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DE MÉXICO
Centro de Estudios
Filosóficos, Políticos y Sociales
Vicente Lombardo Toledano
LA PERSONALIDAD DE MÉXICO
CENTRO DE ESTU D IO S FILO SÓ FIC O S, POLÍTICOS
Y SO CIALES VICENTE LOM BARDO TOLEDANO
D IRECCIÓ N GENERAL
M arcela L om bardo O tero
SECRETARÍA ACADÉMICA
R aúl G utiérrez Lom bardo
CO O RDIN A CIÓ N DE INVESTIGACIÓN
C uau h tém oc A m ezcua
CO O RDIN A CIÓ N DE SERVICIOS BIBLIOTECARIOS
Javier Arias V elázquez
C O O RDIN A CIÓ N DE PUBLICACION ES Y DIFUSIÓN
Fernan d o Z am brana
LA PERSONALIDAD
DE MÉXICO
Centro de Estudios
Filosóficos, Políticos y Sociales
J Vicente Lom bardo Toledano
El C entro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales V icente Lom bardo
Toledano, cum pliendo con los propósitos que le dieron origen, p o n e esta
ed ición al alcance de los historiadores, investigadores sociales, trabajadores
de la cultura, y de m anera especial de las nuevas generaciones, com o
contribución a los actos conm em orativos del b icentenario de la In d e
pendencia y centenario de la R evolución M exicana, con la certeza de que
en sus páginas encontrarán elem entos útiles para conocer y valorar las raíces
de nuestra realidad actual para com prenderla en toda su com plejidad.
CEFPSVLT.
LA PERSONALIDAD DE MÉXICO
Trabajo publicado en la revista Siemprel, num. 527, Suplem ento, M éxico, D. F., 31 de julio de
1963. Otras ediciones: Escritos en Siem pre!, tomo IV, vol. 2, p. 630, CEFPSVLT, M éxico, D. F.,
1994.
2 / VICEN TE LO M BA RD O TO LED A N O
Honda [...] impresión [...] causaron las noticias llegadas de Europa a Nueva
España sobre la Revolución francesa. Los reyes en la guillotina era algo que
nadie hubiera imaginado. España horrorizada, declaró la guerra a Francia por
la muerte de Luis XVI y María Antonieta; una real cédula ordenó al Virrey
publicara la bélica declaración, la cual en solemne bando militar fue proclama
da por calles y plazas. El Santo Oficio tomó la precaución de prohibir la lectura
de periódicos, folletos y libros, sobre los acontecimientos, que sigilosamente
circulaban, y recogió ejemplares de la Enciclopedia y de otras obras de Voltaire,
Rousseau y diversos autores tachados de herejía [...] El Seminario de México
4 /V IC E N T E LO M BA RD O TO LED A N O
La guerra de 1847 y la de 1862, que n in g ú n otro pueblo del con tin ente
am ericano ha sufrido en su propio hogar en parecida form a, constituyen,
por su carácter, por la m ovilización de las fuerzas sociales que prod ujeron ,
por los principios que levantaron y por sus resultados, uno de los factores
principales de la personalidad inconfu ndible de M éxico.
Al m estizaje se debe tam bién que M éxico no sea u n país de discrim ina
ción racial. Los criollos — h ijos de esp añoles nacidos en la N ueva España—
estaban identificados con la población m estiza y odiaban a los peninsulares.
M iguel H idalgo y Costilla fue criollo y Jo sé M aría M orelos m estizo, de
indígenas y de negros esclavos. Benito Juárez, cuya figura llena el siglo XIX
y es objeto todavía de las m aldiciones de las fuerzas reaccionarias, era indio
puro, de raza zapoteca. Por eso el pueblo m exicano no pu ed e com p rend er
el significado trágico de la discrim inación racial que se practica todavía hoy
en los Estados Unidos. Las diferencias entre los m exicanos son los an tago
nism os entre la clase propietaria de los in stru m entos de la prod ucción y la
clase trabajadora, pero no las que engend ra el dom inio de una raza, que se
considere superior, sobre otras a las que niega las virtudes que ella se
atribuye.
A las revoluciones de Ind ep en d en cia y de R eform a, y a las grandes
conm ociones que represen tan las guerras de 1847 y 1862, habría de agre
garse la crisis de la R evolución que estalla en 1910 contra el gobierno
dictatorial de Porfirio Díaz. Esta revolución, continu ación de las otras dos,
constituye, por su trascendencia, otro de los m ás im portantes factores que
han form ado la personalidad de M éxico.
