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TEMA 66
INDICE
1. LA RENOVACIÓN DE LAS TÉCNICAS NARRATIVAS EN LA NOVELA
OCCIDENTAL DEL SIGLO XX
1.1. LA NUEVA NOVELA
1.2. LOS GRANDES INNOVADORES DE LA NOVELA
CONTEMPORÁNEA
2. RECURSOS TÉCNICOS DE LAS NUEVAS FORMAS NARRATIVAS
2.1. ARGUMENTO
2.2. PERSONAJES
2.3. TIEMPO Y ESPACIO
2.4. NARRADOR
2.5. OTROS RECURSOS
3. LA NOVELA ESPAÑOLA DESDE 1940: CLASIFICACIONES CRÍTICAS
3.1. LA NOVELA ESPAÑOLA DE LOS AÑOS 40
3.2. LA NOVELA ESPAÑOLA DE LOS AÑOS 50: EL REALISMO SOCIAL
4. LA NOVELA ESPAÑOLA A PARTIR DE LOS AÑOS 60
5. LA NOVELA ESPAÑOLA A PARTIR DE 1975
BIBLIOGRAFÍA
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estos nombres y movimientos, y de otros, ha nacido la novela actual. Es, por tanto,
imprescindible que llamemos la atención, aunque sea de forma somera, sobre los autores
y obras más destacadas.
1.2. LOS GRANDES INNOVADORES DE LA NOVELA CONTEMPORÁNEA
La renovación en la novela contemporánea, como decimos, ha sido el resultado de los
sucesivos intentos de adaptar un género literario a los nuevos tiempos. Esta renovación
ha tenido fuentes y caracteres diferentes, y también una cronología bastante extensa.
Cronológicamente, puede decirse que esta transformación tiene una primera fase, muy
leve, en la última década del siglo XIX; se acentúa en las dos primeras décadas de
nuestro siglo, y en los años veinte alcanza su apogeo. La renovación de los años veinte
viene propiciada por la difusión de las ideas socialistas y por las nuevas aportaciones de
la psicología y del psicoanálisis, así como por los cambios estéticos que fomentan las
vanguardias. El impresionismo, el expresionismo, el dadaísmo, el surrealismo y otros
movimientos de vanguardia, aunque no afecten de manera directa a la narrativa, sí que
han dejado su impronta en narradores como Joyce, Faulkner, Kafka, Hesse, y en los
españoles Valle-Inclán, Azorín, Miró o Gómez de la Serna.
• Desde que en 1922 James Joyce publica su Ulises, la transformación ha sido
imparable, de manera que podemos afirmar que desde ese momento la novela ya no ha
sido la misma que la del siglo anterior. El nombre que debe encabezar cualquier mención
de los novelistas innovadores es, por tanto, el del irlandés JAMES JOYCE. Poeta y
dramaturgo, su labor más transcendente se produce en el terreno de la narrativa: Esteban,
el héroe, Retrato del artista adolescente; pero su obra fundamental es Ulises, libro de
gran extensión y uno de los más densos de la literatura de todos los tiempos. El papel de
Ulises en la novela actual sólo es equiparable al que desempeñó el Quijote de Cervantes
en su época. Su lectura puede resultar dificultosa por la acumulación de temas y motivos
muy dispares, perfectamente engarzados, sin embargo, en una historia externa poco
importante: un día cualquiera en la vida dublinesa de Leopoldo Bloom. Este
planteamiento, como se sabe, no es sino el pretexto utilizado por Joyce para acumular
análisis e interpretaciones de las más diversas materias.
La estructura de la novela se concibe como una moderna Odisea (Bloom es el
moderno Ulises), a partir de lo cual se lleva a cabo un completo examen de la vida
contemporánea, por medio de comentarios sobre la política, sobre la cultura y sobre la
intelectualidad, a la vez que se realiza un análisis de las clases desposeídas, de la vida
marginal, etc. Este análisis, en el que se mezcla el presente con el pasado, es el punto de
partida, a su vez, de un conjunto de reflexiones sobre los más diversos aspectos:
artísticos, literarios, religiosos o psicológicos. A todo esto hay que añadir la riqueza
formal y lingüística de la novela: relato objetivo y subjetividad lírica; visión trágica de la
vida y momentos de humor, ironía o parodia; rapidez en el relato y lentitud en las
descripciones; técnicas contrapuntísticas; monólogo interior; reducción del tiempo, etc.
