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SUMARIO

Pre,1mt11c1ií11. Pedro Pitarch 5


El e,1fi/¡1 de 111 ci,,ifi::acúín ameri,u)irr. Manuel Gutiérrez
Estévez 7
U11 ,,,_i¡lo impri'l'L;,to. Osear Calavia 25
N.º 270 .Semhl,111.:::11,1 andi11a.1: tizca,,, cholo.111 ca111pe,1ti10,1 glohali.:::ado,,.
Carmen Muñoz-Bernand 43
Noviembre 2003 /11/trMú)il()e,1 [f/()(qm11,1. Pedro Pitarch 60
Vi,a,, rh:,idmte,,: 1wel'tl,1 1dmt1Jade,1 y 1we1•a,, lucha.1 mtre la,,
IIILLJerc,, tizd(qma,, de Afé.:úco. R. Aída Hernández Castillo 76
l1h1tidade,1 y partictj1aciJ11 ciudadana en el Mé.·úco
riela lran11átÍ11 1Je,11¡1crdti~·a. Guillermo de la Peña 88
PENSAMIENTO ALEMÁN
• CLÁSICOS
A propd,,r'f¡1 de la fc¡1f"Ía de A/¡111r¡1e y del n11tú•i.111w.
Theodor W. Adorno y Thomas Mann: Cartas ~a de Queiroz 108

Hannah Arendt: Fragmentos de su • ENSAYO


«Diario de reflexiones» Vil'mct~z yj1'/¡1,14ía del pa1:111je (En f¡1r,¡¡1 a la wzturale.:::a
Norbert Bolz y Julian Nida-Rümelin: c¡11110 cre11ct~i11 mlturnl}. Rafael Núñez Florencio 135
Polémica sobre Habermas
• CREACIÓN LITERARIA
Rafael Gutiérrez Girardot: Holderlin El m(ermo de,111huct(U)o. Pablo d'Ors 153
Jaime de Salas: Dos libros sobre Adorno
fNFJ[)U,Jl)i\l)ES INDÍCENJ\S 61

ce unos días empleaba un lenguaje maoísta, hoy da culto al Dios de


los testigos de Jehová, y mañana abogará por la recuperación de la
cultura tradicional; o viceversa. No es fácil precisar en qué consis-
te exactamente este «modo de ser», pero para quienes han tenido
una relación suficientemente prolongada con poblaciones indíge-
nas -misioneros, cooperantes, antropólogos, funcionarios, médi-
cos, activistas políticos ... - es algo que no deja de resultar descon-
Infidelidades indígenas certante.
En lo que sigue quisiera tratar esto a través de un caso concre-
Pedro Pitarch to y una región: las conversiones religiosas de los indígenas del sur
de México y de Guatemala. La elección del caso no es, sin embar-
go, casual, porque, además de ser un fenómeno general a toda la
América indígena, en la cuestión de la conversión están implicadas
de manera especialmente llamativa cuestiones relativas al cambio,
la continuidad, la verdad, la identidad, la diferencia y otras.

