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Jean-Luc Nancy
Cuerpos,
hay que abolir el tiempo,
regresar a la esfera.
Sólo el círculo salva
y no hay sino la urdimbre fantasmal
de los regresos y los viajes,
las huidas.
Se huye.
Uno se vuelve sombra fatigada
y se disloca,
se cuartea la huesumbre,
el alma se acongoja y pierde su condición
de almario
donde las penas y el amor que se extravió hace mucho
custodian su vigilia permanente
a la espera del sueño,
del regreso corpóreo de lo ido.
Max Rojas
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ERRANCIA LITORALES MAYO 2017
Vivimos hoy día acontecimientos donde el cuerpo, muy a pesar de los ánimos humanizadores
en materia de derechos con sus correspondientes tratados internacionales, sigue siendo objeto
de segregación y barbarie. Infinidad de sucesos tanto en México como en el mundo dan
cuenta de ello y nos conducen a interrogarnos sobre los destinos del cuerpo en la época
contemporánea. El cuerpo no sólo como asunto individual, singular, biológico, sino como
objeto masificado y estratificado para las políticas poblacionales; segregado, como lo vemos
en los flujos de miles de migrantes en Centroamérica y Europa cuyo destino es la mayoría de
las veces su esclavitud en “nuevos guetos” de explotación laboral o la muerte a las espaldas
de los países llamados del primer mundo; con ello se perfila también la pregunta por el cuerpo
como objeto de racismo, de discriminación, el cuerpo convertido en mercancía para ser
traficado con sus correspondientes proporciones de oferta y demanda; el cuerpo como
escenario de experimentación científica, como residuo del sistema capitalista, como carne de
cañón para la guerra del narcotráfico y el crimen organizado, el cuerpo despojado de
subjetividad, arrinconado a ser sólo carroña en la fosa común, el cuerpo desimbolizado. El
cuerpo humano, en todas estas dimensiones, nos convoca a cuestionarnos sobre los móviles
que han ocasionado, mantenido o perpetuado su uso como objeto de segregación y de
barbarie.
Los autores revisados para este trabajo se inscriben en una vertiente crítica, deudores del
marxismo y el psicoanálisis, con sus claras divergencias y rutas de estudio propias. Michel
Foucault y Gilles Deleuze son claramente ubicables en su tensión y crítica no sólo con el
marxismo sino con el psicoanálisis. Giorgio Agamben y Roberto Esposito también son
lectores del psicoanálisis, además se inscriben en un campo filosófico de análisis crítico de
la modernidad. Por su parte Achille Mbembe se reconoce lector de Marx, además de ser
conocedor de la obra de Foucault y Agamben. Por último tenemos a Freud y Lacan, siendo
el primero un autor muy socorrido para pensar el cuerpo, la subjetividad y los malestares
culturales, y Lacan que tuvo de alguna manera una relación complicada, a veces de cercanía
a veces de distancia tanto con Foucault como con Deleuze, además de articular una
reelaboración del psicoanálisis incluyendo aspectos políticos en su llamado “retorno a
Freud”, el cuerpo en relación al goce y a la segregación fueron temas de importancia en los
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últimos años de su obra. Más allá de sus claras divergencias, hay un punto de afinidad, que
todos abordaron: el asunto del cuerpo en relación a la violencia ya sea como malestar,
segregación o barbarie.
Existe una ruta localizable en el acento de estas tres vertientes de pensamiento para pensar la
relación cuerpo-segregación-barbarie, es aquella que analiza lo que se esconde como trampa
silenciosa detrás de los ánimos modernizadores, de los ideales progresistas que hallan su
epicentro en la segunda guerra mundial con el exterminio de cientos de miles judíos, pero
también con los cientos de miles de asesinatos por el estalinismo. A saber: la relación
barbarie-progreso, barbarie-modernidad, segregación-eugenesia, racismo-purificación,
aspectos que entrañan los momentos terribles de cuerpo en su travesías por la cultura de la
muerte, por la economía del exterminio, pero quizá más allá del genocidio perpetrado por los
nazis, y del exterminio estalinista, podemos preguntarnos si no ha sido está práctica de
segregación y barbarie un ejercicio frecuente efectuado en todo proyecto colonizador y de
administración de deshechos que ahora se agudiza propulsado por la economía de mercado,
por la mercantilización del mundo.
