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ENSAYOS TEOLÓGICOS
Resumen
Se revisan dos lecturas del cantar, una exegética, feminista y subversiva y otra
hermenéutica, alegórica y centrada en el lector. Al final se propone un matiz interpretativo
en el contexto de la comunidad y la pareja.
Introducción
Filosofía, poesía y religión hablan de distinta forma del amor. No son escasos sus
encuentros en la historia del pensamiento. En algunos se han entretejido de tal manera que
han formado una amalgama indisoluble. Es constitutivo de la primera su pretensión de
universalidad, abstracción y argumentación, de la segunda lo particular y la inusual
hermosura del decir, de la tercera la trascendencia. El texto Pensar la Biblia es el esfuerzo
de dos disciplinas por dialogar a partir de algunos de los grandes textos de las Escrituras
judeo-cristianas. Es el caso del Cantar de los cantares. Texto sobresaliente porque coloca
en el centro de la triada formada por filosofía, poesía y religión, a la poesía lírica amorosa.
En el prefacio a cuatro manos del libro al que me he referido André LaCocque y
Paul Ricoeur indican el camino que puede seguir un acercamiento a las Escrituras que sea
propicio a la filosofía. Una vez descartado el ámbito de la teología, en el que se entrecruzan
inescrutablemente el pensamiento bíblico y la especulación filosófica griega, el hermeneuta
encuentra en los géneros literarios, una manera de pensar la Biblia. En el rico mosaico de
géneros propios de las Escrituras, señalo, entre otros al narrativo, el prescriptivo, el
oracular, y el apocalíptico, ocupa un lugar preponderante el género poético. La poesía lírica
tiene en la Biblia un único representante que se ha bastado para ser calificado como una de
las cumbres de la poesía amorosa universal, el Cantar de los cantares, también llamado
Cantar entre cantares. José Emilio Pacheco lo dice así: “Ningún poema tan célebre como el
Cantar de los cantares, el Cántico Canticorum, […] No existe un texto más misterioso ni
más fecundo en las lenguas europeas.”1
1
Pacheco, J., El Cantar de los cantares, una aproximación de José Emilio Pacheco. p. 7
3
2
LaCocque, André. “La Sulamita” en Pensar la Biblia, Estudios exegéticos y hermenéuticos, pp. 245-273
3
Ricoeur, Paul. “La metáfora nupcial” en Pensar la Biblia, Estudios exegéticos y hermenéuticos. pp. 275-311
4
Op cit, p. 12
4
Exégesis y hermenéutica
Antes de exponer la hipótesis subversiva de LaCocque, me parece oportuno dar
cabida a las precisiones metodológicas que hacen los propios autores.
Es obvio que exégesis y hermenéutica son disciplinas diferenciadas, con propósitos
y métodos distintivos a cada una de ellas, pero tradicionalmente complementarias en la
historia de los estudios de la literatura bíblica. La exégesis, por su parte, busca lo que está
detrás del texto, su pasado, su arqueología; la hermenéutica mira hacia la teleología, lo que
está delante. Estas diferencias, sin embargo, no deben ser vistas como antinomias en los
estudios de Ricoeur y LaCocque, ya que ambos leyeron sus textos y tomaron en cuenta por
parte de la hermenéutica el papel de la lectura y de la exégesis el carácter específico de los
textos bíblicos y la originalidad del modo de pensar de los hebreos.
Los autores señalan que si bien la exégesis de LaCocque sigue los lineamientos y las
presuposiciones del método histórico crítico, incorpora adicionalmente el primer plano del
texto o su historia tradicional, esta modificación de su método exegético le permite
considerar los modos o maneras como ha sido recibido el texto. La relación del texto con su
primer plano, proporciona tres factores de lectura a considerar. En primer lugar la
autonomía que se le confiere al texto, hace posible que su interpretación quede liberada de
la preocupación de recuperar las intenciones del autor y entiende el sentido del texto como
fruto de una intersección entre las propias constricciones del texto con las expectativas de
comunidades de lectura. El segundo factor es la historia subsiguiente, la trayectoria que
sufre el texto, cuyo origen se tiene en el texto mismo pero que se recibe en una o varias
tradiciones. La tercera consideración es la conexión entre el texto y una comunidad viva,
que lo recibe como una palabra nueva. Es decir, si bien el texto fija, no se encasilla en la
5
retrospección, el exegeta considera el dinamismo del texto para dar seguimiento a su curso
y trayectoria.