osiblemente unos de los rasgos más característicos de las po-


P blaciones indígenas americanas es lo que, desde un punto de
vista europeo y sin ningún sesgo despectivo, podríamos llamar su
«volubilidad». Los indígenas muestran un gran interés e incluso Por toda la geografía de México y Guatemala la población in-
entusiasmo por las ideas que proceden de fuera, adoptándolas con dígena se está convirtiendo masivamente y desde hace ya varias dé-
facilidad, y mostrando, de paso, una aparente infidelidad hacia las cadas a las religiones evangélicas y también al catolicismo refor-
«propias»; mas estas adhesiones raramente duran, pues tarde o mado. Desde la más recóndita aldea rural hasta los barrios perife-
temprano son abandonadas o sustituidas por otras, a veces pareci- ricos de las ciudad es, brotan nuevos templos y capillas construidos
das, pero a menudo distintas e incluso opuestas. Reconocemos aquí con materiales de poca calidad, pero pintados de vivos colores y
el motivo de la «inconstancia indígena» (Viveiros de Castro). Mu- con grandes letreros en sus fachadas. Para el visitante es algo que
cho de la relación indígena con las creencias extranjeras y las prác- resulta difícil no ver y. sobre todo, no escuchar: los sermones de los
ticas a ellas asociadas parecen estar guiadas por esta pauta extra- predicadores, las lecturas bíblicas, la música religiosa que resuena
ña. Ideas, doctrinas, compromisos políticos, religiosos u otros -el sin descanso, en los altavoces de los templos, en la radio de los au-
dios verdadero, el desarrollo, la revolución, la ecología, el tradicio- tobuses, en los puestos del mercado. Pero quizá más llamativa sea
nalismo, los derechos humanos- son tan pronto acogidos por los la extraordinaria fragmentación religiosa. En el mundo indígena se
indios como súbitamente abandonados. Un indígena que hasta ha- encuentra presente, por una parte, todo el repertorio posible de fi-

[ 60]
62 PEDRO Pl'L\l{Cll IN Fll)ELII MDES INDÍGENAS
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liaciones evangélicas -las iglesias protestantes históricas, el protes- versiones, de detenerme en ciertas, por así decir, anomalías de lo
tantismo fundamentalista, grupos pentecosteses y neopentecoste- que en nuestra tradición cultural consideramos que es una conver-
ses carismáticos- además de grupos no propiamente cristianos co- sión religiosa. Y básicamente encuentro dos: las razones aducidas
mo los testigos de Jehová o los mormones. Por otra, en la propia por los propios indígenas para convertirse y el carácter transitorio
iglesia católica se encuentran numerosas tendencias misioneras: de la adhesión.
orientaciones conservadoras, carismáticas, y, sobre todo, la teolo-
gía de la liberación, reconvertida a veces en teología de la encultu-
ración. De manera que incluso en una pequeña región es posible La,1 ra::mze,1 de la c1m11e1~1llfn
encontrar un abanico amplísimo de grupos religiosos y en una al-
dea de no más de treinta o cuarenta familias más de seis o siete igle- ¿Qué razones invocan los indígenas para convertirse a una nue-
sias distintas. Tan intenso es el impulso indígena por «probar» las va religión? Podemos tomar como ejemplo un testimonio recogido
nuevas religiones que, por ejemplo, desde hace seis o siete años un en un estudio pionero del antropólogo y sacerdote jesuita guate-
pequeño grupo de familias indígenas tzotziles de Chiapas se ha malteco Ricardo Falla. Se trata de la descripción de un rito de con-
convertido al islam. La comunidad lleva a sus hijos a una escuela versión al catolicismo de la Acción Católica en el pueblo quiché de
coránica, y hace tres años varios hombres y mujeres peregrinaron San Antonio Ilotenango hacia principios de la década de 1970; un
por primera vez a La Meca. (Parte de la ironía del asunto reside en texto que merece citarse en extenso porque me parece muy revela-
que han sido convertidos por un grupo de musulmanes espa11oles, dor de los intereses indígenas cuando se convierten.
quienes se han instalado en San Cristóbal de Las Casas bajo la fa-
chada de una panadería llamada «La Alpujarra».) Los catequistas indígenas se reúnen en la casa de quien se va a con-
Visto así, parecería que los indígenas de esta región están por vertir. No se sientan y todos están frente al dueño de la casa. Es de
fin cristianizándose (o islamizándose), pero por supuesto el asunto noche y el presidente de Acción Católica comienza a hablar: [Falla
no es tan sencillo. En general, la etnología se ha ocupado relativa- no lo especifica, pero da la impresión de que él ha sido testigo y lue-
go el diálogo le ha sido parafraseado en español.]
mente poco y tarde de este fenómeno, tal vez, en parte, porque se
«Supimos que usted quiere la Religión».
aviene mal con la imagen de los indígenas como unas gentes esen-
«Sí, responde el otro, esa Costumbre la dejo por un lado, por-
cialmente tradicionales y conservadoras de «su cultura». Y allí que solo gasto pisto (dinero) por gusto. Tal vez por la Religión se
donde lo ha hecho ha tendido a privilegiar razones de carácter so- compone mi hijo».
ciológico (el cambio de estructura social, la «anomia», la iniciativa El Presidente comienza una exhortación en voz suave pero in-
comercial y la ética protestante, la identificación étnica, etc.) o bien sistente. El otro la oye con la cabeza gacha y los brazos cruzados,
político (la expansión ideológica de los EE.UU. a través de ,flt,1 igle- respondiendo sí sí de vez en cuando. El Presidente le Jice:
"Tal vez no se compone tu hijo ... nosotros no te podernos decir si
sias, la represión militar en el caso de Guatemala, la liberación de
se compone, porque sólo Dios sabe ¿Y la mujer quiere convertirse?
