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Misión un estilo de vida

Misión:
La idea de misión se basa en la Sagrada Escritura, ya en el Antiguo Testamento, aunque con más
claridad y mejor en el Nuevo. En primer lugar, la misión que Dios hace, es una confirmación de la
ayuda divina y, después, también un encargo divino. Así, Dios envió a un ángel, con el siervo de
Abrahán, para que ofreciera a su hijo una esposa (Gn 24, 7). Moisés legitimó expresamente su
tarea de liberar a Israel por haber sido enviado por Yahvé (Ex 3, 15). Gedeón comenzó sus
discusiones con los amalecitas porque Dios le había prometido: «Ve, yo te envío» (Jc 6, 14). Los
profetas son los enviados por Dios (2 Cro 24, 19; Jr 7, 25). El Espíritu Santo es enviado desde lo alto
para revelar los planes de Dios (Sb 9, 17). Isaías se ofrece a Dios para que Dios le envíe (Is 6, 8s.). El
ungido de Yahvé es enviado para dar a los pobres una buena nueva y para sanar a to-dos los que
tienen su corazón roto (Is 61, 1). Jeremías se anima por la pro-mesa de que es Dios quien lo envía
(Jr 1, 7). Ezequiel es enviado a los descarriados hijos de Israel (Ez 2, 3); Zacarías, a los pueblos que
habían despojado a Israel (Za 2, 12). Malaquías habla del mensajero que ha sido enviado por Dios
para preparar sus caminos (M13, 1).

Todo lo que los cantos del siervo de Dios dicen de Israel se encuentra condensado y personificado
en la figura de Jesucristo, a quien los escritos neotestamentarios consideran como el Cristo y
Mesías 3. Mt 10, 40 pone a Jesús como el enviado del Padre: «Quien a mí me recibe, recibe a
aquel que me envió». En Lc 4, 18 Jesús refiere a sí mismo la profecía de Isaías sobre el envío a los
pobres. En Jn 3, 34 basa la verdad de sus palabras en haber sido enviado por el Padre. Es, sobre
todo, el evangelio de Juan el que desarrolla, en toda su extensión y profundidad, la idea del envío,
apropiándola también a los discípulos 4. El hecho de que ha sido enviado por el Padre aparece
expresado en numerosos pasajes: Jn 5, 24.30.36-38; 6, 29.38-40.58; 7, 16.18.29.33; 8, 16.18.26.29;
9, 4; 11, 42; 12, 44-45.49; 14, 24; 15, 21; 16, 5. Jesús conocía la amplitud y las consecuencias de
sus palabras, pero dijo de sí mismo sin miedo: «Yo lo conozco [al Padre], por-que vengo de El y Él
me ha enviado» (Jn 7, 28s.). En la gloria y el envío por el Padre fundamenta su expresión: «Yo soy
el Hijo de Dios» (Jn 10, 36). Como enviado de Dios es capaz de trasmitir la verdad de Dios (Jn 10,
36). El es la revelación del Padre, en absoluto (Jn 14, 9).

Como Jesús ha venido a revelar al Padre, debe preocuparse de que esta revelación continúe. La fiel
continuación de su mensaje se basa en dos pilares:

1. en el Espíritu Santo, que Él enviará, en nombre del Padre, para enseñar a sus discípulos y
recordarles lo que ha dicho aquí en la tierra (Jn 14, 26), que es el espíritu de la verdad y que da
testimonio de Dios (Jn 15, 26), que es el Paráclito y la ayuda.

2. en los discípulos, que han sido enviados a recolectar, lo que no habían plantado (Jn 21, 15-17).

El envío de los discípulos va en paralelo con su propio envío: «Como el Padre me ha enviado, así os
envío yo a vosotros» (20, 21), La idea de ser enviado es, pues, un concepto central bíblico-
teológico: el Hijo ha sido enviado por el Padre, el Espíritu Santo por el Padre en nombre del Hijo, la
comunidad de los discípulos por el Señor exaltado, que tiene todo poder en el cielo y en la tierra,
que –como Jesús– «ha sido enviado al mundo» (Jn 17, 18). No es, pues, de extrañar que la palabra
«envío» –en latín missio– se convirtiera, dentro del uso lingüístico de la Iglesia, en un concepto
clave; que permaneciese siempre en la conciencia de la Iglesia como una tarea que había que
cumplir; que la «mssio» fuese, finalmente, (casi) exclusivamente la descripción de lo que Mt 28, 19
expresó con palabras muy significativas; «Id, haced discípulos a todos los pueblos (gojim)».