Biopolítica
Sobre las perspectivas que componen el presente escrito tenemos en primer lugar la noción
de biopolítica cuyo antecedente1, podemos ubicarlo en los trabajos de Michel Foucault quien
en la última clase de su curso llamado Defender la Sociedad propuso una nueva figura de
pensamiento, el biopoder. El 17 de marzo de 1976 Foucault exponía:
Me parece que uno de los fenómenos fundamentales del siglo XIX fue y es lo que podríamos
llamar la consideración de la vida por parte del poder; por decirlo de algún modo, un
ejercicio del poder sobre el hombre en cuanto ser viviente, una especie de estatización de lo
1
Según Roberto Espósito, el término “Biopolítica” fue primeramente introducido por el filósofo sueco Rudolf
Kjellén, sin embargo la profundización y el uso más consistente del concepto es atribuible a Michel Foucault.
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Si bien no ha abandonado el paradigma del poder disciplinario cuya figura es el suplicio, que
se dirige exclusivamente al cuerpo, Foucault advierte una transformación en lo que será un
nuevo modo de explicación, donde el paradigma disciplinario individualizado sobre el cuerpo
comienza a complementarse con la idea de un poder sobre el ser vivo, sobre el ser viviente y
con ello plantear la masificación de la vida como especie. Así la disciplina se transforma en
regulación y se da desde el control de la natalidad, la reproducción, la enfermedad, etc. Esta
nueva transformación política que Foucault descube en la sofisticación del poder soberano
sobre la vida “hacer morir y dejar vivir” hacia el “dejar morir y hacer vivir” implicarán el
núcleo de la llamada biopolítica. Podríamos decir sin ánimo de ser reduccionistas que hay un
deslizamiento de la “anatomopolítica” entendida como disciplina sobre el cuerpo en su
cualidad individual, al de biopolítica como dispositivo de regulación del cuerpo como
especie, como cuerpos contenidos en una población. De la noción de cuerpo a ser castigado,
disciplinado, vigilado, adiestrado para ser productivo, se pasa a la idea de población a ser
regulada, administrada con técnicas de poder sobre multiplicidades vivientes, y con ello se
torna la población un asunto político, biológico, científico, un problema de poder regulador,
un asunto de poder sobre la vida entendida desde lo biológico.
Dos años después, el 11 de febrero del 78 en la primera clase de su curso llamado Seguridad,
Territorio, Población, Foucault deja más clara su intención de estudiar a fondo sus hallazgos
sobre la idea de biopoder:
“Este año querría comenzar el estudio de algo que hace un tiempo llamé, un poco en el
aire, biopoder, es decir, una serie de fenómenos que me parece bastante importante, a saber:
el conjunto de mecanismos por medio de los cuales aquello que, en la especie humana,
constituye sus rasgos biológicos, fundamentales podrá ser parte de una política, una
estrategia política, una estrategia del poder; en otras palabras, cómo a partir del siglo XVIII
la sociedad, las sociedades occidentales modernas, tomaron en cuenta el hecho biológico
2
Foucault, M. (2001) Defender la sociedad. F.C.E. Argentina. p. 217
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fundamental de que el hombre constituye una especie humana. Esto es, el líneas generales
lo que llamo, lo que he llamado biopoder”.3
Aún con ello Foucault no deja fuera la figura del Soberano, la cual será retomada por Giorgio
Agamben para desarrollar lo que llamará “Vida nuda”, cuya encarnación hace posible el
“Homo Sacer”. En Agamben confluyen lecturas fundamentales tanto de Walter Benjamin
como de Carl Schmitt, fundamentalmente para pensar el Estado de Excepción y al Soberano,
además existe una lectura no situada en lo que Foucault define como “surgimiento” de la
biopolítica a partir de modernidad, sino que para el filósofo italiano la política misma se
constituye en oposición a la zoe, a la vida natural. Agamben va a colocar la biopolítica no
como producto de la modernidad, sino el origen mismo de la política. Es decir, la vida nuda,
la zoé, es lo suspendido de la política, lo “excluido en la inclusión”.
3
Foucault, M. (2006) Seguridad, territorio, población. F.C.E. Argentina. p. 15-16.
4
Foucault, M. (2007) El nacimiento de la biopolítica. F.C.E. Argentina. p. 359.