la teología de la liberación, etc.). Sin embargo, aquí voy a procurar Porque si está quemando por otro lado con un Zahorín (ofrendando
subrayar precisamente algunas de las singularidades de estas con- velas y copa! en una ceremonia médica tradicional para obtener la
PEDRO PITARCII IN FI DEL! DAD ES INDÍGENAS 65
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salud del hijo), mientras usted se convierte, tal vez entre los dos lo « Eso nos da la Religión. Y viene la enfermedad: pedimos a Dios
van a matar al patojo (niño). Si se compone ... sólo Dios sabe. Dios no y confesamos hincados ante Dios».
es un patojo. Dios no es un juguete. Si se muere tu hijo, se mucre» .
.. y más si vas a ver hoy una señal en la noche: que se juntan Aparece aquí la mayoría de las cuestiones que parecen intere-
1
unos tecolotes, o entran unos gatos, o coyotes ... ¡,qué ,·as a decir'
1
sar a los indígenas para convertirse (aunque seguramente la ver-
¿qué tal si encontrás unas culebras grandes en el camino mañana'
sión quiché era un parlamento más extenso y formulario). Por una
(animales que auguran enfermedad y muerte) ¿qué tal si va a venir
un tu tío, o tu hermano a regañarte? El demonio los ha traído ... Y parte está el descanso del cuerpo y la fuerza corporal (no estando
te va a decir que mañana se va a morir tu hijo. ¡,Te vas a asustar? Si en religión «nuestros cuerpos se acaba su fuerza», «sembramos y
sólo para ver si se alivia el patojo te convertís ... ¡que se muera!" no da nada», «sembramos cochitos y se mueren», como si con la
«La Religión quiere trabajo: la clase, la ¡\\isa, estudio de la Doc- nueva religión el cuerpo fuera más fuerte y esa fuerza fuera, por así
trina. La Misa nos quita un día de trabajo. Como ustedes están decir, genésica, afectara el crecimiento). Luego la abstención del
acostumbrados a trabajar siete días a la semana ... ahora (después de
consumo de alcohol (lo que sin duda es una de las razones más
convertirnos) ya no trabajamos el miércoles (por la clase); tampoco
el sábado y el martes (mercado) LV acaso nos morimos'! El descan-
mencionadas para abandonar las prácticas rituales tradicionales y
so para nuestros cuerpos. No estando en la Religión nuestros cuer- adoptar una nueva religión), en realidad no porque estar borracho
pos trabajan todo el año, parece que se acaba su fuerza. 1\ veces sea en sí mismo malo desde un punto de vista moral (la embriaguez
sembramos y no da nada. Y sembramos cochitos (cerdos), y se merece un extraordinario respeto), sino porque nos hace gastar el
mueren. Ahora en la Religión dejamos descanso para el cuerpo». dinero en la cantina. A su vez, la ausencia del consumo de alcohol
«Y también la familia: antes vamos a una fiesta, pero sólo chu-
mejora las relaciones familiares, domésticas. Los niños, las mujeres
pando guaro. Tenemos diez o quince quetzales LV a dónde vamos a
darlos? A la cantina. Y tenemos hijos y familia. Los patojos están
están «alegres», por la calle, comiendo carne «o aunque sea otra co-
llorando y no hay para darles. También a las mujeres no hay para sa»: es decir, alimentándose mejor. « Eso nos da la religión»: comi-
darles». da (tortilla), carne, café. Y sobre todo, la enfermedad; es con esta
«Como a algunos les ha sucedido así. dicen: «Cierto. Yo lo he cuestión con la que comienza el parlamento y es el motivo Je la sos-
pasado. Los 30 quetzales. Los gasté en el guaro. Y mi mujer estú es- pecha de que se quiera convertir. La relación de animales y sueños
perando el dinero. En cambio, otras mujeres llevan una rosca en la
tiene que ver precisamente con esto; y con la enfermedad termina
mano, una caña (de azúcar) y van comiendo. Pero mis familias (mis
el parlamento: «Y viene la enfermedad: pedimos a Dios y confesa-
hijos) están llorando. Ése es un mal ejemplo. i\sí que cierto es lo que
nos están diciendo.»
rnos».