Otra consideración importante es que la autonomía del texto se da en relación a su
autor, pero no a su audiencia. El texto existe gracias a la comunidad, su propósito es dar
forma a la comunidad, los textos se redactan por la necesidad de una comunidad viva.
Una última observación de carácter metodológico sobre la tarea del exegeta es el
reconocimiento de la polisemia del texto. Tener presente la historia de la recepción del
texto obliga a la exégesis a ser respetuosa de la irreducible pluralidad del texto. De tal
manera que la plurivalencia del texto y una pluralidad de lecturas son fenómenos
relacionados.5
Por su parte, la hermenéutica establece como hipótesis de trabajo que los géneros
literarios son formas de discurso que hacen surgir pensamiento filosófico. Para el
hermeneuta las Escrituras están constituidas por un grupo totalmente nuevo de textos, que
no pueden ser considerados ni descriptivos ni explicativos, se trata de un tipo de discurso en
el que el lenguaje metafórico de la poesía es el equivalente secular más cercano. También
es inédita la relación que estos textos establecen con sus comunidades históricas, dibujando
un círculo hermenéutico que consiste en que la comunidad se interpreta a sí misma
interpretando los textos. Éstos tienen una función fundacional y la comunidad la condición
de fundada. El texto fundador enseña y la comunidad recibe la enseñanza. La tarea del
hermeneuta le introduce en este círculo hermenéutico, aunque su ingreso no le obliga a
creer, si a tomar la vía de la de la imaginación y la simpatía.
Finalmente, vale la pena señalar dos acotaciones más de los autores. La primera, la
importancia de mantener presente en la labor hermenéutica la significativa aportación de la
recepción griega de los textos bíblicos y no caer en la tentación de menospreciarlos o
deconstruirlos. La segunda, reconocer que la exégesis abre el camino de la hermenéutica de
dos maneras: la dialéctica entre retrospección y prospección y la aportación de la tipología
vinculada al método histórico crítico que abre una vía a la reflexión filosófica más allá de
los límites del canon. Esta vía permitiría, en el caso del Cantar, una meditación sobre la
dialéctica del amor y la justicia6.
5
Ibid, p. 17
6
Ibid, p. 20
6
7
Pacheco, José Emilio, Op cit, p. 7
8
Ibid, pp. 9 - 11
9
LaCocque, André, p. 250
7
10
Ibid p. 261
8
¡Muchachas de Jerusalén,
por las ciervas y las gacelas de los campos,
os conjuro, que no vayáis a molestar,
que no despertéis al amor,
hasta que él quiera.
Dice: “las fórmulas de conjuro parodian el lenguaje religioso y hacen broma de él”11
En el mismo sentido el autor cita los textos 2:17 y 6:12, que él mismo llama crux
interpretum. Al final del análisis de sus textos de prueba, LaCocque escribe: “La
conclusión de este análisis textual vale para todo el libro del Cantar de los cantares.
Estamos en un escenario de total irreverencia. La autora usa irónicamente expresiones que
se habían convertido en “sagradas” en su contexto yahvista12. Simplemente a la luz de la
interpretación de LaCocque, el Cantar es una celebración del amor puro y simple, el amor
fiel y completamente íntegro, como una reflexión de la alianza entre lo divino y lo humano.
El amor humano es un reflejo del amor divino.