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Agamben se traslada hasta Aristóteles y Platón para revisar la oposición zóe-bios, en donde
la zóe es lo que queda fuera de la vida política, del vivir bien de la política. Así la zoe, la
nuda vida es lo excluido por el soberano, no es, contrariamente a lo planteado por Foucault
en ese momento, un asunto de la modernidad, sino de la fundación política de occidente. “La
nuda vida tiene, en política occidental, el singular privilegio de ser aquello sobre cuya
exclusión se funda la ciudad de los hombres”6
La nuda vida, figura de pensamiento que toma de Walter Benjamin será central en Agamben
para pensar la biopolítica, para ello se vale de otro concepto: el de Homo Sacer. Éste es
entendido como aquel que encarna la nuda vida, a quien se está permitido matar pues están
suspendidos sus derechos y garantías, en él opera el Estado de Excepción que establece el
soberano.
“…restituido a su lugar propio, más allá tanto del derecho penal como del sacrificio, el homo
sacer, ofrece la figura originaria de la vida apresada en el bando soberano y conserva así la
memoria de la exclusión originaria a través de la cual se ha constituido la dimensión política.
El espacio político de la soberanía se habría constituido, pues, a través de una doble
excepción, como una excrecencia de lo profano en lo religioso y de lo religioso en lo profano,
que configura una zona de indiferencia entre sacrificio y homicidio. Soberanía es la esfera
en que se puede matar sin cometer homicidio y sin celebrar un sacrificio; y sagrada, es decir,
5
Agamben, G. (1998) Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. Pre-textos. España. pág. 16
6
Ídem pág. 17
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Además de situar la nuda vida en la esfera del Homo Sacer, como objeto de asesinato sin que
haya una “sanción” ni del orden jurídico ni del orden religioso, Agamben invita a pensar el
cuerpo de Homo Sacer como aquél que siendo doblemente excluido del contexto real de las
formas de vida tanto profanas como religiosas se encuentra en simbiosis con la muerte, sin
pertenecer aún al mundo de los difuntos. Y esto nos conduce a pensar en un estado de
suspensión, de umbral, de franja, donde el cuerpo no halla consistencia de sujeto de derechos,
puesto que no pertenece a la órbita de las garantías jurídicas. Agamben encontrará en el
campo de concentración nazi, el paradigma biopolítico de lo moderno y al Estado de
Excepción como paradigma del gobierno8. Encontramos así en Agamben una reformulación
de la biopolítica, yendo más allá de los hallazgos foucaultianos. Ahora bien, su posición es
interpretada por algunos de sus críticos como negativa. Existen otras lecturas que
complementan las posiciones tanto de Foucault como de Agamben, estas son las de Deleuze
y Esposito.
7
Ídem, pág. 108-109.
8
Agamben, G. (2004) Estado de Excepción. Homo Sacer II-I. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires.
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mejor y que trata a su enemigo no ya como el enemigo jurídico del antiguo soberano, sino
como el agente tóxico o infeccioso, una especie de «peligro biológico». Como consecuencia,
«por las mismas razones» que la pena de muerte tiende a abolirse, los holocaustos aumentan,
dan aún mayor testimonio de la muerte del hombre.9
“Ahora bien, cuando el poder toma así la vida por objeto u objetivo, la resistencia al poder ya
invoca la vida y la vuelve contra el poder. «La vida como objeto político ha sido en cierto
sentido tomada al pie de la letra y vuelta contra el sistema que pretendía controlarla.»
Contrariamente a lo que decía el discurso preconcebido no hay ninguna necesidad de invocar
al hombre para resistir. Como decía Nietzsche, la resistencia extrae del viejo hombre las
fuerzas para una vida más larga, más activa, más afirmativa, más rica en posibilidades. El
superhombre nunca ha querido decir otra cosa: es en el propio hombre donde hay que liberar
la vida, puesto que el hombre es una forma de aprisionarla. La vida deviene resistencia al
poder cuando el poder tiene por objeto la vida.”10
9
Deleuze, G. (1986) Foucault. Paidós. pág. 121-122
10
Ídem, pág. 122
11
Deleuze, G. (1999) Post-scriptum sobre las sociedades de control. En: Conversaciones. Pre-textos. España.