En cuanto al lenguaje encontramos numerosos juegos de palabras, revolucionarias
estructuras sintácticas, creación de neologismos... Con todo, lo más importante de Ulises
es haber abierto una auténtica revolución en el terreno de la innovación narrativa.
• MARCEL PROUST es otro de los grandes nombres. Su larga serie En busca del tiempo
perdido, compuesta de siete novelas (Por el camino de Swann, A la sombra de las
muchachas en flor, El mundo de Guermantes, Sodoma y Gomorra, La prisionera, La
fugitiva, El tiempo recobrado), ha revolucionado la concepción del tiempo en la novela
actual. Proust, influido por la filosofía de Henri Bergson, trata de aprehender el pasado y
de determinar el influjo del paso del tiempo en las personas y en las cosas; pretende
recuperar el pasado por medio de la memoria, de hacer del recuerdo una actividad
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fundamental frente a la implacable huida del tiempo. Todo ello se realiza de manera
minuciosa, lo que da a sus libros la característica morosidad de su estilo, la extraordinaria
lentitud de sus descripciones. El tiempo, de hecho, es el auténtico protagonista de las
novelas de Proust, aunque además se nos presente el rico panorama social de la Francia de
la época.
• El tiempo (la nueva valoración de la memoria) también es tema fundamental en
novelistas como VIRGINIA WOOLF (Mrs. Dallowav, Las olas, Los años)
• ALDOUX HUXLEY presenta una amplia preocupación intelectual en sus relatos, que se
refleja en los problemas científicos, históricos, artísticos y religiosos
tratados en sus novelas, a veces desde posturas muy críticas, a veces desde una visión
misticista. El libro que recoge de forma modélica sus preocupaciones intelectuales es
Contrapunto, en el que se entrelazan y superponen las historias de diversos personajes
localizados en espacios muy diferentes (así nace el concepto de técnica contrapuntística).
Las inquietudes religiosas se hacen patentes en Un mundo feliz o El tiempo debe
detenerse; la reivindicación de una sexualidad sin barreras está presente en Escándalos de
Crome y en La isla; la creación de mundos imaginarios y utópicos y los peligros de la
tecnificación humana son temas de La isla y de Un mundo feliz. La técnica de contrapunto
y el tratamiento del tiempo son innovaciones destacadas en Huxley.
• Desde el punto de vista intelectual, también destaca THOMAS MANN, cuyas novelas
ofrecen un denso panorama de los problemas generales que afectan al hombre: los
problemas sociales son el centro de Los Buddenbrook, los problemas de la creación
artística son el eje de Muerte en Venecia, la destrucción del tiempo se trata en La montaña
mágica, las preocupaciones religiosas aparecen en la serie José v sus hermanos (basada en
el relato bíblico), el viejo tema del Fausto es el motivo de Doctor Faustus.
• Otro de los pilares fundamentales en la renovación narrativa es el formado por los
novelistas americanos agrupados en torno a la denominada GENERACIÓN PERDIDA,
en la que se incluyen a Erskine Caldwell, John Dos Passos, William Faulkner, Ernest
Hemingway, Sinclair Lewis y John Steinbeck, entre otros. En realidad hay notables
diferencias entre unos autores y otros, pero a nosotros nos interesan por dos aspectos
fundamentales que mantienen en común: la aguda conciencia crítica-social y la adopción
de las técnicas behavioristas. Respecto a la conciencia crítica-social, el grupo muestra su
descontento con la sociedad de la época y presenta las desigualdades humanas, la
marginación, la decadencia burguesa, contra lo que reaccionan de manera violenta. Todos
los temas importantes de la época están en sus novelas: el «crack» económico de 1929
(Las uvas de la ira, Steinbeck); la guerra mundial (Tres soldados, de Dos Passos; Adiós a
las armas, de Hemingway); el exilio (El sol también se levanta, de Hemingway); las
tierras del Sur (Absalóm, Absalóm! y El ruido y la furia, de Faulkner); la historia
americana (El paralelo 42,1919 y El gran dinero, de Dos Passos); el problema de los
negros (Disturbio en julio, de Caldwell, Sangre de rey, de Lewis); la burguesía (La
ciudad, La mansión, de Faulkner); los campesinos (La ruta del tabaco, de Caldwell); la
problemática de la ciudad (Manhattan Transfer, de Dos Passos), etc. Toda esta temática
puede considerarse antecedente del neorrealismo italiano o del realismo social español.
