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LA INMIGRACIÓN IRLANDESA EN LUJÁN: CIRCULARIDAD Y

PERMANENCIA. 1830-1895.

Dedier Norberto MARQUIEGUI*


Resumen.
El presente artículo recorre la historia de la colectividad irlandesa de Luján. Para eso apela a una
diversidad de fuentes, desde las más tradicionales, como los primeros censos nacionales, hasta otras
más innovadoras, como las cédulas censales de 1869 y 1895, los archivos parroquiales, registros de
estancia, las memorias y cartas de inmigrantes. La idea que se persigue como hipótesis central de
este trabajo es que mecanismos de redes sociales se encuentran, como clave explicativa, detrás de
cada paso que dieron los inmigrantes, desde la decisión de emigrar, la elección del lugar de destino,
el trabajo que desempeñaban hasta su re-emigración

Palabras claves.
Inmigración irlandesa/ redes sociales/ movilidad social/ integración.

Abstract.
This papers runs through the history of the Irish community of Luján. For this appeals to a variety
of sources, ranging from the traditional, such as the firsts national census, to more innovative as the
cédulas censales of the 1869 y 1895, the archivos parroquiales, ranch, record, and the the memories
and letters of immigrants. The idea pursued as central hypothesis of this study is that social network
mechanisms behind, as an explanatory key, every step they took immigrants, from the decision to
emigrate, the choice of destination, the work they performed until further re-emigration to other
sites.

Key words.
Irish immigration / social networking / social mobility / integration.

Introducción. Modos de entender las migraciones.

Circularidad y permanencia. Dos términos aparentemente contradictorios, y que hasta


pueden parecer excluyentes desde el punto de vista de los estudios migratorios 1. El
segundo, porque alude a una visión estática de los flujos, que los considera movimientos
*
Investigador de Carrera del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet)-
Universidad Nacional de Luján (UNLu).
1
Para un balance previo de todo lo producido en materia de estudios migratorios en Argentina, Diego Armus,
“Diez años de historiografía sobre la inmigración masiva” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año
2, nº 4, 1986, pp. 431-455; Marcelo Borges, “Inmigración y asimilación en Argentina. Un enfoque
historiográfico”, en Anuario del IEHS Nº 3, Tandil, 1983, pp. 385-393, Hilda Sábato, “El pluralismo
cultural en Argentina: un balance crítico” en Comité Internacional de Ciencias Históricas, Comité
argentino, Historiografía argentina (1958-1988), Bs. As, 1990, pp. 350-366 y Fernado. J. Devoto, “Del
crisol al pluralismo: treinta años de historiografía sobre las migraciones europeas a la Argentina” en, del
mismo autor, Movimientos migratorios: historiografía y problemas, Bs. As, 1992, pp. 7-48. También de F. J.
Devoto, “En torno a la historiografía reciente sobre las migraciones españolas e italianas a
Latinoamérica” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 8, nº 25, 1993, pp. 3461-469, de F. J.
Devoto y Hernán Otero, “Veinte años después. Una lectura sobre el Crisol de Razas y el Pluralismo
Cultural y la Historia Nacional en la historiografía argentina” en Estudios Migratorios Latinoamericanos,
año 1, nº 50, 2003, pp. 181-228 y de F. J. Devoto, Historia de la inmigración en la Argentina, Bs. As, ,
Sudamericana, 2003.. Para el caso irlandés, de Patrick O´Sullivan, “Irish Studies vs Irish Diaspora Studies”
en Irish Diapora Studies.

1
definitivos que se desarrollan, sin retorno, entre un lugar de partida y otro de residencia
final, traducción fiel de la teoría del “crisol de razas”2. A esta acepción, de “sentido
común” entre los argentinos, se opone el otro que, al revés, ve a los emigrantes como entes
móviles, que se van no a uno sino a varios destinos. Aunque, lejos de perder contacto con el
lugar de origen, permanecen relacionados con él, mas no sólo con él sino que las personas, lo
mismo que la información y los recursos, circulan entre los distintos puntos de llegada que se
mantienen comunicados. Hasta aquí lo evidente. Claro que sería ingenuo creer que pensar
las migraciones se trata solamente de adscribir a descripciones cerradas, desarrollada al
margen y no en base, como sucede, a conceptos, modelos y teorías que le sirven de soporte,
residiendo en ellos el fundamento sobre el que descansa buena parte de sus potencialidades
explicativas.
Pero, ¿cuáles son esas ideas? Acerca del crisol de razas mucho se ha dicho, y es probable
que no lo suficiente, aunque sólo hemos de detenernos en aquel aspecto que lo define como el
punto de llegada de una travesía que lo tenía como objetivo. Los que declinaron esa meta,
volviendo al lugar de partida, fracasaron3; aceptándose algunas “anomalías”, como los
golondrinas, a quienes se reconocía guiados por otras expectativas. Claro que, ellos eran la

2
El modelo del “crisol de razas”, tal como lo conocemos ahora, ha sido formulado en sede científica por
Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición, Bs. As, Paidós, 1968. Resultan interesantes sin
embargo las observaciones realizadas por Fernando Devoto al señalar las similitudes que, más allá de sus rasgos
originales, tiene el modelo germaniano con otros formulados en su época, como los del “melting pot”
norteamericano o el “creuset” francés. Al respecto véase de F. J. Devoto, Historia de la inmigración..., pp.
319-320.
3
Resulta curioso el modo como la idea del fracaso asociada a las migraciones, se empeña en regresar bajo
distintos formato, según el modelo de interpretación al que pertenecen quienes estudian el problema. Aunque,
entiéndase bien, no es que neguemos una experiencia que debe haber sido habitual entre los emigrantes,..
Sólo que parece injusto afirmar que el regreso es sinónimo de fracaso, fundamentalmente porque lo aquí no
parece contemplarse es quién y desde dónde establece la medida del éxito y su opuesta frustración. En
realidad, se trata de procesos que son vistos desde el hoy y desde criterios de valoración actuales asociados a
los nuestros criterios. En el caso de los irlandeses, en el ya clásico texto de Hilda Sábato y Juan Carlos Korol
el problema aparece desplazado a un segundo plano, porque el foco está puesto en los farmers los que,
iniciados como medieros o terceros, se convirtieron en el fundamento visible de una emergente clase media
rural, por lo demás ignorada por la historiografía argentina. La interpretación se repite en el más reciente
libro de Edmundo Murray, aunque al encarar más frontalmente el problema de los retornados, es quizá
mucho más concluyente cuando evalúa el resultado de una experiencia, pero donde el punto de vista de los
inmigrantes –a nuestro juicio el único autorizado para validar logros y decepciones- está igualmente ausente.
H. Sabato y J. C. Korol, Cómo fue la inmigración irlandesa a la Argentina, Bs. As, Plus Ultra, 1981;
Edmundo Murray, Devenir irlandés. Narrativas íntimas de la emigración irlandesa a la Argentina, 1844-1902,
Bs. As, Eudeba, 2004. Una muy provechosa sugerencia, especialmente para unos historiadores que debieran
evitar caer en anacronismos, podría ser la de incorporar en sus análisis nociones, como la de grupo de referencia
de R. Merton, que replanteaba nuevamente los dilemas, mas no en nuestros términos sino en estricta relación con
las expectativas de los sujetos y de los grupos sociales involucrados. Robert Merton, Teoría y estructuras
sociales, México, Fondo de Cultura Económica, 1984.

2
excepción, nunca la regla e incluso se sabía que no pocas historias que comenzaron así,
terminaron con la radicación de los inmigrantes. Aunque ¿quiénes buscaba ese fin?. Esta es
una pregunta que, si no fue en su momento formulada, es porque se descontaba que ellos
habían venido a cumplir el papel de promotores de la modernidad. Una modernidad que, dado
su origen mayoritariamente campesino, sin embargo les resultaría a la generalidad de ellos
extraña. Por lo que llegamos aquí a un punto de inflexión dentro de este razonamiento, en la
medida que detectamos un elemento que era, con toda probabilidad, absolutamente ajeno para
la lógica de los emigrantes4. No así para los dirigentes políticos e intelectuales que
promovieron su llegada o para los científicos encargados de analizarla después. Pero esa es
otra perspectiva, una óptica lejana a la de quienes partían desde Europa. Ellos, en todo caso, si
alguna vaga noción de una modernidad lejanamente percibida podían llegar a tener, no estaría
depositada precisamente ni en sus personas ni en el lugar en el que vivían si no en aquel otro
engañoso paraíso que como promesa les hacían creer existente las cartas de parientes, la
propaganda de los agentes de enganche, de las compañías navieras o la exagerada exposición
de sus logros que hacían los retornados. Es cierto que, tarde o temprano, cuando decayera la
dinámica de los flujos o se impusieran otros datos de la realidad, como esa tan marcada
masculinidad característica de los grupos emigrados, la que sumada a unas pautas de
movilidad ascendente que muchos insinuaban, los empujaría a incorporarse al cuerpo social, y
eso con prescindencia incluso de sus deseos y los comportamientos tendenciales antes
observados por los inmigrantes. Siendo asimilados en el seno de la sociedad receptora o de no
ser posible su absorción, como de hecho sucedía en Argentina, por la debilidad de la base
demográfica receptora, potenciaría las posibilidades de un inevitable cruzamiento, haciendo

4
Seguimos en este punto las sugerencias del método indicial de Carlo Ginzburg, aunque lo hacemos
invirtiendo los términos de la relación por él sugerida. Pues cuando él habla de poner atención en los
pequeños detalles, en esas típicas minuciosidades, esos indicios a veces infinitesimales, en nuestros pequeños
gestos inconscientes, marginales pero que revelarán al final el verdadero carácter de una época mejor que
cualquier serie, cuadro o promedio estadístico cuidadosamente construido, lo estaba haciendo refiriéndose a
esos sectores populares, de los que en el pasado se pueden encontrar pocas huellas. Mientras que nosotros, al
revés, lo vamos a utilizar para desde ese bagaje cultural sugerido por los materiales, poder detectar los lugares
comúnes, o no tan comúnes, que los autores actuales recrean distorsionando el mapa social de la época, en
beneficio de los modelos o sistemas de ideas vinculados a sus anacrónicas percepciones actuales. Carlo
Ginzburg, “Indicios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales”, en el libro del mismo autor Mitos,
emblemas, indicios. Morfología e Historia, Barcelona, Gedisa, 1994, p. 138-175.También Robert Darton, en
un libro discutido y acérrimamente criticado las mayoría de las veces no sin razóns, sostuvo la potencialidad
de explorar, no aquello que sabemos, si al revés aquellos aspectos, hechos, términos o conceptos que nos es
imposible descifrar desde nuestra cosmovisión presente, esos que por su opacidad nos resultan irreconocibles
convirtiéndose en agujeros negros que desafían nuestro conocimiento. Robert Darnton, La gran matanza de
los gatos y otros episodios de la historia cultural francesa, México, Fondo de Cultura Económica, 1987.

3
lugar a la emergencia de una nueva sociedad, homogéneo y acrisolada. Cuyas
manifestaciones, ubicados a mediados de los sesenta, cuando el sociólogo Gino Germani daba
a conocer su teoría del Crisol, parecían una realidad difícil de ignorar5. Parece difícil también
que se no pudieran observar las expresiones sobrevivientes de una diversidad que aún
subsistía, es posible que apagada por la composición envejecida de los grupos de la gran
inmigración o minimizada en la migración de posguerra, pero que se empeñaba claramente en
renacer en los desafíos cuantitativamente menores que planteaban los recién llegados flujos
de los países limítrofes. Queda claro entonces que el diagnóstico sobre el funcionamiento de
esa sociedad idílica se formulaba vistas las cosas desde sus resultados. No históricamente,
porque para los historiadores nunca pueden ser indiferentes los caminos que se recorren para
llegar a ese desenlace. Muy por el contrario, ese recorrido, esos itinerarios diversos, debían ser
su objeto de estudio privilegiado, la materia prima a escrutar. A diferencia de los seguidores
del sociólogo italiano, que lo recorrían pero solo para convalidar su teoría, replicando una y
otra vez ese modelo en infinidad de lugares y en todas las colectividades extranjeras, haciendo
de esa manera del “Crisol” un cierto sentido común aceptado. El que, por otra parte
desprovisto de sofisticaciones científicas, se había hecho carne en el común de la gente, una
razón que no pocos estudiosos al parecer consideraron lo suficientemente valedera como
para hacer de ella fuente de legitimación de sus posiciones 6, o cuestionando aspectos
secundarios pero que dejaban en pie la sustancia de esa perspectiva.
Claro también que, si era la Argentina el principal foco de atención de esta línea de
trabajos, y lo mismo sucedía en los lugares de donde habían partido los emigrantes, en
los que lo que importaba eran las “causas” que los habían obligado a marcharse o la
merma de potencial que su salida representaba para el crecimiento de la nación afectada 7,
5
Idem, p. 321. F. J. Devoto y H. Otero, “Veinte años después...”, op cit, p. 184.
6
Debemos tener en cuenta sin embargo que, parafraseando a Geertz, el “sentido común” no es, como
habitualmente se cree en su acepción más difundida, el catálogo de las realidades evidentes que se manifiestan
a nuestros ojos y que son tan concluyentes que no necesitan de mayores evidencias para ser probadas si no
que, en realidad, debiera ser comprendido como interpretaciones intencionadas, históricamente construidas,
y que por lo tanto se ajustan a sistemas de ideas preconcebidos dentro de una determinada cosmovisión, en
cuyas presunciones se reconoce y adquiere su verdadero significado, y no espontánea y libremente como se
asume comúnmente. Al respecto, cfr de Clifford Geertz, “El sentido común como sistema cultural” en
Conocimiento Local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas, Barcelona, 1994., p. 104. Es en ese sentido
que creemos precisamente, porque de otra manera sería desde un punto de vista científico inexplicable, que
deberían entenderse las apelaciones realizadas al “sentido común” como una valedera forma de legitimación
de una de las teorías mencionada en alguno de los balances previos realizados sobre estudios migratorios,
pero que no podrían considerarse serios si no es de esta manera.
7
Para una somera enumeración de sólo algunas de las tendencias enunciadas véase, en Italia, de Ercole Sori,
"Las causas económicas de la emigración italiana entre el ochocientos y el novecientos" en F. J. Devoto y

4
deberíamos por lógica concluir que las migraciones como proceso no existían. Y lo que es
peor que el punto de vista de sus únicos y verdaderos protagonistas, los inmigrantes,
aparece soslayado cuando no directamente excluido de la historia, su vida partida en dos,
mientras que los “estados nacionales” se erigen en el actor principal de una visión estática,
sólo centrada en ellos pero que, para poder funcionar descansa, en una serie de unos nunca
del todo explicados presupuestos. Presunciones que, como es fácil imaginar, no son otras
que aquellas que, de manera optimista o pesimista, gustaban filiar el origen de los flujos
poniendo énfasis sobre el impacto que sobre la vida de las personas, por lo general
demasiado pobremente pensadas como representaciones de ese “homo economicus” que
sólo reaccionaba de manera refleja ante los desafíos en busca de ganancias, o de esos otros
individuos sobredeterminados por su pertenencia a las clases sociales que de antemano
permitían precisar con certeza como se habrán de comportar en cada caso. Apenas agentes
del proceso de formación de un mercado mundial, o si se prefiere del sistema capitalista,
con sus períodos de altas y baja, de crisis, retrasos y asincronías en el lugar de origen que,
con oscilaciones en la demanda de mano de obra, encontraba sin embargo su complemento
en las nuevas áreas de monocultivo que surgían como factor de compensación o de
equilibrio en el destino. Las verdaderas causas de unas migraciones así entendidas, debían
por fuerza ser hijas de la pobreza, de la miseria, de la proletarización inducida por la
pérdida de control por parte de grupos enteros de los medios de producción, la transición
demográfica o, desde otro lado, por la atracción que representa el trabajo seguro o el
diferencial de sueldos respecto a los ingresos percibidos en el lugar de salida 8. Hablamos así

Gianfausto Rosoli (comp), La inmigración italiana a la Argentina , Bs. As, Biblos, 1985 También de ese
autor, L`emigrazione italiane dalla unità all seconda guerra mondiale, Bologna, Il Mulino, 1979. Para un
pormenoraizado balance F. J. Devoto, Le migrazione italiane in Argentina. Un saggio interpretativo, Nápoli,
Instituto Italiano per Gli Studi Filosofici,1994. Sobre España de Roberto Cortés Conde, “Migración,
cambio agrícola y políticas de protección. El caso argentino” en N. Sánchez Albornoz (comp), Españoles
hacia América. La emigración en masa, 1880-1930, Madrid, 1988; Blanca Sánchez Alonso, Las causas de
la emigración Española en Argentina. 1880-1930, Madrid, Alianza, 1995. Para Argentina, también de R.
Cortés Conde, El progreso argentino, 1880-1914, Bs. As, Sudamericana, 1979.
8
Remitimos en este aspecto al excelente estudio crítico de los diferentes modelos de interpretación utilizados
para el análisis de las migraciones realizado en su libro por Fernando Devoto en sus diferentes versiones,
optimista o pesimistas, vinculadas a la creación de una oferta libre de trabajo de los economistas liberales, a
la división internacional del trabajo, la teoría de la válvula de escape, de los atractivos del diferencial de
salarios, la movilidad socia ol el empleo seguro, de la proletarización marxista, del conflicto social, el
discurso poblacionista ligado a diferentes variantes del nacionalismos, la destrucción de sectores productivos
protegidos por la concurrencia internacional o la industrialización acelerada, los problemas de la transición
demográfica, los modelos de equilibrio de Kinsley Davis, los discursos catastrofistas, etc. Todos en F. J.
Devoto, Historia de la inmigración..., pp. 51-60.

