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ELENA TERESA JOSÉ

C0n0Cim¡enT0,
pensamiemo y
Lenguaje
una introducción a la lógica y al
pensamiento científico

Editorial B iblo s Universidad Nacional de Salta


H ERRAM IEN TAS EDUCATIVAS Consejo de Investigación y Facultad de Humanidades
ELENA TERESA JOSÉ

conocimiemo,
pensamiemo
y lenguaje
una introducción a la lógica y al
pensamiento científico

prólogo:
Walter Ornar Kohan

Universidad
Nacional
de Salta
Consejo de Investigación y
Facultad de Humanidades

Editorial Biblos
HERRAMIENTAS EDUCATIVAS
Conocimiento, pensamiento y lenguaje: una introducción a la lógica y
al pensamiento científico - la ed. - Buenos Aires: Biblos, 2006
96 pp.

ISBN-10: 950-786-534-9
ISBN-13: 978-950-786-534-3

1. Lógica. 2. Metodología de las Ciencias.


CDD 160

Diseño de tapa: Luciano Tirabassi U.


Coordinación: Mónica Urrestarazu
Armado: Ana Souza

© Elena Teresa José, 2006


© Universidad Nacional de Salta, Consejo de Investigación, Facultad de Humani­
dades, 2006
© Editorial Biblos, 2006
Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires
editorialbiblos@editorialbiblos.com / www.editorialbiblos.com
Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723
Impreso en la Argentina

Esta primera edición de 1.500 ejemplares


se terminó de imprimir en Indugraf S.A.,
Sánchez de Loria 2251, Buenos Aires,
República Argentina,
en junio de 2006.
A mis alumnos y alumnas de
la Universidad Nacional de Salta

Indice

Prefacio, por Walter Ornar Kohan....................................................... 11

Introducción. Justificar lo o b v io .................................................... 13

Capítulo 1
El conocimiento
1. Elementos que intervienen en el proceso delconocimiento................... 17
2. Una clasificación posible de los objetos.............................................. 19
3. Saber, creer, conocer........................................................................ 19
4. Nociones acerca del concepto de “verdad”...........................................21
5. El conocimiento científico: diferencias con el conocimiento vulgar y
el filosófico..................................................................................... 23
6. La ambigüedad de la palabra ‘ciencia’ ............................................... 26
7. Una clasificación de las ciencias.......................................................27
8. Diferencias entre una ciencia formal y unafáctica...............................27

Capítulo 2
El pensamiento
1. El acto de pensar y los pensamientos................................................31
2. El concepto..................................................................................... 31
2.1. Relación entre extensión y comprensión..................................... 34
2.2. El árbol de Porfirio................................................................... 35
3. El juicio o proposición......................................................................36
4. Las oraciones proposicionales atómicas y moleculares.......................... 37
5. Los juicios categóricos: A, E, I, O ...................................................... 38
6. El razonamiento............................................................................... 39
6.1. Verdad y validez......................................................................... 40
6.2. Número de premisas de un razonamiento..................................... 43
6.3. Inferencias por conversión........................................................... 45
6.4. Razonamiento mediato de dos premisas...................................... 46
El silogismo categórico................................................................. 46
Reglas del silogismo.....................................................................47
El método del contraejemplo........................................................ 50
Otros razonamientos mediatos......................................................50
Razonamientos deductivos, inductivos yanalógicos.........................52
7. La definición................................................................................... 54
7.1. ¿Se definen palabras o cosas?....................................................... 54
7.2. Elementos constitutivos de la definición....................................... 55
7.3. Tipos de definición...................................................................... 55
7.4. Técnicas de la definición.............................................................. 58
7.5. Reglas de la definición.................................................................62

Capítulo 3
El lenguaje
1. Nociones de semiótica...................................................................... 65
2. Clases de lenguajes: lenguaje natural y lenguaje artificial
(técnico y formal)...............................................................................69
3. Lenguaje natural y lenguaje formal....................................................72
4. Usos y funciones del lenguaje............................................................. 78
4.1. Formas de oración.......................................................................80
5. Problemas semánticos: ambigüedad y vaguedad.................................. 80
6. Niveles del lenguaje. Uso y mención. Lenguaje y metalenguaje............ 82
7. Los artificios del lenguaje en la lógica y en laliteratura........................83
7.1. La paradoja del mentiroso............................................................86
7.2. El oxímoron................................................................................87

Anexo. Algunas pautas para escribir un ensayo c o rto .... ..............91

B ibliografía....................................................................................... 95
Prefacio

Presentar un libro es siempre una oportunidad para mostrar ideas, tra­


yectorias, personas. Es la posibilidad de ayudar a alguien a introducirse
en un mundo de letras, ideas y palabras; es la apuesta a cruzar por lo me­
nos dos historias, dos pensamientos, dos enfoques.
Es con mucha alegría y honor que presento un libro de alguien que, co­
mo Elena Teresa José, es una de esas raras intelectuales que reúne com­
promiso e inteligencia, trabajo y creatividad, experiencia y apertura a lo
nuevo.
Durante toda su vida profesional ha transitado entre la filosofía, la li­
teratura y la educación; tiene una destacada trayectoria como profesora
de lógica y metodología de la investigación; ha escrito varios libros de poe­
sía y ha dedicado toda una vida a ayudar a los otros a poner más atención
en el pensamiento.
Desde esta trayectoria, no sorprende esta nueva producción suya que
tengo el honor de presentar. Conocimiento, pensamiento y lenguaje es,
más que el título de un libro, un campo enorme para la enseñanza y la fi­
losofía. En ese campo, Elena Teresa José nos ofrece -con la solidez y el ri­
gor que acostumbra- herramientas de gran utilidad para estudiantes y
profesores de nivel superior de distintas áreas y temáticas.
Se trata de un libro que atraviesa múltiples áreas. Por un lado, es un
libro de filosofía, en tanto su sentido principal parece ser fortalecer el
pensamiento. Ésta es la característica más interesante de la filosofía co­
mo espacio transversal: ella atraviesa lo que pensamos porque su foco es
justamente lo que nuestro pensamiento presupone, lo que pregunta y lo
que deja de preguntar, lo que afirmamos sin pensar, la relación que per­
mite establecer con el pensamiento y entre los distintos pensamientos.
A la vez se trata de un libro de educación, en la medida en que esa ta­
rea filosófica de fortalecer el pensamiento tiene enormes implicaciones pe­
dagógicas, y además el trabajo que la filosofía propone sobre el pensa­
miento no parece ser justamente un detalle para cualquier dispositivo
educacional.
Por último, se trata también de un libro de metodología de investiga­
ción, en la medida en que su foco está en propiciar las herramientas que
permitan al lector un uso crítico, sistemático y riguroso de su pensamien­
to; que piense lógicamente, como le gustaría decir a la autora.
En definitiva, se trata de un libro que ayuda a pensar y no creo que
nadie pueda sentirse ajeno a esa exigencia en los días que corren. No se
trata de un detalle, de algo superficial o poco importante. Por estas ra­
zones, deseamos feliz vida a Conocimiento, pensamiento y lenguaje y una
lectura atenta y productiva a aquellos que se avengan a transitar sus
páginas.
W alter O mar K ohan

París, diciembre de 2005


Introducción

Justificar lo obvio

L enguaje

“Es la casa del Ser” Tiene encantos, ropajes, privilegios


lo dijo Heidegger, para ocultar o develar sentidos.
“la entrada a la Patria Humana” Puede dejar felices o heridos
lo dijo no importa quién. con sus hechizos y sus sortilegios.
Es el vehículo de manifestación
más asombroso No sólo manifiesta, dice, evoca;
que puede un ser humano poseer. también hace y cambia realidades.
Tiene el poder de engañarnos
Sin el lenguaje el hombre con mentiras
no tendría y la virtud de transmitir verdades.
algo esencial a su humana condición.
Sin el lenguaje la cultura resultaría La ambigüedad es ínsita en su origen.
mutilada en su más prístina expresión. La metáfora está presente en él
Hagamos del lenguaje un instrumento
Para describir la realidad lo usamos, que sea el cauce del entendimiento
para describir al lenguaje no hay más. y nunca una Torre de Babel.
Y así se instituyen los metalenguajes
en forma articulada y nivelada. Elena Teresa José, Mnemosina, Salta,
Gofica, 2000

Aparentemente “justificar lo obvio” es una contradicción, o al menos


una incoherencia. Pero también sabemos que sobre “lo obvio” se estructu­
ra la ciencia como corpus. Recordemos solamente la obviedad de los prin­
cipios formulados por Aristóteles, cimientos de su “lógica”.
Es obvio que el conocimiento, el pensamiento y el lenguaje son condi­
ciones sin las cuales no habría educación. El tema “conocimiento, pensa­
miento y lenguaje” atraviesa toda la formación docente y figura como con­
tenido en los documentos educativos.
Por ello este libro puede resultar útil para todos los profesorados.
También podríamos decir que el conocimiento, el pensamiento y el len­
guaje son la materia prima de toda ciencia. En consecuencia, puede ser
útil para asignaturas como Pensamiento Científico, Conocimiento Cientí­
fico, Metodología de la Investigación y afines. De hecho es usado -como
apunte de cátedra- en materias en la Universidad Nacional de Salta. Re­
cibí de los responsables de esas asignaturas pertinentes sugerencias. Mi
agradecimiento por ello a Daniela Bargardi, Rosario Sosa y María Rosa
Percello.
Asimismo el conocimiento, el pensamiento y el lenguaje son constituti­
vos del ser humano. Por eso este libro, en definitiva, está dirigido a quie­
nes se interesen en ver una perspectiva más de eso que “lo constituye”.

E.T.J.
Capítulo 1
El conocimiento
1. Elementos que intervienen en el proceso del conocimiento

Vamos a distinguir en el proceso del conocimiento varios niveles que


contienen elementos, valiéndonos de una tabla que luego explicaremos.
Esto no quiere decir que el proceso del conocimiento se dé tal como apare­
ce en la tabla; hacemos esta división con fines didácticos.

Nivel metalingüístico Lenguaje que habla de otro lenguaje. Por


ejemplo: “lápiz” se escribe con “z”.
Nivel lingüístico Término, oración declarativa o proposicio-
nal (en este nivel también hay otros tipos
de oraciones no declarativas), discursos,
razonamientos.
Nivel lógico Concepto, proposición, razonamientos.
Nivel psicológico Acto de pensar, acompañado de imáge­
nes, percepciones, sensaciones, emotivi­ S Nivel
dades, etcétera.
Nivel ontológico Objetos, propiedades de los objetos. O gnoseológico
Nivel óntico Cosas, hechos.

En el nivel óntico las cosas son como son y los hechos suceden como su­
ceden, independientemente de que los conozcamos o no. Éste es un nivel
de la realidad física, donde las cosas son naturales; no interviene el cono­
cimiento ni por ende la mano del hombre. Claro que alguien, adoptando
una postura filosófica no realista, nos podría preguntar: ¿cómo sé yo que
existe una realidad independientemente de que la conozca si no la conoz­
co? Este es un buen planteo y desde luego se lo han hecho grandes filóso­
fos. Aquí vamos a adoptar una posición realista, suponiendo que existe
una realidad, independientemente de que se la conozca o no.
En el nivel ontológico hablamos de objetos. Etimológicamente la pala­
bra ‘objeto’ deriva de objetum y significa “echar hacia adelante”, “presen­
tarse ante los ojos”. Objeto es lo que se me presenta a mí como sujeto. Por
lo tanto, el objeto es objeto de mi conocimiento y es en la interrelación del
sujeto con el objeto en la que se da el plano gnoseológico o nivel del cono­
cimiento.
En el nivel psicológico ubicamos al sujeto cognoscente. Pero tengamos
en cuenta que el sujeto es el hombre que además de sujeto cognoscente es
sujeto físico, espiritual, racional, social, y que para producir pensamien­
tos no sólo razona sino que también tiene imágenes, sentimientos, sensa­
ciones, voliciones, pautas de conducta. Cuando el sujeto aprehende inte­
lectualmente al objeto, conoce. Esto constituye el nivel gnoseológico.
En el nivel lógico ubicamos las estructuras de pensamiento: concepto,
juicio o proposición y razonamientos. Sobre este tema nos referiremos am­
pliamente más adelante.
En el nivel lingüístico situamos el “término” como expresión del “con­
cepto”, la “oración declarativa” u “oración proposicional” -como expresión
lingüística de la “proposición”- y las “argumentaciones”, como expresión de
los razonamientos. En este nivel hay muchas otras oraciones que no expre­
san una proposición porque no afirman ni niegan, como las preguntas, las
órdenes, las exclamaciones, la expresión de sentimientos, por ejemplo: “¿Te
gustaría que nos encontremos?”, “¡Vete de aquí!”, “Vivo sin vivir en mí / y
tan alta vida espero / que muero porque no muero” (poema de Santa Tere­
sa de Jesús).
Digamos también que si bien la palabra (oral o escrita) es la expresión
más común que posee el hombre, hay otros tipos de expresión y comuni­
cación que no son lingüísticos como la mímica, el arte, el sistema taqui­
gráfico, señales, gráficos, sistema Braille, etcétera.
El lenguaje sirve para afirmar y negar, pero también para interrogar,
ordenar, declamar, exclamar, quejarse, congratularse, alabar, injuriar,
operar sobre la realidad, etc. Describimos, explicamos, nos referimos,
mencionamos las cosas de este mundo mediante el lenguaje y cuando ne­
cesitamos mencionar, referirnos al lenguaje mismo (que es otra de las co­
sas del mundo), no contamos con otro instrumento más que con el mismo
lenguaje. El lenguaje que se refiere a otro lenguaje se constituye en meta-
lenguaje. Por ejemplo: “Alcánzame la lapicera” (lenguaje) “ ‘lapicera’ se es­
cribe con ‘c’ “ (metalenguaje). Para distinguir el lenguaje del metalengua-
je usamos comillas.
Además, el sujeto no sólo conoce objetos físicos, sino que también crea
personajes fantasiosos, hace cálculos matemáticos, tiene sensaciones,
abstrae, generaliza. Por eso es conveniente dar aquí una clasificación de
objetos que, como toda clasificación, es arbitraria y por tanto discutible.

2. Una clasificación posible de los objetos

1) Físicos o reales: Están en el tiempo y en el espacio (una silla, una la­


picera, yo en cuanto ser físico).
2) Ideales o formales: Los números, las figuras geométricas, los ele­
mentos de la lógica: conceptos, proposiciones y razonamientos. No es­
tán en el espacio ni en el tiempo. En la realidad hay tres piedras, tres
lápices o una madera de forma triangular. Pero el número tres como
entidad aritmética o el triángulo como entidad geométrica son objetos
ideales, son ideas o meras formas. Igualmente la relación lógica "Si A
es > que B, B < A ” no se refiere a nada concreto de este mundo sino que
es una forma de cómo discurre mi pensamiento.
3) Psíquicos: Son hechos de la conciencia, como un rubor, una emoción,
una imagen o representación, una perturbación. Están en el tiempo.
Por ejemplo, la emoción empieza en un momento y termina en otro. Pe­
ro no están en el espacio. El que está en el espacio es el sujeto físico en
el que acontecen los hechos de conciencia.
4) Abstractos: La blancura, la patria.
5) De la fantasía: Son producto de la imaginación creadora del hombre.
Por ejemplo, el centauro, el Pato Donald o Mafalda.
6) Valores: El bien, el mal; lo bello, lo feo. Se dan en polaridad (en oposi­
ción).
7) Metafísicos: El ser, la nada, la esencia.

3. Saber, creer, conocer

Los términos ‘saber’, ‘creer’, ‘conocer’, son ambiguos (es decir, tienen
más de un significado).

a) Se dice: “Nosotros sabemos jugar al ajedrez”; “Ella sabe cocinar”; “Yo


sé forrar un libro” y no “Nosotros conocemos jugar al ajedrez”, etc. Es­
tos enunciados, como dice Ricardo A. Guibourg (1985: 82), parecen in­
dicar que alguien posee cierta habilidad. Es un saber “cómo”.
b) Pero otras veces usamos “saber” y “conocer” como sinónimos, como
cuando decimos: “Ellos saben geografía europea” o “Ellos conocen geo­
grafía europea”. Esto parece apuntar a lo mismo. En este caso quere­
mos significar que ellos conocen o saben que ciertos enunciados son
verdaderos, como: “Lisboa es la capital de Portugal”; “Los Pirineos es­
tán entre Francia y España”; “El Po es un río de Italia”, etc. Es decir,
x sabe que “p”. Es un saber “qué”,
c) Distinto es el sentido de conocer cuando digo: “Ellos conocen Europa”.
Esto significa que ellos han estado en Europa; que han pisado territo­
rio europeo. O cuando digo: “Juan conoce al cuñado de María”. Aquí se
trata de conocimiento directo.

¿Qué pasa con “creer”?1“Yo creo que el medicamento me hará bien” sig­
nifica que tengo fe en que ingiriendo el medicamento va a mejorar mi es­
tado de salud.
Tomando el ejemplo también de Guibourg: “Yo creo en Dios”, significa
estar persuadido de que Dios existe. Pero cuando digo: “Yo creo que el can­
didato del partido x es honesto y hará buen gobierno”, no quiero significar
que el candidato existe, sino que confío en su honradez, capacidad, efica­
cia, etcétera.
Como advierte María Cristina González (2002: 14), las distinciones
trazadas entre conocimiento directo, conocimiento por habilidad y conoci­
miento proposicional no dan lugar a tipos de conocimiento que no guarden
ninguna relación entre ellos. Las tres formas pueden darse conjuntamen­
te - y de hecho se dan en gran parte de nuestra experiencia cotidiana- en
una misma situación. Así, la autora pone el ejemplo de que quien sabe
conducir automóviles posee, además, conocimiento directo de ellos, ha es­
tado en contacto inmediato con esos objetos y tiene conocimiento proposi­
cional respecto de automóviles. Menuda sorpresa se llevaría un conductor
habitual de automóviles convencionales que al sentarse en su asiento ad­
virtiera que el vehículo carece de volante. En razón de su conocimiento di­
recto de los automóviles, sabe que tiene volante. Del mismo modo, por ser
un conductor experto sabe que es peligroso frenar en el centro de una cur­
va, que es necesario mantener una distancia prudencial respecto de otro
vehículo para evitar choques ante frenadas bruscas. Estos últimos cono­
cimientos son conocimientos proposicionales.
Además, la autora observa que, para que haya conocimiento, es nece­
sario que la oración proposicional sea verdadera; no podría ser falsa pues­
to que, en rigor, no hay conocimiento sino una creencia falsa, es decir,
equivocada. Por ejemplo, en:

“Sé que [la Universidad Nacional de Salta fue creada en 1960]”,

1. Con respecto a “creer”, observemos que a veces significa “tener fe” como estado psicológi­
co o actitud subjetiva, pero también hay creencias racionales. Se cree en algo porque la
creencia está justificada o probada empírica y/o racionalmente.
la proposición “la Universidad Nacional de Salta fue creada en 1960” es
falsa (podemos constatar la falsedad fijándonos en el Boletín Oficial que
la fecha de creación fue en 1972). Pero una de las condiciones para que ha­
ya conocimiento es que la oración proposicional afirmada sea verdadera,
por lo tanto no tengo conocimiento sino una creencia falsa. De la misma
manera, cuando los antiguos afirmaban que la Tierra era plana, dado que
la Tierra siempre fue redonda, ellos no tenían conocimiento sino una
creencia falsa.

4. Nociones acerca del concepto de “verdad”

Una noción de verdad es la que sostiene la teoría de la correspondencia,


que viene del famoso dictum aristotélico, que aparece en la Metafísica:

Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es falso,


mientras que decir de lo que es que es, o de lo que no es que no es,
es verdadero.

