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¿Es posible la transdisciplinariedad en las Ciencias Sociales?

Hacia una cientificidad liberadora.

Lic. Sergio Augusto Navarro

La transdisciplinariedad es una discusión que por momentos se torna romántica.


Y no solo en el sentido común del término, por sus declaraciones de principios y
utopías, sino porque considero que toma el relevo del gran proyecto cultural del
romanticismo, aquel que atesoraron autores como Herder o Goethe: la creación de un
saber que integre las ciencias y las artes, y libere así lo sublime de lo humano.
Sea como sea, este concepto de transdiciplinariedad esta abriendo el juego,
despertando a los científicos del sueño positivista y poniéndolos en situación de elaborar
nuevos paradigmas que atiendan la complejidad de los problemas y del futuro de la
humanidad. Científicos y humanistas1, universidades y organismos internacionales2 se
convocan y discuten para sentar las bases de una nueva forma de hacer ciencia. Ya esta
disponibilidad a superar las limitaciones disciplinarias es un indicio de un nuevo tiempo.
Supone la conciencia del poder constructivo y destructivo que entraña la ciencia y
tecnología, no solo en la producción de la vida biológica, sino también en la producción
de la subjetividad (en lo biográfico e historiográfico). Las ciencias no solo ha sido el
Prometeo que ha robado el fuego a los dioses, sino también el Fausto que por su
ambición desmedida de dominio se destruye a si mismo.

1. Despertando del cientificismo dogmático.

Para ilustrar la presente crisis científica, me permito usar una imagen literaria, la
que nos regala Hermann Hesse en su novela "El juego de los Abalorios".
En el imaginario Estado de Castalia, el protagonista es elegido para estudiar
arduamente todas las ciencias nobles en una de las universidades más prestigiosas. Sus
estudiantes y docentes eran célibes, ya que dedicaban toda su vida la investigación
interdisciplinaria. Una federación de universidades organizaba anualmente unas
competencias llamadas el "Juego de los Abalorios", que consistían en tomar un tema
bello y complejo, como por ejemplo la "casa japonesa", e investigarlo desde todas las
disciplinas estudiadas, como las matemáticas, física, astronomía y arquitectura, hasta la
gramática y la música, pero no como artes, sino como reveladoras de estructuras
elementales. Esto generaba certámenes de producción intelectual, con un cúmulo de
ponencias y tesis que competían encarnizadamente con el mayor rigor académico.
Ganaba la universidad cuyos investigadores disertaba mejor sobre las necesarias
homologías que otorgaban a la realidad una unidad de sentido, la de ser un gran

1
Autores como Illia Prigonine, Edgar Morin, Basarab Nicolescu e Immanuel Wallerstein, y declaraciones de principios como los de
“la Carta de la Transdisciplinariedad” (Chueque, María Graciela et al., 2001).
2
Instituciones como Asociación Americana para el Desarrollo Científico, la UNESCO y su Cátedra Itinerante; en América Latina la
CLACSO y FLACSO, y autores y conceptos regionales de los que da cuenta Segrera, Francisco López (2004).
sistema. La imagen es una de las más brillantes idealizaciones de lo que podría ser una
sociedad, unas personas y un Estado puestos a hacer ciencias sistemáticamente… la
ciencia como religión de Estado.
Pero la alegoría encierra sus ironías. Los “abalorios” son solo cuentas de cristal de
color para formar collares, un adorno bello pero inútil. Tan trivial como el ciencias
básicas o el humanismo clasicista, encerrados en un noble hálito de discusiones
irrelevantes para los acuciantes problemas contemporáneos. En el "Juego de los
Abalorios" solo podían intervenir lo que llamaríamos ciencias duras o lógicas formales
(como la gramática), disciplinas que estudian estructuras elementales para elaborar un
gran sistema de funcionamiento racional y necesario, pero no cabían los saberes que
asumen la contingencia, la indeterminación de lo humano. Estaban censuradas la
historia y desestimadas la psicología y la política, porque consideraban que trataban de
contingencias sujetas a interpretación. Los jerarcas universitarios y los ministros de
Estado eran quienes definían ese campo de competencias que legitimaba unos saberes
y desestimaba otros, definía que era hacer ciencia, quienes la hacían, sobre que
estudiarían y que prestigio social adquirían. Excluir como ciencias a las disciplinas de la
interpretación, y particularmente, las que cuestionan el juego del poder, termina
construyendo un concepto de ciencia “neutra” que evita la libertad y la responsabilidad
como problemas éticos relevantes.
Podemos darnos cuenta que la crisis de las ciencias no es solo una cuestión de
quien tiene la verdad (dimensión epistemológica), sino que supone un intercambio
social donde lo relevante es el poder y la política, aunque éstas sean negadas
(dimensión social). Pensado desde este lugar, la crisis de la ciencias no es más que una
“crisis de ortodoxias”, y la proliferación de paradigmas permite la creación de un espacio
social de luchas que posibilitan realmente una “progresiva cientificidad”.
Para aclararnos esta situación crítica, veamos algunos conceptos de la comunidad
científica analizada como campo social.