5
de “emigración” o de “inmigración”, de “factores de expulsión” o de “atracción”, dejando
de lado a las migraciones como proceso, partiendo la vida de las personas de carne y hueso,
en un deslizamiento de sentido que hace foco en el país desde el cual el proceso es estudiado.
Pero, si indudablemente los cambios económicos afectaban la vida de la gente no es tan
claro que la unidad de análisis más apropiada para graduar ese impacto fueran los estados
nacionales. En primer lugar porque, estaba comprobado, las crisis no habían repercutido de
igual manera en todas partes, golpeando sobre todo en algunas regiones específicas
mientras que otras dentro del mismo país se veían menos afectadas o salían directamente
indemnes, de lo que no es difícil inferir que en cada caso recibían respuestas distintas. Pero
si la crisis de concurrencia del agro en Italia lo había sido sobre todo del Véneto y de las
zonas productoras del valle del Pó, pero no de Roma, y la transición demográfica se
desarrollaba mejor en España en las periferias marinas antes que en la región central
castellana, nada diferente ocurre con otras corrientes migratorias, procedentes también de
ciertas áreas pero no de otras que obedecen a diferentes ritmos y secuencias 9. En segundo
lugar, si la consideración de los factores expulsivos, parecían demostrar muy bien hasta qué
punto las medias nacionales no son otra cosa que una abstracción, y mucho más si se trata
de migraciones a escala continental como aparece en muchos casos presupuesto, los de
atracción no reflejan una dinámica que vaya demasiado lejos de esa. Porque si la curva de
los flujos italianos pareciera, gracias al Véneto, aceptablemente seguir las del crecimiento
observado del otro lado del océano, más difícil resultará explicar lo que sucede con la
española, que permanece “planchada” durante la etapa cuando se registran aquí los
mayores índices de crecimiento, y cuyos emigrantes además no van a los Estados Unidos,
lo que pareciera indicar que permanecen indiferentes al poder persuasivo del “gran
magneto”, el dinero, que allí se acumula en mayor cantidad que en cualquier otro potencial
destino. Lo mismo sucedía en el caso francés, donde tampoco parece ejercer efectos de
arrastre sobre un comportamiento que, desde esa lógica, bien podria caracterizarse como
errático. Por lo demás, por si fuera poco, los análisis realizados hacia el interior de regiones
conceptuadas como de extendida pobreza, como es el caso de Calabria, Galicia, Andalucía

9
F. J. Devoto, "Appunti per una comparazione tra le emigrazione spagnole e italiane in Argentina" en G.
Rosoli (a cura di), Identità deli italiani in Argentina. Reti sociali, famiglia e lavoro, Roma, Studium, 1993, pp.
39-64.

6
o Sicilia10, han permitido observar como quiénes emigraban no eran los más pobres si no
los que poseían alguna clase de recursos, materiales o relacionales y que, como de manera
muy sagaz sostuvo Fernando Devoto, parecen emigrar para no proletarizarse y no, como
siempre se ha dicho, por haber sido previamente proletarizados, en una línea argumental
que descarta la imagen de las migraciones como fruto de la miseria 11. Finalmente, los
estudios de historia económica producidos en los últimos veinte años, han puesto en
evidencia hasta qué punto las disparidades regionales habidas en el desarrollo, muy lejos de
ser expresiones de una anomalía o deformidad que sólo se manifiesta en los países
periféricos, es en rigor un elemento constitutivo y esencial de todos los procesos de
crecimiento; pudiéndoselas incluso paradigmáticamente encontrar, como fuera de toda duda
ha podido demostrar Sidney Pollard, en la tierra escenario de la revolución industrial
inglesa12, cuna del capitalismo. En realidad, a poco que razonemos no será demasiado
difícil rastrear en nuestra memoria otros ejemplos de esa misma asimetría en casi todos los
países que nos vengan a la mente y en donde conviven regiones industrializadas y
desarrolladas con otras que han sido objeto de postergaciones.
Claro que si los estados nacionales no son un patrón de medida, y sus medias no son nada
más que el reflejo de una ilusión estadística, habrá que encontrar en su lugar a un nuevo sujeto
histórico que corporice mejor el desarrollo de los flujos y corrientes mjgratorias. Lo que nos
podría llevar a pensar en esas mismas regiones de las que recién hablábamos pero también,
achicando nuestras miras, en las aldeas o espacios sociales de origen, en las familias y en
última instancia hasta en los propios individuos que alguna vez fueron los protagonistas de
este proceso. Bien visto, en realidad, aunque esto es desde luego discutible, ellos podrían

10
Pino Arlachi, "Perché se emigraba dalla societá contadina e non dall'latifondo" en Pietro Borzomati (ed),
L'emigrazione calabrese dalla unitá ad oggi, Roma, CSER, 1982, pp. 157-170. Otros abordajes del mismo
tenor en, Antonio Bernal, La emigración de Andalucía” en Nicolás Sánchez Albornoz (comp), Españoles
hacia América, Madrid, Alianza, 1988, pp. 154-160; Alejandro Vázquez González, “Las dimensiones
microsociales de la emigración gallega a América: la función de las redes sociales informales" en Estudios
Migratorios Latinoamericanos, año 7, nº 22, 1992, pp. 497-533. y Donna Gabaccia, Militant and Migrants.
Rural Sicilians Became American Workers, New Bruswih and London Illinois University Press, 1988.
11
Como muy bien puede percibirse en el sagaz párrafo que el mismo autor dedica a este problema
argumentando “....en general, el costo de la emigración colocaba a los sectores más pobres fuera de la
experiencia transatlántica. La emigración era una especie de inversión y no todos estaban en condiciones de
realizarla. Estudios puntuales ... que hacen la operación correcta, es decir comparar los emigrados de un
lugar con los no emigrados, revelan que efectivamente los grupos familiares, que quiere decir braceros no
propietarios, están menos presentes entre los migrantes transoceánicos que los pequeños propietarios y
arrendatarios....”. F. J. Devoto, Historia de la inmigración..., pp. 83-84 y. 116.
12
Sidney Pollard, Peaceful Conquest. The industrializacion of Europe, 1760-1970, Oxford, Oxford University
Press, 1981.

7
ofrecer un más adecuado punto de partida, siempre y cuando se los considere no en la libertad
de su yo supuesto y absoluto, si no en el seno de las inscripciones sociales de las que
realmente formaron parte. Es que un “nombre”, como alguna vez explicaran Carlo Poni y
Carlo Ginzburg13, puede remitirnos a otros “nombres”, a un espectro de relaciones, a una
comunidad, a una posición económica y social, a un lugar o a un conjunto de lugares, a una
calle, a ámbitos formales o informales de pertenencia, a un conjunto de lecturas, incluso a
una postura política, si es que es posible llegar a los materiales que nos permitan reconstruir
esas variadas dimensiones de la vida. En un tipo de indagación que no excluye, contra lo
que se supone, sino que incluso precisa de la indagación serial, como potencial fuente de
insinuaciones, con las que después podrá acordar o discrepar pero que ofrecen un necesario
punto de partida. Aunque, desde luego y más allá de esas referencias, estas interpretaciones
se erigen, desde un muy diferente lugar, lejos de la linealidad y las seguridades supuestas
por los modelos tradicionales.
Muy por el contrario, en este caso, las personas se mueven en un mundo contingente y
cambiante, plagado de incertidumbres, de desafíos que exigen de ellos la constante
elaboración de respuestas y la producción de hechos en busca de, entre otras cosas,
garantizar su subsistencia, un cierto grado de previsibilidad en medio de la inestabilidad
reinante, para ellos y sus familias. Algo que, es claro, los ubica bien lejos de la pasividad de
las víctimas con que se los solía caracterizar habitualmente, devolviéndoles el control
sobre sus vidas y valorizando su experiencia 14 como potencial fuente de inspiración para la
eventual articulación de estrategias. Estrategias siempre llevadas a cabo sobre la base de
una información, de condiciones de racionalidad y de unos márgenes de libertad
limitados15, pero que igual alcanzan para restituirle su perdido protagonismo en el
dinamismo a la vida social. Su disposición para reaccionar, dentro siempre de
configuraciones móviles, mudables en el tiempo y resultantes de la interacción negociada
que se da entre sus miembros,, ante los desafíos de cada coyuntura. De los que resultan

13
Carlo Ginzburg y Carlo Poni, “El nombre y el cómo: intercambio desigual y mercado historiográfico”
ahora editado en C. Ginzburg, Tentativas, Rosario, Prohistoria Ediciones, pp. 57-67.
14
Bernard Lepetit (comp), Les formes de l´expérience, París, Albin Michel, 1995. Jaques Revel , Jeux d
´échelles. La micro- analyse à la expérience, París, Gallimard, 1996, el clásico texto de Giovanni Levi, La
herencia inmaterial. La historia de un exorcista piamontés del siglo XVII, Madrid, Nerea, 1990. También de
C. Geertz, Tras los hechos. Dos países, cuatro décadas y un antropólogo, Buenos Aires, Paidós, 1996.
15
Giovanni Levi, La herencia inmaterial. La historia de un exorcista piamontés del siglo XVII, Madrid,
Nerea, 1990.

8
equilibrios provisorios por lo demás demostrativos de la fragilidad de las relaciones
horizontales y verticales que se tejen entre los grupos, que se quiebran y se rehacen
periódicamente, por lo que forzosamente deberán ser entendidas en su especificidad, es
decir en su condición de construcciones históricas, sin que esto invalide los requerimientos
de un más amplio marco referencial. Pues, por analogía y alejados de las “historias
pueblerinas”16, esos mismos abordajes efectuados desde un determinado lugar pudieran
llegar a sugerir interpretaciones y problemas generales17. Nuevas cuestiones que nos
permitirán restablecer el necesario ejercicio de la duda, pudiendo muy bien ser tomados
mas no sólo como elementos demostrativos de antiguas certezas, por otro lado nunca del
todo comprobadas18, sino para proporcionar datos, propios de cada época y contexto, que
nos hagan posible eludir la tentación siempre presente de caer en la unilateral adhesión a
verdades absolutas. Nociones (por ejemplo el mercado) que se reconstituyen ahora
convirtiéndose en objetos de estudio y se resignifican en cada tiempo y lugar, recuperando
para el oficio del historiador toda su capacidad crítica de insuflar a esos conceptos con los
que habitualmente operamos, de una cierta dosis de realidad, de más precisos contenidos de
los que por desgracia demasiadas veces carecen19.
En pocas palabras, como se podrá observar y según afirmábamos al comenzar este
recorrido, nos encontramos en presencia de dos términos que aparentemente definen
modelos contrapuestos, con pocos puntos de contacto. ¿Pero es realmente así?. No
necesariamente, y eso es lo que procuramos demostrar a través del estudio de los grupos
de origen irlandés que se radicaron o pasaron en algún momento por el partido de Luján, en
la provincia de Buenos Aires, a unos setenta kilómetros al oeste de la ciudad de Buenos
Aires, capital de la Argentina. En su período de mayor afluencia, que en este caso conviene
ubicar entre 1840 y 1869 hasta llegar a 1895, aunque esas son sólo fechas referenciales.
Convencionalismos artificialmente establecidos a partir de las pautas de deslinde formal
que ofrecen los dos primeros censos nacionales y a las que, por lo tanto, en la medida que
no reflejan con exactitud la cronología de desenvolvimiento de los procesos analizados,
nos sentiremos continuamente tentados de transgredir, de sobrepasarlos como haremos, por
16
Luis González y González, Pueblo en Vilo. Microhistoria de San José de Gracia; México, Taurus, 2008.
17
Justo Serna y Anaclet Pons, “En su lugar: una reflexión sobre historia local y microhistoria” en
Prohistoria, año 6, nº 6, 2002, pp. 107-126.
18
Jacques Derrida, La desconstrucción en los horizontes de la filosofía, Barcelona, Paidós 1997.
19
La frase pertenece a C. Geertz, "Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura" en la
obra del mismo autor La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1996, pp. 19-40.

9
arriba y sobre todo por abajo20, si ello es necesario para una mejor comprensión de nuestros
razonamientos.
En esa misma dirección también, un útil punto de partida lo podrían representar,
modificados, los desde hace tiempo célebres trabajos de Stephan Thernstrom 21 para quien,
como es sabido, desde la óptica de una historia social urbana atenta a los cambios
producidos por la desbordante irrupción de las migraciones, si los emigrantes no avanzaban
en la escala social de la ciudad, tendían a moverse espacialmente luego de un cierto tiempo
de permanencia, partiendo rumbo a otros destinos. Mientras que los exitosos se quedaban,
los que se iban se seguirían moviendo hasta que lograran estabilizarse laboralmente,
estableciendo una forma de correlación entre movilidad social y geográfica que hacía del
“turnover” de los emigrantes la característica esencial de la sociedad norteamericana.
Desafiando, por primera vez, en clave novedosa, a los estereotipos de la tierra prometida y
de la asimilación exitosa de la clase del “melting pot” 22, promovida por Milton Gordon,
en tantos sentidos afines a la versión local del “Crisol de razas”, aunque en muchos otros

20
En tiempos recientes, un nueva cronología se ha venido a superponer, corrigiendo aquellas que gustaban
concebir a la inmigración irlandesa a la Argentina, como un fenómeno minoritario de corta duración, y de no
gran impacto, comparado con las corrientes española e italiana, que debía ser ubicado en las décadas del
cincuenta y del sesenta del siglo XIX. En sincronía con la etapa de desarrollo de la ganadería del lanar y las
libertades consagradas por la Constitución de 1853, dentro los marcos de referencia clásicos, en que se
suponía se debía concebir el papel de las migraciones como factor de una modernización en conformidad con
el llamamiento incluido en la Preámbulo de la Constitución para “todos los hombres del mundo que quieran
habitar en el suelo argentino”. Posteriormente, otros trabajos corrieron el punto de partida de la corriente
irlandesa, ubicándolo hacia la década del cuarenta, poniéndola en conexión además con una preexistente
colectividad de ese origen en la ciudad de Buenos Aires ya visible en la década de 1820 percibida como
casos esporádicos y no del todo bien conectados, en el mejor de los casos antecedente lejano de las verdaderas
migraciones correlacionadas con el ciclo del ovino. Finalmente Edmundo Murray, distingue por lo menos
cuatro etapas: las dos primeras, fundacionales, que incluso podrían reunirse en una, , en donde la presencia de
los irlandeses en el Río de la Plata se vincula a las historias de pioneros que trabajaron para la corona
española o integraron las fuerzas militares inglesas durante las invasiones de 1806 y 1807, pero que sobre
todo después estuvo relacionada con la influencia, comercial y militar, que ejerce Gran bretaña en la zona y
que dio por resultado el establecimiento de una colonia mercantil urbana, razón que parece justificar la
identificación de los irlandeses como “ingleses”. La tercera, aunque ahora en íntima conexión con las dos
primeras, es la típica migración de los ovejeros, procedentes de las Midlands, con inicio en las décadas de
1830 y 1840, y derivaría en la emergencia de esa burguesía rural con la que se identifica al conjunto de la
emigración irlandesa. Finalmente, y quizás como rasgo más novedoso, delimita una cuarta y última etapa, ya
a fines del siglo XIX e inicios del XX, en que la emigración de Irlanda cambia su perfil social y su
procedencia originándose ahora en sectores proletarios, que llegan muchas veces asistidos, provenientes de
Clare, Cork y Limerick y de los barrios pobres y protestantes de Dublin. E. Murray, Deveir irlandés..., op.
cit, pp. 456-47.
21
Stephan Thernstrom, Poverty and progress. Social mobility in a nineteenth century city, Cambridge &
London, Cambridge University Press, 1964
22
.Para una evaluación del impacto de la obra de Thernstrom en la historiografía anglosajona Steven Riess,
“The impact of `Poverty and Progress´ on the Generation of Historians Trained in the Late 1960s and Early
1970s”en Social Sciencies History, 10, 1, 1986, pp. 23-32.

10
aspectos Thernstrom le es irónicamente tributario. Tributario porque, aunque introductor
de una innovadora herramienta hermenéutica de enorme potencia analítica, su estudio en
realidad rara vez desborda los límites de las concepciones tradicionales, basándose en el
presupuesto de una forma de movilidad que sólo puede realizarse en el lugar de destino. Y
que por ende, al no poder concebirlo de igual modo en el origen, conduce a la idea del
retorno como fracaso. Lo que dejaba en pie, en definitiva, la segura convicción de que se
seguía hablando de un movimiento unidireccional, del campo a la ciudad y de uno al otro
lado del océano, como se había sido pensado antes en la mejor tradición de la sociología
funcionalista, cuyos objetivos eran sólo realizables en la nueva sociedad, lo cual no podía
dejar de tener implicancias23. Aún así, igual. el mencionado autor. en lo que a nosotros
respecta, nos es útil por la no desmentida centralidad de su consistente aporte
metodológico, que nos puede brindar un excelente mirador desde donde observar a esos
irlandeses que alguna vez transitaron por estas tierras, dejando profundas huellas que
debieron ser objeto de algo más que el silencio de lo que nos es conveniente indagar
porque, aunque no se sabe, puede ir en contra de los modelos consagrados.

Irlandeses en Luján: algunas precisiones necesarias.

Quiénes, cuántos, cuándo, por qué, adónde y cómo. La relativa sencillez de las preguntas, las
primeras que a uno se le pueden llegar a ocurrir cuando se trata de estudiar corrientes
migratorias, no quita su carácter de necesario ejercicio de delimitación preliminar, ni debiera
llamar a engaño por su simplicidad aparente. Las respuestas no son tan lineales ni tan fáciles
de formular como lo sugiere el cuestionario previo. Trataremos de contestarlas, aunque no
necesariamente en el orden en que han sido presentadas, comenzando por la necesidad misma
de estudiar un flujo, demasiado lejano y comparativamente poco numeroso para el imaginario
de los argentinos. Asociada al poblamiento de los Estados Unidos de Norteamérica más nunca
de las cosas del Río de la Plata, las llanuras pampeanas o el Litoral de los ríos.
En el caso de Luján, por si hiciera falta algo, para colmo, se agrega la errada percepción,
basada en inferencias indirectas establecidas sobre la base de algunos indicadores
demográficos, como la baja tasa de crecimiento observada en la población total del partido
durante el período 1869-1881, cuando más irlandeses arribaban al país, y las precarias tasas de
23
Franco Ramella, "Movilidad geográfica y movilidad social: notas sobre la emigración rural de la Italia
del noroeste (1880-1914)" en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 6, nº 17, 1991, pp. 109-108.