La R evolución M exicana, com o se ha dado en llam ar al m ovim iento
popular de 1910, es la prim era revolución antifeudal y antim perialista del
m undo. En C hina, la revolución dem ocrática encabezad a por el doctor Sun
Yat-sen, liquidó la m onarquía en 1911 y estableció la R epública, apoyada
por el K uom intang, o Partido N acional del Pueblo. Pero éste fue pronto
rem plazado por el gobierno de los generales que gobern aron sus respecti
vas provincias, con ind epend encia los unos de los otros. El d octor Sun
Yat-sen y sus partidarios no vieron coronada su obra hasta q u e , d e sp u é s de
casi un cuarto de siglo de luchas arm adas, dirigidas por el Partido C om u
nista, encabezado por M ao Tse-tung, com batiendo al m ism o tiem po a las
potencias extranjeras que se habían dividido el territorio de C hina desde
la G uerra del O pio de 1840, a los jap o n eses que la habían invadido y al
Kuom intang jefatu rad o por C hiang K ai-shek, liquidó a los im perialistas y
estableció la segunda república, la R epública Popular de China. Por esas
vicisitudes sufridas por la revolución dem ocrática, antifeudal y an tim p e
rialista del pueblo chino, la nuestra, la R evolución M exicana, pu ed e consi
derarse com o el prim er gran m ovim iento popular del siglo XX contra el
LA PERSO N ALID AD D E M ÉX IC O / 9
norm as del derecho civil y califica la huelga com o delito contra la libertad
del com ercio y de la industria.
El saqueo de las riquezas naturales del territorio por los extranjeros,
particularm ente del petróleo y los m inerales, levanta la protesta de la
oposición contra Porfirio D íaz exigiendo condiciones para la participación
de los extranjeros en la vida económ ica del país. D e esta suerte, la R evolu
ción adquiere su m últiple carácter de m ovim iento popular, dem ocrático,
antifeudal y antim perialista.
La nueva C onstitución de la R epública prom ulgada el 5 de febrero de
1917, recoge esas dem andas. O rd ena la división de los latifundios, la
restitución de las tierras arrebatadas a las com unidades que las hubieran
poseído en cualquier tiem po, la dotación de tierras a los núcleos de pobla
ción rural que no las hubieran tenido antes; establece los derechos fu n d a
m entales de la clase obrera y lim itaciones para la participación de los
extranjeros en el aprovecham iento de los recursos naturales del país.
D e esos m andam ientos del nuevo d erecho público surge la Reform a
Agraria. A este respecto es necesario subrayar su carácter propio, que
constituye una de las instituciones m ás im portantes de la vida co n tem p o
ránea de M éxico y que al lado de otras ha contribuido a la form ación de su
propia fisonom ía.
La R eform a Agraria en M éxico se basa en el siguiente principio co n te
nido en el artículo 27 constitucional: "L a propiedad de las tierra y aguas
com prendidas dentro de los lím ites del territorio nacional, correspond e
originariam ente a la nación, la cual ha tenido y tiene derecho de transm itir
el dom inio de ellas a los particulares, constituyen d o la propiedad privada."
Este principio entraña un nuevo concepto de la propiedad, opuesta al
concepto de la propiedad com o derecho natural del hom bre, cuyos alcan
ces se expondrán después y, tam bién, una tesis sui generis acerca de la
Reform a Agraria. Si lo que im porta a la sociedad es que las tierras se exploten
y no perm anezcan inactivas, que se aprovech en racionalm ente y que no
salgan nunca del dom inio de la nación, la R eform a Agraria la en trega de la
t i e r r a a l o s q u e h a n d e c u l t i v a r l a , n o i m p l i c a e l d e r e c h o a d i s p o n e r d e e lla
com o si fueran sus p ropietarios, sino exclusivam ente el derecho de utilizar
la para liberarse de la servidum bre en que vivieron durante siglos. N o la
propiedad, sino el usufructo de las tierras, form a la espina dorsal de la
R eform a Agraria m exicana.
Esa m edida ha sido salvadora de la integridad del territorio nacional,
porque dada la vecind ad de M éxico con los Estados U nidos de N o rteam é
rica, durante largos años b u en a parte de las haciend as ubicadas en la zona
fronteriza pertenecieron a los m ism os propietarios que, pasada la línea
divisoria entre los dos países, tenían sus ranchos y granjas, constituyendo
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con las dos propiedades una sola, ajena, de h ech o, a la jurisd icción del
Estado m exicano. En el interior del país las propiedades rurales de los
extranjeros eran num erosas tam bién y ocu paban las tierras de m ejo r cali
dad. En algunas regiones, em presas norteam ericanas tenían concesiones
para construir sistem as de riego y utilizar las aguas de m odo preferente.
