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“Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza,
los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. En torno a este fin, es
imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros,
hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras”.
Carta de la Tierra
Es necesario aclarar que, los movimientos sociales han de comprenderse en sus propios
términos: a saber, son lo que dicen ser. Sus prácticas (y sobre todo sus prácticas discursivas)
son su autodefinición. Este planteamiento nos evita la complicada tarea de interpretar la
verdadera conciencia de los movimientos, como si sólo pudieran existir revelando las
contradicciones estructurales reales. Como, si, para nacer tuvieran que cargar con necesidad
con esas contradicciones, como llevan sus armas y enarbolan sus banderas. En segundo lugar
aclarar que, los movimientos sociales pueden ser socialmente conservadores, socialmente
revolucionarios, ambas cosas a la vez o ninguna- No existe una direccionalidad predeterminada
en la evolución social, que el único sentido de la historia es la historia que sentimos. Por lo
tanto, desde una perspectiva analítica, no hay movimientos sociales “buenos” ni “malos”. Todos
son síntomas de nuestras sociedades y todos chocan con las estructuras sociales, con
intensidades variables y resultados que deben establecerse. Sólo explorando con una mente
abierta el nuevo paisaje histórico, seremos capaces de encontrar senderos luminosos, abismos
oscuros y resquicios confusos en el camino hacia la nueva sociedad que surge de las crisis
actuales.
Alain Touraine define un movimiento social mediante tres principios: la identidad del
movimiento, el adversario del movimiento y la visión o modelo social del movimiento, que
Castells denomina objetivo social.
En los últimos veinticinco años toda una serie de fenómenos sociales y políticos ha llamado la
atención de medios de comunicación, politólogos y sociólogos: la irrupción en la escena pública
de las sociedades industrialmente avanzadas de los llamados nuevos movimientos sociales, en
referencia a los movimientos feministas, ecologista y pacifista como de nuevas organizaciones
políticas cuyo espectro abarca los denominados partidos de nueva izquierda y los partidos
verdes. Con el calificativo de nuevos movimientos y nuevos partidos se ha querido poner de
manifiesto desde los propios actores sociales y desde los investigadores la distancia que los
separa de las formas, métodos y objetivos de los tradicionales movimientos sociales y partidos
surgidos al calor del desarrollo de las sociedades industriales, particularmente respecto del
movimiento obrero y de la izquierda tradicional en su doble vertiente socialdemócrata y
comunista. Los movimientos sociales tradicionales surgidos con la sociedad industrial nacieron
y se desarrollaron sobre una base clasista, que respondía a la estructura social característica
de las sociedades industriales desde su nacimiento hasta mediados del siglo XX. Dicha
estructura social se caracteriza por una clara polarización en función de las posiciones
económicas y sociales que ocupaban los distintos grupos.
Movimiento Feminista
La independencia económica adquirida por las mujeres y la elevación de sus niveles educativos
coadyuvaron de manera decisiva a la ampliación del apoyo social de los movimientos en pro de
la igualdad de los derechos de la mujer, nacidos en los lustros finales del siglo XIX y
representados paradigmáticamente por las sufragistas. De hecho, el movimiento de la mujer
que cristaliza en los años sesenta representa un cambio cualitativo respecto del discurso, el
eco y apoyo social de los movimientos sufragistas. El movimiento feminista actúa en un doble
plano: la demanda de la igualdad entre los sexos, mediante modificaciones en el orden jurídico
y político que hagan factible dicha igualdad, a través de las campañas en favor del divorcio, del
derecho de aborto, de la igualdad de salarios, la no discriminación por razones de sexo..., que
desembocarán en los ochenta en la reivindicación de políticas de discriminación positiva -
establecimiento de cuotas para las mujeres en todos los planos de la vida social destinadas a
corregir en la práctica la tradicional discriminación de la mujer, progresivamente eliminada en el
orden jurídico; de otro lado, el discurso feminista, al desarrollar una crítica global a la sociedad
patriarcal se dirige desde la reivindicación de la autonomía e independencia de las mujeres a la
defensa de nuevos valores asociados a la feminidad para plantear un cambio sustantivo en las
formas de organización y relación social.
En 1949 Simone de Beauvoir publicó Le deuxiéme sexe -El segundo sexo-, obra inaugural del
feminismo de la segunda mitad del siglo XX. El 18 de agosto de 1960 se inicia en los Estados
Unidos la comercialización de la píldora anticonceptiva, que pondrá en manos de las mujeres
un instrumento básico en el control de su sexualidad. En 1963 Betty Friedan publicaba The
feminine mystique -La mística de la feminidad-, obra básica con la de Beauvoir en la
fundamentación del discurso feminista; en años posteriores le seguirán The dialectic of sex -La
dialéctica del sexo- de Shulamith Firestone (1970), The female eunuch -El eunuco hembra- de
Germaine Greer (1970), Women's estate -La condición de la mujer- de Juliet Mitchell (1971),
Sexual politics -Política sexual- de Kate Millet (1971), The politics of women's liberation -La
política de la liberación de la mujer, de Jo Freeman (1975), por sólo citar algunos de los más
relevantes títulos de una abundantísima literatura que dotó de contenidos teóricos y
argumentos al movimiento feminista.