11
acceso a la propiedad de la tierra registradas en el catastro de 1890, especialmente para los
inmigrantes de esa nacionalidad, que sólo llegaban a ser poseedores del diez por ciento de la
tierra lo que, comparado con el cuarenta y cinco por ciento que para esa misma fecha podía
observarse tenían en otros distritos vecinos como Areco, permitía deducir tanto la no
necesaria participación del partido en el «boom» ovejero de la época, y ligada a él una menor
presencia en él de irlandeses (que su raleado número en las cédulas censales de 1895 parecía
confirmar fuera de toda duda). Razones que además, se deducía, terminarían por hacer de la
zona una suerte de reserva de tradicionales y arraigadas prácticas agrícolas las que, si por un
lado eran herederas de la colonia, encontrarán continuidad ahora tendiendo un puente que se
habría de prolongar hasta la reinstauración plena de la agricultura promovida a fines de siglo a
través de los emigrantes de la Europa mediterránea 24. Hubiera bastado, sin embargo, para
poner en duda la exactitud de esas conclusiones, una lectura de algunas fuentes
contemporáneas como ese artículo publicado a fines de 1865 por “The Brazilian and River
Plate Mail”, y que consta en el mismo libro de Hilda Sábato de donde fuera extraída
también la cita del catastro, en el que no se privaba de calificar a Luján reconociéndolo
“...como uno de los distritos laneros más importantes del país...”25, siendo a la vez
probablemente en ese momento uno de los destinos privilegiados por la emigración de Irlanda.
La misma certeza se tiene hoy cuando se consulta al más reciente trabajo de Eduardo Murray
quien, siguiendo a Coghlan, nos informa que en 1869 Luján era, después de la ciudad de
Buenos Aires, Carmen de Areco y Mercedes más Suipacha, el cuarto de los partidos de la
provincia con mayor densidad de irlandeses 26. Por otra parte, que no los haya después en
24
María Cristina Cacopardo y José Luis Moreno, La familia italiana y meridional en la emigración a la
Argentina, Nápoli, Edizioni Scientiche Italiane, 1994, pp. 23-25. M. C. Cacopardo, “La inmigración
italiana temprana en un área rural de Buenos Aires: familia y trabajo en Luján en 1869” en Cuadernos de
Trabajo nº 2, Luján, UNLu, 1997 pp. 10-72.
25
The Brazilian and River Plate Mail, 22/12/1865. Citado en H. Sábato, Capitalismo y ganadería en Buenos
Aires: la fiebre del lanar, 1850-1890 Bs. As, Sudamericana, 1989, p. 232.
26
Eduardo A. Coghlan, Los irlandeses en la Argentina: su actuación y descendencia, Bs. As, 1987. E.
Murray, Devenir...., op cit. pp. 32-35. En el mismo libro de Murray figuran las tablas, extraídas de Coghlan
que si en 1869 ubican a Luján como el cuatro destino predilecto de los irlandeses, con 284 presencias, los ve
desaparecer de esa y cualquier otra posición en 1895. Argumentando, a nuestro favor, que Luján figura entre
los ocho lugares donde se registran mayor cantidad de defunciones de irlandeses. Por eso mismo, dentro de
los lindes del cementerio construido en la década de 1850, construido por el alarife catalán Jaime Palet, las
tumbas de irlandeses ocupan un lugar de privilegio, destacándose en las áreas de ocupación más antiguas
(hasta el arco de la campana), no así en las zonas más recientes que se abrieron con posterioridad, atrás y al
costado, suponemos que apresuradamente como consecuencias de las mortíferas epidemias de cólera de la
década del sesenta y en donde se encuentran los panteones mutuales colectivos de españoles e italianos.
Complejo Museográfico Enrique Udaondo, Archivo y Biblioteca Federico F. de Monjardín, Diario de
Viajes de Jaime Palet. Municipalidad de Luján, Cementerio, Libros de enterratorios y planos.

12
semejante medida en 1895, o que sean minoría entre los grupos propietarios del distrito puede
ser indicador de otras cosas, mas no de una no comprobada ausencia. Por lo pronto, si en
lugar de guiarnos por el criterio de encontrar la nacionalidad de los dueños de los
establecimientos productivos del partido, se hubiera tratado de buscar la procedencia o raíz
etimológica de los apellidos argentinos que figuran en esa condición en el catastro, se hubiera
logrado una imagen más realista de un para nada escaso peso de la colectividad hiberno-
argentina en el sector de propietarios. Mientras que el crecimiento negativo de la población
total del distrito durante el período de mayor afluencia de irlandeses podía haber sido muy
bien explicado a través de otros y no desconocidos factores27 mas no dando a entender una
27
De hecho, la forma más habitual cómo se ha tratado de explicar esa merma, en principio poco entendible en
una época de inmigración creciente, ha sido justificarla desde el punto de vista del proceso de disgregación de
la antigua jurisdicción a cargo de la Villa de Luján, del que es parte la creación en 1878 del partido de
General Rodríguez. Con la consecuente caída del número total de población que ese proceso de subdivisión
conlleva, por los quedan comprendidos en la jurisdicción del recién creado distrito. Una teoría que, si en
particular sostenida desde los estudios de demografía histórica realizados, ha sido matizada por otras
formuladas desde una similar perspectiva las que, sin negarla, en cambio enfatizan el peso que en essa baja
pudieron tener los habituales brotes epidémicos de la época, como el cólera de 1868, que produjo en Luján la
mitad de las muertes registradas ese año en los archivos parroquiales. Y que por esa razón duplicaron el
número las defunciones producidas respecto a cualquier año precedente, a 1866 por caso, aunque ese fue
también un año muy alto por similares causas y a que sabemos por testimonios cualitativos que esa fuente
fuertemente subestima el verdadero impacto que sobre la población tuvieron las epidemias. Así, en memorias
de e´poca, se habla de muertos a cielo abierto, de enterratorios apresurados y grupales en tumbas colectivas.
Una dimensión que, aunque excluida o ocultada adrede en la mayoría de los escritos de época, igual puede se
reconstruida, para 1868 o para otras situaciones posteriores entre las que se deberían contar , es cierto que en
menor medida, tres años después, la presencia de casos de fiebre amarilla, seguida por otros brotes de cólera,
pero sin descartar tampoco las repercusiones de las enfermedades endémicas que constantemente golpeaban a
todos los grupos, pero con especial intensidad a los sectores más débiles, socialmente expuestos o
desfavorecidos, como los recién nacidos, los menores y las mujeres, afectando el crecimiento vegetativo. A lo
que debieran sumarse finalmente las restas inducidas por situaciones de segmentación social o las siempre
olvidadas reemigraciones producidas hacia otras zonas. M. C. Cacopardo, Indicadores sociodemográficos de
14 partidos de la Cuenca del Luján, 1869-1980, Luján, Cuadernos de Ciencia y Tecnología nº 2, Universidad
Nacional de Luján, s/f. Sobre el peso de las enfermedades endémicas y epidémicas véase de Claudio Tuis y
Patricia Fogelman, “El cólera en Luján, 1866-1870” en Presente, 20 de junio de 1992, p. 8. Sobre esa misma
cuestión puede consultarse Basílica Nacional de Nuestra Señora de Luján, Archivo Parroquial, Libros de
Defunciones, Tomos 5 (1866-1868) y 6 (1868-1871). Un testimonio ciertamente revelador del fuerte nivel de
subregistro existente en los archivos parroquiales nos lo puede brindar el Copiador de Oficios de la
Municipalidad que, ignoramos sobre qué base, calcula en 573 los muertos por la epidemia de cólera de 1868
contra los 143 contabilizados en los archivos parroquiales (Archivo del Complejo Museográfico Enrique
Udaondo, Juzgado de Paz, 1870. Idem, año 1971. Copiador de Oficios (1867-1880), f. 51). También
indudablemente lo es la magnífica “Autobiografía de Domingo Fernández Beschtedt” quien, aún niño, no pudo
borrar de su memoria las imágenes de los estragos causados por el “cólera morbus” de 1868 cuando, su
homónimo padre médico, saliendo con desprecio de su vida de su estancia “San Enrique” se dirigía a atender a
los afectados del partido y Villa de Luján, pero también de los vecinos distritos de Navarro, Capilla del Señor,
Areco, por entender que el médico en estas circunstancias era el único recurso de los atacados, más por el
consuelo que su presencia que podía brindar antes que por eficacia, llegando “...su filantropía médica hasta
aceptar que grandes carretas toldadas tiradas por bueyes y conduciendo enfermos coléricos, algunos ya
moribundos, sin excluir los cadáveres de otros caídos en el camino, acamparan a unos 500 metros de distancia
de su casa- habitación...”. E incluso trabajando más adelante codo con codo en ocasiones similares, como lo
hizo en 1868 con los Dres Real y Erézcano, con el que se puede considerara su reverso político pero dotado

13
deserción, que nunca tuvo lugar, buscándose otra explicación a su virtual desaparición luego,
hasta quedar reducidos a su mínima expresión en 1895. La que se puede comprenderse
también en función de otras hipótesis como el hecho, que asimismo se deriva de la primera
premisa, que su presencia aquí lo fue sobre todo precoz y orientada por patrones de movilidad
geográfica y social que los habrían llevado luego a otras partes, una idea que nos detendremos
a examinar más adelante.
Por otra parte, en el plano metodológico, lo afirmado debería servir para llamar la atención
sobre la verdadera capacidad y los límites de algunos indicadores demográficos para desde
ellos tratar de describir una realidad económica y social que por su complejidad los desborda28
Y que, por eso mismo, para poder ser ratificados requerirían de otros niveles de convalidación,
sobre todo del aval de aquellos materiales que versan sobre esos problemas específicos a los
que ellos aluden indirectamente. Aunque este no es el caso porque, en esta ocasión, cuando
esos documentos pudieron ser localizados, tendieron a testificar en contra de lo antes
afirmado, siendo los irlandeses en realidad, según se desprende de la desagregación por
nacionalidad de los habitantes de Luján, calculados desde las cédulas censales de1869, la
tercera colectividad extranjera en número de la época, detrás de españoles e italianos. Mientras
que la ganadería ovina era, a distancia, la actividad más lucrativa y largamente predominante
del conjunto de las que se desarrollaban en el partido. Al punto que, en 1863, su estrecha
jurisdicción apenas alcanzaba para contener un demasiado amplio stock de lanares,
del mismo espíritu, el célebre “doctor inglés”, John Creaghe, militante anarquista quien publicara desde Luján
en 1894 los primeros números de El Oprimido, vocero de las ideas del anarquismo organizador pero que ya había
tenido por antecedente a La Protesta Humana. No privándose este, como otros relatos, públicos y privados, es
cierto que fragmentariamente, de brindar algunos pocos pero no por eso menos sombríos detalles, como el de
los cuerpos de los muertos que, encontrados en las calles o en los campos abandonados a su suerte eran
enterrados, sin verificación de número o registro, o hasta quemados si era necesario, para evitar la propagación
sin límites de una epidemia que igual se reproducía incontrolada. Resultado de esta situación, para mejor
atención de los enfermos y cumplimiento de la cuarentena, el Dr. Fernández junto con otras personas promovió
la construcción del Lazareto de Coléricos. Estancia San José, Autobiografía de Domingo Fernández Beschtedt,
Acotación nº 1, “El Cólera” (agradecemos al actual propietario de la Estancia Sr. José Naviera la posibilidad de
haber accedido a este valioso documento).. Sobre Creaghe véase de Ricardo Falcón, Los orígenes del
movimiento obrero, Bs. As, Centro Editor de América Latina, 1984.
28
En realidad, y en íntima conexión a esa crítica “externa” que formulamos, sobre la verdadera capacidad de
este tipo de fuentes para describir objetos a los que nunca buscaron referirse de manera explícita, debería
sumarse la crítica “interna” que, desde una demografía histórica renovada, hace hincapié en los supuestos
implícitos en la construcción de las variables contenidas en los censos nacionales. Pero que casi nunca son
contemplados, condicionando los alcances y “objetividad” de los “datos” en ellos registrados en función de
propósitos y de teorías que se corresponden más con nuestras interpretaciones actuales. Al respecto, de
enorme utilidad resultan las reflexiones contenidas en el artículo de Hernán Otero, “Crítica de la razón
estadística. Ensayo de formalización teórico- metodológica del paradigma censal de la Argentina moderna
(1869-1914)” publicado en el no menos sugerente libro por él mismo dirigido El mosaico argentino.
Modelos y representaciones del espacio y de la población, siglos XIX-XX, Bs. As, Siglo XXI Editores, 2004.

14
compuesto por, como se puede observar en el Registro Estadístico de la provincia, 12500
cabezas de lanares criollos, 6800 sajones y 545500 mestizos, lo que da un total de 564800
cabezas, llegando incluso después a cifras más altas, llegando a rebasar la capacidad de control
de una municipalidad que se mostraba impotente para poner límite a la introducción de esos
animales aún en zonas de ejido, en donde había 26 chacras y quintas de más de una cuadra
cuadrada, 135 de más de cinco cuadras y 108 de más de diez, que arrojan una suma de 1781
cuadras cuadradas teóricamente dedicadas por completo a la agricultura, cuando en rigor
apenas sólo 95 de ellas estaban sembradas con maíz y 70 con trigo...29.
Ahora bien, probado esto, es decir la no excepcionalidad y por oposición la centralidad
de la inmigración irlandesa y de la economía ovejera en el área de influencia de Luján
durante ese período, el resto de las preguntas formuladas todavía permanecen en pie. Para
comenzar, ¿quiénes eran y de dónde procedían esos inmigrantes a los que nos estamos
aludiendo o cuáles fueron las razones que los atrajo hasta este lugar?. En rigor, la mayoría
de los estudios hasta ahora realizados sobre migraciones irlandesas, contemporáneos a la
etapa de máxima difusión de los flujos o actuales, suelen por lo general ubicarlos, a inicios
de la década de 1820, como un grupo de reducidas dimensiones y de radicación
preferentemente urbana. El que, si iniciado antes en íntima conexión con la presencia de
fuerzas militares inglesas en 1806 y 1807, y en particular con comerciantes de ese mismo
origen previa y posteriormente establecidos en la ciudad, comprendía a un grupo entre 1000
29
Registro estadístico de Buenos Aires, 1863, Bs. As, Berheim, 1864, pp. 107- 108. Resulta relevante también
el testimonio de cómo se manejaba para esa misma época una gran estancia, como es el caso de “San
Enrique” de Domingo Fernández, la que dedicaba las dos terceras partes de su superficie a la cría y
refinamiento de lanares, contando ella sola con 20000 ovejas distribuidas en varias majadas a cargo de
puestos, contándose entre ellos varios planteles destinados a cruza y refinamiento de carneros Negrette, de
tipo Merino Imperial importados de Silesia, de mediano tamaño pero extenso cuero, dotado de finísma lana de
más de 17 ondulaciones por centímetro lineal, siendo que cada oveja producía vellones de 4 a 5 kg. de peso,
a los que se agregaron después Rambouillets traídos de Francia, que por su mayor tamaño y disminución de
las arrugas facilitaba la trasquila y evitaba las cortaduras del cuero por el uso de la tijera. Interesante resulta
también destacar que otra parte del establecimiento estaba dedicado a la lechería por iniciativa del fundador
de la explotación familiar, Don Enrique Beschtedt, alemán de Leipsig, capital de Sajonia, llegado a Buenos
Aires en 1825, y quien había formado el plantel original con algunas pocas vacas que adquirió con la estancia
en 1841 –en sociedad con su coterráneo Daniel Ulrich del que se separó subdividiendo en dos la hacienda-
pero que su yerno Domingo Fernández se encargaría de reorientar hacia las Durhand, vulgarmente conocidas
como Talquinas. Estancia San José, Autobiografía de Domingo Fernández Beschtedt, pp. 110-114. No
demasiados años después, y tomando al censo de 1869 como fuente, los hermanos Mulhall se referían a
nuestro partido en sus una de sus guías descriptiva de este modo, “Luján. 38 leguas cuadradas, 10.265
habitantes, comprende 179 estancias, cuyos dueños son principalmente irlandeses, como Brown, Ham, Casey,
Garraham, Kelly, Clavin, Murphy, etc. El terreno tiene un valor exagerado y hay demasiado ganado, el
número de ovejas pasan el millón, además de 30000 vacas...”. Michael George y Edward Thomas Mulhall,
Manual de las Repúblicas del Plata, Bs. As, &Londres, Imprenta del “Standard” y Edward Standford, 1876,
p. 63.

15
y 1200 hasta 2500 personas, de los 4072 súbditos británicos que para esa misma fecha el
cónsul general a cargo había registrado 30. De todas maneras, y del mismo modo como H.
Sábato y J. C. Korol encontraron miembros de las familias de origen irlandés Murphy,
Dillon, O´Hara, Armstrong, Sheridan, O´Donell, Lynch, Cullen, O´Gorman, Campbell,
Duffy, Sullivan, Bradley, Dugan o Donaghue como integrantes de la administración o
entre los pobladores del Buenos Aires colonial, si quisiéramos también podríamos rastrear
las huellas de su presencia en Luján a inicios de esa misma centuria e incluso en el siglo
XVIII por caso verificable en el nombre de los cabildantes de apellido Colman, pero
entendemos que se trata de excepciones que probablemente nos dicen más sobre la
permeabilidad de los sistemas de control españoles, que buscaban excluir a los demás sin
lograrlo o con excepciones que lo terminaban por hacer ineficaz, que sobre una precaria
presencia irlandesa.
En realidad poco, muy poco se sabe, de esa reconversión de una comunidad que de
cittadina se reorientó, hacia el lanar y hacia el campo, pero podría ser tal vez muy mal
atestiguada desde el padrón de 1836, que nos muestra un perfil del “partido de la Villa de
Nuestra Señora de Luján” que, si había tenido algunos nada despreciables márgenes de
presencia europea anteriores a la ruptura con España, se había visto afectado por la
revolución después de modo que, al igual a como había sucedido en otros lugares para
mediados de la década de 1830, de 3262 habitantes residentes en él, sólo 17 eran
extranjeros , de ellos 10 radicados en la Villa, el único centro urbano de la jurisdicción,
mientras que los demás se encontraban dispersos 4 en las quintas, 2 en la Cañada de Arias y

30
Sin embargo, ese mismo cónsul calculaba que ese número era provisorio porque estimaba que unas 1000
personas, que debían ser sumadas, habían quedado fuera de su cálculo sin registrar.. Las estimaciones más
conservadoras pertenecen a Thomas Murray, The History of the Irish in Argentine, New York, P. J. Kennedy
& Son, 1919 (citado por H. Sábato y J. C. Korol, op. cit, p. 20 ); las más arriesgadas a Mons. Santiago
Usher, Los capellanes irlandeses en la colectividad Hiberno-argntina, Bs. As,1951, p.. 25. Por su parte
William Mac Cann nos transmite la estimación del Padre Fahy que habla de unos 3500 irlandeses previo a la
intervención anglo- francesa. Las referencias a los cálculos de los súbditos británicos en Henry S. Ferns,
Argentina y Gran Bretaña en el siglo XIX, Bs. As, Solar-Hachette, p. 80. De igual el conjunto de los datos
referidos puede ser consultado en H. Sábato y J. C. Korol, op. cit, pp. 20-22 También existen fuertes
diferencias en el total de emigrados irlandeses a la Argentina en la larga duración consignados por distintos
autores, H. Sábato y Korol, sobre la base de los datos de E. Coghlan extraídos de las planillas censales de
1869 y 1895 y realizando cálculos estadísticos que permitan incorporar la natalidad y la mortalidad, los cifran
en 10.55000 a 11.5000 emigrantes, Patrick MacKenna y Eduardo Murray, sobre la base de una combinación
amplia de fuentes en el lugar de origen y de llegada, creen razonable calcularlos en 45.000 irlandeses,
pensando E. Murray incluso que se trata de una estimación baja. Patrick Mac Kenna, Ninetheenth Century
Irish Emigration to, and Settlement in Argentine, Ma. Tesis, Maynoot, Maynoot University, 1994.