Observemos que Aristóteles nos habla de “decir”, por lo tanto “lo ver­
dadero” es una propiedad de la oración proposicional, del lenguaje. Más
precisamente de lo que afirmamos o negamos mediante el lenguaje pro-
posicional. Así surge la teoría correspondentista de la verdad, como ade­
cuación o correspondencia del lenguaje con la cosa, de la oración propo­
sicional con el objeto (la proposición es el significado de la oración para
algunos, para otros es la estructura de pensamiento que se expresa en el
lenguaje y para las posturas nominalistas no hay proposición, sólo hay
cosas y lenguaje).
Si yo digo: “Afuera hay un árbol verde” (oración proposicional) y efec­
tivamente afuera hay un árbol verde, esto es una oración verdadera, es­
toy diciendo la verdad; si afuera no hay un árbol verde, la oración propo­
sicional es falsa. Así la oración puede ser verdadera si yo me ubico miran­
do desde la ventana de mi casa y falsa si yo me ubico en la Puna de Ata-
cama o en otro determinado sitio donde no hay un árbol verde. ¿Qué quie­
re decir esto? Que la verdad en este caso depende de los hechos, va desde
el mundo al lenguaje, es el mundo el que determina si la proposición es
verdadera o es falsa de hecho. Esta expresión “de hecho” es muy impor­
tante y en latín “hecho” se dice factum. De ahí viene la denominación de
ciencias fácticas, las ciencias reales, que trabajan con hechos, que son las
ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales, a diferencia de las cien­
cias formales que son la lógica y la matemática, que trabajan con las for­
mas o estructuras del pensamiento.
Entonces una oración proposicional es verdadera o falsa según sean los
hechos, y una proposición —que ubicamos en el plano lógico—, indepen­
diente de su formulación lingüística, es verdadera o es falsa (dentro de
una lógica bivalente en la que se admiten sólo esos dos valores), es decir,
tiene la posibilidad de ser verdadera o falsa, sin existir una tercera posi­
bilidad.2
Observemos asimismo que los hechos, lo empírico o lo fáctico, son de-
vinientes, cambian. Por lo tanto, lo que decimos acerca de ellos es provi­
sorio y también falible, falla, se equivoca, y por eso también este tipo de
ciencias progresan. En esta especie de objetos (reales, es decir, que acae­
cen en el espacio y en el tiempo), la adecuación entre la oración proposi­
cional y la cosa se verifica mediante la observación y la experimentación,
y no hay pruebas concluyentes, casualmente porque la realidad es cam­
biante, está en el tiempo. Las pruebas son provisorias. Por ejemplo, yo
puedo ver un palo quebrado bajo el agua y el palo “parece” quebrado pero
no lo está porque los sentidos engañan. O yo creo que Juan es médico por­
que voy a su consultorio y veo colgado en la pared su título de médico,
pero un buen día leo en el diario que el título de Juan está falsificado. Es
decir que el conocimiento empírico puede fallar. Otro ejemplo —en el que
usaremos una inducción—es el siguiente: “Yo veo que el cuervo 1 es negro,
el 2 es negro, el 3 es negro, el 4 es negro, y así verifico la negrura del cuer­
vo miles de veces. Entonces concluyo que «Todos los cuervos son negros»”.
Pero esto no es concluyente: la conclusión no es necesaria, no es forzosa,
se desprende de las premisas con probabilidad, puede ser con mucha pro­
babilidad pero nunca con absoluta seguridad, porque es lógicamente posi­
ble que haya un cuervo que no sea negro o que sufra una mutación y se
vuelva gris. Además no es posible verificar la negrura de todos los cuer­
vos presentes, pasados y futuros.
Pero hay otro tipo de proposiciones en el que las pruebas sí son conclu­
yentes. Esto ocurre en las ciencias formales (la lógica y la matemática) ya
que las verdades que postulan son convencionales y arbitrarias, y por eso
también son necesarias, forzosas. Por ejemplo “A = A ”, “Si A > B, entonces
B < A ”, “2 + 3 = 5” o “el triángulo tiene tres ángulos”.

2. Esto nos remite a los tres principios lógicos formulados por Aristóteles para la lógica bi­
valente. En el plano lógico el principio de identidad se formula diciendo que toda proposi­
ción es idéntica a sí misma: (p = p ) o (p z> p); en el plano ontológico: todo objeto es idéntico a
sí mismo (en el mismo tiempo y en el mismo sentido). El principio de no contradicción en el
plano lógico: no es posible que una proposición sea a la vez verdadera y falsa —(p . -p ); en el
plano ontológico: no es posible que un objeto tenga una determinada propiedad y no la ten­
ga (en el mismo tiempo y en el mismo sentido). El principio del tercero excluido, en el plano
lógico: una proposición es verdadera o es falsa sin que exista una tercera posibilidad (p v -p )
y en el plano ontológico, un objeto tiene una determinada propiedad o no la tiene.
Como los objetos de las ciencias formales no tienen correlato con la rea­
lidad, ya que son objetos ideales (para posturas idealistas) o mero juego
del lenguaje (para posturas nominalistas), el criterio de verdad no puede
ser “correspondentista” o “adecuacionista”, sino “coherentista”. La verdad
es la coherencia lógica dentro del sistema, opera a nivel sintáctico. Y la co­
herencia o verdad lógica está estrechamente ligada al principio de no con­
tradicción. Cuando en un sistema se puede demostrar como verdad una
determinada proposición y su negación (p . -p), el sistema se hace incohe­
rente.
La distinción entre prueba concluyente y prueba no concluyente está
estrechamente relacionada con la distinción entre ciencias formales y
ciencias fácticas.

5. El conocimiento científico: diferencias con el conocimiento


vulgar y el filosófico

Suele caracterizarse a la ciencia como un tipo de conocimiento que de­


be tener coherencia interna (verdad formal o coherentista) y concordancia
externa (verdad fáctica o correspondentista). Imaginemos a la ciencia co­
mo un gran razonamiento válido (coherencia) que está constituido con
premisas verdaderas. Lo que dicen esas premisas concuerda con la reali­
dad. Esto se verifica mediante la observación y la experimentación (nos
estamos refiriendo a las ciencias empíricas u observacionales).
Entonces, podemos considerar la lógica como la estructura de toda
ciencia, porque la lógica garantiza que si la forma de razonar es válida y
las proposiciones son verdaderas, la conclusión va a ser necesariamente
verdadera. Que las proposiciones sean verdaderas es una condición nece­
saria, pero no suficiente. Además de las premisas verdaderas, la estructu­
ra formal de la ciencia debe ser válida.
Una guía telefónica, por ejemplo, nos proporciona conocimiento verda­
dero (que tales personas tienen tal domicilio y tal número de teléfono). Es­
ta información es verificable (bastaría con discar el número o apersonar­
se al domicilio indicado), es ordenada, ya que tiene secciones que siguen
un orden alfabético, etc. Sin embargo, una guía dista mucho de ser un tra­
tado científico, puesto que no interpreta la realidad, no formula hipótesis,
no hace predicciones, no explica nada ni saca conclusiones que se entrela­
zan lógicamente con otras proposiciones hasta constituir teorías, lo que sí
hace la ciencia.
O sea que la mera acumulación de datos verdaderos no constituye cien­
cia. En otros términos, diríamos que esos datos necesitan ser procesados
e interpretados.
Hay otros modos de conocimiento no científicos, como la experiencia re­
ligiosa, la vía de la fe, las vivencias artísticas, el conocimiento vulgar, et­
cétera. *
El saber vulgar, que no tiene por qué demostrarse ni explicarse, está
asociado con la creencia (doxa) o mera opinión; el saber filosófico, que es
un tipo de saber crítico muy especial que indaga el porqué del porqué, lle­
ga a las últimas causas o primeros principios; el saber por medio de dog­
mas es una aceptación de verdades como acto de fe por medio de experien­
cias místicas o revelaciones y no se somete a crítica.
De todos estos tipos de saberes, el conocimiento científico es un saber
racional e intersubjetivo, que tiene una estructura lógica.
De ahí que el nombre de las ciencias toman el sufijo “logia”, como “psi­
cología”, “antropología”, “biología”, “geología”, etc., es decir, un discurso de
estructura lógica acerca de la psiquis, del hombre, de la vida, de la tierra.
El conocimiento vulgar o conocimiento cotidiano es el que adquirimos
por el mero hecho de vivir, es decir por la experiencia, y es un conocimien­
to necesario que sirve de base, incluso, para el conocimiento científico. No
obstante el conocimiento científico es mucho más que conocimiento vulgar
organizado, exige otros requisitos.
En el cuadro de la página siguiente podemos ver algunas diferencias.
El saber vulgar o cotidiano no se ocupa de este o aquel objeto, sino que
el hombre va adquiriendo conocimiento sobre los objetos de los que va te­
niendo contacto. Sabe que para que la carne se torne comestible es nece­
sario cocinarla, que para ir a tal o cual lugar debe tomar determinado me­
dio de transporte, que cierto alimento le produce acidez, que para sentir
menos frío debe vestirse de determinada manera, etcétera.
En cambio, una ciencia se distingue de otra por su objeto o punto de
vista que estudia al objeto. Así, la geología se ocupa de la materia de que
se compone el planeta; la biología, de la vida; la antropología, del hombre;
la sociología, de las sociedades; la medicina, de la conservación y el resta­
blecimiento de la salud, etcétera.
El conocimiento vulgar no es explicativo. El pescador sabe por expe­
riencia, por ejemplo, que los peces viven en el agua y nadan con aletas.
El científico nos dice que los peces, como los demás animales acuáticos,
utilizan el oxígeno atmosférico disuelto en el agua y que la natación es
producida por movimientos ondulatorios de la musculatura del tronco y
de la cola. Así las anguilas, que carecen de aletas, nadan sin ningún tipo
de dificultad.
Nosotros sabemos que cuando encendemos el televisor vemos una ima­
gen en la pantalla, pero el científico explica los mecanismos internos que
ocurren para que se produzca el fenómeno.
Tipo de cono- Conocimiento Conocimiento Conocimiento
P u n to ^ ^ ^ c im ie n to vulgar científico filosófico
de vista
Objeto No delimita objeto Delimita su objeto Es el conocimiento
alguno. de estudio. más abarcador.
Toma todo como
objeto de estudio.
Incluso la nada, a la
que entifica.
Causas No explica las causas. Explica las causas del Según Aristóteles, es
comportamiento de el saber de los
su objeto de estudio. primeros principios y
las últimas causas. Al
ser un saber sin
supuestos, no parte de
ni llega a causas
intermedias.
Método No es metódico. Debe estar organizado Es metódico y además
sistemáticamente, de teoriza el problema del
manera metódica. método. No usa el
método estadístico.
Utilidad Es útil para la vida. Su utilidad reside en No deriva en tecnología.
su aplicación para la Es útil para la vida,
tecnología. para la formación
personal y actualmente
constituye una disciplina
profesional como
cualquier otra.
Basado en Primordialmente en la En la experimentación En la razón, pero
experiencia y también y la razón, con también en la intuición.
en sentimientos, fundamentación, Debe fundamentar
costumbres, creencias. justificación o debidamente lo que
comprobación de lo afirma con rigor
que se afirma. racional.

El conocimiento vulgar no tiene por qué ser organizado metódicamen­


te. A menudo consiste en una serie de afirmaciones no comprobadas ni sis­
tematizadas en un razonamiento. Incluso puede haber afirmaciones con­
tradictorias. Pensemos en los refranes populares del conocimiento vulgar:
“No por mucho madrugar se amanece más temprano” y “Al que madruga
Dios lo ayuda”; “Si quieres triunfar, mira antes de saltar” y “Si quieres
triunfar, salta sin mucho mirar”.
El conocimiento científico debe organizarse de manera que unas pro­
posiciones se concluyan de otras de un modo coherente, es decir, sin con­
tradicciones.
¿Qué pasa con el conocimiento filosófico? Ninguna definición podría ca­
racterizarlo acabadamente ya que, como dice Jorge Luis Borges:
Cometemos un error muy común cuando creemos ignorar algo
porque somos incapaces de definirlo. Si estuviéramos de un humor
chestertoniano, diríamos que sólo podemos definir algo cuando no
sabemos nada de ello. (Borges, 2001: 33-34)

Asimismo, cada cual puede entender por “filosofía” cosas distintas, se­
gún la línea en que esté embarcado.
Richard Rorty (Nudler y Naishtat, 2003: 153) hace una interesante
clasificación de las filosofías según cómo se entiende el propósito del filo­
sofar: “Filosofía como ciencia, filosofía como metáfora y filosofía como po­
lítica”. En la primera versión pone de ejemplo el positivismo lógico, la
epistemología analítica y a Edmund Husserl. Ésta es una concepción de
la filosofía que busca un conocimiento universal, fundacional, utilizando
un lenguaje racional manifiesto. La segunda versión, que es la metafóri­
ca o poética tendría como conspicuo representante a Martin Heidegger. La
subjetividad, lo latente y el lenguaje cifrado tienen mucha cabida en este
tipo de filosofía. La tercera versión es la del pragmatismo: la aplicación de
la filosofía para mejorar la vida social, en la que coloca como ejemplo el
pragmatismo norteamericano, especialmente a John Dewey, para quien la
filosofía debe contribuir al desarrollo de la democracia.
Me simpatiza la primera clasificación, ya que - y en esto me declaro
muy carnapiana- me parece que el lenguaje de la subjetividad, de la me­
táfora, está más relacionado con la literatura, con el arte. En la tercera
clasificación se me ocurre que podría estar también Karl Marx, quien con­
cibe la filosofía al servicio de la revolución, pero creo que esta figura es pa­
ra el militante, aunque no veo que sea incompatible ser filósofo, militan­
te y poeta. Pero, repito, aunque la persona pueda ser filósofa, poeta y po­
lítica, me inclino por el conocimiento filosófico que usa un lenguaje claro,
que fundamenta y que es fundante.

6. La ambigüedad de la palabra ‘ciencia’

La palabra ‘ciencia’ es ambigua, es decir que se la usa en más de un sen­


tido. Sufre de la ambigüedad proceso-producto, como la palabra ‘edificio’.
Cuando alguien dice: “Vamos a ver el edificio”, puede significar que va
a ver el edificio que se está construyendo, a medio hacer, con los albañi­
les, carpinteros, etc. Es decir, el edificio en proceso de construcción. Pero
puede significar también el edificio ya hecho, el producto de ese proceso.
Con la palabra ‘ciencia’ ocurre lo mismo. Podemos significar con ella la
actividad de elaborar nuevas ideas, es decir investigación, como cuando
vemos a científicos en sus laboratorios y decimos: “Están haciendo cien­
cia”. O podemos referirnos al producto de esa investigación, o sea el cor-
pus científico, la ciencia ya constituida, como la física, la biología, etc., cu­
yos resultados se expresan en un lenguaje, en términos (es justamente allí
donde termina el proceso del conocimiento), en oraciones proposicionales
y argumentaciones que llegan a conclusiones y dan razones acerca de lo
que se quiere demostrar, explicar, probar.
A veces también se usa la palabra ‘ciencia’ en el sentido de tecnología,
como cuando al observar un sofisticado avión exclamamos: “La ciencia ha­
ce maravillas”.
Ahora que tenemos una aproximación de qué tipo de conocimiento es
el científico, podemos preguntarnos cómo se clasifican las ciencias.

7. Una clasificación de las ciencias

Como toda clasificación, ésta también es arbitraria. Existen varias cla­


sificaciones, pero nosotros seguiremos aquí una que es bastante usual.

Lógica

Aritmética
FORMALES

Matemática

Geometría
CIENCIAS

De la naturaleza: física, geología,


biología, etcétera.
FACTICAS

Sociales: sociología, econom ía,


historia, etcétera.

8. Diferencias entre una ciencia formal y una fáctica

Para explicar esto elaboraremos un cuadro construido a partir de las


ideas de Mario Bunge (1976: 9-16).
Pero antes diremos que la palabra ‘fáctico’ viene de factum, que signi­
fica “hecho”. Son las ciencias de lo real. En cambio ‘formal’ viene de “for­
ma”’. Los números, las figuras geométricas, las relaciones entre símbolos
sin significado no están en la realidad. No hay que confundir el símbolo
(“2”, “a”, “p”) con el ente al que representa. Como dice Bunge, nadie ha vis­
to caminar al número 2 por la calle.

CIENCIA PURA 0 FORMAL CIENCIA FÁCTICA


Ejemplo: Matemática - Lógica Ejemplo: Física
Tipo de objeto
No objetiva. Su objeto es algo ideal. Es objetiva. Se refiere al mundo.
Relaciones que establece
Se contenta con establecer una pura Relaciona hechos, sucesos o procesos
relación entre símbolos
Método
Método deductivo. Puramente racional. El método deductivo es necesario pero no
Demuestran o prueban. suficiente. Verifican y experimentan.
Verdad
Verdad: coherencia lógica dentro del Verdad: adecuación del pensamiento con
sistema. la cosa.
Símbolos
Símbolos vacíos. No interpretados. Símbolos interpretados. Ejemplo: H20 ,
Ejemplo : 2 + 2 = 4; [(p . q) v -p)]. fórmula en la que H significa hidrógeno,
etcétera.
Axiomas
Axiomas convencionales (elegidos Axiomas justificados por la experiencia.
arbitrariamente).
Carácter
Carácter apodíctico (necesario). Carácter probable.
Demostración
Demuestran definitivamente Formulan hipótesis provisionales.
Verifican (confirman o disconfirman).
Sistematización
Se constituyen en sistemas deductivos Demoran en constituirse en sistemas
rápidamente deductivos.
Capítulo 2
El pensamiento
1. El acto de pensar y los pensamientos

El problema del conocimiento es estudiado por la gnoseología; el del co­


nocimiento científico, por la epistemología o filosofía de la ciencia; el de los
objetos en general, por la ontología; el del lenguaje, por la filosofía del len­
guaje, la lingüística, la gramática, la semiótica, entre otras. La lógica es­
tudia la forma en que discurre el pensamiento y la psicología se ocupa del
acto de pensar.
El acto de pensar es un hecho psíquico. Pensar es siempre pensar al­
go, ya que no sería posible pensar nada. Lo que sí puede suceder es que
pensemos en la nada como objeto metafísico; pero entonces entificamos la
nada, la hacemos objeto de nuestro pensamiento.
Gracias al acto de pensar se producen los pensamientos. Lo que produ­
ce el pensar es el pensamiento.
Como quedó dicho, la lógica es la disciplina que estudia el pensamien­
to, cómo discurre el pensamiento o cómo razonamos. La lógica se ocupa de
determinar cuándo un razonamiento es válido, es correcto, y cuándo es in­
válido, incorrecto.
La lógica clásica estudia la doctrina del concepto, del juicio (o proposi­
ción) y del razonamiento.

2. El concepto

El concepto se forma por un proceso de abstracción de las cualidades


esenciales del objeto. Pero el concepto como entidad lógica ya está fuera
del sujeto individual. Pensemos ahora en todos los conceptos que existen:
los de ‘perro’, de ‘mesa’, de ‘árbol’, etc. Los árboles existen en la realidad
física, pero el concepto árbol es una entidad ideal. La expresión lingüísti­
ca del concepto es el término.
En el nivel lógico tenemos también la proposición, que es el significa­
do de una oración declarativa u oración proposicional. También podemos
decir que la proposición es la conexión enunciativa (se afirma o se niega)
de dos conceptos: el concepto sujeto y el concepto predicado.
La lógica tradicional o clásica habla de juicios en lugar de proposicio­
nes. El juicio tiene un matiz más psicológico y la proposición, más lógico.
La oración es la expresión lingüística de la proposición, pero no cual­
quier oración, sino las oraciones declarativas o proposicionales, es decir,
las que afirman o niegan y por lo tanto pueden ser clasificadas en verda­
deras o falsas.
Ejemplo de una proposición:

“El perro tiene cuatro patas” (Está en el plano del pensamiento).

Ejemplo de una oración:

“El perro tiene cuatro patas” (En el plano del lenguaje).

