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Tema: Valores que enriquecen de verdad

Christina no lo podía creer. Acababa de encontrar una bolsa negra de plástico llena de
dinero: ¡el equivalente a su sueldo de más de veinte años! Además, sabía de quién era.
¿Qué debería hacer? ¿Qué haría usted? Su respuesta dejará ver lo que opina sobre la
honradez y a qué grado forma parte de usted.

¿Qué son los valores? Son principios morales o éticos que se consideran necesarios y
deseables. Algunos de ellos son el perdón, la honradez, el amor, el respeto por la vida y
la autodisciplina. Los valores influyen en el comportamiento de las personas, en sus
prioridades y relaciones, así como en la guía moral que dan a sus hijos. Como se puede
ver, son esenciales, y sin embargo están en decadencia.

LOS VALORES EN DECADENCIA

En 2008, un grupo de investigadores de Estados Unidos pidió a cientos de jóvenes adultos


su opinión sobre los valores morales. “Lo más deprimente es descubrir lo deficientes que
son para reflexionar o hablar sobre cuestiones de moralidad”, escribió David Brooks en
The New York Times. La mayoría veía la violación y el asesinato como algo malo, pero
“aparte de esos casos extremos, ni siquiera se cuestionaban si cosas como conducir
borracho, copiar en los exámenes o engañar a la pareja serían buenas o malas”. Como
dijo uno de los entrevistados: “La verdad es que no pienso mucho en si algo es bueno o
malo”. La mentalidad de muchos es: “Si te parece que está bien, hazlo. Sigue los dictados
de tu corazón”. ¿Es sabia esa forma de pensar?

Aunque el corazón es capaz de sentir amor y compasión, también es traicionero y


desesperado (Jeremías 17:9). Esta es la realidad, y se refleja en lo mucho que ha cambiado
la moralidad de este mundo, un hecho que predijo la Biblia en los siguientes términos:
“En los tiempos últimos vendrán días difíciles. Los hombres serán egoístas, amantes del
dinero, orgullosos y vanidosos [...;] serán crueles y enemigos de todo lo bueno [...;]
buscarán sus propios placeres en vez de buscar a Dios” (2 Timoteo 3:1-5, Dios habla hoy).

En vista de la situación, ¿no deberíamos cuestionar a nuestro corazón en vez de seguirlo


ciegamente? Así es, la Biblia dice con toda sinceridad: “El que confía en su propio corazón
es estúpido”, o insensato (Proverbios 28:26). Para que sea útil, el corazón necesita
“ajustarse” —como las brújulas— usando valores. ¿Y dónde están dichos valores? Muchos
los buscan en la Biblia, pues reconocen su sabiduría y su franqueza.

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VALORES CONFIABLES

Está demostrado que los valores bíblicos están hechos a la medida del ser humano.
Veamos solo algunos de ellos: el amor, la bondad, la generosidad y la honradez.

Amor al prójimo.

“Si aprendes a amar, tienes muchas probabilidades de que la felicidad llame a tu puerta”,
asegura el libro La fórmula de la felicidad. La matemática del bienestar. Está claro que el
ser humano necesita amor. Sin él no puede ser verdaderamente feliz.

Lo que dice la Biblia: “Vístanse de amor, porque es un vínculo perfecto de unión”


(Colosenses 3:14). El mismo escritor bíblico aseguró: “[Si] no tengo amor, nada soy”
(1 Corintios 13:2).

Pero no se trata de un amor como el de un hombre y una mujer ni de sentimentalismo;


es un amor gobernado por principios, el tipo de amor que nos mueve a ayudar a un
extraño en dificultades sin esperar nada a cambio. En 1 Corintios 13:4-7 leemos: “El amor
es sufrido y bondadoso [...,] no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta
indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta
del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las
cosas las soporta, [...] todas las aguanta”.

En las familias que no tienen esa clase de amor todos sufren, especialmente los hijos. Una
mujer llamada Mónica escribió que de niña sufrió abuso físico, verbal y sexual. “No tenía
amor ni esperanza”, recuerda. A los 15 años de edad se mudó con sus abuelos, que son
testigos de Jehová.

“Cuando llegué —recuerda Mónica—, era una niñita tímida. Pero en los dos años que viví
con ellos, mis abuelos me enseñaron a ser sociable y cariñosa, y a cuidar de los demás.
Me ayudaron a convertirme en una joven respetable.” Ahora, Mónica está felizmente
casada, y junto con su esposo y sus tres hijos demuestra su amor a la gente llevándole el
mensaje de la Biblia.

