You are on page 1of 9

 

 
 
 
 
 
 
 
ENSAYO PSICOLOGÍA COMUNITARIA I: 
 
“En favor de una pluriversalidad de definiciones del 
concepto de Comunidad” 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Nombres: Jorge Millaquén M. 
Diego Muñoz B. 
Asignatura: Psicología Comunitaria I 
Docente: Hugo Campos W. 
 
 
 
 
 
 
22 de Agosto, 2018. 
 
Introducción

Una definición siempre implica un acto determinado: delimitar, exponer, precisar de


manera específica, unívoca y eficaz la comprensión de un concepto. Una definición siempre
alude a determinar de un modo lo más exacto posible las cualidades esenciales de lo que se
está definiendo.

Esta lógica implicada en el acto de definir (la de encerrar un concepto, de suponer en


éste una esencia que puede ser delimitable) parece entrar en contradicción cuando la
definición es ejercida sobre un fenómeno social. Éste procede, la mayor de las veces, por
otras lógicas. Es siempre fluctuante, se mantiene en constante movimiento, es abordado de
diversas maneras y puntos de vista. En otras palabras, el fenómeno social, al estar supeditado
a lo humano, se resiste a las definiciones. Esto explica por qué es tan difícil consensuar
definiciones en el campo de las Ciencias Sociales y es posible encontrar en éstas una
infinidad de paradigmas y teorías respecto de las problemáticas sociales.

¿Debemos, entonces, abandonar cualquier uso de la definición al tratar la complejidad


de los fenómeno humanos? Las ideas presentadas en este texto distan de afirmar tal postura.
Efectivamente, definir un fenómeno social supone una gran complejidad para cualquier
persona adentrada en el ejercicio de las Ciencias Sociales, pero también es una de las
operaciones básicas (y que es siempre realizada de manera más o menos explícita o implícita,
más o menos consciente o inconsciente) que orientan el actuar de todo psicólogo, sociólogo,
trabajador social, antropólogo, etc,. a la hora de vérselas con el fenómeno que estudia. La
delimitación de un fenómeno a través de su definición, entonces, tiene el efecto de orientar
las distintas prácticas (ya sean estas, teóricas, investigativas, interventivas, entre otras) de
aquellos que observan aquel singular fenómeno. Así, una definición siempre determina un
campo de acción.

El concepto de “Comunidad” ejemplifica de manera precisa lo mencionado. La


Comunidad es justamente un fenómeno social que posee tantas definiciones como autores
que han tratado de definirla. La comunidad dista de poseer características que puedan suponer
en ella algo estático o inamovible. Se trata, más bien, siempre de algo fluctuante, de un
constante movimiento de elementos englobados dentro de su concepto. Las distintas
definiciones disponibles de comunidad delimitan, a su vez, distintos marcos de referencia
orientan el accionar teórico, investigativo, interventivo, etc., de cualquier profesional de las
Ciencias Sociales que tome a la comunidad como su objeto. Esta elección de una definición
trae consigo, además, distintos efectos políticos y éticos que son puestos en juego en el
accionar de quien se inserta en la comunidad, impactando a ésta misma y a aquello que la
rodea.

La propuesta de este texto (su tesis, si así se quiere), entonces, tiene que ver con poner
en cuestionamiento el ejercicio reduccionista de elegir una definición de comunidad por sobre
otra, de intentar seleccionar,de entre una larga lista de versiones del concepto de comunidad,
aquella que aparezca como “la mejor”, “la más completa” o incluso “la más útil” o “la más
fácil”. En contraposición a esto, se apuesta por la necesidad de hacer uso de una
pluriversalidad de definiciones de comunidad, ​ampliando de esta manera el espectro de
acción de quien se adentra en una comunidad para observarla, examinarla, intervenirla,
transformarla, etc., atendiendo de esta manera a la singularidad de la comunidad de manera
situada, asegurando de mejor manera el respeto por la peculiaridad de la misma, antes que la
transposición irreflexiva de un determinado paradigma o conjunto teórico al accionar ejercido
sobre la comunidad.

