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Feudalismo

¿A partir de qué momento puede comenzarse a caracterizar una formación social bajo el concepto de modo de
producción feudal?

Para profundizar el análisis de los procesos transicionales es importante realizar una contextualización de los sistemas
políticos-institucionales que existieron en Europa Occidental entre los siglos VII y IX (todo el 600-principios y mediados
del 800). Es uno de los períodos peor conocidos de la historia de Europa de esta época, y ello en buena medida debido a
la ausencia o escasez de fuentes escritas. De allí a recurrir al registro arqueológico, especialmente a la arqueología
agraria para realizar una aproximación científica de los procesos sometidos a discusión.

 El origen: Merovingios y carolingios.

Para entender las estructuras políticas e institucionales del el feudalismo hay que remitirse especialmente a lo que se
llama la dinastía merovingia (Francia, entre el Loira y el Rin, siglos VI-VII). En aquella época, la costumbre de repartir el
reino entre los herederos al morir el rey hacía estallar violentas guerras civiles. Aterrorizada, la población buscaba la
protección de los poderosos.

El gran salto cualitativo se asocia al surgimiento de una nueva dinastía, la dinastía carolingia. El estudio de la dinastía
carolingia se ve beneficiado por un fenómenos que es el resurgimiento de la escritura en la administración pública. Esto
es la reaparición del documento escrito, porque hay una reconstrucción burocrática y una nueva geografía administrativa
que le permite a los historiadores contar con un insumo esencial para su trabajo. Con los primeros carolingios aparece la
unión vasallaje-beneficium. En esta etapa (siglos VII -VIII), las luchas continuas obligaron a los reyes a asegurarse un
ejército leal. Por ello, multiplicaron sus vasallos asignando tierras. Algunas eran suyas. Empero, la mayoría procedían de
las usurpadas a la Iglesia. Para reconocer los derechos eclesiásticos, el rey retenía los bienes, concediéndolos en
beneficio vitalicio a sus vasallos.

Con la llegada de los carolingios en las décadas finales del siglo VIII, se produce algo así como una “reconstrucción del
Estado”. Tanto en la dinastía merovingia y como ahora en la carolingia, tenían una base de sustentación que está unida a
lo que entendemos por Estado. La palabra “Estado” aparece varias veces en el libro1. Estamos hablando de un Estado
débil, pero que sea débil no quiere decir que no exista. El estado es débil porque tiene una estructura administrativa que
tiene una distribución espacial muy irregular: en algunos lugares el Estado tiene presencia y, en otros lugares, está
ausente. La monarquía no tiene una representación efectiva en determinados territorios donde dice ejercer su
jurisdicción: proclama tener capacidad jurisdiccional sobre determinados territorios, pero no hay ninguna autoridad que lo
ejerza plenamente.

 El paso de las antiguas formaciones sociales económicas esclavistas a las formaciones medievales, interpretado
a nivel de la modificación de las relaciones sociales es un proceso largo y complejo.

Las invasiones bárbaras no deben ser analizadas como ejércitos victoriosos sino mas bien como la penetración a
menudo pacifica, con frecuencia requerida por los romanos, de tribus agotadas, vencidas, asombradas al ver que las
defensas del Imperio ya no existen por lo tanto estas no pudieron destruir la sociedad romana mas que porque eta había
entrado en decadencia desde hacía mas de dos siglos, ya que el estado imperial funcionaba mal. El imperio romano
muere por sus contradicciones internas y las invasiones no han desempeñado un papel mas que amplificador.

Para que las relaciones feudales puedan desarrollarse será necesario primero haya desarrollo de la base material.

Se entiende que a comienzos del siglo IX se habían adquirido o se implantaban las innovaciones técnicas que
aseguraron la superioridad económica de la agricultura feudal sobre la agricultura romana. De ahí la necesidad del paso
al feudalismo como relación social y como superestructura jurídico-política, paso que se dio por medio de las luchas
campesinas logrando obtener la consolidación de sus derechos hereditarios sobre sus tenencias.

Lo que hace del MPF un modo progresivo es la combinación entre propiedad feudal del señor y por consiguiente las
ventajas de la gran explotación y propiedad individual, así como también numerosos progresos alcanzados por los
artesanos y progresos relacionados a la organización señorial que permitían obtener ventajas de la gran explotación en
base a prensas y molinos de agua mas evolucionados y generalizados, y después la rotación de cultivos trienal antes de
la aparición del régimen feudal.

La historiografía ha insistido desde Marc Bloch en las causas económicas de la decadencia de la esclavitud una vez que
desaparece el contexto de la economía antigua que permitía obtener grandes beneficios de la producción agrícola, la
esclavitud deja de ser apropiada. Los grandes propietarios se dan cuenta del costo y del peso del mantenimiento de la
mano de obra servil y les resulta mas eficaz establecer a los esclavos en parcelas situadas en la periferia del dominio
que les permiten hacerse cargo por si mismos de su subsistencia a cambio de un trabajo efectuado en las tierras del amo
o de una parte de la cosecha obtenida.

Otros han querido subrayar que el final de la esclavitud era obra de los esclavos mismos y de sus luchas por la
liberación, y acá se puede tener en cuenta la importancia de las bagaudas, revueltas de esclavos que estallaron en el III,
o también subrayar que existen muchas otras formas de resistencia al trabajo que van desde la reticencia al trabajo hasta
la huida que a lo largo de la edad media se vuelve cada vez mas masiva.

Otros como Dockés han preferido destacar el papel de las transformaciones políticas. En efecto, el mantenimiento de un
sistema de explotación tan duro como la esclavitud supone la existencia de un aparato de Estado fuerte que garantice su
reproducción mediante leyes que afirmen su legitimidad ideológica y mediante la existencia de una fuerza represiva
indispensable para asegurar la obediencia de los dominados. Por eso, cuando decae el aparato del estado antiguo a los
terratenientes a los esclavos les cuesta cada vez mas trabajo mantener el dominio sobre sus esclavos.

Así, podemos ver que se trata más bien de una transformación global, a la vez económica, social y política lo que
conduce a los amos a transformar grandes dominios que se habían vuelto incontrolables a renunciar de manera
progresiva a la explotación humana directa.