Prosigue el Presidente: «t\hora después de convertidos llega el Ahora bien, no encontramos en este texto, me parece, ninguna
día de la fiesta, y anda uno alegría por la calle. Va a la misa y sale a de las razones que desde una perspectiva cristiana debieran impul-
comer bien. Los patojos van contentos y comen naranjas y dulces. sar y justificar la conversión. Ninguna referencia, por ejemplo, al
Los patojos están contentos y nosotros también contentos con Dios.
fin cristiano por antonomasia, la salvación del alma, y el destino al-
Llega uno a su casa y coce su cale y su carne. Y qué alegre está uno
ternativo del cielo y el infierno. En cambio, lo que se busca es es-
con Dios ... y los patojos alegres ... buenas comidas, carnes, cal'é, o
aunque sea otra cosa.»
tar «alegre», en la plaza, con los hijos. Bien alimentados. Sin en-
66 PEDRO Prri\RCII I NFJl)ELl(),\[)I~S INDÍGENAS 67
fermedad. Los testimonios indígenas de conversión a cualquier conversiones no duran y con altísima frecuencia los indígenas cam-
iglesia coinciden con este esquema casi palabra por palabra. En su- bian de una iglesia a otra. Más que un mosaico, parece un calei-
ma, lo que los indígenas parecen buscar en una nueva religión es lo doscopio.
que ésta ofrece para vivir con salud, prosperidad y moralidad. Pe- Por ejemplo: alguien que «no tiene religión» se hace (junto su
ro es una moralidad definida en términos culturales indígenas, no familia) católico y ejerce como catequista; dos años después se ha-
europeos. Y en una perspectiva indígena la moralidad, en lugar de ce, junto con un grupo de familias también católicas, miembro de
estar depositada en el alma, lo está en el cuerpo. Es el cuerpo lo que la iglesia presbiteriana; al año siguiente se vuelve pentecostés; al
puede y de hecho debe ser transformado. El cuerpo es resultado de cabo de cierto tiempo vuelve a beber alcohol y deja la «religión»,
una fabricación continua desde el nacimiento y sólo a una edad hasta que cinco años después se convierte en miembro de una or-
avanzada -más de cuarenta años quizá, cuando una persona es ya ganización agrarista de ideario maoísta y deja de beber; más tarde
abuelo o abuela- puede considerarse que ha adquirido la suficien- se enfrenta a sus camaradas, abandona la organización y, aprove-
te madurez para ser apreciado como un cuerpo correcto. Es una chando su experiencia, pasa a formar parte del sindicato campesi-
corrección tanto física como moral (ambas son una misma cosa): es no gubernamental. hasta que termina trabajando en una asociación
un cuerpo que debe hablar bien, vestirse adecuadamente, gesticu- de medicina tradicional indígena. En este caso se trata de alguien a
lar correctamente y alimentarse apropiadamente. Por ejemplo, co- quien conozco personalmente, pero muchísimos itinerarios indivi-
mer demasiada carne produce un cuerpo inmoral. donde el apetito duales son de este mismo tenor. Por otra parte, tampoco es raro
por la carne no es el signo de la inmoralidad sino precisamente su que las conversiones se produzcan colectivamente: de la noche a la
causa. En fin, si uno tiene que cambiar -en nuestro caso, «conver- mañana un barrio, una aldea o un municipio deja, por ejemplo, de
tirse»-, tiene que cambiar su propio cuerpo. Por el contrario, el al- ser católico y se convierte en adventista. Por lo general, las líneas
ma (o para ser más precisos, la multiplicidad de almas) viene dada de adscripción de estos cambios suelen expresar otro tipo de dife-
desde el nacimiento y no es susceptible de ser transformada en el rencias de carácter social o político. Pero estos procesos de fusión
curso de la vida; de ahí el desinterés indígena por el destino final y, sobre todo, fisión son incesantes y forman parte por así decir de
de ésta y su escepticismo ante las supuestas recompensas de la glo- la dinámica interna de la conversión. Cinco o seis años después de
ria o los castigos del infierno. Tras cinco siglos de predicación cris- constituirse, la comunidad de indígenas musulmanes de Chiapas,
tiana los indios siguen sin interesarse por esta posibilidad. que se identifica como chiíta, se dividió y una fracción se volvió
sunita.