En mayo de 1966 se creó en Italia la Liga para la Institución del Divorcio; en diciembre tuvo
lugar en Roma la primera manifestación masiva en favor del divorcio en Italia. Este mismo año,
1966, ve la luz la National Organization of Women, presidida por Betty Friedan, que persigue el
reconocimiento legal de la igualdad de los derechos entre los sexos mediante la combinación
de manifestaciones y actos públicos y su funcionamiento como lobby destinado a presionar a
las instituciones -Gobierno, Congreso, Tribunal Supremo y Estados- en favor de los derechos
de la mujer norteamericana, que pronto contará con decenas de miles de afiliadas. La igualdad
de derechos entre los sexos fue el caballo de batalla del feminismo de los setenta.
La reivindicación de la legalización del aborto polarizó en esos años las movilizaciones del
movimiento feminista. En julio de 1967 se legaliza el aborto en Gran Bretaña; en diciembre se
presenta públicamente el Women's Liberation Movement británico. El 13 de septiembre de
1968, coincidiendo con la crisis del SDS -Sozialisticher Deutscher Studentenbund-, las
universitarias del SDS impulsan el movimiento feminista en Alemania Federal. En febrero de
1970 se funda en Italia el Movimento di Liberazione della Donna; en diciembre el Parlamento
aprueba la ley de divorcio; por las mismas fechas nace el Mouvement de Libération des
Femmes en Francia. En ese mismo año se crea en Gran Bretaña el Comité Nacional de
Coordinación de los grupos del movimiento de liberación de la mujer.
En marzo de 1971 tiene lugar la primera de las grandes manifestaciones del movimiento
feminista británico en Londres, bajo los lemas: a igual trabajo igual salario; igualdad de
oportunidades en la enseñanza y el mundo laboral; libre circulación de los métodos
anticonceptivos y liberalización del aborto; guarderías gratuitas y públicas. En abril de 1971
varios cientos de mujeres -entre las que se encontraban Simone de Beauvoir, Jeanne Moreau y
Marguerite Duras- firman un manifiesto en Francia en el que declaraban haber abortado y
reclamaban la legalización del aborto. En junio 374 mujeres hacen lo mismo en Alemania
Federal; con ello nace el movimiento Aktion 218 en favor de la legalización del aborto. Ese
mismo año se funda en Austria el Aktion Unabhängiger Frauen -Acción de Mujeres
Independientes-. Los días 12 y 13 de marzo de 1972 se celebra en Francfort (RFA) el Primer
Congreso Federal de Mujeres.
En 1974 se aprueba por el Parlamento francés la nueva ley del aborto presentada por la
diputada centrista Simone Veil. En enero de 1975 se celebra en Italia la primera conferencia
nacional sobre el aborto organizada por el movimiento de liberación de las mujeres y el Partido
Radical; en julio se presentan 800.000 firmas solicitando un referéndum sobre el aborto; en
diciembre se celebra en Roma una manifestación que congrega a decenas de miles de
personas, convocada por las organizaciones feministas en favor de la legalización del aborto.
Ese mismo mes de diciembre de 1975 entran en vigor en Gran Bretaña la Sex Discrimination
Act y la Equal Pay Act que reconocen la igualdad absoluta de ambos sexos. Del 6 al 9 de
diciembre se celebran en Madrid las Primeras Jornadas Nacionales por la Liberación de la
Mujer, es la presentación pública del movimiento feminista en España, que mantendrá un
creciente protagonismo social hasta 1983. En 1975 tiene lugar en Islandia la primera huelga
general de mujeres, que logra paralizar al país. El 12 de abril de 1981 se aprueba en España la
ley de divorcio y en febrero de 1983 el Gobierno socialista presenta al Parlamento la ley de
despenalización del aborto. Se inicia con ello el declive de las movilizaciones del movimiento
feminista, una vez reconocidas legalmente sus principales reivindicaciones. El 26 de julio de
1978 nace Louise Brown, la primera bebé-probeta del mundo; se inicia con ello un sostenido
avance en las técnicas de reproducción in vitro, que abren nuevas posibilidades para el control
de la maternidad por las mujeres. El desarrollo de la genética y las técnicas reproductivas en
los últimos quince años han abierto un profundo debate sobre el alcance ético de determinadas
innovaciones en las que el movimiento feminista ha ocupado posiciones punteras. En 1983 el
partido feminista de Islandia Alianza de Mujeres consigue tres escaños en el Parlamento.
Movimiento Ecologista
La crisis de los setenta, los crecientes problemas de contaminación medioambiental, la quiebra
de la ideología del progreso, la masificación urbana y el consiguiente empeoramiento de la
calidad de vida, accidentes como los de Seveso en Italia (1976) y de Harrisburg en Estados
Unidos (1979) dieron alas y argumentos al movimiento ecologista, que desde posiciones
marginales fue ampliando su base social, despertando una nueva sensibilidad en los países
industrializados, hasta el punto de llegar a condicionar la acción de los Gobiernos.