La mayoría de los historiadores marxistas asocian el final de la esclavitud con la crisis del Imperio romano que se supone
marcó en los siglos III a V la transición decisiva del modo de producción de la Antigüedad al modo de producción feudal.
Pero las investigaciones llevadas a cabo hacen más de medio siglo han mostrado el carácter insostenible de dicha tesis
ya que numerosas fuentes atestiguan el mantenimiento masivo, durante la Alta edad media de una esclavitud que en lo
esencial es idéntica a la de la antigüedad.

Pierre Bonnassie admitirá que la extinción del régimen esclavista es una larga historia que abarca toda la Alta edad
media, y donde lo esencial del proceso se llevara a cabo entre los siglos VI y VIII mientras que los testimonios de los
siglos IX a X manifiestan los últimos esfuerzos por salvar un sistema que se había vuelto insostenible.

 Crecimiento feudal – Baja edad media

El modo de producción feudal se consolidó y el desarrollo económico tomó un nuevo impulso que favoreció el auge
occidental donde incidieron factores referidos tanto al aumento de la producción agraria y demográfica, como también el
de los centros urbanos, el comercio y otras transformaciones técnicas. (Baschet)

Bases de una primera aproximación al estudio de la economía de Europa Occidental durante la Alta Edad Media.

Esto se hizo considerando por Alta Edad al período que va desde el Siglo V (mediados de 1400) hasta finales del siglo X.
Con respecto al siglo X, los historiadores en general coinciden en que ya están estableciéndose las bases de una nueva
economía y una nueva sociedad, y dando inicio a lo que llamamos plenitud de la Edad Media, también denominada la
Época Clásica de la Edad Media, que coincide con el establecimiento de las estructuras feudales. Dicho establecimiento
está determinado por una serie de cambios a nivel de las formas de Estado que existían en Europa en el período
temprano medieval. Cuando hablamos de formas de Estado nos referimos a la existencia de determinados poderes
públicos que se han configurado en Europa a lo largo del período analizado, y que entran en crisis prácticamente
definitiva en un colapso total durante el período que va desde el año 1000 al año 1100.La referencia al año mil entonces,
puede servir para marcar el momento en que se afirma un movimiento de auge cuyos resultados se manifiestan sobre
todo a partir del siglo XI.

La Baja Edad Media abarca el período comprendido entre los siglos XI y XV. Durante ese período se afirmaron y
extendieron las relaciones sociales feudales en Europa occidental. El deseo de aumentar los beneficios de la explotación
señorial suscitó poco a poco la intención de mejorar, el rendimiento de los campesinos que le estaban sometido, bien
favoreciendo el aumento de la sociedad rural, bien poniendo a los trabajadores en condiciones de ampliar sus
capacidades de producción. Esta intención estimulo, en el marco del feudalismo, la búsqueda de un movimiento de
progreso.
La efervescencia comercial y monetaria que se percibe deriva de la vitalidad de estructuras económicas más profundas,
de las que es la revelación y que, a su vez, contribuye a estimular (Duby). En los tres últimos decenios del siglo XI hay
que situar, por tanto, el comienzo de una nueva fase.
Estructuración y dinámica del señorío rural - explotación de la tierra y de la fuerza de trabajo.
La tierra sino tiene fuerza de trabajo de nada sirve, sólo es susceptible de explotación en la medida que se pueda
disciplinar fuerza de trabajo sometida a unas condiciones de regularidad que hagan altamente productivo el
aprovechamiento del hábitat rural. Por lo tanto, tenemos entonces un sistema de explotación bipartito que tiene una
estructura y una dinámica específica. Hay que apelar ahora a los problemas de dinámica interna y espacial. La dinámica
espacial remite a los problemas de confrontación entre los señores, es decir, los dueños de las propiedades territoriales
sometidas a explotación. Cada señor buscaba, hasta donde sus fuerzas se los permitían, avanzar sobre las explotaciones
de sus vecinos no tanto por la tierra, sino para apoderarse a la fuerza de trabajo afectado a esa tierra, porque hay un
problema recurrente: la mano de obra es muy difícil de controlar.