Ahora bien, estas ideas nunca han sido tan explícitas como en el concilio Vaticano II. Los 5
primeros números del Decreto sobre las misiones hablan, partiendo de la misión trinitaria, sobre la
«Missio Ecclesiae», en general. Ésta corresponde, en último término, al «amor-fuente» del Padre,
por el que el Hijo ha sido engendrado y por el que procede el Espíritu San-to, por el Hijo (AG 2). En
estas procesiones (processiones) intertrinitarias se apoyan las misiones (missiones): la venida de la
palabra en carne (Encarnación) y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Ambos, Encarnación
y venida del Espíritu Santo, entran en la realidad histórica y se convierten, así, en hechos de la
historia de la salvación. La Iglesia, por su parte, que se basa en la venida de la palabra divina y en
el Espíritu Santo, toma parte en estas «misiones», siendo, por ello, esencialmente, «misionera»; la
Iglesia es, como dice el Decreto sobre las misiones, una «Iglesia peregrinante» (AG 2). Y como la
encarnación y el envío del Espíritu se orientan, por naturaleza, a todos los hombres (en un buen
sentido: a toda la creación), la misión (universal) de la Iglesia se refiere también a todos los
hombres, a toda la creación.

El Concilio reconoce tres clases de esta universal «Missio Ecclesiae»:

1. la pastoral general («cuidado de las almas»),

2. la actividad ecuménica, y

3. la «Missio ad gentes», tal y como lo ha formulado el papa Juan Pablo II, refiriéndose al concilio
Vaticano II.

La Missio ad gentes, que ha sido formulada, esporádicamente, desde el siglo XVI, y en general, en
los últimos cien años, como «misión», hay que entenderla, en este contexto, como una especial
«Missio Ecclesiae». De ella se ocupó el Decreto sobre las misiones del Vaticano II, desde el n. 6. La
define así: «Las iniciativas particulares con las que los heraldos del Evangelio, enviados por la
Iglesia, yendo por todo el mundo, cumplen la tarea de predicar el Evangelio y de implantar la
misma Iglesia entre los pueblos o grupos que todavía no creen en Cristo, reciben comúnmente el
nombre de "misiones". Estas se llevan a cabo por medio de la actitud misionera y, la mayor parte
de las veces, se realizan en determinados territorios reconocidos por la Santa Sede» (AG 6). En
esta formulación conceptual se acentúan los siguientes aspectos; 1. Portadores de la actividad
misionera son «los heraldos del Evangelio, enviados por la Iglesia». 2. Los receptores son «los
pueblos o grupos que todavía no creen en Cris-to». 3. El «todavía no» indica que la misión
primariamente es una «primera evangelización»; en el mismo parágrafo, AG 6, se hace referencia,
no obstante, a que las antiguas iglesias cristianas pueden volver a ser «iglesias misioneras». 4. El
aspecto territorial y geográfico de la misión se orienta en el Decreto claramente hacia una visión
antropológica y sociológica; más que de «territorios de misión» se habla de hombres y pueblos. 5.
La explicación que se adjunta a esta definición coloca en el mismo lugar, como «fin propio» de la
actividad misionera, la evangelización (evangelizatio) y la implantación de la Iglesia (implantatio
Ecclesiae) 6.

Entre los cristianos creyentes no debería existir ninguna duda sobre el objetivo de las misiones de
anunciar el nombre de Jesús a quienes no lo conocen. Todo aquel que sepa, experimentándolo en
la fe, quién es Cristo y lo que significa para los hombres, se sentirá impulsado desde dentro a
comunicárselo a los demás.

http://www.mercaba.org/BURKLE/Mision/067-090_teologia_de_la_mission.htm

Un estilo de vida
1. LA IGLESIA DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO (RM 31)

La comunión trinitaria es la fuente, el motor, el fin de la vida y de la misión de la Iglesia.