Debe insistirse en yue, por regla general. no se trata de adhe-
AJhe,11~me,1 frtui.1itorÚz,1 siones fingidas, identificaciones estratégicas por las cuales los indí-
genas se convertirían sólo nominalmente para así obtener algún be-
La segunda singularidad, el segundo tipo de «anomalía» que neficio, fuera cual fuese, mientras seguirían voluntariamente dan-
mencionaba, se refiere a la transitoriedad de las adhesiones, que a do culto a sus «antiguos dioses». Los indígenas que se adhieren a
menudo se convierte en un verdadero nomadismo religioso. Las una nueva iglesia tratan, en la medida de sus posibilidades, de ser
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miembros fieles y fervientes. Las nuevas identificaciones son vivi- el mal mediante una modificación parcial de los procedimientos de
das con gran entusiasmo y esperanza. La identificación con una fabricación y mantenimiento del cuerpo. Si se pregunta a un indí-
iglesia o comunidad religiosa es considerada como incompatible gena por aquello que caracteriza su religión, no responderá ha-
con otras adscripciones religiosas (aunque sin duda existen relap- blando de aquello en lo que «creen» (esta religión afirma esto,
sos, especialmente respecto de las prácticas chamánicas). Pese al aquélla lo otro); ni siquiera especificando la diferencia en las acti-
lugar común etnológico de acuerdo con el cual las culturas indíge- vidades litúrgicas. En su lugar, mencionará fundamentalmente lo
nas tienden a producir rápidas síntesis religiosas, lo que suele lla- bien o relativamente bien que funciona su religión para curarse (no
marse «sincretismo», de hecho parece existir un escrupuloso res- es que las otras no curen, pero lo hacen peor) y sobre todo el tipo
peto por las formas rituales canónicas de cada iglesia. Pero una vez de restricción corporal y alimenticia que ésta les impone: qué se
que la abandonan, lo cual suele suceder tarde o temprano, parece- puede comer y beber y que no, con quién se pueden tener relacio-
ría que olvidaran todo lo que allí fueron o aprendieron. Se trata de nes sexuales, y en qué medida, cuánto dinero hay que desembolsar
algo muy diferente, pues, del «eclecticismo» religioso característico a cambio de la pertenencia, etc.
de tantas otras poblaciones de América Latina. En estos casos se Este interés «corporal» por las nuevas iglesias no debe inter-
participa ,,únu!Mneammte en varias iglesias y agencias místicas de pretarse, sin embargo, como resultado de una mentalidad utilita-
curación, como por ejemplo el catolicismo, el espiritismo y los cul- rista. En la búsqueda de nuevas religiones existe también una ge-
tos africanos, que son empleados con propósitos muy pragmáticos nuina curiosidad por conocer aquello que es diferente, nuevo y
(y donde, por lo demás, con frecuencia las prácticas no se distin- procede del afuera (por más que esta curiosidad no sea sostenida).
