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Portada 28 de mayo de 2006


Agua Caliente, riqueza
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Por Alexis Henríquez
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Opinión Editorial
Los asesinatos, que en 2005
Edición impresa
encontraron el terreno más
Deporte
fértil en El Salvador, no Hoy hace ...
Fútbol Nacional
pudieron llegar a 73 de los Horóscopo
Cultura Las carcasas de bombas frente a la iglesia de Cinquera 262 municipios salvadoreños. Cámara en vivo
Vivir evidencian que no siempre reinó la paz. Contradiciendo la tendencia
Fama alcista de los últimos años,
Extremo para 21 de esos municipios,
LPG Datos 2005 fue el cuarto año
Especiales consecutivo en una racha libre
Especiales
de asesinatos. Lo que parece
haber en común detrás de
Zona Multimedia
estos fenómenos
Archivo
excepcionales es el rol
protagónico de la comunidad.
Enfoques
Dominical Imprimir esta nota Enviar esta nota Opinar sobre este tema
La Tribuna
Cinquera, Cabañas
El Heraldo Cuando el ahora alcalde Ramiro Edgardo Cienfuegos visitó la
El Economista escena del crimen, se sintió consternado por lo que sus ojos
Las carcasas de
vieron. El cuerpo de Julio Estrada yacía sobre el campo de
bombas frente a la
iglesia de Cinquera fútbol en las afueras de San Pedro Puxtla, en Ahuachapán.
evidencian que no Miró a Juan Magaña, quien vive al lado de la cancha, y se le
siempre reinó la paz. acercó para preguntarle qué había sucedido.

Población según Cienfuegos pensó que un viejo amigo podría darle detalles
DIGESTYC: del hecho, pero Magaña no respondió a ninguna pregunta.
766 habitantes. Los gritos del hombre, antes de morir, lo habían impactado
demasiado como para hablar.
Número de hogares:
255. Estrada murió por arma blanca debido a una disputa
sentimental. Magaña pasó días sin querer hablar del asunto.
Hogares en extrema
Desde entonces, en 2001, la comunidad se unió a ese
pobreza: 52.55%.
silencio. Y desde entonces no hubo otro asesinato en San
Extensión: 34.51 km². Pedro Puxtla.

Último homicidio Este municipio, de 8,462 habitantes, ubicado en el oriente del


registrado: Hace 11 departamento de Ahuachapán, ha ido contra la corriente en
años, en el cantón San
un país en el que se asesina a un promedio de 10 personas al
Nicolás.
día, según los registros de la Policía Nacional Civil (PNC).

Y San Pedro Puxtla es solo uno de los 21 municipios


salvadoreños que en los últimos cuatro años, de 2002 a 2005,
no tuvieron homicidios.

Descenso de homicidios El departamento de Morazán, al nororiente del país, aporta


ocho de esas islas libres de violencia por cuatro años
consecutivos.

En el caso de San Pedro Puxtla, es el único municipio de


Ahuachapán que no tuvo homicidios en los últimos cuatro

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Cifras por años. En La Paz ese honor le pertenece a San Juan


departamentos Tepezontes, y contrasta con la cabecera departamental:
Zacatecoluca registró una tasa de 115 homicidios por cada
100 mil habitantes en 2005, de acuerdo con los datos del
Crecimiento continuo de
asesinatos Instituto de Medicina Legal y los de la Dirección General de
Estadística y Censos (DIGESTYC). Zacatecoluca tuvo el peor
registro entre las 14 cabeceras departamentales.

En un país que cada año está incrementando su tasa de


asesinatos y que en 2005 se coronó como el más violento de
América, no solo sorprende saber que hay 21 municipios
El conjuro para vivir en enrachados en la paz, sino que algunos de ellos llegan a la
paz década.

Cinquera, por ejemplo, alcanzó el año pasado 11 años sin un


Ascenso continuo de la solo homicidio (ver nota aparte en página 6), y San José Las
violencia Flores, en Chalatenango, cumplió 13, todo un récord. En San
Pedro Puxtla, que los habitantes se maten entre sí es solo
una pesadilla que padecen otros salvadoreños. Para ellos, la
realidad de la violencia es tan lejana que hasta se dice que
ahí “ni los perros muerden”. Los vecinos dejan las puertas
abiertas sin temor a sumarse a las 3 mil 812 personas
asesinadas en 2005 y que dejaron la tasa nacional en 54.7
homicidios por 100 mil habitantes.