11
Ibid, p. 265
12
Ibid, p. 272
13
Ricoeur, Paul. Ibid, pp. 275-311
9
Las consideraciones del autor sobre el sentido obvio del texto inician con la
observación de la confusión que se da en el método histórico crítico al hacer equivalentes el
verdadero significado pretendido por el autor y el significado original. Este método consiste
en tres historias de la escritura de un texto: la de las fuentes, la de la composición y la
historia de la redacción. La exégesis histórico – crítica se ocupa de determinar el origen del
texto, identificando al autor, la fecha en que fue escrito, el marco original y la naturaleza de
su audiencia o sus destinatarios. Esta estrategia de investigación está bien ejemplificada en
el ensayo de André LaCocque, en el que argumenta y busca sustentar su hipótesis de la
autoría de una mujer con un propósito subversivo. Ricoeur señala que LaCocque cambia su
énfasis de la fidelidad de este amor a su expresión fuera de los cánones sociales a partir de
14
La pretensión literal de las traducciones de Fray Luis de León son ampliamente documentadas en los libros
de José Ramón Alcántara Mejía. La escondida senda: poética y hermenéutica en la obra castellana de Fray
Luis peleón. Universidad Iberoamericana. México: 2003, pp. 13ss, y de Daniel Nahson, Amor sensual por el
cielo, la exposición del Cantar de los Cantares de Fray Luis de León, Iberoamericana / Vervuert. Madrid:
2006, pp. 63ss
15
Ricoeur, Ibid. p. 277
10
su afirmación de que el Cantar fue escrito por una mujer. Y que esta lectura podría entrar en
provechosa disputa con otras interpretaciones si renuncia a su pretensión de afirmar que
esta corresponde con el propósito original del autor. Al presuponer que el verdadero
significado y el significado original son equivalentes, la tarea que realiza la exégesis es un
análisis minucioso del texto para que encaje dicha pretensión original. Esta pretensión de
propósito original postula a la coherencia como el criterio epistemológico que valida la
adecuación de cualquier comentario. El propósito de identificar el significado original del
texto, es coincidente también en los intérpretes alegóricos modernos.
Como he señalado, Ricoeur pretenderá demostrar que es posible otro resultado,
construido sobre la interpretación alegórica antigua tomando como base una historia de la
lectura y la recepción del texto, que resitúa a estas interpretaciones en otra categoría
epistemológica, distinta a la que se implica en significado verdadero.
Para Ricoeur, el Cantar tiene rasgos que lo mantienen abierto a una pluralidad de
interpretaciones, entre las que se cuentan las lecturas alegóricas. También cabe la
interpretación de LaCocque como un amor sin referencia a la institución del matrimonio;
pero encaja menos bien con la intención subversiva, basada en textos de difícil
interpretación. Las ironías interpretadas como subversivas por LaCocque, son, para
Ricoeur, parte de la metáfora que permite poner al Cantar por encima de un contexto
sociocultural. El efecto, no intención, es que descontextualiza el amor erótico, lo hace
accesible a una pluralidad de lecturas compatibles con el sentido obvio del texto, en cuanto
poema erótico.
La propuesta de Ricoeur consiste en reservar la frase “vínculo nupcial” para
designar ese amor libre y fiel, sin que sea obligadamente “matrimonial”. Los indicios de lo
nupcial están en todos los rasgos metafóricos que tienen que ver con lo erótico, incluso al
nivel del sentido obvio del texto16. El constitutivo metafórico bloquea cualquier
investigación acerca del sentido unívoco, original e intencional.
La investigación de Ricoeur reconoce tres rasgos característicos del Cantar. En
primer lugar los rasgos de indeterminación relacionados con la identificación de personajes,
lugares, tiempos y hasta emociones y acciones. En segundo lugar señala los rasgos de los
movimientos de amor, indiferentes a ser atribuidos a los personajes, y por último subraya la
16
Ibid, p. 278
11
El segundo rasgo es la primacía de los movimientos del amor sobre las identidades
individuales. Ricoeur toma de Orígenes, el amor como un tipo de movimiento18. Veamos.