16
uno en la Cañada de Escobar, remanente del antiguo territorio colonial 31. Algo más seguro,
en cambio y por ende factible de postular, parece haber sido el modo como probablemente
se dio ese trasvase, desde siempre asociado a la iniciativa de algunos exitosos mercaderes
que ya en los años veinte se habían volcado al campo, convirtiéndose en propietarios
rurales, aunque no debería descartarse como acertadamente señala Eduardo. Murray que lo
hayan hecho por la influencia que sobre esa decisión pudieron tener el ejemplo y la
orientación brindados por sus habituales socios comerciales británicos. Verdaderos
“pioneers” en este terreno a la vez que una muy buena razón para que esos precursores
irlandeses (y los que le siguieron después) fueran casi siempre y por muchos identificados
como “ingleses”, una denominación dentro de la que se los engloba a los irlandeses en el
registro estadístico y en las publicaciones del primer censo nacional de 1869 inclusive.
Asimilación errónea pero que es reveladora de una equiparación que no debiera ser
oscurecida por esa tan tradicional oposición de origen que separa a los unos de los otros.
Pero que no necesariamente tenía lugar aquí, siendo por lo menos en principio, esa
asociación hasta conveniente para los iniciadores irlandeses de una actividad, que debían
seguramente computar como beneficio el prestigio acumulado por sus vecinos con quienes
desde la sociedad local se los equiparaba. Y que si adquirió nueva forma después, lo debe
haber sido por las cambiantes condiciones históricas con que se operaba en cada época,
validando las transformaciones producidas en la propia imagen en función de variables
como el incremento o disminución en el número de llegados, su procedencia y la actitud de
unos líderes comunitarios que jugaron un importante papel en el proceso de “invención” o
reconfiguración de las identidades32.

31
Archivo General de la Nación (AGN), X-13-6-4, Empadronamiento de la ciudad y campaña 1836,
“Padrón de los habitantes existentes en la Villa de Nuestra Señora de Luján y su partido”. Para un análisis
crítico de las características y los límites del padrón cfr. de Jorge J. Cortabarría, “La población del partido
de la Villa de Luján en 1836” en Presente, 12 de diciembre de 1992, p. 10.
32
E. Murray, Devenir..., op. cit, p.27. Para una definición preliminar, en sus distintas vertientes, pesimista u
optimista, de una concepción de las identidades como “invenciones” luego devenidas en imágenes y
categorías sociales concretas véase de Werner Sollors (ed), The invention of Ethicity, New York, Oxford
University Press, 1988; Katleen. N. Conzen, David Gerber, Ewa. Morawska, George Pozzetta y Rudolph
Vecoli, “The Invention on Ethnicity: Una Lettura Americana” en Altreitalie, año II, nº 3, 1988, pp. 4-36; ambos
derivados de Erick Hobsbanwn y Terence Ranger (ed), The invention of tradition, Cambridge, Cambridge
University Press, 1988.. Para un tratamiento sumario de todo lo producido en la materia en el caso argentino de
D. N. Marquiegui, “Inventando a los inmigrantes. La construcción imaginaria de las representaciones sobre
las migraciones internacionales en Argentina” en actas de las IV Jornadas de Investigadores
Latinoamericanistas, La Habana, Cuba, Casa de las Américas-Universidad de La Habana, 2003.

17
Como sea, de todas maneras se asume que las primeras oleadas de irlandeses no se
dirigieron precisamente aquí, habiéndose encausado prioritariamente hacia el sur y el
sudoeste de la ciudad de Buenos Aires, dispersándose en un área que comprende desde
Chascomús, hasta Lobos y Monte, redireccionándose después a los partidos del oeste y
noroeste, entre los que se encontraría Luján, precisamente momentos en que comienza a
haber mayor afluencia y mayores saldos de llegada de inmigrantes a comienzos de la
década del cuarenta. Un decenio que es cuando los hermanos Mulhall gustan situar el
arribo a nuestro distrito de los emigrantes irlandeses pioneros. Si esto es verdad o no, no es
algo que por ahora estemos en condiciones de discutir, aunque algunos de los nombres de
los extranjeros registrados por el padrón de 1836 en la Cañada de Arias, vecina a La Choza,
en el corazón lo que después sería el distrito lanero del partido por excelencia, parecieran
darles provisoriamente la razón33.
Esa misma indicación, no obstante, nos podría resultar de suma utilidad para resolver
otras cuestiones no menos importantes, como la de precisar las razones que estuvieron en
la base de esa suerte de desplazamiento, de la ciudad al campo (y no a la inversa como casi
siempre antes gustaba demasiado mecánicamente presentarse en los modelos de génesis del
sistema capitalista) y del sur al oeste y noroeste de la provincia de Buenos Aires. Pero que
también pueden haber orientado las decisiones de los emigrantes que, sobre todo vía
Liverpool, llegaron de manera directa luego arraigando fuertemente en la zona.
Sirviéndonos a los concretos fines de dirimir las controversiales posiciones que, aunque no
del todo asumidas, se perfilaron igual a la hora de abordar este problema. Porque si, por un
lado, es sabido, la emigración irlandesa ha sido generalmente entrevista como la directa
resultante de la gran hambruna inducida por la roya, la peste que a mediados de la década
de 1840 afectó la cosecha de papas, el alimento por excelencia de los sectores populares,
con su lógica secuela de pauperización, miseria y muerte que se vinieron a agregar a las
habituales desgracias que pesaban sobre los grupos proletarios. La, que si es posible intuir
que estuviera entre los motivos que aceleraron el ya existente, masivo y consolidado flujo

33
Por lo pronto, tres de los principales estancieros irlandeses de la zona, por lo que sabemos y se deduce del
padrón, todavía no habían logrado asentar firmemente las bases de una influencia que poco después sería
imposible de ignorar. John Browne, irlandés de Wexford, nacido en 1819 recién arribaba al país en 1840,
casándose con posterioridad en 1847. William Casey, nativo de Kerry lo hacía en 1843, mientras que
finalmente Peter Ham Peter, originario de Weshmeath en 1813, llegaba en 1842, de modo que ninguno de
ellos se encontraba en el partido al momento de realizarse el padrón de 1836. Fuente: Bases “Irish Settlers in
Argentina” en Irish Migrations Studies in South America http://www.irishargentine.org/

18
que había tenido siempre por destino a los Estados Unidos, por otra parte, como sido
sostenido recientemente, no parece para nada improbable afirmar que también que esa
forzosa privación, cuyos relatos aún hoy evocan emocionadamente los argentinos
descendientes de irlandeses, esté en el origen de los flujos dirigidos a la Argentina. En
realidad, la común referencia a la hambruna parece estar aludiendo más bien a un lugar
común, a un cierto origen mítico compartido, pero que no sería ilegítimo sospechar que en
muy pocas ocasiones afectó a los irlandeses llegados aquí. Una conjetura que no hubiera
resultado difícil establecer si se hubiera reparado en el preciso testimonio de William Mac
Cann que, al llegar a Chascomús en 1848 casi sin dudar nos informa que
aproximadamente “Tres cuartas partes de los emigrantes, son del distrito de Westmeath”,
viniendo los demás de Longford y algunos menos de Wexford. O sea que la enorme de ellos
mayoría provenía del corazón de la isla, de las Midlands, y no de las periferias privadas de
medios de subsitencia por la peste de la papa. Una distribución que dicho sea de paso que
sería luego confirmada en el conocido libro de H. Sábato y J. C. Korol 34, aunque sin sacar
de ello consecuencias, y más recientemente por E. Murray. Quien, por otra parte consciente
de la ausencia de una base estadística que respaldara en números esos alegatos y de los
límites de unas fuentes de origen afectadas por la fuerte conflictividad política de la zona,
logró desarrollar esa base extrapolando con otros los datos de E. Coghlan De lo que resultó
que el 43 por ciento de los emigrantes cuyas historias logró reconstruir eran originarios de
Westmeath, siendo algo más del quince por ciento restante de Longford y una proporción
similar de Wexford35. Es decir, que algo menos del setenta y cinco por ciento de los
emigrantes de los irlandeses consignados por E Murray provienen de los tres distrito
mencionados, siendo que el resto de los participantes, en orden decreciente Cork, Clare,
Ofaly, Dublin y Kerry, se ubican todos por debajo del cinco por ciento. Pudiéndose
observar incluso en esa muestra el particular modo cómo esos emigrantes no pueden ser
considerados, de ser estrictos, como procedentes de los tres condados en toda la extensión
de su geografía, sino que sobre todo de puntos específicos como Ballymore, Ballynacarrigy,
Drumraney, Mulligar, Moyvore y Miltown en Westmeath, de Ballymahon y
Edgeworthstown en Longford y de Kilbeggan en Wexford.

34
H. Sábato y J. C. Korol, op. cit, p. 41.
35
E. Murray, op cit, pp. 29-30.

19
Más interesante aún, las implicancias de esta comunidad de origen, que en realidad se
podrían llegar a inferir por lo que se conoce de otras experiencias, son delatadas por el
mismo Williams Mac Cann cuando, al superar la línea del Salado, aclara, “Las orillas del
río, en las proximidades de Chascomús, se hallan densamente pobladas por súbditos
británicos, principalmente irlandeses, que se dedican a la cría de las ovejas. En su
mayoría son propietarios de majadas; unos las tienen en sociedad, otros como únicos
dueños. Es singular que casi todos estos irlandeses sean naturales del condado de
Westmeath. Cuando uno de ellos llega al país, pobre e ignorando la lengua, las costumbres
y el modo especial de trabajar en el campo, trata de emplearse en casa de algún
compatriota. Si es sobrio y laborioso, pronto ahorrará dinero y en lugar de seguir como
simple cuidador de ovejas, las comprará por su propia cuenta y se asociará con otros
connacionales para adquirir una majada”36. Lo que Mac Caan está haciendo es poner ante
nuestros ojos la existencia de mecanismos asistenciales que deberán ser reconstruidos en
cada sitio al que lleguen pero que, en principio, operarían en varias direcciones. Como el
propio viajero se encargará muy pronto de explicar al afirmar que “Los primeros que
llegaron lo hicieron en 1825, desde Norteamérica, donde se habían asentado antes; y
desde entonces, y de vez en cuando, unos pocos han llegado directamente desde Irlanda,
[que] luego ahorraron e hicieron venir a sus amigos” 37. Naturalmente necesitaríamos
conocer bastante más sobre esa especie de circulación triangular que él enuncia, pero no se
detiene demasiado a precisar aunque, en el estado actual de los estudios sobre la corriente
irlandesa, no parece difícil aventurar que esos contactos, si tenían como destino preferente a
los Estados Unidos, en realidad iban bastante más allá, comprendiendo los intercambios
habidos entre los irlandeses del Río de la Plata y los del país del norte, incluyendo a otros
establecidos en Australia y en otros países, comprendiendo desde luego el lugar de origen, a
los que frecuentemente tuvieron que regresar o re- emigrar 38. Todo lo cual según afirma
Patrick Mac Kenna, quien examinó esos desplazamientos en conjunto, en una suerte de
parábola que desde otra posición curiosamente pareciera acercarlo a los estudiosos que
trataron de ver las cosas desde acá, potenciando la imagen de “éxito” de los que
permanecieron, y por oposición del “fracaso” de los que no se lograron establecer. Aunque
36
W. Mac Cann, op cit, 143-144.
37
Idem, pp.. 61-62 .
38
P. Mac Kenna, op. cit, p. 197-213. Para una historia de la emigración irlandesa en América, Lawrence J.
McCaffrey, The Irish Diaspora in America, Bloomington, Indiana University Press, 1976 .

20
esta, nos parece, por el alto grado de subjetividad que supone el uso de esas categorías, se
trate de una cualificación por lo menos discutible, al tratar de calibrar la experiencia de los
“otros”, conforme a nociones externas, impuestas desde hoy, pero que nunca son todo lo
inalterables, impersonales o atemporables que se quisiera, si no que son parte esencial y
constitutiva de los paradigmas, los sistemas de valores y hasta de la especialización
profesional de los investigadores que cada tanto vuelven su mirada atrás para analizar a los
movimientos de este tipo con las herramientas de su tiempo. Pero que, en tanto proceso
histórico, para poderse verdaderamente legitimar deberían apelar a los criterios de los
propios emigrantes, a los objetivos que realmente ellos (y no nosotros) persiguieron,
entendidos desde el punto de vista de esos grupos de referencia, a los que se refiere Robert
Merton, que son los que realmente generan las condiciones de posibilidad desde donde es
posible pensar a las migraciones como estrategias, estableciendo la medida de los logros o
los tropiezos habidos en esa experiencia. Una experiencia siempre cambiante lo mismo que
sus planes según los desafíos que se les presentan en cada circunstancia o contexto
particular.
Las dificultades, sin embargo, para poder dar vida en el caso irlandés a una semejante
perspectiva, que devuelve a las personas su condición de seres pensantes y hace menos
mecánicos a los movimientos migratorios, desde una posición cercana al modelo de The
village outward approach” de Samuel L. Baily, aparecen vedadas en principio, reconocida
la dificultad de poder hacerlo desde Irlanda, por el extravío o directa pérdida de muchas de
las fuentes necesarias documentales en el origen, dados los elevados márgenes de violencia
política que durante largos años afectaron la región. Pero igual, en el plano metodológico,
continúa siendo el mejor de los horizontes posibles desde donde se pueden reconstruir
estos movimientos controlando todos los destinos 39. Y aunque, asumida esa ausencia de
testimonios en el origen, en muchos casos lógicamente irreparable, pensamos que igual
algo se puede hacer mirando las cosas al revés, desde los distintos lugares de arribo, como
muy bien lo demuestran las recientes compilaciones de cartas publicadas por E. Murray y el

39
Samuel L. Baily, "The village outward approach to the study of social networks: A case study of the
agnonesi diaspora abroad, 1885-1989" en Studi Emigrazione, año XXIX, nº 105, 1992, pp. 43-68. Una
concepción similar en Franc Sturino, “La mondializzazione del paesanismo tra Rende e il Nuovo Mondo”
en Cesare Pitto (ed), La Calabria dei paesi. Per una antropologia della memoria del poppolo migrante,
Pisa, 1990, pp. 41-54.

21
propio P. Mac Kenna40. Las que, leídas atentamente pueden, recogiendo las palabras de los
emigrantes, ayudar mejor a comprender, sobre todo a describir mejor esos flujos,
restituyendo densidad al relato, el particular modo como lo inmigrantes fueron
configurando sus opciones o itinerarios de vida. Como pretendemos hacer a continuación
aunque más no sea de manera referencial y hasta donde nos habiliten esos datos.

Irlanda en las pampas: prácticas de racionalidad económica y legitimación social.

Recapitulando, hasta ahora aprendimos que la emigración irlandesa a Luján no lo era de


toda la isla si no que, como en toda la provincia de Buenos Aires, los inmigrantes
provenían sobre todo de Westmeath, y en menor medida también de Longford y Wexford.
Además que esa corriente, procedente de las Midlands no responde al arquetipo supuesto
del emigrante pobre, que escapaba de la hambruna, como los procedentes de los distritos

40
Para un ejemplo paradigmático, una dimensión modélica de todo lo que se podría llegar a hacer en
posoesión de esta clase de materiales véase de S. L. Baily y F. Ramella, One family, Two Worlds: an Italian
Family's Correspondence across the Atlantic, New Brunswick, Rutgers University Press, 1988. Sin embargo,
una sola de las colecciones de cartas publicada por E. Murray y que gira sobre la figura de John James
Murphy podría servir como admirable ejemplo de como, aún con piezas faltantes, estas podrían servir de
eficaz sustituto porque, apenas dos días después de haber llegado desde Wexford a Liverpool,. Murray supone
que utilizando uno de los vapores que cruzaban el mar de Irlanda rumbo a su lugar de embarque, John
inmediatamente escribe dando cuenta de su situación a sus padres en su pueblo natal Hayslan que, aún
devenido en falso “gaucho”, seguirá siendo un punto de referencia inexcusable para él. Amigos de Haysland,
lo reciben en Liverpool en 1853, de allí espera recibir noticias y hacia allí dirige gran parte de la
correspondencia localizada. A través de Edward Kavanagh remite nueve años después pasajes para dos de sus
hermanos que quedaron allí, siendo que su hermano Wiiliam estaba ya aquí y se lograría establecer con una
majada gracias a la ayuda recibida de John, que ya era propietario e intenta enviarle una remesa de dinero a su
madre, En 1862 William escribe a su hermano Martin aconsejándole leer el “Standar” que contiene toda la
información que puede interesarle a un irlandés sobre Argentina y confesándole diferencias, por un préstamo,
con John. Cuando Wiilliams se casa se remite la noticia editada en un periódico local para que sea publicada
en Wexford, enviando recuerdos para los amigos de Haysland, Killrane y Ballygay (¿su espacio social de
pertenencia?) En 1864 John confiesa haber prometido a su familia volver ese año, pero que no está dispuesto
a hacerlo desprendiéndose de sus tierras. Contrata materiales y hombres de su lugar de origen que le pide a su
hermano que le envíe, incluso pagando pasajes, para que puedan trabajar en su estancia. En otra carta confiesa
que con frecuencia sus pensamientos vuelan a Haysland y a su familia, poniendo de manifiesto un sentimiento
y una preocupación por solventar la situación de su grupo en el origen. Probablemente porque allí entreveía el
final de su camino, de hecho en varias cartas dice a su familia que su deseo es volver a reunirlos dejando
abiertas las dos puntas. En 1878 John, que ya había retornado en 1863. vuelve a Irlanda con toda su familia
con el propósito de establecerse viviendo de las rentas que producen sus establecimientos en la provincia de
Buenos Aires, lo que debería llevarnos a replantear evidentemente la idea del regreso como fracaso. Si no lo
hizo, finalmente, fue por los golpes del infortunio que se llevaron a sus hijos Kitty y Martín, aumentando su
aprensión sobre una Irlanda a la que a no ser en su imaginación no le eran imputables responsabilidad sobre lo
sucedido, retornando por un tiempo en 1882. Igual se siguió ocupando siempre de todas las cuestiones
relativas a su familia, sin abundar en detalles, desde el funcionamiento de la granja en Irlanda, el destino de
los dineros que enviaba, los depósitos bancarios y hasta la compra o la renguera de los caballos que en ella
servían. E. Murray, Devenir..., op cit, pp 81-153.