Uno de los peores enemigos del amor es el materialismo, es decir, la idea de que el valor
más importante es la búsqueda del bienestar económico y los placeres. Sin embargo,
como se ha demostrado estudio tras estudio, una vez que se alcanza cierto nivel de
ingresos —sorprendentemente bajo—, ganar más dinero ya no produce más felicidad.

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De hecho, es muy probable que quienes tienen valores materialistas vayan camino a la
infelicidad. Justo eso es lo que enseña la Biblia. En Eclesiastés 5:10 dice: “Un simple amador
de la plata no estará satisfecho con plata, ni ningún amador de la riqueza con los ingresos.
Esto también es vanidad”. Además aconseja: “Que su modo de vivir esté exento del amor
al dinero” (Hebreos 13:5).

La bondad y la generosidad.

“¿No sería genial poder ir a la tienda y comprar felicidad para toda la vida? —Decía un
artículo de un centro de investigación de la Universidad de California en Berkeley (Estados
Unidos) —. La idea no es tan descabellada como parece, siempre y cuando lo que
compres sea para otra persona.” La idea es que dar produce más felicidad que recibir.

Lo que dice la Biblia: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35).

A menudo, la mejor manera de dar —y la más gratificante— es dar de nosotros mismos,


de nuestro tiempo y energías. Por ejemplo, una mujer llamada Karen vio un auto averiado
en el camino. Dentro estaban una señora y sus dos hijas esperando un taxi que las llevara
al aeropuerto, pues la madre y una de las hijas tenían un viaje. Pero el taxi no llegaba.
Karen se ofreció a llevarlas, aunque el aeropuerto estaba a cuarenta y cinco minutos, y
ellas aceptaron su ofrecimiento. La hija que no iba a viajar se quedó esperando ayuda.
De regreso, Karen vio que seguía en su auto.

—Mi esposo viene en camino —le dijo la mujer.

—Menos mal, me alegro de que esté bien —le contestó Karen—. Yo voy rumbo a mi
Salón del Reino..., mi iglesia, a ayudar en la jardinería.

— ¿Es usted testigo de Jehová? —le preguntó la mujer.

—Así es —respondió Karen, tras lo cual conversaron un poco.

Unas semanas después, Karen recibió una carta que en parte decía: “Mi madre y yo
no hemos olvidado su invaluable ayuda. Gracias a usted alcanzamos nuestro avión. Mi
hermana nos dijo que usted es testigo de Jehová. Eso lo explica todo. Mi madre también
es Testigo, al igual que yo, aunque yo no estoy activa. ¡Pero pronto resolveré eso!”. Karen
estaba feliz de haber podido ayudar a dos hermanas espirituales. “La carta me hizo llorar”,
comentó.

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El escritor Charles D. Warner escribió: “Una de las hermosas compensaciones de esta vida
es que nadie puede tratar sinceramente de ayudar a otro sin ayudarse a sí mismo”. Eso
se debe a que Dios nos creó para que pudiéramos imitar sus hermosas cualidades,
no para ser egoístas (Génesis 1:27).

La honradez.

Este valor es fundamental para cualquier sociedad civilizada. La deshonestidad genera


miedo, desconfianza y desintegración social.

Lo que dice la Biblia: “¿Quién será huésped en tu tienda [oh, Jehová]? ¿Quién residirá en
tu santa montaña? El que está andando exento de falta y [...] hablando la verdad en su
corazón” (Salmo 15:1, 2). En efecto, la honradez, como los demás valores que hemos
analizado, es parte de la personalidad y no es algo que se pueda cambiar dependiendo
de las circunstancias o la conveniencia.

¿Recuerda a Christina, la mujer que encontró la bolsa con efectivo? Pues bien, su corazón
no deseaba dinero, sino agradar a Dios. De modo que cuando regresó el angustiado
dueño, le dijo que había encontrado su bolsa. El hombre quedó asombrado por su
honradez, al igual que el jefe de Christina, quien poco después la ascendió a gerente de
tienda, un puesto de confianza. Son muy ciertas las palabras de 1 Pedro 3:10: “El que
quiera amar la vida y ver días buenos, reprima [...] sus labios de hablar engaño”.

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