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FÚTBOL, TEATRO Y NAVES ESPACIALES

Sobre Astronautas (Teatro de la Universidad del Pacífico)

Cartelera nacional

Estamos a punto de emprender una travesía de ensueño: iremos al mundial de


futbol. Mal que bien, la más grande utopía nacional se ha materializado en medio
de un panorama desalentador de la política y economía peruana. Es difícil escapar
de esta burbuja. Está presente en varios aspectos de nuestra cotidianidad y el arte
no ha quedado exento al despertar nacionalista, directa o indirectamente, explicita
e implícitamente, consciente o inconscientemente. La agenda cultural muestra un
aumento de espectáculos enmarcados bajo esta temática futbol-nacionalista y si
nos ponemos a especular, otra vez mal que bien, tal vez venga acompañada de
un aumento del consumo cultural. Solo una distancia temporal de este fenómeno
en un futuro aclarará el contexto social que ha determinado esta hazaña
deportiva. Sin embargo, podemos comentar nuestra sensación del presente a
través de y precisamente, el teatro. Micro obras dedicados a la fiebre mundialista,
la memoria de cantantes criollos que despiertan o atizan nuestra identidad
nacional o tal vez obras relacionadas al trabajo colectivo y el optimismo de hacer
nuestros sueños realidad, son algunas de las propuestas que podemos encontrar
en nuestra cartela.

Astronautas, dirigida por Jorge Castro, escrita como producto de un laboratorio


de cuatro dramaturgos (Mateo Chiarella, Héctor Gálvez, Gino Luque y Gerardo
Ruiz Miñán) y puesta en la Universidad del Pacifico, está contextualizada
hilarantemente en el “Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada” presidida
por Juan Velasco Alvarado (1968). Tres personajes especiales son convocados para
una misión secreta impulsada por el nuevo y flamante gobierno. Se trata de llegar
a la Luna antes que nadie y los designados para esta tarea son un capitán FAP
denominado para la misión “Ayar Manco” (Eduardo Camino), un comando del
ejército, “Ayar Uchu” (Óscar Meza) y un astrónomo matemático “Ayar Cachi”
(Manuel Gold), quienes a bordo del “Tumi II” deben lograr la más grande hazaña
de la historia peruana.

Desobedecer a Velasco

El argumento es increíble e inteligentemente acompañado por el soporte


documental proyectado entre los cambios de escena. El núcleo del conflicto es la
convivencia de las idiosincrasias a lo largo de la misión. Aquí el texto se vuelve
interesante porque aborda las disputas, resentimientos e imaginarios sobre la
clase y etnia representados en los estereotipos que genera cada personaje: un
criollo, un indígena y un occidental. De ninguna manera pretende generar una
discusión particular sobre el velascato ni mucho menos discutir sus errores o
aciertos. Pero su contextualización, la “peruanización” que emprendió el gobierno
de Velasco en las estructuras materiales y sobre todo simbólicas, es la base de
esta comedia. La peruanidad es releída desde el paradigma contemporáneo de la
pluriculturalidad y la interculturalidad propia de fin del siglo XX y del nuevo siglo
XXI rebasando la idea nacionalista puesta en el indio (campesino) de Velasco. El
objetivo casi imposible de llegar a la Luna es factible si ningún tripulante de la
nave está por encima del otro, si todos mantienen una relación igualitaria
comprendiendo la importancia de cada uno. Por eso deciden desobedecer las
órdenes del gobierno que había designado a “Ayar Uchu” ser el primer hombre
de la tierra en pisar suelo lunar por sus características indígenas. La escena final
tiene una carga enormemente emotiva y cívica: son los tres los que al mismo
tiempo ponen el pie en el satélite terrestre mientras la bandera peruana
representa la posibilidad de grandezas del país.