Los inicios del movimiento ecologista en Estados Unidos tienen lugar con el gran apagón,
noviembre de 1963, que dejó sin electricidad a gran parte de la costa Este y del sur de Canadá,
sobre el que Barry Commoner basó su obra Ciencia y supervivencia, aparecida en 1966, uno
de los primeros textos en los que se denuncia la espiral productivista asociada al optimismo
tecnológico. El 18 de enero de 1967 se produce una de las primeras catástrofes ecológicas de
la segunda mitad del siglo XX, el naufragio del petrolero Torrey Canyon frente a las costas de
Bretaña. En 1969 David Brower funda Amigos de la Tierra -Friends of the Earth-, una de las
primeras organizaciones ecologistas de carácter mundial. Un año más tarde funcionan en
Estados Unidos más de tres mil organizaciones ambientalistas y ecologistas. Ese mismo año,
1969, la National Academy of Sciences de los Estados Unidos publica el informe Resources
and Man -Los recursos y el hombre-, primero de los informes procedentes de la comunidad
científica que alerta sobre la limitación de los recursos y la explosión demográfica.
En febrero de 1970 los matrimonios Bohlen y Stowe tratan de impedir una explosión nuclear
estadounidense en Amchitka (Alaska) prevista para 1971; fundan para ello el grupo No Hagáis
Olas, que bota un barco bajo el nombre de Greenpeace el 15 de septiembre de 1971, con ello
nace Greenpeace. El 22 de abril de 1970 varios millones de personas participan en Estados
Unidos en el Earth Day -Día de la Tierra-; las repercusiones de la afirmación de la conciencia
ambientalista en la sociedad norteamericana llevaron a la creación por el Gobierno de la
Agencia de Protección del Medio Ambiente. El 12 de abril de 1971 varios centenares de
personas se manifestaron frente a la central nuclear en construcción de Fessenheim (Alsacia).
Es el inicio del movimiento antinuclear francés. El 11 de mayo de ese año 2.200 científicos de
todo el mundo se dirigen a la ONU alertando sobre la degradación del medio ambiente, es el
Mensaje de Menton que proclama: "vivimos en un sistema cerrado, totalmente dependientes de
la Tierra y unos de otros, y eso durante toda nuestra vida y durante la de las generaciones que
vendrán".
El eco del movimiento ecologista comienza a alcanzar una resonancia internacional, rebasando
los límites de los grupos activistas para comenzar a instalarse en la conciencia de la opinión
pública, especialmente en los países industrialmente avanzados, donde la degradación del
medio ambiente comienza a deteriorar los niveles de calidad de vida. En 1972 aparece el
primer informe del Club de Roma sobre los limites del crecimiento. En abril de 1972 se funda en
Tasmania (Australia) el primer partido ecologista, el United Tasmania Group, al que le seguirá
un mes más tarde el Values Party de Nueva Zelanda. En junio de 1972 se celebra en
Estocolmo la primera Conferencia Mundial sobre el Medio Ambiente Humano, organizada por la
ONU, que da lugar a la creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA), con sede en Nairobi. El 14 de julio se desarrolla la primera gran manifestación contra
la ampliación de la base militar de Larzac en Francia, convirtiéndose en los siguientes años en
punto de referencia y confluencia del movimiento ecologista y pacifista francés, compartiendo
en muchos casos activistas y base social. En febrero de 1975 centenares de activistas
antinucleares ocupan los terrenos donde se proyecta construir la central nuclear de Whyl -cerca
de Friburgo, en la República Federal de Alemania-; tras un inicial desalojo por la policía, la
ocupación se prolongará por espacio de ocho meses. Un tribunal paralizará el inicio de las
obras el 21 de marzo y el 14 de marzo de 1977 es descartada definitivamente su construcción.
Con la ocupación de Whyl arranca con fuerza el movimiento antinuclear alemán. El 22 de
marzo de 1975 se produce el primer accidente grave -conocido- en una central nuclear, en
Browns Ferry (Alabama, Estados Unidos). Desde ese año el carácter antinuclear del
movimiento ecologista tenderá a cobrar un creciente protagonismo hasta lograr la paralización
de los programas nucleares en la mayoría de los países industrializados tras los accidentes de
Harrisburg y Chernobil. Esa primavera de 1975 registra una continua movilización contra la
nuclearización del Rin en la que participan ciudadanos alemanes y franceses, expresión del
carácter internacional del movimiento antinuclear.
Catástrofe de Seveso
A estas alturas, los argumentos del movimiento ecologista difícilmente pueden ser obviados por
la opinión pública y los Gobiernos. La sensibilidad medioambiental se extiende como una
mancha de aceite entre las poblaciones de los países industrialmente avanzados; la ecología y
el conservacionismo dejan de ser patrimonio exclusivo del movimiento ecologista. Sus
demandas empiezan a encontrar eco en los partidos tradicionales, que barnizan sus programas
y discursos de un tenue color verde con el que atraer a un electorado cada vez más
sensibilizado por la degradación del medio ambiente.
1981 es el año en el que se anuncia por científicos británicos que desde 1970 se reproduce
cada primavera un agujero en la capa de ozono en la Antártida, provocado por la acción de los
CFC -gases clorofluorocarbonados-; en 1990 se confirma que otro agujero se produce en el
Polo Norte. En mayo de 1984, la conferencia de Nairobi, convocada por el PNUMA, alerta
sobre los procesos de desertización provocados por la acción humana.En junio de 1984, tras
las elecciones europeas, se forma el grupo Arcoiris que aglutina a los europarlamentarios
verdes de la CEE. En octubre de ese año se reúne por primera vez la Comisión Mundial sobre
el Medio Ambiente y el Desarrollo, creada por la Asamblea General de la ONU de 1983, bajo la
presidencia de la primera ministra noruega Gro Harlem Brindtland. Sus trabajos desembocarán
en 1987 en el Informe Nuestro Futuro Común, que propone la adopción de un programa
mundial para hacer posible un desarrollo sostenible.