guen fácilmente y se mezclan barrocamente entre sí). En cambio, En la medida en que es pensada como diferente -de hecho, la an-
el mundo indígena descubre una pauta de aceptación y abandono títesis del sí mismo indígena- la cultura europea y sus religiones (o
consecutivos, sin que estos movimientos estén por cierto acompa- doctrinas) representan un valor que puede ser apropiado. Mas es-
ñados de ninguna crisis de conversión o renuncia. to no significa que lo occidental sea asimilado en sentido estricto,
sino que es mantenido diferenciado en el interior de la cultura in-
dígena, sin mezclarse (Pitarch). En una ocasión en que pregunté a
Cuidar ef cuerpo y conocer un indígena tzotzil la razón por la que cambiaba tan a menudo de
religión -lo había hecho varias veces en los últimos aífos- me res-
En todo caso, lo que parece más interesante es que estos cam- pondió: «por conocer». (Se entiende por «conocer» lo que se hace,
bios de adscripción religiosa no se producen ni remotamente por por ejemplo, cuando se visita una ciudad, y no se refiere por tanto
razones de carácter doctrinario. No es la doctrina, el contenido de a una especie de sabiduría profunda). ¿Podríamos esperar una res-
la predicación misionera, lo que interesa a los indígenas. Ni tam- puesta así de un europeo que explicara de este modo las razones de
poco son cuestiones de carácter doctrinario lo que distingue a ojos su cambio de religión o de ideas políticas? En las identificaciones
indígenas una religión de otra. En su lugar, el atractivo reside, co- religiosas indígenas hay, pues, una vocación por conocer y enta-
mo veíamos, en lo que cada comunidad religiosa ofrece para evitar blar relaciones con los extranjeros y su mundo, lo cual no deja de
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ser un rasgo bien conocido de las culturas amerindias en general. preso de una manera durable. La relación entre misioneros e indí-
Lo interesante es que el conocimiento y el establecimiento de la re- genas está guiada por una pauta bien conocida que se repite con
lación con el afuera se basen en una identificación provisional con pocas variaciones: primero, el deslumbramiento ante la atracción
el objeto de conocimiento, en una especie de mímesis. Es una acti- indígena por la nueva religión y el rapidísmo avance de las «con-
tud hacia el saber casi opuesta de la occidental. donde para cono- versiones», pues en muy breve tiempo son ganados para la Iglesia
cer se requiere de la distancia y la diferencia, que exige precisa- miles o millones de almas; después (el lapso es variable, pero no
mente objetivación («solo se conoce por diferencia»). Para unan- suele ser muy largo), la decepción al constatar la ,111¡¡¡·,.fü:ialiJaJ de
tropólogo «convertirse» a una religión para estudiarla no sólo per- la cristianización y el cansancio indígena por la novedad, a la que
judicaría su capacidad de conocerla, sino que, además, esta con- suceden las acusaciones de flaqueza y veleidad; y finalmente la
versión circunstancial no podría considerarse en rigor como tal. postura desengañada y el intento de alcanzar con los indios un 1110-
Pero, como veremos, para los indígenas identificarse no es creer en dw ,•il'fluJi aceptable para ambas partes.
aquello con lo que uno se identifica. En un ensayo que trata precisamente sobre la atracción de los
Así pues: interés por «transformar» el cuerpo, no el alma, y una tupinambas del siglo XVI por la religión cristiana - y en el que me
adhesión religiosa intensa aunque transitoria, impulsada en parte he inspirado muy directamente-, Viveiros de Castro cita al jesuita
por un genuino interés por conocer e incorporar fragmentos del Antonio Vieira, quien, en cuestiones relativas a la doctrina de la fe,
mundo de fuera. Para nuestro sentido común occidental todo esto distingue dos tipos de naciones. Unas que son naturalmente duras,
puede parecer un poco extraño. Damos por supuesto que el cam- tenaces y constantes; se defienden, se obstinan, argumentan, repli-
bio religioso es el resultado de una crisis en la que las creencias tra- can, incluso recurren a las armas; pero una vez que se han rendido
dicionales se vuelven inservibles o al menos insuficientes, y este y aceptan la fe, se mantienen en ella firmes y constantes. Son --dice
cambio supone en cierto modo también una traición, una úz/1,)e!i- Vieira- como estatuas de mármol, que, una vez terminadas, no re-
JaJ. Pero lo que nos muestra el mundo indígena americano es un quieren de más trabajo. En cambio hay otras naciones, como los in-
tipo de cultura que impele a la conversión y reconversión incesan- dios del Brasil, que aceptan todo lo que se les dice con gran facili-
te, y que aquello que llamamos infidelidad es en realidad una par- dad y docilidad, sin argumentar, sin dudar, sin resistir; pero son in-
te integrante de su sí mismo, del modo indígena de ser. constantes e indiferentes a la fe. Son como estatuas de mirto, que,
sin las tijeras de podar del jardinero, pierden su nueva apariencia y
vuelven a su brutalidad antigua y natural. Según Vieira, la dificul-
La J{tát!taJ de creer tad para la conversión no reside en unas creencias dogmáticas, sino
en la ausencia de dogma: los tupinambas son incapaces de creer.