Respecto del behaviorismo, que luego veremos, el monólogo interior, las diversas
perspectivas, la técnica contrapuntística y las técnicas cinematográficas (muchos de estos
escritores fueron guionistas de Hollywood) serán algunas de las técnicas innovadoras
destacadas.
• FRANZ KAFKA es también decisivo para la novela de nuestro siglo. En sus obras
proyecta el conjunto de sus problemas personales: la relación conflictiva con su padre, el
sentimiento de desarraigo, sus fracasos sentimentales; pero junto a ello trata de llevar a
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Otro aspecto que se ha modificado ha sido la duración del tiempo de la acción: en las
novelas decimonónicas el relato duraba años o incluso generaciones; en las actuales se
concentra en unos días (Ulises, poco más de un día), unas horas (Opiniones de un
payaso, Henrich Bolí, cinco horas). Otros empleos del tiempo: el «tempo lento» (Marcel
Proust), confusión de pasado y presente (Absalom, Absalom!, Faulkner), la linealidad del
relato (¿cómo presentar en las páginas escritas dos hechos simultáneos?) ha dado pie a
numerosas técnicas (Rayuela, Cortázar, en líneas alternas). La modificación del tiempo
lleva aparejada la modificación del concepto de espacio. El espacio se limita (una
habitación, Opiniones de un payaso) y, en ocasiones, el espacio es puramente interior, el
del propio protagonista, sin que interese el marco en el que se desenvuelve.
En la literatura española: La colmena (tres días), Dos días de septiembre, de Caballero
Bonald (dos días), El Jarama (un día), Cinco horas con Mario, Delibes (cinco horas). En
cuanto al espacio, una habitación (Cinco horas con Mario), una ciudad (La colmena),
etc.
2.4. EL NARRADOR
El narrador o «punto de vista», es decir el enfoque desde el que se hace la narración,
es uno de los factores fundamentales de las técnicas narrativas, sobre el que ha caído la
atención de los críticos y estudiosos. Tradicionalmente existían dos maneras principales
de narración, con sus múltiples variantes:
• las novelas narradas desde la primera persona, autobiográficas, como El Lazarillo,
que adopta la técnica epistolar, o como la Vida de Torres Villarroel, para conseguir la
verosimilitud;
• las novelas narradas en tercera persona, que suponen casi siempre la omnisciencia
del autor. Este narrador, auténtico demiurgo, situado por encima del bien y del mal, por
encima de la propia novela, conocía todo lo que pasaba en la novela, adelantaba sucesos,
moralizaba, penetraba en el interior de sus personajes, sabía lo que pensaban, etc.
La nueva novela emplea con frecuencia la primera persona, porque permite poner de
relieve las contradicciones y angustias del hombre moderno y porque puede ser un apoyo
fundamental para la verosimilitud; pero, sobre todo, ha modificado la tercera. El
novelista del siglo XX ha reivindicado la imparcialidad del narrador en los sucesos que
cuenta, y ha condenado a aquellos que se inmiscuyen en el relato. En esta modificación
de la tercera persona, el narrador actúa como una cámara cinematográfica que se limita a
narrar lo que ve. Así se llega a las «técnicas behavioristas», mediante las cuales el
narrador se limita a ser testigo imparcial de lo que sucede y de las actuaciones de los
personajes. Estos escritores parten de la idea de que no podemos profundizar en la
interioridad de los personajes y sólo podemos conocerlos por sus aspectos externos: sus
gestos, sus palabras, sus actos.
Pero el hecho más revolucionario en la figura del narrador es la aparición de la
segunda persona narrativa. Esta segunda persona (el «tú») suele aparecer en las novelas
de carácter confesional, en las que el protagonista, desdoblando su propia personalidad,
se dirige a sí mismo. El primero en emplear esta técnica fue Michel Butor (La
modificación), pero el ejemplo más significativo lo tenemos en Carlos Fuentes (La
muerte de Artemio Cruz), que alterna y emplea la narración en las tres personas.
