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El concepto de desarrollo de la
personalidad puede describirse como el
proceso vital por el que transcurre todo
individuo donde se establecen unas bases
y directrices de carácter y comportamiento
determinadas a partir de las cuales se
conforman los rasgos, valores y formas de
funcionamiento organizados y estables en
el tiempo de dicha persona.
Finalmente, entre los 4 y los 6 años, el interés del niño se centra en su relación
con los iguales, lo cual afianza el inicio de la etapa de socialización en otros
ambientes distintos al familiar, como por ejemplo, el escolar.
La conquista de la autonomía
La adquisición de la capacidad de autonomía tiene lugar en los primeros años de
la infancia del niño o niña, una vez se ha empezado a consolidar el proceso de
autoconcepto (como diferenciación de los demás sujetos) y comienza a superarse
la dependencia afectiva del adulto para orientarse a la experimentación del mundo
de forma independiente.
Al descubrir que pueden interactuar
siguiendo las primeras nociones de
normas, valores y creencias
interiorizadas (no siempre coincidentes
con la de los adultos entendidos como
modelo de aprendizaje) a partir de
experiencias vitales tempranas, su
motivación se orienta a regir su
comportamiento en función de sus
propias decisiones. Así, se genera una
fase de ambivalencia constante entre la necesidad de depender del adulto y la
búsqueda de autonomía respecto de él, lo cual puede derivar en la manifestación
de rabietas u otras alteraciones conductuales como muestra de la intención de
preservar su independencia.
Este es un proceso delicado, puesto que añadido a que el pequeño puede resultar
muy difícil de manejar, requiere que el adulto marque unas pautas educacionales
estrictas y claras sobre el camino de desarrollo conveniente a tomar. Esta es una
de las ideas fundamentales a destacar en lo referente al desarrollo de la
autonomía del niño o niña.
Es importante recordar que debe existir ese equilibrio entre la libertad de acción
cada vez más amplia que va adoptando el niño y el papel permanente de guía y
orientación que deben desempeñar las figuras de apego y educacionales con las
que cuenta el primero.
Este es un proceso que se inicia en este momento cronológico; por lo tanto, esta
diferenciación y establecimiento de la identidad individual no es completa en todo
momento y pese a que se van asimilando los aspectos que son inherentes a su
persona (personalidad) es
posible que algunos
procesos cognitivos y/o
emocionales se produzcan
de forma inconsciente.
Es muy relevante que no exista una discrepancia muy elevada entre el yo real
(aquello que el individuo representa) y el yo ideal (aquello que al individuo le
gustaría representar) para consolidar un desarrollo psíquico y emocional
adaptativo y adecuado o equilibrado).
Otro aspecto fundamental es el papel que juegan las evaluaciones externas sobre
el nivel de autoestima que presenta cada sujeto. Así, la imagen que los demás
poseen de uno mismo y la valoración que realizan sobre sus competencias o
conductas influyen notablemente en la percepción del pequeño sobre sí mismo.
A partir del tercer o cuarto año, la búsqueda de la aprobación por parte del adulto
se relacionaría con esta cuestión, ya que esta motivación se realiza con la
finalidad última de establecer un nivel aceptable de autoestima. Tal y como se ha
comentado anteriormente, en esta etapa pueden surgir conflictos, a nivel de
conductas de oposición del niño ante las figuras educacionales y otros adultos,
derivados de la contraposición entre la protección del adulto y la búsqueda de
autonomía del pequeño. Por ello, un aspecto fundamental a tener muy en cuenta
deviene el estilo educativo que los padres ejercen sobre el niño.
Un estilo educativo caracterizado por
una combinación equilibrada entre
control/disciplina/autoridad y
afecto/comprensión parece fomentar un
elevado nivel de autoestima y, además,
una menor probabilidad de
manifestación de rabietas y
comportamiento negativista. De esta
manera, es indispensable que los
educadores entiendan la importancia
del aumento progresivo de autonomía
por parte del niño y que a medida que tiene lugar su maduración como ser
humano, debe disminuirse paulatinamente el control exhaustivo de todas aquellas
decisiones relativas al niño.
Es decir, que tanto el temperamento como el carácter son elementos que forman
la personalidad interaccionando conjuntamente. No pueden ser aislados de
manera individual, pero ayudan a comprender nuestros patrones de
comportamiento de forma global y en todas las áreas de la vida.
Para este autor, cada etapa vital supone una serie de conflictos y problemas a los
que el individuo ha de hacer frente hasta conseguir superarlas, creciendo y
fortaleciéndose su yo según se van superando y forjando la forma de ver, pensar y
actuar en el mundo de cada sujeto.
CONDUCTA ÉTICA
La ética estudia la conducta humana, sus
normas, deberes y derechos relacionados
con la sociedad en que ocurre, e indica lo
que "debe" o "no debe" hacerse en una
sociedad determinada.
Conducta ética es aquella que la sociedad acepta como "correcta" o "buena" con
referencia al código moral vigente.
La ética es la rama del saber que se ocupa del estudio de las acciones morales de
los individuos y de los grupos, así como de las reglas y normas que rigen ese
comportamiento en una sociedad determinada.
Por tanto, la ética profesional es la parte de la ética que rige el comportamiento del
individuo en su ejercicio profesional. Sin duda estamos ante una de las ramas más
diversificadas de la ética. Por ejemplo para los administradores de empresas, no
existe un código ético básico. Por tanto corresponde a las empresas definir sus
propios códigos de conducta.
Por tanto, los Códigos de Conducta son normas dictadas, en la mayoría de los
casos, de forma unilateral por parte de las empresas cuya aplicación,
generalmente, no está sujeta a procesos de verificación externos.