La historia de la relación entre indígenas y europeos, desde el Esta dificultad para creer, o más bien, esta indiferencia por «es-
siglo XVI hasta el presente, está recorrida por este modo. En lugar tar en lo cierto», me parece un aspecto clave para entender la re-
de resistirse a la predicación y la conversión, los indios se muestran lación de los indígenas tanto con su propia cultura como con las
atraídos por ella, pero este interés resulta incapaz de quedar im- «ideologías» europeas. La creencia se basa en prestar asentimiento
72 PEDRO P ITr\RCI I INFlllELIDADES INDÍGENAS 73

firme a algo considerándolo como una verdad indudable. Pero los Las palabras antiguas -que relatan asuntos como la aparición del
indígenas parece tener muy poco _qu,,to por la verdad, o, mejor di- sol, los matrimonios entre animales y seres humanos, u hombres
cho, no tener necesidad de esta noción. Ya hemos visto cómo las que se convierten en mujeres y viceversa- reflejan un tipo de exis-
cuestiones doctrinarias no despiertan ningún interés entre los con- tencia virtual. Lo virtual, como lo actual, es totalmente real en el
versos; pero más extravagante resulta todavía que éstas se plan- sentido de que no se encuentra solamente en el ámbito Je lo posi-
teen en términos de certeza: la existencia de un Dios verdadero (o ble (Deleuze). Desde un punto de vista indígena, lo que posee va-
falso), de una religión verdadera, de unas palabras verdaderas. No lor es que el relato de la aparición del sol e:l'1:1te, ha llegado hasta
es que las otras religiones estén también en lo cierto, aunque sea nosotros. Pero esta realidad no guarda ninguna relación con la
sólo en parte: es que no hay verdad. Si por religión entendemos un verdad: que posea existencia, que sea real, nada tiene que ver con
conjunto de creencias sobre lo sagrado, la certeza de lo sagrado, los que la narración sea verdadera o falsa, cuestión que es implantea-
indígenas no tienen propiamente una religión. ble. En este sentido podemos ver las conversiones y cambios reli-
El paralelo con la narrativa puede servir de ejemplo. Como sa- giosos indígenas, y en general su relación con las ideologías euro-
bemos, la distinción europea de los géneros narrativos está en bue- peas, como una continua actualización de nuevas virtu¿didades.
na medida organizada en torno a si aquello que cuentan es verda- Puede objetarse que la distinción que estoy trazando entre ame-
dero o ficticio: la historia es verdadera, los mitos son una ficción. rind Íos y europeos se corresponde en el fondo con la distinción más
Fue conforme a este criterio, por ejemplo, como los españoles del general entre paganismo y cristianismo (o religiones del libro), y
siglo XVI juzgaron los relatos indígenas sobre su pasado, para con- seguramente hay algo de esto. Como se ha señalado a veces, la
cluir, desconcertados e irritados, que éstos mezclaban sin ningún cuestión de la verdad figura como uno de los rasgos que distinguen
orden acontecimientos verdaderos o verosímiles (historia) con el mundo clásico del cristiano. Con todo, tengo la impresión de que
otros totalmente increíbles a los que llamaron fábulas -« una na- lo que diferencia a uno de otro es más bien una cuestión de grado:
rración artificiosa, inventada para deleitar y entretener, de cosas la verdad cristiana es absoluta y excluyente, mientras que las «pa-
que ni son verdad ni sombra de ella»- y que equivalen a lo que ganas» en realidad son sólo verdades relativas, más o menos tole-
ahora designamos como «mitos» (Gutiérrez Estévez). Pero la rela- rantes. Después de todo, la distinción entre el mito y la historia, en-
ción de los indígenas con su narrativa es muy diferente. Como pue- tre un relato ficticio y uno verdadero, es una distinción griega. En
de suponerse, la cuestión de si los relatos son verdaderos o no es cambio, algo hay en verdad singular en las culturas amerindias -y
una pregunta desprovista de sentido. En lugar de clasificar los gé- quizá en otros lugares del mundo, aunque no deben Je ser mu-
neros verbales en términos de su grado de veredicción, el princi- chos- como para que la verdad no es que sea relativa, sino que es-
pal organizador es su grado de antigüedad. Y, en efecto, por todo té ausente como problema, que no haya crédulos ni escépticos, que
el mundo indígena de México y Guatemala, ahora como en el pa- no puedan existir controversias religiosas o doctrinarias porque no
