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Problemática:
Preguntas al problema:
Hipótesis:
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La policía como institución no cuenta con un sistema de premio-castigo
que permita individualizar acciones concretas y promover e incentivar a
un mayor esfuerzo por parte de los agentes de seguridad.
Objetivo general:
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Marco teórico
Concepto de policía
El concepto de Policía es, como tantos otros, radicalmente proteico: variable en
el tiempo y en el espacio.
Platón, hablando de las leyes, define a la Policía como la vida, el reglamento y
la ley por excelencia que mantiene la ciudad. Aristóteles, su discípulo, la
considera también como el buen orden, el gobierno de la ciudad, el sostén de
la vida del pueblo, el primero y el más grande de los bienes.
Sócrates se expresa de una manera todavía más noble: para él, la Policía,
cuyo restablecimiento desea, no es otra cosa que el alma de la ciudad,
operando en ella los mismos efectos que el entendimiento en el hombre; siendo
la que piensa en todo, la que regula todas las cosas, la que hace o procura
todos los bienes necesarios a los ciudadanos, y la que aleja de la sociedad
todos los males y todas las calamidades que son de temer. 1
Puede decirse que la policía como la conocemos hoy tuvo sus orígenes en el
siglo XV, siglo en el que el concepto de policey no aludía como hoy a una
institución, sino mas bien a un estado de cosas: nada más y nada menos que a
un orden correcto de la comunidad, las personas y los bienes dentro de un
Estado2.
La acción policial aparece expresa y directamente ligada a la Constitución,
pues la policía es parte del sistema de control del Estado y, específicamente,
del control formal. Más aún, es pieza esencial de la intervención del Estado
sobre los ciudadanos en relación con un efectivo control: la policía constituye el
órgano inmediato de aplicación del control penal y uno de los más importantes
del control en general.
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1-
Alejandro Nieto, Percepciones sobre el concepto de policía.
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2-
Hassemer, 1999; 273.
El ejercicio de la fuerza por parte del Estado en su intervención ha de ser, por
tanto, de carácter puntual y en caso alguno aplicable para resolver problemas
políticos y sociales. De ahí que la fuerza solo se pueda legitimar en dos niveles.
Uno, como fuerza defensiva, se trata del uso de la fuerza suave y cuyo ejercicio
estará sometido siempre al principio de la menor lesividad posible. El segundo
sería el uso de la fuerza ofensiva, el uso de la fuerza o violencia propiamente
tal. La fuerza solo podría aparecer legitimada en las mismas situaciones que
respecto de cualquier civil, es decir, en una situación de legítima defensa o bien
de estado de necesidad.
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Es muy común que, con la mejor intención, funcionarios policiales acudan a
colegios secundarios para alertar sobre la peligrosidad del comercio y consumo
de drogas, pero lo más probable es que los alumnos descrean de ellos solo por
ser policías, y lo peor es que pueden producir resultados opuestos.
Percepción y realidad
La relación existente entre la realidad y la percepción de la misma, está
separada muchas veces por una línea tan imperceptible que muchas veces
queda oculta. Son muchas las mediaciones que se cruzan entre una y otra, que
fácilmente se sacan conclusiones equivocadas. Por ejemplo, una cosa es que
haya altos niveles de criminalidad en el país, la ciudad o la colonia, y otra, que
la situación sea casi insostenible y que se crea que estamos en el punto más
alto de la inseguridad.
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3-
Zaffaroni
Entre la realidad y la percepción suelen mediar factores que tienen que ver con
las instituciones y con el grado de conocimiento que tienen los ciudadanos
sobre el tema de la criminalidad. Por el lado de las instituciones, puede existir
un manejo inadecuado de la imagen, es decir, de la información que sale de la
institución, lo que provoca cierto retardo entre lo que ocurre y la explicación
correspondiente a la reacción institucional. Por el lado de los ciudadanos,
puede ser que, por razones personales o de trabajo, estén más al día con los
‘últimos detalles de la criminalidad, situación que les puede llevar a
sobredimensionar la situación real.
Lo expresado hasta ahora permite sacar algunas conclusiones y una de ellas
es que la diferencia entre realidad y percepción puede ubicarse en la
institucionalidad, la ciudadanía o en el contexto mismo de la inseguridad y, otra,
es que puede existir correspondencia entre ambas (coincidencia entre
percepción y realidad) o la percepción puede estar por encima de la realidad
(sobredimensionándola) o puede estar por debajo de la misma (desinformación
o divorcio de la realidad). Las tres situaciones tienen repercusiones positivas y
negativas para el contexto de la inseguridad, ya sea por la conciencia de la
gravedad de la situación (cuando hay coincidencia), por la exageración de la
realidad (cuando la percepción la supera) o por la minimización de la realidad
(cuando la percepción está por debajo).
La imagen de la Policía está relacionada directamente con el tema del
desempeño, lo cual se asocia con la brecha que se produce entre el aumento
de la delincuencia y la capacidad policial para enfrentarla. Entre más grande es
esta brecha, en términos de resultados (lo cual se resume en el número de
detenidos), mayor es la aprehensión y reserva ciudadana hacia la Policía y su
capacidad institucional. Es importante hacer alguna referencia a este último
término, capacidad institucional, para destacar que la percepción va más allá
de las personas, e incluye a la institucionalidad en la que se insertan y, si se
quiere ir al extremo, a la función de seguridad que el Estado está obligado a
desempeñar en beneficio de la ciudadanía.
“Al ciudadano común le interesan los resultados concretos para definir su
percepción del desempeño policial. No le interesa saber si el incremento
delincuencial está asociado al ritmo de urbanización, a la pérdida de valores, al
cierre de oportunidades o al crecimiento acelerado del desempleo. Al
ciudadano le interesa saber que puede estar en su casa o caminar
tranquilamente por las calles y que no corre el riesgo de ser robado, asaltado,
violado, herido o muerto; en última instancia, si esto ocurre, lo menos que
espera es que la Policía capture a los delincuentes y que se le aplique todo el
peso de la Ley. Tampoco le interesa al ciudadano común saber si su seguridad
depende del policía de prevención o del policía de investigación y tampoco se
preocupa por averiguar los lazos que unen al policía con el fiscal o el juez para
garantizar su seguridad. Lo que le interesa es saber que el policía lo va a
cuidar y que con su trabajo le va a garantizar su seguridad. Todavía podemos
ser más radicales y plantear que poco o nada le interesa al ciudadano si el
policía está bien pagado o bien comido o si su vida y su integridad están
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garantizadas por un seguro adecuado, quizás porque asume que ése es un
problema del Estado y que no es su problema.”4
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4-
Leticia Salomón, PNUD, 2004.