En el plano lógico también se encuentran los razonamientos. Así como


la proposición está formada por conceptos, los razonamientos están for­
mados por proposiciones o juicios.
El razonamiento es la estructura lógica formada por premisa(s) y con­
clusión. Tanto la(s) premisa(s) como la conclusión son proposiciones.
Llamamos argumentación a la expresión lingüística del razonamiento.1

Ejemplo de una argumentación:

Todos los perros tienen cuatro patas


Tom es un perro____________________ PREM ISAS
Tom tiene cuatro patas C O N C LU S IÓ N

1. En realidad la definición de “argumentación” como expresión lingüística de un razona­


miento es correcta en un sentido estricto. Una definición más amplia de argumentación es
“dar razones a favor o en contra”. Estas razones son las premisas que apoyan a la conclu­
sión. En una argumentación siempre hay conclusiones implícitas o explícitas. El ejemplo
que sigue es un silogismo. Aquí no damos argumentaciones a favor o en contra sino que de­
ducimos que Tom es cuadrúpedo, a partir de las premisas. Pero a lo que apunta la argumen­
tación es a dar razones para convencer, para persuadir.
El concepto es, entonces, la idea que se tiene de un objeto sin afirmar
ni negar nada de él. Distinguiremos el concepto de la imagen.
El concepto es ideal y revela fundamentalmente qué es el objeto; es de­
cir, apunta a las características esenciales del objeto. El concepto es gene­
ral y abstracto. Es de índole lógica.
Por ejemplo los conceptos de ‘mesa’, ‘árbol’, ‘hombre’, no son el de esta
mesa, el de este árbol, el de este hombre. No es de la mesa redonda, o cua­
drada, o de madera o de acrílico, sino que se refiere a las características
esenciales de mesa: “superficie horizontal sostenida por algún tipo de so­
porte”.
Vemos que la explicitación de un concepto es una definición. Observe­
mos qué pasó cuando explicitamos el concepto ‘mesa’.
La imagen es individual y concreta, y es de índole psicológica. Revela
fundamentalmente cómo es el objeto (con sus características esenciales y
accidentales).
El término, ya hemos visto, es la expresión lingüística del concepto. No
se debe confundir “término” con “palabra”, ya que varias palabras pueden
expresar un concepto.
Ejemplos de término (no afirman ni niegan nada del objeto) expresado
en varias palabras:

El Santo de la Espada (por San Martín)


Animal racional (por hombre)
Hermanas del padre o de la madre (por tías)

Además:

a) Distintos términos pueden expresar el mismo concepto:

hombre, homme, man, anthropos (distintos idiomas)


muro-pared, perro-can, dicha-felicidad (sinónimos)

b) Idénticos términos pueden expresar conceptos distintos:

vela (de velar) vela (de alumbrar) (homónimos)


cura (de curar) cura (sacerdote)

c) Todo término con sentido expresa un concepto, pero no todo concepto es


expresado lingüísticamente. Hay otras formas de expresión, como el dibu­
jo, la mímica, los gestos, el sistema Morse, el Braille, etcétera.

Las propiedades del concepto son la extensión y la comprensión.


• Extensión: es el conjunto de individuos a que se aplica el concepto.
Por ejemplo, la extensión de ‘mesa’ comprende todas las mesas pasa­
das, presentes y futuras, sean mesas de cualquier estilo, forma, material,
tamaño, etcétera.
• Comprensión: es el contenido significativo del concepto o conjunto de
propiedades esenciales que encierra el concepto.
Por ejemplo, el concepto de ‘mesa’ es, como ya hemos dicho: “superficie
horizontal sostenida por algún tipo de soporte”.

2.1. Relación entre extensión y comprensión

La relación entre extensión y comprensión es inversa. A mayor exten­


sión menor comprensión y viceversa, es decir, a menor extensión mayor
comprensión.
Pongamos un ejemplo:

Hay más cosas naturales que plantas, porque el concepto de “cosa natu­
ral” incluye a las plantas y además a los minerales, animales, astros. Hay
más plantas que árboles porque el concepto planta incluye a los árboles, pe­
ro además a hierbas y arbustos, y así podríamos ir analizando sucesivamen­
te hasta llegar al concepto de menor extensión que es el de ‘lapacho rosado’,
pero que tiene mayor comprensión, porque de éste podemos predicar -ade­
más de que es lapacho y rosado- que es árbol, que es planta, que es natural.
Pongamos otro ejemplo:

- Mesa ratona francesa fabricada en julio de 1991.


—Mesa ratona francesa fabricada en 1991.
- Mesa ratona francesa fabricada en el siglo xx.
—Mesa ratona francesa.
- Mesa ratona.
- Mesa.
- Mueble.
- Cosa útil.

Los conceptos aquí están ordenados lógicamente de menor a mayor


extensión o, lo que es lo mismo, de mayor a menor comprensión. Pero es­
to no significa que, en la realidad, de hecho, haya más mesas ratonas
francesas fabricadas en julio de 1991 que mesas ratonas francesas fabri­
cadas en 1991. Puede darse el caso de que las únicas mesas de este tipo
fabricadas en 1991 sean las de la serie fabricada en julio. Por eso no de­
be confundirse la extensión lógica con el número empírico de objetos.
Ahora estamos en condiciones de definir el género como un concepto de
mayor extensión y menor comprensión que otro al cual está relacionado,
llamado especie. Y especie, a un concepto de mayor comprensión y menor
extensión que otro con el cual está relacionado, llamado género.
Así “racional” es específico con respecto a animal que es genérico, pero
“animal” es específico con respecto a “ser viviente”.

2.2. El árbol de Porfirio

Veremos ahora un diagrama muy conocido en lógica clásica llamado “el


árbol de Porfirio”. Porfirio (232-304) fue un filósofo neoplatónico nacido en
Tiro. Escribió Vida de Plotino, su maestro en Roma. Su obra principal, Isa­
goge, es una introducción a las categorías de Aristóteles, traducida por
Boecio, que fue básica en la disputa medieval acerca de los universales.
En su doctrina se nota una acentuación del elemento religioso neopla­
tónico, así como la influencia de otras corrientes filosóficas, en especial de
la doctrina de Posidonio y Antíoco de Ascalón. Otras obras importantes de
este autor son Contra los cristianos y Sentencias sobre los inteligibles.
El diagrama en forma de árbol es un método de clasificación por dico­
tomía puesto a punto por Porfirio.
Vemos en este árbol que el género de mayor extensión o género supre­
mo es la sustancia o ser. Del “ser” sólo puedo decir “que es” y caigo en una
definición tautológica, ya que para definir empleo el mismo verbo que el
concepto o término que estoy definiendo. En cambio del concepto “cuerpo”
puedo predicar que es “sustancia compuesta”; de “animado”, que es “sus­
tancia corpórea viviente”. Aquí vemos cómo aparece la definición aristoté­
lica de “hombre” por género próximo y diferencia específica: “animal ra­
cional”. Observemos el árbol: el concepto de mayor extensión es “ser o sus­
tancia” y el de menor extensión es “hombre”. En las ramas no aparecen
conceptos sino nombres propios y a éstos no los puedo definir sino descri­
bir, que es otra operación lógica.
También este árbol sirve para ver cómo se forman conceptualmente los
reinos animal, vegetal y mineral, según la clasificación de la época. Esto
lo podemos observar en las ramas de la izquierda:

Diferencia

Género subalterno

Diferencia

Género subalterno

Diferencia

Género ínfimo

Diferencia

o ínfima

Fuente: José Ferrater Mora (1990).

3.El juicio o proposición

Aunque podemos usar como sinónimos proposición, juicio u oración


(declarativa o proposicional), hay un cierto matiz diferencial.

• Proposición: está referida al plano lógico y dentro de una lógica bivalen­


te (tiene la posibilidad de ser V o F).
• Juicio: tiene un matiz más psicológico.
• Oración: se refiere al plano lingüístico (ésta es V o F según la situación,
el contexto).

Las proposiciones, juicios u oraciones declarativas afirman o niegan al­


go de algo. Por ejemplo:

Pedro está de traje.


Afuera hace frío.
La Tierra es redonda.
La Tierra es cuadrada.
María no estudia.
Como vemos, las oraciones declarativas son verdaderas o falsas (V o F)
y están formadas por términos. El término sujeto, el término predicado y
la cópula que los une enunciativamente (es decir, en forma de afirmación
o negación).

4. Las oraciones proposicionales atómicas y moleculares

Se llaman oraciones proposicionales atómicas las proposiciones sim­


ples. Por ejemplo:

Juan come manzanas.


Llueve.
El libro está sobre la mesa.

Se llaman oraciones proposicionales moleculares las compuestas por


oraciones proposicionales simples, unidas por conectores como: “y”, “si...
entonces”, “o”, “si y sólo si”. Por ejemplo:

El libro está sobre la mesa y el vaso sobre el libro.


Si María trabaja, entonces gana dinero.
El niño juega o la madre se cansa.
4 es mayor que 2 si y sólo si 2 es menor que 4.

Cuadro aristotélico: clasificación de los juicios


(u oraciones proposicionales)
Por su cantidad (el predicado se Individuales o singulares: Juan es bueno.
atribuye a uno, varios o todo el su­ Particulares: Algunas mesas son de madera.
jeto).
Universales: Todos los hombres son mortales. Ningún ar­
gentino es asiático.
Por su cualidad (el sujeto es Afirmativos: Juan ríe. Todo número tiene sucesor.
compatible o no con el predicado). Negativos: Juan no ríe. Ningún mamífero es ovíparo.

Por su modalidad (la cópula es Asertórico: Este cuerpo cae (efectivamente).


efectiva, forzosa o probable). Problemáticos: Es probable que se descubra una vacuna
contra el sida.
Apodícticos: El triángulo tiene (forzosamente) tres ángulos.
Por su relación (entre sujeto y Categórico: S es P. La Luna es el satélite de la Tierra.
predicado) Hipotético: Si S, entonces P Si es salteño, entonces es
independiente - condicional - alter­ argentino.
nativo.
Disyuntivo: S es P o Q. Las proposiciones son verdade­
ras o falsas.
Obsérvese que las oraciones proposicionales asertóricas son utilizadas
por las ciencias fácticas (o empíricas), que son ciencias que estudian he­
chos, sucesos o procesos. Sus afirmaciones entran en conflicto con la rea­
lidad y por eso se equivocan, rectifican y avanzan.
En cambio, las ciencias formales (lógica y matemática) usan oraciones
proposicionales apodícticas. Son verdades convencionales, a nivel de
ideas, que no entran en conflicto con la realidad.

5. Los juicios categóricos: A, E, I, O

Aristóteles toma los juicios categóricos (por su relación) y los divide en


particulares y universales (por su cantidad) y afirmativos y negativos (por
su cualidad). A los singulares no los toma en cuenta y a los fines del silo­
gismo los considera universales.
De esta combinación surgen:

Juicio Nombre Forma o estructura


Universal afirmativo A Todo S es P
Universal negativo E Ningún S es P
Particular afirmativo 1 Algún S es P
Particular negativo O Algún S no es P

Se supone que los nombres de estos juicios provienen de las primeras


vocales de las palabras latinas Afflrmo y NEggO. Los juicios A e I son
afirmativos y los E y O, negativos.

El juicio “A” representa una inclusión total.


Todo S es P Ejemplo: Todo hombre es mortal.

El juicio “E” representa una exclusión total.


Ningún S es P. Ejemplo: Ningún hombre tiene alas.

El juicio “I” representa una inclusión parcial.


Algún S es P. Ejemplo: Algunos sáltenos son poetas.

El juicio “O” representa una exclusión parcial.


Algún S no es P. Ejemplo: Algunos sáltenos no son p
Así vemos que en “A ” el término sujeto está distribuido o tomado en to­
da su extensión. Se habla de todos los hombres. La clase de los hombres
está incluida totalmente en la clase de los mortales.
El juicio “E” distribuye o toma en toda su extensión tanto el sujeto co­
mo el predicado. La totalidad de los miembros de la clase de los hombres
está excluida de la totalidad de los miembros de los seres que tienen alas.
El juicio “I ” no distribuye o toma en toda su extensión ni el S ni el P.
No se habla ni de todos los miembros de la clase de los salteños, ni de to­
dos los miembros de la clase de los poetas, sino de algunos de esos salte-
ños que son poetas. No todos los salteños son poetas ni todos los poetas
son salteños.
El juicio “O” no distribuye o toma en toda su extensión su término su­
jeto, pero sí su término predicado. Estos algunos salteños están excluidos
de la totalidad de la clase de los poetas.
Lo que acabamos de decir, y que es muy importante a los fines de de­
terminar la validez o la invalidez de los silogismos, podemos resumirlo en
el siguiente cuadro:

término sujeto distribuido

término término
A: Todo S es P E: Ningún S es P
predicado no predicado
distribuido 1: Algún S es P 0 : Algún S no es P distribuido

término sujeto no distribuido

Por lo tanto tenemos:


Juicio A: distribuye y no P
Juicio E: distribuye y0
Juicio I: no distribuye S ni P
Juicio O: no distribuye S y sí ¡P]

6. El razonamiento

María está sentada en su casa. Decide salir de compras y piensa: “Si


hay sol me pondré el traje de seda. Si no hay sol, me pondré el vestido azul
de lana”. Mira afuera por la ventana y exclama: “Hay sol. Por lo tanto, me
pondré el traje de seda”.
María ha elaborado un razonamiento cuya forma es la siguiente:

Si P, entonces Q
Si no P, entonces R
P

Por lo tanto Q

Ésta es una forma de razonamiento válida. María ha discurrido correc­


tamente. Es decir, ha inferido la conclusión necesariamente o forzosamen­
te o apodícticamente (estas palabras son sinónimas) de las premisas.
Este tipo de razonamiento es deductivo, y un razonamiento deductivo
es válido o correcto cuando su conclusión es extraída necesariamente de
sus premisas o, lo que es lo mismo, cuando —como veremos luego en más
detalle- es imposible que partiendo de premisas verdaderas se pueda lle­
gar a conclusión falsa.
Observemos entonces que los razonamientos están constituidos por
proposiciones y las proposiciones por conceptos, por lo que podemos infe­
rir que el razonamiento es la estructura de pensamiento más compleja.
Las proposiciones que sirven de base o fundamento para poder extraer
o inferir una conclusión se llaman premisas. La proposición, que se des­
prende (necesariamente o no) de las premisas, se llama conclusión. La
conclusión es generalmente precedida de partículas como “por lo tanto”,
“por consiguiente”, “entonces”, “en consecuencia”, etcétera.

6.1. Verdad y validez

Como hemos visto, de acuerdo con la teoría de la correspondencia o de


la adecuación, la clásica definición de verdad adaequatio rei et intellectus
es la adecuación o la concordancia de la cosa con el pensamiento.
Pongamos un ejemplo. Si yo digo: “E l álamo tiene clorofila”, es una pro­
posición verdadera porque hay adecuación entre el pensamiento (proposi­
ción) o el lenguaje (enunciado u oración) con la cosa álamo que contiene
clorofila. Recordemos que pensamiento y lenguaje forman una unidad in­
destructible.
¿Cómo comprobamos nosotros si se da o no la adecuación? Por medio
de la observación, de la experimentación, la medición, etc., es decir, de las
técnicas metodológicas usadas por la ciencia.
La verdad y la falsedad son atributos de las proposiciones. De los razo­
namientos no podemos decir que sean verdaderos o falsos, sino que son vá­
lidos o inválidos.
Los razonamientos son válidos o inválidos en virtud de su pura forma
lógica. Formalicemos el lenguaje y veamos una forma de razonamiento,
obviamente válida: la ley de transitividad.

Todo A es B
Todo B es C

Todo A es C

Quien razone o argumente de esta forma lo está haciendo válidamente.


Ahora bien ¿qué relación hay entre verdad y validez? En una forma vá­
lida de razonamiento no es posible que de premisas verdaderas se llegue
a una conclusión falsa. Es decir que, si a un esqueleto formal correcto o
válido lo llenamos con contenidos verdaderos, concluimos necesariamen­
te en verdades y esto es valioso para la ciencia que, para ser tal, debe po­
seer coherencia interna (validez) y correspondencia externa (verdad). El
científico no sólo debe hacer comprobaciones empíricas para establecer
que las proposiciones que afirma son verdaderas sino que también debe
inferir válidamente las conclusiones y para ello debe hacer uso de la lógi­
ca. En efecto, recordemos que la ciencia es, de alguna manera, lógica apli­
cada. La geología es el logos de la tierra; la biología, el logos de la “vida”,
la antropología, el del hombre, etc. Tomamos aquí el vocablo logos en su
acepción de ciencia, tratado de, estudio, y ello significa lenguaje sistema­
tizado de (algún asunto), es decir, lógica, ya que la lógica es un lenguaje,
el más sistematizado y perfecto de los lenguajes, y siendo el conocimiento
científico sistemático, su estructura debe ser lógica, es decir coherente; y
coherente es aquello que no admite contradicción.
El esqueleto formal de la ciencia debe ser lógico. La lógica garantiza
que las afirmaciones que van deduciéndose unas de otras sean válidas, es
decir que el enlace deductivo de sus proposiciones “salva la verdad”, por
lo que su soporte formal es correcto.
Veamos ahora qué pasa cuando llenamos una forma válida con premi­
sas falsas. Ejemplifiquemos en lenguaje natural el esqueleto anterior, que
es válido.

Validez

C a s o I. P r e m i s a s v e r d a d e r a s y c o n c l u s ió n v e r d a d e r a

Toda planta tiene clorofila.


Toda clorofila es verde.
Toda planta es verde.
C aso II. P r e m is a s f a l s a s y c o n c l u s ió n f a l s a

Todo hombre es cuadrúpedo.


Todo cuadrúpedo tiene cinco patas.
Todo hombre tiene cinco patas.

C aso III. P r e m is a s f a l s a s y c o n c l u s ió n v e r d a d e r a

Todo triángulo es cuadrado.


Todo cuadrado tiene tres lados.
Todo triángulo tiene tres lados.

C aso IV. P r e m is a s v e r d a d e r a s y c o n c l u s ió n f a l s a

No es posible que se dé en un razonamiento válido. Si esto ocurre, quie­


re decir que la forma de razonamiento es inválida, pues es imposible en
una forma de razonamiento válida que de premisas verdaderas lleguemos
a una conclusión falsa.

Como vemos, si las premisas son falsas (casos n y m) -aun siendo la


forma válida—, se puede concluir cualquier cosa (V o F). Aunque razone­
mos válidamente en cuanto a la forma, no hay garantía de concluir en
verdad si es que las premisas de las cuales se parte en el razonamiento
son falsas.

Invalidez

Si la estructura es inválida, no hay garantía de nada; puede ocurrir


cualquier cosa. Ejemplo de una estructura inválida:

Todo A es B
Todo C es B

Todo A es C
C a s o I. P r e m i s a s v e r d a d e r a s y c o n c l u s ió n f a l s a 2

Todo salteño es argentino.


Todo tucumano es argentino.

Todo salteño es tucumano.

C aso II. P r e m is a s v e r d a d e s y c o n c l u s i ó n v e r d a d e r a

Todo salteño es americano.


Todo argentino es americano.

Todo salteño es argentino.

C aso III. P r e m is a s f a l s a s y c o n c l u s i ó n v e r d a d e r a

Todo salteño es ruso.


Todo argentino es ruso.

Todo salteño es argentino.

C aso III. P r e m is a s f a l s a s y c o n c l u s i ó n f a l s a

Todo salteño es tucumano.


Todo jujeño es tucumano.

Todo salteño es jujeño.

¿Cómo obra la ciencia? La ciencia -idealmente- se constituye como en


el caso i de los ejemplos de validez, es decir, infiriendo válidamente con­
clusiones a partir de proposiciones verdaderas (aunque sean provisional­
mente verdaderas) que comprueba con sus propias técnicas, se trate de
astronomía, medicina, historia, etcétera.

6.2. N úm ero de prem isas de un razonam iento

Un razonamiento puede tener una o más premisas. Cuando tiene una


sola premisa se llama razonamiento inmediato. Cuando tiene dos o más
premisas es mediato.3

2. Si logramos encontrar un ejemplo así -e n el que de premisas verdaderas se llega a una


conclusión falsa-, la forma es inválida. En esto consiste el método del contraejemplo, como
se ve en detalle más adelante.
3. En los libros de lógica clásica encontramos indistintamente las expresiones “inferencias
Dentro de los razonamientos deductivos inmediatos que estudia la ló­
gica clásica tenemos: inferencias por oposición (cuadro tradicional de opo­
sición), inferencia por conversión, por obversión, por contraposición.