 La Iglesia vive y obra en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; nos conduce al
Padre por el Hijo en el Espíritu; da gloria al Padre por Cristo en el Espíritu.
 Todo su ser y misión depende del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

2. LA IGLESIA DE JESUCRISTO

Jesucristo es: enviado - mediador; revelador - guía; Dios hecho hombre - salvador

 Él da Vida a la Iglesia, es su esposo, la hace crecer por el Espíritu Santo y a través de ella
cumple su misión.
 La Iglesia responde a la misión de Jesucristo mediante la "comunión y participación" en su
plan de salvación. (RM 9b, 5c, 6a)
 La Iglesia ha sido convocada y congregada por Jesucristo, en el Espíritu, para el Padre (LG.
1- 3; RM 46c; 47b y d)

La Iglesia es:

 Cuerpo de Cristo
 Pueblo de Dios
 Familia de Dios
 Templo de Dios
 Sacramento universal de salvación · Iglesia (RM 9a, 9b y 11c)

La misión de la Iglesia: comunión y participación

 Comunión:
o llevar hacia el Padre, por Jesucristo, en el Espíritu Santo;
o unir a los hombres con Dios, para vivir su vida, su amor y su verdad;
o transformarse y transformar en El (ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí...)
 Participación:
o recibir la vida nueva y los demás dones de Dios;
o unirse a su acción salvadora: dar lo recibido y ser signo e instrumento suyo.

3. SACRAMENTO UNIVERSAL DE SALVACIÓN

 Iglesia – misterio/sacramento: Signo e instrumento de Jesucristo. Signo de su


presencia y de su acción salvadora:
o Él da Vida a la Iglesia, ella es la primera que ha participado en la salvación y la
que muestra la presencia y la obra del Salvador;
o La Iglesia es instrumento de Jesucristo mediante el cual El sigue realizando su
misión salvadora.
o Jesucristo realiza la voluntad del Padre, por el Espíritu Santo, mediante la
Iglesia para el mundo entero.
 Iglesia - comunión: ella vive la comunión con su Salvador y congrega a la humanidad
para que entre en comunión con el Dios Salvador:
o ante todo con la vida y el testimonio, anuncia la vida nueva que se recibe en la
comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo;
o ella congrega en torno a Jesucristo para que se viva en "comunidades", con un
solo corazón y una sola alma;
o La Iglesia da impulso a la evangelización se da a través de la vivencia concreta
de "comunidades eclesiales vivas, dinámicas y misioneras" (RM 26; Santo
Domingo 54).
 Iglesia - misión: Iglesia "misionera": ella ha recibido la misión de ir a evangelizar y, así,
está puesta para colaborar a Jesucristo en este servicio salvador al mundo entero;
o en el envío a los Apóstoles, fuimos enviados todos a evangelizar;
o la misión de la Iglesia es universal: hacia todas las gentes, en todos los tiempos,
hasta las raíces, para todos y con todo el poder de Dios.

4. LAS TAREAS QUE COMPRENDE ESTA MISION SON (RM 18c):

 El anuncio de Jesucristo y su Evangelio (RM 12a y 20a);


 la formación y maduración de comunidades eclesiales (RM 26b y 20c).
 la promoción humana y la encarnación de los valores evangélicos (RM 43 b y 20d)

5. NUESTRA MISION EN LA IGLESIA

 Para la Iglesia y para cada uno es un derecho-deber de la Iglesia evangelizar (RM 86).
Todos y cada uno estamos enviados a evangelizar, a todos los pueblos y siempre. Estamos
llamados a vivir la comunión y participación en diversos niveles eclesiales (RM 48 y ss):
o la Iglesia Particular
o la parroquia
o las comunidades eclesiales locales: la familia, la comunidad eclesial de base, otras
comunidades eclesiales.
 Dentro de la misión única y universal de la Iglesia (RM 39a), todos y cada uno tenemos
nuestra propia misión:
o Dentro del cuerpo somos parte;
o dentro del pueblo de Dios somos miembros;
o dentro del Templo de Dios somos piedras vivas;
o dentro de la Familia Eclesial somos hijos;
o dentro de la Iglesia tenemos el derecho-deber de evangelizar a todos los pueblos.

CONCLUSION

La misión de la Iglesia y nuestra propia misión se fundamentan en la comunión y participación de


la Verdad, el Amor y la Vida de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. ·

Recibimos nuestra misión en la Iglesia, la cumplimos en comunión y participación de Iglesia y


desde ella vamos como enviados a evangelizar a todos los pueblos en el mundo entero. ·

La misión es la que renueva nuestra identidad cristiana, nos devuelve nuestro entusiasmo, nos
ayuda a superar las dificultades en nuestra comunidad y nos hace participar en la salvación de
Jesucristo (RM 2).

Nuestra principal perspectiva de vida y servicio es realizar la propia misión en y desde


comunidades eclesiales vivas, dinámicas y misioneras.

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