Hay movimientos en el espacio, esta movilidad es la señal de un juego, el juego del deseo,
de dos deseos que se mezclan. En los juegos de distancia resaltan los momentos de mutua
posesión, que el poema evoca. Tal vez la posesión se consuma en el 5:1 o 6:3; pero se
canta, no se describe:
He entrado ya en mi jardín, hermana y novia mía,
y en él recojo mirra y bálsamo;
allí me sacio del panal y de su miel.
Allí me embriago de vino y leche;
¡todo esto me pertenece!
17
Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, Pp 645-651
18
Ricoeur, Paul. Ibid. p. 280
12
El autor señala que la propia forma literaria del poema contribuye a la liberación de
lo nupcial con relación a lo erótico. Es el efecto de sublimación de las metáforas sobre el
cuerpo. Siguiendo a Robert Alter, observa que este tipo de liberación se produce a través
del juego verbal, de entretejer juntas estas metáforas puestas a la vista en su referente
corporal último. El juego verbal mismo tiende a separar la red de metáforas de su soporte
corporal. La referencia sexual no es abolida, sino es puesta en suspenso, precisamente como
referente. El juego verbal se convierte en una fuente autónoma de placer. La sublimación
poética, la red metafórica liberada de todo apego realista queda disponible para otras
“inversiones”19
Por medio de los procedimientos literarios de indeterminación y metaforización se
introduce distancia de significado entre lo nupcial y lo sexual y queda así establecido el
19
Ibid, p. 283
13
camino para entender lo nupcial como analogon para otras configuraciones del amor
distintas del amor erótico.
Lo dicho hasta aquí es compatible con la hipótesis de LaCocque. Ricoeur afirma que
la distinción entre nupcial y matrimonial es convergente con la propuesta del exégeta del
amor libre y fiel, versus la apología del matrimonio de Proverbios y la Ley. También ve
compatibilidad con la ironía, que es como la metáfora, un medio retórico de alabanza. No
da el paso Ricoeur a la burla ni a lo subversivo. La subversión le parece más propia de un
alegato, que de una celebración gozosa y libre.
Por último, en su discusión sobre el sentido del texto, Ricoeur hace frente a las
afirmaciones de LeCocque sobre lo irreverente, y hasta sutilmente blasfemo, de ciertas
expresiones del Cantar. La objeción de Ricoeur es que LaCocque utiliza como textos de
prueba frases opacas, de difícil traducción e interpretación. Y aunque se reconoce limitado
exegéticamente para descalificar los argumentos de LaCocque, afirma que pierden su
carácter unilateralmente subversivo si se sitúan en el contexto general metafórico del
poema. Es el caso de los textos que mencionan al arca de la alianza. Es una dinámica de
des-metaforizar y re-metaforizar, partiendo de la metáfora a la luz de lo nupcial20.
Una vez establecido que lo nupcial es el sentido obvio del texto, Ricoeur se detiene
en algunos fragmentos de una historia de la lectura del Cantar de los cantares. Este
movimiento hermenéutico es clave en su hipótesis, ya que pasa del terreno del texto al del
lector.
La historia de la lectura del Cantar es múltiple y floreciente en el marco de una
teoría de la recepción del texto. El autor identifica cuatro momentos significativos de esta
historia: Transferencia analógica, tipología y analogía, el comentario alegórico moderno y
el cambio en el lector.
La transferencia analógica pertenece a la patrística en la que no se buscaba la
intencionalidad del autor. Son claros representantes de esta época las citaciones o paráfrasis
y los himnos. En las primeras se da un intercambio de sentidos, efectos amplificados de
lectura, entre el texto que realiza la cita y el texto que es citado. El criterio epistemológico
en la transferencia analógica es el de reutilización. Esta es factible cuando emerge una
20
Ibid, p. 285
14
nueva situación del discurso distinta del marco original del poema bíblico. Es el caso del
culto, la liturgia, la meditación, la plegaria y el estudio. La transferencia analógica surge del
uso del texto y no ante todo de su explicación. Se crea un nuevo significado que queda
inscrito en el texto dentro de una tradición de lectura. Los recursos literarios que se han
utilizado son la alegoría y antes que ella también la analogía o el uso de correspondencias.
