,
luego soy, e incluso soy el espíritu mismo y el pensamiento; ahora bien: ese

29
SCHÖNDORF, H. El papel de Dios en el pensamiento de Descartes: 123-124.
30
Ídem: 117-118.

14
pensamiento y espíritu, o bien existe por sí o bien por otro, este, a su vez, ¿por quién
existe? Si es por sí, entonces es Dios, pues en lo que es por si se darán fácilmente
todas las perfecciones. 31
Lo que dice aquí Caterus es que Descartes, además de mencionar algo que ya antes se había
dicho; elige la vía más complicada, probablemente para confundir más que para aclarar algunas
cosas. Más adelante, añade:
Aunque se conceda que el ser supremamente perfecto implica en su solo
nombre la existencia, no se sigue sin embargo que esa existencia, en la naturaleza,
sea algo en acto, sino tan solo que el concepto o noción del ser supremamente
perfecto está inseparablemente unido al de la existencia. De lo cual no puede
concluirse que la existencia de Dios sea algo en acto, su no se supone que dicho ser
supremamente perfecto existe en acto: pues en ese caso contendrá en acto todas las
perfecciones, y, entre ellas, la de la existencia real.32
En esta crítica a la ontología cartesiana, Caterus denota que Descartes cometió el error de
la petición de principio, porque si se da una idea de Dios, es normal, luego, deducir que este existe.
Por ello, Descartes considera su argumento como un silogismo categórico, en las respuestas a
estas objeciones: “Puede afirmarse verdaderamente de una cosa aquello que, con claridad y
distinción, concebimos que pertenece a la naturaleza, esencia o forma inmutable y verdadera de
dicha cosa; es así que, tras indagar con cuidado lo que es Dios, concebimos clara y distintamente
que la existencia de Dios pertenece a su verdadera e inmutable naturaleza; luego podemos
afirmar con verdad que existe.33
En relación a las respuestas a las primeras objeciones, Miguel Ángel Balibrea comenta lo
que sigue: “El argumento cartesiano no parte de un mero nombre de Dios sino que posee un
cierto conocimiento de la esencia de Dios. Quizá encontramos aquí una de las claves para
distinguir las diferentes interpretaciones del argumento ontológico (…) El propio Descartes (…)
señala que Dios está dado de tal modo al conocimiento que su propio existir me impone el que
yo lo reconozca como tal, esto es, como existente”34
Sin embargo, las respuestas de Descartes parecen no satisfacer a los filósofos que las
leyeron, pues en las Terceras objeciones, Thomas Hobbes expresa:
[El nombre de Dios] de quien no tenemos ninguna imagen, o sea ninguna
idea; por ello no nos está permitido adorarlo bajo la forma de una imagen; no sea
que nos parezca concebir lo que es inconcebible. Así pues, no tenemos en nosotros,
según parece, idea alguna de Dios. (…) Para probar el teorema de que Dios existe,

31
DESCARTES, R. Meditaciones metafísicas con Objeciones y Respuestas: 81.
32
Ídem: 85.
33
Ídem: 97.
34
BALIBREA, M. El argumento ontológico de Descartes: 46-47.

15
[Descartes] debió explicar mejor esa idea de Dios, y concluir de ella no solo su
existencia, sino también la creación del mundo.35
Básicamente, lo que Hobbes pide a Descartes, en estas objeciones, es que este deje de dar
tantos preámbulos para explicar algo; es decir, que vaya directo al asunto – algo que luego, de
una manera muy cortés, volverán a pedirle muchos filósofos, teólogos o geómetras más – porque
con sus idas y vueltas distrae la discusión. Descartes responderá a Hobbes: Pienso haber
explicado suficientemente la idea de Dios, para aquellos que deseen fijarse en el sentido que doy
a mis palabras; nunca la explicaría bastante, desde liego, para quienes prefieran entenderlas de
otra manera. 36
Así, notamos que Descartes, como en muchas ocasiones, piensa que hay cosas que no debe
explicar, pues considera que estas ya están explicadas a cabalidad y señala que no se entienden
bien sus palabras por malas intenciones del lector.
Es interesante, también, mencionar las Cuartas objeciones, hechas por el teólogo Arnauld.
En ellas, exactamente en la sección referida a la existencia de Dios, dice lo que sigue: “No
podemos estar seguros de que Dios es, sino porque concebimos esto muy clara y distintamente,
por lo tanto, antes de estar seguros de la existencia de Dios, debemos estar seguros de que todas
las cosas que concebimos clara y distintamente son todas verdaderas” 37

Arnauld acusa a Descartes de caer en un círculo vicioso para la demostración de la


existencia de Dios; porque al parecer, según Descartes, sin idea de Dios es imposible el que
podamos hablar de Dios. Pero, siendo Dios el fundamento de la claridad de las ideas, los
argumentos para demostrar la existencia de Dios se basan en una idea que todavía no se puede
considerar clara y distinta.