Habría que advertir, finalmente, dentro del punto de vista, el enfoque multivisional,
consistente en la narración de un mismo acontecimiento desde diversos puntos de vista
—diversos personajes—, cada uno de los cuales nos da la interpretación que a él le es
posible por su conocimiento parcial. El ejemplo más logrado es Mientras agonizo, de
Faulkner, donde la dramática y angustiosa historia está contada por los sucesivos
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Varios han sido los críticos que han relacionado Tiempo de silencio con Ulises de
Joyce, pero recientemente Alfonso Rey (Construcción y sentido de Tiempo de silencio,
1988) ha demostrado con detalle las coincidencias entre ambas obras: el deambular de
los dos protagonistas por Madrid y Dublín, respectivamente, la idéntica concepción de la
ciudad como un mundo que ha de ser explorado, las reminiscencias míticas y simbólicas
en la creación del espacio y de los personajes, los cambios de perspectiva en la narración,
las apostillas irónicas de ambos narradores, las digresiones literarias, etc. No obstante,
advierte también Alfonso Rey las profundas diferencias, ya que Martín-Santos hace una
síntesis en su obra de lecturas muy heterogéneas, tanto de literatura española como
europea.
En este proceso tiene una importancia capital Tiempo de silencio, de Luis Martín
Santos, novela que cierra el camino a la tendencia social-realista y abre nuevos rumbos a
la narrativa española. Con una concepción barojiana del relato y la inserción de los temas
de la corriente social, el autor pasa revista a la realidad española, alejándose del
testimonio inmediato, presentando una concepción culta de la novela, introduciendo un
subjetivismo narrativo, empleando el humor y la ironía como maneras de conseguir el
distanciamiento entre el lector y la acción; entre el autor y la obra. A todo ello hay que
añadir la presencia de formas innovadoras que rompen con los usos hasta ese momento
presentes en la novela española.
Hay que hacer notar también en esos años la nueva situación económica del país, las
relaciones de los intelectuales españoles con los extranjeros, la aparición de novelistas
jóvenes, que no vivieron la guerra, que presentan nuevas inquietudes y que conciben la
literatura como un fenómeno artístico. A ello se le suma la presencia en editoriales y
librerías españolas de una amplia nómina de autores hispanoamericanos: Vargas Llosa
gana con La ciudad y los perros el premio Biblioteca Breve el mismo año (1962) en que
Martín Santos publica su Tiempo de silencio.
El hecho es que los aires renovadores llegan a España y los novelistas comienzan a
publicar obras con estilo más o menos experimental. Las nuevas formas no se
impusieron sin resistencia: algunos reaccionan frente al auge de la novela
hispanoamericana y frente al experimentalismo fuera de los presupuestos del realismo. A
pesar de todo, hacia 1967 se puede afirmar que la balanza se ha inclinado al lado de los
renovadores y, sobre todo, que el realismo es un movimiento definitivamente acabado,
aunque aún tenga un retorno tardío. El agotamiento de la novela tradicional, dice
Martínez Cachero, se produce por el cansancio de un cierto realismo, harto repetido, y
por el desengaño que produce el hecho de que formas y temas no cumplan la finalidad
con que se utilizaron. De esta manera, se manifiesta una revalorización de la imaginación
(Álvaro Cunqueiro), una atención hacia el estilo (Delibes, Ferlosio, Goytisolo), un
cuidado mayor de la estructura (Marsé, Benet), una manera poemática de narrar
(Matute).
En cualquier caso, el desarrollo de las tendencias apuntadas ya desde 1962 hace que el
panorama de la novela española se diversifique. La dicotomía realismo /
experimentalismo que señalaba Sobejano resulta insuficiente, porque la variedad es
mucho mayor. Sólo un recorrido por las obras y autores nos dará idea cabal de esta
variedad: Cela, San Camilo, 1936, Oficio de tinieblas-5; Juan Goytisolo, Señas de
identidad, Reivindicación del conde don Julián, Juan sin Tierra; Juan Benet, Una
meditación, Saúl ante Samuel; Grosso, Inés Just Coming, Guarnición de silla. Florido
mayo; Juan Marsé, La oscura historia de la prima Montse, Si te dicen que caí; Luis
Goytisolo, Las afueras, Los verdes de mayo hasta el mar; Delibes, Parábola del
náufrago, Los santos inocentes; Torrente Ballester, La saga / fuga de J.B.
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A todos estos nombres hay que añadir los de los escritores más jóvenes, que publican
su primera obra por estas fechas y que muestran una tendencia mucho más experimental:
José María Guelbenzu, El mercurio; Héctor Vázquez Azpiri, Fauna; Antonio Martínez
Menchén, Las tapias; Antonio F. Molina, Un caracol en la cocina, El león recién salido
de la peluquería; Ramón Hernández, El tirano inmóvil; Raúl Guerra Garrido, Hipótesis;
J. Leyva, Leitmotiv; Cargenio Trías, Santa Ava de Adis Abeba; Gonzalo Suárez,
Rocabruno bate a Ditirambo; Francisco Umbral, Las ninfas; Terenci Moix, El día en que
murió Marilyn, etc.