Cuadro tra d ic io n a l de oposición

(Ningún S es P)
subalternante

subalterna

La relación entre la A (universal afirmativa) y la E (universal negati­


va) —difieren en cualidad y tienen la misma cantidad, son universales—se
llama contraria. Ambas pueden ser falsas a la vez, pero ambas no pueden
ser verdaderas a la vez. Por ejemplo: “Todos los hombres fuman” y “Nin­
gún hombre fuma”, ambas son falsas porque hay hombres que fuman y
hombres que no fuman.
La relación entre la I (particular afirmativa) y la O (particular negati­
va) -difieren en cualidad y tienen la misma cantidad, son particulares- se
llama subcontraria. Ambas pueden ser verdaderas a la vez, pero ambas no
pueden ser falsas a la vez. Por ejemplo: “Algunos hombres fuman” y “A l­
gunos hombres no fuman”, ambas son verdaderas.
En cuanto a las relaciones subalternas, ambas difieren en cantidad. La
A es subalternante respecto de la I (que es la subalterna) y la E es subal­
ternante respecto de la O (que es la subalterna). Si las universales son

inmediatas y mediatas” o “razonamientos inmediatos y mediatos”. En rigor, “inferencia” es


la estructura mental o discursiva que permite sacar una conclusión y que la precede (“por lo
tanto”, “por consiguiente”, “entonces”, “luego”, etc.), y “razonamiento”, la estructura com­
puesta por la/s premisa/s y la conclusión. En este contexto usaremos indistintamente “infe­
rencia” y “razonamiento”.
verdaderas, las particulares son verdaderas, porque lo que se predica de
todo, se predica de una parte de ese todo. Si las particulares son falsas,
las universales son falsas, porque un solo caso falso hace falsa la ley o pro­
posición universal. La proposición “Todos los metales son duros” fue ver­
dadera hasta que se descubrió el mercurio, que hizo falsa la ley o propo­
sición general. Los lógicos medievales decían que la verdad desciende y la
falsedad asciende.
Si es verdad que “Todos los salteños son argentinos”, se deduce que
“Algunos salteños (por ejemplo los metanenses, que son parte de ese todo)
son argentinos” es también verdadera, o que un miembro de esa clase,
Martín Miguel de Güemes, que es salteño, también es argentino.
Lo mismo ocurre con las subalternas negativas. Si E es verdadera, se
deduce la verdad de O. Si es verdad que “Ningún salteño es jujeño”, se in­
fiere que “Algunos salteños (por ejemplo los metanenses, que son parte de
ese todo) no son jujeños” es también verdadera, o que un miembro de esa
clase, Martín Miguel de Güemes, que es salteño, no es jujeño.
Por último, las contradictorias difieren en cantidad y cualidad; si una
es verdadera, la otra es necesariamente falsa.
De allí salen las inferencias inmediatas por oposición:

S i A v - » E F. I v O p
s íev * a f; i f; o v
S i I y - ^ E F. A y O quedan intedeterminadas
S i O y T > A F>E e I quedan intedeterminadas
SiAF " ^ O v E e I quedan intedeterminadas
Si E p E I yA y O quedan intedeterminadas
s í i f * a f. e ;v. o v
S i O F * A v E F;I v

6.3. Inferencias p o r conversión

Se parte también de las proposiciones categóricas A, E, I, O. A partir


de la proposición categórica se puede inferir o deducir la conversa, o sea,
convertir el sujeto en predicado y el predicado en sujeto:

A: “Si Todo S es P” “Algún P es S” <por limitación, ya que hay que


cambiar el cuantificador pasándolo de universal a particular).
E: Si “Ningún S es P” “Ningún P es S”.
I: Si “Algún S es P” “Algún P es S”.
O: No tiene conversa.
Ejemplos:
De A: Si “Todo salteño es argentino”, entonces “Algunos argentinos
son salteños”.
De E: Si “Ningún salteño es jujeño”, entonces “Ningún jujeño es sal-
teño”.
De I: Si “Algún salteño es poeta”, entonces “Algún poeta es salteño”.

6.4. R azonam iento m ediato de dos prem isas

El silogismo categórico4
El silogismo es, indudablemente, el tema más acabado de la lógica clá­
sica —ya que de alguna manera comprende la doctrina del concepto y del
juicio- concebido magistralmente por Aristóteles. Como se sabe, constitu­
yó el gran instrumento para las discusiones teológicas en la Edad Media
y la lógica moderna lo incorporó a su capítulo de lógica de clases, con al­
guna ampliación sobre la interpretación acerca del contenido existencial
de las proposiciones universales, lo que hizo que, de las diecinueve formas
válidas que consideraba la lógica tradicional, sean aceptadas quince a la
luz del análisis de la lógica actual.
El silogismo es un tipo especial de razonamiento que consta de dos pre­
misas y una conclusión, por lo que se trata de un razonamiento de tipo
mediato. Sus componentes (proposiciones o juicios a la vez compuestos
por conceptos o términos) son proposiciones categóricas de la forma A, E,
I, O. Las proposiciones singulares de la forma “x es P” donde “x” tiene el
valor de un individuo (por ejemplo “Sócrates es hombre”), a los fines del
silogismo -como se ha dicho- se la considera universal.
El silogismo tiene tres términos: el término P (llamado término “ma­
yor” o “predicado”); el término S (llamado término “menor” o “sujeto”) y el
término medio. El término “medio” es el que sirve de enlace en las premi­
sas y nunca figura en la conclusión.
La primera premisa (es decir, la que va arriba) es la que contiene el tér­
mino mayor o predicado. La segunda (la de abajo) contiene el término menor
o sujeto. La ubicación del término medio determina la figura del silogismo.

Figuras del silogismo


Primera figura Segunda figura Tercera figura Cuarta figura
M es P P es M M es P P es M
S es M S es M M es S M es S
S es P S es P S es P S es P

4. La lógica clásica ha estudiado también el silogismo hipotético y el disyuntivo.


Como vemos, en la primera figura el término medio oficia (o toma el lu­
gar) de sujeto en la premisa mayor y de predicado en la menor. En la se­
gunda, el término medio oficia de predicado en ambas premisas. En la ter­
cera, el término medio oficia de sujeto en ambas premisas. Y en la cuarta
figura, el término medio oficia de predicado en la premisa mayor y de su­
jeto en la premisa menor.
El tipo de proposiciones (A, E, I, O) con que están conformadas las dos
premisas y la conclusión determina el modo del silogismo. Si combinamos
los cuatro tipos de juicios o proposiciones con las dos premisas y la conclu­
sión (tres) tenemos que hay sesenta y cuatro modos posibles: 43 = 64.
Si a esto le agregamos las cuatro figuras tenemos: 64 x 4 = 256 formas
o estructuras del silogismo. La forma o estructura está determinada por
el modo más la figura.
De esas doscientas cincuenta y seis formas sólo son válidas diecinueve
para la lógica tradicional y quince para la lógica moderna.

Reglas del silogismo5

Regla 1. Todo silogismo consta de tres términos. Ejemplo:

“Salta” es una ciudad.


La liebre salta._________
La liebre es una ciudad.

En realidad este silogismo es de cuatro términos porque eesalta” está to­


mada con dos significados distintos.

Regla 2. El término medio no debe figurar en la conclusión.

Regla 3. El término medio debe estar distribuido o tomado en toda su ex­


tensión al menos una vez:

Toda manzana es fruta.


Todo durazno es fruta.
Todo durazno es manzana.

Aquí el término medio “fruta” no está tomado en toda su extensión nin­


guna vez, ya que en las dos premisas oficia de predicado de una proposi-

5. Adoptaremos la enunciación que hace Telma Barreiro (1969: 85).


ción “A c o m o hemos visto, la “A ” distribuye o toma en toda su extensión
el sujeto, pero no el predicado.

R egla 4. Ningún término puede estar tomado en toda su extensión en la


conclusión, sino que lo está en la premisa respectiva:

Todo salteño es argentino.


Todo salteño es hombre.
Todo hombre es argentino.

Aquí el término sujeto (hombre en la conclusión) está tomado en toda


su extensión, ya que es sujeto de una proposición “A ”, pero no lo está en la
premisa respectiva, ya que en la premisa menor “hombre" está en el lugar
del predicado de una “A ”.

R egla 5. De dos premisas negativas no puede obtenerse (válidamente)


conclusión.
R egla 6. De dos premisas particulares no puede obtenerse (válidamente)
conclusión.
R egla 7. Dadas dos premisas afirmativas, la conclusión debe ser afirma­
tiva.
R egla 8. La conclusión debe seguir la parte más débil (se entiende por
parte más débil la particular con respecto a la universal y la negativa con
respecto a la afirmativa).

Todo salteño es argentino.


Algunos poetas son salteños.
Todo poeta es argentino.

La conclusión es universal y debió ser particular, pues una de las pre­


misas es particular. Este silogismo además viola la regla que dice: “N in ­
gún término puede estar tomado en toda su extensión en la conclusión, si
no lo está en la premisa respectiva” Esto no ocurre con el término cpoeta\
Veamos las formas válidas:6

6. En el nombre que recibe cada silogismo válido, las vocales corresponden al modo. Algunas
consonantes cumplen un papel fonético y otras representan una función significativa a los
fines de la conversión de los silogismos, tema que no trataremos.
Primera figura Segunda figura Tercera figura Cuarta figura
M AAA Bárbara EAE Cesare Alt Darapti AAI Bamalip
O EAE Celarent AEE Camestres lAl Disamis AEE Camenes
D AH Darii EIO Festino All Datisi lAl Dimatis
O EIO Ferio AOO Baroco EAO Felapton EAO Fesapo
OAO Bocardo EIO Fresison
EIO Ferison

Los silogismos que no son válidos para la lógica moderna son los a a i y
EAO de la tercera y de la cuarta figura, ya que en esta interpretación no se
puede pasar de las hipótesis (proposiciones generales) a las particulares,
donde ya se indica existencia.

E j e m p l o d e a n á l is is d e u n s il o g is m o
Es conveniente analizar brevemente, constatando que no haya dos
premisas particulares, dos negativas, que la conclusión siga la parte más
débil, lo que se visualiza rápidamente. Luego analizar dos reglas clave:
si el término medio está tomado en toda su extensión al menos una vez
y si en la conclusión hay un término tomado en toda su extensión y no lo
está en la premisa correspondiente.
Ejemplo:

Todo M es P AAA de la primera


Todo S es M figura
Todo S es P

Podemos visualizar que en la premisa mayor el término medio está to­


mado en toda su extensión, porque ocupa el lugar del sujeto de una “A ”.
En la conclusión el término sujeto está tomado en toda su extensión por
ser sujeto de una proposición de tipo “A ”, pero en la premisa respectiva
también el término “S” ocupa el lugar del sujeto de una “A ”. El silogismo
no viola ninguna regla, por lo tanto es válido. Efectivamente, se trata del
famoso BÁRBARA.
Analicemos otro:

Algún P es M ie o de la segunda
Ningún S es M figura
Algún S es no es P

A la luz del análisis por reglas podemos darnos cuenta de que este si­
logismo es inválido, ya que el término predicado de la conclusión está to­
mado en toda su extensión (predicado de un juicio “O”), pero en la premi­
sa respectiva el término mayor o predicado ocupa el lugar del sujeto de un
juicio I y éste no toma en toda su extensión ni sujeto ni predicado.
También puede suceder que un silogismo sea inválido por violar más
de una regla; por ejemplo, éste:

Todo P es M
a ia de la se g u n d a
Algún S es M
fig u r a
Todo S es P

Este silogismo viola tres reglas: 1) la conclusión no sigue la parte más


débil; 2) el término S está tomado en toda su extensión en la conclusión y
no lo está en la premisa respectiva, y 3) el término medio no está tomado
en toda su extensión ninguna vez.
Existen técnicas matemáticas mecánicas para determinar si un silo­
gismo es válido o no, como los diagramas de Venn, que pueden consultar­
se en cualquier libro de lógica.

E l método del contraejemplo

Como hemos visto en el apartado sobre verdad y validez, en una es­


tructura válida de razonamiento es imposible que de premisas verdade­
ras se pueda llegar a conclusión falsa. Esto rige para todas las formas de
razonamiento y no solamente para el silogismo, que es sólo uno de los ti­
pos de razonamiento.
Por lo tanto, uno de los métodos para probar la validez será el de la
ejemplificación. Si no es posible encontrar un ejemplo en el que a partir
de premisas verdaderas se llegue a conclusión falsa, el razonamiento es
válido. Ésta no es una técnica matemática, con pasos mecánicos y finitos,
y por lo tanto no es segura, podría fallar por falta de habilidad del inves­
tigador o de quien use la técnica.
Por el contrario, si la estructura nos permite llegar de premisas verda­
deras a conclusión falsa, la misma es inválida. Tampoco esta prueba es de
tipo matemático. Los ejemplos introducidos cuando hablamos de las re­
glas de los silogismos 3, 4 y 8 también ilustran lo que decimos.

Otros razonamientos mediatos

Por supuesto hay razonamientos de tres, cuatro, etc., hasta “n” pre­
misas.
a) De dos (no silogísticas)
Tengo una blusa roja.
Tengo una blusa azul.
Tengo una blusa roja y una blusa azul.

b) De tres
Todo metanense es salteño.
Todo salteño es argentino.
Todo argentino es americano.
Todo metanense es americano.

c) De cinco
Si estudio, aprobaré.
Si apruebo, me voy de viaje.
Si no estudio, no aprobaré.
Si no apruebo, no me voy de viaje.
Pero estudio o no estudio.
Me voy de viaje o no me voy de viaje.

d) Otro de cinco premisas


Vi un ramo de arvejillas.
Las arvejillas florecen en primavera.
También las hay de invernadero.
Estamos en invierno.
Si estamos en invierno, no estamos en primavera.
Las arvejillas que vi hoy deben ser de invernadero.

e) De nueve
Hay ocho alumnos en la clase de inglés.
El alumno 1 es estudioso.
El alumno 2 es estudioso.
El alumno 3 es estudioso.
El alumno 4 es estudioso.
El alumno 5 es estudioso.
El alumno 6 es estudioso.
El alumno 7 es estudioso.
El alumno 8 es estudioso.
Todos los alumnos de la clase de inglés son estudiosos.
f) De incontables premisas
El cuervo 1 es negro.
El cuervo 2 es negro.
El cuervo 3 es negro.
El cuervo 4 es negro.
El cuervo 5 es negro.

Todos los cuervos son negros.

g) De infinitas premisas
El número 1 tiene su sucesor.
El número 2 tiene su sucesor.
El número 3 tiene su sucesor.
El número 4 tiene su sucesor.
El número 5 tiene su sucesor.

Todo número tiene su sucesor.

Dado que la serie de números naturales es infinitar el razonamiento


teóricamente también tiene infinitas premisas.

h) Veamos el último:

Pedro, Juan y Diego que son alérgicos ingirieron la droga X.


A Pedro y a Juan la droga X les produjo picazón en la garganta.
Probablemente a Diego también le produzca picazón en la garganta.

De estos razonamientos a), b) c) y d) son deductivos; e) es una induc­


ción completa; f) es una inducción incompleta, y h) es un analógico.

Razonamientos deductivos, inductivos y analógicos

Analicemos los ejemplos a), b), c) y d) que son deductivos.1Allí: 1) la

7. Como hemos visto, en un razonamiento deductivo, cuya forma es válida, dada la verdad
de las premisas la conclusión es necesariamente verdadera.
Tradicionalmente se distinguía el razonamiento deductivo del inductivo diciendo que el
conclusión se desprende necesariamente de las premisas, y 2) la conclusión
no dice más de lo que dicen las premisas.
El razonamiento f) es una inducción incompleta. Allí 1) la conclusión
no se desprende necesariamente de las premisas; se desprende de un modo
probable, y 2) la conclusión nos dice más de lo que nos dicen las premisas
(y ello casualmente es lo que la hace sólo probable y no segura), porque
afirma la negrura de todos los cuervos (pasados, presentes y futuros) y no
hay comprobación empírica de todos los cuervos., Bastará que se constate
que un cuervo no es negro para echar por tierra la conclusión de que “To­
dos los cuervos son negros”. Las leyes científicas son enunciados genera­
les y de hecho en la historia de la ciencia se han dado casos en que se sos­
tenía un enunciado general (ley) hasta la corroboración de un caso que
cayera en contradicción con la ley. Formalmente, un razonamiento induc­
tivo incompleto nunca es válido.
El razonamiento h), por analogía, es aquel que presenta las siguientes
características: sobre la base del conocimiento de que dos (o más) objetos
son semejantes con respecto a una serie de rasgos y que uno (o más) de
ellos posee, además, algún otro rasgo, se afirma en la conclusión que el
(los) objeto(s) restante(s) también posee(n) ese nuevo rasgo.
Aunque formalmente el razonamiento por analogía nunca es válido,
para que sea aceptable o plausible es necesario que las propiedades en co­
mún que se alegan para afirmar la analogía sean significativas, pertinen­
tes, atingentes o relevantes.
Adaptaremos de la cartilla de Telma Barreiro (1969: 55) el siguiente
ejemplo de propiedad significativa o pertinente para establecer analogía:

Juan, Pedro y Pablo, que tenían mucho conocimiento de contabili­


dad, ganaron un concurso y obtuvieron sendos cargos en la Sección
Contable del Banco de la Provincia.
Raúl también tiene mucho conocimiento de contabilidad.
Por consiguiente, Raúl también obtendrá un cargo similar.

Ejemplo de propiedad no significativa o pertinente para establecer


analogía:

deductivo va de lo general a lo particular y el inductivo de lo particular a lo general, pero es­


to no es necesariamente así. Por ejemplo, el modus ponens: [(p z> q). p] z> q es un razonamien­
to deductivo válido, pero no podemos decir que la “cantidad” de los juicios (universal o gene­
ral, particular o singular) sea significativo. Ejemplo en lenguaje natural de modus ponens:
“Si llueve, saldré con paraguas. Y llueve. Por lo tanto saldré con paraguas”. En el ejemplo d)
tampoco es significativa la cantidad de los juicios o proposiciones.
Juan, Pedro y Pablo, que son pelirrojos, ganaron un concurso y ob­
tuvieron sendos cargos en la Sección Contable del Banco de la Pro­
vincia.
Raúl también es pelirrojo._____ _________________________
Por consiguiente, Raúl también obtendrá un cargo similar.

Por último, analizaremos el razonamiento e) que es una inducción


completa. Este tipo de razonamiento comparte con el deductivo el hecho
de que la conclusión es general y se desprende necesariamente de las pre­
misas, pero aquélla no agrega nada más que lo que dicen éstas. El univer­
so del discurso de las premisas es cerrado; en cambio, el universo del dis­
curso de la inducción incompleta es abierto.

7. L a d efinición

7.1. ¿Se definen palabras o cosas?