22
orientales del Connaugh, sino que más bien provenían de capas medias y medias- bajas de
granjeros arrendatarios, con prácticas más diversificadas y que los preparaban mejor para el
papel que les tocarían cumplir en las pampas. Mientras que aquellos que habían caído en la
verdadera pobreza, en la miseria más absoluta directamente no emigraban, por lo menos no
a la Argentina, sencillamente porque, a diferencia de los de las Midlands, carecían de los
medios económicos o relacionales que les permitieran hacerlo.
Llegados a este punto, nos preguntamos si serán esas mismas redes, de las que
conocemos que proveyeron información, lo mismo que las relaciones o los recursos
imprescindibles que hicieran posible el viaje, acercando dinero a hogares necesitados,
financiando pasajes u ofreciendo trabajo una vez en el destino, las que están detrás de
algunas de las más conocidas historias familiares de ascenso que se registraron de este
lado del océano. Si fuera así, habría que interrogarse también cómo podrían haber actuado
en el resto de los casos no tan afortunados y hasta qué punto nos sería posible acercarnos a
reconstruir una historia de todos los irlandeses de un universo aparentemente controlable
como lo era Luján. La verdadera incertidumbre a la que aquí estamos buscando respuesta,
conocido el éxito y el fuerte sesgo de especialización de muchos irlandeses, es el problema
de cómo se conectan el trabajo disponible y las personas que habrían de ocuparlo. Esto es,
en otros términos, quién ejercerá cuál oficio porque bien sabemos, y esto
independientemente de su teórica concurrencia en un mercado impersonal en donde
confluyen oferta y demanda, que la información no es nunca un bien libre disponible para
todos. Y el hecho de que algunos irlandeses, solo algunos, de algunas específicas regiones,
y no las más pobres, la hayan capitalizado, mucho nos dice acerca que ésta es una cuestión
que sólo podrá ser resuelta satisfactoriamente en la medida en que se admita que ambas
solamente pueden encontrarse hacia el interior de una cierta trama de relaciones. A través
de la cual circulan las noticias y son apropiadas por unos individuos que operan como parte
de mecanismos de una racionalidad limitada (y no absoluta como presume la teoría
económica clásica) circunscripta a los precisos ámbitos y a los grupos de personas que se
vinculan dentro de ella41.

41
Franco Ramella, “Por un uso fuerte del concepto de red en los estudios migratorios" en M. Bjerg y H.
Otero (comp), Inmigración y redes sociales en Argentina, Tandil, 1995, op. cit, pp. 17-19, retomando ideas y
conceptos manejados por M. Granovetter y R. Swedberg (ed), The Sociology of Economic Life, Boulder,
Westview, 1992.

23
En realidad, y como no es desconocido tampoco, la historiografía reciente ha develado
ampliamente el papel que las relaciones personales de los emigrantes tuvieron en los
procesos de búsqueda de trabajo42, sobre las huellas de C. Mitchell quien distingue toda
una larga serie de características que definen la pertenencia o no de los individuos a redes
sociales que puedan ser utilizadas con ese u otros fines43. Aunque, pensamos, con localizar
algunas, no todas, de esas “cadenas”, nos bastará para demostrar que los irlandeses rara vez
procedieron a ciegas, por los menos dentro de los límites fijados por Charles Tilly quien
establece que el funcionamiento y eficacia de esos mecanismos depende de los contactos,
de la información y el control que las comunidades que los poseen tengan de los distintos
mercados de trabajo de los que reciben referencias. Por medio de personas residentes en ese
lugar, , y que han acumulado previamente a favor un cierto capital social y económico que
les permite actuar de esa forma44. Pero, si esto es así, es probable asimismo que esos lazos
se hayan manifestado, en otros aspectos de la vida de los inmigrantes que no pudieron
permanecer ajenos a esa dinámica de funcionamiento. Veamos.
A pesar que en 1836, como una no buscada secuela de la revolución, de las guerras
de la independencia y civiles, Luján se había convertido en un lugar casi raleado de
extranjeros, pese a que los había tenido en la colonia igual, pensamos, los mayores índices
de arribo de inmigrantes irlandeses al partido se habrían producido a continuación. A
comienzos del ciclo que, abarcando gran parte de las décadas del cuarenta y del cincuenta,
trazó E. Coghlan como el momento cuando se registran mayores niveles de ingreso,
estabilizándose la comunidad en una cifra cercana a esos 322 «ingleses» que aparecen
consignados como residentes en Luján para el tercer trimestre de 1857, aunque sabemos
son casi todos irlandeses, salvedad hecha de algunos galeses y particularmente escoceses
radicados en el partido. Lo que, en otros términos, los convertía, aún en esa fecha tan
42
Uno de los trabajos más conocidos que han realizado consistentes aportes en esta dirección es el de
Margaret Grieco, Keeping in the Family. Social networks and employment chance, Londres, Tavistock
Publications, 1987. No menos valioso, como reconstrucción no tanto sociológica sino histórica, es el conocido
textos sobre los obreros de la industria turinesa de Maurizio Gribaudi, Monndo operaio e mito operaio. Spazi
e percorsi sociali a Torino nel primo Novecento, Torino, Einaudi, 1987. Por si se buscaran ejemplos de la
etapa precapitalista cfr. de Giovanni Levi, L'eredità immateriale. Carriere di un esorcista nel Piamonte del Sei-
cento, Torino, 1985 y, de ese mismo autor, Le pouvoir au village, París, Gallimard, 1989. Para una etapa
transicional, a caballo de esas dos épocas, de F. Ramella, Terra e telai: sistemi de parentela e maniattura nel
Biellese dell'Ottocento, Torino, Einaudi, 1984.
43
Clyde Mitchell, “The concept and uses of social network” en, del mismo autor (ed), Social networksin
urban situations, Manchester, Manchester University Press, pp. 1-50.
44
Charles Tilly "Translanted networks" Virginia Yans MacLaughlin (ed), Inmigration reconsidered. His-
tory, Sociology and Politics, New York, 1990,

24
temprana, en la segunda colectividad en importancia del distrito detrás de los españoles. No
mucho parece haber cambiado doce años más tarde, aunque si sumamos al total de los
inmigrantes irlandeses, el de los escoceses e ingleses todavía puede notarse una leve
propensión alcista. Disposición que, sin embargo, creemos no debería llamar a engaño pues
es posible que los irlandeses hayan ingresaron ya en una etapa de estancamiento que se
habría de acelerar luego, reduciendo casi cuatro veces su número para 1881.

Cuadro nº 1: PARTIDO DE LUJÁN. POBLACIÓN TOTAL, NATIVA Y EXTRANJERA,


GRADUADA POR LA NACIONALIDAD DE SUS HABITANTES (1857-1891).
NACIONALIDAD 1857 1869 1881

Argentinos 7814 8168 5512


Alemanes 45 15 19
Americanos 2
Austríacos 2
Bolivianos 4
Brasileros 1
Chilenos 30 6
Españoles 687 724 395
Franceses 193 354 393
Ingleses 322* 41 87*
Irlandeses 284**
Escoceses 14
Italianos 201 538 1075
Orientales 64 59
Paraguayos 5 12
Portugueses 8
Suizos 6 8
Otros países 28*** 2 10

TOTAL 9290 10256 7581

FUENTES: Archivo del Complejo Museográfico Enrique Udaondo, Censo de Ciudadanos y Sementeras, 3er
trimestre de 1857; Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires, 1857, Bs. As, La Tribuna, 1858, tomo I, p.
138, Villa de Luján. Rep. Argentina, Primer Censo de la República Argentina 1869, Bs. As, Imprenta del
Porvenir, 1872, pp. 40-41; Provincia de Buenos Aires, Censo general de la provincia de Buenos Aires.
Demográfico, agrícola, industrial, comercial, 1881, Bs. As, Imprenta de El Diario, 1883, p. 213.
REFERENCIAS: * Incluye a la totalidad de la población de origen británico: ingleses, irlandeses, escoceses y
galeses.
** Cifras extraídas de AGN, Censo Nacional de 1869. Personas. Cédulas Censales. Tomos 130/131.
*** En 1857 incluye a la totalidad de los extranjeros residentes en el partido sin distingos. En 1869 fue posible
su desglose conforme a las pautas establecidas en el punto anterior. En 1881 exclusivamente corresponde a los
extranjeros incluidos bajo el rótulo “Otros Estados Europeos”.

Nuestros números, sin embargo, plantean la paradoja de que, cuando el flujo irlandés
estaba subiendo en otras partes aquí bajaba, después de tener larga preeminencia, lo que

25
deja la sensación, dada su no necesaria correspondencia con las curvas de crecimiento que
se podrían registrar en otros lugares, e incluso con las más generales que miden el
desempeño de la economía que, mientras permanecieron en Luján lo hicieron en busca de
objetivos distintos a aquellos que es común atribuir a los emigrantes. Y que esas metas
provisorias los ayudarán a configurar después el elenco de las opciones que disponían como
parte de sus estrategias de vida. Pero ¿cuál fue ese papel que cumplieron los irlandeses en
Luján, entendida como área de transición para el cumplimiento de otros propósitos
ulteriores? ¿En qué medida esas redes y contactos que, por sus cartas sabemos que
operaban entre familiares y amigos, serían capaces a la vez de orientar no sólo la elección
del lugar de destino si no su reconversión hacia ciertas actividades, proveyendo el trasfondo
de un cierto derrotero común, del que mucho más podríamos saber si accediéramos a otras
fuentes. Testimonios como esos libros de administración de estancia, que sabemos que
existen escritos en idioma original, con toda la documentación complementaria supuesta
por las libretas de pago y de descuentos en almacenes de ramos generales y en pulperías
anexo a los establecimientos productivos que entre ellas se conservan y que en su momento
tuvieron a los peones y puesteros irlandeses como clientela privilegiada. Sin olvidar, por
último, otros materiales, como esas memorias de inmigrantes que, cuando lograron ser
halladas, sirvieron para rescatar todo un universo de prácticas y costumbres de los
habitantes de la zona, aún cuando se tratara a veces de testimonios de personas de otras
nacionalidades45, y las compilaciones de cartas, de las que apenas, comenzamos a tener los
primeros anticipos entre la colectividad hiberno-argentina46.

45
Memorias cuya utilidad demuestra por ejemplo por María Bjerg en el de Tandil, donde a través del testimonio
de su iniciador Juan Fugl, llegado en 1844, fue posible reconstruir los movimientos iniciados por él y que
iniciados en las islas de Moen y Lolland-Falster en el SE de Dinamarca. Transcurridos quince años, luego de su
regreso en 1858, regtornó con un grupo de paisanos a los que ubicó en sus empresas y serían la base de un flujo
asistencial e informativo que tendría continuidad en el siglo XX. María Bjerg, “Como faros en la tormenta...Los
líderes étnicos de la comunidad danesa” en Estudios Migratorios Latinoamericanos, año 7, nº 21, 1992, pp. 291-
307.
46
E. Murray, Devenir irlandés…, op. cit.

26
Cuadro nº 2: PARTIDO DE LUJÁN, 1869. ESTRUCTURA LABORAL DE LOS
INMIGRANTES BRITÁNICOS RESIDENTES. POBLACIÓN ECONÓMINA Y
POTENCIALMENTE ACTIVA
Profesiones Irlandeses Ingleses Escoceses
Profesiones liberales 3 1,81 % 1 2.8% 1 6.7%
Empresarios, industriales, fabricantes 1 2.8% - -
Actividades comerciales (comerciantes, - -
acopiadores, almaceneros, mercachifles. 2 1.20 % - - - -
Pulperos, dependientes, habilitados, etc).
Propietarios, rentistas, estancieros. . 38 22.89 % 5 13.8% 5 33.3%
Sector transportes (cocheros, carreros, etc) 4 11.1%
Puesteros. 73 43,98 % 4 11.1% 2 13.3%
Pequeños y medianos productores agrícolas - - - -
Construcción (albañil, maestro albañil, etc) 2 5.6%
Grupos artesanales calificados y
semicalificados (carpinteros, herreros, - -
zapateros, , tejedores, jaboneros, etc)
Trabajo Femenino (costureras, lavanderas)
Personal doméstico 2 1.20 %
Peones 48 28,92 % 19 52.8% 7 46.7%
Jornaleros
PEA 166 100.00% 36 100.0% 15 100.0%
S/D
118 5
TOTAL POBLACIÓN
284 41 15

FUENTE: ARCHIVO GENERAL DE LA NACION, Censo Nacional de 1869. Personas. Cédulas Censales. Tomos
130/131. . Rep. Argentina, Primer Censo de la República Argentina 1869, Bs. As, Imprenta del Porvenir, 1872.

A falta de esos elementos, la fuente que hemos escogido en este caso para encarar el
problema de la inserción laboral de los inmigrantes irlandeses en el partido, si se quiere desde un
abordaje estructural clásico, han sido los censos o, con más precisión las cédulas, cuadernillos o
planillas originales del Primer Censo Nacional de 1869 que llenaban casa por casa los censistas.
Obvio que, observar los comportamientos de los inmigrantes en términos de su posición relativa
hacia el interior de un determinado sistema de vínculos, exigirá replantear los significados de las
denominaciones con que se definen las tareas desempeñadas a partir de las declaraciones de los
encuestados o de las referencias y consensos establecidos a partir de las instrucciones impartidas
a quienes fueron los encargados de llevarlos a cabo. Y que dicho sea de paso nos fueron de
utilidad a la hora de elaborar una grilla ocupacional que, eludiendo el habitual inmovilismo de los

27
sistemas clasificatorios predeterminados, nos dotaron de esa elasticidad que nos permitió
establecer con mayor libertad la verdadera distancia social que existía entre las profesiones
ejercidas por el conjunto de los irlandeses residentes en Luján. Por lo menos hasta donde
pudiéramos, prescindiendo de los criterios de valoración que demasiado a menudo
anacrónicamente extrapolamos desde nuestra actualidad. Porque precisamente si alguna virtud
tienen las cédulas censales, y que en alguna medida permiten compensar sus numerosas
desventajas, relacionadas entre otra cosas con errores groseros en la consignación de los
apellidos, con repeticiones y la subjetividad con que habitualmente se manejan entrevistadores y
entrevistados, es su capacidad de dar cuenta de una cierta «totalidad» contenida. Una especie de
fotografía de época, que sirve para de alguna forma satisfacer esos anhelos de llegar a
conclusiones dotadas de un improbable alcance «universal», al que los historiadores se resisten a
abandonar. Pero que lo que no se tiene en cuenta es que los censos, por poco que se quiera esto,
son representaciones esquemáticas de la realidad y no la realidad misma, construidos además en
torno a variables seleccionadas, que descartan a otras. Construcciones que parten de
cosmovisiones y paradigmas de época, tan prejuiciosos como seamos capaces de imaginar, y que
por supuesto imponen su sesgo a la imagen que proyectan. Limitando sus proyecciones y la
pertinencia de las posibilidades de cotejo fuera del contexto específico en que han sido
generados47. Todo lo cual no implica, que los datos que nos ofrecen sobre características
demográficas básicas, de distribución espacial y ocupacional atribuible a los inmigrantes no nos
puedan servir o no puedan ser utilizadas.
Por otra parte, vale la pena aclarar, sólo una parte de esas prevenciones tiene justificación
en el caso de los irlandeses de Luján porque, a diferencia de otras colectividades como
españoles, italianos y franceses, que tienen representantes dispersos por toda la amplia gama
de profesiones pasibles de ser detectadas en el censo, el fuerte grado de concentración
observado entre los irlandeses, evita los problemas de interpretación presentes en otros casos.
Es que en 1869 la enorme mayoría de los irlandeses residentes en el partido se desempeña en
trabajos de campo,.como estancieros, puesteros y peones, en márgenes que nada despreciables

47
Para una muy lúcida reflexión al respecto véase la obra ya citada de Hernán Otero, El mosaico argentino.
Modelos y representaciones del espacio y de la población, siglos XIX-XX, op. cit. En otro plano también téngase
en cuenta las cuestiones planteadas, y las advertencias, de Maurizio Gribaudi y Alain Blum acerca de lo
inapropiado que es usar indiscriminadamente categorías actuales aplicándolas en los mismos términos a cualquier
tiempo y lugar, sin tomar en consideración que, evidentemente, se trata de situaciones que pueden o deben ser
distintos. M. Gribaudi y A. Blum, "Des catégories aux liens individuels: L'analyse statistique de l'espace social" en
Annales ESC, 1990, nº 6., pp. 1365-1402.