El 90% de la población europea vive en el siglo VIII en el espacio rural. La ciudad como tal, tiene un papel insignificante
desde el punto de vista demográfico (no en un sentido general). De modo tal que el hábitat rural es el espacio
privilegiado de ocupación de las tareas productivas, y es en él donde se despliegan los procesos de confrontación entre
quienes tienen el control de la tierra y quiénes son sus productores directos. Este es el primer problema de dinámica
social. En líneas generales, un porcentaje de la población campesina está sometida a una minoría que tiene el control de
la tierra. Cuando se habla de control es un control no nominal, sino real. Esto es porque para el siglo VI (y fines del V
también), los propietarios de grandes explotaciones rurales dejaron de ser absentistas y se convirtieron en residentes
permanentes. El carácter de propietarios absentistas se diluye a lo largo del siglo VI, y progresivamente quienes antes
vivían en la ciudad se establecen en sus propiedades rurales. La dinámica espacial de confrontación se acentúa porque,
ahora, cada señor busca, por todas las maneras posibles, apropiarse de la mano de obra que tiene el vecino, porque la
escasez de mano de obra es un fenómeno recurrente. Es un problema recurrente por varias razones, una de ellas es que
los antiguos esclavos y campesinos encuentran mucho más fértil y propicio el terreno para generar rebeliones contra sus
amos. Esas rebeliones se denominan, especialmente entre los siglos III y V (y aún después), bagaudas. Estas bagaudas
son sublevaciones de campesinos y esclavos que se observan en la Galia (hoy Francia) e Hispania (hoy España y el resto
de la península Ibérica). Estas rebeliones de campesinos y esclavos proliferan entre los siglos III y V, pero se mantienen
más débilmente en los siglos subsiguientes tan pronto toman conciencia de que las capacidades de represión son
completamente inadecuadas, porque el dato central que manejan los historiadores2 es que el Estado ha colapsado: no
existe una capacidad del Estado para organizar los medios de represión de manera más o menos eficiente y coordinada.
El Estado carece de los instrumentos, para los siglos VI y VII, imprescindibles con los que se desarrollan los procesos de
represión y de control directo de la fuerza de trabajo. Dadas esas debilidades, esas limitaciones que acusa el Estado; es
perfectamente verosímil que los esclavos y campesinos tengan mucho más ampliado el margen de maniobra para
practicar lo que mejor saben hacer: la huida, la fuga. Esto es así porque si se van a enfrentar con fuerzas armadas, por
poco preparadas que estén, los campesinos con palos y guadañas poco pueden hacer contra caballeros que tienen
lanzas, y otros tipos de armas bastante más eficaces que las de ellos. De allí que hay un consenso casi unánime en
cuanto a admitir que el problema del control de la fuerza de trabajo viene básicamente dado por la huida, por la fuga
masiva. La huida y otras formas de resistencia crearon las condiciones para que los señores (miembros de la aristocracia
rural) se vieron competidos a hacer algo que antes no había hecho: abandonar un modo de explotación para permitir el
establecimiento de otro. ¿Por qué el señorío rural que hasta el siglo V aproximadamente fue explotado de manera
directa por el propietario con auxilio de mano de obra sin necesidad de establecer ningún tipo de explotación delegativa
cedió el paso a una forma mixta en tanto y en cuento la explotación ahora fue parcelada? Gracias a la fotografía aérea
reconocemos este nuevo parcelamiento. Para el siglo V, ya hay un sistema de explotación delegativo que fue impuesto
por imperio de las circunstancias: los señores no es que quisieron pasar a un sistema de explotación de estas
características, sino que no tuvieron otra alternativa. Este nuevo sistema impone una serie de obligaciones a los titulares
de mansos libres y serviles e independiza al propietario de la manutención directa de sus subordinados. Esta
manutención pasa ahora a un plano que excede toda la logística del propietario, y queda bajo la exclusiva
responsabilidad de quienes son asignados en la titularidad de los distintos mansos. Algo que también debe tenerse en
cuenta en relación a esto último, y que se desprende de la fotografía aérea, es que los mansos más grandes (8 a 11
hectáreas) están reservados a los titulares de mansos libres, y los más pequeños a los titulares de mansos serviles. De
modo tal que los que eran titulares de mansos serviles no solamente debían 3 días de jornada en la reserva
(abandonando sus explotaciones 3 veces a la semana para acoplarse a los trabajos directamente gestionados desde el
núcleo central de la explotación), sino que los propios predios que ocupaban tenían por lo general una superficie menor
que aquellos que detentaban los titulares de mansos libres. O sea que había dos factores de debilidad que gravitaban en
el mantenimiento y gestión de la explotación. ¡Tengo menos tierras y encima tengo que abandonarla 3 veces por
semana para desarrollar las labores de corvea! O sea, prestaciones de trabajo, acoplándose al trabajo de los esclavos en,
por ejemplo, el momento de la vendimia, hay que recolectar el trigo, la avena, hay que hacer trabajos de reparación de
la muralla que rodea al recinto fortificado donde se aloja el dueño de la explotación.

El dueño de la explotación antes no tuvo necesidad de hacer esto (“lo fortificado), porque no estaba allí, vivía en la
ciudad. Sus descendientes, los sucesores, en algún momento tuvieron que abandonar la ciudad y refugiarse en sus
explotaciones agrarias. Literalmente “refugiarse”, en parte porque las presiones (de lo que quedaba del Estado) en
materia de contribuciones fiscales se hicieron insoportables; y una manera de eludir esas presiones fue abandonar la
ciudad y refugiarse en sus propiedades. Esto tiene que ver además con un problema de lógica, de conflicto, de clases.
Esto significa que a medida que el Estado va perdiendo parte de sus capacidades (siglo V, donde se produce el colapso
final del imperio romano tardío), a medida que se profundiza la debilidad del Estado, éste busca sostenerse aumentando
la presión fiscal, es decir, “dando una vuelta cada vez mayor a la torniqueta fiscal” para extraer recursos de una
economía que está en decadencia. Lo que hace el Estado es profundizar los problemas productivos porque potencia sus
capacidades de punción fiscal, que son escasas pero que las desarrolla todo lo posible (aún en un contexto de debilidad).
Para evitar parte de esa exacción3, los señores abandonan, al menos en parte, su vida urbana y se refugian en el ámbito
rural. Esto priva al Estado de recursos, por lo cual se presenta una contradicción estructural.

Una contradicción estructural aplicada al proceso considerado es la siguiente: los señores, el conjunto de los aristócratas
que tienen explotaciones en el campo, le reclaman al Estado su intervención para controlar la fuga de campesinos y
esclavos y para reprimir a quienes se revelan.

La dinámica de confrontación a nivel de productores directos se visualiza a través de dos formas:

* La fuga: una manera de resistirse a la opresión era escaparse. Se iban al bosque. Los bosques son unos ecosistemas
que cubren gran parte del territorio del centro y norte de Europa. De modo tal que, en las áreas más boscosas de
Europa, las condiciones de refugio de los campesinos fugitivos se presentan mucho más favorables. En otros lugares, en
Europa mediterránea, el manto boscoso es mucho más escaso, entonces debían irse al mar, pero el mar era un
obstáculo insalvable.

* La confrontación: hay grupos de campesinos que se organizan y presentan batalla a los señores, producen
acontecimientos de rebelión más o menos masivos con la idea de destituir a los poderes de coacción y establecer grupos
de campesinados libres. Como las rebeliones por lo general son masacradas porque el diferencial de fuerzas que se
enfrenta es muy notorio; la derrota está anunciada de antemano, por eso es “más inteligente” huir que enfrentarse.
Esto es lo que más preocupa a la aristocracia rural, como también la huida, porque con cualquiera de los casos, no hay
continuidad en las tareas de explotación de las tierras.

La contradicción estructural se debate en torno a este aspecto: por un lado, los señores niegan al Estado el querer pagar
los impuestos; pero, por otro lado, reclaman su presencia para que “ataje” la huida y reprima la rebelión. Dada la
debilidad del Estado para coordinar la acción represiva que se necesita cuando hay huida, cuando han sublevaciones o
ambas cosas a la vez; el Estado necesita rearmarse para poder efectuar la represión que se le exige. Para poder
desarrollar eficazmente esa tarea, el Estado tiene que tener recursos, pero los señores se lo niegan. Se puede decir
entonces, los señores niegan individualmente al Estado, pero lo reclaman colectivamente.

