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Propuesta académica
Recomendaciones para
lapresentación de artículos y/o
ensayos.
Baudelaire y la ciudad
Baudelaire no es el primero en
reconocer el valor literario y
poético del tema de la ciudad.
Antes que él, Rétif, Balzac y Sue
habían contribuido ya a expandir
el interés literario y artístico que
puede ofrecer la ciudad. El
antecedente romántico del flâneur
es la obra de Rousseau Ensueños
de un paseante solitario. Louis
Sébastien Mercier empieza a
publicar en 1781 el Cuadro de
París, que alcanzó doce
volúmenes en 1790. Baudelaire
introduce una nueva sección en la
edición de 1861 de Las Flores del
Mal titulada "Cuadros
parisienses". La última obra
poética de Baudelaire se titula El
Spleen de Paris. La ciudad, a
partir de Baudelaire, se convierte
en una fuente imprescindible de
inspiración poética. En este
ensayo, me propongo analizar la
experiencia de la modernidad en
Baudelaire, la cual tiene lugar en
la ciudad, donde el poeta vive y
siente la nueva sensibilidad que
nace del contacto con las nuevas
fuerzas vitales de la ciudad
moderna en constante cambio y
transformación. El poeta moderno
ya no busca su fuente de
inspiración poética en la
naturaleza, como era costumbre
entre los románticos, sino en la
ciudad tumultuosa donde el poeta
tropieza con las palabras al
mismo tiempo que tropieza en el
empedrado:
Baudelaire, a diferencia de Le
Corbusier, es el hombre de la
calle que camina y deambula por
la ciudad, y que termina siendo
marginado y desplazado por la
nueva tecnología al servicio del
trabajo industrial y burgués. El
flâneur de Baudelaire es el
caminante ocioso que vaga
libremente por la ciudad sin meta
alguna, y que convierte su propio
viaje por la ciudad en una obra de
arte, es decir, en un fin en si
mismo, sin ninguna utilidad
exterior. Baudelaire a diferencia
de Le Corbusier no se identifica
con la clase dominante, la
burguesía industrial, sino con las
clases más desfavorecidas, los
desposeídos y los marginados,
como el viejo Saltimbanqui y las
viejecitas que viven en los
márgenes de la sociedad
industrial. El flâneur no se alía con
la técnica y la industria, como Le
Corbusier, sino que en realidad,
es un "Convaleciente" que
contempla el mundo con la mirada
de un niño que lo ve como
novedad: "L'enfant voit tout en
nouveauté; il est toujours
ivre [17]." ("El niño ve todo como
novedad; siempre está ebrio")
Baudelaire intuye una gran
afinidad entre la visión del artista y
la visión ingenua del niño.
Baudelaire define el genio
como "l'enfance retrouvée à
volonté" [18]. ("la infancia
reencontrada a voluntad") El
pintor de la vida moderna no es
un hombre-dios sino un hombre-
niño, un convaleciente que
contempla el mundo como una
novedad llena de misterio y de
encanto:
En la época de Baudelaire, la
bohemia representa el espíritu de
rebeldía romántica contra los
valores de la burguesía. Henri
Murger evoca este espíritu de
rebeldía juvenil en su obra
Escenas de la Vida Bohemia
(Scènes de la vie de bohème,
1847-1849) Puccini se basa en
esta novela de Murger para
componer su cuarta ópera titulada
La Bohemia, que se estrena en
1896 en el teatro Regio de Turín
[29]. En esta obra publicada en
1851, Murger retrata a una
generación de artistas y escritores
marginados que sufren en sus
propias carnes las dificultades de
la vida, con un espíritu nostálgico
y rebelde. Baudelaire pertenece a
la generación de la bohemia
naturalista [30].