En marzo de 1985 se celebra en París una conferencia mundial sobre la deforestación -cada
año desaparecen diez millones de hectáreas de superficie arbolada-. A estas alturas nadie
niega los efectos de la lluvia ácida en los países industrializados; en ese año la mitad de los
bosques de la República Federal Alemana se encuentra afectada por las emisiones sulfurosas -
lluvia ácida-. El 10 de julio de 1985 los servicios secretos galos hunden en Auckland -Nueva
Zelanda- el barco Rainbow Warrior, de Greenpeace, cuando protestaba por las explosiones
nucleares francesas en el Pacífico. El 26 de abril de 1986, el reactor cuatro de la central
nuclear de Chernobil -Ucrania- estalla, fundiéndose el núcleo del reactor, 140.000 personas
tuvieron que ser evacuadas y, en 1990, 640.000 se encontraban bajo control médico debido a
las emisiones radiactivas; 30.000 kilómetros cuadrados de territorio serán baldíos durante al
menos dos generaciones y la nube radiactiva se extendió por el territorio occidental de la URSS
alcanzando a Europa occidental. En junio de ese año 4.000 mujeres finlandesas inician una
huelga de embarazos por la que renuncian a tener hijos hasta que el Gobierno abandone el
programa nuclear. Chernobil representa el golpe de muerte para los procesos de
nuclearización. Las moratorias nucleares se extienden a lo largo y ancho de Europa.
En mayo de 1988, la reproducción anormal de un alga, provocada por los vertidos de azufre y
fósforo, causa la muerte de millones de peces en las costas de Suecia y Noruega; la
contaminación de los mares Bálticos y del Norte causa la aniquilación de buena parte de su
vida animal. En junio la NASA presenta pruebas sobre los primeros síntomas del "efecto
invernadero" -recalentamiento del planeta a consecuencia de las emisiones de gases a la
atmósfera, principalmente CO2 -. El 22 de diciembre de 1988, sicarios de los terratenientes de
Acre (Brasil) asesinan a Chico Mendes, dirigente sindical y ecologista de los "seringueiros" por
su defensa del Amazonas. El 24 de marzo de 1989, el petrolero Exxon Valdez provoca una
marea negra de cerca de 20.000 kilómetros cuadrados en Alaska. El 5 de junio se celebra el
Día Mundial del Medio Ambiente bajo el lema "Alerta mundial, la Tierra se calienta", propuesto
por la ONU para llamar la atención sobre el "efecto invernadero". Los efectos
medioambientales de la guerra del Golfo (1990), con el incendio de los pozos petrolíferos de
Kuwait, han significado una de las mayores catástrofes de la segunda mitad del siglo XX. Tras
la caída del muro de Berlín se ha conocido la situación catastrófica del medio ambiente en la
Unión Soviética y los países de Europa del Este. El caso de la destrucción del lago Baikal es
paradigmática al respecto; Chernobil no fue sino la confirmación de la regla: el absoluto
desprecio por el medio ambienté de las burocracias gerontocráticas de estos países. El
desastre de las instalaciones petrolíferas en los territorios de la antigua Unión Soviética se ha
puesto en evidencia en los meses de septiembre-octubre de 1994, cuando varios escapes, de
entre 65.000 y 200.000 toneladas de crudo, amenazan el Artico con una catástrofe de
dimensiones mayores a la sucedida con el Exxon Valdez en Alaska.
En junio de 1992 se celebra la Segunda Conferencia Mundial sobre el Medio Ambiente en Río
de Janeiro, convocada por la ONU; la presencia masiva de jefes de Estado y de Gobierno
simboliza la creciente preocupación de la opinión pública mundial sobre el deterioro del medio
ambiente.
Movimiento Pacifista
El nuevo movimiento por la paz que recorrió Europa en el decenio de los ochenta se
fundamentó en el peligro de una guerra nuclear limitada, con escenario en Europa, a raíz de la
doble decisión de la Unión Soviética y los Estados Unidos de fabricar misiles de alcance medio,
con un radio de acción comprendido entre los 500 y 2.000 kilómetros, los SS-20 y los Pershing
2 y Cruise: los euromisiles. En 1976 se iniciaba por parte de la Unión Soviética la producción de
misiles SS-20.
En junio de 1979 los Estados Unidos aprobaban el programa de construcción de los sistemas
móviles de misiles MX. El 9 de diciembre de ese año se celebra en Bruselas la primera
manifestación masiva en contra de la instalación de misiles de alcance medio en Europa
occidental. Tres días después, el 12 de diciembre, la OTAN adopta la llamada "doble decisión"
por la que se acuerda la instalación en Europa occidental de los misiles de alcance medio.
