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Reflexión – jueves, 31 de enero de 2019

por Edgardo José Soto Brito

Texto bíblico: Salmo 6

1 No me reprendas, Señor, en tu ira;


no me castigues en tu furor.
2 Tenme compasión, Señor, porque desfallezco;
sáname, Señor, que un frío de muerte recorre mis huesos.
3 Angustiada está mi alma;
¿hasta cuándo, Señor, hasta cuándo?

4 Vuélvete, Señor, y sálvame la vida;


por tu gran amor, ¡ponme a salvo!
5 En la muerte nadie te recuerda;
en el sepulcro, ¿quién te alabará?

6 Cansado estoy de sollozar;


toda la noche inundo de lágrimas mi cama,
¡mi lecho empapo con mi llanto!
7 Desfallecen mis ojos por causa del dolor;
desfallecen por culpa de mis enemigos.

8 ¡Apártense de mí, todos los malhechores,


que el Señor ha escuchado mi llanto!
9 El Señor ha escuchado mis ruegos;
el Señor ha tomado en cuenta mi oración.
10 Todos mis enemigos quedarán avergonzados y confundidos;
¡su repentina vergüenza los hará retroceder!

Introducción

Las mejores noticias en muchas ocasiones tienen como trasfondo un periodo álgido

en la vida. Como decimos: es en la oscuridad que la luz brilla con más intensidad. Y

cuando esa buena noticia llega se genera en nosotros un desbordamiento de emociones

positivas. De momento todo parece claro y en los creyentes hay palabras de gratitud hacia

Dios. Hemos recibido lo que esperábamos o algo inesperado ha sucedido que suma a

nuestra vida.

El Salmo 6
En los Salmos muchas veces se nos presenta a una persona que ora angustiada por

una situación y a partir de cierto momento en el Salmo cambia su lenguaje de angustia por

uno de alabanza o gratitud, lo que da a entender que de algún modo ha recibido respuesta a

su oración. El Salmo 6 tiene esa estructura, aunque no del modo que conceptualizamos

usualmente. Los primeros siete versículos explican el drama de esta persona. Ella está

experimentando la vida como sufrimiento teñido de maldad. Porque sabemos que en la vida

sufrimos, pero ese sufrimiento se profundiza porque el ser humano no siempre obra para el

bien. Y la situación que se describe se asemeja a la Job: pareciera que Dios está en su

contra, hay enfermedad con amenaza de muerte y personas que agravan el estado de ánimo

del que ora.

El supuesto giro de la situación se da en los vv. 8-10. Ahí el salmista expresa lo

siguiente:

8 ¡Apártense de mí, todos los malhechores,


que el Señor ha escuchado mi llanto!
9 El Señor ha escuchado mis ruegos;
el Señor ha tomado en cuenta mi oración.
10 Todos mis enemigos quedarán avergonzados y confundidos;
¡su repentina vergüenza los hará retroceder!

Una pregunta importante es: ¿por qué el cambio de tono? ¿sucedió algo? Las expresiones

en tiempo futuro nos indican que la situación concreta del orante no ha cambiado: “Todos

mis enemigos quedarán avergonzados y confundidos; ¡su repentina vergüenza los hará

retroceder!” (v. 10). La buena noticia él la obtuvo de otra parte: en la convicción de que

Dios escucha los ruegos del que clama a él.

Conclusión

La iglesia ora intensamente no porque esté derrotada, sino porque vive en la

esperanza de un Dios que escucha, que ama, que actúa y es fiel. El Salmo 139:4 dice: “Pues
aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda” (RVR1960). En

Mateo 6:7-8, Jesús exhorta sus discípulos y dice: “Cuando ores, no parlotees de manera

interminable como hacen los seguidores de otras religiones. Piensan que sus oraciones

recibirán respuesta solo por repetir las mismas palabras una y otra vez. No seas como ellos,

porque tu Padre sabe exactamente lo que necesitas, incluso antes de que se lo pidas”

(NTV). Orar en sí mismo una buena noticia, no por lo que se recibe, sino porque lo que se

asume: Dios escucha.

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