Por eso la R eform a Agraria de M éxico, vista en su fond o, es la destrucción
del latifundism o y, al m ism o tiem po, la defensa del territorio nacional ante
el extranjero. Fue u na m edida antifeudal y tam bién antim perialista.
De todos esos hechos, crisis y acontecim ientos form adores de la perso
nalidad de M éxico, surgió tam bién una política in tern acion al propia, que
ha influido no sólo en su desarrollo in tern o, sino tam bién en sus relaciones
con el exterior.
C uando M éxico apenas se había in d epend izado de España, el gobierno
de los Estados U nidos envió a nuestro país al diplom ático Joel R. Poinsett,
con el propósito de que entrara en relaciones con el em perad or A gustín de
Iturbide. D on Ju an Francisco Azcárate fue com isionado para tratar con él
y averiguar cuál era el propósito de su visita. En una carta dirigida algunos
años después al general G uadalupe Victoria, presid ente de la R epública,
cuando Poinsett volvió a M éxico en calidad de m inistro plenipotenciario
de los Estados U nidos, dice que encontró al delegado norteam ericano
estudiando u n m apa de Am érica y que se em peñó en persuadirlo — a
A zcárate— de que era necesario revisar los linderos de M éxico y los Estados
U nidos, a pesar de que la línea divisoria había sido establecida por el
Tratado de O nís. Azcárate explica: "Percibí que la idea era absorberse toda
la provincia de Texas y parte del reino de L eón, para hacerse de puertos,
em bocaduras de ríos y de barras en el seno m exicano. Tomarse la m ayor
parte de la provincia de C oahuila, la de Sonora y C alifornia B aja, toda la
Alta y el N uevo M éxico, logrando h acerse de m inerales ricos, de tierra
feracísim a y de puertos excelentes en el m ar del sur." Así, al consu m ar su
in d ep end encia política, M éxico em pezó a vivir bajo la am enaza de la
agresión del gobierno norteam ericano.
Antes de que estallara la guerra contra M éxico, en 1847, el m ayor W. H.
Em ory, en un inform e rendido al coronel J. J. Abert, je fe del C uerpo de
In g enieros Topógrafos M ilitares en W ashington, el prim ero de septiem bre
de 1847, dice: "L a colum na al m ando del general Kearny, a la cual nos
agregam os, y que era conocida con el nom bre de E jército del O este, debía
partir del Fuerte L eavenw orth y estaba destinada a dar el golpe a las
provincias del norte de M éxico y m uy esp ecialm ente, a N uevo M éxico y
C alifornia." El general Kearny, al llegar al pueblo de Las Vegas, en N uevo
M éxico, pronu nció u n discurso, el 15 de agosto de 1846, an te las autoridades
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y los h abitantes del lugar, en el cual, entre otras cosas, expresó de la m anera
m ás im púdica:
la Casa Blanca entre las R epúblicas de la Am érica Latina y los países que
no form an parte del hem isferio occidental. D e esta m anera, desde el
presid ente Jam es M onroe hasta el presid en te Jo h n F. Kennedy, se ha
pretendid o utilizar la D octrina M onroe para justificar la introm isión del
gobierno n orteam ericano en los problem as in tern os de nuestros pueblos.
Pero M éxico n u n ca aceptó la D octrina M on roe, porque para que una
doctrina tenga el carácter de una tesis internacional, se necesita que no sea
unilateral, sino el fruto de u n convenio colectivo por los países a los que la
doctrina involucra. En 1896, a propósito de u na proposición hech a por Eloy
Alfaro, en nom bre del gobierno del Ecuador, para "p ro cu rar las m ejores y
m ás estrechas relaciones internacionales no sólo entre el Ecuad or y las
dem ás R epúblicas am ericanas, sino de todas ellas entre sí", M éxico con d e
nó, por prim era vez, de m anera pública y expresa, la interp retación n o rtea
m ericana de la D octrina M onroe.