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“La fábrica hacía de los individuos un cuerpo, con la doble ventaja de que, de este modo, el
patrono podía vigilar cada uno de los elementos que formaban la masa y los sindicatos podían
movilizar a toda una masa de resistentes. La empresa, en cambio, instituye entre los
individuos una rivalidad interminable a modo de sana competición, como una motivación
excelente que contrapone unos individuos a otros y atraviesa a cada uno de ellos, dividiéndole
interiormente.”12
Los elementos interesantes que introduce Deleuze tocan también la esfera de lo cotidiano,
como ejemplos de los contextos donde opera, in situ, la biopolítica. Esta trasformación que
para Deleuze es clara, implica formas inéditas del poder sobre los cuerpos, ya no los cuerpos
del encierro, sino los del control al aire libre, pero cuerpos que, y aquí se acentúa otra
diferencia con Foucault y Agamben, son cuerpos que resisten. Cuando el poder tiene por
objeto la vida, la vida se enfrenta a él. “Cuando el poder deviene bio-poder, la resistencia
deviene poder de la vida, poder-vital que no se deja detener en las especies, los medios y los
caminos de tal o cual diagrama. La fuerza venida del afuera, ¿no es una cierta idea de la Vida,
un cierto vitalismo en el que culmina el pensamiento de Foucault? ¿No es la vida esta
capacidad de resistir de la fuerza?”13
Entonces es la vida misma, la inmanencia, que se opone al poder, es la vida misma la que
resiste contra la barbarie y la segregación. En relación al cuerpo Deleuze dirá:
12
Ídem, pág. 9
13
Deleuze, G. (1986) pág. 122
14
Ídem, pág. 123
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Es decir, la vida sería las fuerzas que resisten a la muerte. La vida como inmanencia absoluta,
la vida que resiste desde si misma ante el poder del exterminio.
Podemos pasar ahora a la posición de Roberto Esposito sobre la biopolítica. Este autor acude
a las nociones de comunidad e inmunidad para trazar una relación bastante interesante con la
biopolítica. Sobre todo es lo que él llama “paradigma de inmunización” el que a su entender
puede solventar los problemas que arroja esa tensión entre la vida y el derecho. “…así como
en el ámbito biomédico se refiere a la condición refractaria de un organismo vivo, ya sea
natural o inducida, respecto de una enfermedad dada, en el lenguaje jurídico-político alude a
la exención temporal o definitiva de un sujeto respecto de determinadas obligaciones o
responsabilidades que rigen normalmente para los demás.”15 Es bajo esta lógica que Esposito
introduce la noción de inmunidad para pensar la biopolítica.
“La inmunidad no es únicamente la relación que vincula la vida con el poder, sino el poder
de conservación de la vida. Desde este punto de vista, contrariamente a lo presupuesto en el
concepto de biopolítica ---entendido como resultado del encuentro que en cierto momento se
produce entre ambos componentes-, no existe un poder exterior a la vida, así como la vida
nunca se produce fuera de su relación con el poder. De acuerdo con esta perspectiva, la
política no es sino la posibilidad, o el instrumento, para mantener con vida la vida.” 16
15
Esposito, R. (2004) Bíos, biopolóitica y filosofía. Amorrortu. Buenos Aires. pág. 73
16
Ídem, 74.
17
Esposito, R. (2009) Comunidad, inmunidad y biopolítica. Herder. España. pág 17.
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Es enfático Esposito al exponer que la misma inmunidad del organismo, lo puede llevar a su
propia muerte, a su aniquilación, de la misma manera como el antídoto para una enfermedad
puede estar en su propio veneno. La innovación que introduce Esposito por lo tanto, es que,
acudiendo a Walter Benjamin, “la inmunización a altas dosis es el sacrificio del viviente-
esto es, de toda forma de vida cualificada- a una simple supervivencia. La reducción de la
vida a su desnuda base biológica.”19
Es muy interesante advertir que en la medida que un cuerpo es atacado y éste se resiste por
medio de su sistema inmunológico, el cuerpo se reduce a la mera subsistencia, pues está
encerrado en la mera desnudez biológica, en su reacción de sobrevivencia. Trasladando el
paradigma de Espósito a las formas de vida de los sujetos dentro del capitalismo en su fase
desmesurada, los sujetos son sumidos por medio de un ataque incesante, usando la metáfora
de la infección, dichos sujetos son arrinconados a un mero resistir biológico.