sado, el lenguaje se divide principalmente en «palabras antiguas» hay una verdad susceptible de ser discutida. Tenemos un ejemplo
y «palabras nuevas». Todas ellas refieren hechos reales, pero, por de esto último en el célebre coloquio, primero y último, de 1524 or-
así decir, poseen un grado de realidad cualitativamente distinto. ganizado en México por los franciscanos para debatir con los no-
74 PEDRO P1T1\RCI I I Nl'll)ELll )¡\[ lES lNllÍCENAS 75

tables indígenas sobre la verdadera fe, y en el curso del cual estos mismo sentido en que un relato fiel es un relato verídico, y vice-
últimos aceptaron todos las razones cristianas, entre ellas la exis- versa. Para los indígenas, en cambio, la identidad no es un valor:
tencia de un solo Dios verdadero, aunque al terminar observaran viven alternándose y mudando, para vivir mejor, pero también (o
que a pesar de todo no podían abandonar a sus antiguos dioses. A quizá precisamente por eso) para probar batiendo nuevas posibi-
diferencia de lo que sucedió en América, en lugares como A.frica, lidades, como si la mismidad sólo se pudiera soportar en pequeñas
la India o el Japón la predicación cristiana encontró en un primer dosis. 1\i1.as esa «conversión» provisional e incesante raramente
momento una fuerte resistencia local, pero a pesar de ello, o justa- acaba por producir una transformación irreversible. U no de los
mente por ello, pasado cierto tiempo, allí donde la misión tuvo éxi- efectos de este juego es precisamente producir una correosa con-
to éste fue un éxito durable -cincelado en mármol, por seguir con tinuidad que descubre la otra cara de la infidelidad, un tipo de
la metáfora de Vieira. En cambio, un buen indicio de esta apatía persistencia cultural que explica también la reputación indígena
ideológica de los indios es la escasez, por no decir ausencia, de de obstinación y contumacia. Un aspecto existe por el otro.
mártires que han aportado a la cosecha cristiana. Hace poco, cuan- Esta diferente actitud hacia la «alteridad,, se revela con nitidez,
do la iglesia católica mexicana se puso a buscar mártires indígenas por ejemplo, en la relación con lo que llamaríamos estados no or-
para ser canonizados por el Papa en una visita a J\1éxico, sólo en- dinarios de conciencia, el sueño, las alucinaciones inducidas por
contró a unos niños que en el siglo XVI, exhortados por los frailes, drogas, etc. Allí donde la cultura europea siente disgusto y miedo
habían denunciado a sus padres y mayores por practicar la idola- por las alteraciones de «identidad» que producen ciertas sustancias
tría y a consecuencia de ello fueron asesinados, «martirizados». hasta llegar a prohibir sistemáticamente su consumo, los indígenas
americanos se complacen en constatar que el yo habita otros luga-
res con otras identidades y en unas coordenadas de tiempo y espa-
[JentúJaJ y cambúJ cio distintas e inestables. Pero en realidad esta actitud es algo que
recorre toda la cultura indígena y en ella figura el viaje a las ideas,
La imposibilidad de comprometerse con la «verdad» es lo que teorías, doctrinas del mundo europeo. Me pregunto si en esa trans-
produce eso que entendemos como «infidelidad», o, más bien, una formación corporal que hemos visto antes entre los conversos no
fidelidad transitoria. Y esto a su vez complica enormemente la está implicada la tentativa de acceder a un punto de vista distinto,
idea de identidad. Desde un punto de vista europeo, obsesionado el de las religiones cristianas. Como quiera que sea, si los indios se
por la identidad, estos continuos cambios indígenas de adhesión interesan en actualizar esos distintos tipos de virtualiJaJcs no es
producen un extraño desconcierto; porque para nosotros lo inde- para encontrar en ellos la verdad o su auténtico yo - cualquier in-
bido es no guardar fidelidad -aquello que asegura la identidad- a dígena sabe que el yo es siempre ajeno a sí mismo-, sino para mul-
la familia, a la patria, a nuestras ideas políticas, a nuestras convic- tiplicar y experimentar los puntos de vista: «por conocer».
ciones religiosas, a lo que sea. El cambio de adhesión es interpre-
tado como una crisis y una tran1J;1r111acú.í11. Jv1antenernos fieles es P. P.
mantenernos idénticos a nosotros mismos, a nuestra verdad, en el

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