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Salvar el propósito del otro en estos momentos de crisis eclesial

Miguel Collado

El objetivo de este artículo es compartir una reflexión a partir del contexto de una Iglesia
actualmente herida y en crisis. La idea es analizar como vivir esto desde lo que propone San
Ignacio de Loyola en lo EE.EE [22] en cuanto a "Salvar el propósito del otro". El contenido
corresponde a la experiencia de vida del autor: laico, católico practicante, ingeniero informático y
acompañante espiritual en la vida y en Ejercicios Espirituales, miembro activo de la Comunidad de
Vida Cristiana CVX.

Introducción.

Cuando la Trinidad contempla hoy nuestra Iglesia universal, nuestra Iglesia local, nuestro país,
nuestra sociedad se encuentra con una compleja realidad. Gente que sufre abusos de conciencia y
sexuales, abusadores que aparecen por doquier, estructuras de encubrimiento, pérdidas de la
confianza en quienes se supone tienen por misión “pastorear”, esto es, cuidar de los otros. Al
mismo tiempo hay gente buena, curas de parroquias que se entregan por anunciar el evangelio y
ser consecuentes apoyando a los más necesitados, laicos que intentan avanzar entre la
desconfianza de sus pares y un Papa Francisco que escuchando a las víctimas tiene un cambio
radical de posición, pide perdón en forma efectiva y contra viento y marea intenta avanzar en
medio de presiones dispares.

“Hagamos redención del género humano” ha de seguir siendo la voluntad de la Trinidad y su


decisión pasa por la Encarnación, como lo fue con María. Hoy nos envía a nosotros un mensajero
con un mensaje de esperanza y de confianza. No dice: “¡Alégrate!, que el Señor quiere confiarte
una misión importante: anidar y dar vida a quien será luz entre las tinieblas, anunciará la salvación
y una Buena Noticia para todos, especialmente para los que sufren”.

La misión de dar vida a Jesús hoy implica que como padres, hijos, hermanos, amigos o
acompañantes espirituales, hemos de propiciar el encuentro con Jesucristo, para que todos, a
partir de los valores del Evangelio tengan una mejor vida, sean felices y gocen del amor y la
misericordia divina.

Nuestra actitud ha de estar centrada en la escucha. Escuchando lo que nos cuentan, escuchando
sus relatos, sus emociones, las mociones que les llegan y las tentaciones a que quedan expuestos.
Ignacio nos invita a escuchar con atención y a “ser más pronto en salvar la proposición del
prójimo que a condenarla; y si no la puede salvar, inquiera cómo la entiende, y, si mal la
entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien
entendiéndola, se salve”.

¿De qué prójimos estamos hablando en el escenario que contempla hoy la Trinidad? … Hay una
gran variedad de actores: Están quienes han víctimas de abuso, ya sea sexuales o de poder, los
victimarios, los que encubren, los que no han participado en los abusos y son activos en la Iglesia.
También los que son miembros pasivos en la Iglesia, los que se están yendo de la Iglesia, los que
no son de nuestra Iglesia pero creen en Jesucristo y la Buena Noticia, los que no creyendo en
Jesús, sin embargo actúan evangélicamente y los que ni creen ni viven con los valores cristianos.
Todos los hijos de Dios a quienes Él tanto ama y que nos confía para que los cuidemos.
Con esos prójimos nos encontramos en nuestros acompañamientos, en reuniones y
conversaciones informales, sabemos de ellos ya sea directamente, por otros o por las noticias.
¿qué actitud tomar? ¿cómo salvar su proposición? … Por cierto que es diferente en cada caso y
situación, porque la proposición de ellos, lo que viven y sufren, sus penas y alegrías son distintas
en cada caso.

Las víctimas.

Viven un proceso que va variando en el tiempo y también varía según el tipo de abuso y sus
circunstancias. Es un proceso largo que dura años, muchas veces décadas. Al final, no es extraño
encontrar que su proposición esté impregnada de mucho dolor. Nace invitarlos a perdonar, pero
es difícil el camino del perdón con tanto daño causado. Sin embargo, es lo que más les puede
ayudar. El perdón puede surgir cuando se comienzan y avanzan las sendas de la justicia, de la
transparencia. El dolor donde no hay justicia, puede terminar en rencores y odios que complican
más el escenario. Hay quienes han sido víctimas de personas a quienes se les tenía confianza,
miembros del clero, educadores, familiares cercanos, toda una variedad de casos. Es necesario
tener con las víctimas una escucha atenta, un acoger con amor, una mano tendida, todo el tiempo
y la prioridad del mundo. Han vivido algo terrible y han sufrido mucho, no hay recetas externas
válidas, ha sido su vida la estropeada, mucho respeto y cariño con las víctimas, ya que no cabe
duda que para Dios son prioridad.