En esta transición del sistema antiguo (que colapsó en el siglo V), la discusión sobre las características específicas de los
sistemas productivos se sustenta en dos grandes esquemas de explotación del sistema romano. Dicho de otra manera,
en la época tardo imperial (Bajo Imperio, los últimos tres siglos del Imperio Romano), el régimen de explotación de la
tierra reposaba en un sistema que tiene una característica muy bien definida: reposaba en el saltus y en el ager. El ager
es el espacio rural reservado a la actividad agrícola, se llama tierras de pan llevar. Esta expresión quiere decir, las tierras
dedicadas a la producción de cebada, centeno y trigo, algo de pelta (ver) que es un trigo de otras características;
cereales que se cultivaban en el Antiguo Imperio Romano y que era la base de la composición alimenticia del pueblo
romano: se alimentaban de productos derivados de la cerealicultura, de productos de la vendimia y del olivo, aceite,
pescado, etc. Esto estaba muy lejos, por ejemplo, para contrarrestar, de la dieta típicamente germánica, del consumo de
cerdos, cebollas, papas, otros tipos de productos.

De modo tal que el ager, tenía preeminencia dentro de los sistemas productivos, era más importante que el saltus, que
es el espacio rural reservado al pastoreo, a la actividad pastoril, la cría de ganado. El saltus está compuesto por prados,
por zonas boscosas, por lo general bastante escasas (porque en el área mediterránea no son abundantes).

De este modo la explotación del espacio rural sobre la base de estos sistemas tiene en el mundo romano una clara
diferenciación: no hay compenetración entre ambos, es decir el ager opera disociadamente del saltus (las tierras que
son para cultivo están perfectamente disociadas, sin ningún tipo de articulación, con aquellas que se destinan a la cría
de ganado). Esto es necesario remarcarlo porque a partir del siglo VI y VII (y sobre todo el siglo VIII), se observa que el
saltus y el ager operan de manera compenetrada: porque las capacidades de reconstitución de la fertilidad del suelo
reservadas para el ager dependen del estiércol que distintos tipos de ganado le aportan. Los pueblos germánicos
“descubren” una estrategia operativa más productiva y eficaz que se tradujo en esta articulación entre el
aprovechamiento de las antiguas tierras dedicadas al cultivo; y las que se utilizan para la cría de ganado. Entonces, en la
época romana hay una plena disociación; mientras que en la época germánica hay una articulación. Esa articulación se
reveló más productiva en definitiva porque es la que termina de imponerse.

Como nos encontramos en materia de dinámica, hay que ver cómo se resuelve la situación de la punción. Los esclavos
están en las ergástulas, que son una especie de cabañas de madera, perfectamente controlados. El villicus es un esclavo
jerarquizado, que ha recibido los beneficios de la promoción, ha sido tan leal con el dueño, que éste lo “premia”
otorgándole una función jerárquica por sobre los que eran sus antiguos compañeros. El villicus tiene a su cargo el
control del movimiento diario de esclavos, los cuales hay que sacarlos todos los días y establecer lo que se llama una
división del trabajo: algunos tienen más habilidades para trabajar en el campo del cereal (ager), etc.

Por ejemplo, para que el campo de cereal se mantenga productivo, “cada tanto” hay que traer una masa de hojas y
residuos forestales en estado de putrefacción que es transportada hasta la tierra del cereal para reconstituir suelos
decaídos. Algunos son utilizados para la explotación del trigo u otro cereal; otros para el cultivo y el desarrollo de la
vitivinicultura; otros que no tienen muchas habilidades van a juntar leña para llevar a la residencia del señor; otros
cortando maderas duras para reparar o para realizar construcciones; es decir, las tareas son múltiples, pero hay un
sistema centralizado de división del trabajo. El villicus es el rostro y los ojos del dueño, porque éste no se “rebaja” a
abandonar su lugar, que es muy tosco (la mayor parte de las construcciones del siglo VI y VII son de madera, no de
piedra, y de ahí la importancia del bosque, de preservarlo hasta donde sea posible). Esto es así porque el bosque da
muchos recursos, pero si se lo avasalla se termina socavando las propias capacidades de reproducción; es decir, hay que
tratar al bosque con mucho cuidado porque si no inviabilizo la propia estrategia reproductiva. La voracidad tiene una
contracara: si un señor se devora rápidamente el bosque, luego va a querer apoderarse de un territorio que es de otro
señor que tiene más bosque. Es una dinámica de enfrentamiento entre señores, por recursos y por mano de obra. Esto
da cuenta de que no es una estructura estática, donde nunca pasa nada. Esto habilita a su vez el concepto de guerra
interseñorial.

El señor está custodiado por un grupo de milites (hombres armados) que está a su disposición para defenderlo de los
ataques de otros señores como también para convertirse él en una fuerza de agresión que quiera disputar los recursos
de otros. Entonces hay una dinámica de confrontación entre señores: los que están en la cima de la pirámide social.

A nivel rural, tenemos una minoría, una aristocracia terrateniente, que tiene capacidades militares, que se ha quedado
con parte de los atributos de la estatidad (atributos que antes eran resortes exclusivos del Estado, del poder público). A
medida que se va desvaneciendo la presencia estatal, los resortes típicamente públicos son acaparados por quienes se
apropian del poder. Por eso se habla de una progresiva privatización del poder, entendiéndose por ésta a las
capacidades que estos señores territoriales tenían para ejercer ciertas potestades en su espacio similares a las que antes
ejercía el Estado. Incluso, entre los más fuertes de ellos, una de las capacidades más notorias de la especificidad estatal
fue la capacidad de acuñar moneda. La acuñación de moneda es un resorte exclusivo del Estado en tanto ejerce el
monopolio absoluto de la soberanía. El emblema superlativo de soberanía en cualquier Estado es una moneda con la
esfinge del mandatario. Ahora, como el Estado romano colapsó (y lleva ya varios siglos de colapso), algunos señores (los
más grandes, los señores eclesiásticos y algunos duques) no tienen ningún problema en acuñar moneda que representa
los atributos del poder. Ya no se trata de un Estado, sino de microestados.

Ahí está el tema, porque al había guerras interseñoriales, por los recursos y para capturarle al otro la mano de obra. Es
más completo el tema de la aristocracia terrateniente, porque también hay pequeños aristócratas. Éstos son los que en
vez de tener 10.000 o 5.000 hectáreas de campo, tiene 800 hectáreas, tiene un señorío bastante modesto. Es un señor
de un linaje más modesto, pero es parte de la aristocracia. Por lo general, es un auxiliar de rango nobiliario que viene en
ayuda de los grandes aristócratas; están más tiempo con él que atendiendo a sus propios predios.