Necropolítica
Con estos antecedentes llegamos a la propuesta del camerunés Achille Mbembe, quien
pareciera radicalizar la noción de biopolítica en relación al exterminio de la vida, de los
cuerpos desde una política de la muerte, la Necropolítica. Esta nueva interpretación de la idea
difundida en los años setenta por Michel Foucault y retomada por Agamben, Deleuze,
Esposito, Negri, entraña ya un cariz distinto, localizable a partir de la realidad africana y
18
Ídem.
19
Ibídem, pág. 18
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“Tras hacer una lectura de la política como un trabajo de muerte, me ocupo ahora de la
soberanía que defino como el derecho de matar. Para mi argumentación, enlazo la noción
foucaultiana de biopoder con otros dos conceptos: el estado de excepción y el estado de sitio.
Examino las trayectorias a través de las cual el estado de excepción y la relación de enemistad
se han convenido en la base normativa del derecho de matar.” 20
Hallamos en Achille otra fuerza argumentativa para abordar lo que atañe al cuerpo, al derecho
de matar al cuerpo, a ubicarlo como objeto de enemistad, de levantar un estado de excepción
donde, al igual que en la tesis de Agamben, la vida tiene suspendidas sus garantías
permanentemente, pero al igual que con Esposito, existe resistencia, aún sea desde la
“visceralidad”.
En efecto, Mbembe expone en una entrevista fechada en junio del 2016 que aparece en el
sitio de internet del Diario.es21 que la política de la muerte que se inscribe en el capitalismo
contemporáneo es una brutalización del sistema nervioso que como contraparte recibirá una
resistencia de igual manera “visceral”.
20
Mbembe, A. (2011) Necropolítica. Melusina. España. pag. 21.
21
http://www.eldiario.es/interferencias/Achille-Mbembe-brutaliza-resistencia-visceral_6_527807255.html
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Para Mbembe esta brutalización del cuerpo, del sistema nervioso, de barbarie sobre los
cuerpos, implica también un intento de abolir lo político, de suprimir, de destruir la dimensión
simbólica y material de los seres humanos, arrinconarlos a una mera resistencia desde la
visceralidad que se convierte en resistencia a su vez contra la política de muerte también
visceral del exterminio de colonias y cuerpos.
Es enfatizada por Mbembe la operación del capitalismo de nuestros días, que produce estas
formas de hacer política afianzada en el exterminio, en los estados de excepción y de sitio.
En cuerpo resiste en su reducto de visceralidad, responde, opera con igual magnitud de
violencia, de exterminio ante los embates brutalizadores de los sistemas políticos
contemporáneos.
Psicoanálisis
Ahora bien, existe otra lectura que puede apoyarnos para pensar al cuerpo en relación a la
segregación y la barbarie, esta es la del psicoanálisis. Sabemos que desde Freud, el cuerpo
no es solamente ese espacio biológico, fisiológico, natural. Para Freud el cuerpo es ya una
superficie psíquica puesto que está libidinizado. En toda su clínica de la histeria Freud fue
advirtiendo que el organismo como tal sufría de representaciones, por ello, ahí donde se
pensaba una lesión, un daño en lo real del cuerpo no se hallaba dato de ello, sino una
investidura. Al respecto expone Freud:
“…La lesión de las parálisis histéricas debe ser por completo independiente de la anatomía del
sistema nervioso, puesto que la histeria se comporta en sus parálisis y otras manifestaciones
22
Ídem.
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como si la anatomía no existiera, o como si no tuviera noticia alguna de ella”. “La lesión sería
entonces la abolición de la accesibilidad asociativa de la concepción del brazo. Este se
comporta como si no existiera para el juego de las asociaciones. (…) Estará paralizado en
proporción a la persistencia de este valor afectivo o a su disminución por medios psíquicos
apropiados.”23
Esta cita es fundamental y atraviesa toda la obra del psicoanálisis, hay algo más que el mero
organismo, o para ser más precisos, el organismo no es el cuerpo, más aún, el cuerpo-humano
al haber sido simbolizado, no opera meramente en el registro de lo biológico. Recordemos
además que en los Tres Ensayos de Teoría Sexual, hay un traslado del sujeto de la necesidad
al de la demanda, vía la erogenización de zonas, con sus claras consecuencias para la vida.