La línea argumentativa procederá, entonces, a través de la presentación de distintas


definiciones de comunidad, identificando en ellas sus implicancias para el accionar
profesional, distinguiendo sus aciertos y limitaciones, dando cuenta de la oportunidad
existente en el ejercicio de conjugarlas, yuxtaponerlas y contrastarlas con el fin de conseguir
una mayor apertura de los marcos de referencia que sustentan la acción de cualquier
profesional que trabaje con comunidades, ilustrando de esta manera, lo propuesto en el
párrafo anterior.
Desarrollo

Desde la perspectiva de Sánchez, la comunidad es definida como

“​Sistema o grupo social de raíz local, diferenciable en el seno de la sociedad de que


es parte en base a características e intereses compartidos por sus miembros y
subsistemas que incluyen: Localidad geográfica (vecindad), interdependencia e
interacción psicosocial estable y sentido de pertenencia a la comunidad e
identificación con sus símbolos e instituciones​… ​Sus miembros desarrollan
relaciones y lazos horizontales —vínculos interpersonales y cohesión social— y
verticales — sentido de pertenencia al grupo e identificación con él—, psicológica y
socialmente significativos​”​. (Sánchez, 1991, pp. 42)

Concibiendo esta visión, es posible cuestionar la manera en la cual el autor construye


dicha definición, pues desarrolla el concepto de comunidad desde su estructura y no desde el
contenido, ya que no comprende la importante función que posee ésta, en la reproducción de
conocimientos y saberes que le han de otorgar cierta estabilidad a la comunidad. Además, si
bien señala que existen ciertos “intereses que son compartidos”, eso no quiere decir que sean
internalizados por los individuos, es decir, el concepto de “compartir” transmite más bien la
visión de “acuerdo social”, en donde los intereses son consensuados y muchas veces no
responden a las preferencias reales que han de poseer los individuos.

También esta premisa pareciera negativizar la alteridad que existe al interior de una
comunidad, ya que integra en su definición el concepto de “cohesión social” la cual pareciera
ser lograda mediante lazos, relaciones y conductas de carácter poco fluctuante y homogéneas
entre los individuos pertenecientes a una comunidad.

Por otra parte, se considera que el desarrollo de una comunidad ha de poseer como
base una “raíz local” la cual se la define como algo situado e inmóvil, en donde si bien
consideramos que es un aspecto importante y real en lo que respecta a la conformación de
una comunidad, debe tenerse en cuenta la existencia de nuevas formas de comunicación y de
relaciones sociales entre individuos, que no se encuentran limitados por espacio-tiempo, algo
propio de una sociedad globalizada y que sin duda dan una mirada más amplia al momento de
definir el concepto de comunidad e implica cuestionar las maneras actuales de establecer
lazos sociales y desde qué marcos de referencias son situadas dichas maneras de relacionarse.

Sin embargo, existe un aspecto importante el cual es necesario abordar desde la


mirada de Sánchez, esta es, la noción de identidad. Dicha visión logra situar a la comunidad
no solo en un aspecto sistémico, sino que además logra considerar la singularidad de cada
individuo, que se ve moldeado y construido por los procesos que ocurren en la comunidad.
Además, el concepto de identidad transmite la noción de “pertenecer a”, delimitando los
marcos discursivos y contextuales desde el cual se define como individuo y desde el cual le
da significado tanto a su interioridad como a los procesos externos.

Desde el enfoque práctico de la psicología comunitaria, es necesario comprender


desde qué lugar se sitúa el análisis y que nociones preconcebidas existen. Teniendo claro lo
anterior, es necesario puntualizar que la visión que posee Sánchez acerca del concepto de
“comunidad” tiende a reproducir, en el carácter práctico de la PC, una visión homogénea de
las relaciones y procesos comunitarios, además, de una constante naturalización en lo que
respecta a los intereses compartidos de la comunidad. Por otro lado, este autor adquiere una
noción sesgada de los sistemas comunitarios pues son leídos desde una mirada totalmente
sistémica, siendo olvidados algunos aspectos relacionados a la singularidad de los individuos
que ayudan a la conformación de dichos grupos sociales.