Siguiendo la pirámide, luego están los campesinos libres, a los cuales se los denomina alodiarios. Alodiarios viene de
alodio, que es la propiedad campesina independiente, es decir, que no está bajo control de ningún magnate ni
aristócrata. Son propiedades de 25/30 hectáreas, y los dueños de éstas son los propios campesinos. Existe entonces la
pequeña propiedad en la Europa de esta época.

Y por último, están los que no tienen ninguna propiedad, ni siquiera son dueños de sí mismos, porque no pueden decidir
nada por ellos. Los esclavos. Están bajo la absoluta dependencia de sus dueños, son una mercancía que parla. Los
llamaban “Instrumentum vocale” en la jerga de la época tardía romana: ¿en qué se diferencia del caballo? En nada, sólo
en que el caballo no habla, éste intenta decir algo. Sin embargo, se podía hacer lo mismo con ellos que con el caballo,
por ejemplo. Por lo general el dueño no hace ninguna locura con ellos, porque para tenerlos tuvo que pagarlo primero.
El problema que hay acá es que es más escasa la cantidad de esclavos en los mercados, y así, sube de precio. El costo de
sustitución es demasiado elevado.

Teniendo en cuenta este costo, ¿por qué entonces no hacemos que cada uno de ellos se aloje en distintas parcelas? Si
no es demasiado rentable este sistema de explotación, bien podemos utilizar una parte de la propiedad y explotarla con
una modalidad distinta de la que se venía utilizando. Esto vendría a ser el cambio dirigido desde arriba: los señores
perciben en algún momento que los esclavos tradicionales en chusma no son suficientemente productivos (en parte
porque huyen, o se revelan, o se mueren bajo las condiciones de opresión cada vez mayores) y como sustituirlos es muy
costoso, no les queda otro camino.

Sea porque dejó de ser rentable, porque huían, porque se sublevaban o por las tres cosas a la vez, lo cierto es que los
señores en algún momento desarrollan una transición: el abandono de un sistema uniforme de explotación a cargo de
esclavos en chusma o masa, y el inicio de un sistema de explotación bipartito, donde una parte sigue siendo explotada
bajo la modalidad antigua tradicional, y otra ahora se divide en parcelas. En una situación de debilidad de las estructuras
del Estado y de conflicto de los campesinos y esclavos en sublevación; se podría entender el colapso de la modalidad de
explotación tradicional y la emergencia de una modalidad diferente con una combinación muy particular.

Además, otro factor es la peste bubónica que hace estragos en el siglo VI se lleva la vida de muchos esclavos, familias
aristócratas y no aristócratas. Por lo tanto, la población está en un equilibrio inestable muy notoria. No hay abundancia
de población, no hay posibilidades de reponer fácilmente la fuerza de trabajo que se cae.
El auge del campo y de la población (siglos XI a XIII)

El aumento de la producción no parece que fuera provocado en gran parte por una mejora de los métodos de cultivo,
sino más bien por su expansión a nuevas tierras.
Algunas pequeñas mejoras fueron la siembra de dos “tiempos”, es decir, cereales de invierno y de verano (que ya se
usaba) junto con la introducción de leguminosas, que, aparte de ser un gran complemento alimenticio, reconstituía los
suelos agotados por los cereales.
También parece que, al aumentar la tierra cultivable, se podían dejar los terrenos más utilizados en barbecho, dejando
el tiempo suficiente para su regeneración. Parece demostrado que se debieron mejorar los útiles de trabajo. Aunque no
hay pruebas fehacientes, el arado seguramente que se adaptó para remover más profundamente la tierra. En esta época
hubo un gran progreso en la industria metalúrgica, en principio estimulado por la aristocracia y sus equipos de combate,
pero que hizo más corriente el uso del metal, lo que en el caso del arado se tradujo en un reforzamiento de las partes de
madera, aumentando su eficacia.
Además, aumentó el uso de los animales de tiro, sobre todo el buey, mejora imprescindible para un aumento de la
producción. En algunos sitios se introdujo también el uso del caballo, mucho más rápido que el buey, pero también
mucho más caro de alimentar y mantenerlo.
Todos estos elementos tuvieron una influencia clara sobre el campesinado. Los señores aumentaron su poder y presión
sobre los campesinos. Las mejoras del ganado de tiro y del arado, fueron en gran parte proporcionados por los propios
señores, tanto con el préstamo, y la consiguiente amenaza de retirarles el “favor”, como con el crédito por parte del
señor al campesino, lo que le convertía en su deudor, y, por tanto, una forma más de controlar su vida.
Otro factor importante fueron las nuevas desigualdades aparecidas entre los propios campesinos. Aunque las antiguas
diferencias basadas en el origen del campesino, esclavo o libre habían casi desaparecido, ahora se establecía una nueva
diferencia, basada en la desigualdad económica. No todos los campesinos pudieron mejorar sus equipamientos, por
falta de capital, y, por consiguiente, siguieron con sus arados ligeros y sus cosechas menos productivas, como
consecuencia habrá campesinos más ricos (o menos pobres) que otros.

3) LAS NUEVAS TIERRAS.


Roturar nuevas tierras era una operación muy corriente en toda la Alta Edad Media, cuando se agotaban las tierras de
cultivo había que abandonarlas y crear nuevas para mantener el nivel de rendimiento, esto era inevitable ante la falta de
abonos.
Sin embargo, ante el aumento de población, la roturación de nuevas tierras se convirtió en una necesidad aún mayor. Se
puede decir incluso que la ampliación de nuevas tierras fue la gran expansión económica del siglo XII.
La escasez fue el auténtico motor de este proceso, llevado a cabo sobre todo por los hijos que no podían encontrar
alimentos en las tierras familiares, a pesar de los progresos técnicos.
Al principio se roturaban las tierras aledañas a la aldea, aumentando el “claro aldeano”. Esta fue también la forma más
común de aumentar tierras de cultivo, pues el señor podía controlarlas y así aumentar sus beneficios.

Otro caso fue el de las roturaciones en núcleos de población nuevos, se elegía un pequeño claro dentro de una zona
forestal y desde el interior se empezaba a suprimir todos los obstáculos naturales, aquí tenemos, además, el principio de
la futura deforestación de Europa Occidental. Este modelo, sin embargo, se especializó en recolección forestal y pastoril,
sobre todo ante las nuevas demandas alimenticias de carne, madera, lana, etc.