D espu és, el presid ente Venustiano C arranza cuando supo que la Socie
dad de las N aciones, organizada al concluir la prim era G uerra M undial,
incluía en su estatuto la D octrina M onroe, declaró que M éxico no había
reconocido nunca ni reconocería tal doctrina. Sus palabras textuales fueron
las siguientes:
La Doctrina Monroe nunca fue reconocida, ni pudo serlo por México ni por los
demás países de la América hispana, mientras fue sólo la expresión de una
política unilateral que los Estados Unidos impusieron, con el doble propósito
de excluir de este continente a los países de Europa, y de defender sus propios
intereses en América. Tal doctrina, mal interpretada y mal aplicada más allá de
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Podría yo m encionar otros pronu n ciam ien tos de los jefes del Estado m exi
cano sobre la cuestión; pero sólo consignaré los del actual presid ente de la
R epública, Adolfo López M ateos. E n u na entrevista de prensa en el aero
puerto in tern acional de Los Angeles, C alifornia, del 3 de octubre de 1962,
dijo lo siguiente: "L a D octrina M onroe es u na d octrina unilateral de los
Estados U nidos, que M éxico, en su historia, nunca ha reconocido oficial
m ente com o acuerdo in tern acional [...] La D octrina M onroe constituye y
lo ha sido siem pre, u na d eclaración unilateral de los Estados U nidos. Com o
tal, no im plica n in g u n a obligación para los otros países latinoam ericanos."
D u rante la R evolución, nuevas agresiones del im perialism o n o rteam e
ricano a nuestro país au m entaron nuestras experiencias sobre el trato con
el extranjero, que ayudaron a form ular la política in tern acion al de M éxico.
Al ocurrir la "D ecen a Trágica", cuand o el ejército federal se subleva contra
el presidente de la R epública, Francisco I. M adero, el em bajad or de los
Estados U nidos, H en ry Lañe W ilson, interviene en el conflicto. E n un
telegram a enviado a su g obierno le dice que:
Esta situación es intolerable y yo voy a poner orden [...] Cuatro mil hombres
vienen en camino — cuatro mil soldados yanquis— y subirán aquí si fuese
m enester M adero [...] está irremisiblemente perdido. Su caída es cuestión de
horas y depende sólo de un acuerdo que se está negociando entre Huerta y
Félix Díaz.
A nte esa cond u cta del em bajad or norteam ericano, y los rum ores de una
invasión arm ada sobre M éxico que circulaba en todas partes, el presidente
M ad ero envió el 14 de febrero de 1913 u n telegram a al presid ente W illiam
H. Taft, en el cual decía:
Pero el em bajad or seguía actuando: arregló u n arm isticio entre los com ba
tientes, tenía entrevistas diarias con los jefes que participaban en la revuel
ta, inform aba a su gobierno de u n m odo calum nioso sobre la situación de
M éxico, y siguió así hasta que el presid ente M adero fue detenido el 18 de
febrero de 1913 y, p osteriorm ente, sacrificado por órd enes del general
V ictoriano H uerta, en quien había depositado su confianza.
D espués, el em bajad or consum ó su obra p rop on ien d o el recon ocim ien
to del u surpador del pod er Victoriano H uerta, com o presid en te legítim o
de nuestro país. El periódico World, de N ueva York, en m arzo de 1913, hizo
el m ejo r juicio sobre la actitud de H en ry Lañe W ilson, dem ostrand o su
culpabilidad desde el principio hasta el fin, en la crisis que concluyó con el
sacrificio del Presidente de M éxico. El periodista N orm an H apgood, tres
años después, form uló u na requisitoria trem end a contra W ilson, que con
tribuyó a exhibir la verdad era actitud del gobierno norteam erican o hacia
M éxico.
D esconocid o V ictoriano H u erta p or el gobern ad or del estado de Coa-
huila, Venustiano C arranza, de acuerdo con el Plan de G uadalupe, del 26
de m arzo de 1913, respaldado rápid am ente por otros estados y por los
elem entos m ás representativos de las fuerzas dem ocráticas del país, la
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Si el patriotismo significa amor al país, afirma, creo puede decirse con verdad
que ningún pueblo del m undo tiene un amor más intenso a la fierra nativa que
las masas del pueblo mexicano [...] Sólo hay una clase de mexicanos a quienes
se puede acusar de falta de patriotismo: la aristocracia propietaria. Dividen su
tiempo entre los lugares de diversión de Europa y el Jockey Club de México
durante la temporada de toros. No revelan interés ninguno en el bienestar del
pueblo mexicano, no más que si fueran accionistas extranjeros de minas mexi
canas. Esta clase fue la que se em peñó e hizo fracasar al gobierno de Madero y
fom entó y dio fondos a la revolución que culminó en su asesinato [...] El pueblo
de México vive en un país rico y hermoso. Creo que es un pueblo que tiene en
sí grandes promesas. Ha sufrido vicisitudes que nosotros no conocemos. Creo
que sobre ellos comienza a surgir la luz de un nuevo y m ejor día.