Detrás de etas tesis freudianas también se encontraba una crítica a la moralidad burguesa de
esa época y los anhelos progresistas de la modernidad. En aquel trabajo fechado en 1908
titulado La moral sexual ‘cultural’ y la nerviosidad moderna. Con la fuerte frase de
“…nuestra cultura se edifica sobre la sofocación de las pulsiones” 24 y con sus posteriores
elaboraciones que concluirían entre otras cosas que: “La educación severa, que no tolera
quehacer alguno de la vida sexual despertada tan temprano, aporta el poder sofocador, y
semejante conflicto a esa edad contiene todo lo que se requiere para la causación de la
nerviosidad por toda la vida.”25, Freud mostraba claramente la ruta espinosa que estaba
trazando aún contra el camino pretendidamente terso y luminoso de la ciencia médica, contra
de los tufos racionalistas de la Ilustración acaecida en Modernidad. Si bien reconoce las
aportaciones de los teóricos sobre la sexualidad y la nerviosidad, Ehrenfels, W. Erb.,
Binswanger, Krafft-Ebing26, les atribuye una insuficiencia por desatender “el factor
etiológico más importante”. Dice Freud: “Si se prescinde de las maneras vagas de «estar
23
Freud, S.:(1986) “Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices
orgánicas e histéricas”, en Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud (1886-
1899), Obras Completas, Tomo I, p. 206-208, Amorrortu, Buenos Aires.
24
Freud, S. (1908) La moral sexual ‘cultural’ y la nerviosidad moderna. En: Obras Completas, Vol. IX, Amorrortu
Editores, Bs. As., Argentina. p. 168.
25
Ídem, p. 180. Los paréntesis son míos.
26 En la nota al pie de página número 2 de los Tres ensayos de teoría sexual Freud nombra a nuevos autores
que abordan el tema de la sexualidad, pero sostiene su primer dicho sobre las insuficiencias de los hallazgos
teóricos de éstos, ahora en relación más directa con la infancia.
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En estas citas se deja entrever el lugar del cuerpo para el psicoanálisis, un cuerpo sexuado,
erotizado, arrinconado por la cultura. De esto surgen dos planteamientos: uno el de cuerpo-
superficie psíquica y el del cuerpo en el malestar de la cultura. Todos estos elementos Freud
los lleva a los escenarios políticos y sociales, cuando aborda la cuestión del narcisismo de la
pequeña diferencia. Sabemos que para Freud el narcisismo es fundante del sujeto, posterior
al autoerotismo, de ahí se desplaza su teorización al plano social y político para pensar la
cultura y psicología de las masas en relación a la identificación y la violencia política.
“No es fácil para los seres humanos, evidentemente, renunciar a satisfacer esta su inclinación
agresiva; no se sienten bien en esa renuncia. No debe menospreciarse la ventaja que brinda
un círculo cultural más pequeño: ofrecer un escape a la pulsión en la hostilización a los
extraños. Siempre es posible ligar en el amor a una multitud mayor de seres humanos, con tal
que otros queden fuera para manifestarles la agresión. En una ocasión me ocupé del fenómeno
de que justamente comunidades vecinas, y aun muy próximas en todos los aspectos, se
hostilizan y escarnecen: así, españoles y portugueses, alemanes del Norte y del Sur, ingleses
y escoceses, etc. Le di el nombre de «narcisismo de las pequeñas diferencias»” 28
Freud aquí coloca una interpretación interesante, lo que provoca la hostilidad hacia el otro
no es necesariamente su extrañeza, su ajenidad, sino su cercanía en cuanto “parecido”. Es
decir, una hostilidad por ser profundamente semejantes. En relación a las tesis de la
biopolítica, en qué medida el objeto de segregación y barbarie es ese objeto que es “muy
cercano a mí”, “siniestramente familiar”.
En ello Lacan puede aportarnos una idea interesante, a partir de su trabajo sobre El estadio
del espejo, expone que el Yo se forma por oposición que lleva de por medio agresividad,
27
Op. cit., Freud (1908) p. 166
28
Freud, S. (1921) pág 111
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Ahora bien, esto queda más claro cuando sabemos que para Lacan el cuerpo no es sin
lenguaje, es decir primero está el Otro como tesoro de significantes y luego el sujeto tachado.