A destacar

En el teatro todo es posible, incluso llegar a Luna. Debe destacarse la versatilidad


del manejo de elementos escenográficos y el trabajo en miniatura para generar la
alusión e ilusión de estar fuera de órbita. La música extraterrestre y el buen uso
de los recursos luminotécnicos están planteados a razón de una estética espacial
modesta, pero al mismo tiempo irreverente. ¿A caso no podemos apoderarnos
del género de la ciencia ficción (género propio de los países hegemónicos) y
hacerla a nuestra propia manera?, es una pregunta imaginaria que también nace
de la propuesta de Castro, lo que trasciende el plano estético y plantea
eminentemente una cuestión política: ¿cuál sería esa manera?

Por otro lado, la larga duración de la obra (100 minutos) es demasiado para la
historia que no presenta una trama complicada y compleja. Por momentos la
redundancia de acciones en relación a los avatares del viaje y los detalles del
mismo que pasan a segundo plano vuelven lento y evidente el desenlace, lo cual
cansa al espectador en los últimos minutos de la puesta en escena.

Once contra once

El futbol es el deporte donde las clases, etnias, idiomas y diferencias políticas


quedan de lado. De ahí su enorme afición y su potencia utópica. En la “cancha”
son once contra once, no hay ventajas para nadie. Clasificar al mundial no solo
significa estar en los ojos del mundo, sino también poder competir con las grandes
potencias, estar a su altura y por qué no, ganarles. Esos tres astronautas son los
once jugadores peruanos que irán a Rusia, un país tan lejano como la Luna, a
soñar con hacer posible la más grande hazaña de la historia peruana. Tal vez no
sea casualidad, que la obra se haya vuelto a repensar después de un montaje
inicial en el 2011.

Pero el panorama que dibuja Astronautas puede ser reducido: una vez resueltos
nuestros conflictos como miembros de una nación: ¿con quién competimos? ¿¿
quiénes son esos otros que intentamos dejar atrás para llegar primeros? La obra,
como la Luna puede tener un lado oscuro. La última ola migratoria de ciudadanos
venezolanos, un fenómeno que por primera vez experimenta el Perú tras una
relativa estabilidad democrática, ha generado múltiples sentimientos e
imaginarios en torno a nuestros huéspedes que van desde cordiales bienvenidas
y muestras de apoyo hasta el rechazo y el menosprecio acompañados de la
sensación de estrechez o ahogamiento territorial. ¿También hay espacio para ellos
en nuestra nave espacial?
Al otro lado

Durante este mes, curiosamente, está de temporada en Argentina una obra


homónima de la Compañía Teatro Futuro. Astronautas escrita y dirigida por
Mariano Tenconi, es una producción argentino-chilena que fue estrenada en el
último festival Santiago A Mil donde tuve la oportunidad asistir. El argumento, más
despegado de la realidad, es igual de inteligente y mantiene muchos esquemas
paralelos con la obra de Castro. Es el año 2618 y luego de la Tercera Guerra
Mundial, Sudamérica se proclama como nueva potencia hegemónica tras el ocaso
de occidente. Para consagrar su flamante poderío decide enviar una nave al
planeta Betelgeuse pero lamentablemente se accidenta y aterriza en otro
desconocido. Las tripulantes a bordo, “Brillante” y “Forever”, argentina y chilena
respectivamente, además del cadáver de otro astronauta brasileño, deben dejar
atrás sus diferencias y egos para aprender a sobrevivir y convivir en medio de la
incertidumbre de estar varados. El mensaje es potente: una solidaridad extra-
nacional donde no hay un “otro” extranjero, donde más allá de pertenecer a una
nación, pertenecemos a un lado del mundo. Hermoso, el público chileno de la
sala aplaude largamente a los actores y el director y más que eso, celebran el
entusiasmo de confraternidad de los países desarrollados del cono sur. Pero esa
Sudamérica me parecía muy pequeña. No pude disfrutar de la fiesta. Yo sin duda
estaba fuera de esa nave.

¿Algún día construiremos una nave los suficientemente grande para todos? El
mapa ha empezado a ampliarse.

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