Los victimarios.

Son también de una gran diversidad, muchos de ellos enfermos, pero que hacen tanto daño a las
víctimas. Nos preocupan aquellos que siendo sacerdotes, obispos o religiosos contradicen con
tanta fuerza el centro del Evangelio mismo, causando la crisis actual. Es necesario reconocer que
también los hay, insertos en las familias mismas: tíos, padrastros, parientes que abusan de
menores. Tanto los que son parte de la jerarquía de la Iglesia como los que conforman el Pueblo
de Dios encontramos que hay algunos que niegan su acción y otros que la reconocen con
vergüenza. Hay algunos acusados que dicen que no han dañado conscientemente, dicen haber
sido mal interpretados en sus gestos o dichos. ¿Cuándo mienten y cuando dicen la verdad? …
Algunos mienten para no perder posición, otros lo reconocen con vergüenza, incluso algunos
desesperan hasta el suicidio. Aunque mirando a las víctimas nos pueda costar aceptarlo, los
victimarios son también hijos amados del Señor y Jesús estaría con ellos, porque los sanos no
necesitan de médico, si los efermos. Acompañarlos y encaminarlos por sendas de verdad, de
perdón y de reparación es la misión. Escucharlos, no enjuiciarlos directamente puede ser el
camino que Jesús nos pide cuando nos encarga que los cuidemos.

Los encubridores

Desde la organización misma jerárquica aparece este delito que indigna. Con la intención de
proteger a los más cercanos, hay miembros de la jerarquía que sin preocuparse de lo que sea justo
para las víctimas, encubren a lo abusadores. “Que no se sepa”, es la consigna. Aparece como una
acción solidaria al interior de la organización. Sin embargo, lamentablemente no es del ámbito
exclusivo de la jerarquía eclesial. Hay mucho encubrimiento familiar, para que no haya escándalo,
para que no lo sepa algún familiar (abuelos, padres hijos) se piensa que es bueno mantener el
tema en secreto para no dañarlos. Finalmente, la verdad más temprano que tarde se sabe y el
daño es mayor. Los encubridores son culpables además de que los abusadores sigan haciendo
daño con otras víctimas. Al igual que con los culpables directos del abuso hay que dar espacio a
quienes están o han encubierto para que transiten hacia la justicia de la verdad y que puedan
sentir solidaridad con las víctimas, así como creen hacerlo con los victimarios. Con sus estrategias
han ido perdiendo libertad, se enredan en sus acciones “protectoras”. Darles espacio, escucharlos
y animarlos a jugar con la verdad, que es la forma de recuperar la libertad. Invitarles a ponerse por
sobre todo en el lugar de las víctimas ha de ser un camino de acompañamiento a los encubridores.

Los católicos activos inocentes.

En nuestra Iglesia hay muchos miembros del clero y laicos que estando al margen de los hechos
anteriores, contemplan con estupor todo lo que va apareciendo. Algunos sospechaban o sabían de
esto, para otros es sorpresivo. Existe en ellos una sana intención de restaurar la organización
eclesial y que surja una nueva Iglesia renovada y sanada de los delitos que han ocurrido. Algunos
esperan una señal, un liderazgo que los convoque para comenzar con los cambios que se
necesitan. Otros están comenzando a caminar nuevamente detrás de los objetivos previos a la
crisis. El problema es que parte importante de los líderes están cuestionados. En la práctica todos
los obispos chilenos están renunciados. Después de medio año a ninguno se le ha rechazado su
renuncia, a algunos se les ha aceptado y en su lugar no se ha nombrado un obispo, sino que un
administrador provisional. Los intentos de avanzar organizadamente se topan con una estructura
jerárquica cuestionada. Es necesario mantener un diálogo abierto con todos los que están por
avanzar desde nuestra Iglesia, pero que se encuentran literalmente como ovejas sin pastor. Jesús
nos pide que les cuidemos, que les guiemos, que no los abandonemos.