2. Disciplinas, pluridisciplinariedad, interdisciplinariedad y


transdisciplinariedad.

No hay que olvidar que las disciplinas no son una “maldición que hubiera caído
sobre un previo conocimiento unificado” (Follari, 2002), sino una división analítica del
trabajo científico moderno, que permitió logros tecnológicos que aún siguen
transformando la sociedad y la cultura. Pero cada disciplina no solo es una delimitación
epistemológica, sino también la constitución de una porción de la comunidad científica.
Y si bien no se puede reducir la dimensión epistemológica a la social, si podemos
comprender que en cada disciplina estos componentes tienen diverso peso, y definen
posiciones diferenciales de las instituciones y profesiones que se dedican a ellas.
Por este motivo, cuando se declara la autonomía de una disciplina, se enuncian
algo más que un objeto y métodos de estudio. Se defiende un campo de competencias
sociales en pugna. Claro es que no sería científico eliminar todas las delimitaciones
disciplinares propias de una división racional del trabajo, volviendo a formas pre-
disciplinares del saber, como nos advierte Follari (2002), pero tampoco podemos decir
que es la única forma posible de división del trabajo de producción de cultural.
Parafraseando, podemos decir que “otra ciencia es posible”.
Guiados por esta inquietud de indagar alternativas viables a necesidades reales,
la pluridisciplinariedad e interdisciplinariedad surgen a mediados del siglo XX.
Pluridisciplinar es la investigación de un objeto por medio de varias disciplinas a la vez,
aportando a la disciplina matriz metodologías y conocimientos más amplios.
Interdisciplinar en la transferencia de métodos de una disciplina a otra, al menos en tres
grados: en su aplicación, en su epistemología o en la gestación de una nueva disciplina
(Chueque et al., 2001).
Siguiendo estas distinciones, podemos ver que la novedad de la
transdisciplinariedad está en su pretensión de ser no solo un “entre” o “a través” de las
diferentes disciplinas, sino un “más allá” de toda disciplina. Su definición genérica es ser
un “un sistema común de axiomas para un conjunto de disciplinas” (Thompson Klein,
J.). Trata de integrar lo que hasta ahora la modernidad ha disociado, la separación entre
ciencia y cultura, o mejor, entre cultura científica y cultura humanista. Significa
reconocer que hay problemas sociales que por su complejidad (ecología, salud,
educación, empresas, etc.) exigen métodos y conocimientos que no solo superan los
límites de las disciplinas, sino que exigen asumir juicios de valor que pueden aportar las
artes y las diversidades culturas locales.
¿Pero es posible elaborar un saber que, elaborado desde juicios de valor o pautas
culturales nativas, sea considerado conocimiento científico?