En un ranking que la revista Enfoques elaboró en 2005 (ver


edición del 8 de mayo de 2005) con los datos de 2002, 2003 y
2004, San Pedro Puxtla aparecía entre los municipios menos
violentos del país. “Sabíamos que el año pasado éramos el
tercer lugar, por su periódico”, recuerda el director de la Casa
de la Cultura, Roberto Henríquez. El primer lugar era de
Chilanga, pero sucumbió a la violencia en 2005.

Una paz frágil

Henríquez atribuye a la organización de la ciudadanía que


prácticamente no haya atentados contra la vida en el
municipio. El 75% de los habitantes, según la alcaldía, está
inscrito en una de las seis asociaciones de desarrollo
comunal (ADESCO). Las asociaciones les permiten gestionar
proyectos de agua y agricultura, por lo general con
organizaciones no gubernamentales (ONG) o con las
instituciones públicas.

Eso los ha llevado a formar directivas de educación que


trabajan por construir escuelas. En todo el municipio hay
nueve centros educativos públicos, en los que se inscribieron
2,381 estudiantes en 2005.

Aunque parecería innecesario preocuparse, los habitantes de


este pueblo rodeado de bosques duermen con un ojo abierto,
y no solo por los municipios vecinos donde sí hay asesinatos.

En los alrededores de San Pedro Puxtla hay tasas de más de


10 homicidios por cada 100 mil habitantes, es decir, según los
parámetros de la Organización Mundial de la Salud, con nivel
de epidemia. En todo el departamento de Ahuachapán hubo
116 asesinatos en 2005, equivalentes a una tasa de 32.71.

Les preocupan los robos de ganado que se producen en la


frontera con el municipio de Santo Domingo de Guzmán, en
Sonsonate, y, sobre todo, a muchos les perturban las cuatro
cantinas en el pueblo. Ahí se originan prácticamente las
únicas muestras de violencia que observan, cuando los
clientes, embriagados, se envalentonan o pierden la sensatez.

Si bien tampoco les atormentan las pandillas, porque no han


proliferado, temen a la proliferación de armas de fuego, que
es un factor que, según la PNC en el lugar, los tiene en alerta.
Estiman que el 5% de los habitantes posee un arma de fuego.
“Pero la gente mantiene sus armas en las casas. Si aquí no
son necesarias”, matiza el jefe del puesto policial, el cabo
Jorge Antonio Zelada.

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Los nueve policías concentran sus esfuerzos en patrullar los


41.42 km² del municipio, para prevenir los robos y para
impartir charlas de prevención de violencia en los seis
cantones.

Los vecinos hablan de que la Policía no tiene mayor trabajo


en el lugar, pero creen que son útiles para calmar los
conflictos entre los ebrios. “También está el problema de que
muchos de los jóvenes ingieren bebidas. Eso hay que
disminuirlo”, observa el alcalde Cienfuegos.

Esta vida sin homicidios es la que permite a Teresa de Jesús


Álvarez caminar con cadenas de oro en el barrio El Centro, de
San Pedro Puxtla, y está consciente de que eso no podría
hacerlo, por ejemplo, en San Salvador. En el municipio
capitalino, el más poblado de El Salvador, se registraron el
año pasado 465 asesinatos, la cifra más alta en los últimos
cuatro años. La tasa de homicidios pasó de 69.36 en 2004 a
91.60 en 2005.

“Me vengo de San Salvador para San Pedro los fines de


semana, porque soy de aquí. Es una gran diferencia la que se
siente, por la seguridad”, comenta la mujer, de 33 años,
mientras camina junto a su hijo en la cancha donde mataron a
Estrada en 2001.

¿Y a qué se debe esa inusual calma? “Aquí todo es más


tranquilo porque la gente se conoce”, explica. Según ella,
entonces, mientras más población, más posibilidades hay de
que surjan los homicidios, y las cifras parecen darle la razón.
De los 10 municipios más poblados, solo dos registraron una
reducción en 2005, mientras que en todo el país fueron 95 los
que mostraron una caída, aunque fuera mínima, en la tasa de
asesinatos.