En abril de 1980 se funda la END -European Nuclear Disarmament, Desarme Nuclear Europeo-
, la coordinadora que aglutinaría al movimiento por la paz europeo de los ochenta. Dos
objetivos van a marcar su trayectoria: la desnuclearización de Europa, tanto occidental como
oriental, y el respeto de los derechos civiles y humanos en los países del Este. Dos elementos
diferencian el movimiento por la paz de los ochenta de las movilizaciones de los años cincuenta
y primeros sesenta. De un lado, su carácter internacional, la constitución de la END hizo del
movimiento por la paz un movimiento transnacional, donde las actividades y movilizaciones se
desarrollaban en un triple escenario: el local, el nacional y el internacional. La estructura de la
END se caracterizaba por su flexibilidad. Una convención anual reunía a todas aquellas
personas y grupos, independientemente de su tamaño e influencia, que desearan asistir. La
larga sombra del mayo del 68 se dejaba sentir en el carácter asambleario, pluralista y
antiautoritario de la END. Esta estructura flexible y horizontal no restó operatividad ni capacidad
movilizadora a la END, antes al contrario permitió la colaboración de corrientes muy dispares,
ideológica y políticamente -de las iglesias nórdicas y cristianos de base a la extrema izquierda,
pasando por la socialdemocracia, los comunistas occidentales o los defensores de los
derechos civiles del Este, de Solidarnosc a Carta 77 de Checoslovaquia-.
De otro lado, una de las características más sobresalientes del movimiento por la paz de los
años ochenta residió en la ruptura de las barreras impuestas por el telón de acero. La END
reafirmó a lo largo de su existencia su vocación de actuar en el Oeste y en el Este. Favoreció
de manera persistente la incorporación a sus convenciones y actividades de grupos y personas
procedentes del Este, ligando las movilizaciones contra la carrera de armamentos y la
instalación de los euromisiles con la democratización del Este y la defensa del respeto de las
libertades civiles y de los derechos humanos en los países del Este. Se trataba de hacer
realidad lo defendido saltando por encima del muro, de eliminar las barreras entre los
movimientos civiles de un lado y otro del telón de acero, desarrollando la ecuación
desnuclearización-democratización.
En 1983 Washington puso en marcha la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), que relanzará
la carrera de armamentos y agravará la tensión Este-Oeste. En el verano de 1984, durante la
Convención de Perugia de la END, se crea la Red Europea para el Diálogo Este-Oeste, por la
que el movimiento por la paz de Europa occidental, en pleno auge, estrecha sus relaciones con
los grupos independientes de los países del Este y la URSS. El 11 de marzo de 1985 Mijail
Gorbachov es elegido secretario general del PCUS, se inicia la “perestroika” y la “glasnot”, que
pondrá en marcha un proceso de reformas que culminará con el desmantelamiento de los
regímenes de "socialismo real" en Europa oriental y la desaparición de la Unión Soviética, así
como un continuado proceso de distensión que pondrá fin a la guerra fría. En el referéndum del
12 de marzo de 1986, triunfa la tesis de la permanencia de España en la OTAN: a pesar de
ello, 6.829.329 personas -39,84 por 100- votaron por la salida de la Alianza Atlántica. La
actividad del movimiento por la salida de la OTAN en los meses previos logró revitalizar al
tejido social; miles de personas se incorporaron a cientos de grupos; decenas de miles
participaron en manifestaciones en las principales ciudades españolas entre 1984 y marzo de
1986.
La gestión de la cultura hoy en día deberá invariablemente tener en cuenta estos nuevos
actores al momento de diseñar políticas públicas que den cuenta del rol de los actores sociales
en el marco de la sociedad contemporánea. Creemos que ese es el gran desafío de estado:
articular los mecanismos que hagan aparecer las ONGs como partícipes de las políticas
públicas, sin dejar el rol central del estado en este sentido.
Sin embargo, sus textos y conferencias tenían implicaciones políticas. Sus trabajos sobre
Argelia colaboraron a comprender mejor dicha sociedad en el proceso de liberación de la
dominación francesa. Su crítica a los sistemas que producen capital cultural y simbólico
diferenciados e inicia con Les héritiers, continuado luego con Homo academicus y La noblesse
d’ Etat . El análisis del empobrecimiento y fractura de la sociedad francesa con su “miseria de
condición” de sectores populares y la “miseria de posición” de los empleados estatales en la
educación, la justicia y la salud aparecen su libro La misere du monde. Podemos decir que sus
investigaciones académicas han acompañado los distintos actores sociales en Francia y otros
países del mundo.
Este texto que hoy presentamos como otros difundidos en los últimos años, muestran la
importancia que Pierre Bourdieu otorga a la articulación de los investigadores e intelectuales
con los movimientos sociales críticos, en especial el movimiento sindical. Por ello toma
distancia de la “inteligencia” que, de una u otra manera se ha sumado al consenso neoliberal o
de aquella, desencantada, que ha bajado los brazos refugiándose en sus actividades
individuales.
Más aún, como se puede apreciar en el texto y en las intervenciones tenidas en las huelgas
obreras de 1995 en Francia, su acción se inscribe en la construcción durable y coherente de un
“intelectual colectivo” en el campo político que supere al “intelectual comprometido
individualmente” o al “intelectual específico” .
En este fin de milenio, tanto en Francia como en Argentina , el capital simbólico que poseen
intelectuales e investigadores está interpelado por las realidades de pobreza, vulnerabilidad y
exclusión que atraviesan nuestras sociedades. Una vez más , no podemos silenciarnos frente a
estas injusticias. Pierre Bourdieu, académico, investigador y miembro del College de France
desde 1981 nos invita a construir, junto a los movimientos sociales, ese intelectual colectivo
universal que criticando las hegemonías actuales, vaya proponiendo, aquí y ahora, nuevas
alternativas.