28
que rondan el 23, 44 y 29, o sea alrededor del 95 por ciento de la población económicamente
activa de ese origen sumando esas tres categorías. Las que, si por un lado, permite soslayar las
cuestiones de elucidación abundantemente presentes en otros grupos, por el otro, introducen la
duda de la real separación existente entre esas profesiones. Profesiones, desde una perspectiva
estratigráfica tradicional seguramente percibidas como distantes, aunque conviene no
apresurarse. Dentro del fuerte nivel de concentración observado entre los irlandeses, que los
distingue como podemos confirmar en el cuadro 2 no sólo de otros emigrantes europeos sino
de los provenientes de las mismas islas británicas, porque si ellos reproducen genéricamente el
mismo patrón, los ingleses están dispersos por toda el mercado de trabajo 48 y los escoceses
constituyen una migración laboral con pocas mujeres y con todos sus hombres ocupados sobre
todo como peones, resulta que casi la mitad de los irlandeses declaran ser puesteros. La
mayoría es posible que en usufructo de algún contrato de aparcería aunque esa cifra, en rigor,
debería ser más alta porque, así como los estancieros, presumiblemente dueños de tierras y
ganados, están sobrestimados al anotar muchas veces a sus hijos y a sus esposas en su misma
condición, aunque estrictamente no lo sean. Nos encontramos entonces ante el absurdo de
tener registrados “estancieros” de tres o cuatro años de edad, mientras que los puesteros, a la
inversa, están subestimados porque rara vez se contabiliza a sus cónyuges y a sus vástagos los
que, si consignados en las cédulas como sin datos, sin embargo la mayoría si trabajan en los
puestos con sus maridos y sus padres. Un dato que, dicho sea de paso, sin arriesgar números
todavía por carecer el censo de registro de parentesco, lo que exige para mayor seguridad de
una revisión de los patrones de residencia hoja por hoja que encaramos, podríamos igual
confirmar como cierto si decimos que, entre los irlandeses, especialmente entre los radicados
en el campo y son puesteros al cuidado de rebaños, a diferencia de lo que sucede con otras

48
Ciertamente, si debiéramos buscar un ejemplo ilustrativo de la situación que se denuncia en la cita anterior,
de la incapacidad de los estereotipos que habitualmente manejamos para retratar las situaciones operantes en
otras épocas, los ingleses registrados en Luján para 1869 podrían brindar un admirable ejemplo pues lejos,
muy lejos, de la sobrecalificación que comúnmente se les atribuye, más de la mitad de ellos, en realidad, eran
peones y solo cinco estancieros, repartiéndose inesperadamente el resto entre pequeños y medianos
productores agrícolas, carreros y artesanos, pudiéndose encontrar un solo preceptor, que junto a otros dos
irlandeses suponemos compartía la responsabilidad de la educación en las estancias de los hijos del patriciado
rural angloparlante. Además de un fabricante pero que, en conjunto, arroja un saldo decepcionante, si bien es
cierto que son pocos, incluso respecto a aquellos que se agrupan bajo el rótulo de “otras naciones europeas”,
integrado por portugueses, suizos, alemanes, húngaros y holandeses, aunque preferentemente por alemanes de
residencia urbana que luego habrían prácticamente de desaparecer, los cuales se encontraban bien
posicionados, con elevados niveles de representación no sólo entre peones y puesteros, si no también en otras
profesiones, como entre los sectores comerciales y propietarios, que los ponían claramente por encina de sus
pares procedentes de Inglaterra.

29
colectividades, predominan las familias extensas, las nucleares completas o incompletas, pero
siempre con gran cantidad de hijos o parientes dentro de una misma unidad productiva, en
correspondencia con las necesidades de la función que eventualmente desempeñaban. Todo
lo cual, teniendo en cuenta la relación que es posible establecer se da entre formas de
acumulación disponibles, la conciencia que de ellas demuestran los inmigrantes, el lugar de
residencia, la composición de los grupos domésticos y el tipo de trabajo que ejercen,
configurando especies de itinerarios profesionales por etapas, parecieran delatar más allá de
cualquier duda la presencia de las redes sociales y de estrategias familiares que configuran el
elenco de las opciones y guían las decisiones de los irlandeses que por esta época arribaban a
Luján, pasando naturalmente y sin interferencias de peones a puesteros y de éstos a
estancieros. Aunque es creíble pensar también que esas redes seguirán actuando el futuro,
conforme fueran mudando sus objetivos o las condiciones de la zona para poder satisfacerlos.
Estamos en presencia pues de redes familiares sin embargo que nos son sobre todo
accesibles a través de sus propiedades formales todavía antes que por sus contenidos, los que
únicamente pueden ser rescatados cuando se cuenta con correspondencia o con relatos los que,
si todavía escasos o insuficientes, son igual lo bastante sustanciosos como para saber el modo
cómo operaban. Es por eso mismo que, tal vez, a medida que pasaba el tiempo y aumentaba el
número de irlandeses residentes en la región, fueron cobrando mayor visibilidad mecanismos
formales, que vinieron a dotar de un mayor grado de organización a los esfuerzos y contactos
previos preexistentes, que lejos de superponerse encontraron en ellos un nuevo canal de
expresión entre los que se vino a destacar fundamentalmente el papel de la iglesia. Esa iglesia
que, a juzgar por las crónicas de los irlandeses, pasó a ocupar una dimensión central en la vida de
los inmigrantes y de la colectividad que los aglutinaba, pero que no debiera alcanzar para negar la
existencia de mecanismos de ese mismo tenor que los precedieron en el tiempo, y se encarnaron
en particular en la figura de esos capellanes irlandeses entre los que, en respuesta al pedido de
Mac Cann que reclamaba un pastor que se hiciera cargo de los requerimientos de esa creciente
feligresía, habría de descollar naturalmente la figura del padre A. Fahy. Esa exigencia no
obstante, dicho sea de paso, había sido ya también anticipada pues, por lo menos desde 1829, la
comunidad irlandesa contaba con la asistencia del padre Morán, enviado desde Dublin, y que
sería reemplazado después por el padre O`Gorman; aunque no será en rigor sino hasta 1843,
cuando en su lugar fuera designado el prior de Kilkenny, el domínico Antonio Fahy, que los

30
empeños por dar vida a esta clase de instrumentos podría decirse cobraron vitalidad. Al respecto
nos dice W. Mac Cann, que conoció al padre A, Fahy en gira pastoral en la casa Hardy que, a su
criterio, “Mr. Fahy es una persona indispensable a sus compatriotas de estas comarcas, no
solamente porque sabe cumplir los deberes de su ministerio espiritual sino porque su experiencia
le permite dar consejos muy provechosos en cuestiones puramente temporales”49. Un comentario
que el mismo sacerdote se encargara de ratificar al sostener “yo soy cónsul, jefe de correos, juez,
pastor, intérprete y proveedor de trabajo para toda esta gente”, aunque no falten referencias
tampoco a su papel como promotor de las más diversas iniciativas, quizá guiado por su
experiencia previa en los Estados Unidos. Entre las que se contaron las de impulsar la
construcción del Hospital Irlandés y de su colegio anexo (después llamado Santa Brígida), y
como si fuera poco como gestor, banquero, prestamista, depositario de los ahorros de muchos de
sus compatriotas que los habían confiado a su custodia, promotor de la compra de tierras,
inversionista, garante de créditos o como simple consejero o consultor económico 50. En fin, toda
la amplia gama de servicios y prestaciones que podían requerir los recién llegados, incluyendo su
papel como eventual inspirador de los flujos, como se puede leer en su carta al arzobispado de
Dublin de 1847 y donde, acompañando el donativo de los irlandeses de Buenos Aires en favor de
sus coterráneos en crisis, no dudaba en aconsejar “Recomiendo encarecidamente a los
labradores sobrios e industriosos que dirijan sus pasos a este país, donde encontrarán amplia
recompensa por su trabajo”51.
Claro que, para poder desplegar semejante nivel de actividad, el padre A. Fahy necesitaba de
toda una estructura de apoyos que no hesitó en buscar desde el mismo momento de su llegada
Como se puede notar en la convocatoria que mandó a publicar en las páginas del British Packet
el 8 de julio de 1843 invitando para discutir cuestiones de interés común a los principales
referentes de la colectividad52. Será precisamente, la temprana disponibilidad de esa clase de
contactos la que está detrás de la progresiva aparición de todo un complejo de capillas rurales
49
W. Mac Cann, op. cit, p. 113.
50
J. C. Korol e H. Sábato, op. cit, p. 126 y sgts; Mons. Santiago Ussher, Los capellanes irlandeses de la
colectividad Hiberno-Argentina, Bs. As, 1951, p. 124; Asociación Católica Irlandesa, El padre Fahy. Homenaje
de la Asociación Católica Irlandesa en el centenario de su fallecimiento, Bs. As, Editorial Irlandesa, 1981. Según
Ussher “El padre Fahy insistía ante los inmigrantes recién llegados para que se radicaran en el campo, con sus
primeros ahorros les abría cuentas en el Banco de la Provincia a nombre del interesado y al suyo propio,
guardando libretas y documentos en su poder para mayor seguridad. Al parecer estas libretas llegaron a varios
cientos lo que lo convirtió en un importante cliente del Banco, facilitando la obtención de créditos por parte de
los irlandeses para la compra de ganado y tierra...”.
51
Asociación Católica Irlandesa, op. cit, p. 12.
52
The Bristsh Packet, 1º de emero de 1948.

31
irlandesas, como las que se comienzan a inaugurar bajo el patrocinio de los estancieros y que
tienen su representación local en Santa Brígida, surgida en 1872 en campos de Browne en La
Choza53. Una capilla que funcionará para la colectividad irlandesa local a menudo como mucho
más que su actividad religiosa, como centros de sociabilidad privilegiado, apto para la
reproducción de un cierto patrón cultural, dotado de un fuerte sesgo identitario, pero que está en
la base también de muchos de los más difundidos mecanismos de reclutamiento laborales
utilizados, y que involucraban a los mecanismos formales e informales de la red, teniendo por
principales empleadores, vía recomendación, aunque no exclusivamente, a los propietarios
rurales irlandeses54. Comprensiblemente también todo ese andamiaje no podía sino tener
ulteriores consecuencias sobre los comportamientos de los inmigrantes como se puede notar en el
estudio de sus conductas matrimoniales.

Cuadro nº 3: CONDUCTA MATRIMONIAL DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS


DURANTE EL PERÍODODE LAS MIGRACIONES TEMPRANAS. LUJÁN, 1850-1879.

Matrimonios con Irlandeses Españoles Franceses

Con inmigrantes de su 77,2 % 78 41,8 % 66 56,1 % 64


misma nacionalidad.

Con hijos de inmigrantes 16,8 % 17 8,2 % 13 2,6 % 3


de su misma nacionalidad

Con argentinos 3,0 % 3 36,1 % 57 22,8 % 26

Con otros europeos 3,0 % 3 12,6 % 20 18,5 % 21

Con otras nacionalidades - - 1,3 % 2 - -

TOTAL
100,0 % 101 100,0 % 158 100,0 % 114

FUENTE: Basílica de Nuestra Señora de Luján. Archivo parroquial. Libros de casados nº 2 (1816-
1862); 3 (1862-1871); 4 (1872-1880).

53
La nómina completa de las capillas en The Southern Cross, número del centenario, 1975, p. 23.
54
En ese sentido es posible que las relaciones establecidas por los propietarios irlandeses mejor establecidos con
sus poderosos pares argentinos, especialmente con los que vivían en las mismas zonas sirvieran también a ese fin,
Quizá a través de recomendaciones de estancieros irlandeses, razón por la que no nos es extraño que Sábato y
Korol encuentren a Jonh Kelly, Tomás. H. Keegan y John Shannon como puesteros de la familia Olivera, al igual
que sucedía en muchas estancias vecinas de irlandeses. J. C. Korol e H. Sábato, op. cit, pp. 135..

32
El estudio de los comportamientos matrimoniales de los extranjeros durante la etapa de las
migraciones tempranas, en realidad, no hace otra cosa que remitirnos al peso de las estrategias
migratorias, de las características de los flujos en que los inmigrantes se encontraban inmersos
y de las estructuras familiares de origen o de recepción, como lo habíamos visto antes en el
análisis de su modelo de inserción ocupacional. En ese sentido, la conducta de los irlandeses,
con una emigración laboral y geográficamente concentrada, con una relación de sexos
equilibrada y un tipo de estructura familiar en que predominaban las familias complejas o muy
numerosas, no dista mayormente de lo esperado, con altísimos índices de endogamia que
orillaban el ochenta por ciento, mucho más elevados que cualquier otra de las colectividades
europeas residentes de la época. Claro que, si se agregaran los casos de endogamia encubierta
o intergeneracional, es decir los matrimonios celebrados entre irlandeses y argentinos hijos de
irlandeses hacia el interior de la comunidad hiberno-argentina, llegarían a la sorprendente
suma de casi un noventa y cinco por ciento. Igualmente, se nos podría reprochar que nuestros
cálculos, basados en las actas de matrimonios de los archivos parroquiales, revelan la
situación de los emigrantes casados aquí, en Santa Brígida o en el santuario de Luján donde
después se anotan los primeros, pero no de todas las uniones, legales o ilegales, en que de una
u otra forma se encontraran implicados. La cuestión, sin embargo, se podría fácilmente
resolver mediante la consulta de los orígenes de las parejas integrantes de los hogares con
núcleo familiar completo al conocerse la nacionalidad de ambos contrayentes por medio de las
cédulas censales de 1869, lo que permitiría recuperar esa ilusión de una «totalidad», a la que
muchos todavía persiguen. Pero que, en este caso, lejos de funcionar como correctivo de
aquellos materiales que sólo ven a parte de una mucho más compleja realidad, antes bien
reconfirma, elevando incluso, los altos índices de homogamia absoluta obtenidos para todas
las colectividades europeas ubicándose los irlandeses, con porcentajes del orden del noventa y
cinco por ciento, entre los que no se observan además casos de endogamia intergeneracional,
que en su mayoría se concentran según se puede constatar en los libros parroquiales en la
década que precede a 1880. Los resultados obtenidos, además de permitir corroborar la
existencia de pautas de comportamiento atribuibles a la presencia de ciertos márgenes
reservados a la influencia de las migraciones familiares, como ya hemos dicho, en este caso se
refiere al conjunto de los matrimonios, ya sean los contraídos aquí, aunque lo fueran en otros
lugares de la Argentina previos a su arribo a Luján, o a los que ya habían sido concertados en

33
el origen. Particularmente numerosos en el caso de los irlandeses como se puede constatar por
la cuantiosa presencia de hijos menores que ostentan esa nacionalidad, aunque vale la pena
recordar que todos estos índices se refieren a las familias con núcleo completo pero no a todos
los casados. De lo cual lógicamente se deduce que existe una proporción variable de personas
que, pese a ser poseedoras de esa condición marital, se encontraban aquí solas pudiendo haber
dejado a sus parejas en el lugar de origen, por ejemplo en el caso de los hombres que
constituyen la mayoría, en el marco de estrategias familiares de movilidad centradas en el
retorno u ofreciendo testimonio a la vez, en el caso inverso, cuando las que están solas son las
mujeres, de formas de desplazamiento transitorias que tienen por escenario al país de
recepción y que suponemos buscan, en el caso de peones o jornaleros, acercar recursos
adicionales para el sostén del hogar. Curiosamente, se entiende siempre en relación a lo que
previamente se podía esperar, la mayor cantidad de hogares con núcleo completo está en el
campo y no en la ciudad, lo que quizá se puede correlacionar con la cantidad y las necesidades
de los puesteros. No difiriendo en ese sentido demasiado la proporción de solteros de los
franceses, que se ubica en el orden del sesenta por ciento, los españoles y algo más entre los
irlandeses, lo que no implica sin embargo un modelo similar de integración según los casos.
Muy por el contrario, si entre los españoles, el elevado número de hombre solos puede ser
considerado sinónimo de una población que, aún joven, provee en buena medida a la dotación
mano de la obra asalariada y a los matrimonios potencialmente exogámicos que se pueden
observar , entre los irlandeses es indicativo de la presencia de las familias y de sus hijos los
que, si en su mayoría menores, igual trabajan, habiéndolos también en edades activas lo que
es revelador de la antigüedad y arraigo del flujo
Obvio que si las capellanías operaban promoviendo estas y otras conductas, los matrimonios
de los irlandeses por ejemplo se celebraban mayoritariamente en Santa Brígida y después se
volcaban masivamente todos juntos en los libros parroquiales, era impensable que el
funcionamiento de esa estructura dependiera de un hombre. Por lo que en 1856, y por expresa
gestión de del padre A. Fahy, desde entonces devenido en Deán de los capellanes irlandeses,
llegaron Las Hermanas de la Misericordia, que se hicieron cargo del Hospital Irlandés, a la vez
que comenzaron a arribar los primeros misioneros que lo habrían de secundar, algunos de ellos
formados por su cuenta en el seminario All Hallows, comenzando por el padre Tomás
Carolan, el que desde su llegada en 1849 haría precisamente de esta zona el principal eje de su

34
actividad pastoral. A quien habrían de seguir, entre otros, sus colegas Curran, Connolly, Kirby,
Leahy, Dillon, O`Callaghan, Lynch y O`Reilly, quien en 1868 se hizo cargo de la feligresía de
Luján en reemplazo del pionero Carolan. Antes de eso, cuenta Usher, A. Fahy se había sentido
en condiciones de subdividir la más que amplia jurisdicción bajo su tutela designando en 1856
al presbítero Cullen como capellán irlandés del norte y el noroeste a cargo de las parroquias de
Capilla del Señor, Pilar, Luján, Giles, San Antonio de Areco, Baradero y Fortín de Areco 55. De
monseñor Samuel O`Reilly, nativo de Lonford, sabemos que fue uno de los “curas de Fahy”,
educado en el Colegio All Hallows, y que después de haber llegado a Buenos Aires en 1867
fue puesto a cargo de la capellanía de Luján al año siguiente para pasar luego, en 1880, a
Mercedes, desde donde promovió la venida al país de los sacerdotes de la Sociedad del
Apostolado Católico, popularmente conocidos como Palotinos, que fundaron en 1886 el
Colegio San Patricio de esa ciudad, destinado a la educación de los hijos de los inmigrantes
irlandeses de la campaña. De su estadía en Luján se sabe que cumplía funciones similares a las
que antes había desempeñado A. Fahy, incluidas las de asesoramiento económico y asistencia
financiera de los inmigrantes, lo cual no era raro en realidad pues, a juzgar por el testimonio
recogido por Korol y Sábato, “Ellos ya venían encomendados a los sacerdotes...y los
sacerdotes los llevaban a las casas de las familias irlandesas”. Llegando a constar en su
legado, al final de su vida, además el envío de pequeñas remesas en auxilio de su familia que
había quedado en Irlanda, otras más cuantiosas realizadas en beneficio del Colegio All
Halows. También se destacó por su actuación en Luján el padre Enrique Gray, lazarista,
miembro de la Congregación de la Misión que desde 1871 estaba a cargo del santuario de
Luján,. A quien desde su llegada en 1879 se lo destinó a la Dirección del Colegio de Nuestra
Señora de Luján, recientemente abierto y que brindaba atención preferencial a los hijos de los
inmigrantes irlandeses, desatando una polémica formidable con el mentor de la Basílica el
padre Jorge M,. Salvaire que lo quería seminario para la formación de sacerdotes y no
destinado a ninguna colectividad56. Luego del interludio abierto por ese conflicto, y muerto