Nos podemos preguntar, en primer lugar, si cuando definimos respon­


demos a la pregunta ¿qué es tal cosa? o ¿qué significa tal palabra?
Si yo pregunto: ¿Qué es la mesa?, podré contestar: “Superficie horizon­
tal sostenida por algún tipo de soporte”. Esto sería -para quienes sostie­
nen que las hay- una definición real (tesis realista). En las definiciones
reales se analiza la comprensión de un concepto. Pero hoy en día son ca­
da vez menos los que afirman la existencia de definiciones reales. En rea­
lidad no se definen cosas, sino palabras.
La definición nominal explica el significado de un término (tesis nomi­
nalista). Así la respuesta a qué significa la palabra ‘mesa’ será: “La pala­
bra ‘mesa’ significa objeto constituido por una tabla horizontal sostenida
por algún tipo de soporte”.
Irving Copi (1980: 134) observa que las definiciones son siempre de
símbolos pues sólo éstos tienen un significado, y sostiene que, por ejem­
plo, podemos definir la palabra ‘silla’ puesto que tiene un significado; pe­
ro aunque podamos sentarnos sobre ella, pintarla o quemarla, no pode­
mos definir el objeto silla.
Volvamos al principio: cuando yo pregunto: “¿Qué es una mesa?”, ya es­
toy usando el nombre de la cosa. Distinto sería preguntar: “¿Qué es esto?”
y la respuesta sería: “Una mesa”. Aquí hago referencia al nombre de la co­
sa y no doy una definición. Dicho sea de paso, también es distinto si yo
pregunto: “¿Qué es una mesa?” y alguien me contesta: “Esto”, indicando
una mesa. En este caso estoy dando una definición ostensiva.
Digamos también que de las cosas individuales (Juan, mi perro, esta
mesa, etc.) no puedo dar una definición sino hacer una descripción y cuan­
do generalizo: “mesa”, “árbol”, “seres humanos”, estoy aludiendo a concep­
tos (si creo que los hay) nombrados con términos generales.
Asimismo no hay que confundir “agrupar”, “designar”, “clasificar”, con
definir, ya que son distintas operaciones lógicas. Definir es, entonces, dar
el significado de una palabra o enunciar las características definitorias
(para mi comunidad lingüística condicionada por un determinado punto
de vista) de una palabra que se aplica a una cosa.

7.2. Elementos constitutivos de la definición

Llegados a este punto digamos que el símbolo que se quiere definir es


llamado definiendum y el símbolo o conjunto de símbolos usados para ex­
plicar el significado del definiendum es el definiens.
Una posición no estrictamente nominalista, que admita la existencia
de los conceptos, diría que la definición es una proposición (definiens) que
hace explícito lo que en el concepto (definiendum) está implícito.
Pero para preguntarnos cuál es el concepto de “tal cosa”, debemos
nombrar esa cosa y entonces la convertimos en símbolo. El lenguaje en es­
te caso es ineludible.

7.3. Tipos de definición

Las definiciones pueden ser clasificadas desde distintos puntos de vis­


ta. Según: 1) se defina el término por primera vez, o 2) se especifique el
significado que ya tiene establecido, se dividen en:

1. Estipulativas. Éste es el caso de la definición que se da a un término


totalmente nuevo. Hay completa libertad de especificar. Por ejemplo, yo
tengo la libertad de inventar en un trabajo sociológico el término “mega-
po” y definirlo como: “Los menores que trabajan en relación de dependen­
cia y a quienes se les paga en negro un salario menor al que marca la ley”.
Cuando se introdujo por primera vez el término ‘o v n i ’ se le dio el signifi­
cado de “objeto volador no identificado”. En este caso se eligió una sigla.
En tal sentido, una definición estipulativa no es verdadera ni falsa, sino
que es simplemente una propuesta de que se adjudique un determinado
definiens a un determinado definiendum. Lo que sí puede suceder es que
sea más o menos aceptada o más o menos usada dentro de una comuni­
dad lingüística.

U n a definición estipulativa no exige reconocer nin gún sign ifica­


do anterior, pues no puede considerarse que se trate de un inform e
en el sentido de que el definiendum y el definiens tengan el mismo
significado. Lo tendrán, sí, para quien acepte la propuesta definito-
ria, pero no como un hecho informado por ella. (Warat, 1975: 20)

Es decir que la definición estipulativa no nos da ningún informe de


uso, sino que el significado surge como una propuesta de uso.

1.1. Teóricas. Son definiciones estipulativas que se usan en ciencia (tam­


bién llamadas “técnicas”) para liberar a los investigadores de los inconve­
nientes que puede acarrearles el uso de términos naturales cargados de
imprecisiones y vaguedades. Por ejemplo el término ‘inconsciente’ en un
diccionario común significa: a) No consciente, b) Quien pierde la concien­
cia de la realidad por síncope, coma, etc. c) Quien actúa irreflexivamente.
Como definición estipulativa teórica, en psicología significa: Elemento de
la personalidad definido por Cari Jung. Está formado por contenidos de
carácter universal e innato que se manifiestan por medio de símbolos que
reciben el nombre de arquetipos.

2. Lexicográficas. En este caso no hay estipulación, sino que el definiens


tiene un uso ya establecido. Así la proposición: “La palabra ‘huir’ signifi­
ca «alejarse rápidamente para escapar»” es verdadera, ya que se trata de
un informe cierto de cómo usan los hispanohablantes el término ‘huir’. En
cambio si yo digo: “La palabra ‘huir’ significa «lo más bueno»”, será un in­
forme falso de cómo usan esta palabra las personas que hablan español.
O, como dice Anthony Weston con respecto al término “ecojardinería”:

Advierta que no puede dar a un término como ‘ecojardinería’


cualquier significado que usted quiera. La palabra ‘jardinería’ y el
prefijo ‘eco’ ya tienen significados —aunque quizá sean vagos-, que
usted debe respetar. ‘Ecojardinería’ no podría ser definido como ‘in­
terpretar a Beethoven con un sintetizador’. (Weston, 1994: 140-141)

Unicamente a una palabra que carece totalmente de sentido previo (co­


mo ‘heoytuv’) puede adscribírsele cualquier definición que se desee.

3. Aclaratorias. Las definiciones aclaratorias no pueden atribuir cualquier


significado al definiendum, sino sólo precisar lo establecido a fin de elimi­
nar la vaguedad.
Así la definición de “delgado/a” que da el diccionario es: flaco, de poco
espesor. Pero como este término es vago, una definición aclaratoria que lo
precise, usada en las ciencias de la salud -aplicada a las personas- según
tablas internacionales consensuadas, sería: “Menos de quince kilos que el
número que sobrepase al metro que mida esa persona”.
Otro ejemplo podría ser la palabra “pudiente”. Si alguien preguntara:
“Pero, ¿qué entiende por pudiente?”, su interlocutor podría contestar acla­
rando: “Que posea un activo patrimonial que supere ampliamente sus
deudas”, que no es una definición del diccionario. El diccionario dice: “Adj.
Acaudalado, poderoso”.

4. Persuasivas. Aunque las definiciones deben ser informativas, muchas


palabras tienen un marcado tono emotivo y pueden dar lugar a definicio­
nes que tengan por finalidad suscitar una reacción valorativa. Sobre todo
se da en las definiciones de palabras jurídicas y políticas.
Veamos estas dos definiciones de ‘derecho’: “Conjunto de principios,
preceptos y normas que regulan las relaciones humanas en toda sociedad
civil” (.Diccionario Enciclopédico Salvat, 1999). Y esta otra: “Sistemas de
normas justas”. El empleo de la palabra ‘justa’ (que tiene una connotación
valorativa) hace que esta última definición sea persuasiva.
Comparemos estas dos definiciones de ‘democracia’:

f. Régimen político basado en la intervención del pueblo en el go­


bierno. // Gobierno del pueblo, por medio de sus representantes. //
País gobernado en esta forma. (.Diccionario Estrada en CD)

Sistema político basado en el reconocimiento del principio de


que toda autoridad emana del pueblo, y que se caracteriza por la
participación de éste en la administración del Estado. Garantiza
las libertades básicas del individuo (expresión, reunión, asocia­
ción), así como la libre elección para los cargos de gobierno y el con­
trol popular de la gestión gubernativa. (.Diccionario Enciclopédico
Salvat, 1999)

Vemos que la segunda definición tiene una carga valorativa más positiva.
Resumiendo:

Estipulativas Se realizan por medio de una propuesta significativa.


Lexicográficas Brindan un uso comunitario.
Teóricas Se introduce un término nuevo en el discurso científico para eliminar
las imprecisiones y cargas valorativas de ciertas expresiones del len­
guaje cotidiano.
Aclaratorias Se las emplea para eliminar la vaguedad.
Persuasivas Se las usa con la intención de que sirvan de canal valorativo para que los
receptores compartan los criterios axiológicos de quienes las formulan.
Fuente: Warat (1975: 28).
7.4. Técnicas de la d efin ición
Siguiendo a Irving Copi (1980: cap. iv), podemos decir que las técnicas
de la definición son dos: 1) por denotación o extensión, y 2) por connota­
ción o comprensión (también llamada intensión).

1. Por denotación
Se trata de mostrar cosas con un ademán o enumerar verbalmente
ejemplos de cosas (miembros) o de subclases a que hace referencia el de­
finiendum (que es una clase). Si alguien me pide la definición de seres hu­
manos, yo puedo señalar a María o decir: “María, Luisa, Juan, Pedro, etc.”
(miembros de la clase de seres humanos). O puedo decir: “Varones y mu­
jeres”, subclase de la clase de seres humanos.

D e f in ic io n e s q u e u s a n l a t é c n ic a d e n o t a t iv a
a) Ostensiva (no verbal)
Como su nombre lo indica, se trata de mostrar el objeto.
A los niños pequeños se les enseña lo que es “suave” haciéndoles tocar
un trozo de algodón y “áspero” haciéndoles tocar papel de lija. Si les da­
mos la definición del diccionario seguramente no entenderán.

Algunas de estas palabras se usan para nombrar experiencias


sensoriales - ‘rojo’, ‘dolor’, ‘acre’, ‘miedo-, de las cuales no podemos
comunicar a otros la cualidad específica experimentada que la pala­
bra significa, a menos que los enfrentemos con una u otras de las ex­
periencias que la palabra nombra: hemos de producirle dolor, por
ejemplo, pinchándolos con un alfiler, para hacerles entender qué sig­
nifica la palabra ‘dolor’. Ninguna palabra o combinación de pala­
bras, nada sino el enfrentamiento directo con la experiencia misma,
será suficiente. Tales palabras han de ser definidas ostensivamente.
(Hospers, 1980: 40)

Y Hospers tiene razón ya que, como él mismo comenta, si definimos ‘ro­


jo’ en términos de longitudes de onda luminosa, es rojo “cualquier color
comprendido entre cuatro mil y siete mil angstroms”, pero las ondas lu­
minosas sólo están correlacionadas con los colores que vemos, pero no son
colores. Deseamos saber qué significa la palabra ‘rojo’ y no con qué está
correlacionado el color rojo.
Si damos a alguien una definición del término ‘rojo’ por medio de pala­
bras sin que haya tenido experiencia sensorial de ese color, ¿captará su
significado?
Inconvenientes de las definiciones ostensivas
1) Requieren la presencia real y actual del objeto denotado por la palabra
que se define. Entonces será imposible mostrar un centauro porque no
existen, o el Sol si está nublado o es de noche.
2) Los gestos mediante los cuales se muestra el objeto pueden ser ambi­
guos. Yo puedo indicar un libro e interpretarse que indico el papel con
que el libro está forrado.
3) El mismo objeto puede ser mostrado como denotación de distintas pa­
labras y esto puede inducir a errores. Si para definir ‘cenicero’ mostra­
mos uno y también lo usamos para definir ‘vidrio’, ‘transparente’,
‘adorno’, ‘circular’ etc., ello puede producir confusiones.
4) La persona a quien muestro el objeto no debe carecer del sentido que
corresponda. A un ciego no puedo mostrarle el rojo.

Pero a pesar de los inconvenientes de las definiciones denotativas, és­


tas son muy útiles. Como ya hemos insinuado, el ser humano aprende a
distinguir, clasificar y nombrar cosas a través de técnicas denotativas:
“esto es un libro”, “alcánzame la mamadera”, “la margarita es una flor”,
etc. Es decir que en el proceso de aprendizaje de la lengua materna el
punto de apoyo son las cosas.

b) Denotativas verbales
Enumeración completa o incompleta de casos o enumeración completa
o incompleta de subclases.
Analicemos los siguientes ejemplos:

a) Planeta: Mercurio, Venus, Tierra, Júpiter, Urano, Saturno, Neptuno y


Plutón.
b) Novela: Cien años de soledad, E l Quijote de la Mancha, Cumbres bo­
rrascosas, Aeropuerto, etcétera.
c) Números naturales: uno, quince, setenta y dos, quinientos, un millón,
etcétera.
d) Legisladores: diputados y senadores.
e) Frutas: manzana, pera, uva, banana, etcétera.

La definición a) se trata de una enumeración completa, pero como ob­


serva Guibourg (1985: 59):

Aun en los casos en que lográramos una definición extensional


completa, ella resulta incómodamente rígida.... si mañana se descu­
bre otro cuerpo celeste que gira alrededor del Sol, más allá de la ór­
bita de Plutón, querríamos llamarlo también planeta. Y lo mismo
ocurriría con cualquier cuerpo celeste sin luz propia que revoloteara
en torno de cualquier estrella del universo. La definición extensio-
nal, sin embargo, nos ataría a la enumeración primitiva, y tendría­
mos que cambiarla una y otra vez por nuevas enumeraciones a me­
dida que quisiésemos incluir nuevos planetas (entre ellos, los imagi­
nados por autores de ficción científica).

Si definimos connotativamente “planeta” como “cuerpo celeste, opaco,


que sólo brilla por la luz refleja del Sol, alrededor del cual describe una
órbita con movimiento propio y periódico”, el significado queda abierto ha­
cia lo desconocido y frente a cada objeto que encontremos sabremos ejer­
cer por nuestra cuenta la decisión clasificatoria.
En b) también se trata de una definición por ejemplo enumerativo de los
miembros, pero a diferencia de a) sería sumamente engorroso nombrar to­
das las novelas existentes. Sin embargo el universo del discurso es finito.
En el ejemplo c) el universo del discurso es infinito (números naturales).
En el d) no se trata de numerar miembros sino subclases o términos
generales. Los diputados y los senadores son las únicas dos subclases de
los legisladores.
En el ejemplo e) la enumeración de las subclases es incompleta.

2. Por connotación
Se suele usar indistintamente los términos ‘connotación’, ‘intensión’ o
‘comprensión’.
La técnica de definir por connotación alude a las características que
debe tener el objeto para ser nombrado por la palabra.

D e f in ic io n e s q u e u s a n l a t é c n ic a c o n n o t a t iv a
a) Por género próximo y diferencia específica
Algunos autores afirman que se trata de la definición lógicamente per­
fecta.
Se trata de incorporar al definiens en un concepto de mayor extensión
(género) y darle alguna especificidad. Por ejemplo:

Triángulo: figura (género) de tres ángulos (especificidad).

Aquí no hay problemas porque se trata de una definición de la geome­


tría (ciencia formal), y como tal las propiedades de los entes formales son
convencionales y no se discuten.
Pero si recordamos la famosa definición por género próximo y diferen­
cia específica de “hombre” dada por Aristóteles, “animal racional”, nos po­
demos preguntar si un ser humano con deficiencias racionales privado de
sus facultades mentales sigue siendo hombre o no.
b) Definiciones relaciónales
Este caso ocurre porque muchas palabras se caracterizan por su cone­
xión o enlace con otro término.

Tía: h e r m a n a o p r i m a d e l a m a d r e o d e l padre.
Padre: el que tiene uno o varios hijos.

También puedo definir vaca como la hembra del toro.

c) Por accidente
A veces no se puede definir la palabra ni por características definito-
rias ni por palabras equivalentes ni relacionalmente. Se enumeran carac­
terísticas de la cosa y entonces en realidad tenemos una descripción.
De hecho, los diccionarios elaboran definiciones por accidente:

S a l t a m o n t e s : g é n e r o d e in se c to s o rtó p te ro s , p e q u e ñ o s , d e co lor
v e r d e y d e p a t a s p o s t e r io r e s m u y d e s a r r o lla d a s .

De paso, digamos que para que una definición nos aclare el significado
de un término, el definiens debe contener palabras conocidas, porque en
el ejemplo anterior, si el lector no sabe qué significa “ortóptero”, la defini­
ción no será eficaz.

d) Genéticas
En algunos casos se definen las palabras aludiendo a cómo se engen­
dra o cuál es la causa que originó la cosa a la que hace referencia el de­
finiendum. En geometría y medicina son frecuentes estos tipos de defini­
ciones:

Recta: sucesión de puntos.


Circunferencia: línea curva cerrada, cuyos puntos están todos a
igual distancia de un punto interior llamado centro.
Tuberculosis: enfermedad producida por el bacilo de Koch.

e) Sinonimia
Es una técnica que consiste en emplear palabras equivalentes en el de­
finiens. Es muy usual para indicar el significado de palabras extranjeras.
Por ejemplo: “linyera” significa “vagabundo”; “fan” en inglés significa
“abanico”.

Resumiendo:
Por denotación
Ostensiva no verbal El sentido surge por una mostración del objeto.
Denotativas verbales El sentido surge de la mención ejemplificativa
de los individuos o subclases que pueden inte­
grar una denotación.
Por connotación
Género próximo y diferencia específica El sentido surge por una relación de clase a
subclase o de conceptos correlacionados de
mayor a menor extensión.
Relaciónales El sentido surge por la correspondencia que se
establece en el definiens.
Por accidente El sentido surge por enumerar las característi­
cas de la cosa (en realidad, no son definicio­
nes sino más bien descripciones).
Genéticas El sentido surge por la alusión que se hace a
cómo se engendra o cuál es la causa que origi­
nó la cosa a que se refiere el definiendum.
Sinonimia El sentido surge por palabras equivalentes.
Fuente: Warat (1975: 19)

7.5. Reglas de la d efin ición

a) No debe ser circular. En el definiens no debe aparecer el definiendum.


Por ejemplo: “belleza es la calidad de lo bello”.

b) No debe ser demasiado amplia ni demasiado estrecha. Si yo defino pe­


rro como animal doméstico cuadrúpedo, es demasiado amplia, ya que hay
otras especies domésticas cuadrúpedas como los gatos. Si lo defino como
animal doméstico cuadrúpedo bueno para la caza, es demasiado estrecha
porque no todas las variedades son buenas para la caza.

c) No debe formularse en lenguaje oscuro, ambiguo o figurado. Decir por


ejemplo que “los ojos son el espejo del alma” es una linda metáfora para
el lenguaje poético, pero no reúne los requisitos de una definición lógica.

d) No debe ser negativa cuando pueda ser afirmativa. Sería incorrecto de­
finir triángulo equilátero como aquel que no es escaleno ni isósceles.
Pero hay palabras que sólo pueden ser definidas negativamente.
Por ejemplo:

Soltero: persona no casada.


Manco: que no tiene manos.

e) La definición debe indicar las características definitorias adoptadas en


el uso convencional. Por ejemplo, no podría definir “mesa” por su color, ta­
maño o forma.
Capítulo 3
El lenguaje
Siguiendo a Charles Morris,1recordemos primero que signo es todo obje­
to físico que representa, designa o significa otra cosa (designado) que no
es el signo mismo, para alguien (intérprete). Umberto Eco nos da una sen­
cilla definición de signo cuando dice que “un signo es algo que significa al­
go para alguien”.
La semiótica es la ciencia que estudia los signos, y éstos, entonces, tie­
nen tres elementos: 1) signo o vehículo señal; 2) designado, y 3) intérpre­
te. Esta división da lugar a las tres ramas de la semiótica: relación signo-
signo (estudiada por la sintaxis); relación signo-designado (estudiada por
la semántica, que da lugar al significado) y relación signo-intérprete (es­
tudiada por la pragmática).
Digamos aquí que la semántica presupone la sintaxis, porque las ora­
ciones que no están estructuradas correctamente de acuerdo con las re­
glas sintácticas nos dan otro significado. No es lo mismo decir: “Tengo una
amiga vieja”, a expresar: “Tengo una vieja amiga”, por ejemplo. La prag­
mática presupone la semántica, ya que podemos interpretar los signos
porque sabemos su significado.
Una bandera roja (signo o vehículo señal) en una playa marina desig­
na peligro (designado) para los bañistas (intérpretes). Generalmente la
interpretación del signo trae como consecuencia un cuarto elemento que
es la conducta que sigue después de interpretar el signo. En este caso: te­

1. Charles Morris (1901-1979) fue un filósofo y lingüista estadounidense a quien se le debe


una importante sistematización de la teoría de los signos, planteada en su obra Fundamen­
to de la teoría de los signos.
ner cuidado cuando uno se interna en el mar, o abstenerse de hacerlo.
Pongamos otro ejemplo: un cartel con el dibujo de un cigarrillo cruzado
con dos líneas (signo o vehículo señal) significa o designa “prohibido fu­
mar” (designado) para los fumadores (intérpretes), quienes apagan el ci­
garrillo o se abstienen de fumar (conducta).
Cuando se percibe una cosa que no remite a otro significado que no es
la cosa misma, entonces no hay proceso semiósico. Si al ver una manzana
me remite a manzana, no hay proceso semiósico. Si cada vez que veo una
manzana para mí designa Río Negro (provincia argentina productora de
manzanas), la manzana está actuando como signo de Río Negro o, dicho
con otras palabras, la manzana es para mí el símbolo de Río Negro (para
otra persona la manzana puede ser símbolo de la tentación, del pecado).
Lo mismo podría ocurrir con el monumento del general Martín Miguel de
Güemes y la ciudad o la provincia de Salta. Si las velas rojas, negras o
blancas nos informan acerca de su color rojo, negro, blanco y nada más,
no son signo.