Los que se están yendo de la Iglesia.

Hay un grupo bastante importante que está en actitud de abandonar el barco. Algunos,
simplemente dejando toda actividad organizada, dejan de ir a misa, dejan de participar en las
pastorales de las parroquias o de los apostolados de los grupos. Han invalidado todo lo que pase
por la estructura jerárquica manchada por los actos de encubrimiento y por los abusos. No es
Jesucristo y su Evangelio lo cuestionado, sino que el llevarlo a la práctica desde nuestra Iglesia con
la estructura y los líderes actuales. Algunos tienen la intención de seguir detrás de Jesús y de su
proyecto en forma individual, sin una comunidad. Otros están tratando de organizarse excluyendo
a los líderes actuales cuestionados. Entendiendo que es válido el cuestionamiento a este grupo es
muy importante ofrecer caminos de avanzar centrados en Jesucristo. Haciendo el bien, poniendo
en práctica activamente los valores cristianos y paulatinamente ir avanzando en formas de
organización que pueda ofrecerle una nueva Iglesia renovada. Ellos mantienen su fe, ayudémosle a
mantenerse firmemente de la mano de Jesús y hacerlo vida. Organicemos con ellos acciones
solidarias y apostólicas directamente hacia los más necesitados. Será una forma concreta de
construir Reino, independiente de las discrepancias con la jerarquía actual.

Los cristianos no católicos.

Miembros de otras iglesias cristianas observan lo que nos pasa y si aplican una mirada proselitista
es una oportunidad de acoger bajo la bandera de Jesucristo, con sus rituales propios y su
organización, a quienes deciden no seguir en nuestra Iglesia. Con ellos es importante aplicar el
principio ecuménico de que hacer el bien, actuar de acuerdo al Evangelio es lo que Jesús espera de
nosotros. No le importa si otros expulsan demonios sin ser de los nuestros, lo importante es
construir El Reino. Llegará un momento en que nuestras estructuras, nuestra Iglesia esté
suficientemente restaurada para recibir de vuelta a quienes hoy han partido y poder seguir juntos
construyendo el Reino que Dios anhela y que nos ha confiado.

Los no creyentes que actúan evangélicamente.

Este grupo que estadísticamente ha ido creciendo en el tiempo contempla lo que nos sucede y no
puede entender la incongruencia y el escándalo que nos rodea. Eso valida su posición de que
nuestra creencia no es auténtica. Sin embargo, encontramos en ellos una forma de vivir y de
actuar que es plenamente coincidente con los valores de Jesús. Con ellos es necesario bajar las
barreras ideológicas y trabajar juntos haciendo el bien, en acciones apostólicas en que
coincidamos para lograr el mayor beneficio en otros hermanos necesitados. Dios quiere, que
construyamos una sociedad justa centrada en el bien del otro, en amarle, perdonarle y servirle. Si
podemos trabajar juntos con no creyentes detrás de estos principios, Dios estará feliz. Ya llegará el
día que ellos también sientan nuestra motivación y nuestra fe, mientras eso ocurre, trabajemos
juntos por el objetivo evangélico que es lo esencial.

Los no creyentes que no actúan evangélicamente.

Siempre habrá personas en que el mal espíritu haya ganado terreno. Se mofan probablemente y
se burlan de las inconsecuencias de nuestra Iglesia. No son creyentes y actúan en forma egoísta,
sin amor y sin solidaridad. Es aquí donde Ignacio nos pide que busquemos las formas en que igual
se salven. El camino es más difícil y en algunos casos no quedará más opción que limpiarse el
polvo de los pies y entrar en otra casa. Mantener siempre presente que, aunque estén
equivocados en su razonar y actuar, Dios les ama y nuestra acción ha de ser con misericordia ante
el mal que causan. Muchas veces pasará tiempo antes de que puedan enmendar camino. La mejor
prédica hacia ellos es el ejemplo de nuestra acción.

Conclusión.

La crisis en que está nuestra Iglesia se fue fraguando desde hace mucho tiempo y probablemente
requerirá también de muchos años para que la nueva Iglesia reconstruida esté terminada. Pero es
importante partir ya. Será un largo camino en la que habremos de incluir a todos los actores
acogiendo su propuesta, salvando su proposición e incorporando paulatinamente a todos en este
proyecto de construir un Reino de amor, justicia, perdón y solidaridad, todo para mayor Gloria de
Dios.

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