180 grados de diferencia

El respiro de no tener homicidios en 2005 lo vivieron 73


municipios (ver infografía en página 4), pero la mayoría tiene
poblaciones de menos de 8 mil habitantes. Uno de ellos es
Santa Catarina Masahuat, en Sonsonate, al norte de San
Pedro Puxtla, que no obstante su tranquilidad el año pasado,
supo hasta 2004 qué era tener problemas de pandillas.

Ocurrió que la PNC los tenía en la mira. Montaron un


operativo que terminó con la captura de al menos siete de los
36 miembros de una pandilla que operaba en la colonia
Miramar, en el municipio de San Antonio del Monte, en
Sonsonate, y a la que los habitantes de Santa Catarina
Masahuat atribuyen los últimos asesinatos ocurridos en ese
lugar.

El operativo, ordenado por la delegación de Sonsonate, la


segunda cabecera departamental con más alta tasa de
homicidios de El Salvador (99 asesinatos por cada 100,000
habitantes), llevó al banquillo de los acusados a cuatro
miembros de la pandilla. “El Gato”, “el Cejas”, “el Canelo” y
“el Pico” fueron acusados de un asesinato y ahora están en la
cárcel.

Los pobladores hablan de que la pandilla comenzó a


organizarse en 2002 en Santa Catarina Masahuat. Ese año,
dos jóvenes del lugar conocido como El Porvenir se unieron a
la pandilla y desde entonces hubo dos asesinatos anuales
hasta 2004. El último fue el de un joven en El Porvenir. Ahí, la
Policía montó el operativo que terminó con las capturas de la
banda y con las condenas.

“La pandilla se desorganizó. Ya no se han acercado al


municipio. Incluso sé que tres de sus integrantes se fueron del
país”, narra el juez de Paz en Santa Catarina, José Cea.
Volvió la paz que, jura, caracterizar al municipio en el que
trabaja desde hace 11 años.

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Esfuerzos incompletos

El jefe de la delegación en Santa Catarina Masahuat, que


prefiere ser llamado solo como el cabo Mendoza, asegura que
el foco de violencia fue suprimido. “Acá es raro que se den
hechos de violencia”, subraya desde la recepción del puesto
de la PNC. Él está más preocupado por los recursos con que
ahora tiene para trabajar. Son siete agentes, incluido él, lo
que significa una media de un agente policial por cada 1,424
habitantes.

La Policía Rural, lanzada hace casi dos años, estaba


destinada a ser la panacea contra la violencia en el campo.
Aparentemente no es necesaria en Santa Catarina Masahuat,
pero Mendoza dice lo contrario, pues necesita mostrar más
presencia en la zona bajo su responsabilidad. A menudo, su
equipo se desplaza por órdenes superiores a apoyar a otros
municipios. Pero Mendoza parece estar soñando. Su mismo
colega de San Pedro Puxtla, el cabo Jorge Zelada, señala
que aunque ellos pidieran la Policía Rural, no se las enviarían
por la poca violencia que registran.

Los medios de transporte para movilizar a los siete agentes


en los cantones de Santa Catarina han sido donados a la
Policía. Pero los siete agentes ponen de su bolsillo el dinero
para reparar el pick up y la motocicleta con la que también
patrullan.

Si las capturas en Santa Catarina Masahuat son las


responsables de que la violencia cesara, algo parecido podría
ocurrir en Concepción de Ataco, municipio de Ahuachapán.

Ataco acumuló 12 asesinatos de 2002 a 2004, pero logró


terminar 2005 libre de homicidios, una situación que la misma
Policía local no sabe explicar.

Uno de sus habitantes, Manuel Arturo Ramos, podría dar una


pista: asegura que el año pasado vio a más policías en la
calle. “Aunque siempre eran poquitos”, advierte. Ese logro, no
obstante, se esfumó este año. Dos personas fueron
asesinadas durante la Semana Santa en el casco urbano.

El director de la Casa de la Cultura de San Pedro Puxtla,


Roberto Henríquez, teme que los logros en ese remanso de
paz también se pierdan, dado que el municipio está rodeado
de otros que sí registran asesinatos. Pero se aferra a la
esperanza de que los pobladores lo eviten. Cuando llegó a
trabajar ahí, hace siete años, los puso a prueba. “Dejé en la
puerta de mi casa un billete de 20 dólares, y al día siguiente
la vecina de enfrente tocó a la puerta”, explica. La mujer
llegaba a preguntarle si era de él el dinero. Henríquez cree
que esa virtud sigue viva.

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