Pero cuando Teseo, el célebre héroe griego, al partir de viaje, se


puso de acuerdo con su padre el rey Egeo en que las velas negras en
su barco significarían desgracia, y las blancas éxito, esta simplísima
señalización ya fue un sistema de signos; el color de las velas no só­
lo informaba de su color, sino además de algo que estaba fuera de él;
el color era un signo. Las velas negras significaban para Egeo la
muerte de su hijo; para los marinos de los siglos x v i- x v ii, un barco
pirata. (Kondrátov, 1973: 14-15)

La gran mayoría de los signos tienen muchos intérpretes. Pensemos en


las señales camineras, el lenguaje, los aplausos después de un concierto,
la fiebre, una huella, el bastón blanco, entre otros. Pero puede darse el ca­
so de signos que tengan sólo uno o dos intérpretes. Por ejemplo, si yo le
digo a mi amigo que voy a dejar sonar el teléfono dos veces y voy a cortar
para que él sepa que ya salgo a encontrarme con él en tal lugar, esto es
un signo que tiene sólo dos intérpretes. Si yo uso un sistema de signos se­
cretos para calificar a mis alumnos porque no quiero que nadie lo desci­
fre, habrá un único intérprete. Pero éstos son casos aislados, ya que los
signos tienen una función social.
Además, hay signos más equívocos que otros. Los signos de la matemá­
tica son inequívocos porque el lenguaje de la matemática es formal (símbo­
los vacíos de significado). El lenguaje natural es mucho más equívoco por­
que está cargado de ambigüedades y vaguedades, y el lenguaje de la mími­
ca se presta mucho más a confusiones que el lenguaje natural.
Recordemos a este respecto el siguiente relato de un diálogo sin pa­
labras:
En una de las sagas escandinavas que componían los legendarios
vates de los antiguos vikingos, los escaldos, se narra una erudita
discusión que emprendieron un célebre sabio-teólogo y un valiente
vikingo tuerto.
El sabio mostró un dedo. En respuesta, el vikingo le mostró dos
dedos; el sabio, tres. El vikingo le respondió mostrándole el puño. El
sabio tomó una guinda, la comió y escupió el carozo. El vikingo tomó
una grosella y la tragó... La discusión erudita duró mucho tiempo
hasta que el célebre sabio se dio por vencido.
Entonces le preguntaron al sabio: “¿Por qué?”. Él respondió, pe­
ro esta vez no en el lenguaje de los gestos sino en el lenguaje huma­
no corriente: “¡Mi rival es un verdadero pozo de sabiduría! Yo le mos­
tré un dedo diciéndole: «Dios es uno». El me contestó sabiamente,
mostrándome dos dedos para hacerme recordar que además del Dios
padre está el Dios hijo. Entonces traté de tenderle una trampa. Le
mostré tres dedos, como diciéndole: quizá haya tres dioses. Dios pa­
dre, Dios hijo y el Espíritu Santo. Pero él esquivó sabiamente la ce­
lada mostrándome el puño: «Dios es uno en tres personas». Enton­
ces le mostré una guinda diciéndole: la vida es dulce como este fru­
to, pero otra vez me dejó abochornado al comerse una grosella ha­
ciéndome comprender con eso: no, la vida es mejor que un fruto dul­
ce; tiene un gustillo agrio y eso la vuelve más preciada y valiosa. ¡En
verdad es el más sabio de los teólogos en el mundo!”, exclamó ano­
nadado el sabio.
“¿Es exacto lo que contó de vuestra discusión?”, preguntaron al
vikingo. “Ni siquiera he pensado en Dios”, dijo extrañado al más sa­
bio teólogo. “Lo que ocurrió es que este insolente me mostró un de­
do aludiendo a que yo tengo un solo ojo y aun así me atrevo a discu­
tir con él. Yo le mostré dos dedos como para decirle: uno mío vale por
dos tuyos. Entonces él me mostró tres dedos como si dijera: déjate de
bromas, entre los dos sólo tenemos tres ojos.
”¿Qué me quedaba por hacer? Le mostré el puño insinuándole
que a los descarados como él sólo se los puede escarmentar así, y no
con palabras. Me contestó entonces: «¡Te comeré como a esta guinda
y escupiré tus huesos!». Luego yo tragué la grosella, haciéndole en­
tender que de él no dejaría ni los huesos, que me lo comería entero”.
(Kondrátov, 1973: 18-19)

Como se ve, en el lenguaje de la mímica no es fácil llegar a un acuer­


do. Mientras un interlocutor desarrollaba una discusión teológica, el otro
provocaba a la pelea. Pero nuestro propósito aquí, más que hablar de la
equivocidad de los signos, es tratar de mostrar cómo el ser humano cons­
tantemente interpreta signos en su diario vivir y observar además que la
cultura, que es propia del hombre, consiste -entre otras cosas- en la crea­
ción e interpretación de signos.
Tomemos un día corriente de un hombre común. Si al despertarse se
persigna, la señal de la cruz es signo de que es cristiano, al desear los
buenos días a sus familiares está haciendo uso del lenguaje que no es
más que un sistema de signos que sirve para comunicarnos, dar órdenes,
expresar sentimientos, etc. Suena el timbre, signo de que alguien está en
la puerta. Es el diarero a quien le paga con un billete que tiene un valor,
que no es otra cosa que un signo monetario. Antes de desayunar escucha
el ruido de la pava, signo de que el agua está hirviendo y percibe el olor
de las tostadas, signo de que están a punto. En la mesa reprende a sus
hijos porque hacen ruido al tomar la leche y esto es signo de mala edu­
cación. Despide a su esposa con un beso para significarle su afecto y al
arrancar el auto se prende la luz roja, signo de que el motor está frío.
Luego esta luz se apaga, signo de que ya está caliente. Al manejar inter­
preta el semáforo, las flechas y las señales camineras, que no son otra co­
sa que signos.
Si nuestro hombre es un investigador, está constantemente interpre­
tando signos: el color que toma el papel al ser introducido en un líquido,
las agujas que se mueven en el aparato, el resultado del cálculo escrito en
signos matemáticos. Si es médico, observa la sintomatología del enfermo
y los síntomas no son más que signos. Si es psicólogo, interpreta los lap­
sus y el discurso: signos. Si es arqueólogo, interpreta la cocción y el dibu­
jo de la cerámica que obra como signo. Si va al cine, percibe imágenes que
también son signos; si ve televisión, estamos en el mismo caso; en cuanto
letrero repare está actuando como intérprete de esos signos: interpreta el
rostro de las personas que lo rodean como signo de que están cansadas,
tristes o alegres; las hojas amarillentas de los árboles le evocan el otoño;
al ver el almanaque (signo) se acuerda de que debe comprarle un regalo a
su hijo porque al otro día es su cumpleaños y así podríamos seguir indefi­
nidamente.
Llegados a este punto nos podemos preguntar: ¿la creación de signos
es propia del ser humano? Y aquí debemos recordar que la mayoría de
los signos son convencionales y arbitrarios,2 pero hay signos naturales:3
las nubes oscuras en el cielo, una huella en la nieve, las hojas que se
amarillean, el vapor que sale de la pava cuando el agua está hirviendo.
Pero la naturaleza no tiene intención de comunicarnos ni de informarnos
nada. ¿Y qué pasa con los animales? Nadie duda de que hay un lengua­

2. En los signos convencionales no hay relación alguna entre signo y designado.


3. En los signos naturales la relación entre signo y designado es de “causa-efecto”; el efecto
es el designado y la causa, el signo o vehículo señal. Por ejemplo, una huella (signo) es el
efecto de que alguien pasó (causa), que es el designado.
je animal y que éstos interpretan y producen signos. Pero para Kondrá-
tov, en la obra citada, en el lenguaje de los animales el signo y la cosa de­
signada por éste están indisolublemente ligados, de ahí que su lenguaje
no se desarrolla, no varía. En este sentido podríamos decir que los delfi­
nes, los chimpancés o los mandriles “conversan” del mismo modo que
cien o mil años atrás.
Si la cultura, que conlleva valores, es lo que hace el hombre, digamos
que el hombre fundamentalmente crea signos: la ciencia es lenguaje (sis­
tema de signos); la pintura, la escultura, la fotografía, el cine, es decir, el
arte en general son signos, en algunos casos icónicos.4 Los ritos de la reli­
gión son signos. Los símbolos son signos. Las señales son signos. Los cam­
pos arados, los diques, las vacunas y la tecnología en general también son
signos que deja el hombre y que algún día servirán para interpretar su
época, sus necesidades, su cosmovisión. Parafraseando a Georges Gusdorf
(1971), podemos decir que el signo es la condición necesaria y suficiente
para la entrada en la patria humana.5
Por eso la semiótica constituye hoy un valioso elemento metodológico
para interpretar el espíritu objetivado (la cultura) y de hecho así lo hacen
sobre todo las ciencias sociales, aunque digamos que todas las ciencias se
expresan por medio de signos.
Las ciencias formales ponen su acento en el nivel sintáctico, las fácti-
cas de la naturaleza en el semántico y las fácticas sociales en el pragmá­
tico. La argumentación se ubica fundamentalmente en el nivel pragmáti­
co, ya que de lo que se trata es de ver cómo argumentamos los seres hu­
manos en un contexto determinado.

2. Clases de lenguajes: lenguaje natural y lenguaje artificia l


(técnico y form al)

Hemos visto ya que el lenguaje es un sistema de símbolos (signos con­


vencionales) que sigue reglas sintácticas, semánticas y pragmáticas. Pero
hay distintas clases de lenguaje y para clasificarlo se seguirá el libro de
Guibourg. Este autor afirma que la formación del sistema de signos pue­
de tener distintos grados de artificialidad y por ello distingue los lengua­
jes naturales de los artificiales propiamente dichos.

4. Los signos icónicos se caracterizan porque hay una relación de similitud o analogía entre
signo y designado. Por ejemplo: una fotografía, una maqueta, un mapa.

5. El texto original dice: “El lenguaje es la condición necesaria y suficiente para la entrada
en la patria humana”.
a) Lenguaje natural. En realidad, lo que es natural es la capacidad de ha­
blar, pero en este contexto llamaremos “lenguaje natural” al que utiliza­
mos los seres humanos para comunicarnos y expresarnos, y que se ha ido
formando paulatinamente por un grupo social a través del curso de la his­
toria. En ese sentido, lenguajes naturales son el español, el inglés, el fran­
cés, el quechua o cualquier otro idioma o dialecto.
El lenguaje natural es quizá el instrumento más rico, poderoso y es­
plendoroso que posee el ser humano. Sirve no sólo para la comunicación y
la expresión sino para “hacer cosas” de diversa índole y por ello debemos
tener mucho cuidado cuando lo usamos.
Es bastante difundido un relato que nos llega por transmisión oral del
acervo popular árabe, atribuido a Esopo, que se conoce con el título de “Lo
mejor y lo peor del mercado”, y que cuenta que una mañana un sultán
manda al mercado a su favorita -mujer bella e inteligente- a comprar lo
mejor que encuentre en él. La mujer regresa al palacio con una lengua. El
sultán le pregunta: “¿Por qué es lo mejor?” y la mujer responde:

-Gracias a la lengua nos entendemos, informamos, nos comunica­


mos. Los enamorados expresan su amor. Los poetas cantan. Se arre­
glan litigios. Se produce y transmite el conocimiento. Gracias a ella
se consuela, se consigue la paz, el entendimiento. Es por ella que po­
demos pronunciar dulces palabras, rezar, enseñar lo bueno y trans­
mitir nuestros deseos de paz, solidaridad y cordialidad; se bautiza, se
unen vidas en matrimonio, se declara la libertad, se absuelve.

Convencido de que era lo mejor del mercado, el sultán manda a la mu­


jer al otro día a que consiga lo peor del mercado. Para su sorpresa, su fa­
vorita vuelve a traer una lengua. “¡Otra vez lengua!”, exclamó el sultán.
“¿Por qué?”. Y la mujer responde:

Por culpa de la lengua hay malos entendidos, los hombres se pe­


lean, reina la discordia. Con ella se difama, se injuria, se ofende, se
miente, se engaña, se condena, se proclaman guerras, muertes, des­
gracias. Es lo peor que hay.

Evidentemente, el lenguaje es acción, como bien lo explica John L.


Austin.

b) Lenguaje artificial. Si bien todo lenguaje es artificial, hemos convenido


en llamar “natural” a aquel que aprendemos desde que nacemos. El arti­
ficial es creado como lenguaje especializado de determinadas ciencias y
para éste propósito lo vamos a dividir en:
1. Técnico. Son las “jergas” propias de los distintos oficios o profesiones:
hay un lenguaje propio de abogados, ingenieros, médicos, filósofos, carpin­
teros, panaderos, etc., y dentro de las comunidades científicas hay un len­
guaje propio de las distintas líneas, corrientes, escuelas o tendencias exis­
tentes. Así en filosofía, como dice Eugenio Pucciarelli:

Es suficiente oír pocas palabras para saber inmediatamente de


qué filósofo se trata. Ejemplo: vemos sucederse las palabras Vida’
(en sentido biológico), ‘duración’, ‘intuición’, ‘libertad’, y no necesi­
tamos más para saber que se trata de [Henri] Bergson... En otro
contexto ya no biológico sino biográfico aparece la palabra ‘vida’ en
las obras de [Wilhelm] Dilthey, cuya experiencia, de índole históri­
ca aunque intensamente saturada de reminiscencias psicológicas,
lo lleva a acuñar otro vocabulario básico. Lo integran términos co­
mo ‘vivencia’, ‘totalidad’, ‘estructura’, ‘desarrollo’, ‘historicidad’ y,
en relación con ellos, ‘cosmovisión’, ‘sentido’, ‘valor’, ‘espíritu’,
‘comprensión’, ‘hermenéutica’... Y con [Edmund] Husserl se impo­
ne otro vocabulario cuyos términos más característicos son ‘con­
ciencia’, ‘intencionalidad’, ‘noesis’ y ‘noema’, ‘fenómeno’ y ‘esencia’,
‘evidencia’, ‘reducción eidética y trascendental’... Con la audacia
que pocas veces se ha dado en la historia de la filosofía, [Martin]
Heidegger acomete la empresa de forjar un nuevo vocabulario y no
retrocede ante términos insólitos cuando considera que se ajustan
a las intenciones de su pensamiento y a los matices de la existen­
cia misma. Así comparecen términos que, en unos casos, han sido
arrancados del contexto de la teología protestante y secularizados
al ponerlos al servicio de otras ideas; en otros casos apela a la plas­
ticidad de la lengua alemana que favorece la introducción de fami­
lias enteras de neologismos. Y así, echan a rodar expresiones como
“ser-en-el-mundo”, “estado-de-abierto”, “cura”, y todos los vocablos
vinculados al tiempo: ‘temporalidad’, ‘temporación’, ‘intemporal’,
‘atemporal’, ‘supratemporal’, ‘intratemporal’, ‘temporoso’, ‘tempo­
rero’, ‘temporario’, ‘temporalidad’... con expresiones como ‘grados
de abstracción’, distinción entre ‘abstracción formal’ y ‘abstracción
total’, clasificación de las intelecciones en ‘noéticas’, ‘perinoéticas’
y ‘ananoéticas’, términos como sujeto ‘cisobjetivo’, conocimiento
por ‘connaturalidad’, ‘saber de verificación’ y ‘saber de regulación’,
etc. corresponden al léxico utilizado por Jacques Maritain... Los
neopositivistas, con su recelo hacia la psicología y su repudio a la
metafísica, eligen los términos que provienen del arsenal de la
nueva lógica: constantes y variables, expresadas en notación sim­
bólica, en los cuadros de proposiciones, funciones proposicionales,
clases y relaciones. En toda teoría, concebida como un sistema de­
ductivo, se apela a términos primitivos, definiciones, axiomas y
teoremas. Expresiones como ‘enunciados protocolarios’ y ‘leyes’ in­
tegran el vocabulario de esta orientación que, en forma extrema,
ha adoptado el nombre de ‘fisicalismo’... Con el vocabulario - dia­
léctica’, ‘praxis’, ‘alienación, ‘sociedad’, etc - aparece otra concep­
ción del hombre y de la historia que concede el primado a los fac­
tores materiales y que aspira a barrer con las otras orientaciones
filosóficas que califica despectivamente de ‘ideologías’.6 (Pucciare-
lli, s/f: 139-144)

Así como en esta referencia se alude al vocabulario técnico filosófico,


en otras disciplinas como medicina, derecho, psicología, biología, etc., hay
un vocabulario técnico que las caracteriza y además da cuenta de las lí­
neas de investigación y tendencias.
La definición estipulativa es propia de los términos técnicos.

2. Formal. Es el lenguaje de las ciencias formales (lógica y matemática),


cuyos símbolos son vacíos de contenido. En este lenguaje no hay vagueda­
des ni ambigüedades y se constituye predominantemente en el nivel sin­
táctico, como quedó dicho.

3. Lenguaje natural y lenguaje form al7

El propósito de este apartado es analizar comparativamente algunos


elementos del lenguaje formal de la lógica bivalente con los del lenguaje
natural.
Empezaremos por la conjunción. La conjunción formal es conmutativa,
de manera que (p . q) equivale a (q . p). En el lenguaje natural esa conmu-
tatividad puede darse o no.
Veamos los siguientes ejemplos: “Hace frío y llueve”, equivale a “Llue­
ve y hace frío”.
Cuando un padre dice: “Quiero a mis dos hijos”, esto podría expresar­
se formalmente: (p . q). Sin embargo, cuando el padre se expresa dicien­
do: “Quiero a María y a Juan”, Juan podría objetarle que quiere más a
María porque la nombró primero, que ontológica o psicológicamente tiene
prioridad en el discurso. Cuando hacemos un trabajo de autores varios,
para evitar este tipo de cosas, salomónicamente los enumeramos por or­
den alfabético, ya que en la enumeración, aunque los nombres vayan tá­

6. Aquí el autor hace clara referencia al marxismo.


7. Para el tratamiento de este tema se toma el artículo “Lenguaje natural y lenguaje formal”,
escrito por la autora de esta obra con la colaboración de Miguel Ángel Santillán, en el libro
Textos y pretextos para filosofar (José, 1999).
citamente ligados por la conjunción, podría interpretarse que el que va
primero trabajó más o tiene más rango académico.
Cuando decimos: “Tomó el medicamento y se quedó dormido”, esa con­
junción no es conmutativa de ninguna manera, ya que la ‘y’ indica tempo­
ralidad.
Como lo hacen notar algunos autores:

Hay otros muchos usos de y en el lenguaje cotidiano. A menudo


no deben analizarse como conjunciones lógicas. Por ejemplo:

Tócame y te beso
Corre un kilómetro diario y te sentirás un hombre nuevo,

deberán probablemente analizarse como implicaciones y no como


conjunciones.

Si me tocas, entonces te beso.