Si bien Sánchez no ha dado una definición clara acerca del rol que posee el individuo
dentro la comunidad, Martínez (2006) nos define la conexión existente tanto en el individuo
como el de la comunidad. El autor define a la comunidad como algo que puede analizarse
desde dos dimensiones constitutivas: 1) Lo común de la comunidad, 2) Las singularidades
que concurren al estar-en-común de la comunidad. La comunidad es entonces la red, el
entrelazamiento, el reparto de las singularidades. También es entonces la comunidad de los
otros: cada ente singular es un otro para los otros con los que “con-vive”, con los que
comparte un estar-en-común.
Desde esta perspectiva se desprenden dos argumentos centrales que han de situar la
definición de comunidad:

- En primer lugar, Martínez concibe que somos comunitarios, entendiendo que a todos
pertenecemos a una comunidad ontológica de carácter previo, que se enmarca por el
lugar en donde nos encontramos y las relaciones que establecemos. Quizás esta
concepción desde el construccionismo social sería ampliamente cuestionada pues se
consideraría que la comunidad es algo construido desde los procesos históricos y
sociales. Sin embargo, en este apartado es cuestionable la mirada que posee este autor
ya que naturaliza el concepto de comunidad y lo señala como previamente adquirido.

- En segundo lugar, es importante puntualizar la delimitación que nos entrega Martínez


acerca de la definición del individuo dentro de la comunidad, pues nos destaca que el
sujeto no es un “ser en” sino un “estar en”. Esto último ayuda a comprender las
singularidades desde un aspecto exterior, sin concebir al sujeto como ensimismado, si
no como parte de una exposición y entendida alteridad. Además, define que la
comunidad no debe ser señalada como comunión, pues esta implicaría una cohesión
de todos los individuos, si no que propone otra alternativa: considerar a la
comunicación como el proceso constitutivo del grupo social.

Cabe destacar que la visión entregada por Martínez acerca de “comunidad” nos acerca a una
conceptualización más completa del enfoque práctico de la PC, pues sitúa el análisis desde un
“estar en”, eliminando idealizaciones individuales que pudieran existir acerca de la
comunidad y ayudando a desarrollar una observación crítica frente a nociones como “sujeto
colectivo” y “comunión”. Además, al incorporar una definición clara de la “singularidad” de
los sujetos como de una comunidad, nos entrega marcos de referencia desde los cuales se
puede analizar los procesos comunitarios.

Por último, es necesario obtener la perspectiva que posee Maritza Montero acerca de
“comunidad” pues posee una definición más global y que integraría varios aspectos señalados
por los autores anteriores:
“Una comunidad es un grupo en constante transformación y evolución (su tamaño puede
variar), que en su interrelación genera un sentido de pertenencia e identidad social, tomando
sus integrantes conciencia de sí como grupo, y fortaleciéndose como unidad y potencialidad
social. La comunidad es, además, un grupo social histórico, que refleja una cultura
preexistente al investigador; que posee una cierta organización, cuyos grados varían según
el caso, con intereses y necesidades compartidos; que tiene su propia vida, en la cual
concurre una pluralidad de vidas provenientes de sus miembros; que desarrolla formas de
interrelación frecuentes marcadas por la acción, la afectividad, el conocimiento y la
información. No debe olvidarse que, como parte de su dinámica, en esas relaciones internas
puede también llegar a situaciones conflictivas conducentes a su división, su disgregación y
a la pérdida de identidad.” (​ Montero, 2004, pp. 100)

Considerando esta definición, se ha de destacar tres aspectos principales:

- En primer lugar, la comunidad se encuentra definida por un importante componente


identitario, que impacta en los sujetos, considerando su singularidad desde la
pertenencia a un determinado grupo.

- En segundo lugar, es de relevancia señalar que aquí la comunidad adquiere un sentido


histórico, que se encuentra contextualizada y definida por sus procesos sociales.

- En tercer lugar, considera el aspecto práctico que ha de englobar la definición de


“comunidad” y como esta debe ser entendida por el investigador, dejando detrás
idealizaciones ligadas a que las comunidades son grupos cohesionados donde no
existe una pluralidad.