Al mismo tiempo que se producía el rápido éxito y la consolidación de la nueva
novela, algunos críticos señalaban ya los puntos débiles y dejaban entrever una cierta
reticencia ante determinados aspectos de ella: la excesiva verborrea, la dificultad de
lectura —Darío Villanueva hablaba de que eran novelas para estudiar, no para leer—. En
cierto modo, las experimentales son obras cerradas, muchas veces farragosas, que
insinúan pero no acaban.
críticos como obras literarias puras. Nos referimos a la pujanza de la literatura negra, de
espionaje, de aventuras, etc.
En este contexto habrá que situar la serie de novelas de Manuel Vázquez Montalbán
que tienen como protagonista al inspector Pepe Carvallo, a la que habrá que sumar un
amplio número de escritores que aparecen en estos años. Así, La verdad sobre el caso
Savolta, de Eduardo Mendoza, que gozó de un amplio número de lectores, debe su
popularidad, dejando aparte la habilidosa construcción del relato, a que ofrecía un tipo de
literatura de acción que la sociedad del momento parecía demandar. El mismo Mendoza
publica después, en idéntica línea, El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de
las aceitunas, esta última de acentuada tendencia fantástica y paródica. Otros autores se
valieron de la acción para incluir alguna investigación sobre la realidad contemporánea:
Demasiado para Gálvez, de Jorge Martínez Reverte, Caronte aguarda, de Fernando
Savater.
Libros de aventuras en su sentido estricto pueden considerarse La buena muerte, Los
invitados y El correo de Estambul, de Alfonso Grosso, La noche española, de Leopoldo
Azancot, Crónica del desamor y Te trataré como una reina, de Rosa Montero, En días
como éstos, de Lourdes Ortiz o En el día de hoy, de Jesús Torbado. Se trata en general de
aprovechar el relato para hacer una crónica de la actualidad: el terrorismo, las grandes
especulaciones, los grupos de presión, algún crimen famoso, etc.
Junto a esta literatura directa, también hay que destacar la presencia de una narrativa
fuertemente culturalista, que incorpora al relato comentarios sobre las más diversas
cuestiones. Un ejemplo puede ser Octubre, octubre, de José Luis Sampedro, escritor de
la promoción mayor, que sorprende ahora con un libro complejo y ambicioso; y otro es
Gramática parda, de Juan García Hortelano, relato metaliterario de acentuada base
cultural.
Quizás no sea ocioso señalar la amplia nómina de mujeres que se dedican a la
narrativa en estos finales de los años setenta y que gozan de una acogida bastante
favorable en los medios de comunicación. Dentro de este fenómeno habría que distinguir
una novela de reivindicación feminista (la de Rosa Montero) de otra que no hace especial
hincapié en esta problemática. Los nombres más destacados del momento serían: Marina
Mayoral, Rosa Montero, Ana María Novales, Lourdes Ortiz, Soledad Puértolas y
Monserrat Roig.
En los años más recientes, la novela conoce un período de esplendor, tanto desde el
punto de vista cuantitativo por el número elevado de obras publicadas, como por su
aceptable calidad media. A pesar de la dificultad de señalar tendencias, podríamos
referirnos a las siguientes:
• La metanovela o novela especular, que consiste en incluir la narración misma como
centro de la atención del relato. Se da una simbiosis de creación y crítica en unas obras
en que se inserta la literatura dentro de la historia: la ficción se vuelve sobre sí misma, la
narración ofrece el resultado final del relato a la vez que el camino que ha llevado a él.
Uno de los ejemplos mejor logrados fue Fragmentos del apocalipsis, de Torrente
Ballester, un ensayo de metaficción concebida con intención lúdica y desarrollada con el
irónico empeño de mostrar cómo se escribe una novela. En esta línea habrá que citar
también El cuarto de atrás, de C. Martín Gaite, El Valle de los caídos, de Carlos Rojas,
la serie Antagonía, de Luis Goytisolo, además de las citadas de José M. Merino (Novela
de Andrés Choz) y García Hortelano (Gramática parda).
• La novela poemática, según la definición de Gonzalo Sobejano, aspira a ser un
texto creativo autónomo y acercarse al poema lírico. En un sentido amplio se considera
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