No existe más que una verdad eterna, y, por tanto, una sola
sabiduría divina. Si quisiéramos investigar el origen histórico de
quienes han manifestado esta sabiduría, tendríamos que retroceder allende el tiempo y el espacio y entrar en la eternidad. Tendríamos que retroceder a los primeros días de la creación, en que “el espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas”, cuando el “primer iniciador” instruía a la raza de seres semiespirituales, que tenían una constitución muy diferente a la de los seres humanos que conocemos en nuestro planeta. El historiador que razona analógicamente, habla de la religión, sabiduría de los pasados siglos, como si se tratara de un sistema inventado por los hombres, que hubiera evolucionado progresivamente por el poder especulativo de la inteligencia razonada; pero el ocultista sabe que la sabiduría divina es eterna y siempre la misma. Únicamente la forma de manifestarse cambia, según el grado de capacidad de los espíritus en el que se quiere manifestar. Por consiguiente, la historia de las doctrinas de los Rosacruces podía comenzar por la exposición de la doctrina de los Vedas, o de los antiguos libros egipcios, pero como estos temas han sido tratados extensamente por H.P.Blavatsky en su obra fundamental “La Doctrina Secreta” y en otras obras, trataremos de ver solamente hasta qué punto la filosofía hermética se ha impuesto al espíritu de los filósofos neoplatónicos.