El texto de Pierre Bourdieu, Repensar el movimiento social, complementa el análisis en torno a
los movimientos sociales en Europa
Para aquellos que juzgas en este cuestionamiento como excesivo y demasiado poco
argumentado, he aquí algunas preguntas:¿No es tristemente significativo que, en el mismo
momento en que su acceso más o menos simultáneo a la condición de varios países europeos
abre a los socio-demócratas una posibilidad real de concebir y de dirigir en común una
verdadera política social, no se les ocurra siquiera la idea de explorar las posibilidades de
acción políticas que así les son ofrecidas en materia fiscal, pero también en materia de empleo,
de intercambios económicos, de derecho al trabajo y de formación o de vivienda social?¿No es
sorprendente , y revelador, que ni siquiera traten de procurarse los medios para contrarrestar
eficazmente el proceso, ya fuertemente avanzado,de destrucción de las conquistas sociales de
la Welfare, instaurando por ejemplo, en el seno de la zona europea, normas sociales comunes
en materia, de salario mínimo racionalmente modulado, de tiempo de trabajo o de formación
profesional de los jóvenes, lo que tendría por efecto evitar dejar a los Estados Unidos el
estatuto de modelo indiscutido que le confiere la doxa mediática?¿No es sorprendente que se
apresuren por el contrario a reunirse para favorecer el funcionamiento de los “mercados
financieros” antes bien que para controlarlo por medio de medidas colectivas tales como la
instauración (presente en otros tiempos en sus programas electorales) de un régimen tributario
internacional del capital (que versan particularmente sobre los movimientos especulativos a
muy corto término) o la reconstrucción de un sistema monetario capaz de garantizar la
estabilidad de las relaciones entre las economías?¿No es particularmente difícil aceptar que el
poder exorbitante de censura de las políticas sociales que es acordado, fuera de todo control
democrático, a los “guardianes del euro” (tácitamente identificado a Europa) prohiba financiar
un gran programa público de desarrollo económico y social fundado en la instauración
voluntarista de un conjunto coherente de “leyes de programación” europeas, particularmente en
ámbitos tales como la educación, la salud y la seguridad social –lo que conduciría a la creación
de instituciones transnacionales abocadasa substituirse progresivamente, al menos en parte, a
las administraciones nacionales o regionales que la lógica de una unificación únicamente
monetaria y mercante condena a entrar en una competencia perversa?
Está claro que, dada la parte ampliamente preponderante de los intercambios intra-europeos
en el conjunto de los intercambios económicos de los diferentes países de Europa, los
gobiernos de estos países podrían poner en marcha una política común que apunte al menos a
limitar los efectos de la competencia intra-europea y a oponer una resistencia colectiva a la
competencia de las naciones no europeas y, en particular, a los mandamientos
norteamericanos, poco conformes las más de las veces a las reglas de la competencia pura y
perfecta que ellos mismos se supone que protegen.Ello en lugar de invocar el espectro de la
“mundialización” para hacer pasar, en nombre de la competencia internacional, el programa
regresivo en materia social que el empresariado no dejó de promover, tanto en los discursos
como en las prácticas, desde mediados de los años 70: reducción de la intervención pública,
movilidad y flexibilidad de los trabajadores (con la desmultiplicación y la precarización de los
estatutos, la revisión de los derechos sindicales y la suavización de las condiciones de
despido), ayuda pública la inversión privada a través de una política de ayuda fiscal, reducción
de las cargas patronales, etc. En resumen, no haciendo prácticamente nada a favor de la
política que ellos profesan, a pesar de que todas las condiciones están dadas para que puedan
realizarla, revelan claramente que ellos no quieren verdaderamente esta política.
La historia social enseña que no hay política social sin un movimiento social capaz de
imponerla (y que no es el mercado, como se trata de hacer creer hoy, sino el movimiento
social, el que ha “civilizado” la economía de mercado, contribuido en gran medida a su
eficacia). En consecuencia, la cuestión, para todos los que quieren realmente oponeruna
Europa social a una Europa de bancos y de la moneda, flanqueada por una Europa policial y
penitenciaria (ya muy avanzada) y por una Europa militar (consecuencia probable por la
intervención en Kosovo), es de saber cómo movilizar las fuerzas capaces de llegar a este fin y
a qué instancias pedir este trabajo de movilización. Evidentemente pensamos en la
Confederación europea de los sindicatos que acaba de recibir -más vale tarde que nunca- a la
CGT). Pero nadie podrá contradecir a los especialistas que, como Corinne Gobin, muestran
que el sindicalismo tal como se manifiesta a nivel europeo se comporta ante todo como
“partenaire” preocupado en participar en el decoro y la dignidad de la gestión de los negocios
europeos llevando a cabo una acción de lobbying bien moderada, conforme a las normas del
“diálogo”, apreciado por Jacques Delors.Y no se podría negar que no ha trabajado mucho en
procurarse los medios organizacionales para contrarrestar eficazmente las voluntades del
empresariado (organizado en la Unión de confederaciones de la industria y de los empleadores
europeos, y dotado de un grupo de presión poderoso, capaz de dictar sus voluntades en
Bruselas), y de imponerle, con las armas ordinarias de la lucha social, huelgas,
manifestaciones, etc., verdaderas convenciones colectivas a escala europea.