55
La lista de los “All Hallows” la completan Tomás Mulleady, Félix O`Callagham, Juan Leahy y Edmundo
Flannery, a los que se podrían agregar otros como Tomás Joyce, Eduardo Kavanagh y Juan Cullen, que, sin
pertenecer al grupo nacido bajo la protección de Fahy, igual actuaron a su lado, haciéndose cargo de su sostén la
misma feligresía (Ussher, op. cit, pp. 42-45)
56
Sobre ese tema cfr. de Dedier N. Marquiegui y Jesús M. Binetti, “Lapides clamabunt (las piedras
hablarán): el debate sobre la construcción de la Basílica de Nuestra Señora de Luján como emergente material
para el surgimiento de una iglesia nacional argentina” Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires,2001

35
Salvaire, Gray volvería a Luján en 1905 desde donde se desempeñó como capellán de los
irlandeses hasta su fallecimiento en 192857. Todo esto sin olvidar, además, que a las distintas
acciones derivadas de los distintos capellanes irlandeses en la atención de las necesidades de la
colectividad hiberno-argentina, a las de los All Hallows, a las de los Palotinos y la de los
miembros de otras órdenes religiosas que se ocuparon de ellos después, entre ellos los padres
Pasionistas, llegados desde inicios de la década del ochenta por expresa gestión del Arzobispo
Aneiros, y bajo el auspicio de varios de los principales miembros de la comunidad irlandesa,
en particular dentro de nuestro partido de las familias Browne, Ham y Casey, también
aparecen entre los benefactores para la construcción de su principal templo, la Holy Cross
Church58. No podríamos, sin embargo, terminar sin añadir que, si la influencia de la iglesia
católica y de los capellanes irlandeses era sin dudas poderosa, no es menos cierto tampoco
que muchas de esas funciones habían sido cumplidas, paralelamente o desde antes, desde la
década del cuarenta, por muchas de las principales familias que oficiaban como prestamistas,
garantes o gestores para la compra de tierras y ganados. Promoviendo la creación de nuevos
centros de sociabilidad como el Luján Racing Club el que, bajo la excusa de brindar un cierto
ámbito para el ejercicio de esa tan difundida pasión de los irlandeses que eran las carreras de
caballos, oficiaba como eje de reunión para todos los segmentos y grupos sociales implicados,
estableciendo las bases para el surgimiento después de instituciones locales como el
Hipódromo, en el emplazamiento del actual Campo Municipal de Deportes, desde comienzos
de la década del ochenta. Y que, si por un lado, aparecían desligadas de los irlandeses, por el
otro revelaban palpablemente su influencia, como se manifestó en la integración por caso de
la primera Comisión de Carreras en donde era su presidente Nicolás Lowe, involucrando a
nombres como los de Kenny, Ham y Browne, además del verdadero artífice que era Lorenzo
Casey, cuyos ejemplares corrían en todas las reuniones, revelándose la impronta de los
irlandeses no sólo en el nombre de los propietarios de caballos sino en el de los jockeys que
se hacían cargo de su monta 59. Llegados a este punto, igualmente, no parece demás decir, que
eran esos mismos apellidos, con raíces e imbricaciones aquí y en otros partidos, como los de los
Ham, Fitzsimont, Browne, Kenny y los Casey, Lorenzo y Eduardo entre otros, el segundo
avezado jinete y miembro del Luján Racing Club, que fue socio fundador además del Jockey

57
Idem, pp. 62, 147-148 y 198-202.
58
Passionist Fathers, Golden Jubilee Album Holy Cross Church, 1980-1940, Bs. As, Padres Pasionistas, 1940;
“Los Pasionistas” en The Southern Cross, número centenario, 1975, p. 74.

36
Club Argentino e integrante del Directorio del Banco de la provincia de Buenos Aires, propietario
múltiple (en Lobos, en Tandil y en Venado Tuerto) e inspirador de Mercado Central de Frutos.
Sin olvidar tampoco a los Murphy, Dillon, los Gaham y los Clavin, que son los que estuvieron
siempre detrás de las muchas de las principales iniciativas vinculadas a la comunidad irlandesa.
Como las colectas para la fundación de las capillas y del hospital, las realizadas por el Cholera y
el Fever Fund, por el Fahy Testimonial Fund, o para causas patrióticas (el Fenina Prisioners
Fund del padre Leahy) a las que contribuyendo pecuniariamente, lo mismo que en ocasiones de
desastres ocurridos en la madre patria.

Busco mi destino...
Claro, decíamos hoy, que quizá esos mismos mecanismos que los trajeron aquí y los
convirtieron en elementos absolutamente centrales de la sociedad lujanense de la segunda mita
del siglo XIX, fueron los que luego, habiendo variado las condiciones locales de vida, pero
también cambiado los objetivos y los proyectos de muchos inmigrantes los que, después de un
tiempo de permanencia, los llevaron rumbo a otros lugares explicando su casi desaparición del
censo de1895. Resulta difícil si no entender la virtual desaparición de la escena social de esa
“iralndesada”, como los llama un renombrado comerciante español en sus memorias, que los
domingos bajaba en masa del campo, invadiendo la ciudad para escuchar misa en el templo y en
su idioma de boca del padre O´Reilly, colmando con sus carros los apostaderos y los mostradores

59
Idem, pp. 178 y 180. El Luján Racing Club, en realidad, formaba parte de una red de clubes y
bibliotecas irlandesas que incluía también a los vecinos partidos de Areco, Las Heras y Navarro. De la
acentuada pasión de los irlandeses por los caballos dan testimonio las minuciosas crónicas, en que se
da cuenta del desarrollo de las carreras, que se encuentran desde el primer número de Southern Cross
en donde se comentan las peripecias producidas en las “.. Famous Navarro races...” en las que
participaban ejemplares lujanenses, como “El Argentino” de Lawrence Casey, además de “Huérfano”
y “Forastero” de los Kenny. Parecidas crónicas después serán reproducidas por la prensa local acerca
de las reuniones del Hipódromo. Para que nos hagamos una idea del grado de influencia de los
irlandeses sobre el ente que regula la actividad en el partido reproducimos los nombres de los
integrantes de la Comisión de Carreras del Hipódromo de Luján en 1888 (en negrita los irlandeses o
sus descendientes) integrada por, Presidente Honorario: Señor Máximo Paz; Presidente efectivo: Sr.
Patricio Ham. Vice.-presidente 1ero: P. Acuña. Vice – presidente 2do Dr. Don B. Basualdo. Secretarios:
Domingo H. Perez y Rómulo G. Jordán. tesoreros: E. Fernández. Pro- tesorero. Juan P. Biscay;
.Gerente: Juan Oller. Vocales: Lorenzo Casey, Juan Malcohm, Juan P. Brown, Eduardo Casey,
Juan. Dowbring, Miguel Duffy, Pedro Whelan, Edward Tommy, José Arce, Lorenzo Gaham, Dr.
Luis A Payul, Julian Jordán, Juan D. Silva, Gregorio Veyn, Mariano Benítez, Alberto Casares, Julián
Basone, J, R. Jordán, Carlos Costa, Cesario Rous, Luis M. Gonnet, Rómulo Araoz, Mateo Dillon,
Mateo Casco, Miguel Casco, Simón Espina, Claudio Rodríguez, Juan Ure, Tulio Méndez, Agustín
Cano, Mariano y Toribio Rodríguez, Juan de Dios Silva, José Martínez, Luis Viaggio (La Prensa, Año
XVIII, N° 6497, Viernes 9 de noviembre de 1888, “Hipódromo de Luján”).

37
de los almacenes de ramos generales, de los que eran privilegiados clientes, obligando a sus
dependientes a hablar un“ inglés de oídas”, además de que esos mismos almacenes estuvieran
siempre bien provistos de cerveza negra y tabaco importado para su consumo 60, haya
desaparecido de repente en ese registro censal. Desaparecido del censo se entiende pero no, como
describimos, del paisaje social lujanense, que lo tendría por años entre sus principales
protagonistas. Pero todo tiene su explicación. Máxime si pensamos que, en 1869, casi la mitad
de los irlandeses eran puesteros, con contratos de mediería y tercería, más otro veinte por ciento
peones en trance a serlo en poco tiempo, lo que a mediano plazo los convertiría en propietarios
de majadas sin tierras y en una zona en donde, según los Mulhall, su temprana subdivisión y
carestía hacía de su acceso muy dificultoso o poco rentable. Es allí, tal vez, en estas
circunstancias y en el caso de los que no volvieron a Irlanda, que quizá comenzara a operar el
mecanismo alguna vez descripto por S. Thernstrom o sea que, al no lograr avanzar en la escala
social de acuerdo con sus nuevos propósitos, tendieran a moverse espacialmente en busca de
un sitio más propicio donde poder concretarlos.
Con ese fin, para que nos hagamos una idea, aunque más no sea parcial, de la forma en que
puede haber operado esa pauta de redistribución, hemos apelado al cotejo de los nombres de
los irlandeses que, gracias a las actas de matrimonios de los archivos parroquiales o de las
cédulas censales de 1869 que se conservan en el Archivo General de la Nación, sabemos que
tempranamente estaban en Luján, pero a los que hemos localizado después en otros lados.
Fundamentalmente a través del imprescindible auxilio que supuso haber podido contar con el
registro de marcas de los hacendados irlandeses del año 188561. En base al cual elaboramos
una lista de 836 criadores de los que sabemos que 347 eran propietarios de tierras, pues esa

60
Descripción incluida en Complejo Museográfico Enrique Udaondo, Archivo y Biblioteca Federico F.
de Monjardín, Memorias de Carmelo Yangue, Luján, inédito, 1940. También, para una caracterización de
época, véanse las ahora publicadas Las Memorias de Tata, Autobiografía y memorias familiares, obras
consructivas y acción política de Domingo Fernándze Beschtedt, 1862-1953,. 3 tomoss, Bs. As, Dunken,
2010.
61
El Registro o Compiilación, de autor anónimo, y dedicado “a mi distinguido amigo Don Patricio Diego
Staford”, fue editado con la práctica finalidad “..to enable the onwera of ewes, horses and cattle, or other
animals that bear their brands, to recover ssame shouls they be lost, stolen, or driven away by storn- the autohor
is actuated by a desire to benefit his fellow-countrymen, by thus placing befor then the means through wich this
end maybe attained”. Fue publicado en 1885 en Chivilcoy , en un número limitado y por suscripción, con la
expresa colaboración de los estancieros que facilitaron los recuentos en sus partidos, incluyendo, pese a que sus
nombres aparecen en castellano, “..all the marks of the English speakin community of this province...”, aunque se
trata siempre, o casi siempre, de irlandeses. Agradecemos al Sr. Santiago Brady el haber podido acceder a tan
valioso documento. Nuestra intención es sin embargo más ambiciosa y esperamos cruzar la información de los
irlandeses que sabemos estuvieron en Luján con las bases de ingreso al país, de localización o de defunciones
elaboradas por la de la IAHS- Irish Argentine Historical Society, con sede en Ginebra

38
condición figura en el registro o, si no es así también, el nombre de los campos o de los
dueños de los campos donde los irlandeses arrendaban o eran aparceros teniendo en
coopropiedad eventual en el usufructo de las majadas. La comparación, en realidad, no fue o
no pudo ser todo lo sistemática que hubiésemos querido. En parte, por problemas inherentes a
los modos de estructuración propios del registro el que a veces incluye apellidos que
evidentemente no son irlandeses, y a los que por supuesto hemos dejado de lado en nuestra
grilla (aunque en todos los casos su sola inclusión deja entrever que de alguna forma estaban
conectados con la historia y la vida de la colectividad hiberno-argentina). Aunque los peores
problemas se presentan al querer saber si realmente se trata en todos los casos de propietarios
irlandeses, o si se filtran los nombres de algunos de sus hijos argentinos, cosa que
sospechamos, o, más grave aún, si los mismos nombres que se repiten una y otra vez se
refieren a diferentes personas o a la misma que ha iniciado un proceso de diversificación de
inversiones, adquiriendo propiedades en varios partidos a la vez. Esta última probabilidad que,
en rigor, no nos parece nada inviable, aparece testimoniada por la existencia sociedades entre
hermanos que habilitan la posibilidad de poder tomar el control sobre varios establecimientos
o majadas según lo aconsejaran las circunstancias. Asimismo valdría la pena aclarar que ni
siquiera la propiedad de la tierra es tampoco un bien estático, una posesión inmóvil como
pareciera sugerir una concepción quizás demasiado clásica, sino que los mismos estancieros
constantemente se desplazan como lo consignan las notas que nos informan acerca de
aquellos que estaban en pleno proceso de “mudanza” (la mayoría a Venado Tuerto), vendiendo
quizá su anterior empresa, aunque esto no lo podemos asegurar. Pero reconfirma, de todas
maneras, la estabilidad menor del bien aparentemente más estable porque las personas operan
según cálculos de oportunidad y de ganancia, que hace que la consideren a veces como un
valor a conservar, pero no en otras ocasiones mostrándose dispuestos a asumir riesgos. Lo
cual nos viene a finalmente demostrar que las estrategias no se limitaban a cómo conseguir
una majada para empezar, eventualmente un capital mínimo o a cómo salir de pobres, sino que
siguieron operando después, y probablemente más articuladas todavía, aún entre los grupos
más consolidados o en trance a su consolidación definitiva, pero que se desenvuelven a la vez
no sólo a través de cómputos de rentabilidad inmediata sino por intermedio de políticas de
alianzas matrimonial de largo alcance. Cuyo valor táctico no escapa a nadie, y que involucra
no sólo a los irlandesas sino hasta a la segunda y la tercera generación de sus descendientes

39
argentinos, que muchas veces se casan con la progenie de su misma estirpe, aunque esto desde
luego no incluye a todos sino a aquellos sobre los que se deposita la responsabilidad de seguir
al frente de lo que continuaba siendo, en definitiva, el corazón mismo de los negocios
familiares62.
Pero las dificultades más graves, en realidad, no vienen del registro sino de las cédulas
censales debiéndose sumar, además de los horrores de grafía a los que nos tienen
acostumbrados los censistas, que casi siempre escriben sin pregunta lo que escuchan y son
capaces de desfigurar un apellido hasta hacerlo irreconocible, la no pocas veces confusa
distribución de sus jurisdicciones, lo que hace que una misma persona pueda ser censada dos o
más veces al ser interrogado por distintas personas en varias oportunidades. Naturalmente,
cuando el sistema de procesamiento que utilizamos detectó estos problemas hemos procedido
a eliminar el registro repetido, en aras de una mayor fidelidad, y a costa seguramente de
generar diferencias con otros autores y hasta con nuestros propios trabajos anteriores. Pero a
conciencia de que, como dice E. Coghlan, en no pocas ocasiones apellidos irlandeses son
anotados como ingleses, por lo que la perfección absoluta nunca se alcanza. Cuando
dispusimos de una fuente más confiable, en cambio, como los archivos parroquiales, los
resultados fueron realmente sorprendentes. Recordemos que los irlandeses eran casados aquí
lo eran por su pastor O´Reilly, o Gray también, por lo que sus apellidos naturalmente estaban
muy bien escritos. O que cuando lo hacían en el campo, en la capilla de La Choza o en las
propias estancias, eran anotados en los libros de matrimonios volcándoselos en masa en ellos.
De ahí que de 62 matrimonios registrados en que participó por lo menos un miembro de la
colectividad irlandesa y en que intervienen 54 hombres, hayamos podido encontrar en otros
partidos a 29 de ellos, lo que representa más de la mitad, habiendo localizado en 52 casos el
apellido de uno o los dos apellidos de la pareja de contrayentes. Creemos que esto puede
ayudar a aventar las dudas de si existieron o no esta clase de movimientos, detrás de los cuales
podemos ver la sombra de su virtual desvanecimiento a fines de siglo.
Reunidos todos esos datos igual, como es esperable, resulta difícil precisar un solo
itinerario, una única ruta seguida por la colectividad en su conjunto. Sería fácil aludir a un

62
Es claro, sin embargo, que esa responsabilidad no afectaba tanto a los hijos menores, o por lo menos a los que
habían sido “liberados” de esa responsabilidad de conducción, aunque cabe aclara que esa “liberación” concierne
más a su perfil profesional, ejerciendo profesiones liberales o que requieren de un alto nivel de educación formal
y universitaria, como agrimensores en muchos casos por ejemplo, pero no tanto en cuanto a la extracción social o
pertenencia de sus esposas.