Si corres un kilómetro diario, entonces te sentirás un hombre
nuevo. (Allwod, 1981: 46)

Con respecto a la ‘y5que se expresa en el principio lógico de no contra­


dicción -ip . —p), obviamente es una tautología, una ley, un axioma. Más
que todo eso, para Aristóteles es un principio, una presuposición que no
es demostrada porque sirve de base para demostrar otras, una verdad que
no se discute. Claro está que los principios son “en el mismo tiempo y en
el mismo sentido”.
Cuando alguien pregunta: “¿Cómo fue el desempeño de Diego como je­
fe de Trabajos Prácticos en tu cátedra durante este año?”, y nosotros res­
pondemos: “Bien y mal”, quien nos formuló el interrogante no presupone
que estamos locos, sino que hablamos en distintos aspectos o sentidos. Así
el diálogo podría continuar: “¿Por qué?”, y nosotros podríamos decir: “Tie­
ne muy buena preparación y muy buena relación con los alumnos, corri­
ge muy bien los prácticos, pero es faltador y además llega siempre tarde;
es un impuntual incorregible”.
Si bien los principios lógicos son presupuestos de la realidad y condi­
ción necesaria para la comunicación, también se hace notar que, en tanto
la realidad es deviniente y polifacética, muchas veces hablamos contradic­
toriamente sólo si hacemos un corte sincrónico, pero no hay contradicción
cuando nos expresamos para referirnos al objeto inmerso en el devenir
(corte diacrónico) o que nos muestra distintos aspectos de la realidad.
Vayamos a la ‘o’. Como es muy conocido, aquí el lenguaje lógico es más
rico que nuestro español, ya que distingue la o exclusiva de la inclusiva.
A esto lo salvamos a veces en nuestro idioma con el famoso “y/o” que hue­
le a expediente. Otras veces es el contexto el que nos marca si se trata de
una o exclusiva o inclusiva, como cuando decimos: “Para inscribirse en el
doctorado el postulante debe dominar francés o inglés”. Queda claro que
si domina los dos idiomas, tanto mejor. Pero cuando en una dieta para
adelgazar nos prescriben: “Una rodaja de pan o tres galletitas de agua en
el desayuno”, por más tentación de comer ambas cosas sabemos que se
trata de una o exclusiva, ya que de lo contrario diría “y”.
Con la o se expresa el principio del tercero excluido: (p v -p ), sin que
exista una tercera posibilidad.
Sin embargo, en el lenguaje ordinario, se habla de la falacia del blan­
co o negro,8y si bien es cierto que la negación de blanco no es negro sino
no blanco, el negro está incluido en lo no blanco.
Una argumentación que incurre en la falacia del blanco o negro sería
la siguiente:

Mi esposo está tardando, lo que significa que tuvo un accidente


o está con otra mujer. Por lo tanto debo preocuparme.

Evidentemente hay, pueden existir, muchos otros motivos por los que
un esposo se demore: una huelga de transporte, tuvo que quedarse en la
oficina para hacer un trabajo extra, etc. Y si bien la traducción del ter­
cero excluido sería: “Tuvo un accidente o no tuvo un accidente”, la fala­
cia en el lenguaje ordinario se da porque en el -p (no tuvo un accidente)
no se consideran las múltiples posibilidades, sino que se toma sólo una
de ellas.
Pero veamos otro ejemplo: “Juan toma leche o no toma leche”. ¿Qué pa­
sa si Juan toma un café con leche? Desde un punto de vista se podría de­
cir que Juan tomó leche. Desde otro punto de vista se podría afirmar que
no tomó “leche” sino “café con leche”. Claro está que sería cuestión de de­
finir términos, si nos referimos a leche pura o no, y el principio del terce­
ro excluido aclara que es en el mismo tiempo y en el mismo sentido. Pero
en la realidad “tomar leche” tiene más de un sentido: tomarla pura, con
té, con café u otras opciones.
Para referirnos al condicional, recordemos que Copi (1980: 293) con­
signa cinco sentidos diferentes de implicación en el lenguaje ordinario:

1) Implicación lógica: Si A es igual a B y B es igual a C, entonces A es


igual a C.
2) Por definición: Si es soltero, entonces no es casado.
3) Causal: Si llueve, entonces se moja el piso.

8. “Blanco o negro” es presentada como falacia por Priscilla Agnew (1992).


4) Por decisión del orador de comportarse de cierta manera: Si ganamos
las elecciones, me tomo una botella de champagne.
En el lenguaje natural usamos frecuentemente el “si... entonces”
cuando prometemos algo condicionadamente: “Si apruebas Inglés, te
llevaré al cine”. En este último ejemplo aparecen las dimensiones locu-
cionaria, ilocucionaria y perlocucionaria9del acto lingüístico, lo que ob­
viamente no se da en el lenguaje formal.
Podemos englobar este ejemplo en la clase de las decisiones, ya que
la promesa implica una decisión de hacer algo.
5) El quinto tipo de implicación de que habla Copi es el enunciado hipo­
tético usado de manera enfática o jocosa de negar su antecedente, co­
mo cuando decimos: “Si él es inteligente, entonces yo soy la reina de la
creación”. Puesto que es obvio que el consecuente es falso, el antece­
dente también lo es.

Si analizamos la implicación de tipo lógico, vemos que la relación es


forzosa, es necesaria.
Reparemos en el ejemplo de implicación por definición. Aquí, como en
toda definición estipulativa, lo que une el definiens y el definiendum es un
bicondicional o equivalencia. Ser soltero equivale a no ser casado, y esto
también vale para el mismo sentido y en el mismo tiempo porque, en el
mismo instante en que termino de poner la firma en el acta del Registro
Civil, dejo de ser soltero y en este caso pareciera que en la realidad tem­
poral rige aquello de “el mismo tiempo” para hechos simultáneos y no pa­
ra sucesivos.
En cambio, en los dos ejemplos siguientes hay una sucesión de cosas;
no hay una bicondicionalidad y tampoco una necesariedad. Puede ser que
llueva y no se moje el piso porque está cubierto con un plástico o protegi­
do con un techo. Puede ser que apruebe Inglés, pero no pueda llevarlo al
cine porque me enfermé, se cortó la luz o no tengo dinero. La condición es
necesaria, pero no necesaria y suficiente. Claro está que en el lenguaje
conversacional hablamos con condicionales dando por hecho tácitamente
que la implicación se da en condiciones normales.

9. Los términos ‘locucionario’, ‘ilocucionario’ y ‘perlocucionario’ fueron introducidos por el fi­


lósofo inglés John L. Austin (1982) en su teoría sobre los “actos del habla”. Al acto de decir
algo se lo llama acto locucionario. Pero, al decir algo, realizamos generalmente otro acto co­
mo mandar, preguntar, invitar, prometer, perdonar, pedir perdón, citar, casarnos, asentir,
etc. El acto ilocucionario es justamente aquel que se hace al decir algo. Finalmente, el acto
perlocucionario consiste en los efectos que el acto verbal produce en los oyentes, como decep­
cionar, impresionar, ofender, convencer. Hay que observar que los actos ilocucionarios no se
corresponden necesariamente con los perlocucionarios, porque a lo mejor yo tengo la inten­
ción de agradar y produzco rechazo, de ofender y produzco risa, etcétera.
En lógica formal el bicondicional -como es sabido- es verdadero cuan­
do los valores equivalen, y en el lenguaje natural se expresa generalmen­
te con las expresiones “si y sólo si”, “sólo”, “solamente”, “únicamente”.
Veamos algunos ejemplos:

1) A es mayor que B si y sólo si B es menor que A.


2) Si y sólo si tiene un progenitor, es hijo.
3) Llegaré a la cita si y sólo si el avión arriba a horario.
4) Me casaré si y sólo si me enamoro.

Hagamos un parangón con los ejemplos anteriores.


La primera oración es una equivalencia en el campo de las matemáti­
cas. A es mayor que B implica que B es menor que A y viceversa. Hay equi­
valencia (no identidad).
La segunda puede considerarse una definición estipulativa y por lo
tanto hay una bicondicionalidad o equivalencia.
La tercera y la cuarta oración están relacionadas con los hechos y por
lo tanto son contingentes.
La salida a horario del avión no es equivalente a mi puntualidad en la
cita, porque puede suceder que el avión salga a horario pero al descender
del avión tenga algún percance que me impida ir a la cita. Igualmente,
puedo estar enamorada de alguien que no quiera casarse conmigo.
Esto nos hace pensar que la verdad del bicondicional, razón necesaria
y suficiente, sólo se da en los juicios que no dependen de consideraciones
fácticas.
Tanto en la lógica formal como en la matemática la doble negación
equivale a la afirmación. Esto no siempre tiene su correlato en el lengua­
je natural.
Si decimos: “No es verdad que no llueve”, efectivamente equivale a
“llueve”. Pero si decimos: “No. No quiero que te vayas”, no equivale a
“quiero que te vayas”. Por supuesto que en este último ejemplo no hay do­
ble negación sino énfasis, lo que no existe en el lenguaje formal. Sólo qui­
simos hacer notar que se consignan dos negaciones seguidas y con ello se
reafirma la negación.
Por último haremos un brevísimo comentario acerca de nuestro supre­
mo verbo “ser”. Aquí el lenguaje lógico es más rico porque distingue con di­
ferentes simbolizaciones el ser de la pertenencia: “Sócrates es filósofo”; el de
la inclusión: “Todo salteño es argentino”; el de la propiedad: “La rosa es fra­
gante”; el de la identidad: “El triángulo es una figura de tres ángulos”.
Está claro que en el lenguaje natural está inmersa la temporalidad,
hay ambigüedades, vaguedades, implícitos, significados dependientes del
contexto; una manera de decir acompañada de gestos, énfasis, tonalida­
des, matices de tipo psicológico y otros elementos que no aparecen en el
lenguaje formal.
Sin embargo, pareciera haber cierta correspondencia entre las tauto­
logías del lenguaje formal de la lógica bivalente con el lenguaje natural,
lo que hace sospechar que podría haber cierto sustrato ontológico. Esto lo
afirmamos como una mera hipótesis merced a la experiencia de nuestra
práctica docente.
Veamos: la traducción de los principios lógicos de la lógica bivalente no
nos informa nada acerca de la realidad:

“Llueve, entonces llueve” o “Llueve si y sólo si llueve” (principio


de identidad).
“Llueve o no llueve” (principio del tercero excluido).
“No es posible que llueva y no llueva” (no contradicción).

Pero cuando traducimos las otras tautologías, si tenemos el cuidado de


reemplazar las variables por sentencias verdaderas, da por resultado que
lo que decimos es intuitivamente verdadero y razonable.
Tomaremos sólo algunos ejemplos:

“Si exponemos un metal al calor, entonces se dilata. Exponemos


un metal al calor. Por lo tanto se dilata” (modus ponens).

“Si es salteño, es argentino. No es argentino. Por lo tanto, no es


salteño” (modus tollens).

“Voy al cine o voy al teatro. Voy al cine. Por lo tanto no voy al tea­
tro” (silogismo disyuntivo).

“Si es hombre, entonces es mortal”, equivale a “No es el caso que


sea hombre y no sea mortal” (equivalencia del condicional a conjun­
ción).

“Todo es perecedero” equivale a “No es el caso que exista algo


que no sea perecedero” (ley de oposición simple).

Y así podríamos seguir con innumerables ejemplos.


También cabe destacar que la sola excepción de tautología de la lógica
estándar bivalente en la que no encontramos una traducción intuitivamen­
te verdadera es en la equivalencia del condicional a disyunción inclusiva:

(p => q) = (-p v q)
Después de estos registros y análisis reiteraremos, por último, que
sin desconocer las diferencias entre los dos tipos de lenguaje aludidos
pareciera ser que las tautologías y las formas válidas de razonamiento
del lenguaje formal de la lógica bivalente no son tan arbitrarias y con­
vencionales. Esto da lugar para sospechar -como dijimos- que algo sub-
yace en el lenguaje ordinario que se refiere a la realidad que da susten­
to al comportamiento de estos signos vacíos. Claro está que sólo hemos
realizado comparaciones con el español, habiendo tantos otros idiomas
con estructuras muy distintas, por lo que no podemos aventurarnos a sa­
car conclusión alguna sin el riesgo de caer en la falacia de la generaliza­
ción apresurada.

4. Usos y funciones del lenguaje

Así como al definir algo empobrecemos lo multifacético que tiene la


realidad, lo mismo pasa cuando clasificamos. No hay clasificación, divi­
sión o definición alguna que pueda abarcar todos los aspectos de las cosas.
Para hacerlo debemos adoptar algún criterio de manera convencional y
por lo tanto discutible. No obstante, las definiciones, divisiones y clasifi­
caciones, que son operaciones lógicas, son útiles a los fines didácticos.
Por ello vamos a adoptar una clasificación acerca del uso del lenguaje
para ciertas funciones: descriptiva, directiva, expresiva y operativa.
El uso del lenguaje descriptivo tiene la función de afirmar o negar al­
go acerca de las cosas. Es lenguaje proposicional, por lo tanto clasificable
en verdadero o falso. Es el lenguaje típico de la ciencia y su objetivo prin­
cipal es informar. Por ejemplo:

Cuando se afloja la presión, el corazón se expande y vuelve a lle­


narse de sangre procedente de las venas.

La hipertensión arterial es frecuente en las personas que consu­


men una dieta rica en sal y pobre en potasio.

El uso del lenguaje directivo tiene la función de originar o impedir una


acción. Se trata de causar en otros ciertos comportamientos para influir
en su voluntad. Es propio de las órdenes y/o pedidos.
Ejemplo:

Le aconsejo disminuir el uso de la sal para mejorar su problema


de hipertensión arterial.
El uso del lenguaje expresivo tiene la función de exteriorizar emocio­
nes, sentimientos o despertar en otros sentimientos similares. Suele de­
cirse que la poesía tiene la función expresiva, pero esto no es siempre así,
ya que hay poesías descriptivas, o que tienen el propósito de incitar a la
acción. Mucho se ha discutido acerca de qué es la poesía, pero en lo que
hay acuerdo es en que la metáfora juega un papel primordial en ella.
Por ejemplo:

La p o e s ía

Es un tapiz de estrellas
en una noche obscura,
es la lluvia de soles
en los días helados,
es el sueño profundo
que sutura la herida
de vivir la agonía
por transitar el mundo.
(Elena Teresa José, Abstracciones,
Secretaría de Cultura de la provincia Salta, 2002)

Una definición de “poesía” dice:

f. Expresión artística de la belleza mediante la palabra, en verso o


en prosa. //Arte de escribir obras poéticas. //Arte de hacer versos. //
Género de obras en verso y cada uno de sus subgéneros. //Obra en
verso, esp. la lírica. (.Diccionario Estrada en CD)

Obsérvese la diferencia entre la primera forma metafórica de decir qué


es la poesía y la segunda forma como definición de diccionario.
La función expresiva no sólo es poética. La frase “Eres un estúpido” es
expresiva y dista de ser poética.
El uso del lenguaje operativo, también llamado uso ceremonial, tiene
la función de producir cambios en la realidad y se llama también ceremo­
nial porque es usado frecuentemente en las ceremonias. Por ejemplo:

Os declaro marido y mujer.

El acusado queda absuelto.

Te eximo de que me des la lección.


Obsérvese que para que la función del lenguaje operativo o ceremonial
tenga efecto, quien lo use debe estar embestido de autoridad. En nuestros
ejemplos, en el primero debería ser un funcionario del Registro Civil, en
el segundo un juez y en el tercero un profesor o maestro.

4.1. Formas de oración

Desde el punto de vista gramatical, las oraciones suelen dividirse en


declarativas, interrogativas, imperativas y exclamativas. Esta división
apunta a la forma, que no necesariamente tiene una correspondencia con
la función del discurso.
Para dar sólo algunos ejemplos: “¿Me podrías pasar el salero?”, es una
oración de forma interrogativa que cumple una función directiva. “Hoy es
un día especial para ir al cine” es una oración de forma declarativa, que
en algunos contextos puede interpretarse como pedido, ruego, orden. “¡Te
felicito por tu examen!” es una oración de forma exclamativa, que en cier­
to contexto podría interpretarse como un medio que usa el profesor para
comunicarle al alumno que está aprobado.
El discurso no se da químicamente puro, sino que a menudo cumple
múltiples funciones. En el lenguaje natural es muy importante tener en
cuenta el contexto.

5. Problemas semánticos: ambigüedad y vaguedad

Según el diccionario, algo es ambiguo cuando es impreciso o cuando ad­


mite diversas interpretaciones o dos o más significados. El lenguaje natu­
ral es ambiguo y existen ambigüedades sintácticas, semánticas y de con­
texto.
La ambigüedad sintáctica se presenta cuando se puede interpretar las
frases según cómo sean colocados los signos de puntuación.
Si decimos:

1) La maestra dijo: “Sarmiento es ignorante”.


2) La maestra, dijo Sarmiento, es ignorante.

Usamos las mismas palabras, pero en 1) la maestra diceque Sar­


miento es ignorante, y en 2) es Sarmiento quien dice que la maestra es
ignorante.
En el caso del lenguaje oral dependerá de la entonación que le demos.
En el caso de lenguaje formal, por ejemplo:
1) p • q 3 p
es una fórmula ambigua porque puede interpretarse:

2) (p . q) => p

O también

3) p . (q d p)

Si hacemos una tabla de verdad de 2) obtendremos una tautología. En


cambio la tabla de verdad de 3) es una contingencia. Como vemos, la am­
bigüedad sintáctica puede producirse tanto en el lenguaje natural como
en el formal.
La ambigüedad semántica se refiere al significado de las palabras. En
realidad las palabras por sí mismas no son ambiguas, lo que puede suce­
der es que tengan más de una acepción o significado. Es ambiguo el uso
que hacemos de ellas.
La palabra ‘banco’ tiene más de un significado. Según cómo la use, se
podrá determinar si nos referimos a un asiento largo o a un estableci­
miento de crédito.
La palabra ‘alquilo’ tiene un solo significado. Sin embargo, si decimos
“alquilo una casa”, puede interpretarse que se desea alquilar o que se
ofrece alquilar.
La ambigüedad contextual puede también dar lugar a equívocos. Co­
nocido es el ejemplo del primer oficial de un barco que cuenta la siguien­
te historia:

Casi a punto de partir cierto barco hubo una disputa entre el ca­
pitán y su primer oficial. La disensión se agravaba por la tendencia
a beber del primer oficial, pues el capitán era un fanático de la abs­
tinencia y raramente perdía la oportunidad de regañarlo por su de­
fecto. Inútil decir que sus sermones sólo conseguían que el oficial be­
biera aun más. Después de repetidas advertencias un día que el pri­
mer oficial había bebido más que de costumbre, el capitán registró
el hecho en el diario de bitácora y escribió: “Hoy el primer oficial es­
taba borracho”. Cuando le tocó al primer oficial hacer los registros
en el libro, se horrorizó al ver esta constancia oficial de su mala con­
ducta. El propietario del barco iba a leer el diario y su reacción, pro­
bablemente, sería despedir al primer oficial, con malas referencias,
además. Suplicó al capitán que eliminara la constancia, pero el ca­
pitán se negó. El primer oficial no sabía qué hacer, hasta que final­
mente dio con la manera de vengarse. Al final de los registros que
había hecho en el diario ese día, agregó: “Hoy el capitán está sobrio”.
(Copi, 1980: 109)

Como vemos, el primer oficial no mintió, pero en el contexto se inter­


preta que la novedad es que hoy esté sobrio y que los demás días, no.
Otro problema semántico es el de la vaguedad.
La vaguedad ocurre cuando aplicamos la palabra a hechos que se dan
en forma de un continuo, como la edad, la altura, el peso, la velocidad. Así
decimos “viejo”, “joven”, “alto”, “bajo”, “gordo”, “flaco”, “rápido”, “lento”.
No hay un límite exacto. No podemos precisar cuándo una persona pa­
sa de ser joven a no joven; delgada a no delgada, etc. Los límites entre “jo­
ven” y “viejo” o “gordo” y “delgado” están definidos, pero la zona interme­
dia es una zona difusa, vaga. Nos podríamos preguntar: ¿Al cuánto enési­
mo cabello que se le cae a una persona deja de ser “peludo”, para no ser­
lo? Esto podría traer aparejas discusiones bizantinas sin que nos ponga­
mos de acuerdo.
En algunos casos la vaguedad se disipa cuando contextualizamos. Para
un avión, 150 kilómetros por hora es lento, para un automóvil es rápido.
La vaguedad siempre se precisa cuando cuantificamos. Por ejemplo: se
especifica convencionalmente que una persona es “gorda” cuando pesa
equis kilos más que el número de centímetros que pasa al metro según su
altura.
Por último, diremos que el mal uso o el uso tendencioso de la ambigüe­
dad y la vaguedad dan lugar a falacias.