El caso de la liturgia es el más esclarecedor. Un lugar privilegiado para la reproducción del
texto, en el que los participantes adoptan un nuevo movimiento de implicación y
compromiso. La liturgia bautismal, ejemplo de distancia en el uso del texto se llena con el
significado nupcial de la iniciación cristiana. Se produce un intercambio entre el rito y el
poema. El Cantar es intérprete del rito bautismal, antes de entregarse el mismo a la
interpretación. En el rito se interpreta el pueblo creyente al ser invitado a ponerse en el
lugar de la amada. La distancia entre dos situaciones de discurso se supera mediante la
afinidad entre el nivel temático: heridas de amor, buscarse; el vocabulario mismo: besar,
tocar, abrazar y las actitudes. De la asunción de actitudes, temas y palabras nace lo que
Ricoeur denomina la unidad analógica de las figuras del vínculo nupcial.
El segundo paso de esta historia se da entre la tipología y la alegoría, sus géneros
son la homilía y los comentarios propiamente dichos sobre los textos bíblicos. Orígenes fue
el creador de la exégesis alegórica. Su acercamiento al Cantar se da a través de un
hexamerón tipológico, la distancia es aquí una ascensión mística, en la que el Cantar
significaría el Lugar Santísimo. La alegoría establece una oposición entre el amor carnal y
el amor espiritual. La reinscripción tipológica equilibra la distancia existencial entre ambas
maneras de amor y hace posible que el Cantar se asuma en el lenguaje cristiano. El alma
herida por la palabra se expresa mediante los movimientos del Cantar de los cantares. La
trascendencia del amor espiritual se compensa con una semejanza, con el auxilio de la
tipología de Pablo entre las dos alianzas. Pero hasta aquí aun no estamos en el ámbito del
comentario, es decir, en la relación de un sentido con otro en el que el lector no está
implicado. Es en la asonancia de palabras, como un ejercicio arbitrario, (no en la similitud
de situaciones) en una obra que se considera indivisible y coherente, en la que nacerá el
comentario. Se considera que el sentido espiritual es el pretendido por el autor, identificado
por el Espíritu Santo y el comentario ya no se entenderá como un efecto de lectura, estamos
15
21
Ibid, p. 292
16
búsqueda del sentido original y el triunfo del sentido erótico son parte de la historia de la
lectura. La lectura subversiva de LaCocque es también típicamente moderna22
22
Ibid, p. 303
23
Los libros sagrados, I. Pentateuco, Génesis y Éxodo. p. 29
24
El Cantar de los cantares. Los libros Sagrados Volumen X, Ediciones Cristiandad
18
otro contexto de uso, pierde lo erótico. La metáfora nupcial trabaja en el ver como tanto en
los profetas como en el Cantar.
La lectura de Ricoeur le da un alcance más amplio a la alegoría. Considera las
diversas regiones originales del amor, cada una con su juego simbólico. Por un lado el
amor divino, instalado en la alianza y por otro, el amor humano, instalado en el vínculo
erótico y en sus metáforas originales que transforma el cuerpo a algo parecido a un paisaje.
De ahí se constituye el decir de otra manera que es la alegoría. La fuerza del amor es capaz
de moverse en ambos sentidos en la espiral descendente y ascendente de la metáfora,
consiguiendo que cada nivel de inserción emocional del amor signifique e intersignifique
con cualquier otro nivel26. Un texto ejerce una acción correctora sobre el otro. Un efecto
retroactivo del Cantar sobre los otros textos proféticos. La reinterpretación de los textos
proféticos a la luz del Cantar sólo puede ponerse en marcha a través de un verdadero paso
al límite, al final del cual la religión ética avanza hacia la religión mística.