Estas son algunas de las más resaltantes objeciones que se le hacen a Descartes respecto a
su manera de argumentar la existencia de Dios. Y esto a razón de no satisfacer a los distintos
filósofos, teólogos, geómetras o intelectuales que le plantearon distintas preguntas. De una manera
muy educada, estos personajes, le decían a Descartes, mediante sus cartas, que algunos
argumentos suyos ya habían sido expuestos hace mucho tiempo – y de una manera más sencillo
y rápida- y que otros habían sido hasta refutados. Pero, al parecer el autor de las Meditaciones no
atendía demasiado a estos comentarios, y se mantenía firme en sus argumentos para probar la
existencia de Dios, entre otros temas que tocó a lo largo de su producción filosófica.

35
DESCARTES, R. Meditaciones metafísicas con Objeciones y Respuestas: 146-147.
36
Ídem: 147.
37
Ídem: 170.

16
CONCLUSIÓN

Para Descartes, el origen de sus principios es la participación de la ciencia de Dios en


nosotros. Los primeros principios, todos estos dictados por Dios, dan lugar a una ciencia
deductiva, por la cual se irán conocimiento las cosas con claridad y distinción. Es decir, Descartes
necesita probar la existencia de Dios para, a partir de esta, establecer los puntos clave de su
filosofía.
Descartes es muy cuidadoso cuando escribe sus argumentos para demostrar de la existencia
de Dios. Prueba de ello es la carta que dirige a la Facultad de Teología de París, como antesala a
sus Meditaciones metafísicas. En ella, busca la aprobación de los teólogos, de ninguna manera
quiere desafiarlos con sus argumentos. Incluso, luego muchos le objetan que sus argumentos no
son nuevos, sino que antes ya los habían planteado San Anselmo, Santo Tomás y otros.
Podemos plantear la idea de Dios, en Descartes como un momento del pensamiento, en
donde el hombre se descubre como un ser imperfecto que tiene ideas claras y distintas, ideas
también de algo perfecto, por eso Dios se puede tomar también como un reconocimiento de la
imperfección del propio hombre, que quiere llegar a conocer lo perfecto. Dios también es, en
Descartes, una unión entre el intelecto y la reflexión.
Sin embargo, el argumento ontológico de Descartes no es concluyente porque, según
muchos estudiosos del tema, ni siquiera se pretende demostrar la idea de Dios. Esto se explica
bajo la confusión, por parte de Descartes, de muchas palabras y nociones. Es decir, él entendía
por ciertas palabras algo que no era convencional, algo que no entendían los demás filósofos o
teólogos. Tal vez así se puede explicar que en las objeciones se le pregunten una y otra vez por
cuestiones que él consideraba claras, pero que no estaban así a la vista de los demás.
Todo parece indicar que Descartes habla de un Dios no como causa de sí mismo, sino que
busca las explicaciones sobre Dios en el propio hombre. O sea, el hombre mismo, aunque
imperfecto, es causa de su idea de Dios, mediante la inteligencia.
Ahora, esto no nos puede llevar a negar la trascendencia de Descartes en la filosofía
moderna. Haya estado o no en lo cierto, cuestiones como su duda metódica y su método mismo
todavía se aplican en investigaciones científicas. Tal vez estuvo muy lejos de argumentos
aceptables en sus temas metafísicos. Pero si vemos, en perspectiva, toda su obra filosófica,
podemos rescatar muchos criterios planteados en ella.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Ezequiel de Olaso y Tomás Zwanck. Selección, prólogo y notas de Ezequiel de Olaso. Buenos
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de Ezequiel de Olaso y Tomás Zwanck. Selección, prólogo y notas de Ezequiel de Olaso. Buenos
Aires: Editorial Sudamericana.

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