40
desplazamiento progresivo hacia el oeste y al nordoeste, o hacia el sur de Santa Fe si se quiere
ya fuera del ámbito de la provincia de Buenos Aires, porque esa es la primera impresión, pero
sencillamente no podemos otorgarle exclusividad sencillamente porque los datos no nos
autorizan. Tampoco puede asegurarse que aquellos que ya eran propietarios al comienzo de
este periplo lo seguirían siendo después. De hecho apellidos de estancieros que ya hemos
mencionado antes, algunos como los de los Fitzsimont o los Newland, por ejemplo, no
aparecen en las listas de sus pares en 1885 lo cual puede significar varias cosas: o que
vendieron sus propiedades o las traspasaron a sus hijos, por lo que estarían consignadas a
nombre de argentinos. O que cambiaron de profesión o se mudaron luego o, hasta incluso, se
podría pensar en un posible error del registro. La única forma de quitarnos todas las dudas
sería apelando a otras fuentes lo que por ahora escapa a nuestras posibilidades. Pero también
hay casos como los de John Browne que aparece como estanciero en 1869 y lo sigue siendo
todavía en 1885, al igual que Lawrence Casey, Juan Cook, Tomás Dillon, que se casó aquí en
1878, y Miguel Kenny. Además de Santiago Gaynor, aunque en Exaltación de la Cruz, lo que
no obsta igual de todas maneras para que en el caso de Juan Anderson, que era propietario en
Luján en 1869 lo fuera dieciséis años después en Chascomús. El camino más habitual, de
todas formas, no era ese sino que más bien parece haber sido decididamente otro: el que los
llevaba a emigrar de una zona a otra con el objeto de pasar de la posición de aparceros en
mediería, o bajo cualquier otro tipo de contrato, a la condición también de propietarios de
tierras. Tal es la situación, por ejemplo, de Santiago Ballesty, que en 1877 se casa en Luján
siendo pastor y en 1885 es propietario en Rojas; de Guillermo Casey que lo hace en esa misma
condición en 1867 para ser estanciero luego en Las Heras; de Tomás Clavin, puestero en 1869
y posteriormente dueño de tierras y ganadero de Chivilcoy en la década de 1880; de Patricio
Daily, propietario de Giles que contrae enlace como pastor en 1862; de Santiago Dalton, que
de tan sólo peón al casarse en 1869 pasó a hacendado en Chascomús en 1885, de Miguel
Healy desposado en nuestro partido en 1853 y luego propietario en Las Heras o de Santiago
Garraham, asentado en Lobos para fines de siglo y cuyas esponsales se celebraron aquí en
1861. El mismo derrotero recorrieron Santiago y Juan Kenny, estancieros en San Miguel del
Monte y Salto a continuación de contraer nupcias en Luján en 1857 y 1873; de Brígida Kenny
casada con el criador Miguel McCarthy en 1856 y propietaria ya viuda en Chivilcoy pasados
veinte años. De José McLoughlan, en 1863 en Luján y posteriormente en Lobos; de Guillermo

41
y Santiago Murphy, ambos puesteros del distrito en 1869 a los 25 y 58 años y ulteriormente
titulares de tierras en Salto y en Rojas; de Patricio Murray, terrateniente de Areco; de
Guillermo Rossiter, pastor devenido en hacendado en tan solo ocho años; del peón Eugenio
Seery a quien le costó cerca de quince años pasar de una posición a otra al igual que a su
colega Juan Byrne, pero que ascendió tan sólo en Salto hasta aparcero y la lista podría seguir
hasta el infinito.
Claro que en ocasiones no hizo falta mudarse para pasar de medieros a propietarios, como
sucedió en los más afortunados casos de Tomás Savage, de General Rodríguez, o Eduardo
Slamon, aunque ignoramos si, sino ellos por lo menos sus familias, antes habían venido de
otro lado. Y a veces también la emigración, o la reemigración más bien si se prefiere, no
implicó, ni a corto ni a largo plazo, ninguna ventaja aparente, aunque alguna tiene que tener
como para justificar el traslado Como presuntamente sucedió con las trayectorias, por lo
menos hasta 1885, de Diego (Chascomús) y Patricio Allen (Giles), de Patricio Browne, de
Juan (Los Toldos) y Patricio Cormak (Arrecifes), de Pedro Donlon (Giles), de Patricio Clark
(Chascomús), de Tomás Duffy (Giles), de Juan Dunne (Las Heras), de Juan Fitzgerald
(Navarro), de Juan Heduvan (que en 1880 vivía en la ciudad de Luján), de Santiago
(Magdalena), Juan (Suipacha) y Eugenio Kelly (Luján), de Guillermo McLoughlan
(Saladillo), de Patricio Mellon (Chascomús), de Santiago Morán (Zárate), de Tomás Scally
(Salto), de Juan Slamon (Luján) o Santiago Wynne en Monte. No faltando tampoco algunas
historias, las menos es cierto, tan sólo tres entre las que hemos detectado, que recorrieron el
camino inverso de estancieros a puesteros en lo que podría considerarse historias de descenso
social o de “fracaso”, comparado al resto de sus contemporáneos.
Como se podrá ver no hay una ruta, un solo itinerario, sino multiplicidad de ellos que se
articulan confusamente previniéndonos acerca del sin sentido de la perfección y del excesivo
apego a esa sed unitaria que anima a los investigadores pero de los que se debe abdicar en
aras de una descripción más realista y con sensible beneficio, creemos también, de la
arquitectura lógica del trabajo. Los traslados hasta asentarse eran indistintamente de corto o
largo radio: a veces dentro de la misma zona de residencia de los irlandeses de Luján,
artificialmente segmentada por el límite de los partidos, en Rodriguez, Las Heras, Navarro o
Mercedes, que todos junto a Luján constituyen junto a Luján un área de recepción
privilegiada, pero lo mismo se va a Giles o Areco, que a Magdalena, Chascomús, Zárate, Los

42
Toldos, Saladillo, Salto o Rojas. En una palabra, es difícil decir por qué fueron dónde fueron.
En algunas situaciones, como en la de aquellos que trabajaban como aparceros de personas
con sus mismos apellidos, esto podría ser indicativo quizá de una para nada improbable
influencia del parentesco, pero que no llevaba implícita desde luego la necesaria obligación de
tener que brindar ayuda. Esa misma inclinación, sin embargo, podría estar presente asimismo
entre personas que no siendo portadoras de un mismo nombre podrían estar encubriendo igual
un tipo similar de relación, dada la profunda imbricación de las historias familiares de los
irlandeses que parecen mezclarse las unas con las otras una vez establecidos en el país.
Aunque es probable también que desde antes, desde la propia Irlanda, pero sin que esto se
llegue necesariamente a interpretar como un intento de reificación de la familia, de
construcción de un nuevo tipo de concepto que se erija en contraposición a aquel famoso de
“familismo amoral” que había pretendido caracterizar a los italianos en Estados Unidos. Y que
devenga en una especie de paraíso de solidaridad y compromiso basado en sistemas de
obligaciones y de contraprestaciones recíprocas 63. Muy por el contrario, la consideración de
múltiples casos, y este no es ciertamente la excepción, nos sirve para confirmar que si los
cruces son, o eventualmente pueden ser muchos, rigen, hacia el interior de las familias,
estrictos criterios de jerarquización, que definen la naturaleza y condición de los vínculos con
que se entablan y el alcance de las obligaciones que se está dispuesto a aceptar en cada caso.
Por lo que el acceso a los distintos niveles de oportunidades no es igual y podría decirse estaba
socialmente condicionado; dando origen a procesos que, si por un lado, ayudan para la
formación de grupos muchas veces percibidos homogéneos, como puede ser esa imagen de
las colectividades proyectadas desde sus elites, no tienen porqué ser entendidos en colisión
con otros, de estratificación, de diferenciación, influencia y hasta de efectiva dominación si se
quiere64. Sencillamente tal vez porque se trate de los mismos mecanismos o quizá de dos caras
diferentes de una misma moneda. Pero que aún así puede ser útiles para explicar, y esto
independientemente de la multiplicidad de los lazos analizados y de su natural ambivalencia,
el porqué de esa tan marcada predisposición de los irlandeses, sea en Luján en las décadas del
cuarenta y del cincuenta o en Salto a fines de siglo, por emplear a otros irlandeses y esto sin
olvidar tampoco la influencia de los mecanismos formales como la iglesia o los reclutadores

63
Tal la irónica alusión de Ramella a la orientación de los estudios actuales por oposición a la célebre
caracterización de Banfield. F. Ramella, “Por un uso fuerte del concepto de red...”, op. cit, pp. 10-11.
64
Robert Harney, Dalla frontiera alle little Italies, gli italiani in Canada, Roma, Bonacci, 1984.

43
profesionales de los que nos informa E. Murray. Aunque igual sirven para crear un cierto
“clima” o “cultura del trabajo”, capaces de llevar a los emigrantes precisamente allí, hacia ese
lugar, en done sus compatriotas los estaban reclamando.
Todo, en definitiva, cada paso de esa larga trayectoria, los mecanismos que los llevaron a
venir a la Argentina, el cómo conseguir trabajo, la movilidad o la permanencia o cómo se
convirtieron en propietarios, aparece abundantemente atestiguado en las memorias de los
inmigrantes y sus descendientes, o en la correspondencia, en sus cartas que llegaron a
nosotros. Las Memorias de Thomas Garraham65, por ejemplo, nos recuerda el modo como su
padre James, y su madre Mary Cunninghan con quien contrajo matrimonio en Luján en 1864,
se desempeñaban como puesteros a inicios de la década de 1860 en campos de Juan Lagos,
en territorio del partido, teniendo porcentajes en dos o tres majadas. Luego, su abuelo Patrick,
nativo de Westmeath, el pionero de los Garraham en Argentina casado con Anne Kenny y con
pasos previos por Ranchos y Las Heras, compró 1500 hectáreas de las tierras de Lagos en La
Choza, incluyendo el puesto de James, donde estableció el campo familiar. Cerca, a una legua
y media de la estancia Garraham, vivía la tía Mary Cunninghan de Kenny, quien arrendaba un
puesto viviendo con su sobrino Santie, hijo de James, hasta su muerte, cuando se reunió con
sus padres. Para 1879 James comenzó a diversificar inversiones, añadiendo nuevos ingresos al
puesto, comprando ovejas para la grasería de Reyna en General Rodríguez. Pero, aunque su
situación mejoraba en apariencia, “por 1874 0 1875, los alquileres empezaron a subir, y los
lotes para las ovejas a reducirse a 100 hectáreas por majada”. Además James se había
convertido en socio de Reyna en la grasería, pero lo hicieron a costa de endeudarse con el
patriarca de los irlandeses de Luján y uno de los personajes centrales de la colectividad
hiberno-argentina Peter Ham, quien terminó por quedarse con el establecimiento, que legó a su
hijo Pat. P. Ham, nativo de Westmeath, había llegado en Luján en 1842. Pero volviendo a los
Garraham tenían, Tom y sus hermanos, maestros irlandeses particulares e iban a misa en Santa
Brígida, en campos de Browne. De hecho fue un hijo de James y Mary, Lawrence, el primer
bautizado en esa capilla. Con la familia vivía un peón criollo, Sixto, que hablaba buen inglés
con acento irlandés. En 1874, la abuela Anne, ya viuda, añadió a la estancia vieja, La Choza,
la adquisición de otra más grande en Lobos, La Espadaña, que pasó a estar administrada por
Edward, hermano de James. La estancia de La Choza fue liquidada quedando La Espadaña
65
Las Memorias de Tom Garraham, 1864-1912, en E. Murray, Devenir irlandés.., op.cit, op. cit, pp. 207-
236.

44
como refugio último de la familia. Pero la crisis alcanzó a James que se mudó a Marcos Paz,
echando mano al oficio adquirido en la compra de animales para la reventa en saladeros de
Ensenada. Claro que pronto una incertidumbre más profunda sacudiría al entorno de los
Garraham; a inicios de la ´década de 1889 morían, con pocos meses de diferencia, Edward y la
abuela Anne, los dos enterrados en Luján. Descabezados, cada uno tomó su camino: mientras
James esperaba a la sucesión para tomar su parte de la estancia, dos de sus hermanos
decidieron vender la suya para comprar campos en Venado Tuerto. Mil ochocientos ochenta y
seis fue el año que James quedó al frente de su flamante estancia, dándole un puesto a su hijo
Tom de 19 años, junto a otros irlandeses, para que iniciara su propia majada. Luego, en 1888,
fallece James, asumiendo Tom el rescate de la empresa familiar, repartiendo puestos entre sus
hermanos y otros irlandeses. En sus Memories describe también los cambios en la sociabilidad
que trasmuta de una dominada por la iglesia, la de sus padres y abuelos a otra que, sin dejarla
de lado, hace lugar a otra con centro en los bailes en lo de Slamon, Walsh, Lowler, Moore,
Scally y Seery, además de en otras casa, incluida la suya. La lista de apellidos irlandeses
repite, con otros nombres, a los que visita en cada viaje por la provincia. Con ese universo
social de referencia no extrañará que, aunque argentino, se case con una O´Loughlin.
Iniciando una política de expansión que incluyó la compra de campos en Buenos Aires y otras
provincias. Asimismo la importancia de esas redes de lazos personales aparece atestiguada
también en el epistolario de John James Murphy (1844-1879) quien, siempre relacionado con
la administración de la granja en Irlanda, bien familiar confiado a la custodia de su hermano
Martin adonde volvía cada tanto, luego de pasar por la estancia de Browne, se convirtió
prontamente en propietario de tierras, primero en Salto y Rojas, después de 20.000 hectáreas
en Venado Tuerto. Desde el principio, pese a su fuerte personalidad, la suya no fue una
aventura unipersonal: viajó rodeado de primos y parientes, impulsó la venida de sus hermanos
William y Patrick (Patt, de quien mucho se quejaba, pero mandó como avanzada en su
posicionamiento en Venado Tuerto). Se sintió obligado siempre a justificar el no cumplimiento
de su promesa de regresar (“Ustedes pueden decir que ya tengo suficiente para vivir como
quiera vendiendo lo que tengo y volviendo a casa, pero primero consideren la situación de
allá…”). Fue el factor inductor de la venida de muchos inmigrantes a los que empleaba como
peones y puesteros. A algunos directamente los pedía él, a otros los dejaba a criterio de sus
parientes (“Necesito que me envíes más trabajadores” decía en una carta a su hermano

45
Martín, “Furlong y Beryne llegaron bien. El segundo parece un joven muy responsable. Roche
me parece que no es gran cosa”, le informaba en otra y en una tercera le pedía que mandara
tres hombres de los que “solo te mencionaré un nombre, Tom Lawlwer, que estaba conmigo en
Crosstown. Los otros dos los puedes elegir tú…” ). Entre sus funciones, era proveedor de
pasajes e información. Alentaba a su hermano a leer sus cartas, que abundaban en halagos para
Argentina, en público, además de apoyar pecuniariamente en causas de la iglesia irlandesa. En
un momento, recuerda a su hermano a los irlandeses que trabajaban con él: “Gregory Scallan
(Blackwater), Nick Browne, James Howlin (Ballyel), Frank Doyle, Peter Cormick, James
Dunne (Ballyhiland), Simon Gaul (Milltown) y Peter Moore (Longford)”. Operaba como
lobbysta para abaratar el costo del traslado y se apoyó en las autoridades consulares para
preparar su desembarco en Santa Fé66.
Lo que queda demostrado aquí, en definitiva, creemos, es que la gente va en busca de la
oportunidades en los sitios donde se encuentran, pero que no lo hacen homogénea ni
espontáneamente, en forma de “oleadas” o de una difundida “epidemia” que a todos contagia,
sino siguiendo la lógica de sus propias relaciones. Sistemas de vínculos y contactos que igual
no le garantizan el éxito ni la plena satisfacción de sus aspiraciones, sino solamente en este
caso cierto margen de seguridad, aunque desde luego eso no es poco y no elimina finalmente
un cierto margen de incertidumbre que subsiste en su acceso al mercado de trabajo. Claro que
esa, minimizar los riesgos, es quizá una de las necesidades primeras que se le presentan a todo
emigrante recién arribado, dependiendo lo que viene después de los alcances de sus objetivos,
de su iniciativa y de su capacidad para rearticular aquí sus estrategias.

Conclusión.

66
Idem, pp. 83-153.

46
La trayectoria de los irlandeses en el partido de Luján que hemos buscado tratar aquí, por
lo tanto, se nos presenta como una historia abierta. Sería incorrecto, por su mayor visibilidad
en otras partes a fines del siglo XIX, concluir que no tuvieron en Luján el mismo peso o nivel
de influencia que tuvieron en otros distritos vecinos como Areco, como excesivamente se
afirma en algunos trabajos. Si miramos un poco más atrás, ubicándonos por caso en la época
en que se realiza el primer censo nacional en 1869, encontraremos una presencia maciza de
emigrantes de Irlanda en suelo lujanense, que conforman un grupos de rasgos bien definidos,
además de un elevado margen de concentración laboral y arraigados hábitos tendientes a
preservar su identidad originaria. También es ilógico separar su historia de las de sus pares de
Rodríguez, Navarro, Las Heras o Mercedes, como si las divisiones administrativas supusieran
una barrera en la vida de la gente. Su historia es la de un colectivo social, claramente
identificable, que comparte cotidianamente su existencia, las actividades ligadas al mundo del
trabajo y al tiempo libre, formas de sociabilidad específicas que generan enlaces conyugales
endogámicos, todo ello apoyado en un entramado institucional en el que juega un papel
decisivo la iglesia. ¿Porqué entonces esa muy temprana (más que en otros sitios) y ostensible
presencia se diluye tan pronto, casi sin dejar huellas?. La primera parte de la pregunta se
explica por la capacidad enorme de los inmigrantes, traídos aquí por parientes, amigos o
contactos, para adaptar sus estrategias y propósitos iniciales a las condiciones del medio en
que se insertan. En ese sentido, la rápida movilidad social de los irlandeses, que pasaron
prontamente de peones a medieros y propietarios de majadas, encontró un severo límite en la
franca imposibilidad de acceder a la condición de propietarios de la tierra, en un partido
pequeño, de antigua ocupación, con una tierra muy subdividida, caro y con un alto margen de
ocupación del suelo desde antaño. Fue ese insalvable escollo el que explica, guiados
probablemente por las mismas redes que los habían traído hasta aquí antes u otras formadas
después de la emigración en el destino, pero que igual los informaban poniéndolos al tanto de
las condiciones imperantes en otros mercados, su desplazamiento hacia el oeste, aunque no
sólo hacia él, en busca de la tierra, y su virtual desaparición de Luján cuando se celebró el
segundo censo en 1895. Pero difícilmente alcanzaría para entender el desliz que supondría
asumir como verdadera la segunda premisa de nuestra anterior pregunta. Porque si los
irlandeses, a inicios del siglo XX, ya no se encontraban presuntamente aquí, su influencia en
cambio perduraba a través de sus hijos indefinidamente, al punto de no hace demasiado

47
tiempo hacerse necesario fundar una Sociedad de Irlandeses de Luján y sus descendientes
(SIL), quienes se asumen como orgullosos herederos de una cultura que, si se negaba a
desaparecer, es porque había sido demasiado poderosa como para no dejar una marcada estela
de su paso.

48

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