Ricoeur concluye su ensayo reconsiderando los aspectos metodológicos que han
estado presentes a lo largo de toda la discusión. Afirma que para una lectura de intersección
los siguientes argumentos pierden su relevancia: En primer lugar, tanto los que están a
favor como en contra del sentido alegórico y de la verdadera intensión del autor o autora;
en segundo lugar, los argumentos que advierten sobre la frontera entre el género profético y
el sapiencial, ya que la intertextualidad se da dentro del marco canónico; en tercer lugar el
cambio de significado en la alianza entre Yhwh y su pueblo, su propuesta propicia la
libertad de moverse entre los escritos bíblicos, más allá de la preocupación por influencias
y filiaciones. Es el caso de la intersección de los escritos del Nuevo y Antiguo Testamentos
que recogen la metáfora y que hacen posible la proyección de unos sobre otros. Las figuras
amorosas se cruzan en un punto virtual de intersección que Ricoeur ha llamado nupcial. Es
un efecto de lectura procedente de la intersección de textos, la raíz oculta del gran juego
metafórico que hace que las figuras del amor puedan remitirse unas a otras.
26
Ibid, p. 309
20
Si es un Canto, Cantares debe ser interpretado y escuchado. Es sabido que los judíos
leían la Torá en voz alta y que el Cantar también era leído en el contexto de sus fiestas. No
es descabellado, entonces, seguir la propuesta de José Emilio Pacheco de traducir el Cantar
como un poema en prosa27. A decir del escritor ya Ernest Renan había sugerido en el siglo
XIX que el Cantar era una obra de teatro. Los participantes de hoy pueden situarse en el
contexto de una representación e implicarse en la comprensión de un texto cuya ubicación
dentro del canon bíblico les permite no sólo interpretarlo a la luz de su contexto, sino
dejarse interpretar por él, dejarse transformar a través de un proceso de comprensión en el
que surja, en el sentido de la hermenéutica, el ser, la pareja nueva. “…comprender es
comprenderse ante el texto. No importa al texto la propia capacidad finita de comprender,
sino exponerse al texto y recibir de él un yo más vasto, que sería la proposición de
existencia que responde de la manera más apropiada a la proposición de mundo28”
Las metáforas del Cantar hablan de dos que se aman de otra manera. No sólo en el
sentido en el que violentan el significado de una palabra. Todo el poema del Cantar es una
metáfora, es decir, otra manera de darle sentido al amor, de evocar el papel de los amantes.
La mujer y su amado son descritos con un lenguaje que no sólo dibujan sus cuerpos como
paisajes, sino que al entonarse como canto buscan expresar un sentimiento que sólo a ellos
concierne, en la corte y en la viña, en los montes y en la intimidad de la recámara, bajo el
manzano y sobre las flores. Pero que ya no es de ellos cuando queda fijado en el texto. Es
de cualquier que se lo quiera apropiar. El lenguaje del amor del Cantar es poesía y es canto,
es armonía. Y aunque la recepción helenista del Cantar vio desplegado en el texto toda la
fuerza de eros, el primer plano lo pronunció con la palabra ‘ahabah, cuya más antigua
referencia es el amor que Abraham tenía por Isaac, el amor de un padre por un hijo, en el
contexto del sacrificio que Yhweh le pide a Abraham. El verbo designa al amor sexual,
paternal, de amistad y del prójimo29. Esta sinonimia plantea una interesante tarea a la
intertextualidad propuesta por Ricoeur.
Hay un matiz muy fructífero en la lectura que la poética hace del Cantar. Las
metáforas naturalistas y nupciales que se cargan de un nuevo significado reconfiguran al
mundo del texto y al mundo del lector, que, en este caso, son privilegiadamente la pareja
27
Pacheco, J., Op cit, p. 11
28
Ricoeur, Paul. Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, p. 109
29
Diccionario ilustrado de la Biblia, p. 27
22
BIBLIOGRAFÏA