La forma de expansión que más conocemos, al estar muchas documentadas por escrito, fue la fundación de nuevas
tierras. Éstas, sin embargo, fueron promovidas por los señores, en tierras de su propiedad pero que ocupaban el yermo
(tierras no aptas para la agricultura). Aquí, sin embargo, el interés del señor iba dirigido más al aumento de tributos y
derechos de justicia, que de beneficios propiamente agrícolas. Realmente les interesaba más controlar el territorio y sus
gentes, y así poder colaborar en la defensa de posibles ataques externos, dicho de otra forma, aumentar su poder
político. Resumiendo, el proceso de nuevas roturaciones fue avanzando desde el siglo X, muy lentamente, coincidiendo
con un aumento poblacional y una posterior innovación técnica, que aumentó la presión demográfica y provocó un
aumento de las roturaciones, siendo ya estimulado por los propios señores.

Campesinos
En este capítulo se tratan diversos temas para explicar la expansión agrícola. Esta es en gran parte consecuencia de la
presión de los señores, interesados en ver aumentar la extracción de excedentes del trabajo de sus siervos. Esta
expansión económica tiene múltiples causas; como también consecuencias, entre ellas la más importante fue la
reducción de la presión económica sobre los campesinos.
Desde los siglos XI y XII se da una tendencia hacia el crecimiento demográfico, lo cual
puede comprobarse en las genealogías de los linajes aristocráticos; aunque este crecimiento también
alcanzó al campesinado.
Las bases del crecimiento y sus consecuencias:
 La nivelación de esclavos y campesinos libres multiplicó los matrimonios: con el
crecimiento de la población se comienzan a dividir los mansos.
 Perfeccionamiento de las técnicas agrarias: construcción de molinos, comienza a darse
un sistema de rotación de cultivos trienal
 Mejora en la alimentación de animales de tiro: mejoraron los procedimientos de tracción
del ganado, permitiendo en algunas comarcas sustituir al buey por el caballo, el cual es
más rápido.
 Es probable que se haya perfeccionado el arado, añadiéndose elementos de hierro durante el siglo XII: sostiene
y amplifica el crecimiento económico.

El progreso técnico traería un cambio fundamental, el acrecentamiento del valor de los aperos con relación al de la tierra.
En consecuencia, la clase trabajadora se hace más vulnerable respecto a los ricos, porque el arado y la yunta son
muebles y es más fácil apoderarse de ellos; asimismo, no todos los campesinos pudieron mejorar su equipo por falta del
capital necesario. Los efectos del alza de la productividad se hicieron sentir en toda la economía campesina. Cuando la
tierra directamente explotada por ellos dio cosechas más abundantes, los señores y los administradores de los dominios,
o bien pensaron en vender los excedentes, o bien, para quitarse de preocupaciones, redujeron la extensión de la reserva.
En cualquier caso, se da una disminución en las exigencias por parte de los señores y la mayor productividad liberaba
capacidades de trabajo para la conquista agraria.
La roturación se integra en el conjunto de las prácticas de la agricultura cerealista. Era ante
todo un paliativo a la deterioración de los suelos, una medida indispensable para mantener el nivel de los rendimientos.
La forma más simple de roturación fue la ampliación progresiva del claro aldeano, obra de iniciativas individuales. La
roturación adquiere un carácter distinto cuando hace surgir un nuevo núcleo de poblamiento; mediante esta práctica se
eliminaban zonas forestales intermedias entre dos zonas pobladas. Por último, la fundación de nuevas tierras, motivada
por una decisión formal del señor.
Este movimiento de roturación se inicia en el siglo X, cuando la población comenzaba a aumentar, al tiempo que se
difundían las innovaciones técnicas y que se incrementaba la presión demográfica. Sus efectos fueron múltiples y
complejos, provocando cambios en el aspecto del paisaje rural. Las roturaciones aceleraron la disolución de los antiguos
marcos en los que se inscribía la explotación señorial. El manso acabo de desaparecer en el siglo XII en la región
parisina, mientras que en las zonas nuevamente puestas en cultivo proliferaron dos nuevos tipos de mansos: el sometido
a censo y el sometido a champart, es decir, a entregar una parte de la cosecha al señor.
Este fenómeno dio lugar a que se desarrolle entre los trabajadores del campo categorías sociales menos explotadas; el
impulso demográfico, la mejora del equipo y la ampliación del espacio agrario aseguraron a la aristocracia tal aumento de
bienes que pudo, a fines del siglo XII, sin resentirse a corto plazo, aflojar ligeramente y de modo temporal su presión
económica sobre la masa de los trabajadores.
Los datos más relevantes de las mejoras técnicas y energéticas de estos siglos, siempre modestas, aunque eficaces, se
refieren a cinco aspectos: el aumento de la capacidad de tracción de los animales de labor; la introducción de un nuevo
tipo de arado; la generalización del uso del molino; la difusión del empleo de instrumentos de hierro; y la multiplicación de
labores en unas mismas parcelas. La primera mejora, la del aumento de la capacidad de tracción de los animales de
labor se debió a la incorporación de unas cuantas novedades.
Las mejoras introducidas en el equipamiento técnico de los europeos fueron incapaces de incrementar en la proporción
requerida por las necesidades de una población en aumento la producción de bienes de subsistencia. Para asegurar este
objetivo, y sobre la base de unas condiciones climáticas favorables (más cálidas y húmedas que en el período anterior),
hubo que ampliar los espacios en explotación transformando los espacios incultos en espacios de producción,
fundamentalmente, de cereal. Ese proceso requirió, según los escenarios, la roturación de bosques o la desecación de
marismas. El objetivo de estos procesos fue la sustitución del bosque o la marisma por campos de cereal y, en menor
medida, de viñedo.
A efectos de producción, la extensión equilibrada de los espacios cultivados se complementó con un nuevo incremento
de los rendimientos agrícolas. La introducción del arado de vertedera en las regiones septentrionales y la multiplicación
de las labores, con el binado, el escardado y una siembra más tupida, permitieron duplicar los rendimientos respecto a
los de época carolingia.
En algunas regiones de la Europa atlántica, el aumento de la producción agrícola se debió, igualmente, a una mejora en
el sistema tradicional de rotación de cultivos. Hasta el siglo X, la población europea debió practicar la itinerancia de
cultivos, sistema que fue sustituido por otro de barbechos más cortos. El más frecuente llegó a ser el de alternancia entre
años de descanso y años de cultivo, esto es, el de «año y vez». Un paso más en la reducción del tiempo de barbecho se
dio con la introducción, limitada a algunas regiones de la Europa húmeda, de la rotación trienal. El terrazgo se dividía en
tres pagos con usos diferentes. Uno descansaba; otro estaba sembrado de cereal de invierno; y el tercero de cereal de
primavera, normalmente, avena, o de leguminosa (haba, guisante, garbanzo, lenteja...). De esa forma, se alcanzaba un
uso más rentable del espacio y se aseguraba el forraje de los animales de tiro, en especial, del caballo, sin necesidad de
hacerlo depender del bosque, como sucedía en la Europa mediterránea, donde precisamente las manchas forestales
eran menos extensas.
La labor de millones de campesinos durante cuatro siglos consiguió ampliar el espacio europeo de forma que lo que, en
un principio, fueron simples fronteras militares o políticas se convirtieron en fronteras humanas. Pero la actividad
colonizadora de los europeos no se detuvo en esas fronteras; entre los siglos XI a XIII, las traspasó en acciones en que,
a diferencia de las anteriores, los campesinos estuvieron acompañados, o precedidos, por los guerreros. Las empresas
que implicaron una ampliación significativa, permanente o coyuntural, del espacio europeo fueron entre las más
destacadas la Reconquista de la península Ibérica, protagonizada por los hispano cristianos y las Cruzadas a Palestina.
Las Cruzadas fueron partícipes de exploraciones hacia Oriente. Fueron varias las cruzadas que contaron con el apoyo
financiero de los comerciantes italianos, que vieron una gran oportunidad en estas luchas por el control de las rutas
comerciales y los mercados antes dominados por los árabes y los judíos. Por lo tanto, por cada victoria obtenida por los
ejércitos católicos, nuevas tierras y rutas comerciales eran monopolizadas por los europeos. El aumento de la producción
agrícola, además de incrementar el comercio, también hizo que las poblaciones medievales creciesen. Los feudos, no
soportando más la intensa demografía en ascenso, perdieron varios de sus miembros que se dirigieron en éxodo hacia
las ciudades medievales de reciente formación. La Edad Media, siendo un periodo marcado por infortunios, tuvo
ciudades amuralladas y protegidas con altas torres y puentes de vigilancia. La expansión comercial y la migración de la
población hacia las ciudades medievales expandieron sus límites naturales. El crecimiento del comercio condujo a que el
centro de las actividades económicas cambiase del campo a las ciudades. Los muros que protegían a las ciudades y
burgo perdieron su importancia con el desarrollo de las fronteras nacionales creadas por el auge de la autoridad
monárquica. Este avance marca la transición de la Edad Media a la Edad Moderna.