El sindicalismo europeo que podría ser el motor de una Europa social tiene que ser inventado,
y no puede serlo sino con el precio de toda una serie de rupturas más o menos
radicales:ruptura con los particularismos nacionales, incluso nacionalistas, de las tradiciones
sindicales, siempre encerradas en los límites de los Estados, de los cuales esperan una gran
parte de los recursos indispensables para su existencia y que definen y delimitan los intereses
y los terrenos de sus reivindicaciones y de sus acciones; ruptura con un pensamiento
concordatario que tiende a desacreditar el pensamiento y la acción críticos, a valorizar el
consenso social al punto de alentar a los sindicatos a compartir la responsabilidad de una
política que aliente no sólo el discurso mediático-político en cuanto a las necesidades
ineluctables de la “mundialización” y en cuanto al imperio de los mercados financieros (detrás
de los cuales los dirigentes políticos quieren disimular su libertad de elección), sino también la
conducta misma de los gobiernos socio-democráticos que, prolongando y reconduciendo, en
puntos esenciales, la política de los gobiernos conservadores, hacen aparecer esta política
como la única posible; ruptura con un neo-liberalismo hábil en presentar las exigencias
inflexibles de contratos de trabajo leoninos con la excusa de la “flexibilidad” (por ejemplo, con
las negociaciones sobre la reducción del tiempo de trabajo y sobre la ley delas treinta y cinco
horas que presenta todas las ambigüedades objetivas de una relación de fuerza cada vez más
desequilibrada por el hecho de la generalización de la precariedad y de la inercia de un Estado
más inclinado a ratificarlo que a ayudar a transformarlo); ruptura con un “socioliberalismo” de
gobiernos proclives a dar a medidas de desregulación favorables, a un refuerzo de las
exigencias patronales la apariencia de conquistas inestimables de una verdadera política
social.
Este sindicalismo renovado apelaría a agentes movilizadores animados por un espíritu
profundamente internacionalista y capaces de superar los obstáculos ligados a las tradiciones
jurídicas y administrativas nacionales y también a las barreras sociales interiores de la nación,
las que separan las ramas y las categorías profesionales, y también las clases de género, de
edad y de origen étnico. Es paradójico, en efecto, que los jóvenes y en especial los que
provienen de la inmigración - y que están tan obsesivamente presente en los fantasmas
colectivos del miedo social, generado y mantenido en y por la dialéctica infernal de la
competencia política a favor de los votos xenófobos y de la competencia mediática a favor de la
audiencia máxima - tengan en las preocupaciones de los partidos políticos y de los sindicatos
progresistas un lugar inversamente proporcional al que se les da, en toda Europa, el discurso
acerca de la “inseguridad” y la política que dicho discurso alienta. ¿Cómo no esperar o tener la
esperanza de una especie de internacional de “inmigrados” de todos los países que uniría a
turcos, cabilas y surinamitas en la lucha que ellos conducirían, asociados con los trabajadores
nativos de los diferentes países europeos, en contra de sus empleadores, y, más ampliamente,
en contra de las fuerzas económicas dominantes que, a través de las diferentes mediaciones,
también son responsables de su emigración? Y tal vez las sociedades tendrían mucho que
ganar si estos jóvenes, objetos pasivos de una política relativa a la seguridad social, a los que
se llama obstinadamente “inmigrados” en tanto que son ciudadanos de las naciones de la
Europa de hoy, a menudo desarraigados y desorientados, excluidos también de las estructuras
contestatarias organizadas, y sin otra salida que la sumisión resignada, que a veces se predica
con el nombre de integración, la pequeña o la gran delincuencia, o las formas modernas del
motín que son las revueltas de los suburbios; si estos jóvenes se transformaran en agentes
activos de un movimiento social renovador y constructivo.
Pero también podemos pensar, para desarrollar, en cada ciudadano las disposiciones
internacionalistas que de aquí en más son la condición de todas las estrategias eficaces de
resistencia, en todo un conjunto de medidas, sin duda dispersas y discretas tales como la
instauración, en cada organización sindical, de instancias específicamente acondicionadas con
el fin de relacionarse con las organizaciones de otras naciones y encargadas particularmente
en recoger y hacer circular información internacional; el establecimiento progresivo de reglas de
coordinación, en materia de salarios, de condiciones de trabajo y de empleo (esto con el fin de
combatir la tentación de aceptar acuerdos acerca de una política de moderación de los salarios
o, como en algunas empresas de Inglaterra, sobre una renuncia al derecho de huelga); la
institución, sobre el modelo de los que unen ciudades de diferentes países, asociaciones entre
sindicatos de igual categoría profesional (ya sea por no citar más que categorías ya
comprometidas en los movimientos transnacionales, los camioneros, los empleados de
transportes aéreos, los pequeños agricultores, etc.) o de regiones fronterizas (sobre la base,
llegado el caso, de reivindicacioneso de solidaridad regionales); el refuerzo, en el seno de
empresas multinacionales, de comités de empresas internacionales, capaces de resistir a las
presiones fraccionistas de las direcciones centrales;el estímulo de políticas de reclutamiento y
de movilizaciónen dirección a los inmigrados que, de objeto y de intereses de las estrategias de
los partidos y de los sindicatos, pasarían a ser de esta manera, en el seno mismo de las
organizaciones, como factores de división y de incitación a la regresión hacia el pensamiento
nacionalista, incluso racista; el reconocimiento y la institucionalización de nuevas formas de
movilización y de acción, como las coordinaciones y el establecimiento de lazos de cooperación
activa entre sindicatos de los sectores público y privado que tienen pesos muy diferentes según
el país; la “conversión de los espíritus” (sindicales y otros) que es necesaria para romper con la
definición estrecha de lo “social”, reducido al mundo del trabajo cerrado sobre sí mismo, para
ligar las reivindicaciones sobre el trabajo a las exigencias en materia de salud, de vivienda, de
transportes, de formación, de relaciones entre los sexos y de tiempo libre y para comprometer
esfuerzos de reclutamiento y de resindicalización en los sectores tradicionalmente desprovistos
de mecanismos de protección colectiva (servicios, empleo temporario).