Para el qué hacer práctico de la PC, la noción de Montero nos orienta a entender los grupos
comunitarios desde una perspectiva socio-histórica, en donde los sujetos han de ser parte no
solo de su singularidad sino de los procesos que ocurren dentro de la comunidad. Además
ayuda a comprender que la comunidad es una fuente histórica que además abarca historia e
intereses individuales y colectivos.
Conclusiones

Tal como es apreciable en el desarrollo de la argumentación, ninguna de las


definiciones alcanza, por sí sola, a dar cuenta de toda la complejidad del fenómeno humano
de la Comunidad. A pesar de incluir progresivamente la globalidad en sus definiciones, por sí
mismas, ni la definición de Sánchez, ni la de Martínez o Montero parecen agotar todas las
características y componentes presentes en el fenómeno comunitario. La predilección, por
tanto, de una sola de estas definiciones como marco de referencia para el accionar
profesional, termina siempre por coartar de posibilidades el hacer de quien observa, investiga,
teoriza, interviene, etc,. en una comunidad. En este sentido, la tesis global del texto es
reafirmada en tanto que, sólo la atención a la pluriversalidad de versiones puede ubicar al
hacer del profesional social dentro de una amalgama de oportunidades más amplia,
permitiéndole utilizar esta pluriversalidad a modo de un bagaje conceptual, situando sus
acciones en el contexto de la singularidad de la comunidad a la cual se presta atención.

Como se vio, la adopción de la postura reduccionista (en tanto se selecciona una


definición de comunidad como la predilecta, “la mejor”, o “la más útil”) trae consigo ciertas
tensiones éticas y políticas, entre las que se pueden mencionar:
- la falta de atención a la singularidad de la comunidad en favor de la transposición
irreflexiva de un paradigma teórico determinado que muchas veces no se ajusta a la
totalidad de la realidad comunitaria;
- la suposición de que ciertos saberes (muchas veces aquellos importados desde Europa
o Estados Unidos) son más acertados en lo que a la definición de una comunidad se
refieren, por el carácter más racional o científico que poseen (dejando de lado, por
ejemplo, la definición que se hace la propia comunidad acerca de si misma,
relegándola al estatus de “sentido común” o incluso “mito”);
- La idealización desde la teoría acerca de lo que debe ser una comunidad,
obstaculizándola de posicionarse reflexivamente en la búsqueda de formas distintas de
ser que puedan servir al beneficio de la comunidad;
- etcétera.
Afirmar que la postura propuesta en el texto (la adopción de una pluriversalidad de
definiciones de Comunidad) sortea todas estas dificultades y no tiene efectos tensionantes a
nivel político y ético, es ofrecer un juicio desacertado e injusto. Debe interrogarse, por lo
tanto, qué resultados ideológicos produce esta posición, tanto al interior de la comunidad
como en su entorno; qué voces y actores releva y a quiénes invisibiliza; qué prejuicios
sustenta y cuáles niega acerca de la comunidad, etcétera. Ofrecer respuesta a estas
interrogantes, por supuesto, excede la intención de este ensayo. Así, quizás nuevas
investigaciones puedan ofrecer esclarecimiento a estas cuestiones.

Cabe, por lo demás, establecer una última aclaración. Abogar por una pluralidad de
definiciones en lo que a la comunidad respecta no equivale a validar a todas como
verdaderas, sino que justamente implica el ejercicio opuesto: dudar de todas ellas, poniendo
en cuestión la existencia de una “verdad última” acerca de la comunidad, polemizando la idea
de que todo cuanto a la comunidad se refiere puede ser dicho, y al ser dicho, ser encerrado y
delimitado en una definición. Para efectos del accionar profesional, entonces, no se trata
hacer cualquier cosa​, sino de ​situar el hacer ahí donde se encuentra la singularidad de la
comunidad.​

Referencias

Martínez, R. (2006). ​El enfoque comunitario. Estudio de sus modelos de base.​ Santiago:
Universidad de Chile.

Montero, M. (2004). ​Introducción a la Psicología Comunitaria: desarrollo, conceptos y


procesos​. Buenos Aires: Paidós.

Sánchez, A. (1991). ​Psicología Comunitaria: bases conceptuales y operativas métodos de


intervención.​ Barcelona: PPU.

You might also like