6. N iveles del lenguaje. Uso y mención. Lenguaje y m etalenguaje

Cuando queremos referirnos, nombrar, describir alguna cosa usamos


el lenguaje. Pero ¿qué pasa cuando nos queremos referir al lenguaje mis­
mo? Pues no hay otro instrumento que el mismo lenguaje y entonces el
lenguaje se convierte en metalenguaje.
Si nos referimos al objeto casa, estamos a nivel de lenguaje objeto (L ),
es decir, hacemos uso del lenguaje, y si nos referimos a la palabra ‘casa’
estamos en el nivel 1 del metalenguaje (L x). Teóricamente puede haber in­
finitos niveles, L x, L2, L 3, L4... L n, pero en la práctica esto no se da.

La paloma tiene dos alas (L O )' ‘Paloma’ tiene seis letras (L t)


referente referente

paloma
Si decimos “«Paloma tiene seis letras» es una frase escrita en español”,
estaremos en L2. Y si decimos “«Paloma tiene seis letras es una frase es­
crita en español» que consta de diez palabras”, estaremos en L3, y así po­
dríamos seguir aunque en la práctica llegaría un momento en que la can­
tidad de niveles metalingüísticos tornaría todo muy engorroso.
Hay autores que interpretan que la filosofía se ha constituido en gran
parte en metalenguaje. Así la filosofía de la ciencia es un lenguaje que ha­
bla acerca de la ciencia (que es otro lenguaje); la estética, el lenguaje que
habla acerca del arte (que es un tipo de lenguaje); la metaética, que ana­
liza el lenguaje de la ética, etcétera.
Por ejemplo, “Todos los cuerpos caen en dirección al centro gravitato-
rio de la Tierra” es una ley científica, pero en el análisis epistemológico
decimos por ejemplo: “Los enunciados científicos son universales”, y en­
tonces enunciamos acerca de enunciados (metalenguaje). Podríamos in­
terpretar que, en parte, la estética que reflexiona sobre el arte (un tipo de
lenguaje) podría ser un metalenguaje y lo mismo pasaría con ciertos as­
pectos de la filosofía política, la filosofía de las ciencias sociales, la metaé­
tica (que se ocupa de analizar los enunciados de la ética), la filosofía del
derecho, la filosofía de la historia, entendida como epistemología de la his­
toria. También la semiótica, la lingüística, las reglas ortográficas y gra­
maticales, en general, estarían en el nivel del metalenguaje ya que son un
lenguaje que se refiere al lenguaje.
No distinguir entre lenguaje y metalenguaje da lugar a paradojas, apo-
rías, falacias, tanto en el lenguaje informativo como en el literario.

7. Los artificios del lenguaje en la lógica y en la literatura

Las paradojas tienen algo de infinito, de reflejo, de circularidad, y sus­


citan una suerte de extrañeza en la ciencia y de magia en la literatura.
La repetición, el infinito, la contradicción, se ven reflejados en el pen­
samiento, en el lenguaje y aun en las cosas.
Para ejemplificar, vamos a traer al recuerdo una caja de lata cuadra­
da —que circuló hace mucho tiempo- en la que se envasaban galletas. Uno
de los lados de la caja estaba decorado con un niño que tenía en uno de
sus brazos la misma caja decorada con el niño que tenía la misma caja de­
corada con el mismo niño y así sucesivamente la figura se repetía, cada
vez más chica, potencialmente hasta la eternidad. Esto, obviamente, si
sostenemos que podemos dividir el espacio -como el tiempo—hasta el in­
finito. Hemos dicho que el metalenguaje podría desdoblarse teóricamente
hasta el infinito. También por el metalenguaje se producen las paradojas.
¿Por qué la relación de la caja con las paradojas? Por esa suerte de
enigma que produce la división al infinito, la eternidad y la autorreferen-
cialidad.
Clásicamente, se habla de paradojas matemáticas (tienen que ver con
la serie infinita de números), paradojas lógicas (tienen que ver con la con­
tradicción en el pensamiento) y paradojas semánticas (tienen que ver con
la autorreferencialidad del lenguaje).
Dicho sea de paso, a veces se usan las palabras ‘aporía’, ‘antinomia’ y
‘paradoja’ como sinónimas.
Veamos el Diccionario de filosofía en CD-ROM editado por Herder:

Obstáculo que impide el paso, de aporein, no saber cómo sa­


A p o r ía :
lirse de una cosa, no saber qué hacer; lo difícil y sin salida es apo-
ros. Se llaman a veces también antinomias o paradojas. Lo contra­
rio a la aporía es la euporía, en griego, camino de tránsito fácil.

P a r a d o j a (del griego para, contra o fuera, y doxa, opinión, “contra­


rio o ajeno a la opinión habitual”). En general, enunciado que afir­
ma un problema filosófico sorprendente, o enunciado que afirma, sin
más, algo que razonablemente va contra la opinión común. En un
sentido más estricto, un enunciado aparentemente absurdo deduci­
do como conclusión válida de premisas aceptables, o también pares
de enunciados contradictorios a los que se llega mediante razona­
mientos aparentemente correctos.

Prácticamente desde el comienzo de la historia del pensamiento se for­


mularon paradojas, como son las de Zenón de Elea, quien vivió probable­
mente entre el 490 y el 430 antes de Cristo, y que fueron transmitidas por
Aristóteles.
Una enunciación simple de la célebre paradoja de Aquiles y la tortuga
puede ser la siguiente:

Aquiles juega una carrera a una tortuga. Como Aquiles corre


diez veces más rápido que la tortuga, le da a ésta una ventaja de
diez kilómetros. Hagamos el siguiente razonamiento: cuando Aqui­
les haya recorrido los diez kilómetros que lo separaban de la tortu­
ga, ésta habrá recorrido un kilómetro. A continuación, cuando Aqui­
les haya recorrido ese kilómetro, la tortuga habrá recorrido cien me­
tros. Cuando Aquiles haya recorrido esos cien metros, la tortuga ha­
brá recorrido diez metros. Y así sucesivamente e infinitamente, por
lo que ¡¡Aquiles nunca alcanzará a la tortuga!!

En realidad, aquí Zenón plantea la infinita divisibilidad del continuo,


y como buen discípulo de Parménides pretende demostrar la imposibili­
dad del movimiento y el cambio.
Una célebre paradoja lógica es la llamada “paradoja de las clases
Russell”, de 1901, que provocó una verdadera crisis en la teoría lógica y
en la teoría de conjuntos y, con ella, en la llamada “crisis de los fundamen­
tos” de las matemáticas, al poner de manifiesto la inconsistencia de la teo­
ría (“intuitiva”) de conjuntos y de clases de Cantor y Frege. Dice así:

Hay clases que son miembros de sí mismas (que se tienen a sí


mismas como elementos o miembros); así, por ejemplo, la clase de
“todas las clases” es también una clase, pero hay otras clases que no
son miembros de sí mismas como, por ejemplo, la clase de “los días
de la semana” que no es ella misma un día de la semana. ¿Qué su­
cede, en general, con la clase de todas las clases que no son miem­
bros de sí mismas? ¿Es esta clase miembro de sí misma? Si es miem­
bro de sí misma, no es miembro de sí misma. Si no es miembro de sí
misma, es miembro de sí misma.

La siguiente es la paradoja del barbero propuesta por Bertrand Russell:

El único barbero de la ciudad dice que afeitará a todos aquellos


que no se afeiten a sí mismos.
Pregunta: “¿Quién afeitará al barbero?”. Si no se afeita a sí mismo
será una de las personas de la ciudad que no se afeitan a sí mismas,
con lo cual debería de afeitarse, siendo por tanto una de las personas
que se afeitan a sí mismas, no debiendo por tanto afeitarse.

Observemos aquí también la autorreferencialidad.


Veamos ahora la paradoja de Kart Grelling sobre palabras que se re­
fieren a sí mismas. Las palabras se pueden clasificar en autodescriptivas
(las que se pueden aplicar a sí mismas) y no autodescriptivas. ‘Palabra’,
‘esdrújula’, ‘corta’, ‘polisílaba’, son autodescriptivas (la palabra ‘palabra’
es una palabra; la palabra ‘esdrújula’ es esdrújula; la palabra ‘corta’ es
corta; la palabra ‘polisílaba’ es polisílaba). Es decir, se refieren a sí mis­
mas, son autorreferenciales. Mientras que las palabras ‘vaca‘, ‘aguda’,
‘larga’, ‘monosílaba’, no son autodescriptivas (la palabra ‘vaca’ no es una
vaca, la palabra ‘aguda’ no es aguda, la palabra ‘larga’ es corta y la pala­
bra ‘monosílaba’ es polisílaba).

Se refieren a s í mismas: No se refieren a s í mismas


Palabra Vaca
Esdrújula Aguda
Corta Larga
Polisílaba Monosílaba

Autodescriptivas No autodescriptivas
¿Es la palabra ‘no autodescriptiva’ no autodescriptiva o autodescripti­
va? Si es no autodescriptiva, es autodescriptiva porque se describe o se re­
fiere a sí misma, y si es autodescriptiva es no autodescriptiva. Se produce
la paradoja.

7.1. La paradoja del mentiroso

La paradoja semántica más famosa y antigua es la del mentiroso, atri­


buida a Eubúlides de Megara o bien, según otros, a Epiménides. Esta pa­
radoja dio muchos dolores de cabeza a los antiguos y se dice que Crisipo,
filósofo estoico del siglo m antes de Cristo, escribió sobre ella seis trata­
dos y que Filetas de Cos murió por no haber sabido darle solución, según
reza su epitafio:

Soy Filetas de Cos.


E l Mentiroso me hizo morir
y las noches de insomnio que tuve por su causa.

Una versión muy simple de la paradoja del mentiroso es simplemente


decir: “Miento”, y preguntarnos: ¿digo la verdad o miento?. Si miento, di­
go la verdad y si digo la verdad, miento. La paradoja se produce por la au-
torreferencialidad. Hay muchas versiones de la paradoja del mentiroso.
Esther Díaz y Mario Heller (1999) citan la siguiente variante:

Un rey que odiaba la mentira decidió castigar a los mentirosos.


Para ello instaló, a la salida de la ciudad, una horca y encargó a un
juez la siguiente tarea: toda persona que saliera de la ciudad sería
interrogada para saber a dónde se dirigía y, si se probaba que men­
tía, sería ahorcada.
Como en el lugar elegido se abrían dos caminos que conducían a
Ay a B, el juez al preguntar “¿a dónde va usted?” podría obtener dos
respuestas:
-Voy a A
-Voy a B.
Ambas respuestas podrían ser verdaderas o falsas.

El juez se preguntaba entonces si habían dicho la verdad. De


acuerdo con el camino que tomaba el viajero, decidía la repuesta. Si
su contestación era V, entonces no era ahorcado. Si había mentido,
era ahorcado.
V\
Voy a A Juez decide no ahorcarlo
F
¿A dónde va usted?
V /
Voy a B Juez decide ahorcarlo
F '

Un día sale un hombre y el juez le pregunta. El hombre contes­


ta: “Voy a ser ahorcado”. El juez se encuentra ante la siguiente si­
tuación paradójica. La respuesta podría ser verdadera o falsa. Si lo
ahorcaba, no había mentido. En consecuencia no había que ahorcar­
lo. Si no lo ahorcaba, había mentido, y, por lo tanto, había que ahor­
carlo.

si lo ahorca: V - no hay que ahorcarlo


“voy a ser ahorcado”
si no lo ahorca F - hay que ahorcarlo

La decisión es sobre la base de su respuesta:

“Voy a A o Voy a B” es lenguaje.


“Voy a ser ahorcado” es metalenguaje.

Observemos que en realidad las paradojas semánticas se producen por


la autorreferencialidad, es decir, un lenguaje que se refiere al lenguaje,
por eso resulta tan importante distinguir los niveles del lenguaje.

7.2. El oxím oron

En cuanto al oxímoron, no es un tema de la lógica, ya que se trata de


una figura literaria, que tiene un aire de familia con la paradoja, por lle­
var ínsita la contradicción.
La palabra ‘oxímoron’ proviene del griego oxys: agudo, y moros: estúpi­
do. Según el Diccionario de la Lengua, de la Real Academia, hace referen­
cia a la combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras
o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido, por
ejemplo, un silencio atronador.
De acuerdo con la Enciclopedia Espasa, es una figura que consiste en
ocultar un agudo sarcasmo bajo un aparente absurdo.
Jorge Luis Borges en “El Zahir” dice: “En la figura que se llama oxímo­
ron, se aplica a una palabra un epíteto que parece contradecirla; así los
gnósticos hablaron de una luz oscura; los alquimistas, de un sol negro”. Y
en “El Aleph” agrega: “Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclina­
da; había en su andar (si el oxímoron es tolerable) como una graciosa tor­
peza, un principio de éxtasis”.
Como es sabido, el lenguaje de Borges nos atraviesa y está atravesado
mágicamente por paradojas, espejos, infinito, eternidad, metalenguaje,
repetición, laberintos, oxímoron. Pero la paradoja no sólo está en el pen­
samiento y el lenguaje, sino también en la reflexión filosófica acerca del
ser humano y de la vida.
Para Heidegger, existir es ser para la muerte.
Para Blaise Pascal (1623-1662), “el hombre no es más que un junco, el
más débil de la naturaleza, pero un junco pensante”. He ahí la paradoja.
He ahí su miseria y su grandeza.
Volvamos a Bertrand Russell, el gran científico y pensador del siglo xx
que dilucidó el problema de las paradojas con su teoría de los tipos. En su
libro Misticismo y lógica (Russell, 1977, n: 920) dice que los grandes hom­
bres que han sido filósofos han sentido la necesidad tanto de la ciencia co­
mo del misticismo, y que el intento de armonizar las dos es lo que consti­
tuyó sus vidas pese a la ardua incertidumbre. Para esos espíritus la filo­
sofía es algo superior a la ciencia y a la religión. Y aclara que se refiere a
Heráclito y Platón.
Por eso, terminando por donde empezamos, estimamos que pensa­
miento, conocimiento y lenguaje son constitutivos no sólo de la lógica, la
ciencia y la filosofía, sino que nos atraviesan también en la literatura, en
la fantasía y en cuanta manifestación existe acerca de nuestra humana
condición.
Anexo
Algunas pautas para escribir un ensayo corto

1. Siete preguntas útiles

Pregunta Tener en cuenta


1) ¿Acerca de qué cuestión • Acotar bien el tema.
quiero hablar? • No elegir temas muy generales que causan disper­
te m a (o qué se investiga) sión. Por ejemplo: no: “El lenguaje”, sí: “Falacias del
lenguaje: la falacia ad hominerrf.
• No pierda de vista los subtemas o aspectos del tema
general.
2) ¿Qué me preocupa sobre • No confundir la temática con la problemática.
eso? • La problemática está relacionada con la hipótesis y de
PROBLEMÁTICA alguna manera con el fin de la investigación, ya que tra­
ta de la cuestión que quiero resolver. Por ejemplo: me
preocupa dilucidar si en todos los casos o contextos
“atacar a la persona” constituye una falacia o si es más
o menos falaz en algunos contextos que en otros.
3) ¿Qué estoy suponiendo? • La hipótesis que aparece como sospecha debe pro­
HIPÓTESIS, TESIS barse en el cuerpo del trabajo.
• La conclusión del trabajo es la hipótesis probada (tesis).
4) ¿En qué me baso para pen­ • Dé buenas razones a favor de su hipótesis.
sar así? • Una buena razón es la que es relevante respecto del
ARGUMENTOS 0 RAZONES tema, y que a menudo sirve como “evidencia”.
• Planifique sus estrategias arguméntales.
5) ¿Puedo dar ejemplos? • Los ejemplos deben ser atinentes y susceptibles de
EJEMPLOS verificación y comprensión.
• Además, deben ser esclarecedores respecto del te­
ma, ya que a menudo sirven como “evidencias”.
• Pueden servir de fundamento para dar buenas razones.
6) ¿Cuáles podrían ser las ob­ • Imagine objeciones.
jeciones? • Examine alternativas.
CONTRAEJEMPLOS,
c o n t r a a r g u m e n t a c io n e s

7) ¿Qué infiero de todo lo an­ • La conclusión debe inferirse del cuerpo del trabajo.
terior? • No se debe confundir resumen de lo expuesto con
c o n c lu s ió n conclusión.
2. Escribiendo nuestras ideas

• Organice su trabajo teniendo en cuenta que es conveniente respetar


los siguientes componentes:

1) Introducción.
2) Desarrollo o cuerpo del trabajo.
3) Conclusión.

• En la introducción puede ir la justificación de la elección del tema, el


planteo del problema, la formulación de la hipótesis o las aclaraciones
conceptuales, los supuestos teóricos y metodológicos.
• El desarrollo debe ser dividido en partes (secciones, apartados, pun­
tos), que muestren una sistematicidad.
• En la conclusión, que es el resultado de las inferencias propias del tra­
bajo, se consignan los principales hallazgos y se pueden hacer sugeren­
cias para investigaciones posteriores.
• Lea no solamente teniendo en cuenta el contenido sino también la for­
ma en que se ha volcado ese contenido.
• Luche contra dos tendencias: utilizar frases hechas, vulgares o gasta­
das, y evite el recurso de frases pomposas con pretensión de originali­
dad.
• Escriba frases cortas.
• Exprese una sola idea por vez.
• Defina los términos.
• Evite falacias.
• Tenga una actitud autocrítica al revisar sus borradores, tanto en lo que
atañe al contenido como a la forma.
• Sea riguroso con las citas.
• Consigne la bibliografía.
• Cuide los detalles de presentación.

3. Cóm o se cita

• Las notas deben ser a pie de página, en letra un tamaño menor que la
del texto.
• Las citas de menos de treinta palabras se incorporan al texto. Las de
más de treinta, se escriben aparte y sangradas en bloque con tipo me­
nor.
• Para las referencias bibliográficas incluidas en el texto, será suficien­
te la cita de cada autor con su apellido, año y página; por ejemplo: Fe-
rreiro (1990: 48). De esta forma las notas a pie de página se dedicarán
a aclaraciones o puntualizaciones y se cuidará reducirlas a lo indispen­
sable.
• La bibliografía se incluirá al final del trabajo, de acuerdo con este mo­
delo:

a) Libros:
G a r f e r , J.L. y C. F e r n á n d e z (1994), Adivinancero antológico español,
Madrid, Ediciones del Prado.
S e j o u r n É, Laurette (1970), Pensamiento y religión en el México anti­
guo, México, Fondo de Cultura Económica.

b) Artículos:
V e l á s q u e z , M. (1 9 8 8 ), “La integración del niño con dificultades en la
escuela infantil”, en B. Molí, La escuela infantil de cero a seis años,
Madrid, Anaya.

• Aunque la manera de citar es convencional y existen muchas formas


de hacerlo, es importante mantener la convención que se ha elegido.

4. Presentación

En la primera página irá el título del trabajo, todo en mayúscula, y en


la línea siguiente el nombre y el apellido del autor/a en minúscula.

Textos consultados

C a m p ir á n S a l a z a r , Ariel Félix (1998), “Didáctica para mejorar la refle­


xión: c o l ”, ponencia presentada en las v Jornadas sobre la Enseñanza
de la Filosofía, Coloquio Internacional organizado por el Programa pa­
ra el Mejoramiento de la Enseñanza de la Filosofía (Proyecto de Inves­
tigación, Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos
Aires), el Departamento de Filosofía y el Instituto de la Facultad de Fi­
losofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 8-10 de octubre.
J o s é , Elena Teresa (1988), La monografía, Salta, Grafiker.
W e s t o n , Anthony (1994), Las claves de la argumentación, Barcelona,
Ariel.
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http://www.oximoron.com/quees.html

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