No hay condición más absoluta para la construcción de un movimiento social europeo que el
repudio de todas las formas habituales de pensar el sindicalismo, los movimientos sociales y
las diferencias nacionales en estos ámbitos, no hay tarea más urgente que la invención de
formas de pensar y de actuar nuevas que impone la precarización. Fundamento de una nueva
forma de disciplina social, surgida de la inseguridad y del temor al desempleo, que alcanza
hasta los niveles más favorecidos del mundo del trabajo, la precarización generalizada puede
hallarse en el principio de solidaridades de un tipo nuevo, en su extensión y en su principio,
sobre todo ante crisis que son percibidas como particularmente escandalosas cuando toman la
forma de despidos masivos impuestos por la preocupación de proveer perfiles suficientes a los
accionistas de empresas ampliamente beneficiarias. Y el nuevo sindicalismo deberá saber
apoyarse en las nuevas solidaridades entre víctimas de la política de precarización, casi tan
numerosas hoy en las profesiones de gran capital cultural como la enseñanza, las profesiones
de la salud y las profesiones de la comunicación (los periodistas) como en los sectores de
empleados y obreros. Pero previamente deberá trabajaren producir y difundir tanto como sea
posible un análisis crítico de todas las estrategias, a menudo muy sutiles, con las cuales
colaboran, sin necesariamente saberlo, ciertas reformas de gobiernos socio-demócratas y que
se puede subsumir bajo el concepto de flexplotación: reducción del tiempo de trabajo,
multiplicación de empleos temporarios y de tiempo parcial. Análisis tanto más difícil de hacer, y
sobre todo de imponer a aquellos a quienes debería darles lucidez acerca de su condición, en
la medida en que, por una suerte de efecto de armonía preestablecida, las estrategias
ambiguas son con frecuencia ejercidas, en todos los niveles de la jerarquía social, por víctimas
de semejantes estrategias, docentes precarios a cargo de alumnos marginalizados e inclinados
a la precaridad, trabajadores sociales sin garantías sociales que deben acompañar y asistir a
poblaciones de las que están muy próximos por su condición, etc., todos llevados a entrar y a
extenderse en las ilusiones compartidas.
Pero también habría que terminar, con otras preconcepciones muy expandidas que, al impedir
ver la realidad tal cual es, desalentar la acción para transformarla. Es el caso de la oposición
que hacen los “politólogos” franceses y los periodistas “formados” en su escuela, entre el
“sindicalismo protestatario” (que hoy estaría encarnado en SUD o en la CGT) y el “sindicalismo
de negociación” del cual la DGB, hoy erigida en norma de toda práctica sindical digna de ese
nombre, sería la encarnación. Esta representación desmovilizadora no permite ver que las
conquistas sociales no pueden ser obtenidas sino por medio de un sindicalismo bastante
organizado que puedamovilizarla fuerza de cuestionamiento necesaria para arrancar al
empresariado y a las tecnocracias verdaderos avances colectivos y para negociar e imponer en
su base los compromisos y las leyes sociales en las cuales ellos se inscriben en forma
duradera (¿No es significativo que la palabra misma de movilización esté muy desacreditada
por los economistas de obediencia neo-liberal, obstinadamente apegados a no ver más que un
conjunto de elecciones individuales en lo que es, de hecho, un modo de resolución y de
elaboración de los conflictos sociales y un principio de invención de nuevas formas de
organización social?). Hoy, su incapacidad para unirse en torno a una utopía racional (que
podría ser una verdadera Europa social), y la debilidad de su base militante a la que no saben
imponer el sentimiento de su necesidad (es decir, primero de su eficacia) que, tanto como la
competencia para el mejor posicionamiento en el mercado de los servicios sindicales, es lo que
impide a los sindicatos superar los intereses corporativos a corto término por medio de un
voluntarismo universalista capaz de superar los límites de las organizaciones tradicionales y de
dar toda su fuerza, particularmente integrando plenamente el movimiento de los desempleados,
a un movimiento social capaz de combatir y de contrarrestar los poderes económicos y
financieros en el lugar mismo, de ahora en más, internacional; de su ejercicio. Los movimientos
internacionales recientes entre los que la marcha europea de los desempleados esel más
ejemplar son sin duda los primeros signos, aún fugitivos seguramente,del descubrimiento
colectivo, en el seno del movimiento social y más allá de la necesidad vital del
internacionalismo o, más precisamente, de la internacionalización de los modos de
pensamiento y de las formas de acción.