Baudelaire se inspira en El
hombre de la multitud de Edgar
Allan Poe. Sin embargo, el flâneur
de Baudelaire no es el "hombre de
la multitud" que se pierde para
siempre en la marea humana de
las grandes ciudades, y que funde
para siempre su destino con el
destino de las masas. El hombre
de la multitud de Poe ya no se
pertenece a sí mismo sino que
camina sin identidad en medio de
las masas. Ya no tiene otra
finalidad que seguir a las masas, y
seguir dentro de la multitud, que
se ha convertido en su nuevo
hogar. En cambio, el flâneur
baudelairiano no se instala en la
multitud, sino que busca en la
soledad, lejos de la marea
humana, la salud de su alma. Al
final del viaje, el flâneur regresa al
dolor interior y al vacío de la vida
privada, es decir, a la nostalgia
romántica y a la exaltación del yo
de Rousseau. Al final de su viaje,
el flâneur se aleja de las masas
urbanas enloquecidas que se
alían con la técnica y el progreso,
para quedarse a solas su dolor
incomunicable:
En el momento en que
desaparece el París del siglo XIX,
El flâneur es desplazado y
destruido por el tráfico. Ya no
podemos pasearnos por el París
de Baudelaire, el cual se ha
desvanecido como todo lo que
está preñado de temporalidad. El
tiempo es el gran enemigo del
poeta que destruye todas las
esperanzas de salvación y de
reconciliación. El hombre
moderno vive en medio del tráfico
y de las contradicciones
insuperables de la ciudad
moderna. Baudelaire sueña en su
época de madurez con una prosa
poética capaz de traducir los
sobresaltos del alma que
corresponden con la experiencia
del poeta en la ciudad: "¿Quién de
nosotros no ha soñado, en sus
días más ambiciosos, con el
milagro de una prosa poética y
musical, aunque sin ritmo ni rima,
lo suficientemente flexible y
contrastada como para adaptarse
a los movimientos líricos del alma,
a las ondulaciones del ensueño, a
los sobresaltos de la conciencia?
Este ideal obsesivo nace
principalmente cuando se
frecuentan ciudades enormes y se
entrecruzan uno con sus
innumerables relaciones" [39].
La poesía de la modernidad
creada por Baudelaire surge en
medio del tráfico, es decir, en la
calle donde se debate el hombre
en la vida cotidiana. El gran
descubrimiento que hace el poeta
que pierde su aureola en medio
del tráfico es que "el aura de la
sacralidad artística" no es esencial
para la poesía, la cual puede
desarrollarse con igual o mayor
éxito en lugares poco "poéticos" o
cotidianos. Según Baudelaire, la
poesía no puede desarrollarse de
espaldas a la vida a pesar de
todos los peligros y sobresaltos
que implica. Según Marshall
Berman, el viaje del flâneur no
desaparece del todo a pesar de
que el París del siglo XIX se haya
desvanecido para siempre en el
aire. Baudelaire mismo no
descarta la posibilidad de que otro
poeta pueda recoger la aureola
que se le cayó en el fango, de
manera que la aureola puesta en
circulación no está totalmente
perdida. No obstante, Baudelaire
se muestra crítico e irónico
respecto a la sacralidad del arte
que aparece bajo el símbolo de la
aureola. El arte que defiende
Baudelaire ya no representa la
belleza eterna que permanece
inmutable en el mundo platónico
de las ideas, sino que refleja las
impresiones fugaces de la vida
moderna.
La modernidad poética de
Baudelaire se configura en torno a
la sensación de fugacidad y de
caducidad de todas las cosas.
Baudelaire no busca, según
Benjamin, la belleza absoluta e
inmutable que trasciende el
mundo sensible. La belleza de
Baudelaire se encuentra en la
metrópolis, donde el hombre vive
y lucha por la vida. La belleza
moderna que busca Baudelaire en
la ciudad es una belleza que pone
al artista en contacto con la
muerte. Este contacto simbólico
con la muerte a través de la
belleza representa el heroísmo de
la vida moderna. Walter Benjamin
analiza la modernidad de
Baudelaire como una alegoría de
la muerte. La ciudad moderna
significa la muerte de la identidad
y el nacimiento de lo fragmentario
y de lo inacabado. El artista
descubre la muerte, y
concretamente, la muerte de una
identidad que creíamos como algo
sólido y que sin embargo, se
desvanece el aire, como todas las
cosas de este mundo. Esta es la
tesis de Marshall Berman en su
obra Todo lo sólido se Desvanece
en el aire. La experiencia de la
modernidad que describe
Baudelaire deja abierta la
posibilidad de que cualquier
hombre dotado de imaginación
pueda continuar el viaje del
flâneur. Baudelaire abrió las
puertas de una nueva vía poética
que habrán de recorrer Verlaine,
Rimbaud y Mallarmé y que llegará
hasta los Surrealistas.
Notas
Bibliografía