El señor feudal.
Durante el Siglo XII los grandes señores se dieron cuenta que sería más rentable para ellos reducir las cargas señoriales
sobre los campesinos. Esta pequeña independencia estimulaba su producción, y de forma indirecta los beneficios del
propio señor. Hubo varias formas de aplicar esta interesada libertad. La colonización y roturación de nuevas tierras en
sus dominios aumentaban su poder, a cambio, el campesino se convertía en el propietario de la tierra, es decir, libre de
censos. Este caso no era muy común, aunque sí novedoso. Muchas veces la lucha entre señores por dominar más
tierras y campesinos redundaba en beneficios para estos últimos. Los campesinos ganaron poco a poco parcelas de
libertad, ahora bien, en la Edad Media el término Libertad era entendido más como Privilegio que como el significado que
le damos actualmente. El señor acotó su arbitrariedad con el fin de ganarse la confianza de familias de campesinos, con
lo que aumentaba su poder, pues el poder fiscal se mantenía en la mayor parte de sus tierras, aunque ahora de una
forma más regulada y eficaz. Los señores aflojaron su presión sobre sus campesinos, pero no dejaron de apoderarse de
la mayor parte de sus excedentes, ahora, sin embargo, la tomaban de otra forma.
 Entre finales del siglo X y XIII el argumento fundamental fue el crecimiento global de la sociedad europea. Este
proceso se caracterizó por un dominio de los señores sobre la tierra que estimuló la creación de excedentes que
garantizó una división del trabajo y que a su vez reanimaron las actividades artesanales y mercantiles.

La evolución de la población europea en los siglos XI a XIII es muy difícil de cuantificar. Los historiadores han recogido
abundantes síntomas de su progresión: roturación de bosques, desecación de marismas, extensión de espacios
agrícolas, mejoras en la utilización de los cursos de agua para el regadío, multiplicación de molinos, incremento del
número de compras y cambios de bienes raíces, creación y engrandecimiento de ciudades, aumento de actividades
artesanales y funcionariales. El conjunto de esos y otros síntomas ha permitido situar el mínimo poblacional de la
sociedad europea hacia el año 700.

Desde esa fecha desde los siglos X y XI, la población europea creció. Con el crecimiento europeo a partir del siglo X, la
ciudad reapareció y se desarrolló. Al principio, como una célula que la propia dinámica de la sociedad feudo-señorial
exigía. Después, la ciudad, o más exactamente el sistema urbano, reclamó una nueva lógica distinta de la puramente
feudal. El aumento de los efectivos demográficos en los siglos X a XIII se apoyó en un incremento de las producciones
agrarias y éstas, a su vez, derivaron de dos factores: las mejoras en el equipamiento energético y técnico y la ampliación
de los espacios explotados. Las primeras manifestaciones de la actividad artesanal aparecieron en las aldeas, en
especial, las de los grandes señoríos, pero sus expresiones más acabadas se dieron en las ciudades, en especial, en las
flamencas y, más aún, en las italianas, donde los artesanos de los oficios acabaron constituyendo gremios rigurosamente
organizados. El paso de una situación a otra implicó dos hechos. De un lado, un aumento de la demanda, en función del
crecimiento de la población y de sus exigencias, sobre todo las de una capa social con creciente capacidad de gasto. De
otro, el tímido comienzo de una valoración social positiva de las invenciones técnicas.

El aumento de los efectivos demográficos y el incremento de la capacidad de los señores para obtener excedentes
agrarios fueron dos de los factores que animaron el renacer del comercio en la Europa del siglo XI.

….