El cuerpo, en consonancia con Freud, es en Lacan, sobre todo, un cuerpo simbolizado por el
ingreso del significante. El rasgo unario es de antes del sujeto, “en el principio fue el verbo”,
esto quiere decir, en el principio fue el rasgo unario(...) singularidad del rasgo: esto es lo
que hacemos entrar en lo real, lo quiera éste o no.31
Este rasgo unario es el significante Amo, que entra en la carne, lo Real, que sería otro modo
de decir al organismo biológico. Por ello, el significante es lo que representa al sujeto para
otro significante, lo Real del organismo está simbolizado, “cadaverizado” en su necesidad
biológica.
Esta introducción del significante en el cuerpo que negativiza el goce real primordial del
organismo está en sintonía con Freud y la pulsión de muerte, pues hay algo que insiste en
llevar al organismo a su estado de Nirvana, esta insistencia que para Lacan es lo Real es lo
que no puede ser dicho, se remite a un resto que es llamado objeto a, objeto caído del cuerpo
en cada erogenización de sus agujeros. Pero bien, si se trata de simbolización del cuerpo y
de hacerse de éste a partir de los significantes el asunto entraña una suerte de discursos.
Lacan a partir de su “excomunión” de la IPA en el contexto del mayo francés de 1968, articula
su propuesta de los 4 discursos donde llama la atención el nombrado discurso del Amo,
aspecto que lo conduce a hablar de la segregación. Si en Freud tenemos la tesis del pacto
pulsional de los hermanos al haber asesinado al padre de la horda primitiva, en Lacan
29
Lacan J. Seminario Los escritos técnico de Freud, Clase 13, 5 de mayo de 1954
30
Lacan J. (2005) La agresividad en psicoanálisis. En: Escritos I, Editorial Siglo XXI, México, pág. 106
31
Lacan, J. Seminario La Angustia, clase del 2 del 21 de Nov. 1962.
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tenemos la clarificación del discurso del Amo como aquel que está parado sobre el agujero
del sujeto del inconsciente.
Este empeño que ponemos en ser todos hermanos prueba evidentemente que no lo somos.
Incluso con nuestro hermano consanguíneo, nada nos demuestra que seamos su hermano,
podemos tener un montón de cromosomas completamente opuestos. Esta manía de la
fraternidad, dejando de lado el resto, la libertad y la igualdad, no es moco de pavo - convendría
ver lo que hay debajo. Sólo conozco un origen de la fraternidad - quiero decir la humana, de
nuevo el humus-, es la segregación. Nos hallamos, por supuesto, en una época en que la
segregación, ¡pufffl Ya no hay segregación en ninguna parte, cuando uno lee los diarios es algo
inaudito. Simplemente, en la sociedad - no quiero llamarla humana porque me reservo mis
términos, estoy atento a lo que digo, no soy un hombre de izquierdas, yo sólo constato -, todo lo
que existe se basa en la segregación, y la fraternidad lo primero. Incluso no hay fraternidad que
pueda concebirse si no es por estar separados juntos, separados del resto, no tiene el menor
fundamento, como acabo de decirles, el menor fundamento científico. 32
Esta cita de Lacan nos conduce a pensar en qué medida los cuerpos son objetos de
segregación, a partir de qué afinidades. Pero también la pregunta cambia de polo. ¿Quiénes
son los que tienen la manía por la fraternidad? ¿Quiénes los que se colocan en el lugar del
Amo? ¿Quiénes los que enarbolan el discurso de una Raza?
“…la raza de que hablo no es la que una antropología sustenta por decirse física, la que
Hegel muy bien señaló por el cráneo y que lo merece todavía por encontrar en él, mucho
después de Lavater y Gall, lo más grueso de sus medidas. Pues, como se vio en el
intento grotesco de fundar con ello un Reich llamado tercero, con eso no se constituye
ninguna raza (y ese mismo racismo en los hechos tampoco). Esta se constituye por el
modo en que se transmiten según el orden de un discurso los puestos simbólicos, los
puestos con que se perpetúa la raza de los amos y no menos la de los esclavos, de los
pedantes igualmente, a los que les hace falta para responder por ellos los pederastas
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Lacan, J. (1991) Seminario 17. El reverso del psicoanálisis. Paidós. Argentina. pág. 120-121
http://www.iztacala.unam.mx/errancia/v15/litorales_12.html
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