que le fue concedida; pero, al m ism o tiem po, solicitaba de los gobiernos de
A rgentina, Brasil y C hile que ofrecieran sus bu en os oficios para evitar la
guerra entre M éxico y los Estados Unidos. C arranza aceptó la m ediación,
pero con la con dición de con ocer p reviam ente los p u n tos que deberían
tratarse en la C on ferencia del N iágara, lugar señalado para la reunión. Los
diplom áticos del ABC, d esoyend o a C arranza, exigieron a los partidarios de
Victoriano H uerta y a los revolucionarios que con certaran u n arm isticio y
negociaran las condiciones para dar fin a la guerra civil. D e h ech o , los
representantes de A rgentina, Brasil y C hile se pusieron de acuerdo con los
delegados de Victoriano H u erta y con los del g obierno de los Estados
U nidos, y propu sieron el nom bram iento de un presid en te provisional y
em pezaron a discutir la cu estión agraria y otros problem as in tern os de
M éxico.
El 10 de agosto de 1915 el prim er jefe del Ejército C onstitucionalista,
V enustiano C arranza, envió u na nota a los gobiernos de las repúblicas
latinoam ericanas denu n ciando los hechos. H e aquí u n párrafo im portante
del d ocu m ento de la cancillería m exicana:
U nidos, le ord enó al general Plutarco Elias Calles, que se hallaba en Agua
Prieta, Sonora, el 11 de m arzo de 1916, que situara sus tropas en puntos
convenientes para im pedir la invasión de soldados n orteam ericanos por
ese lado del territorio nacional y que, en caso de declararse la guerra entre
los dos países, d estruyera las vías férreas que van a la frontera. La m isma
ord en envió al general M anuel M . D iéguez, a Em palm e, Sonora; al g eneral
Luis G utiérrez, que se hallaba en C hihuahu a, y al general Agustín M illán
que se encontraba en Jalapa, a quien le indicaba m archar in m ed iatam en te
a Veracruz para rechazar el d esem barco de m arinos n orteam erican os en el
caso de que ese hech o ocurriera. E n u na ju n ta entre represen tan tes del
gobierno constitucionalista y del g obierno n orteam ericano, que se realizó
en C iudad Juárez, del 29 de abril al 11 de m ayo de 1916, se trató de arreglar
el conflicto; pero n o se llegó a n in g ú n acuerdo satisfactorio, p orque M éxico
exigía que la "exp ed ición pu nitiva" se retirara sin condiciones. Siguieron
después otras reuniones en N ew L ondon, Atlantic City y Filadelfia. Por fin,
el 23 de enero de 1917 se retiró la "exped ición punitiva", después de haber
p erm anecid o en M éxico cerca de u n año.
D e esta larga experiencia en el trato con los Estados U nidos de N ortea
m érica y otros países poderosos surgió la política in tern acion al de M éxico,
que se basa en dos principios fundam entales: la no in terv en ción en los
asuntos dom ésticos de un país por cualquier otro, sin su consentim iento,
y el d erecho de au tod eterm in ación que le asiste a todos los pueblos para
organizarse y adoptar el régim en social que m ás con ven ga a sus intereses.
El generalísim o José M aría M orelos, en susSentim ientos de la N ación o 23
puntos para la Constitución, form ulados en C hilpancingo el 14 de septiem bre
de 1813, dice en el núm ero 16: "Q u e nuestras puertas se fran queen a las
naciones extranjeras am igas, pero que éstas no se in tern en en el reino por
m ás am igas que sean". D e ahí parte el principio de no in terv en ción , que
habrá de ser sostenido sin transacciones a lo largo de nuestra historia.
A veces los defensores del principio de n o in terv en ción h an escrito
páginas que corresp ond en a la historia universal de las lu chas por la
libertad de los pueblos, com o las que grabara Benito Ju árez con su voluntad
de acero y su convicción absoluta en el triunfo de M éxico, cuand o se hallaba
al frente del Estado y después, cuando perseguido por los invasores de
nuestro país y casi sin séquito, sin m ás jurisd icción sobre la patria que la
hum ilde carroza en que viajaba o el lecho hum ilde en el que pasaba la
noche. El archiduque M axim iliano de H absburgo, tan pronto com o llegó a
M éxico, envió u na carta a Ju árez invitánd ole a reunirse con él, con el
propósito de llegar a u n en tend im ien to aceptable. N o tenía idea de lo que
era el pueblo m exicano ni de lo que Juárez representaba y de lo que éste
valía com o hom bre. El Presidente le contestó y le dijo entre otras cosas:
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