La Europa occidental, católica, feudal y señorial que a lo largo de casi trescientos años había recorrido un lento y
constante proceso de expansión, entró a finales del siglo XIII en una fase de contradicciones, en la que el propio
crecimiento encerraba la causa de su agotamiento. El sistema feudal que había ordenado intensamente la sociedad
había perdido su efectividad. El siglo XIV es un siglo de crisis y de transformación de una sociedad que acababa de
atravesar un largo período de crecimiento sostenido. La fractura del orden feudal y la reacción generada desde su seno
para buscar una nueva estabilidad provocaron las tensiones y alteraciones generales que imprimieron el verdadero
carácter a la última fase de la Edad Media.
El crecimiento de la población occidental sostenido hasta muy avanzado el siglo XIII había necesitado del aumento
igualmente constante de la producción agrícola para atender las demandas de alimento. Dada la limitada capacidad
técnica de la agricultura, este incremento sólo era posible con la ampliación de los campos de cultivo, bien por la
incorporación de nuevos espacios improductivos o por la conversión de pastizales y bosques en tierras de labor.

A finales del siglo XIII la superficie agrícola se había ampliado en toda Europa, aunque lo había hecho todavía más, en
términos relativos, la red urbana que englobaba una población en rápido desarrollo. Los habitantes de las ciudades, que
suponían en algunas regiones la cuarta parte de la población total, absorbían un gran porcentaje de la producción regular
de alimentos, lo que imponía un ritmo creciente a la agricultura, difícil de sostener, porque la expansión presentaba cada
vez mayores dificultades, por el recurso a terrenos marginales de escaso rendimiento y porque las roturaciones masivas
amenazaban con romper el equilibrio ecológico y productivo.

El progreso agrícola se frenó antes de concluir el Doscientos, al tiempo que surgieron graves alteraciones en la
distribución de los productos. La mayoría de las regiones de Europa sufrió desde entonces ciclos agrícolas negativos,
acompañados de fuertes desajustes de los precios, con los consiguientes episodios de hambre en amplias capas de la
población. En todos los casos, la causa última del problema era el desequilibrio del sistema: descenso del número de
productores y aumento del de consumidores, pérdida de rendimiento de la tierra y dificultades de organización de los
intercambios a larga distancia. En definitiva, ruptura del equilibrio sostenido hasta entonces, entre producción y consumo.

La sociedad occidental a finales del siglo XIII era una sociedad rural. En número, la población asentada en espacios
campesinos superaba a la que vivía en núcleos urbanos y la agricultura, la ganadería y la explotación forestal atendían
las necesidades básicas de todos. No obstante, el desarrollo de las actividades artesanales y comerciales muy ligadas a
las ciudades había favorecido la aparición de fórmulas de conexión entre las formas rurales y urbanas que anunciaban
una renovación profunda del sistema productivo agrario y del marco social que lo impulsaba.

A finales del siglo XIII la sociedad rural culminó un largo período de crecimiento. A partir de ese momento y durante
varias generaciones, se abrió una época de transformaciones a la búsqueda de una nueva estabilidad. El campo no sólo
se verá afectado por las violentas manifestaciones externas —hambres, epidemias y guerra—, sino por la alteración de
sistema de producción y distribución, es decir por su estructura feudal. El agotamiento del movimiento expansivo provocó
la caída de la renta señorial y condujo a los señores a elevar sus exigencias y, por un acto político, buscar una salida a
su situación. El incremento de la presión fiscal, en un período de carencia, desencadena la revuelta y la violencia, en
acciones que a pesar de su fracaso deben ser consideradas como catástrofes sociales históricamente necesarias para
establecer una nueva ordenación.

La recuperación agraria se basará en el abandono de tierras marginales, que servirán de pastos a una ganadería pujante
y para la regeneración de las masas forestales, todo ello ya en el marco de las grandes explotaciones, en el
establecimiento de nuevas fórmulas de relación entre propietarios y campesinos y en la introducción de cultivos
especulativos.

En general, está aceptada la tesis de que la economía agraria entró en una fase de crisis a finales del siglo XIII que
culminó a consecuencia de la quiebra demográfica y los movimientos poblacionales asociados de mitad de la centuria. La
tradicional descripción de esta etapa depresiva plantea como causa desencadenante el sostenido impulso demográfico
de los siglos anteriores, que había obligado a la extensión de los espacios cultivados por suelos de escasa productividad,
o intensificando la roturación con la consiguiente amenaza de romper el equilibrio ecológico, o bien procediendo a la
excesiva fragmentación de las parcelas familiares de explotación. A excepción de las regiones «jóvenes» de reciente
colonización y, por tanto, con menor densidad demográfica, estas prácticas habían llegado a niveles peligrosos para la
estabilidad de la sociedad. La parcelación del suelo en Occidente había alcanzado un grado extremo, con el predominio
de tenencias menores a dos hectáreas. Esta pulverización de la propiedad fundiaria, en expresión de G. Bois, encerraba
una situación de alto riesgo y podía tener graves repercusiones económicas y sociales, pues, dejando al margen otros
factores tan importantes como el rendimiento agrícola, el clima, el tipo de suelo, el sistema de explotación o las
exacciones, puede aceptarse que la superficie mínima necesaria para alimentar una familia de cuatro miembros oscilaba,
en esos momentos, entre las tres y las cinco hectáreas. Con el esquema alcanzado, cualquier alteración del
comportamiento normal de las cosechas afectaba seriamente a una gran parte de la población campesina y a la
estabilidad de las rentas señoriales.

A raíz de las mortandades, la transición emprendida en el mundo campesino europeo permitió salir de la crisis sin
abandonar las estructuras feudales tradicionales. La reordenación estuvo apoyada en tres transformaciones básicas: los
objetivos de la producción, los sistemas de trabajo y las relaciones de dependencia social.
La recuperación iniciada tras el abandono de tierras cultivadas como consecuencia de la quiebra demográfica y por la
acción interesada de los señores, comenzará en la segunda mitad del siglo XIV, en medio de una fase descendente del
precio del trigo y de incremento de los salarios, todo ello inmerso en un contexto de crispación social y de violencia
bélica. Sin capacidad de provocar ningún tipo de ruptura en el sistema tradicional, habida cuenta de que la producción
agrícola seguía siendo el fundamento de la alimentación de la población, los cambios introducidos representan una
respuesta coherente a las nuevas estructuras económicas y sociales. Además de la atención a los cereales, las
principales modificaciones se centran en el desarrollo de la ganadería, el auge de la viticultura y el ejercicio de una
agricultura diversificada. El cultivo de cereales constituye el elemento básico de la economía agraria.

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