3. Condiciones de posibilidad de la transdisciplinariedad.

En sociología, se atribuye a Max Weber una posición epistemológica clave: el


científico no hace juicios de valor, solo pone en juego su interés en la elección de su
objeto y en la aplicación de sus conclusiones, pero nunca en su método. La
interpretación simplificada de este principio diría que la ética está al principio de la
ciencia, y la política en su término, pero nunca en su transcurso. Y aunque hoy sabemos
que su epistemología es mucho más compleja, no ha dejado de ser en muchos ámbitos
formativos un principio y un lugar común. Este reduccionismo es el que cierra el juego
del científico social a ser un mero operario irreflexivo de protocolos rutinizados.
El principio de la revolución epistemológica contemporánea tuvo que llegar de las
mismas ciencias consideradas como “duras”. La teoría de la relatividad y la cuántica han
revolucionado no solo a la física, sino a la misma filosofía del conocimiento que
fundamenta la modernidad, y con ella, toda la epistemología positivista. Lo que pone en
cuestión es la dualidad sujeto-objeto como una relación lineal, verificable y predictiva,
todo lo que hace posible a la ciencia moderna. Esta crisis de paradigmas exige, al decir
de Prigonine (Martínez Mígueles, 2001), una “nueva racionalidad” que asuma como
relevante para el científico la pregunta por el sentido.
Diferentes autores han planteado la necesidad de esta nueva racionalidad. Edgar
Morín, Fritjof Capra, Immanuel Wallerstein y el mismo Martinez Migueles (2001) han
elaborado principios metasistémicos de referencia teórica que atienden a la complejidad
del sistema-mundo y su totalidad físico-químico-biológico-psicológico-social-cultural-
espiritual. “Nicolescu identificaba tres pilares de un nuevo abordaje: complejidad,
múltiples niveles de realidad, y la lógica del tercero incluido.” (Thompson Klein, Julie,
). He podido participar de la formación de la Fundación UNIDA3, que aborda
transdisciplinariamente problemáticas tales como medio ambiente, desarrollo humano
sustentable, economía social y gestión participativa de procesos sociales. Y he sido
testigo de lo difícil que es mantener el nivel de diálogo entre las diversas disciplinas, los
niveles de realidad y los juicios de valor que suponen, sin caer en retóricas sesgadas o
voluntaristas.
Volviendo al campo académico de las ciencias sociales, podemos decir que pocos
han generado la prodigalidad y diversidad de investigaciones interdisciplinarias como
Pierre Bourdieu. Por su formación filosófica y su diversificada trayectoria de
investigaciones empíricas, ha podido trascender los límites disciplinares para crear un
nuevo paradigma: una teoría de la acción social.
Desde una ontología no-cartesiana, ha buscado trascender la oposición
fundamental de la sociología, entre una “física objetivista de las estructuras materiales”
y una “fenomenología constructivista de las formas congnitivas”, integrándolas en lo que
llama un “estructuralismo genético”, que reconceptualiza la dimensión simbólica y
material de la vida social.
Con conceptos relacionales como habitus y campo social puede superar los
dualismos que ocultan la dominación historizada en las cosas y los cuerpos, dominación
simbólica que encuentra su poder en la naturalización que opera. Las ciencias sociales
pueden entonces librar y liberarse de esta dominación en la medida en que es reflexiva,
es decir, en cuanto que no solo objetiva lo social, sino que puede objetivar al sujeto
objetivante de dicha acción social.
De este modo, el campo científico se constituye como tal en la medida en que es
un espacio social de competencias por la dominación simbólica, pero no desde un
interés ajeno (económico, político, artístico o religioso), sino desde un habitus que se
define como científico en la medida en que está sometida a una vigilancia
epistemológica sobre su propia acción investigativa. Esta reflexividad está lejos de
disociar los hechos de los valores, ya que al desnaturalizar las relaciones de dominio y la
producción y reproducción simbólica que las encubre, ejerce una verdadera acción
política que busca superar la violencia simbólica.
Por su fecundidad en el campo científico, podemos calificar este nuevo paradigma
de transdisciplinar, en la medida en que es una nueva comprensión del sujeto y su
capacidad reflexiva para construir sus objetos teóricos desde la misma investigación
empírica. Sin negar la relevancia de las disciplinas, Bourdieu posibilita la
interdisciplinariedad sobre sus propios axiomas que, develando las relaciones de
dominación simbólica, posibilitan ética y políticamente su superación.

3
Pagina web UNIDA
Bibliografía.
 Martínez Mígueles, Miguel, “Necesidad de un Nuevo Paradigma Epistémico” en:
AA. VV. Las Ciencias Sociales: Reflexiones de Fin de Siglo. Fondo Editorial Trópikos,
Comisión de Estudios de Postgrado, FACES, Univ. Central de Venezuela, Caracas,
2001
 Fernández, J. Manuel, “Interdisciplinariedad en ciencias sociales: perspectivas
abiertas por la obra de Pierre Bourdieu, en: Interdisciplinariedad en ciencias
sociales.” en: Cuadernos de Trabajo Social. Vol. 17 (2004): 169-193.
(http://72.14.203.104/search?q=cache:av06BsvWJ_cJ:www.ucm.es/BUCM/revistas/t
rs/02140314/articulos/CUTS0404110169A.PDF+ciencias+sociales+transdisciplinaried
ad&hl=es&gl=ar&ct=clnk&cd=21)
 Segrera, Francisco López, “Abrir, impensar, y redimensionar las ciencias sociales
en América Latina y el Caribe ¿Es posible una ciencia social no eurocéntrica en
nuestra región?” en: Roberto Briceño León y Heinz Sonntag (editores) Pueblo, época
y desarrollo: la sociología de América Latina, Nueva Sociedad, Caracas, 2004
 Chueque, María Graciela; Bazán, Irene Olga del Valle; Lamas, Marta;
Griffero, María de la Mercedes; Díaz, Patricia; “la inter y transdisciplinariedad:
una cuestión pendiente”, Ponencia presentada por Docentes Cátedra Administración
Unidades de Información en el Paraninfo de la Universidad de la República, Facultad
de Humanidades - Universidad Nacional de Mar del Plata, 2001.
(http://www.eubca.edu.uy/Encuentro/encdocentes/encdo_ponencias_generales/enc
do_ponencias_grales_Argentina/encdo_ponencias_grales_argentina3.html).
 Thompson Klein, Julie, “Transdisciplinariedad: Discurso, Integración y Evaluación”
en: Luis Carrizo (trad), Mayra Espina Prieto, Julie T. Klein,
Transdisciplinariedad y Complejidad en el Análisis Social,
(http://www.claeh.org.uy/archivos/Documento_MOST_TransdisciplinariedadyComplej
idad.pdf)
 Follari, Roberto A., “¿Relevo en las ciencias sociales latinoamericanas? (Estudios
culturales, transdisciplinariedad e interdisciplinariedad)” en: Revista PCLA - Volume 3
- número 2: janeiro / fevereiro / março 2002. UNESCO - Brasil

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